Publicado: 17:55 05/11/2014 · Etiquetas: · Categorías: InfectZion
Encuentro en la frontera...
Algeria, frontera sur. El país había desplegado un fuerte contingente militar de varios miles de hombres, tras los ataques sucedidos en Nigeria, el país situado al sur. Los batallones estaban ocupando una gran extensión, y mientras parte de ellos permanecían desplegados en alerta cubriendo una zona de perímetro de la frontera, el resto levantaba un gran campamento, ya que esperaban pasar allí varios días. Se temía un posible ataque terrestre por parte de un grupo terrorista sin autoría conocida, aunque se barajan varios nombres, y que había hecho caer el país vecino en apenas dos días. Como medidas complementarias, se había decretado el toque de queda en todo el país, y parte del ejercito permanecía en la capital protegiendo algunos edificios del gobierno y otros igualmente estratégicos. El país entero aguantaba la respiración, mientras caía la noche. Obviamente, podía ser que nada sucediera aquella noche o en las sucesivas, pero cualquier precaución era poca tras lo ocurrido en Nigeria. Al mismo tiempo, los países cercanos o vecinos tomaban estrategias similares pendientes de ver como se desarrollaban los hechos. La comunidad internacional, por su parte, preparaban envíos de tropas militares a la zona, para descubrir qué estaba sucediendo en gran parte de África central. Francia anunció el envío de varios aviones con capacidad para fotografiar la zona y el despliegue de drones para capturar imágenes a muy baja altura en algunas de las principales ciudades de la zonas presumiblemente afectadas, con las que se había perdido el contacto. Aunque se sospechaba de una operación militar terrorista, no se podían ignorar otras posibles hipótesis como el de una epidemia de algún tipo. El resto del mundo, ante lo peculiar de los hechos, seguíamos las noticias, en los informativos especialmente, pero seguía quedando todo muy lejano como para quitarnos el sueño. Todo sonaba a un nuevo conflicto, como muchos otros, en aquella remota zona de África. Era media noche en la frontera sur de Algeria. Más allá del puesto defensivo de la frontera, donde permanecía el grueso del ejercito, se habían desplegado pequeños grupos de seis hombres dispuestos cada 500 metros. Estos trataban de cubrir, desde zonas ocultas, un mayor campo de visión del desierto, para poder alertar al resto del ejercito en caso de ataque o de que se detectara movimiento desde el país vecino. Tenían ordenes de disparar o avisar por radio si observaban alguna anomalía. Pocos minutos faltaban para la una de la madrugada cuando uno de los grupos avisó que notaba un pequeño temblor de tierra que aumentaba de intensidad rápidamente; y dos de los otros grupos confirmaron que notaban lo mismo. Segundos después toda la base instalada en el puesto fronterizo comenzaron a sentir el temblor. A este se sumaba un ruido extraño, como un murmullo inespecífico, el cual era difícil de concretar a que se debía. En ese momento todos los militares, contuvieron el aliento y escucharon con atención. No tardaron en oírse los primeros disparos en los puestos avanzados. Al principio los disparos de oyeron en uno de esos puestos, pero pronto eran tres y luego cinco los puestos que abrieron fuego, para instantes después dejarse de oír aquellos disparos y quedar todo en silencio nuevamente. En ese momento el Coronel al mando del ejercito, llamó para intentar establecer contacto con los grupos avanzados, pero al no obtener respuesta, ordenó formar y todos los soldados de la base comenzaron a desplegarse por el campamento hacia sus posiciones. Tanto el Coronel que ocupaba una habitación de la planta superior del edificio de aduanas de la frontera como los soldados fijaron sus ojos en la oscuridad de la noche. De esa oscuridad brotó uno de los soldados del puesto fronterizo que volvía corriendo a la línea de la frontera. - Vienen! - gritaba - Ya vienen! - decía mientras se aferraba a uno de sus compañeros que no entendía - Son muchos! - seguía gritando. El ruido y el temblor del suelo seguía aumentando. El Coronel dio la orden de lanzar bengalas para alumbrar el terreno. La mayoría de soldados quedaron paralizados por la visión, al ver como una masa de gente avanzaban hacia ellos. Tardaron unos segundos en comprender lo que estaban viendo. Gente con la ropa rota, ensangrentados en algunos casos, con terribles heridas y los rostros desencajados, avanzaban con paso firme aunque inhumano en la negrura de la noche, ahora iluminados por las bengalas. Sus ojos sin