Publicado: 00:39 27/11/2006 · Etiquetas: · Categorías: Vandal Online
"Si no quieren que Japón lo compre, no lo vendan"

"Los negocios son la guerra"

Lema japonés

"Si no quieren que Japón lo compre, no lo vendan. "

Akio Morita

El mundo japonés de los negocios es muy duro y muy oscuro. En éste artículo os enteraréis de cómo son las compañías japonesas en general, y los vapuleos que suelen dar a las compañías americanas en particular.

Los japoneses estructuran sus negocios en grandes organizaciones que ellos llaman keiretsu. Hay seis grandes organizaciones de éstas en Japón y son enormes. Por ejemplo, la keiretsu de la Mitsubishi engloba a setecientas compañías que trabajan juntas, tienen financiación interrelacionada o convenios de diversa índole. En USA no existen estas grandes estructuras porque violarían sus leyes antimonopolio. En Japón, por el contrario, son la norma. Para que los norteamericanos se situaran en el contexto japonés habría que imaginar una asociación entre IBM, Citibank, Ford y Exxon, mediante convenios secretos de cooperar o compartir financiación o investigación. Esto significa que una empresa japonesa nunca esta sola sino que siempre actúa en asociación con cientos de empresas. Y en competencia con las compañías de otras keiretsu.

En Japón el escándalo es el arma más corriente para hacerse un nuevo reparto de privilegios. Para librarse de un adversario poderoso. Allí es un procedimiento de rutina. Descubres un punto vulnerable y lo filtras a la Prensa o a los investigadores del Gobierno. Inevitablemente estalla el escándalo y la persona o la organización queda hundida para siempre. Es el medio que utilizaron los japoneses hace 4 años para chinchar a la General Electric. Es un clásico de la habilidad maniobrera de los japoneses. Hace años la General Electric fabricaba los mejores aparatos de exploración médica del mundo. La GE fundó una filial, la Yokogawa Medical, para comercializar sus aparatos en Japón. Y la GE trabajaba al modo japonés: reduciendo costes por debajo de la competencia para introducirse en el mercado, proporcionando un servicio técnico excelente, obsequiando a los clientes, regalando a los posibles compradores pasajes de avión y cheques de viaje. Nosotros lo llamaríamos soborno, pero en Japón es el procedimiento comercial corriente. Yokogawa no tardó en convertirse en líder del mercado, situándose por delante de empresas como Toshiba.

A las empresas japonesas no les gustaba aquello y se quejaban de competencia desleal. Y un día agentes del gobierno irrumpieron en las oficinas de la Yokogawa y encontraron pruebas de los sobornos. Arrestaron a varios empleados de la Yokogawa y desprestigiaron a la compañía con el escándalo. Ello afectó a las ventas de la GE en Japón. No importaba que las demás empresas japonesas también ofrecieran sobornos. Casualmente, la empresa descubierta fue la que no era japonesa. Es asombroso cómo ocurren estas cosas.

Los japoneses pueden ser muy duros. Ellos dicen que "los negocios son la guerra" y lo dicen convencidos. A pesar de las quejas americanas Japón siempre ha afirmado que su mercado está abierto. Pues bien, hubo un tiempo en que el japonés que compraba un coche norteamericano recibía la visita de los inspectores de Hacienda. De modo que muy pronto nadie compró coches norteamericanos. Y los funcionarios se encogen de hombros, ¿ Qué pueden hacer ? Su mercado está abierto: ellos no pueden obligar a la gente a comprar coches americanos. Cada coche que se importa tiene que ser probado en el muelle, para comprobar que se ajusta a las dispociciones sobre emisión de gases. Los medicamentos extranjeros sólo pueden ser probados en laboratorios japoneses y en ciudadanos japoneses. Antes los esquís extranjeros estaban prohibidos porque decían que la nieve japonesa era más húmeda que la europea y la americana. Ésta es la forma en que ellos tratan a otros países.

Aquí tenéis una entrevista que le hizo una revista extranjera a Philip Sanders, famoso programador norteamericano de entre finales de los ochenta y principios de los noventa.

