Publicado: 17:58 19/02/2008 · Etiquetas: · Categorías: HISTORIAS, RELATOS Y DEMÁS SUCESOS TERRORÍFICOS
Ante todo, quiero de nuevo agradecer la inestimable ayuda de ILDA sin cuyas aportaciones no hubiese podido mostrar el presente artículo. Dicho esto, pasaremos a contemplar una de las historias más macabras y perturbadoras del siglo pasado que al mismo tiempo nos enseña una valiosa lección. Nunca debéis fiaros de las apariencias. Y sin más preámbulos pasemos a conocer la historia de Albert Fish. Nadie podía haberse imaginado que ese abuelito entrañable de más de 65 años, de rostro demacrado, cuerpo encogido y fatigado, cabello y bigote gris, ojos tímidos podía esconder una personalidad como la que revela su informe psiquiátrico: sadismo, masoquismo, castración y autocastración, exhibicionismo, voyeurismo, pedofilia, homosexualidad, coprofagia, fetichismo, canibalismo e hiperhedonismo. Albert Fish nació en 1870. En su familia existían numerosos antecedentes de perturbación mental, entre lo cuales podemos citar a su madre quién oía voces por la calle y sufría alucinaciones, dos de sus tíos quienes estaban internados en un psiquiátrico, una hermana demente, un hermano alcohólico, etc. Desde muy temprana edad, Albert Fish se sentía atraído por el sadomasoquismo, divirtiéndose infligiendo dolor a los demás y sobre todo a él mismo. Seguía y prestaba especial atención a los diversos artículos de crímenes en la prensa, y coleccionaba todo aquello que estuviese relacionado con los asesinos en serie caníbales, con quienes se sentía identificado. A los veinte años mantuvo relaciones homosexuales y ejerció la prostitución homosexual en Washington, dónde violó a un niño y asesinó a su primera víctima. En esa época comenzó a sufrir alucinaciones de tipo religioso y vivió obsesionado con la idea del pecado, creyendo que la única forma posible de expiación era a través del sacrificio personal y el dolor, tal y como se puede apreciar en la siguiente imagen en la que se observan alfileres y objetos punzantes en la zona pélvica del sujeto. Él mismo se infligía castigos masoquistas llegando a automutilarse, frotando por su cuerpo desnudo rosas con espinas, hundiéndose agujas de marinero en la pelvis y en los órganos genitales... En una ocasión fue sorprendido en su habitación, completamente desnudo, masturbándose con una mano y con la otra golpeándose la espalda con un palo del que sobresalían unos clavos. A cada golpe grita de dolor, mientras la sangre se desliza por sus nalgas. Oficialmente, fue detenido ocho veces: la primera por tentativa de estafa, y posteriormente por robo, por pago con cheques sin fondos y por cartas obscenas a los anuncios de agencias matrimoniales de los periódicos. En alguna ocasión afirmó ser Jesucristo, que San Juan le hablaba y que el mismo Dios le ordenaba cometer sacrificios humanos. Fue internado reiteradas en un hospital psiquiátrico, dejándolo salir al poco tiempo en cada ocasión tras considerar que no era peligroso ni estaba loco, sino que simplemente sufría una personalidad psicopática de carácter sexual. A pesar de todos estos delitos, la policía neoyorquina tardaría nada menos que seis años para poder inculparlo por asesinato. "Escuchaba voces que me decían cosas y, cuando no las comprendía todas, trataba de interpretarlas con mis lecturas de la Biblia... entonces supe que debería ofrecer uno de mis hijos en sacrificio para purificarme a los ojos de Dios de las abominaciones y los pecados que he cometido. Tenía visiones de cuerpos torturados en cualquier lugar del Infierno..." Albert Fish fue capturado por la policía el 13 de Diciembre de 1935, gracias a una carta que el propio Fish envió a la madre de la víctima que había secuestrado, en dónde narraba sus aficiones por el canibalismo y cómo se decidió a probar carne humana por primera vez con el cuerpo de su hija, Grace Budd: “Querida Sra. Budd: En 1894 un amigo mío se embarcó como ayudante de cubierta en el vapor Tacoma siendo el capitán John Davis. Navegaron de San Francisco a Hong Kong en la China. Al llegar allá el y otros dos marineros desembarcaron y se fueron a emborrachar. Al regresar a puerto, el barco se había ido. En ese tiempo China padecía una hambruna, cualquier tipo de carne costaba de 1 a 3 dólares la libra. Tanto era el sufrimiento de los pobres que los niños menores de 12 años eran vendidos como comida con el propósito de que los demás no murieran de hambre. Un niño o niña menor de 14 años no estaba seguro en las calles. Uno podía ir a una tienda y pedir carne, costillas o filetes y al mostrador era traída alguna parte desnuda del cuerpo de un niño para que uno eligiera lo que mas deseara. El trasero de niño o niña que es la parte más deliciosa del cuerpo era vendido como un corte fino a un precio alto. John permaneció en aquella tierra por mucho tiempo al grado de tomarle gusto a la carne humana. A su regreso a Nueva York se robó dos niños de 7 y 11 años. Los llevó a su casa donde los desnudo y amarro en un closet. Quemó todo lo que traían puesto. Varias veces durante los días y las noches los apaleó y torturó con el objetivo de que la