Catástrofes naturales 1: Terremotos

Estoy leyendo un libro en el que he llegado a una parte bastante interesante: la suerte que tenemos de que aún estemos vivos.

En esta primera entrada, voy a tratar el tema de los Terremotos, que la verdad, no es que me diesen pavor, entre otras cosas porque no se suelen dar mucho por Valencia, pero habiendo leído esto, uno se da cuenta de lo ‘putilla’ que puede llegar a ser nuestra amada Tierra cuando se pone.

Para empezar, diré que la famosísima escala Richter (que fue creada por Richter y Gutenberg), aumenta exponencialmente. Esto significa que un terremoto de nivel 7,3 en la escala Richter, es 50 veces más fuerte que un terremoto de escala 6,3 o 2500 veces más fuerte que uno de escala 5,3. Comento esto porque yo al menos no tenía ni idea, y la verdad es que te da un poco más de información cuando aparece algún caso en las noticias. Hay que decir también que la escala se basa en la fuerza del terremoto, no en los daños que produce (esto creo que es algo bastante obvio). También depende de a qué profundidad de la corteza se produzca el temblor.



Un terremoto está causado básicamente por la tensión que generan las placas tectónicas. De hecho, los terremotos más habituales se producen donde se juntan estas placas. Cuando dos placas chocan, se produce una tensión hasta que una de las dos cede. A causa de esta liberación de tensión se genera el terremoto, por lo que cuanto más tarde una placa en ceder, las posibilidades de que el terremoto sea mayor, aumentan.

La que más jodido lo tiene hoy en día es Tokio. En la isla de Japón, se juntan 3 placas tectónicas que ahora mismo se están disputando el puesto. Y llevan 80 años discutiendo sobre quién va a ceder la primera, por lo que se puede liar parda. De hecho, en Septiembre de 1923, cuando Tokio tenía una población de alrededor de unos 3 millones de personas, ocurrió el “gran Kanto”, un terremoto de una magnitud 10 veces mayor que uno con escala Ritcher 7,2. Murieron 200.000 personas. Imaginad lo que podría pasar hoy, cuando solo Tokio engloba 30 millones de chinorris. Eso sin contar los daños económicos, que podrían llegar a los 7 billones de dólares. Este país ha llegado a ser calificado por algún geólogo como “la isla que está esperando su muerte”.

Pero los terremotos más grandes que hayan podido ocurrir, no se han dado en Tokio, al menos que sepamos (o desde que se inventó la escala). Se duda entre dos, uno que se produjo en 1964 en el estrecho Príncipe Guillermo de Alaska con una magnitud del 9,2. Otro en Chile, el año 1960 al que se le asignó primero una magnitud de 8,6 pero más tarde de 9,5. Este último no solo causó daños a lo largo de toda la costa de Suramérica, si no que además, creó un maremoto gigantesco que recorrió unos 10.000 kilómetros por el Pacífico, llevándose Hawaii por delante, entre otras islas.

Y estamos hablando de uno que no fue el más devastador. Si tomamos la destrucción provocada como punto más importante, tenemos que hablar del terremoto de Lisboa, en Portugal, el 1 de noviembre de 1755. Un terremoto de magnitud 9 que hizo pedazos la capital. Duró la friolera de 7 minutos completos y tuvo 3 réplicas. La primera 3 minutos después y de una magnitud muy similar. La segunda réplica fue llegó dos horas tarde. ¡Dos horas! Pero lo peor es que la brutalidad del terremoto, hizo que el agua del puerto de Lisboa, retrocediese por un instante, para luego volver transformada en una ola de 15 metros de altura.

También están los temblores endoplacales. Estos no se producen entre placas, si no que pueden aparecer en cualquier lugar, lo que los hace totalmente impredecibles. Uno de los más conocidos se presentó en Nuevo Madrid, Misuri. El 16 de diciembre de 1811 a la media noche y después de que los animales de ganado se volviesen como locos, la tierra comenzó a temblar de forma brusca durante 4 angustiosos minutos. Se dice que en la tierra se formaron olas de piedra de 1 metro de altura, y que a causa del terremoto, se abrió el suelo expulsando un fuerte olor a azufre y unas chimeneas en Cincinnati, a 600km de distancia, fueron derribadas.



Los terremotos son bastante frecuentes, y tampoco tenemos un conocimiento muy extenso de la composición interna de la tierra. Lo máximo que se ha conseguido fue por los soviéticos, que excavaron un túnel de 12 km de profundidad (la Tierra tiene un radio de 6378km) y que abandonaron porque a los 10km de profundidad, había una temperatura de 180 grados centígrados constantes, casi el doble de lo previsto.

Lo más flipante de aquello, es que la roca que encontraron allí abajo, estaba totalmente saturada de agua. Algo que ni siquiera se había considerado posible.

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