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Philip Sanders: ¿Sabe? Cuando yo era joven, escribí la mayoría de los primeros algoritmos de realce de imagen. Ya sabe, despeckling, inversión y trazado de bordes. Esas cosas. Los algoritmos Sanders eran los que usaba todo el mundo. Por aquel entonces, yo era estudiante graduado en la Escuela Politécnica de California.

Pregunta: ¿Qué fue de sus algoritmos?

PS: No tenían utilidad comercial. A finales de la década pasada, empresas norteamericanas como RCA y la General Electric abandonaron por completo la electrónica comercial. Mis programas de realce de imagen no tuvieron mucha aplicación en Norteamérica. Por eso traté de venderlos a Sony, en Japón.

P: ¿ Y. . . ?

PS: Los japoneses ya habían patentado esos productos en Japón.

P: ¿Quiere decir que ellos ya tenían los algoritmos?

PS: No; tenían las patentes. En Japón, la propiedad industrial es como una guerra. Los japoneses patentan como locos. Y tienen un sistema muy extraño. Se tardan ocho años en conseguir una patente en Japón, pero la solicitud se hace pública a los dieciocho meses, y desde ese momento ya puede despedirse de los royalties. Y, desde luego, Japón no tiene convenios de reciprocidad con Norteamérica en materia de propiedad industrial. Es una de sus maneras de mantener su ventaja.

Lo cierto es que cuando llegué a Japón, me encontré con que Sony e Hitachi tenían ya patentes ligeramente similares y habían protegido los usos posibles relacionados con ellas. Ellos no tenían derecho a utilizar mis algoritmos... pero yo, tampoco. Porque ellos habían patentado la utilización de mi invento. Es difícil de explicar. De todos modos, ya es agua pasada. Actualmente, los japoneses han desarrollado software de video mucho mas complejo que nosotros... [...]

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Otro ejemplo, después de la 2º Guerra Mundial, Estados Unidos era el primer fabricante de televisores del mundo. Veintisiete compañías americanas, como Zenith, RCA, GE y Emerson tenían una ventaja sólida frente a los extranjeros. Las compañías americanas vendían en todo el mundo, salvo en Japón. No podían penetrar en el cerrado mercado japonés. Se les dijo que, si querían vender en Japón, tenían que conceder licencias de fabricación a compañías japonesas. Y así lo hicieron, de mala gana y bajo presión del Gobierno que quería mantener a Japón como aliado frente a Rusia.

Ahora bien, conceder licencias es una mala idea. Significa que Japón consigue la tecnología licenciada para su propio uso y que USA pierde el mercado japonés. Muy pronto, Japón empieza a fabricar televisores baratos en blanco y negro y a exportarlos a USA, mientras que USA sigue sin poder exportar a Japón, ¿comprendéis? En 1972, el 70% de los televisores que se venden en USA son importados. En 1976, son de importación todos. USA perdió todo el mercado de televisores y ya no los fabricaban. Los americanos deciden que eso no importa: las empresas estadounidenses han pasado a fabricar televisores en color. Pero el gobierno japonés inicia un programa intensivo para el desarrollo de la industria de la televisión en color. Y, una vez más, Japón consigue licencias de la tecnología norteamericana, las perfecciona en sus mercados mas protegidos e inunda a Estados Unidos con sus exportaciones. Exactamente la misma historia.

En 1980 sólo quedan tres compañías americanas que fabriquen televisores. En 1987, sólo una, Zenith.

Los televisores japoneses (a decir verdad todo lo japonés), eran más baratos porque se vendían a precios inferiores a los costes de fabricación, para barrer a los competidores norteamericanos. Eso se llama dumping. Es una práctica ilegal según el Derecho Internacional. Entre 1989 y 1991 Sony, Hitachi, Akai y Nintendo tuvieron una especial lluvia de denuncias por dumping en Estados Unidos, pero ninguna pasó de la intención y quedaron muy bien silenciadas, apenas algún medio de comunicación se hizo eco de la noticia.

Eso no es todo, también fijaban los precios: Tenían lo que ellos llamaban el Grupo del Décimo Día.