carne les quedara buena y tierna. El primero en matar fue el niño de 11 años, puesto que tenía el trasero más grande de los dos, es decir tenía la mayor cantidad de carne. Cada parte de su cuerpo fue guisada y comida excepto la cabeza, los huesos y las vísceras. Todo el fue hervido, frito y guisado. El niño pequeño fue el siguiente y pasó por el mismo proceso. Por ese tiempo yo vivía en la 409 y la 100 muy cerca, por la parte derecha. Tan seguido me decía lo buena que era la carne humana que me hice a la idea de que debía probarla también. El domingo 3 de Junio de 1928 toqué a su puerta en la 406 oeste y la calle 15. Llevaba queso y fresas, tomamos el almuerzo. Grace se sentó en mi regazo y me besó. Me propuse comerla. Bajo el engaño de llevarla a una fiesta le pedí le diera permiso a lo que usted accedió. La conduje a una casa vacía que había elegido con anterioridad en Westchester. Cuando llegamos, le pedí que permaneciera afuera. Mientras ella recogía flores subí las escaleras y me quite todas mis ropas. Sabía que si no lo hacía de ese modo, podría mancharlas de sangre. Cuando todo estuvo listo fui a la ventana y la llamé. Me escondí en el closet hasta que estuvo en el cuarto. Al verme desnudo comenzó a llorar y trató de escapar por las escaleras. La sujeté y ella dijo que se lo diría a su madre. Primero la desnudé ¡cómo pataleó, araño y me mordió!, pero la asfixié hasta matarla. Luego la corté en pequeños pedazos para poder llevar la carne a mi lugar. Guisé su rico y delicioso trasero. Tardé 9 días en consumir todo su cuerpo. De haber querido hubiera tenido sexo con ella, pero no quise. Murió siendo virgen.” Pese a su aspecto normal y su aparente fragilidad debido a su avanzada edad, en su declaración afirmó que tras matar a la niña le cortó la cabeza, con un trinchante y partió su cuerpo en dos a la altura del ombligo con una sierra. El propio Fish lo reconocería: "No soy un demente, sólo soy un excéntrico. A veces ni yo mismo me comprendo". Una vez detenido, se confesó además autor de otros muchos crímenes y demás aberraciones que había estado llevando a cabo durante toda su vida: su deseo irresistible de comer carne cruda las noches de luna llena, que le valdría el apodo de "el Maníaco de la Luna", sus crímenes más atroces, algún acto de vampirismo como el caso de un niño de 4 años al que flageló hasta que la sangre resbalaba por sus piernas, tras lo que le cortó las orejas, la nariz y los ojos, le abrió el vientre y recogió su sangre para bebérsela a continuación, además de desmembrarlo y prepararse un estofado con las partes más tiernas. También narró la historia de un joven vagabundo al que obligó a realizar toda clase de actos sádicos, masoquistas y coprófagos durante dos semanas, además de cortarle las nalgas en varias ocasiones para beber su sangre. Finalmente intentó cortarle el pene con unas tijeras, pero cambió de opinión al ver el sufrimiento del chico y, arrepentido le dio diez dólares dejándolo huir. Ante el psiquiatra explicó que por orden divina se veía obligado a torturar y matar niños, el comérselos le provocaba un éxtasis sexual muy prolongado. También confesó las emociones que experimentaba al comerse sus propios excrementos, y el obsceno placer que le producía introducirse trozos de algodón empapado en alcohol dentro del recto y prenderles fuego. Los hijos de Fish contaron cómo habían visto a su padre golpeándose el cuerpo desnudo con tablones claveteados hasta hacerle brotar sangre. Durante el juicio quedó probado que realizó todo tipo de perversiones con más de 100 niños matando a 15 de ellos. Se descubrió también su extraño gusto por hacerse daño a sí mismo, siendo uno de sus sistemas favoritos el clavarse agujas alrededor de los genitales. Una radiografía descubrió un total de 29 agujas en el interior de su cuerpo (algunas con tanto tiempo que habían empezado a oxidarse). En otras ocasiones había intentado introducirse agujas debajo de las uñas, pero no tardó en renunciar a ello cuando el dolor se hizo insoportable. A pesar de su avanzada edad era un consumado asesino de niños a los cuales se comía después. Estas declaraciones acerca de sus víctimas dictaminaron a Albert Fish como culpable por crímenes con premeditación tras diagnosticarlo psicótico, pero cuerdo, condenado a la silla eléctrica y ejecutado en la prisión de Sing Sing el 16 de enero de 1936. Albert Fish se llevaría a la tumba su mayor secreto, el número de personas que habría asesinado. Las opiniones de los psicólogos son contrastadas en ese aspecto, unos hablan de varios centenares de víctimas, mientras que otros estiman que no hubo más de cincuenta. Finalmente se le acusa de haber asesinado un total de 15 niños, la gran mayoría procedentes de las capas más pobres de la población. Finalmente, tuvo una sorprendente reacción después de ayudar a los guardias a colocarle los electrodos, y se mostró entusiasmado. "Que alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío. El único que todavía no he experimentado..." Publicado: 12:44 08/02/2008 · Etiquetas: · Categorías: RESIDENT EVIL
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