Claraboya virtual (Kiwiland)

Categoría: Metroid Prime: Guía novelizada

Publicado: 03:35 29/05/2006 · Etiquetas: · Categorías: Metroid Prime: Guía novelizada
Momentos de tensión... El rombo azulado comienza a voltear al compás de unos acordes casi Disneyanos a la vez que una estela cuadriculada dibuja una geometría clásica, un cuadrado, que tras un platillazo con vocación de sintetizador se redimensiona  en un cubo con aristas vivaces buscando el cruce perfecto para simular una "G".... A sus pies se dibuja la palabra mágica, la respuesta al acertijo geométrico con el que la consola pone en situación al hipotético jugador con ansias de sorpresa...

 
                                                 

No es sino la antesala de lo que viene, la mecha "májica" que va a explosionar a continuación, Un dulce sabroso para el copioso banquete que se brinda a nuestros sentidos por la gracia de un grupo de gente de tecla fácil y ratón preciso... El escenario está dispuesto, Nintendo prepara una de las suyas... y seguro que será algo grande esta vez...

    En la antesala de la sorpresa, mis dudas, ya sopesadas y superadas, volvían como un reflejo de la incertidumbre que siempre trae consigo un gran desembolso. No sólo era la prueba de fuego de una recién estrenada Retro, suponía la vuelta al hogar de la saga que una década antes retraía mis pensamientos hacia el cobijo de los sueños más anclados, los secretos que como hombre tiendes a guarnecer del lastre de una sociedad empobrecida moralmente y que como niño tiendes a presumir como verdadera parte de tu ser… Es el ansia de buscar respuestas digitales a tus dudas como presunto héroe legendario… Es la osadía con la que tu mente se dispone a aceptar las vivencias que tu pequeño cubo se atreve a sugerirte… Es la vertiente más clara de la corriente de emociones que embarga nuestros sentidos y que desemboca en su buen hacer en nuestros corazones encogidos…

    Retro Studios Inc… Palabras mayores pues son significante y significado a la vez de lo que vamos a vivir, pues una experiencia casi propiedad del pasado es la que hemos registrado entre los tesoros de nuestra estantería con esta nueva adquisición, prueba inherente de que pasado y futuro no divergen de forma tan concluyente como algunos pretenden con sus “ansias de renovación”. Prueba concluyente de que el futuro es reflejo inmediato del pasado, de un pasado marcado a fuerza de bite. Con este logo dejamos fluir los pasados temores y damos paso a la máxima expectación, pues la memoria es buena consejera y mucho hemos visto y escuchado de este juego.

    El silencio da paso a unos casi imperceptibles sonidos cargados de misterio, un sintetizador que a golpe de efecto nos introduce en un mundo más lejano que Arrakis, más cercano que Tatooine… Más colmado de recuerdos. Es el Main Theme de Metroid Prime, o cómo un tema musical puede abstraernos de la realidad en apenas unos segundos. Metroid es sinónimo de aventura, de misterio, de riesgo, de tensión… Pero ante todo lo es de vida. Una lucha por sobrevivir al exterminio, una lucha por la vida. Y eso queda reflejado  en la pantalla de introducción; Un compendio de citoplasma, vacuolas y extrañas dendritas envuelven a modo de viscoso envoltorio el título y nos mete de lleno en un universo paralelo, donde lo más grande defiende a lo más pequeño, donde la más diminuta de las formas de vida corre peligro ante un Mal incierto. La certeza de que algo maligno acecha en algún rincón del GOD nos abruma… Pero eso nunca nos ha hecho ceder. Y tampoco lo hará ahora. Es tiempo de olvidar menús, configuraciones, galerías o modos de juego, el juego pide a gritos una prueba real de fuego… Y nosotros no le vamos a negar esa petición…

….

Oscuridad… De nuevo el silencio…

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SEÑAL DE SOCORRO PROCEDENTE DE ALGÚN LUGAR PRÓXIMO A TALLON IV…

    El espacio profundo… Cubículo adimensional donde hasta el más recóndito mundo de este Universo reside de forma inapelable… Guardián del silencio eterno y dueño de la oscuridad más creciente… Recinto ilimitado de secretos donde acontecen todas las historias, grandes y pequeñas, habidas y por haber… Marco incomparable por la gracia del destino para la aventura que estamos a punto de vivir….

    La oscuridad da paso de forma menguante por efecto de la cámara a un enorme planeta de tonalidades claras donde predominan los amarillos dorados alternados con unos verdes que dan esquinazo a tan flagelante desierto… Desde el mismo comienzo de la aventura una melancólica sensación invade nuestro espectro de emociones. Algo pasa en ese lugar, pero nosotros aún estamos muy lejos como para alcanzar a imaginarlo.

    De pronto una maraña de infraestructuras rompe el mágico encanto de la escena… Infinidad de cerchas, tuberías, depósitos de contención, cubiertas y acoples, naves laterales y un cuerpo central de semblanza a un insecto indefinido son el preludio de la aventura. Una estación espacial en mal estado que de forma concluyente nos da la respuesta al origen de la misteriosa señal de socorro… Es de intrépidos nuestra inmediato reclamo al acercamiento a tan misteriosa infraestructura que desborda peligro por toda su cardinalidad. Una cosa nos decimos mientras la cámara nos muestra nuestro brillante y reflectante caza aterrizando sobre la plataforma de acople…

“Samus Aran podrá con esto…”

    Una visión descomunal al tiempo que desoladora invade nuestro ser. Es la constante que Retro aplica al título y la técnica para el reencuentro con la mercenaria... La desconsoladora y oprimente soledad, más que cualquier laberinto intrincado o estrecho pasillo, como una sombra creciente sobre nuestra vertiente jugable saturada en detalles y sorprendida ante la opulencia del escenario.
Nos encontramos en el tutorial del juego, el probado mejor método para engrasar nuestra habilidad y la de nuestra versátil co-protagonista. Nuevas sorpresas gráficas, como los cegadores efectos de luz en las cargas de energía, y jugables, como el descubrimiento de nuestro mejor aliado cara a una profundización en el juego, el escáner, son premonitorios de la carga logística que en sí porta el contraejemplo del interés por la coherencia argumentativa de la mayoría de producciones de su especie hoy día.
    Retro lo ha conseguido, el gusanillo curioso excita nuestra capacidad de absorción de datos y exige en un denodado esfuerzo mental la inmersión más absoluta en este apocalíptico universo infográfico...  Hacemos suceder una tras otra las sucesivas plataformas mecánicas a modo de una imaginaria escalera hacia el paroxismo sensitivo y de un siempre certero disparo cercamos a la hexagonal entrada energética a bajar sus azuladas defensas fotónicas. Tragamos saliva, como Samus Aran, pues a la espera de un primer balance en la distancia de la situación Retro nos tiende la primera de sus maliciosas trampas... Una cicatriz abierta en una herida tubería de refrigeración provoca "por la gracia del destino" un escape de gélido y denso gas que impide nuestra evaluación. Una duda emerge de forma casi preconcebida, y no precisamente por nosotros,.... ¿Es dañino ese gas?

    Increíble... No acertamos ni a tocar el caparazón del peligro y la primera eventualidad surge desapasionadamente. "Es una prueba de fuego", nos repetimos incesantemente, pero claro, nuestro orgullo como experimentados jugadores nos impide arriesgarnos sin una previa evaluación... Nos acercamos fugazmente a la entrada y hacemos uso del escáner, pero pocas veces un complemento del equipo ha resultado más inútil en esta ocasión... Algo nos dice que deberíamos pasar sin miedo... Ese casco que determina el enfoque de nuestra visión es a la vez consejero y barrera, y como tal parece cualificado para sortear sin problemas esa clase de percances... No lo pensamos más y en una pequeña carrera traspasamos la entrada y la "terrible" corriente  mientras anodadados observamos la materialización de una capa de fina escarcha en todo el contorno de nuestro casco... Hemos sobrevivido... El peligro no era tal... Debemos continuar...

