Mi aventura en la universidad II

Como veis no es mi intención el realizar una actualización del blog diaria. Solo me comprometo a escribir cuando la inspiración me invada o cuando considere que ya es hora de ir publicando los diversos hechos que me han sucedido a lo largo de los días.

Ya dije en mi anterior publicación que me encuentro en los inicios de la carrera de derecho. Ya he tenido clases con todos los profesores, así que ya dispongo del material suficiente como para analizar las distintas asignaturas. El profesor que mejor me cae es el de derecho romano. Tiene ya sus años, pero es muy simpático, y sobretodo, muy accesible al alumnado.

La profesora de derecho civil es normal, nada que destacar, quizá la enorme cantidad de manuales que nos ha mandado comprar. La mujer se debe pensar que el dinero nos sale por el recto.

La profesora de practicum es la típica joven de 28 años que nada más terminar la carrera, se saca el doctorado y se mete a dar clases en la universidad. Esa juventud se nota, no solo por estar sexualmente apetecible, si no porque tiene demasiada vitalidad a la hora de impartir las clases, en términos vulgares se podría decir que “se flipa demasiado”. Cuando dentro de 20 años se encuentre con un marido gordo y calvo, pagando aún la hipoteca del piso y se le empiecen a caer los pechos, entonces ya pasará al grupo de profesores normales y se dejará de tantas estupideces a la hora de dar clase.

La profesora de derecho penal viene a ser la descripción de profesor normal que he dado anteriormente. Solo que esta es una amargada y lerda, que viene a la facultad a dar clases sólo porque si no se queda sin dinero para irse al MacDonalds a comer como una cerda, porque la pobre mujer le sobran más quilos que no que le faltan. A la hora de dar las clases es más lenta que Nacho Vidal en eyacular (habilidad que admiro de este hombre). Entre palabra y palabra suelen pasar unos 5 segundos, y esto hace que las clases de teoría se conviertan en algo extremadamente aburrido.

Sin ir más lejos, el pasado viernes, después de hora y media escuchando hablar a esta mujer, mi cerebro no aguantó más y decidió que era momento de desconectarse. Fue un movimiento totalmente involuntario, de repente me quedé empanado mirando el bolígrafo que tenia en las manos, las cuales tenia debajo de la mesa. De repente escucho que mi buen amigo David me susurre “Oye, que te esta mirando”. Yo, totalmente confundido le pregunté “¿Que me esta mirando quién? “. Me dio por mirar a la profesora, y esta se encontraba mirándome fijamente. Yo, totalmente anonadado, solo se me ocurrió pensar “¿Pero qué coño?”. De repente, la mujer me pregunta “¿Eso no será un móvil o una cosa de ésas no? Es que me ponen muy nerviosa”, a lo que yo respondí “¡No, no!”. No era el móvil pedazo de inútil, tan solo estaba desconectando mi mente para evitar lesiones cerebrales causadas por tu horrenda forma de dar las clases.

Para acabar, voy a meter las dos últimas asignaturas en un mismo pack (miento, aún me queda Teoría del derecho, pero es una asignatura normal con profesora normal, nada que destacar) Derecho Constitucional y Economía. Al llevar una hora en cada una de esas clases, las ganas de volarme la cabeza de un escopetazo y acabar con semejante sufrimiento eran enormes. En mi vida había deseado tanto que acabara una clase, aquello era una tortura, no entiendo como los profesores en cuestión pueden estar dos horas hablando como si de ir a mear se tratase.

Para terminar, solo quería comentar también el mal rato que he pasado en la librería de la zona cívica. Me ha tocado la mala suerte de que en la cola se encontrara el típico grupito de chicas pijas-ineptas-tontas-estúpidas de grandes senos que llevaban el formulario para hacerse socias de la librería. Este procedimiento era un poco largo, y como eran unas 6 o 7, pues la espera se ha hecho eterna. Cuando ya no podía más, he gritado “¿¡Bueno qué!?” y rápidamente me he escondido detrás del chico alto que estaba delante de mí, el cual ha puesto una cara de OWNED digna de mencionar (aparte de acordarse de mi madre, que estoy seguro que lo ha hecho).

Y nada, aquí me encuentro, con unos 130€ menos que me he dejado en la maldita librería con los libros del demonio. Estoy seguro que si cojo uno cualquiera de esos libros que me he comprado y lo tiro por el balcón, le vuelo la cabeza al pobre desgraciado que pase por debajo. Aún me duran las agujetas de estar en la cola aguantando los libros de los cojones.

Nada más que añadir, que la fuerza os acompañe.