Cada diez días, los empresarios japoneses se reunían en un hotel de Tokyo para fijar, para decidir los precios para Estados Unidos. Los americanos protestaban pero las reuniones continuaron. También promovían la distribución de sus productos con métodos de competencia desleal. Al parecer, los japoneses pagaban millones en primas a distribuidores como Sears. Perpetraban fraudes aduaneros masivos. Y destruyeron a la industria norteamericana, que no podía competir. Se formularon docenas de denuncias contra compañías japonesas por dumping, fraude y monopolio ante los tribunales federales. Generalmente, los casos por dumping se resuelven antes de un año. Pero el gobierno estadounidense no hacía nada por ayudar... y los japoneses son maestros en el arte de la dilación. Pagaban millones a los traficantes de influencias norteamericanos para que les buscaran recomendaciones. Cuando se veía la causa, al cabo de doce años, ya había terminado la batalla en el mercado. Y, naturalmente, durante este tiempo las empresas norteamericanas no podían desquitarse en Japón. No les permitían ni meter el pie por una rendija de la puerta.

Todo esto parece terrible, pero la verdad es que Estados Unidos no hace mucho por defenderse. Cuando Sony lanza el minidisc, los estadounidenses no dicen "Bonito producto. Ahora ustedes tienen que conceder licencia de fabricación a la GE y venderlo a través de una compañía norteamericana". Si buscan distribución, no les dicen "Lo sentimos, pero las tiendas norteamericanas tienen convenios con los fabricantes norteamericanos. Tendrán que distribuir a través de una empresa norteamericana". Si buscan patentes no dicen : "Se tarda ocho años en conceder una patente y, durante ese tiempo, su solicitud estará disponible públicamente, a fin de que nuestras compañías puedan leer lo que ustedes han inventado y copiarlo gratis, de manera que cuando les demos su patente, ellas ya dispondrán de su propia versión de su tecnología".

Estados Unidos no hace ninguna de estas cosas. Japón las hace todas. Sus mercados están cerrados, los estadounidenses abiertos de par en par. No es de extrañar que cuando Ampex inventó el vídeo, ni siquiera intentó hacer un producto comercial sino que vendió la licencia directamente al Japón. Y a otra cosa. Y muy pronto te encuentras con que las empresas norteamericanas no hacen investigación. ¿ Por qué desarrollar nueva tecnología si tu propio Gobierno se muestra tan hostil a tus esfuerzos que no vas a poder sacarla al mercado ?.

Muchas veces los japoneses se muestran indignantes con los americanos. Por ejemplo, el caso Houdaille. ¿ Lo conocéis ? Houdaille era un fabricante de máquinas-herramientas que denunció que en Japón se estaban violando sus patentes y licencias. Un juez federal envió a Japón al abogado de Houdaille a recoger pruebas... ¿ Y sabéis lo que pasó ?, pues que los japoneses se negaron a concederle el visado de entrada. ¿ Porqué han de preocuparse ?, cuando el caso fue llevado a la administración, no se hizo nada. Y Houdaille dejó de fabricar máquinas-herramientas. Porque no hay nadie que pueda competir con el dumping . Y es que para eso está el dumping.

Bueno, al principio se pierde dinero con el dumping, como es lógico. Pero, como vendes millones de unidades, puedes perfeccionar tus sistemas de producción y abaratar costes. Al cabo de un par de años, el artículo te sale realmente a un coste inferior. Entretanto, has barrido a la competencia y controlas el mercado. Y es que los japoneses plantean las cosas estratégicamente, ellos apuntan a largo plazo, a lo que será el mercado dentro de cincuenta años. Una empresa norteamericana tiene que rendir beneficios cada tres meses, o el director y la plana mayor se encontrarán en la calle. Pero a los japoneses no les interesan los beneficios inmediatos. Ellos quieren mercado. Para ellos hacer negocio es como hacer la guerra. Hay que ganar terreno. Aniquilar a la competencia. Conquistar un mercado. Eso es lo que han estado haciendo los últimos treinta años.