    Recónditos pasadizos, cañerías maltrechas, reguladores de aluvio, sensores desguazados, tuberías cuarteadas... Espectáculo desolador al tiempo que majestuoso, arquitectura resabiada de talante abrumador... La infraestructura que guardaba como secreto un laboratorio biológico se presenta ante nuestra atónita mirada como el paraje poligonal más consistente y lógico de la generación. Resulta incluso inquietante observar que cualquier bajante tiene su dispositivo de medición, que cada tubería desencajada proviene de un depósito y desemboca en un panel de control junto a un muro falso de contención, que los alijos de metal resultantes de explosiones y fallas diversas tienen una disposición consecuente según el origen de la explosión... Todo, absolutamente todo, incita a adentrarte en esta estación con los cinco sentidos puestos en cada sonido estridente, en cada sombra escurridiza, en cada chispa recalcitante... Realmente nos acercamos a la fuente de un peligro incierto, y todo parece indicar que ciertamente el peligro es grande...

   Comenzamos el análisis exhaustivo tanto de situación como de posibles datos de interés. Informes extraños, bitácoras mal acabadas sobre un extraño mineral, el Phazon, colapsan la memoria de nuestro ordenador y nos consumen en un mar de dudas. Casi esperábamos nuestro primer enfrentamiento con nuestros viejos conocidos metroides, pero pronto descubrimos que este citado mineral de carácter mutacional trae consigo un peligro mayor que el imaginado.
Poco tiempo para razonar... Los Piratas Espaciales se descubren como los malnacidos hacedores de semejante barbarie científica, el misterioso laboratorio espacial que orbita en su agonía alrededor de un Tallon IV más pálido que nunca... Demasiados presagios para un futuro cada vaz más oscuros...

    La masacre trae consigo sentimientos enfrentados. Es la primera vez en un juego que remato a un enemigo herido de muerte... Carente apenas de defensa pero que no te deja alternativa... Ellos disparan, pero nosotros somos más rápidos... En la lucha por la supervivencia, enemigos por destino se enfrentan a una amenaza descontrolada sin olvidar sus odios más profundos. La batalla está servida, y Samus se convierte en el bocado más apetitoso.  

     Elevadores, salas repletas de vitrificados seres extraños, cadáveres por doquier... La escena cuasi surrealista al amparo de nuestro familiar visor se torna una estrafalaria visión de un infierno biológico con hábito de Phazon. Decenas de laboratorios atrás encontramos la primera gran amenaza de la estación, una repugnante mutación deforme que vagamente nos recuerda a un henchido escorpión, posiblemente tras darse un sanguinario banquete de Piratas insectoides... La frenética lucha sirve para que nos percatemos de las ventajas de un escáner hambriento de datos y de las ventajas de nuestro rayo-recarga. El final, prólogo sorpresa de la inevitable cuenta atrás para la destrucción de la estación.

     Lo que acontece entonces es una sucesión de flashes pro-Alien con audio de SAMUS en carrera al hospital y vídeo de epilépticos por frenéticos túneles donde las pestilencias y las babosas mutadas enmarcan la tensión de una huida imposible. Los últimos compases de la forzada carrera los marcaran la epopéyica visión de un resucitado Ridley vestido de metálica etiqueta con afán de dotar la fiesta de los mejores fuegos artificiales... Fuegos mortales que moriran en una espectacular explosión cuyas repercusiones reviviremos en el amanecer oscuro de una lejana batalla final...

   Samus Aran respira hondo con nosotros... Calma forzada desde nuestro puente de mando buscando imperiosamente la última trayectoria de nuestro enemio mortal... Destino final: Tallon IV

SUPERFICIE DE TALLON IV

  Cerniente oscuridad azotea el paraje de aterrizaje no sin acompañar semejante desolación con los inevitables excesos de una condensación prematura. La lluvia acompaña en su incesante caída como preludio de nuestra maniobra de aposentamiento, como una coreografía mágica donde pétalos de brillo reflectante encauzan la trayectoria de un majestuoso final. La nave hace uso preciso de sus retroelevadores equilibrando su masa en la irregular superficie. Una tímida nubecilla de polvo se bate a la lluvia y muere como único testigo convaleciente de un aterrizaje perfecto. La expectación crece por momentos, ahora más que nunca nos percatamos del mísero papel de prólogo que los últimos e intensos minutos en la Estación Pirata tenían en esta épica historia. Samus prepara su vuelta a Tallon IV con la misma sobriedad con la que preparamos nuestros nudillos para el derroche de energía. La trampilla principal se abre con un zumbido presuroso y en un segundo hacemos un hecho de la entrada al nuevo mundo...

  Una naturaleza salvaje y nostálgica envuelve nuestros sentidos acompañada del carismático sonido de una suave cortina de lluvia plácida en conexión directa con el sentimiento de armonía que buscan los programadores. La explosión de vida queda patente en contraposición al marcado carácter tecnológico de la reciente visita a la Estación Espacial. En un segundo la añoranza se ve complacida con la visión orgánica de un mundo de ensueño. El misterio queda envuelto en una capa de paroxismo sensorial que invade los recodos más puros de nuestra imaginación y cumple con el cometido de resolución que nos ha llevado a tan fantástico mundo. Meta-Ridley se convierte en el antagonista absoluto de tan maravillosa visión y pronto hacemos de su destrucción nuestro objetivo más clamoroso. Pronto es hablar sin conocimiento, como quedará patente a lo largo del juego... Y ésa será la sorpresa más grata de todas...

    Un repentino sentido del deber nos rescata del hechizo con el que nuestros propios sentidos habían recatado cualquier opción a la exploración. Naturaleza salvaje cual Edén en tiempos de temprana aurora difuminan cualquier trato con la realidad incipiente de un Peligro Olvidado que se cierne soterrado entre tanta magnificencia. Pero debemos continuar. Rozamos con suavidad el stick analógico, analogía perfecta de nuestras extremidades, y damos los primeros pasos en este recóndito y bello mundo.

   Inmediatamente volvemos en nosotros mismos... Nuestra heroína hace recordatorio de la responsabilidad que hemos tomado para con ella y el alma de mercenario fluye vigorosamente para tomar los ciernes de nuestros propios actos... Nos encontramos en un venusto jardín pero probablemente hostil, y la llamada de la profesionalidad es enérgica. Rápidamente activamos el escáner y analizamos tanta exuberancia en busca de perversiones o signos de la Calamidad. Encontramos para regusto de nuestros archivos innumerables especies florales de todo tipo, extraños helechos, musgos, licopodios... poco a poco nos vamos familiarizando con el entorno y nos anodamos de las sutiles excentricidades en forma de pequeños filios retráctales de índole venenosa, de hongos explosivos a rebosar de gas letal... Es un páramo de ensueño, pero no carente de "algo" maligno que comenzamos a intuir y llegaremos a enfrentar...
   Nos asomamos con avidez, pues resulta intrigante la presencia de una entrada mecánica empotrada en la ladera de un monte. Descubrimos que nos adentra en una serie de pasadizos aparentemente naturales donde el fervor de la vida hace nueva y exquisita presencia en forma de unos hongos adornados con bisutería natural. Un reguero de surcos fosforescentes dibujan sinuosas y fascinantes curvas en su rugosa superficie como si de una lluvia de estrellas en una noche clara de verano se tratase. Es la lumbre natural que nos permite admirar la cámara principal de la cueva. Una embriagadora sensación de fascinante y milenaria belleza nos sacude con hálito de densa humedad. La roca rasgada de forma natural por los interminables cinceles del tiempo da lugar a etéreas figuras sin definir pero que exhalan hermosura e invitan al detenimiento. Unas gigantescas raíces simulan los pilares de este templo natural elevándose hasta la bóveda de piedra que se esconde bajo la unión de estos fuertes brazos. Sobre la superficie se extiende un manto de fina y clara arena brillante a la razón del azulado fulgor de los hongos como diminutos diamantes sobre una capa de blanca piedra. Unos diminutos e inofensivos insectos tintados de verde revolotean excitados entorno a la luz dejando traslucir sus vítreos humores. El silencio se extiende por toda la cueva... Silencio que nos inquieta más que los propios Piratas...

