Llegué a La Isla por accidente. Los seguidores fieles sabrán bien lo que eso significa: lo quieras o no, formarás parte del juego y no podrás salir. Recuerdo claramente que era una tarde cualquiera de un sábado de 2005. Mientras esperaba a que llegara un amigo para jugar a la GameCube veía Los Simpsons en la FOX y, cuando terminaron, iba a encender la consola. Pero apareció un ojo en pantalla, se abrió y vi a un hombre herido, trajeado y tumbado en medio de la selva. Me olvidé de la consola y me tragué los 3 episodios del tirón que estaban emitiendo. No recuerdo qué pasó con el amigo perdido.

No era un seguidor de series y me había mantenido al margen, ajeno a la vorágine de series de calidad que ése año comenzaban a llegar desde los Estados Unidos. Pero con aquel piloto algo hizo clic.

Me enganché durante un tiempo a esa primera temporada hasta que, por culpa de la falta de costumbre en el seguimiento de las series, no la retome hasta la recta final de ese año. Pero fue un comienzo de los que te marcarán por siempre.

Como seguía la serie a ritmo español, sólo podía participar en el foro durante un mes, dos como mucho, antes de que los compañeros comenzaran al ritmo de la emisión americana. Así que viví Perdidos en soledad, envidiando las posibilidades que tendría el poder compartirla con el resto de la gente que seguían el visionado a mi ritmo.

Todo cambió cuando, con la cuarta temporada, el ritmo de episodios por año se disminuyó, empezando la emisión a finales de enero. Eso me permitió, no sólo compartir varios meses con la gente del foro, sino expandir hasta el infinito las posibilidades que Perdidos me ofrecía. Así que cambié el chip y decidí seguir la serie a ritmo americano, alentado también por la minimización del riesgo de tragarme spoilers.

Y así seguimos hasta el día de hoy. El día en el que volví a ser niño. El día en el que uno tiene que irse pronto a la cama porque de madrugada vendrán los reyes magos cargados de regalos. Una noche muy especial que sólo se puede vivir, a lo largo de toda una vida, en muy contadas ocasiones.

Ya el día de ayer se presentaba movido. Dejando a un lado los sucesos personales, un estado de nerviosismo se fue apoderando a medida que avanzaba la tarde. Sin poder dejar de pensar en el final y lo que eso supondría. Y, al igual que cuando era niño, los nervios eran superiores a la necesidad de recuperar horas de sueño. Vueltas y más vueltas en la cama viendo cómo el reloj no avanzaba y con teorías y escenas de la serie invadiendo los pocos momentos en los que conseguía cerrar los ojos.

La hora llegó. Y de la misma forma en la que un niño recibe lo que quiere, pero no lo que pide, hoy pude disfrutar de un episodio que no me dio lo que pedí, pero sí me dio algo que quería. Al escribir estas líneas tengo poca información de los cocederos de Internet (llevo desde las 8 de la mañana necesitando urgentemente conexión a Internet), tengo la sensación de que el final ha decepcionado a muchos. Demasiados, dirán algunos. No se han desvelado incógnitas que habían quedado colgadas, no nos han metido en la mitología de la serie. Se han centrado exclusivamente en cerrar una trama y en despedir a los personajes. Pero aún así, como episodio, ha resultado de gran calidad y extremadamente poético.

Ha habido momentos terriblemente épicos, como esa lucha a muerte entre Jack y Locke (curiosamente similar a una que, si mal no recuerdo, no llegó a emitirse de la T1) bajo la tempestad, al borde de un acantilado y con La Isla amenazando con hundirse para siempre bajo las aguas del océano. Y ha habido momentos verdaderamente emotivos que no supe apreciar, pero que ahora “en frío” me parecen un final poético, emotivo y factible.

Faraday creyó poder cambiar el futuro. Un futuro en el que La Isla no estaría y todos ellos habrían seguido con sus vidas dejándolas en manos del Universo corrector. Pero se equivocó en un punto. La historia es la que es. Una historia que termina con Jack muriendo en el mismo lugar en el que le vimos nacer como protagonista. Jughead sólo les permitió crear un lugar especial donde reunirse una vez que todo hubiera acabado. Un “futuro” diferente, pero el que todos estuvieron de acuerdo en crear. La historia principal se cerró, qué les ocurra en el más allá no es cosa nuestra.

Qué nos ocurrirá a nosotros sí lo es. Cualquiera que no se haya involucrado con esta serie no podrá entender lo que nosotros sentimos por ella. Sólo podría decirle, si eso le sirve de algo, que es algo similar a lo que ocurrió con Star Trek o Star Wars en la década de los 70. Todo el que haya vivido Perdidos como sólo ellos saben que se puede vivir se habrá quedado un poco huérfano de tele. En Perdidos no sólo era una historia, no eran sólo unos personajes, sino que era un acto de comunión a nivel global que permitía vivir la serie como nunca antes se había vivido. Y en parte, con la finalización de la serie, también se ha perdido eso. No ahora, ni mañana, pero la luz cálida y brillante que ahora nos inunda irá perdiendo su fulgor hasta dejar a La Isla sumergida en las profundidades de nuestra memoria.

Ha sido un día demasiado largo, demasiado complejo y demasiado cargado de emociones. Pero hay que dar las gracias. En primer lugar a todos los que nos han dado esta fantástica historia que nos ha llenado tanto y a los actores que han encarnado a unos personajes que nos acompañarán siempre. También me gustaría dejar un hueco a Cuatro por permitir que un acontecimiento tan grande haya podido ser más especial aún y haberlo convertido en uno de esos días que uno recordará mientras viva. Y sobretodo a los amigos y compañeros que han estado ahí, semana tras semana, mes tras mes y año tras año debatiendo, colaborando y, sobretodo, compartiendo. Porque Perdidos no habría sido tan grande sin ellos.

Toca reposar ideas, revisionar episodios y aceptar conceptos. Todavía hay mucho que leer y dialogar.

No es el Fin. Es un nuevo comienzo.