Adiós, Rocky

Hacía tiempo que no subía a este desván. Últimamente me refugio en zonas de la casa más cómodas. Y siento muchísimo tener que volver. Me duele porque de no haberme tenido que despedirme de ti no estaría aquí escribiendo esto. De no haberte ido, tan derrepente, sin despedirte ni recibirme por última vez con los brazos abiertos como hacías cada semana, no habría tenido que desenpolvar estas teclas para decirte adiós, aunque no sea por última vez.

Recuerdo cuándo llegaste, también derrepente sin avisar. Miré bajo la mesa y allí estaba una pequeña bolita en una caja blanca. De eso hace ya algo más de 11 años. En 4 días cumplo 22, esta vez no estarás conmigo, después de que haya pasado media vida contigo.

Ya no volverás cada mañana a mi cama a darme los buenos días antes de irte a la calle, ni vendrás a refugiarte en mi armario cuando los petardos te asusten en fiestas, ni siquiera te tendré para perseguirme por la casa colgado de mis zapatillas.

Me duele en el alma no haberme despedido de ti, haber estado lejos cuando tuviste que irte, pero sé que no habría podido soportar que me recibieras con toda la alegría del mundo, como cada vez que me veías entrar por la puerta, para luego verte marchar para siempre.

Has dejado recuerdos imborrables que nunca olvidaré y es ahora cuando las cicatrices que me dejaste nos unirán para siempre.