  Avanzamos cautos por el pasadizo que conduce a la cámara central, dejando atrás una pantomima de jardín de helechos y florecillas carmesí, al tiempo que se acrecenta la sensación de un peligro inminente... Algo que nuestro visor corrobora presagiando maldad en la proximidad. Un repentino temblor provoca el baile del polvo, derramándose como una fina cascada de rocío sobre la superficie de la cámara... Una nube de malos presagios se acumula entonces en el centro del arenoso suelo... El temblor cede paso al silencio más inquieto... Fijamos la posición y observamos detenidamente, mas no hallamos ningún signo de perversión. Bajando el arma, avanzamos decididamente hacia la cueva central dejando atrás la aprensión y el recelo, y así entramos en la cámara mayor...

   De pronto, una explosión sacude la cámara entera. Del blanquecino suelo arenoso tres gigantescos cúmulos de tierra muerta irrumpen deshaciendo el encanto del lugar. Los hongos fulgurantes palidecen su brillo y los insectos huyen pronto del aciago peligro. De los cúmulos negros surgen tres enormes corazas de roca viva, dando forma a los Escarabajos Mutantes de Tallon IV, algo que nuestro escáner nos confirma al momento. Una especie vil e inquieta dotada de unas fuertes pinzas con las que excava a gran velocidad y despedaza con sangrienta facilidad. Las bestias no permiten que nos repongamos del susto, acercándose a gran velocidad exponiendo sus mortíferas extremidades. De un grito, clamando dignidad y orgullo, reafirmamos nuestro valor y apuntando a las bestias hacemos vomitar una amalgama de rayos energéticos... Usurpando su duro caparazón y llegando hasta la palpitante carne, les damos muerte no sin antes recordar quiénes somos y para que estamos aquí...

   De nuevo el silencio irrumpe en la cueva. Una nacarada nube de ocaso escarlata corona el suelo removido y difamado de la preciosa cámara natural, como único testigo del horror recién vivido. Los enormes hongos iridiscentes, tras un tímido parpadeo, recuperan su fulgor natural y avivan el fuego de la esperanza en nuestros corazones, mostrando un nuevo pasadizo a la izquierda clemente a nuestras esperanzas. Cruzamos a paso ligero la arena del Oscuro Presagio y entramos en el corredor, hogar éste de enormes helechales e innumerables capas de cardenillo policromo. Al doblar el primer recodo percibimos con sorpresa la presencia de una nueva Puerta Hexagonal, iluminada por un pequeño farolillo de neón hincado en el suelo. Nos acercamos lentamente a la puerta arma en mano, visor en activo y valor desenfundado. Y a sólo unos pasos de la Puerta, con el arma ya a punto para ser utilizada, un ensordecedor estruendo nos hace dar un salto atrás. La cólera de un cielo ensombrecido se desata al otro lado de la Puerta. El reencuentro con el campo libre aviva nuestro oscurecido ánimo y pronto disparamos para romper el hechizo electrónico que convierte en invulnerable la geométrica Puerta.

    Una intempestiva lluvia acribilla nuestro visor al tiempo que una sinfonía de fragorosos truenos anuncian nuestra llegada al asiento de un cañón de inmensas proporciones. Las paredes de roca viva y aristas cortantes son el desafiante marco de un pasaje no menos mortífero que repleto de vida. Aquí, en el fondo mismo de la Grieta de Tallon IV, encontramos un pequeño tesoro biológico que da muestra de la diversidad de especies de este agraciado planeta. Una fina capa de briznas de verde césped tapiza la irregular superficie al tiempo que un avivado riachuelo da sinuosa frontera a las dos caras del cañón. A la izquierda del mismo, un gigantesco árbol de tronco imponente adorna la parte austral del cañón. Del tronco parten una infinidad de no menos descomunales raíces que beben copiosamente del riachuelo dando aparente majestad a la escandalosa escena. Sin embargo una extraña sensación nos invade. La esplendorosa visión del árbol queda oscurecida por un aura de Corrupción sin Forma que no podemos definir y que pese a todo hace incuestionable acto de presencia. Usamos ávidamente el escáner recopilando datos del entorno mas sólo encontramos especies catalogadas aunque no por ello menos sorprendentes...
    Unos opalinos y redondeados sacuchos cuelgan de las sólidas ramas del árbol milenario. Son los nutritivos frutos de esta arcaica representación de la naturaleza floreciente... De bocado exquisito para los predadores más sagaces del lugar, estos cartapacios esconden una trampa mortal para los incautos que osen hincar las fauces en su dulce pulpa sin una mínima precaución... Curiosos, hacemos disparar a Samus su arma contra uno de estos sacos para comprobar el alcance de tan enigmático análisis... Comprobaremos que no conviene perturbar el devenir de tan sugerente pieza floral.

   Avanzando lentamente a través del cañón alcanzamos el nacimiento del riachuelo, una pequeña charca que se abastece de tres finas cortinas de agua que descienden de la barricada oeste del cañón. Es un bello emplazamiento. La superficie del pequeño estanque aparece eternamente rasgada por una infinidad de agujas que caen del cielo, formando en un instante miles de cordilleras en el agua que se suceden ininterrumpidamente. Más arriba, la roca, aparentemente por caprichos del desgaste, ha conformado una especie de escalera natural que se eleva más allá de nuestro emplazamiento. Los escalones los forman enormes moles de piedra informe que se suceden uno tras otro hasta alcanzar una especie de paso entre las dos paredes del cañón, a muchos metros del suelo. Es una insólita muestra de la caprichosa naturaleza, pensamos, aunque pronto descubriremos que no fue la naturaleza la que obró tan atrayente paraje

   Aunque resulta atrayente la ascensión por tan enigmática escalera nuestra resolución campa por otros lares, así que haciendo omisión temporal del misterio seguimos nuestro camino en lo profundo del cañón. Haciendo buena cuenta de los Hongos Letales que pueblan el infectado estanque, nos encaminamos a la parte septentrional del cañón, el preludio de una ruinosa y magna creación no natural cuya antesala viene marcada por una extraña superficie paraboloide que invade suelo y pared. Nuestro escáner hace cuenta de la labra exquisita con la que semejante pieza de ingeniería ha sido llevada a cabo, con un propósito aún desconocido pero vago a hacerse de olvidar en nuestra mente. La superficie la componen losas de piedra escafiladas y muy bien trabajadas, dispuestas ordenadamente y sin apenas relieve. Obcecados en su visión, un temblor conocido sacude el cañón. Sin tiempo al recuerdo, tres nuevos Escarabajos abren otros tantos agujeros en la preciosa obra y nos marcan la piel con sus apéndices letales. De un salto y fijando como posesos objetivo y arma, disparamos flagelantes ráfagas de dolor a las asquerosas alimañas, dándoles muerte y recatando nuestro miedo. Una Puerta Hexagonal brilla entonces al final del cañón, un relámpago cegador anuncia a golpe de luz el próximo destino, y nosotros no vamos a negar la premura. De un sólo disparo, rompemos el opalado hechizo y cruzamos la Puerta con sed de sangre...

 Un nuevo corredor aparece ante nuestros ojos. La entrada alargada a un fastuoso Templo ya olvidado invita al reposo y a la conciencia a una postrera reflexión. Los Escarabajos nos han restado fuerza vital, más de la que esperábamos en un ataque tan llano, y nos obligamos a prestar más atención a la naturaleza salvaje de este extraño mundo. El corredor de piedra muestra heridas por todos los costados, un árbol de Sacos Explosivos ha hecho mella en su armónica construcción, al tiempo que extraños animalillos dotados de largas púas corretean libremente por suelo y tabiques. Disparamos nuevamente, haciendo cuenta de estas peligrosas mutaciones de Puercoespín, y abrimos la siguiente Puerta Hexagonal rumbo a lo desconocido...

