Publicado: 23:40 24/08/2006 · Etiquetas: · Categorías:
Debía rondar el año 1993 cuando pasó el caso de los asesinos del rol, todos los medios pasaron a hablar –fusilar- sobre estos juegos, sus orígenes, sus malvadas intenciones y como afectaban a la mente de los pobres adolescentes que jugaban a ellos, obligándolos a salir a la calle y matar a pobres transeúntes. Recuerdo que por aquel entonces, con trece años ya había oído hablar de ellos e incluso tenía revistas de ocio que le dedicaban su apartado. La verdad es que siempre me ha gustado el llevar la contraria, no se, debe ser algo genético, y me decidí visto lo visto en la tele a comprarme un juego de rol. Cuando fui a la tienda de juguetes –juguetes, sí, no armería ni tienda de artes ocultas-, el dependiente me enseñó los juegos de que disponía y me comentó que lo que acababa de llegar y estaba pegando fuerte era un juego de rol que se jugaba con cartas llamado Magic. La baraja que me enseñó recuerdo que costaba 800 pelas –poco más de siete euretes-, pero el hecho de que estuviese en inglés me echo para atrás, por lo que de entre todos los juegos que tenia elegí el Runequest de la desaparecida Joc internacional (la versión que venía en caja, con sus mapas, sus dados, etc.-. La verdad es que mis experiencias con este juego fueron de lo más frustrantes, primero, porque nunca había jugado una partida a rol y no sabía por donde coger sus reglas, tablas, los críticos y las pifias y demás parafernalia, además de no saber qué era bien bien lo que hacía el director de juego. Cuando me decidí a dejárselo a alguien con más experiencia con los juegos de rol para que dirigiese el la partida tampoco dio buenos resultados –ya que como master era deprimente, además las sesiones de juego que hicimos fueron en el mejor de los casos de dos personas y el DM, o incluso del DM conmigo a solas…-. Así que me cansé de Runequest, los juegos de rol, y me dediqué a otras cosas.
La verdad es que la portada con el monstruo del pollón verde nos hacía presagiar lo peor del libro Un par de años más tarde volví a encontrarme con el Magic, esta vez viéndolo en acción al estar un par de compañeros de instituto jugando una partida. La verdad es que el concepto y la dinámica de juego me fascinaron además de mi curiosa obsesión por coleccionar cosas que me empujó a querer tener muchas cartas de aquellas, por lo que les pedí que me enseñasen. Cuando fui a por mi primera baraja a la librería donde las vendían –sí, he dicho librería, no tienda de alquimia ni biblioteca de necronomicones- y me gasté las 1200 cucas que ya costaban (en dos años 400 pelas de diferencia, cágate) estaba más contento que unas pascuas. Por aquel entonces acababa de salir la cuarta edición, aun en algunas tiendas se encontraba algo de tercera y algún mes más tarde creo recordar apareció la ampliación de Ice Age (y no me refiero a la película, pardiez). La verdad es que mi experiencia con el Magic fue a rasgos generales bastante frustrante también. Para empezar, existía la moda de “timar al novato” con la cual dos aficionados te cogían la baraja, te hacian una llena de cartas comunes y como cambio se quedaban las cartas infrecuentes y raras que te salían en ella. Aun recuerdo como me cambiaron un Ave del paraíso por un sierpe dragón (“es un 6/7, con esto ganas seguro” me decían los cabritos) y me birlaron de la manera más impune un “Espadas en guadañas” –Swords to handemore que se llamaba por entonces-. Después, para seguir, mi aprendizaje fue a palos, porque estos dos individuos que me “enseñaron” –os quiero tios, aunque parezca que mi rencor por aquello no ha desaparecido-, no lo hicieron de la manera usual y normal de “esto se llama tierra, dá maná y con el, bajo bichos”, si no jugando de verdad y sin ningún tipo de piedad: “bajo tierra, giro, demonic tutor, busco mi Wheel of fortune, cambiamos mano, te mato con los tres lightings que me ha salido, estás muerto”, la verdad es que con este sistema me costó bastante pillar el juego, gracias a Diós que estos cantamañanas no me birlaron también el libro de instrucciones y gracias a el pude aprender. Esta puta carta es y será Diós, es la unica -a parte de una caja de galletas llena de comunes - que conservo No es que lo pasase mal jugando, la verdad es que era un maldito adicto al jueguecillo de marras, pero no podía seguir el ritmo de los demás, mientras que yo me dejaba la pasta en sobres –y para mi desgracia las raras e infrecuentes que me salían era bazofia- mis coleguillas hacían visitas al mercado de Sant Antoni en Barcelona, compraban las que les interesaban, bajaban listas con las barajas que más partían de Internet, etc. Además que cuando compraban sobres a los muy cabritos les salían las cartas buenas…maldita mala estrella que he tenido siempre para el tema del azar –menos para chorradas como que me toque