Publicado: 14:28 18/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: cositas de mi vida
No estoy hecho para la moda, eso está tan claro como el agua. No entiendo de temporadas, de cambios de estilos porque lo dicen las nuevas tendencias, ni entiendo de lo que se lleva y lo que no se lleva más allá que cuando veo que un numero de gente superior a la media lo lleva, por ejemplo, si me cruzase una manada de fieros Urukhai de camino a casa llegaría a la conclusión de que los harapos de cuero, las manos blancas estampadas en la cara y los trozos de hierro afilados a modo de espada están de moda.
Supongo que este año están de moda las túnicas lilas y el pelo verde La verdad es que siendo crío no se llevaban las exigencias que hoy en día imperan entre los menores y todos más o menos íbamos igual al cole. El primer paso, obviamente el babero en la guardería, bellamente adornado con motivos tan oníricos y degradantes como ositos con globos – ¿para qué cojones querría un oso llevar globos? Seguramente para atraer niños a su cueva y zampárselos vilmente- o pajaritos con la onomatopeya “piopio” bordada al lado –lo más probable para que aprendiésemos que cualquier cosa parecida a un pájaro que no hiciese “piopio” se trataría del oso de los globos disfrazado intentándonos llevar a su cueva y zamparnos-. Es curiosa también la moda de la bolsita de tela con un cordón para cerrarla y que servía para llevar la merendola, y digo curioso porque si por aquel entonces nuestras madres nos veían jugando con una bolsa del Carrefur lo más seguro es que nos soltasen un sopapo y nos la quitasen con la excusa “es que te vas a asfixiar”, pero en cambio cada día nos dejaban llevar a la guardería una bolsa de tela con la que, coño, también te podías asfixiar. Supongo que lo hacían en plan diente relleno de cicuta, para que si el oso de los globos te llevaba a su cueva pudieses suicidarte con ella antes. No os fiéis un pelo, en realidad es un hijo de la gran puta Después, cuando uno llegaba a liberarse del babero, que por Diós, recuerdo que era humillante incluso con cuatro años, pasaba a primaria bajo el engaño de ir cada uno con ropa de casa, ahora, con la sabiduría que da la edad (¿?) me doy cuenta que realmente continuábamos yendo uniformados: todos con sus camisitas de cuadros con colores marronuzcos y setenteros bajo nuestros jerséis gruesos de lana con mangas anchotas, goma en el puño y sobretodo intentos de dibujo que la tricotosa de la abuela Paz había intentado hacer simulando, como no, pájaros haciendo “piopio” y malvados osos con globos esperando un descuido tuyo para llevarte a su cueva y zamparte. Como no, los vaqueros con rodilleras de Sport Billy y naranjito (y os juro que 5 años después del mundial aun existían rodilleras de naranjito) y bambas o zapatos con velcro completaban la moda del niño de primaria en los ochenta. Obviamente cualquier look de peluquería que no fuese el equivalente al de Jim Carrey en Dos tontos muy tontos simplemente no existía (es más ir a clase peinado era el equivalente de A) risas de tus compañeros en el mejor de los casos B) risas de tus compañeros y vergüenza ante los comentarios de la profesora C) risas de tus compañeros, vergüenza ante los comentarios de la profesora y una pedrada de algún alumno mayor que tu en la cabeza. Más tarde, una vez que llegabas al instituto pues la cosa con tanta libertad se despendolaba bastante y la gente iba liberándose, adquiriendo su estilo y personalizándose cual Ford focus de tunero, pasando algunos de niño con ositos en el jersey a jebiata empedernido con cadáveres en sus camisetas (cadáveres seguramente de todos los niños que el puto osito de los globos se había comido) en menos que canta un pájaro “piopio”. Hoy en día todo esto ha cambiado, seguramente porque los padres son ahora los niños que estuvieron castigados por estas modas y quieren pagar sus frustraciones con sus niños, uno puede hoy en día acudir a un parvulario y ver todos los niños con peinados estrambóticos que les ha hecho la cruel de su madre: pelo a lo Trunks, pelo de punta, mallet Camelero, cresta Beckam y las más crueles, el mechón teñido de rubio en la frente entre otros. De la ropa lo mismo podemos decir, ya no mola el babero –bueno, nunca ha molado, pero ahora se reconoce públicamente-, si no la ropa comprada en el Zara niños, en los corticoles, y que es, tamaño a parte, igual que la de los mayores, incluso, en el