 Silencio... Retro ahora hace uso de un sintetizador de vocación grave para presentar a ritmo de zumbido la primera Sala de Entrada a un nuevo mundo, un enorme cubículo de paredes de roca y vida con una colosal infraestructura central a modo de pilar hueco, formado éste por anillos de Piedra Labrada con todo tipo de runas místicas que sirven de Telón Ceremonial a un gigantesco platillo situado en su base. Esta fastuosa y no menos labrada estructura será la plataforma con la que nos trasladaremos a una nueva zona del Planeta, haciendo uso de un Poder No Visto que empujará el disco más allá de la bóveda perforada... Un sensor de activación aparece en un lateral, cerca del Pilar, una clave que sólo nuestro escáner será capaz de descifrar para gozo de nuestros sentidos y culminación de nuestros dubitativos pasos. El prólogo de la aventura llega ya a su fín, a partir de ahora comienza la aventura propiamente dicha...

RUINAS CHOZO  
Ascendemos...

 Los arcos que envuelven la plataforma se suceden vertiginosamente al tiempo que percibimos un amago de luz arriba en la distancia, como un diminuto farolillo flotando en el bravo océano en mitad de una tormenta. Un estruendo doloroso acompaña la ascensión, semejante a un millar de reactores en funcionamiento, como si el cilindro de arcos fuera derrumbándose a nuestro paso con tremenda violencia... Permanecemos en el centro del Disco Labrado, insolentes al prodigio que acontece a nuestro alrededor, mientras meditamos sobre la misteriosa tecnología que permite tan estrafalarias aceleraciones. Recapitulamos sobre nuestros propios recuerdos, sobre nuestras mismas sensaciones... Pronto cercamos nuestras convicciones. Conocemos esta tecnología, tan bien como a nuestro Equipo de Guerra... Se trata de tecnología Chozo, perteneciente a una raza tan diversa como maravillosa, tan dotada como enigmática... Tan querida, como añorada... La raza que acogió en un día a nuestra cazarrecompensas, la crió y le dio como presente el ahora maltrecho Equipo que le permite sobrevivir a los peligros de un Universo en Guerra...

 Una violenta sacudida nos hace volver a la realidad. Continúa el frenético ascenso, y ahora podemos percibir de forma borrosa cómo la pared circular que envuelve el Cilindro de Ascensión va cambiando sus tonalidades de un castaño mohoso a una esclarea cobriza... Realmente estamos cambiando de ecosistema... Poco a poco, al tiempo que la lucecilla del final crece a nuestros ojos, el visor nos delata un progresivo aumento en la temperatura propio de un clima ecuatorial... Sorprendidos e intrigados, descubrimos que  nuestro ascenso ha resultado algo más que un simple cambio de nivel. De hecho poco después descubriremos que nos encontramos en una zona del Planeta totalmente distinta y opuesta de la que nos encontrábamos, un misterio que sólo los Chozo sabrían explicar...
    La insólita plataforma va aminorando de forma gradual su galopante ascensión conforme intuímos el final del camino. Los anillos pétreos, difuminados hasta convertirse en una grana estela en la pugna por la cima, se tornaban ahora unos hitos de pausado avance que marcaban a su majestuoso paso el devenir de nuestro próximo hallazgo. El estruendo da solemne paso a un suave y agradable sonido, como el roce de la piel sobre un cálido manto de suave pelaje, a la vez que la brillante luz deja entrever por vez primera una subestructura de cierre en la bóveda de la Sala de Recepción. Una casi infinita gama de amarillos y ocres nos embarga y tiñe con delicadas y suaves pinceladas de color la enorme estancia que acoge el extremo superior del increíble mecanismo de transporte que nos ha traído aquí...

 La visión es alucinante, una regresión impersonal pero a la vez familiar a un remoto pasado de esplendor donde la piedra labrada hace honor a la piedra virgen de una forma casi ritual, donde las pilastras de madera toman la forma de árboles soberanos de rectas ramas y severa rectitud. La naturaleza escampa por doquier en perfecta armonía con la Sala de Doce Lados, confundiendo rama con tubería y flor con engranaje, hiedra con entramado de vigas y helecho con sensor... Una vista intemporal para nuestros maravillados ojos

    Una visión familiar se materializa ante nosotros. Una Puerta Hexagonal aparece en un extremo de la sala deshaciendo el encanto y la pureza del lugar y devolviéndonos a la realidad, una funesta realidad donde un Peligro sin Nombre acecha cual sombra alargada en un triste atardecer y donde su terrible perro de caza, Meta-Ridley, campa a sus anchas como Guardián del Terror. Hacemos rauda cuenta del brillo turquesa de la Puerta y la cruzamos sin demora, topándonos con un nuevo pasadizo natural de roca viva en techo y pared y una gruesa capa de fina arena, fisgona y tediosa, que tapiza el suelo de un ocre claro como en un otoño tardío. Unas placas de metal sirven de pantalla de contención a las inestables paredes de roca, augurio oscuro de una enfermedad que afecta a la misma piedra. Doblamos una esquina y distinguimos una brillante luz al final del túnel. No se trata de una luz contenida ni artificial, tampoco se encarga de dar vida a una nueva estancia... Llegamos a la superficie del Planeta, y muchas cosas han cambiado desde nuestra tormentosa visión del Cañón de Tallon IV.

   Ahora el cielo no congratula con la noche de lluvia y trueno, se mece dócil al compás de un viento suave que abre numerosos claros entre las pálidas y verdiazuladas nubes de la atmósfera talloniana. la salida del corredor da a una barricada de piedra con una de sus muros labrado con gran presteza por hábiles artesanos de la piedra. Una fachada castigada por la mano del tiempo y algo más que enturbia el esplendor de una civilización consumida. Cuatro enormes pilares sin cabeza ni techo que sostener se alzan usurpados por un terrible poder destructor. Su armadura de metal queda a la vista pues el encofrado de piedra ha sido desguazado en su extremo superior, haciendo hundir la bóveda que ya nunca más esconderá el cielo que se abre sobre nosotros.

     Avanzamos cautos por el suelo de gravas. Ahora sabemos de la traicionera fauna del planeta y no queremos caer bajo un ataque imprevisto. Fijamos la mira en la arena y nos acercamos al primer  pilar. Sin embargo, la magia evocadora del emplazamiento es demasiado atrayente, y pronto nos dejamos llevar por las estructuras de piedra que coronan las paredes de roca, resquicios de un palacio de antigua gloria y triste final.

    Como si se percataran de nuestra momentánea distracción, dos gigantescos Escarabajos levantan sendos pozos en la superficie y atacan ferozmente. El terrible estruendo que acompaña su irrupción nos rescata de una muerte segura y de un salto ascendemos el escalón natural que nos sitúa en la entrada del Palacio. Desde allí lanzamos ráfagas de muerte a los sagaces predadores. Respiramos hondo y enfocamos el acceso principal, una nueva Puerta Hexagonal, como intrusa entre tanta majestad de piedra. Ya próximos a la entrada, nos percatamos de la sugestiva labra de los muros, que dibujan numerosas runas en toda la superficie. Un halo de misterioso polvo flotante difumina el jeroglífico, y sometidos a nuestra vocación de exploradores hacemos uso del escáner en busca de una más que probable vana respuesta. Para nuestra sorpresa el escáner detecta un texto, que pronto traduce y nos muestra en la pantalla del visor. Es un antiguo texto Chozo, escritura arcaica de una civilización muerta, y nos da las primeras pistas sobre una sociedad que comulgaba con la naturaleza y en su empeño rechazó cualquier signo de tecnología.     Extasiados con la lectura de esta siempre fascinante raza hacemos acopio de valor y disparamos a la Puerta de los Seis Lados. Algo no parece funcionar... Pasan los segundos y aunque el aura azulada que envolvía la Puerta ha desaparecido sus engranajes en forma de estrella gris se mantienen reacios a mostrar el camino. De pronto un leve y lejano chasquido, como si del mismísimo centro del planeta  viniese, hace mella en la metálica puerta y ésta se abre dándonos paso al Palacio en Ruinas...

