Cerrando un capítulo: Wii

Muchas cosas pueden decirse y se han dicho de Wii. Pero solo dos me atrevería a afirmar con rotundidad: primero, que ha sido un éxito irrefutable; segundo, que ha sido una de las consolas que más opiniones polarizadas ha generado entre todos los componentes del sector. El amor y el odio a esta máquina han estado presentes en todos sus aspectos: desarrolladores, prensa, usuarios.

Probablemente el primer hecho ha espoleado la notoriedad del segundo. Cuan más patente se hacía su éxito, más aplausos se oían de sus partidarios y más sonoros eran los gruñidos de sus detractores. ¿Qué clase de consola causa este tipo de reacciones encontradas tan exacerbadas, a una escala tan poco corriente?

La respuesta es sencilla: una consola que no solo es diferente, sino que quizás lo es demasiado. Tanto que que su propuesta rotunda y desmarcada terminó por olvidar el ofrecer cosas que el tiempo revelaría fundamentales.

Esta naturaleza definió las fronteras entre las que las opiniones sobre la máquina se situarían. En un extremo, la opnión de que la marcada personalidad de la máquina y su oferta que enfocaba los juegos de una forma distinta era la que terminaría por definir el futuro. Al otro, la percepción era que las carencias de la máquina truncaban tanto sus posibilidades como su futuro. Hoy es fácil ver que ninguno estaba completamente equivocado.

Entre este blanco y negro se formó una neblina gris de apreciación general que nunca llegaría a definirse respecto a una consola de méritos igualmente grises: tan grandes fueron sus logros como sus fracasos.



De entre sus logros el más evidente es su popularidad y su impacto. Moda o no, la filosofía de Wii impulsó millones de máquinas a los hogares del mundo, rescató a Nintendo de un futuro incierto en el mercado de consolas de sobremesa y se perpetuó en los dispositivos de la competencia en forma de periférico. Wii, el juego sencillo, el movimiento físico como parte del juego, pasó de ser esa idea loca y extraña a conquistar poco a poco la totalidad del ocio interactivo.



El precio de la consola impulsó a muchos a apostar por ella en vez de las relativamente caras PlayStation 3 y XBOX360. Pero no es oferta todo lo que es más barato; el precio de Wii ofrecía un gran margen de beneficio a Nintendo, pero a la larga terminó por perjudicar a la consola. Si bien la casa de Kyoto se beneficiaba enormemente del dinero, sus clientes adquirían una máquina que hubiese podido dar beneficios y ofrecido la capacidad de ser más eficiente ejecutando juegos y de mantener el tipo usada en pantallas más modernas que terminarían por estandarizarse por el mismo precio. Esta decisión dañó a la consola durante todo su ciclo de vida y especialmente al final de éste, en el que la oferta de juegos rallaba lo anecdótico . Este hecho en si mismo no es relevante, pues es lo normal en la vida de estas máquinas, sin embargo Wii sufrió esta condición durante dos largos años de evidente decadencia.

La forma en la que Wii proponía interactuar con otros jugadores también era distinta. O podría entenderse como que realmente no lo era: mientras la competencia se sumergía en las posibilidades de Internet, Wii apostó por el clásico multijugador local, el cual se vio reavivado por el factor diferenciador de la consola.

Y es que lo que define Wii siempre ha sido su mando. Y la palabra que lo define a él "iconoclasta". No ha sido un mando perfecto. Era mejor para algunas cosas, peor para otras, nuevo y distinto en todas.



Si hubo un aspecto de la consola frustrante fue su potencial. No tengo ningún problema con el enorme potencial que tenía la consola. Lo que realmente me molesta es saber que aún hoy lo sigue teniendo.  De tantas cosas que se podían hacer no solo con el mando, sino con el sistema entero, qué pocas se han visto. Es para mi algo triste ver como la compañía que dio a luz un producto valiente y distinto se embarca en una nueva consola que no se define por si misma, como la Wii en su día, sino mediante comparaciones de cosas ya vistas. Es como esto, pero sin serlo. Hace lo mismo que esto otro, pero no así ¿Por qué recorrer ese camino de vuelta, cuando aún se puede hacer tanto con una idea genuina? Al menos WiiU no ha cerrado las puertas a que se siga usando el WiiMote haciendolo compatible. Pero pensar que habrá juegos que lo usen como control primario es engañarse.



Y hablando de juegos ¿cómo no hablar de los de Wii? Durante mucho tiempo se dijo que su hardware vetusto sería el lienzo sobre el que los juegos que no pudiesen realizarse en las otras consolas debido por suponer un coste demasiado elevado. Al final solo Xenoblade fue el único juego que una desarrolladora hizo en WiiU por suponer un esfuerzo demasiado titánico en muchos aspectos. Por eso y por ser una second party de Nintendo.

Pero si bien el flujo de juegos fue más bien irregular y su escala muchas veces menos ambiciosa que en las consolas de la competencia, Wii acabó por tener un catálogo a su medida: ocasionalmente brillante, a ratos decepcionante, con grandes lacras y ausencias pero siempre único, colorido y a todas luces personal. Los juegos de terceras compañías de calidad eran escasos, pero muchos de ellos atesoraban sorpresas y un aura especial que, a su manera, definió y moldeó la plataforma. De Blob, No More Heroes, Tatsunoko VS CAPCOM o MadWold eran juegos de una consola que demostró que Nintendo podía dar cabida a más cosas, que hizo evidente que la limitación agudiza en ingenio y que terminó por dejar claro que los gráficos eran tan solo un medio que solo estaba dotado de valor en tanto del que tuviese lo que mostraban, no el cómo. Aunque ellos solo fueron unos pocos de un buen puñado.

Nintendo tampoco fue la de siempre. No sería arriesgado aventurar que Wii atesora el catálogo first party más irregular de la compañía; si bien es el hogar de alguna de sus obras más brillantes (o incluso de la más brillante, dicen algunos)  también nos regaló multitud de juegos que se encuentran entre los más olvidables y mundanos, desde aquel Wii party en el que no se sabía si era el mando o el juego lo que regalaban hasta aquel devastador Wii Chess, que rallaba la autoparodia.  

Aunque algunos de sus aficionados más fieles encontraran en un par de franquicias clave puntos que encontraran polémicos, pocos serán sus usuarios que no recuerden con agrado la primera aventura galáctica de Mario, la que llevó a Samus al origen mismo del Phazon, aquel mundo fascinante encapsulado en los cadáveres de dos gigantes en guerra, los tejemanejes de Kirby o cuando la batalla entre Sonic y Mario se volvió real y literal, tras tantos años, por citar algunos.



Al final, volvemos al inicio. La consola se presentó en negro, pero fue lanzada en blanco. Al final no fue ni una cosa ni otra, tuvo un poco de cada. Fue una consola gris, a veces más clara, a veces más oscura. Habrá quien quiera recordarla y quien quiera olvidarla. Sea como fuere, la razón es la misma: Wii fue una consola diferente, que jugó en una liga distinta a la de su competencia contemporánea y probablemente también al resto de consolas de sobremesa que hemos conocido hasta hoy. No quiso ser lo mismo y no lo fue nunca. En última instancia eras tú el que decidía si esto era mejor o peor. Hicieses lo que hicieses, a ella no le importó en ningún momento.. Y esa era su mayor virtud y su mayor defecto.