Dragon Quest VIII

Después de la decepción que me llevé con FFX como mi primer acercamiento a la saga, tenía miedo de que me pasara lo mismo con Dragon Quest por culpa de este juego, pero nada más lejos de la realidad, pues me ha encantado. Su mayor virtud es la vez su mayor defecto, pues es un JRPG clásico, casi arcaico, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.

La historia es muy sencilla, aunque tiene algunas sorpresas y sus momentos emocionantes, y los personajes son planos y estereotipados al máximo. No hay profundidad ni guión complejo y retorcido (o pretencioso sin llegar a lograr nada como en FFX), y me parece genial. Normalmente prefiero argumentos grandes, pero todo en este juego está pensado para que sea sencillo y entrañable, casi como si fuera un cuento: unos héroes muy buenos y un malo muy malo, tranquilas aldeas llenas de gente que vive feliz y sin complicaciones y un humor muy japonés (con algo de picante, lo cual se agradece). Es fascinante cómo con una historia y unos personajes que hemos visto miles de veces consiguen atraparte y transportarte a una época en la que todo era más sencillo, pero a la vez más feliz. Los diseños de Toriyama, aunque podrían estar más trabajados, ayudan mucho y le sientan al juego como un guante (más si consideramos que muchos de nosotros vimos Dragon Ball en nuestra infancia, lo cual refuerza la sensación de "volver a tiempos mejores").

No voy a obviar que el sistema de combate no es nada del otro mundo aunque cumpla de sobras su función, que en ocasiones los combates aleatorios puedan llegar a agobiar durante la exploración o que se llegue a un punto donde subir un mísero nivel se torne una ardua tarea, pues el juego es bastante incoherente dando experiencia, ya que los enemigos de una nueva zona son difíciles de vencer, pero te dan la misma experiencia que los de zonas (sí, en plural) muy anteriores. La dificultad está muy bien ajustada y, aunque es raro morir, siempre estás con la tensión de que puede suceder en cualquier momento. Y sin embargo, sales a explorar su gigantesco mapeado y sientes la libertad de ir adonde quieras y descubrir sus sorpresas, y se te olvida todo lo demás. Tras las primeras horas parece que no hay nada más que algunos cofres desperdigados por ahí y puedes pensar que no merece la pena soportar un montón de combates aleatorios por conseguir algo que quizá no sea para tanto, pero cuando avanzas en la aventura (y sobre todo, cuando consigues al tigre para ir mucho más rápido) ves que hay secretos y curiosidades por todas partes. Después de los compases iniciales, montar en el tigre es como un sueño, y lo es aún más el medio de transporte que consigues casi al final del juego.

Y qué decir del final feliz más feliz que recuerdo, que tiene un grandísimo acierto que deberían tener todos los juegos: en lugar de contarlo todo con una escena, te dejan jugarlo (aunque también haya escenas). La sensación de que eres tú quien maneja el argumento y no al revés, es fantástica. He acabado muy satisfecho después de las 85 horas que me ha llevado, pese a los momentos de tedio puntuales. Añado que he conseguido también el final bueno, aunque normalmente paso de los extras de los RPG's, pues vi que no hacía falta subir más niveles y que podía hacerlo todo seguido. Si Dragon Quest X es como esto pero mejor, será un juego muy a tener en cuenta.