El Palacio Chozo: Lanzamisiles

  Silencio... Un silencio infinito roto apenas por el compás de una entrecortada respiración...

  ...Lo sublime y eterno se difuminan entonces para otorgarnos el gozo de una mágica visión...

  ... Una visión indescriptible que plena de estupor nuestros sentidos...

  Una basta extensión rica en Edades e Historia reviste de grandeza y profundidad el increíble emplazamiento, sin duda el más grande y bello que habíamos visto jamás, cautivando de forma inapelable y exquisita nuestras dilatadas pupilas, sometiendo indefinidamente nuestra preocupación para gozo de nuestros sentidos... Se trata de un recinto de descomunal e irregular perímetro, con muros levantados mediante ciclópeos sillares regularmente labrados y dispuestos en una armónica conjunción con la naturaleza presente en cada resquicio de la Plaza Olvidada. Un gigantesco escalón dibuja un camino perimetral que conforma una segunda altura al muro, un camino que moriría en un precipicio si no fuese por una especie de Puente Imposible de raíces y ramas, un aparente capricho de la sabia  naturaleza que de forma casi milagrosa conforma soporte natural para el caminante a la vez que clama por derecho propio el clímax visual de tanta magnificencia constructiva. Columnatas de sobrio capitel y rebordes adornados con extraña iconografía ornamentan y recargan la maravillosa construcción. Una suave brisa mueve el descolorido ópalo de un cielo rendido a la suave y ambarina luz de un melancólico amanecer, tintando de amarillos afables las desgastadas paredes... Al tiempo que numerosas aves de grandes alas baten el cielo dejando una estela de sombra en el cielo, el testimonio de una gratificante humedad que difumina las formas y las emborrona como si de una sombra del pasado se tratase...

 Una enredadera de raíces siniestras profana sin embargo de un modo inquietante la esquina noreste de la Plaza, dejando un manojo de restos de piedra y roca por todo el empedrado del suelo. Son raíces muertas a la vez que vivas, oscuro augurio de un nefasto poder que se adueña del Planeta en cada uno de sus rincones y que hemos percibido en la fiereza de todas y cada una de las bestias que nos hemos ido encontrando... Presagio de maldades de oscura motivación y funesto propósito, la carroña que se adueña a golpe de muerte y putrefacción de un edén de fastuosa por armónica belleza... Una belleza de talante natural que honra la vida y la favorece...  Una belleza que el exquisito escafilado de la piedra remarca de forma sutil y empaña a pesar de los pesares la creciente oscuridad...
    Justo a nuestros pies un gran escalón nos separa del nivel inferior del Patio. Arriba, justo en la vertical a nuestra posición, un cable firme de acero reforzado guarda en el centro de su parábola un misterioso artilugio que muy pocos conocen y cuyo análisis ratifica como un dispositivo de enganche, el complemento para el Rayo Enganche que nuestro Traje disponía en la plenitud de sus facultades, ahora maltrechas por el terrible accidente que sufrimos en la Estación Orbital. El cable une las bocas de dos cámaras situadas en el segundo nivel, inalcanzable ahora dada nuestra precaria situación, cámaras de talante Real que son promesas a nuestros experimentados ojos de tesoros perdidos de una civilización olvidada..  

  Saltamos y nos posamos firmemente sobre una fina capa de arena nacarada, grano que a la suave brisa matinal se mece y rueda formando remolinos de poca consistencia, como fantasmas del Palacio que tratan de emerger de las profundidades y que sucumben a los rayos vespertinos. Prontos en nuestras convicciones, avanzamos raudos rumbo norte, a la parte septentrional del Patio, pero a los pocos pasos un temblor sacude las arcaicas ruinas al tiempo que cascadas de arena se desprenden de los muros y ramitas y hojas muertas caen vencidas por la sacudida... Preparamos el Visor de Combate, configurando en "Letal" el mando del cañón, esperando la salida de las infectas alimañas... El temblor da paso al silencio, y ninguna criatura hace presencia a nuestro reclamo de muerte. Damos unos pasos vacilantes, acercándonos hacia la plataforma paraboloide que remata la primera sección del Patio...

  De pronto una maraña de Escarabajos, en numero desmesurado y nunca visto, da vida a la terrible emboscada y nos provoca una convulsión de terror. Nuestro visor reclama objetivos, pero los enemigos son muchos y perdemos inapreciables segundos tratando de tomar una decisión. De un salto que fuerza al máximo los retroimpulsores de nuestro Traje, salimos del círculo de muerte que nuestros atacantes habían maquinado, situándonos al costado de unas columnatas sobre las que nos parapetearemos. De un grito, maldiciendo el estado de nuestro Equipo de Combate, salimos del refugio de la columna y nos preparamos para disparar. Sin embargo nos percatamos con gran perturbación que todos los Escarabajos han desaparecido. Inquietos nos acercamos al centro del Patio apuntando consecutivamente a los agujeros que las violentas criaturas han escampado por el suelo.

 Los Escarabajos Mutantes no son criaturas inteligentes, son torpes a la luz del Sol y diestros en la excavación de túneles subterráneos. Su alimento en condiciones normales lo buscan excavando un sistema de galerías por las cuales viajan a grandes velocidades buscando pequeños y sabrosos intrusos. Su tamaño, antes insignificante y gracioso como absurdo e imponente ahora, hacía que les otorgara el calificativo de "mutantes", pero por lo visto no sólo su tamaño había aumentado. Acababa de asistir como presa a una emboscada en toda regla y eso era propio de animales de una cierta ordenación mental de gran desarrollo... No sabemos aún lo que pasa en este siniestro aunque bello lugar, pero la respuesta promete ser...

 De una terrible sacudida, siete bolas de tierra hacen sorda explosión mostrando a sus hacedores y dándoles hálito de húmeda sanguinolencia por efecto de los rayos del Sol. Esta vez, y dado que no nos encontramos en la misma precaria situación que antes, apuntamos con presteza y damos muerte a todos y cada uno de los Escarabajos, obligándonos pese a todo a deslizarnos por toda la Plaza alejándonos de sus terribles y afiladas garras...

  No hay tiempo que perder, eso es algo incuestionable. No obstante, y por primera vez desde que entramos en este mundo tan jarifo como hostil, una perpleja sensación de vértigo domina nuestro temple y absortos recapitulamos sobre nuestras últimas y extremas desventuras. El terreno se vuelve cada vez más pedregoso, peligros aún desconocidos y propios de leyendas oscuras son todavía una lejana sombra, distante y difusa, mas sus alargados y espectrales brazos rozan con desbordante fiereza estos parajes olvidados, ancestrales monumentos y único testimonio de una civilización adelantada incluso al tiempo de la maldad, gentes libres de las ataduras de la tentación y que odiaban la violencia como el Escarabajo la luz del Sol. Ya es el segundo traspiés con el que topamos desde nuestra llegada y éste último había sido peligroso. La vacilación, no exenta de sentido común pero impropia del carácter de nuestra heroína, no tiene lugar entre tanto misterio y aflicción, crónica de una muerte anunciada de la cual Tallon IV parece no poder escapar y cuya única cura se encuentra en nuestro maltrecho y casi infuncional cañón de energía... El momento pasa, la vacilación deja campo libre a la firme convicción, el miedo queda atrás y rinde pleitesía al coraje, el Palacio Chozo y el mismo planeta no sucumbirá al mal, al igual que Samus Aran no lo hará al terror...