precio. Y claro, te crecen así de pequeños, con la libertad en la elección de la ropa, la obsesión por la moda y sin el miedo de que un mamífero que se pasa el invierno hibernando los devore que cuando son más grandes demandan ropa a la moda de manera compulsiva. Pantalones anchotes para ellos con sudaderas Ripcurl y collares de surfero para ellos, pantalones ajustados Pull & Bear y tanguillas para ellas…En fin, que estas generaciones que suben están más preparadas para reconocer moda, estilos y saber lo que se lleva y lo que no más que la mía. Y es que, cuando tengo que comprar ropa –cosa que hago cuando en el armario solo me queda un taparrabos y poco más- no me suelo guiar por lo que se lleva o lo que mola, si no por lo que por algún motivo me llama la atención y se que me va a gustar esté de moda o no. Esto que podría ser bien una virtud la verdad es que me crea bastantes problemas puesto que no en todas las temporadas encuentro cosas que me gusten o que me vea bien con ellas y a veces he tenido que pasar inviernos o veranos con un par de camisetas o pantalones que se me han quedado grandes o pequeños. También he de decir que las modas hacen impacto muy lentamente en mí y que cuando consiguen que me llegue a interesar algo que se ha llevado, lo más seguro es que ya haya pasado de moda. Recuerdo la época en que los 70 volvieron a golpear de nuevo y se llenaron todas las tiendas de pantalones acampanados, yo sufrí como un gorrino en San Martín para poder encontrar en tiendas algo que no fuese así y renegué de ellos y de la puta madre que parió a la moda hasta el infinito. Un año o dos después, cuando el lavado de cerebro hizo efecto en mi y empecé a llevarlos –ligeramente acampanados- habían pasado de moda y ya no los podía encontrar en ningún sitio. Y lo mismo me ha pasado con mil cosas que he querido con efectos retardados: camisetas con doble manga, camisas “militares” negras, o incluso cadenas para la cartera –no de las que se llevan ahora de medio metro si no de las que los camioneros llevan (sí, ¿que pasa?) y mil cositas más que ya no se encuentran. Digo yo ¿No sería mejor que siempre pudiésemos encontrar en las tiendas de todo? Los responsables de la moda debieran tenernos en consideración a la generación de los no-moda y darnos un par de años para acostumbrarnos a llevar lo que otros hacen en un par de meses. cuando me decidí a ir a la tienda a por uno de estos modelitos tan frescos la dependienta me dijo que habían pasado de moda Y bueno, no quiero dejar de hablar del desajuste en las épocas en que se pone la ropa a la venta. Veamos, ¿ropa de invierno vendiéndose en Julio y Agosto? ¿ropa de verano vendiéndose en Febrero? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?¿Mc Fly? Es algo que no voy a poder entender jamás, tengo calor, me muero de calor y veo que la ropa que tenía de verano se me ha quedado muy grande, voy a comprarme algo ¡y solo encuentro la ropa que se llevará en invierno! ¡¡Pero si aun quedan meses hasta que haga frío!!¡¿Cómo se que lo que me compre hoy me va a ir bien de aquí a unos meses? ¿Y si me harto de follar en verano y pierdo peso y luego me va grande?¿Y si gano peso y después no me cabe?¿Y si me crece un brazo extra?¿Y si me diagnostican quince días de vida y descubro que la pasta que me podría haber gastado en furcias y juergas me la he gastado en polares? En serio, no entiendo esta prisa por vender ropa que no hace falta, si pudiese encontrar ropa de verano en las tiendas –y no solo tallas XXL que les han sobrado de las rebajas- yo la compraría, tengo calor, sufro mucho ¿no les doy pena? Hubo un año en que me quedé sin chaqueta en pleno invierno y hasta que encontré una las pasé realmente putas arrancando la escarcha que se me creaba por el cuerpo. Realmente me gustaría que alguno de estos señores que imponen las modas, deciden cuando empiezan las temporadas y qué es lo que se va a llevar y que es lo que no se pasase por mi casa y me explicase qué coño de beneficio saca el privándome de comprar unos pantaloncillos cortos en Julio o un jersey gordote en invierno y si la respuesta no me satisficiese le iba a mostrar unos cuantos jerséis con ositos con globos que tengo yo por ahí guardados… Publicado: 04:26 15/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: Recuerdos y juguetes
Esta semana ya está bien de hablar de temas deprimentes, por lo que hablemos de algo más trivial y alegre, hablemos de regalitos.
