Publicado: 15:27 22/11/2010 · Etiquetas: · Categorías:
Alfred era un pequeño zapato, lo que, a priori, no resultaba extraño, teniendo en cuenta que vivía en un país habitado por zapatos.
El máximo dirigente de Shoeland era el malvado dictador Ernesto Zapato de Charol, de la reconocida dinastía de los "de Charol". El origen de tan famosa saga data del siglo IV d.S. (después de Sandalia), pero éste no es el momento de desarrollar su genealogía. Si queréis saber más, esperad a los extras de la edición coleccionista. A pesar de vivir en un país así, Alfred no era feliz pues, atrapado en un cuerpo de zapato, se sentía zapatilla deportiva. La naturaleza se había equivocado con él. Debido a su depresión, su estado de salud estaba mermando. Había empezado a tomar betún, pero sólo (diga lo que diga al RAE) mitigaba su sufrimiento durante treinta minutos. No era bueno abusar del betún y Alfred lo sabía. Muchos zapatos se habían hecho betuinómanos por abusar de la "materia oscura". Ir al zapatero era una utopía, ya que, si contaba su problema, el dictador Zapato de Charol ordenaría su ejecución. Su política se había endurecido muchísimo desde que tomó el control del país. Tras meses de desesperación, a la lengüeta de Alfred llegó una noticia extraordinaria: más allá de la frontera de Shoeland, había un pequeño pueblo llamado Slipperville. Allí, un zapatero clandestino, se dedicaba a realizar cambios de tela. Alfred estuvo trabajando durante tres años para poder pagarse, tanto la operación, como el viaje en cinta transportadora hasta Slipperville. Con el dinero bajo su plantilla, e ilusionado como no lo había estado desde su fabricación, Alfred se dirigió a la estación. Un cantidad ingente de zapatos inundaba el lugar. Todos miraban hacia un atrio. En él, el dictador Ernesto Zapato de Charol anunciaba una medida sin precedentes: las fronteras del país se cerrarían a partir de ese mismo instante. Nadie podría entrar ni salir de Shoeland. La guardia del dictador eran las temidas Botas de Punta de Acero. En una acción terrible, éstas comenzaron a perseguir a todos los presentes en la estación, golpeando hasta la extenuación a quienes no eran lo suficientemente rápidos. Alfred era bastante lento y le dieron una brutal paliza. Si hubiese sido zapatilla deportiva... Malherido y lleno de agujeros, Alfred se marchó del lugar, sin esperanza. Se sentía como si le hubiesen arrancado la suela. A la mañana siguiente, el cuerpo de Alfred apareció, sin vida, en un callejón. A su lado, había un bote de betún... vacío. |
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