una goma de los pitufos con los chicles o el reintegro en el cupón de la once que compro cada dos siglos-. Lo que me mató de verdad, a parte de lo que me costaba conseguir hacerme una baraja decente para plantar cara a las barajas de Serra angels, Savanah lions, moxes, black lotus y demás roña fue la política que Wizards comenzó por aquella época de una ampliación cada 3 meses, con lo que el friki medio tenía varias opciones: la primera dejarse una pasta increíble para tener las mejores cartas comprándolas sueltas, la segunda dejarse una pasta increíble para comprarte cajas y cajas de booster packs y tenerlas todas, y es aquí donde el gran defecto del Magic aparece: NO ES EL MEJOR EL QUE MÁS SABE JUGAR, SI NO EL QUE MÁS PASTA SE DEJA. Para mí, que en aquella época aun estaba en el instituto, que me quedaba muchos días sin comer para ahorrarme las perras y comprar algún sobre, que mi paga no era extraordinaria, y que tenía mas cosas que hacer que gastarme todo el dinero en cartas (como salir con los colegas carajo) fue lo que acabó con mi vicio abandonando ya para siempre con “El vientoligero” mi obsesión por comprar cartas de Magic. La verdad es que el concepto del juego era una pasada, bastante novedoso, sin apoyarse en demasía en el tema del azar como otros juegos de cartas que necesitan dados, y muy versátil en lo referente a poder jugar partidas en cualquier momento y lugar, pero a Wizards of the coast creo que les pudo la avaricia, sacando expansiones y expansiones sin ningún tipo de sentido, con reglas que entorpecían el juego como los cambio de fase y otros inventos, el crear cartas prácticamente idénticas a las que ya existían, el retirar las más poderosas pero pudiéndolas seguir utilizando (perdónenme ustedes, pero si en mis sobres no salen tierras dobles como se permite su uso en las partidas? Sisi, se crean los diferentes TIPOS en los torneos, pero..carajo, es un timo igual). Lo peor es que hoy en día, diez años después siguen sacando al año tres o cuatro expansiones, repitiendo cartas con otro nombre y con más reglas entupidas y dificultando a los nuevos jugadores ponerse al nivel de los que ya llevan una década en el juego, además de costarte un simple booster pack lo que en mi época era una baraja entera. A veces voy a tiendas y veo a niños dejarse la pasta vilmente en sus sobres para ser machacados por un oponente, no más inteligente, si no con más poder adquisitivo-, al tiempo veo como estos niños dejan el habito y solo quedan dos clases de jugadores: los pudientes y los que dedican todo su esfuerzo y economía a este juego sin ningún otro interés o afición en la vida. En definitiva, que creo que el magic pasó de ser el gran juego de estrategia, al juego donde el más forrado y friki gana. Si esto no era bestia, que baje Diós y lo vea Publicado: 23:03 09/08/2006 · Etiquetas: · Categorías:
El amor, se han intentado dar tantas definiciones y explicaciones a lo que llamamos amor: que si unas mariposas, que si es simple egoísmo, que si es miedo a sentirse solo, que solo son reacciones químicas en nuestro cerebro, que si es un instinto natural…muchas y muy diversas y cada cual escoge aquella que más le conviene en el momento. ¿Y como sabemos cuando estamos enamorados?¿Cómo sabemos cuando queremos de verdad?¿Cuales son los indicadores para hacernos ver que lo que sentimos es amor y no un capricho o simple atracción sexual –y que viva la atracción sexual, carajo-? Las mariposas pueden ser un buen indicador, se acerca la persona que nos atrae, empieza el cosquilleo, nos ponemos nerviosos, sudamos, decimos tonterías –esto en mi caso no se cuenta-, nos tiemblan las piernas, etc. Pero estos indicios son solo al principio, con el tiempo nos habituamos a la otra persona y desaparecen, así pues ¿Cómo podemos saber que seguimos enamorados?
Para mí es bien simple, el amor es como comer un plato de patatas fritas, y mientras lo haces allí la ves, la mejor patata frita del mundo, ni muy frita ni muy cruda, nada aceitosa, con los granos de sal justos para que tu paladar se derrita de placer, cortada con la forma perfecta, que ni nos llena la boca con ella, ni nos la deja vacía, y con la cantidad de ketchup justa para que este no mate el sabor de la patata ni esta quede con un vulgar sabor a patata. El amor es ver esta patata y desearla con todas nuestras fuerzas, querer disfrutarla al máximo porque si no, cuando llegue el fin de nuestros días nos arrepentiremos de no haberlo hecho. El amor, es coger esta patata y darla a la otra persona. El día que no seamos capaces de sacrificarnos y quedarnos sin la patata frita perfecta es que algo simplemente no va bien. Por desgracia y como un día me dijo alguien, lo que para nosotros es una patata perfecta para otro puede ser una mierda pinchada en un palo. |
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