alma y vidriosos, perdidos en la noche se posaban ahora en el ejercito Argelino. Tras unos segundos de terror que parecieron eternos, viendo como aquella masa de gente que se retorcía y avanzaba hacia la frontera, el Coronel dio la orden de dar el alto, la cual copio uno de los Capitanes al mano con un micrófono. - Alto o abriremos fuego! - grito mientras los soldados de todo el perímetro apuntaban al frente. Un disparo al aire fue la única segunda advertencia que se lanzó, pero aquella marea humana no se inmutó y siguió avanzando impasible, por lo que la orden de abrir fuego llegó. - Fuego! - Se oyó gritar Todos los soldados situados en la línea de aquel paso fronterizo comenzó a disparar sobre aquella gente que se cernía sobre ellos. Efectivamente, los primeros cuerpos comenzaron a caer mientras las balas los atravesaban. Sorpresivamente algunos de los asaltantes se resistían a caer, pese al impacto de las balas en sus cuerpos y siguieron avanzado inexorablemente. Todos aquellos cuerpos que llegaban a ser abatidos eran superados rápidamente por otros que seguían avanzando en silencio y al mismo ritmo, de forma que apenas se reducía el avance de toda aquella marea de gente, pese a los esfuerzos de la primera línea de fuego del ejercito. El coronel no fue siquiera el primero en darse cuenta de que la masa de gente estaba a punto de llegar a la línea de fuego. Los propios soldados que veían a los enemigos cada vez más cerca, sintieron el helor de la muerte en su propios huesos, al ver aquel tumulto tan y tan cerca. Algunos soldados intentaban retroceder, pero chocaban con los compañeros que tenían justo detrás. Uno de los soldados paró un instante para cambiar el cargador de su arma. Su preparación militar le permitió hacer el cambio en apenas 4 segundos. Cuando volvió a mirar al frente y apuntar su arma, vio ante si, a un escaso metro, una mujer joven vestida de color naranja con una especie de túnica, y el pelo negro que le cubría gran parte del rostro. Iba bastante sucia, tanto la ropa como la piel de sus brazos y su avance mecánico, visto tan cerca, le produjo un intenso terror y sintió como su vello se erizaba. El soldado apenas tuvo tiempo de levantar su arma y sin casi apuntar al pecho de la mujer disparó haciéndola retroceder hasta caer. Pero por encima de ella tres hombres más la superaron y se lanzaron hacia él. Aunque pudo disparar nuevamente a uno de ellos, los otros dos lo alcanzaron y se abalanzaron sobre él. Para su sorpresa, uno de ellos hundió sus dientes en su brazo y comenzó a morderle, mientras el otro hacia lo propio por su costado izquierdo mordiendo su cuello. Mientras notaba como su sangre caliente brotaba y se derraba por su cara mientras los dientes de sus enemigos desgarraban su piel, notó como otros de aquellos seres seguían avanzando sobre él y los soldados que tenía alrededor y como eran literalmente arrasados. Antes de perder el conocimiento, mientras un incontable número de estos seres lo devoraban en vida, notó como una de sus botas le era extraída y como le mordían los dedos de los pies hasta ser seccionados. En ese momento de dolor y pavor insoportable solo deseó que aquello terminase cuanto antes. La segunda línea de fuego vio como la primera caía arrasada casi simultáneamente en toda su extensión por aquellas sombras andantes que ya avanzaban hacia ellos. Mientras abrían fuego, en la oficina del coronel, su mano derecha le instaba a abandonar el edificio y llegar al jeep para volver a la capital. Pero aquel edificio ya estaba rodeado, y la planta con sus grandes ventanales, no ofreció ninguna resistencia al avance de aquella horda. El coronel lo que hizo fue llamar por teléfono a su inmediato superior que permanecía en la capital para contar lo que habían sucedido, mientras oía los disparos dentro del edificio que trataban impedir el avance de los enemigos, que cada vez estaban más cerca. Mientras lo contaba dirigió una última mirada al desierto. Hasta donde alcanzaba su visión, millones de aquellos seres seguían avanzando en dirección norte, de forma imparable. La frontera había caído. Fin del capítulo 6 352.488 - 352.713 2 comentarios :: Enlace permanente
Comentarios: (del primero al último) 23:56 07/11/2014
Bueno el capitulo. No seria mejor afirmar: ''cientos de miles de estos seres'' que millones. Lo digo por si cuanto mas grande sea el número mayor es la contundencia del suceso en la narración. 23:56 07/11/2014
Lo tendré en cuenta, gracias por leerlo :D Participa con tu Comentario:
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