Puesto en casa desde Amazon USA en tan solo dos días desde el anuncio del envío. Estoy muy satisfecho con el aparato. Llevaba mucho tiempo queriendo uno y ha cumplido las expectativas. Es ligero, fino, sencillo, cómodo y con teclas bien colocadas.

Realmente sorprende la pantalla de tinta electrónica vista por primera vez. Al abrir la caja pensé que el aparato llevaba una pegatina puesta, pero no era más que una pantalla cargada mientras está apagado. No sientes como si tuvieras un dispositivo electrónico en las manos, sino como si realmente tuvieras un libro, no solo por la naturaleza de la tinta sino por el hecho de que solo gaste batería al cambiar de página y esta dure más de un mes (por lo leído, evidentemente yo no lo he comprobado todavía).

La introducción de documentos en el aparato no podría ser más cómoda. Con enviar los pdfs y docs desde el PC a la dirección de correo propia del Kindle, este los convierte y recibe por wifi. El formato es perfecto y el texto se adapta a la página dependiendo del tamaño de letra.

Puedes organizar colecciones, marcar hojas y tomar notas escritas con suficiente rapidez gracias al teclado inferior. Como curiosidad, también dispone de un reproductor de música con altavoces de buena calidad y de un navegador web que puede servir para algún apuro.

Después de vivir en condiciones deplorables con el lector de la PSP, es un paso pequeño para la humanidad pero bastante grande para mí.

Dirigida por George Roy Hill en 1973.

Empieza la cinta. Se muestra el estilo general de la banda sonora con una música rancia y alegre de piano, de esa que sonaba cuando todo el mundo timaba y robaba a Homer en Nueva York. A continuación se presenta a los personajes (o jugadores) en viñetas con pequeños fragmentos de vídeo pertenecientes a la película, estilo serie antigua. Pienso vagamente "¿dónde me he metido y por qué?" y dejo que la cosa continúe con algo de fe.

Buena elección, porque tras terminar los créditos iniciales se puede admirar la gran ambientación de Chicago en los años 30. Todo hace bastante más que dar el pego, simplemente es perfecto, te lo crees. Las localizaciones, escenarios y decorados, exteriores o interiores, están bien elegidos y llenos de encanto. Así como la forma de trabajar con ellos. No veo ninguna razón por la que esta película podría ganar más siendo rodada hoy que hace cuarenta años.

En cualquier caso ganó más hace 40 años por un momento de madurez ideal de los dos mitos que protagonizan la obra. La sociedad de Paul Newman y Robert Redford: enérgicos, carismáticos, naturales, elegantes y con una mirada que intimida. Lo clavan.

En primer lugar aparece Johnny (Redford) haciendo de las suyas. Un timador callejero, vivo, pícaro, con mucho talento e inteligencia pero poca sensatez. Pequeños golpes, dinero fácil y derroche sin sentido.  

Motivos duros y triste consiguen que Johnny acabe pensando en grande y se encuentre con Henry Gondorff (Newman). Otro timador más mayor, más inteligente y con más ideas. Forman equipo y reúnen gente para dar un gran golpe. El objetivo es un malvado y poderoso empresario llamado Doyle Lonnegan (Robert Shaw). Delicado tratar con él. Es listo, no le importa hacer trampas, se hace respetar y sabe deshacerse de aquellos que le molestan sin hacer demasiado ruido.

En los timadores con clase el delito puede elevarse a la categoría de obra de arte. Cada detalle es importante y puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. Los timadores no son timadores, son actores, estrategas e ingenieros de primera categoría. Construyen una ilusión, un mundo ficticio y a la vez real que la víctima tiene que creerse para evitar cualquier sospecha (quizás en ese punto me recordó al concepto de Origen). Es trabajo fino. Y, al final, de una forma bastante cómica, una víctima tiene que pensar que es él el que está timando a alguien, y no el que está siendo timado.

Acción, tensión, drama y humor. Son tan buenos que al final hasta el propio público puede ser timado.

Dirigida por Alfonso Cuarón en 2006.

"Hijos de los hombres" es, por definición, una odisea. Durante todo el film te envuelve esa sensación de estar acompañando a los protagonistas y compartiendo su sufrimiento a lo largo de un duro y peligroso viaje. Un viaje lleno de crueldad, muerte, llantos y situaciones límite con pequeños paréntesis para los buenos momentos.

Theo Faron, principal protagonista de la odisea e interpretado por Clive Owen, derrocha personalidad, humanidad y simpatía. Resulta que estamos en el 2027 y la humanidad se va al carajo porque las mujeres no pueden quedarse embarazadas desde hace 18 años. En la vieja Inglaterra la pobreza, el terrorismo y la inmigración masiva están a la orden del día. La policía acata, encierra y deporta con los pies por delante o por detrás. Lo mismo da. Una joven inmigrante llamada Kee (Clare-Hope Ashitey) es una persona importante por alguna razón para algunas organizaciones activistas de la zona y Theo se ve envuelto en la misión de protegerla. Al principio solo por dinero, pero después por algo más.