¿ Habéis oído hablar de Seymour Cray ? Durante años, fue el mejor diseñador de superordenadores más rápidos del mundo (los Cray). Los japoneses trataban de ponerse a su altura, pero no lo conseguían. Él era brillante. Pero a principios de ésta década, el dumping de chips que practicaban los japoneses había hecho cerrar a la mayoría de los proveedores de Cray. Por lo tanto, Cray tuvo que pedir sus chips especiales a fabricantes japoneses. En Estados Unidos ya no quedaba quien los fabricara. Y los proveedores japoneses tenían misteriosas dificultades para suministrárselos. En una ocasión tardaron un año en entregarle unos chips... y durante ese tiempo, los competidores japoneses avanzaron a pasos agigantados. También se habló de si habían robado su nueva tecnología... Cray estaba furioso. Sabía que estaban jodiéndole. Comprendió que tenía que asociarse con un fabricante norteamericano, y eligió a Fairchild Semiconductor. Y Fairchild estaba fabricando la siguiente generación de chips especiales para Cray hasta que se enteró de que Fairchild iba a ser vendida a Fujitsu, su gran competidor. Entonces el Gobierno abrió un ojo y por fin le dio por preocuparse por la cantidad de cosas que les daban a los japoneses. Y lo hizo porque los ordenadores Cray, los usan en defensa, en inteligencia, en la NASA... y si Fairchild era comprada por Fujitsu, la defensa de los Estados Unidos dependería y sería de Fujitsu. Era un asunto de seguridad nacional. Entonces, claro está, el Gobierno fue a vetar, a impedir la venta. ¿Y qué pasó ? Que de repente salieron de la nada un mogollón de compañías de su propio pais, estadounidenses todas, a defender a Fujitsu porque dependían de la compañía Japonesa para sus equipos informáticos. Increible ¿ eh ?.

Si tú quisieras comprar una firma japonesa, no podrías. Los de la empresa considerarían una vergüenza pasar a depender de extranjeros. Sería una deshonra, nunca lo consentirían. Y claro, un resabidillo en economía diría "sí que se puede comprar una firma japonesa, puesto que la legislación japonesa está liberizada"... y es que técnicamente sí se puede comprar una compañía japonesa. Vamos, que por ser legal, es legal. Pero en la práctica es imposible. Porque, para adquirir una empresa japonesa, antes tienes que ponerte en contacto con su banco. Y conseguir la autorización del banco. Sin eso, no se puede hacer nada. Y el banco no lo autoriza. En general, durante los últimos diez años, las inversiones extranjeras en japón se han reducido a la mitad. Una tras otra, las empresas sacan la conclusión de que el mercado japonés es excesivamente duro. Se cansan de tantas trabas, del hostigamiento, de las connivencias, de la manipulación del mercado, del dango, de los pactos secretos para mantenerlos al margen... Se cansan de las disposiciones del gobierno. De tantas monsergas. Y abandonan. Sencillamente... abandonan. La mayoría de los países han abandonado: alemanes, italianos, franceses... Todos se cansan de tratar de hacer negocios con Japón. Porque, por más que digan, Japón está cerrado. Hace varios años, T. Boone Pickens compró una cuarta parte de una compañía japonesa, pero no pudo llegar al consejo de Administración. Japón está cerrado.

En realidad, nosotros los Europeos no recibimos en tanta medida la invasión de compañías japonesas. Al contrario que Estados Unidos, no somos tontos. Nuestra táctica es exigir reciprocidad. Toma y daca. Uno de los tuyos por uno de los míos. Todo el mundo tiene el mismo problema con Japón. Es sólo buscar la solución que funcione mejor. La nuestra es bastante directa. Funciona bien, por lo menos, hasta ahora.

Cualquiera diría que estoy poniendo a parir a los japoneses, pero con hechos lo que estoy demostrando aquí es cuan listos son. Al mínimo agujero los japoneses apuñalan, aunque parezca sucio.

Y es que todo vale en el amor y la guerra, y los negocios son la guerra.
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00:34 11/12/2006
Estremecedor.
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