No sé en qué momento de mi vida fue en que empezó este extraño síndrome, pero me hace sentir incómodo recibir regalos, a ver, tonto no soy y me hace ilusión que alguien se acuerde de mi y me compre algún detalle, pero el hecho de recibir un regalo me hace pasar un momento embarazoso. De hecho, de pequeño esto no me sucedía, pero en un momento X de mi desarrollo pasé de estar ansioso cuando iba a recibir algún regalo a que me diese bastante igual y en caso de hacerlo sentirme como si en realidad no lo mereciese (válgame payo la tontería, porque los regalos no suelen ser merecidos o no, si no que simplemente se hacen). Quizás tenga que ver con experiencias traumáticas de la infancia. La verdad es que no tengo derecho a quejarme porque de pequeño he recibido siempre regalos geniales, muy currado por –sobretodo- parte de mis padres y mi hermano, pero como todos los aspectos de la vida siempre hay algún aspecto traumático y son los regalitos que salen rana y es que una nube siniestra de maldad ha acechado muchos regalos de mi vida. Una de mis experiencias traumáticas tuvo lugar siendo muy crío cuando la moda de los Masters del Universo pegaba con fuerza (claro, estaban cuadraos) y por aquel entonces, de tanto en tanto cuando mis padres iban a hacer alguna compra grande a un centro comercial del palo Hypercor me compraban algún muñequito para que me callase la boca y les dejase comprar latas de mejillones en paz. Yo, entre todos los que habían disponibles fui a escoger uno que venía en una caja de cartón y no en blíster puesto que se trataba de un Master del universo con muchas piezas sueltas y que uno se montaba a gusto: poniéndole dos cabezas, cuatro patas, un brazo de un tipo y otro de otro tipo…un Master del Universo a la carta, vamos. La sorpresa para el pobre niñito que yo era vino al abrir la caja una vez fuera del centro comercial y ver que algún pequeño bastardo hijo de la gran puta había robado la mitad de las piezas, por lo que con lo que venía en la caja no se podía montar una puta mierda. Mi yo actual hubiese vuelto al comercio, hubiese reclamado y hubiese montado un cirio, pero mis padres que siempre han sido más conformistas pasaron del tema. Y así me quedé yo con mi Master del Universo tetraplégico (un muñeco con dos brazos izquierdos provoca respeto cero entre un puñado de tíos musculosos). Sí, claro, así muy chulo, pero a ver qué montas tu con tres piernas, una cabeza y dos brazos izquierdos. Otro de los regalos de niñez que recuerdo que me salieron rana llegó en una mañana de reyes, en pleno auge de los G.I.JOE. Aquellas navidades los reyes tuvieron a buen gusto de traerme el maravilloso Rolling thunder, que era un pedazo de camión lanzamisiles más grande que mi coche y donde te cabían la ostia de muñecos. La gracia del camión, además de lo chulo que por si era, se basaba en dos misiles más grandes que un par de consoladores modelo Kunta Kinte XXL que se levantaban. Por suerte esta vez no faltaba la mitad del camión, si no que el soporte de los misiles venía partido y por tanto ni se levantaban ni se podían poner la mitad de los misiles ni leches en vinagre. Como tampoco se podía ir a cambiar –lo habían traído los reyes y a saber donde cojones tenían la oficina de atención al cliente- mi padre se curro un cursillo acelerado de bricomanía y con un par de piezas de ferretería me hizo un apaño, que aunque no quedaba igual que en la foto, el camión quedaba totalmente funcional y podía ser el terror del comandante Cobra (quien sospecho que fue el culpable del sabotaje puesto que se olía los pepinazos que le iban a caer). Sí, es de plástico, pero para trayectos largos y guerras termonucleares no hay un utilitario mejor Otro regalo que recuerdo que no salió muy bien fue el dvd de la maravillosa y brutal peli “El club de la lucha” que mi ex me regaló no recuerdo bien ya por qué motivo. El susodicho dvd venía en chorrocientos mil millones de idiomas menos el castellano. Esta vez por suerte si que pudimos acudir a la tienda a que nos lo cambiasen, y tras multitud de indirectas de que éramos tontos y no sabíamos seleccionar el idioma de la película (¿tanto costaba comprobarlo en un dvd de la tienda maldita dependienta de mierda?) nos lo cambiaron por otro que, efectivamente, tampoco tenía el idioma castellano. Al final nos devolvieron la pasta y me lo compró en otro sitio si no recuerdo mal. Sea como fuere, por lo costoso que fue tener la peli en castellano la tengo guardada como un tesorito –además era la versión pija con caja de cartón, libreto hablando de la producción, etc.