Silent Hill 2

Me estoy malacostumbrando. Si pasan meses sin que haya un juego que realmente me impresione, me empiezo a preocupar. Ese era mi caso hasta toparme con esta aventura de terror, con la que decidí probar suerte debido al gustillo que le estoy pillando a los survival (por desgracia, no puedo con los controles arcaicos de los primeros Resident Evil o el primer Silent Hill, y eso que lo he intentado).

Las dos primeras partidas fueron algo aburridas, hasta el punto de que estuve pensando en dejarlo: un puzzle algo mal ejecutado (¿quién iba a pensar que el zumo serviría para eso?) y dar vueltas por la ciudad entre la niebla durante un buen rato fueron los culpables. Ahora, incluso me alegro de haberme aburrido al principio, porque todo lo de después resulta más impactante. Desde que entras en el hospital, el juego no para de subir y subir, presentándote más situaciones terroríficas y originales, más puzzles bien pensados y creando más suspense con el argumento y las situaciones. Nunca lo había pasado tan mal (y bien) con un juego. Lejos de los sustos ocasionales o la mera tensión de otros títulos, con Silent Hill 2 he llegado a sentir un mal rollo constante; temor y curiosidad por la nueva locura que se les habría ocurrido a los creadores. Aunque, a veces, ni siquiera hace falta una escena impactante para conseguirlo, sino que basta con obligarte a dejar todos los objetos en un armario y hacerte bajar totalmente desprotegido a un sótano oscuro.

Además de lo bien pensado que está todo (o casi todo), el argumento es demoledor y está tratado con mucha sutileza y elegancia, haciéndote pensar en muchas cosas y algo que no se consigue fácilmente hoy en día: sentir y emocionarte. Aunque no tienen por qué ser emociones positivas.