 Un aire impetuoso remueve arena y restos de insecto y los subleva contra las castigadas paredes de piedra, un sutil método de erosión de efecto tardo pero devastador. Observamos en silencio la explanada del Patio atentos a la más mínima perturbación o signo extraño. Sobre nuestra cabeza, un poco a la izquierda, el insólito Puente Enredadera se presenta imponente y majestuoso. Ahora distinguimos lo intrincado y complejo de su estructura. Miles de ramas agrupadas se aglopan de forma natural conformando auténticos cables de sostén para la irregular aunque segura plataforma de paso. Poderosos tallos cortados de diámetro descomunal se suceden horizontalmente sujetos a los cables dando soporte a la pasarela del puente, al tiempo que frutos anaranjados de atractiva vista adornan de forma casual y aleatoria el perímetro del Puente, dando al conjunto una mayor vistosidad y esplendor.
  La sombra del Puente se proyecta sobre el Patio como si una gigantesca serpiente con extraños y angulosos apéndices hubiera dejado su marca carbonizada, marcando una terrorífica frontera entre el mundo y el infierno, más allá de los grandes escalones, que separa con su tacha una zona del Patio más elevada e inquietante, plagada de escombros y trozos de naturaleza muerta. Avanzamos hacia los escalones pero de pronto distinguimos un extraño fulgor en una de las columnas a nuestro lado. La génesis del fenómeno está situada a nuestras espaldas, comprendemos, y giramos prontos a resolver el misterio. Un extraño panel de calcitante parpadeo muestra unos misteriosos símbolos Chozo como carta de presentación a una nueva Puerta Hexagonal situada al costado. Algo extraño encontramos en este nuevo acceso...

 La clásica estrella de engranajes arropada en el campo de fuerza azulado ha desaparecido. Una placa metálica de extraña textura acosa las aristas del Hexágono de acceso desde su interior. Se trata de una superficie lisa casi en su totalidad, con tres pequeñas estrías de roja luminiscencia que conforman una rejilla estrellada de tres puntas en lo que serían los brazos mecánicos de la Puerta original. Tras una detenida observación, el escáner nos muestra lo que el ojo no puede ver. La Puerta está compuesta de un extraño material no definido pero cuyo análisis indica invulnerabilidad a la energía debilitada de nuestro cañón. En ese momento echamos de menos nuestro Lanzador, uno de nuestros diminutos ases en la manga que nos había salvado ya de innumerables peligros... Sin embargo, el auténtico misterio vendrá dado con el análisis del panel de anuncio...

"Pasadizo del Sepulcro"...

   Observamos nuevamente la Puerta. Resulta extraño que tan lóbrego emplazamiento esté protegido por un cierre distinto a los demás, reforzado y protegido de forma tan descarada. Pulsamos una secuencia de disparo en el panel de nuestro miembro armado, incrementando la potencia al límite del sobrecalentamiento y hacemos de una sección del Patio una distancia prudencial para guarnecernos de una posible explosión. Samus conoce bien los peligros de una exposición directa a la detonación de un muro o una pieza mediante un tiro directo. Los restos desguazados salen despedidos según el material de impacto en unos pocos y grandes pedazos o bien en millares de partículas minúsculas y de filo mortal a velocidades increíbles. Los metales como el acero en una explosión por sobrecalentamiento puntual despiden millares de infinitésimas cuchillas en forma de anillos concéntricos, capaces de atravesar una mano, palma y dorso, y aún clavarse en una pared de yeso situada diez metros atrás. Los efectos en un metal de origen y resistencia desconocidos eran tan imprevisibles como potencialmente peligrosos, algo que por supuesto tenemos en cuenta.

 Nos situamos en posición de tiro, preparando el brazo para la descomunal sacudida a la que vamos a someterle. Por fortuna el diseño de nuestro versátil Traje de Combate tiene previsto este tipo de situaciones y posee en la zona de los trapecios unos contrarrefuerzos servomusculares de asistencia remota, con el núcleo de cálculo en la insectoide caperuza capaces de sincronizar su impulso para compensar el tirón al disparar. Fijamos blanco. Puerta Hexagonal en el punto de mira... ¡Ahora!
    Una ristra de furiosos y excitados relámpagos de fuego de forma ovoide se suceden eufóricos a nuestra súplica de arrebato, iluminando a destellos la zona del Patio sometida por la sombra que la temprana hora en la que nos encontramos no puede vencer todavía con un Sol apenas recién nacido y que se alimenta de un horizonte resplandeciente. La mortífera sucesión de muerte destellante alcanza la Puerta con violencia desgarradora, en cruel intento de despedazar y consumir. De repente, una sucesión interminable de pequeñas detonaciones sacude toda la Plaza. Los muros que nos dan espalda se visten con adornos de luz tronante y flamígera, como si una infinidad de pequeños focos de enorme potencia y precaria existencia reventaran al compás de una violenta coreografía de truenos y confusión. De pronto, una descarga de dolor se abate sobre nuestro costado. Consternados, dejamos de disparar y nos retiramos al amparo de una mole de roca desmembrada próxima a nosotros, buscando con frenesí al supuesto francotirador, cañón en mano y ciegos de rabia...
Nos asomamos levemente por una de las rocas invadida por una de las enormes ramas del gigantesco Árbol Muerto, revisando cada una las almenadas terrazas del Patio en busca del supuesto atacante. Unas nubecillas de polvo se dispersan por toda la superficie del muro este, mostrando en su peregrinación los cráteres calcinados de impactos energéticos, de índole muy semejante al de nuestro cañón de energía. Dado el diámetro de los cráteres, es obvio que el agresor no quiere prisioneros, y eso es propicio a nutrir nuestro ritmo vascular.

Una enorme columna de humo sale de la zona de la Puerta Hexagonal, humo que comienza a dispersarse acorde con el designio de una suave brisa matinal, y deja entrever el resultado de nuestro ataque masivo. Ni un resquicio, grieta u oscurecimiento por quemazón dan rienda a pensar que un lanzamiento masivo de proyectiles energéticos en carga letal han sido lanzados contra el maldito acceso.

El viento se mece violento y forma olas de arena a pocos metros de nosotros. Pasan segundos interminables mientras oteamos la terraza en busca del enemigo. Poco a poco, un resquicio de clarividencia da paso a la comprensión de los hechos. Decididos, pero aún cautos, nos avalanzamos al centro del Patio y cargamos el cañón para la acción. Tras un último vistazo a la parte superior, apuntamos a la Puerta Blindada y disparamos una vez. La bala energética rebota contra la chapa del mismo modo que una pelota contra la pared, acompañada de un raro zumbido, e impacta violentamente contra una rama del Árbol Caído, desgarrando la corteza muerta y haciéndola caer tristemente sobre el Patio. Ningún intruso había ocasionado el ataque ni este punzante dolor, deducimos perturbados. El extraño material que formaba la chapa de la Puerta repudiaba de forma natural la energía de nuestro cañón, y la había convertido en nuestro verdugo así como en el perturbador de la Sala que en cientos de años no había sufrido de los males de una agresión por armas...

  Volvemos la vista sobre los escalones desproporcionados. El único camino por investigar queda más allá de sus huellas, y ése es el rumbo que tomamos. Registramos las oquedades corruptas por los Escarabajos. Son ahora lápidas silenciosas para sus crueles intenciones. Sin más divagaciones cruzamos la superficie arenosa y la U de piedra pulida y saltamos uno a uno los escalones exquisitamente labrados con pequeños bloques en cuña an todas las contrahuellas, detalles del extraordinario acabado que ornamenta el Palacio Olvidado, y llegamos al nuevo nivel con cierta dejadez y abandono. Nuestra intuición se hace adalid de nuestro propio reparo y exploramos libres de desosiego la explanada del Patio. Un primer examen nos da a elegir dos posibles caminos, uno que lleva por el perímetro de la Plaza al Puente Natural y un pórtico desprovisto de altillo por alguna catástrofe natural o provocada que lleva a las profundidades del Palacio...
  La duda nos asalta... ¿Qué camino escoger?. Recurrimos a nuestra propia experiencia como mercenarios, la cual opta por barrer siempre un nivel antes de pasar al siguiente, una preferencia que simplifica la elección pues mantiene un patrón de base que sirve como guía en casos de perplejidad argumentativa. La primera opción es pasar directamente al nivel superior por la rampa perimetral y cruzar el Puente Rama, rumbo a lo desconocido. La segunda opción es cruzar el pórtico derruido y traspasar la Puerta Hexagonal, ésta libre de la misteriosa Chapa de Repulsión y óptima por tanto a la energía de nuestro cañón. La solución más simple suele ser siempre la acertada en estos casos, además que el camino al Puente está maltrecho y clama a nuestra habilidad. Sin más, cruzamos el pórtico y disparamos a la Puerta, la cual se abre a nuestra inquisición y nos muestra las entrañas del Palacio...

