Publicado: 02:12 30/07/2010 · Etiquetas: · Categorías: Cine
La verdad es que tengo el blog extremadamente olvidado. Siempre pienso en muchas cosas para escribir y nunca termino llevando ninguna a cabo. Lo mejor es hacer públicos tus planes, de esta forma siempre hay algún interesado en recordarte lo prometido (creo recordar que desde abril debo unas impresiones del final de A dos metros bajo tierra en el post de Perdidos). Así que allá va (algún spoiler hay)... Era noche de Toy Story 3. El tiempo no pasa en balde y aunque parece que fue ayer, hace ya 15 años que fui al cine a ver "esa película hecha entera por ordenador". No me recordaba tan niño, pero sólo tenía 10 años entonces y a nadie le extrañará saber que el cine donde la vi es ahora un local vacío que milagrosamente aún no ha sido comprado por los chinos ni Mercadona. Y moló. Juguetes viajeros, grandes tiendas de pizzas, el típico escarmiento al malo y un final feliz explosivo. Luego llegó el álbum de cromos, eso era símbolo inequívoco de que la semilla había germinado. Lo recuerdo como si hubiera pasado esta tarde. Respecto a la calidad meramente cinamatográfica... tengo sentimientos encontrados. La primera parte -descontando el genial inicio rememorando tiempos mejores- me encantó. Luego hay un tramo que se me hizo un tanto lento y pesado que peca demasiado de repetir argumento -es, a fin de cuentas, una historia de juguetes y no tienen mucho que contar- y mucha palabrería ya escuchada en Toy Story 2. Pero a partir del momento en que se descubre la tostada en la guardería, para mí, la película alza el vuelo y coge buen ritmo: entretenida, fluida y con buenas escenas hasta el final. Es, quizás, la baza de la nostalgia la que hace grande a Toy Story 3. Estos días millones de niños irán al cine a ver una nueva aventura de esos personajes tan famosos que llenan las jugueterías y que están en el DVD que tenemos en casa. Pero nosotros somos la generación que vio nacer Toy Story. Fuimos nosotros los que vimos cómo Woody y el supermolón Buzz llegaban y se metían en nuestras vidas, de golpe o poco a poco. Cada uno a su ritmo. Porque la trama principal (que se repite en cada saga) es un mero recurso que esconde el verdadero fin de esta entrega: la despedida. Odiamos a Andy, nunca trataríamos de chatarra a Rex, al Señor patata o a los marcianitos que siempre estarán eternamente agradecidos. Cómo osa ese pajillero de tres al cuarto deshonrrar de esa forma a los héroes por excelencia de la animación... Andy no deja de ser un reflejo de nosotros mismos. La película hace entonar al mea culpa a todos los que en algún momento dimos la espalda a los que fueron nuestros inseparables compañeros de fatigas durante muchos años. Y Toy Story 3 nos da la opción de redimirnos. De comprobar que cometimos errores, que realmente hay un amigo en ellos. La grandeza de Toy Story 3 no está en las aventuras de los muñecos en la guardería o en el casi fatal desenlace del vertedero, sino en permitirnos reencontrarnos con unos viejos amigos que siempre han estado ahí. En hacernos creer que Woody y compañía son personajes reales; unos viejísimos amigos que se nos van. La grandeza de Toy Story 3 está en que me hizo llegar a casa, abrir el armario y pedirles perdón. |
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