-. Cuando me dio por el estúpido hobby de acumular muñecos de warhammer –algo tienen los orcos y los goblins que me molan- mi ex-señora también tuvo el detalle de comprarme un carromato, por desgracia este regalo tenía dos puntitos negativos, el primero que de las dos secciones de piezas que traía la caja, una estaba repetida y faltaba otra, por lo que poca cosa se podía montar de ahí. El otro punto negativo es que ere carromato ya me lo había regalado con anterioridad, pero ni siquiera se acordaba de eso. Y con este regalo llego a otro aspecto del que quería hablar: la gente siempre cree que me gustan cosas que no me gustan. En algunas ocasiones pienso que quizás se deba a que cuando me regalan algo que no me mola hago tan bien el falso que se creen que me ha encantado, o quizás hayan entendido algún comentario que haya hecho en el pasado como una verdad absoluta, o quizás la gente tiene una imagen de mi que no es la real, o vete a saber, quizás saben que lo que me regalan no me gusta y como tienen la seguridad de que no me quejaré lo hacen a puteo. Recuerdo un año que todo el mundo tuvo el puntazo de regalarme figuritas del palo McFarlane. A ver, que no se me malinterprete, están muy curradas, la calidad es genial y si te gustan las figuras pues oye, puta madre. El problema es que a mi no me gustan, me son totalmente indiferentes y salvo alguna que encuentre excepcional o sea de algún personaje que me encante, pues no me gastaría un chavo en ellas. Pues bien, un año, a todo el mundo le dio por regalarme figuritas de Spawn –NUNCA he leído el cómic ni he visto la horrorosa peli- y de Matrix –de la que solo tolero la primera entrega-. Padres, hermanos, novia, cuñada y suegros me regalaron puñeteras figuritas de estos personajes –que oye, les agradezco el detalle en el alma, pero no me molan nada-. Lo malo es que ahora cualquiera que venga a mi casa y la vea llena de figuritas de Matrix, de Spawn con metralletas o un depredador desafiante, pensará que soy un adicto a ellas y si tienen que regalarme algo seguro que me tocará hacerle sitio a alguna figura nueva. En fin, que tengo por casa libros que jamás de la vida pienso abrir (entre ellos un compendio de dragones del juego de rol de Dungeons and Dragons, cuando cabe destacar que no juego a rol y los dragones me la repanchinflan bastante si ponen huevos de 2 kilos o si la gestación de una dragona diamante azul es de quince meses) , juegos de consola a los que no pienso jugar nunca –estas navidades me regalaron Reed Steel mis propios padres cuando estos juegos en 1ª persona me provocan mareos y vómitos, por lo que la teoría de la conspiración gana puntos-, cds de música que me he escuchado hasta la saciedad por compromiso más que por otra cosa y pelis de dvd que no haría ver a nadie ni bajo los efectos del método Ludovico. ehhhh, no, aun no me lo he leido...es queee...estoy esperando el momento apropiado Y lo peor de todo esto, es que lo que en un principio solo estaba reservado al campo de los regalos poco a poco se va trasladando a otros aspectos de mi vida, primero fue en mi anterior trabajo: “ah, pensaba que te gustaba hacer esto y por eso te puse en esa sección”, “pues no, no me gusta recoger mierda del suelo”, “vaya, pues ya no puedo cambiarte”, y ahora poco a poco también invade mi vida alimenticia “ah pensaba que te gustaba X con salsa Y”, “pues no, me provoca nauseas y ardor de estómago” y a la semana siguiente “¿ah, no me dijiste que X con salsa Y te gustaba la semana pasada?” Y la verdad es que empiezo a pensar que es una confabulación para que me largue de casa, pero que tengan la seguridad, de que si un día me voy…la figuritas allí se quedan ¬¬. |
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