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El utilómetro

TEXTO SIN SPOILERS.

No sé realmente cómo me siento.

Llevo entre 3 y cuatro horas leyendo del tirón el final de una majestuosa saga literaria. He alargado con parsimonia la primera mitad del libro a lo largo de una semana con el fin de disfrutar y saborear algo que nunca volverá a pasar. De ahí que el título de esta entrada sea una metáfora y no un spoiler en sí misma (o sí, quién sabe.).

Y no sé cómo me siento porque se entremezclan las ansias de saber más sobre el futuro de los personajes que logran sobrevivir en este reinado del terror; me siento feliz por haber disfrutado un año más un libro tan bueno; y me siento triste por la desaparición definitiva de un mundo que debería continuar.

El mundo mágico creado por Rowling abarca tantos temas, tantos personajes y tantas historias que es una pena que no nos lleve de nuevo a ese universo que tan bien ha sabido recrear. Estos libros tenían algo especial, convertía a los amigos y compañeros de Hogwarts en tus acompañantes, te hacía imbuirte en las sensaciones de los personajes y hacerte sentir lo que los rodeaba. Nada daba más pavor que pensar en que Neville, Luna, Fred, George, Lupin, Tonks, Ron, Hermione (ambos por encima de todos) o cualquier otro pudiera perecer en las batallas contra el Señor Oscuro. Y nada daba más fuerza que sentirlos a todos unidos en pos de una causa justa, ayudando a Harry en ese destino cruel que le haría enfrentarse a la muerte.

Fueron muchos los magos que encontraron en Hogwarts un verdadero hogar. Fuimos nosotros, los muggles, quienes nos refugiamos en ese hogar durante años con la ilusión de descubrir secretos y vivir la magia con esperanza. Ahora sólo queda el recuerdo. Vivir pensando en cómo ha sucedido todo, releerlo, volver atrás en el tiempo inbuídos en nuestro propio Pensadero y ver la historia de nuevo, desde otra perspectiva, pero igual de emocionante, alegre y trágica.

Han sido las Reliquias de la Muerte la que mayores sensaciones me han transmitido. A pesar de empezar como un libro muy diferente al resto, quizás repetitivo en su estructura, ha conseguido ponerme los pelos de punta en determinados pasajes y me ha mantenido los ojos húmedos en momentos clave, a mí, incapaz de verter una lágrima ante nada.

Quizás ahora el Expreso de Hogwarts esté partiendo desde la estación trayendo de vuelta a esos jóvenes aprendices de mago para las vacaciones de Pascua. Esperemos que algún día nos deje volver a nosotros. No pido aventuras, ni enemigos, ni grandes hazañas. Sólo pido que me dejen mirar por una rendijita, ver cómo viven, con qué sueñan, cómo aprenden o cómo se disputan una nueva copa de Quidditch.

No nos alejes mucho tiempo de quienes han sido nuestros amigos durante tanto tiempo.