   Rápidamente nos parapetamos en la pared que enmarca la Puerta mecánica. Nos asomamos. Un pasadizo tubular y sinuoso de cariz metálico se presenta frío y oscuro a nuestro Visor de Combate. El escáner no da muestras de inestabilidad estructural, por lo que nos adentramos en su interior. Una malla metálica acotada por sendas tuberías herrumbrosas tapiza las paredes semicirculares del extraño corredor. El suelo de metal opaco reverbera a nuestro paso con extraños y guturales "gong" como preludio de la llegada de un extraño a tierras olvidadas por los seres vivos. Nos sentimos como circulando errantes en una especie de vaso circulatorio gigantesco y reseco, una vía repleta de vida en tiempos pasados que conectaba grandes Salas donde los antiguos habitantes del Palacio divagaban extasiados de las maravillas de este Universo y del milagro de la Vida misma. Un corredor ahora vacío de utilidad que encerraba ahora un secreto de mortal huésped. Doblamos a la derecha, irrumpiendo en una cada vez más cerrada oscuridad, a la vez que escombros de roca y metal dificultan un avance ya de por sí desgraciado.

De pronto, un griterío infernal se apodera del silencio. Primero gradualmente y pronto descomunal un millar de chillidos agudos como el afilado de una Espada Vibrocelar hacen del olvido el silencio y hacen retumbar el pasillo con el eco de su furia. Desconcertados y asustados apuntamos a la oscuridad, una oscuridad que de repente se extenderá en un brazo espectral que traza una espiral mortal por la pared circular hacia nosotros...
   Totalmente sugestionados por semejante barbarie sobrenatural, y doloridos por la batahola que atraviesa en su agudeza carne y mente como si el más certero y maldito puñal hubiese alcanzado nuestro corazón, levantamos torpemente nuestro cañón y disparamos a la oscuridad cerniente. Para nuestra sorpresa, una especie de repugnante sonido viscoso, como si hubiésemos aplastado un montón de escarabajos y cigalas, hace mella en la terrible sombra a la vez que un hálito azulado, como sangre pulverizada, envuelve en opalado marco el claro que hemos creado en mitad del Brazo Oscuro. Al tiempo, unos restos carbonizados de misteriosa procedencia caen inertes en el suelo metálico. Asombrados e indignados por nuestra falta de profesionalidad disparamos a bocajarro sobre la marabunta de oscuridad, mientras que hacemos crecer la cuenta de restos carbonizados en la superficie del Paso Tubular.
  El intensivo bombardeo abre muescas de luz en la malsana hilera de depredación. Las misteriosas alimañas estridentes incrementan su agudo canto y nuestro traje comienza a vibrar al son de tan insoportable melodía. Algunas de las bestias se dejan caer y avanzan reptando desde el suelo, obligándonos a retirarnos para evitar su peligrosa mordedura. De pronto nos topamos con la pared, sin saber qué dirección tomar, pues el frenetismo de la epiléptica batalla de rayo y trueno que se abate sobre el casi orgánico pasillo no deja lugar al pensamiento y sólo el instinto de muerte dicta nuestro cañón en sus ráfagas de destrucción.

De repente cesa el griterío.

Damos respiro a la sobreexcitada célula de energía de nuestro cañón, al tiempo que una estela de vapor transparente distorsiona la boca de tiro rezumando calor y exigiendo masacre. Regueros de sangre azul tiñen como hiedras enfermizas el cilindro metálico, y una piña de negruzcos y pardos restos se extiende por todo el corredor bañada en ceniza maloliente...

 Excitados y desbocados activamos el escáner y escudriñamos el pasadizo en busca de respuestas. Para nuestra sorpresa, descubrimos que un gran numero de las pequeñas Alimañas Negras permanecen vivas e inmóviles a pocos metros de nosotros, pequeños focos de insolente presencia que se ocultan temerosas tras los cadáveres de sus compañeras. Sin concesión a la templanza y a la compasión, cruzamos el pasadizo aplastando sus azuladas entrañas y desparramando sus repuganantes humores por todo el corredor haciendo caso omiso de los caños líquidos que salpican el cristal de nuestro visor. Doblamos a la izquierda y aparece una Puerta Hexagonal, que en el contexto del corredor orgánico semeja un cardias de azulado riego, similar al que corría por las Bestias carbonizadas. Un disparo hace cuenta de la barricada geométrica y seguimos nuestro camino...

Una ráfaga de luz vomita ahora el Hexágono hueco que nos invita a la siguiente sección del Palacio, cegadora y ambarina, que nos impide discernir nuevos conflictos. Cruzamos la Puerta inseguros pero valientes y esperamos a recuperar nuestro sentido receptor de tan desbordante fantasía para descubrir un nuevo y estrecho corredor en deplorable estado de conservación, con los muros totalmente descarnados de su pulida ornamentación y sillería y proclives al derrumbamiento inmediato. Simulacros de lo que antes debían ser escalones de paso esconden niveles profundos repletos de escombros y malos agüeros. Los ecos de los agudos lamentos de las Alimañas Negras poco a poco se desvanecen para dar paso a otro extraño sonido, un zumbido vivo acompañado de un rastrillo de naturaleza rocosa, como si un constante desprendimiento de piedrecillas tuviese lugar pocos metros más adelante... Y además varios a la vez...

 Llegamos hasta la tiesta del primer escalón y de repente los escabrosos sonidos tocan final a su monótona marcha. Hacemos un exámen general del corredor. Los desprendimientos sucesivos de bóveda y paredes simulan un panal de irregulares celdas donde musgos de color indefinido y perenne estancia campan al refugio de la luz entrante. Unos curiosos ornamentos ovoides de aspecto casi orgánico aparecen empotrados en ambos lados del pasadizo, salvados como milagrosamente de la tragedia que aconteció en esta zona. El relive de estos curiosos globos de piedra lo componen delgados filamentos distribuidos aleatoriamente como si fueran miles de ramitas de un árbol invernal. Curiosos saltamos al nivel inferior.
 Una más detallada observación hece que nos percatemos sutilmente de la extraña distribución de las esferas. La asimetría e irregular disposición hacen vigente y reafirman el carácter de ajeno de los supuestos ornatos. Esta apreciación nos salva. Repentinamente, el relieve fibroso se abre como un párpado infernal y un extraño óculo de pupila brillante lanza un haz de energía verdoso contra nosotros. Conseguimos evitar el rayo mortal con un aparatoso giro, mientras aquél tritura la pared inmediata como si se tratase de barro. Sorprendidos y conmocionados, nos refugiamos sota el óculo mortífero, fustrando los desesperados intentos de cauterizar nuestro cuerpo y diseminar nuestros pedazos por el derruido corredor.
 Acogidos al reclamo del muro protector, aún consternados y abducidos por la hipnótica danza alocada y fustrada del Ojo de Piedra, acudimos con presteza a la agudez y encontramos respuesta en el escáner. Los misteriosos óculos son extravagantes formas de vida compuestos por un ínfimo tórax de terminaciones abombadas, como diminutas faldillas de campana, de tejido cartilaginoso y porosas, que actuan como ventosas sobre la superficie del muro. Del tórax parte una peculiar testa donde un dimuto bulbo receptor interpreta los impulsos que recibe de una desproporcionada cuenca ocular, capaz ésta de sintetizar mediante complicadas reacciones fisiológicas un misterioso haz de fotones de carga penetrante, mortífero para cualquier ser vivo torpe o sin protección, pues su maldad atraviesa carne y hueso sin dilación. El análisis del Ojo de Piedra también nos recuerda que su rugoso y fuerte párpado resiste grandes descargas de enrgía, aunque sólo en su dermis exterior. Un plan comienza a perpetrarse en nuestra cabeza...