Lo que más destaca es la forma en la que la película está grabada y cómo están diseñadas y montadas las escenas. Cómo en muchos momentos la cámara sigue a Theo y se mueve de la manera correcta para mostrar sucesos importantes que ocurren a su alrededor. Como percibimos el exterior desde, por ejemplo, un vehículo. Hay situaciones realmente crueles y/o de extremada acción y violencia tomadas de tal manera que ya no sabes si estás viendo una película de ciencia ficción o un documental.

Por ejemplo, hay una escena en la que Theo se ve en medio de una guerra por las calles de una ciudad de altos edificios medio en ruinas. El seguimiento de la cámara, el nivel de ambientación y el número de detalles y personas involucradas en la contienda convierten a esta escena en una de las más sobrecogedoras e inmersivas que yo haya visto en una película que no sea puramente bélica.

El mundo ficticio montado para la ocasión situado en una degenerada y dividida Inglaterra está trabajado y es muy creíble, con gran variedad de entornos urbanos y rurales. Los actores principales, contando además de los dos ya mencionados a otros como Michael Caine o Julianne Moore, consiguen grandes personajes con interpretaciones y diálogos apasionantes.

Una obra maestra de la ciencia ficción que lo clava a todos los niveles con seguramente menos presupuesto que otras producciones inferiores en cuanto a sensaciones.

Dirigida por Christopher Nolan en 2010.

La mente del ser humano consta de dos partes: la consciente y la subconsciente. En la consciente sentimos, pensamos y nos damos cuenta de las cosas. La subconsciente podríamos considerarla una base de datos inteligente que almacena una serie de ideas, procesos y emociones generados a partir de las experiencias y sensaciones vividas. La parte subconsciente puede saltar e interaccionar con la parte consciente en cualquier momento, siendo un patrón, un apoyo o incluso una carga.

El cerebro humano, a parte de ser aquello que nos define como individuos diferentes con personalidad propia, es una máquina compleja y maravillosa. Una máquina que aún presenta muchísimos misterios para sus propios poseedores. Un ordenador que es capaz de simular, copiar o generar espacios con físicas, lógicas, elementos e individuos similares o diferentes a los que existen en la realidad (o lo que se supone que es la realidad). Todo basándose en nuestra consciencia y subconsciencia. Esto lo hacemos con los sueños.

En el mundo ficticio de Origen existe un proceso químico y de conexión mediante el cual una o varias personas pueden inducirse un sueño instantáneo y compartirlo. El propio soñador puede formar su propio entorno o puede encontrarse en el de otra persona que lo crea para él, conocida como "el arquitecto".

En este mundo ficticio hay una serie de leyes para los sueños que Nolan combina constantemente haciéndonos reflexionar hasta el agotamiento y el esguince cerebral. Por ejemplo... Si dentro de un sueño mueres, te despiertas, pero si estás demasiado sedado en vez de despertar puedes caer en el limbo, una especie de estado de coma (por tanto un sueño puede ser algo más que un juego). Cuando un arquitecto realiza muchos cambios el subconsciente del soñador puede revelarse y volverse bastante violento. Si dentro de un sueño te duermes y creas otro sueño bajas un nivel onírico. En cada nivel onírico inferior nuestra sensación del transcurso del tiempo disminuye muchísimo debido al incremento de la actividad cerebral, de tal manera que cinco minutos de tiempo real pueden corresponderse con días, meses o incluso años en los diferentes niveles oníricos inferiores.

Toda una vida pasaron soñando Cobb (Leonardo DiCaprio) y su mujer Mal (Marion Cotillard). Durante cincuenta años percibidos crearon el mundo que siempre habían deseado y lo disfrutaron juntos. Y eso solo les llevó una siesta. "Origen" es una semilla colocada en lo más profundo del cerebro, una idea que crece por algo vivido en un sueño y queda fija en la persona, definiendola, siendo parte de ella. Eso le ocurrió a Mal. La idea de que al despertar seguía soñando se apropió tan poderosamente de ella y le atormentaba de tal manera que acabó suicidándose.

Junto a Cobb, Arthur (Joseph Gordon-Levitt), Saito (Ken Watanabe), Ariadne (Ellen Page), Eames (Tom Hardy) y Yusuf (Dileep Rao) forman el grupo de personas que por el devenir del argumento tienen como objetivo introducirse en la mente de un heredero millonario (Fischer, Cillian Murphy) y sembrarle la idea de que destruya su imperio. Para ello tendrán que bajar hasta cuatro niveles oníricos con distintas percepciones temporales engañando y manipulando al propio soñador.

Y cuando crees que has entendido una mínima parte Christopher Nolan te regala una vuelta de tuerca (spoiler) bastante consecuente con todo lo visto anteriormente: ¿Es todo un sueño de Cobb? ¿Es el librarse del sentimiento de culpa por el suicidio de Mal el verdadero "origen" y no el de Fischer? ¿Cae la peonza? ¿Sueña? Muchas son las pistas para pensar unas cosas u otras, muchas las preguntas e interpretaciones que dan para revisiones y debates.

Un despliegue de originalidad, espectacularidad y diversión. Un tramo final de casi una hora en la que la tensión y la epicidad va aumentando de tal manera que te deja sin aliento. Recuerda a Memento en algunas cosas y a Matrix en otras, pero para mí gusto no las envidia en nada, juntando muchos más elementos con los que jugar y sorprender.