La Cruzada del Lactobacilo: capítulo 1

Miley, el humilde lactobacilo pedernoseño rústicamente contradictorio de familia estructuradamente desestructurada era un ser aparentemente anodino, con pocos amigos, puesto que nadie se fijaba en ella. A pesar de ello, Miley, el humilde lactobacilo pedernoseño rústicamente contradictorio de familia estructuradamente desestructurada, era optimista. Tenía fe en que, antes o después, alguien se acercase a ella.

Había nacido en El Pedernoso y jamás había conseguido salir de allí. Es cierto que tampoco lo intentaba, puesto que tenía un problema de desorientación desde que nació. Por eso, sólo le permitían ir de casa al trabajo y viceversa. ¿Quién se lo permitía? Bueno, podemos decir que el autor ha decidido no revelarlo aún, puesto que estamos en el primer capítulo. Si todo se cuenta ahora, ¿qué sentido tiene que la historia vaya a estar dividida en doscientos capítulos? Tras escribir esto último, el repentinamente ojiplático autor ha decidido que, por su propio bien y el ajeno, será alguno menos. Así, a priori, serán entre tres y ciento noventa y nueve capítulos.

Volviendo a la historia, Miley, el humilde lactobacilo pedernoseño rústicamente contradictorio de familia estructuradamente desestructurada trabajaba en la tienda de ultramarinos de Orson, el roedor conquense y típicamente etimológico. Era un trabajo sencillo, la verdad. Atendía clientes de modo mecánico mientras carcomía carcoma porque, para qué vamos a engañarnos, carcomer dromedarios estancados en yogur no produce tanto placer, aunque tiene su punto.

Quizá Miley no fuese feliz, pero tenía una vida complicadamente sencilla. Le bastaba para subsistir. El problema llegó cuando el pedernoseño lactobacilo encontró, en un garrafal descuido del autor, los siguientes capítulos de su historia. Al enterarse de ello, se hundió en el más profundo de los agujeros negros. Su muerte tendría lugar en el capítulo siete.