    Observamos que el óculo sigue un patrón de ataque. Cada cierto tiempo, unos pocos segundos, el párpado de dermis fosilizada se cierra cual velo sobre un ventanal de luz tenue y libra el paso de su letal segada. Este simple fallo en su esquema de caza nos permitiría solventar el peligro sin problema, sin embargo no sabíamos que esta rudimentaria forma de vida escondía un as en el párpado...

Lapsus. El haz iridiscente resta potencia y se esconde bajo la pétrea dermis ocular. Disponemos de cinco segundos aproximadamente. Sin dar tiempo a la conjetura, salimos raudos de nuestro refugio y saltamos sobre el maltrecha y ya poco digno tramo que supone el territorio del Ojo de Piedra.

Cuatro segundos...  

 La irregular y destripada ruina en que se ha convertido la superficie de lo que antaño era un bello corredor de Palacio obstruye de forma inherente nuestros pasos. Numerosas trazas y surcos dan fe de la mortífera trampa que el Párpado de Piedra prepara a sus desgraciadas víctimas. Nuestros retroimpulsores, faltos de su cadencia habitual, sufren de algún extraño mal e impiden el abandono de tan demacrado suelo. El paso es lento y aparatoso. El Párpado vibra en su leve sueño...

Tres segundos...

Disponemos de poco tiempo, pronto el haz mortal descargará su furia y hará omisión de su castigada coreografía para entregarse a la caza y destrucción de nuestra cazarrecompensas. El peligro crece proporcionalmente a nuestra proximidad a la salvación, pero no sabemos quién será más rápido...

Dos segundos...

Girámonos para sopesar un extraño por imposible zumbido, el Párpado de Piedra de remueve en sus entrañas y muestra su ardid. Confusos y sin posibilidad de escapatoria, levantamos el inútil cañón de energía, al tiempo que el Óculo del Presagio envuelve en un cetrino halo su mortífero cristalino... Un lapsus común, instante de tensión para presa y cazador, se abate momentáneamente a la vez que  Rayo Concluyente y Bala de Energía se encuentran en un estruendo de luz y calor. Caemos al suelo. Chispas, rayos, electricidad sublevada que nos sacude con severidad nos convulsiona de dolor y aterrorizados gritamos de dolor...

Aturdimiento, ofuscación,... Dolor. Un recital de aceradas sensaciones fluye desde nuestro curpo clamando venganza con olas de lacerante dolor. Una densa capa de vapores insanos y malolientes cubre todo nuestro campo de visión, y la superposición de infinitas partículas de polvo de tejido muerto sobre el campo de batalla son el único y casi inapreciable sonido que se distingue en todo el paraje. Desolación contenida por un sentido del peligro todavía despirto es el trasfondo que acompaña nuestra mirada, al tiempo que un bombardeo exhaustivo de preocupantes análisis confirman nuestras sospechas sobre el deteriorado estado de nuestro Traje de Combate. Necesitamos y pronto células de energía, el alimento del que se nutre nuestro equipo para recomponer mediante extrañas fusiones las partes dañadas de nuestro Equipo. Dirigimos nuestra mirada hacia el Óculo de Piedra. El humo se retira condescendiente a nuestra precariedad y susto, y deja ver el resultado del combate...

"El Óculo sigue allí"  

 En la tensión agarrotada de un instante congelado, la percepción se limita a una única visión; la pétrea escarcha que envuelve el vítreo líquido encapsulado se interpone milagrosamente entre su letal destreza y la maltrecha presa. Un mecanismo defensivo de carácter reflejo protege el cristalino verdoso de nuestro ataque energético. El instante se prolonga con la extensión de nuestro pensamiento, centrado cómo no en un instinto básico: La supervivencia. Los retroimpulsores se hacen eco de nuestro reclamo de movimiento y saltamos cual felino inquieto al resguardo de un recuerdo de esquina.
Justo en ese momento el Párpado finta a su propio límite y desenmascara el hirviente cristalino ávido de carne y de sangre con celeridad jamás vista... Un haz de grosor exagerado sale como un torrente de furia de su interior abriendo una gigantesca brecha en la pared contigua... Hemos escapado de la muerte esta vez, pero tendremos que agudizar nuestros sentidos aún más...
Giramos la vista hacia el paso inexplorado. En ese momento recordamos que a la entrada del corredor vimos una hilastra de  óculos, a pocos pies unos de otros, y recordamos nerviosos que aún  nos encontramos en terreno adverso, rodeados de enemigos de piel impenetrable, maltrechos y desfallecidos por los ataques de la furia talloniana. Levantamos la mirada, inquietos y acobardados. Ahora los ovoides latentes, una vez revelada su trampa, deciden mostrarse con todo su poder y exhalan su mirada letal todos a la vez, creando un estrambótico y caleidoscópico efecto semblante a decenas de vibrovaras luminiscentes meciéndose al compás de una brisa vespertina pero cruel. El paso se presenta difícil...  

  Primero nos adveramos de la situación exacta de todos los Ojos, percatándonos que si bien no siguen un patrón de luz solar o dirección del viento sí que eligen para su apoltronamiento oquedades con cierta profundidad y por tanto húmedas y frías al ambiente. El análisis del Escáner indica que el tórax de las criaturas no es tan ridículo en comparación con el óculo como auguramos en un principio, las ramificaciones o "extremidades", empleadas en la sujeción a la roca, consisten en largos apéndices de longitud variable y dotados de una infinidad de poros que segregan una sustancia pegadiza, que en contacto con la humedad incipiente encofra el tentáculo y lo hace uno con la roca. La característica más sorprendente de estos extraños depredadores es su capacidad de "mudarse" de tórax cada cierto tiempo, dejándolo junto a los fosilizados apéndices en busca de una nueva y más favorable situación para vivir. Esta cualidad tan extraordinaria viene dada por la existencia en el propio Globo Ocular de un pequeño órgano digestivo que se encarga de la precaria alimentación del Óculo durante la búsqueda de un nuevo emplazamiento.

Pero sin duda lo más fabuloso de este depredador es sin duda su estado de "Esfera". Una vez desprendido del tórax, el animal queda expuesto al ataque de cualquier Gran Depredador que circule por la zona. Sin embargo, en la fase "pre-desprendimiento" el Ojo ha ido, por decirlo de alguna manera, soldando la junta del Párpado y cerrando por tanto al exterior los ricos humores de sus entrañas, formándose una Esfera Perfecta que  se mueve al compás del viento, como una gigantesca Espora Carnívora a la espera de su llegada a una Flor de húmeda y oscura acogida...

Esta cualidad nos recuerda a uno de los mecanismos de nuestro Traje Chozo más carismáticos e insólitos, un mecanismo del que hablaré en un futuro y que sigue las mismas pautas que este depredador talloniano... Un mecanismo que nos fue y nos será de gran utilidad en nuestra aventura...

El reto se hace masacre, el tambor de la muerte golpea con el son de un titileante anagrama que reclama atención en la esquina de nuestro visor, una advertencia a un furturo de corta narración, de entrecortado suspiro, de triste epílogo... La soga de cuyo nudo depende nuestra vida se tensa oprimiendo más si cabe nuestra esperanza, el cielo mismo se torna sombra y los haces mortales se convierten en focos de luz con trampa de muerte escondida en su brillo. La danza de los hilos de fuego es frenética, busca desesperada nuestra carne, el camino es tan difuso como engañoso...

De un impulso empezamos la carrera por nuestra vida. Saltamos, esquivamos, rodamos... Nuestra vida pende de un hilo...

   

Kwisatz Haderach
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