Publicado: 16:21 18/12/2012 · Etiquetas: · Categorías:
Amadeo era un calamar nacido en San Clemente, Cuenca. Un buen día, murió. Así, sin más y sin previo aviso. Su vida entera había transcurrido sin pena ni gloria.
Os preguntaréis por qué se habla de él, si no hizo ni le sucedió nada digno de mención. Pues bien, la respuesta es harto sencilla: se habla de él porque el narrador quiere que se hable de él. Y punto. Como estaréis empezando a intuir, el narrador tiene un poder que no conoce límites. Estáis en lo cierto, ya que es un ser todopoderoso que podría acabar con la raza humana con un simple chasquido de dedos. Así que ojito con él. El último que le llevó la contraria... se fue de rositas porque era un buen tipo. Pero la otra osada criatura que se atrevió a contradecir al narrador, fue asesinado varias veces a lo largo de tres días. Los que no hayáis muerto, no lo sabréis, pero el ciclo muerte-resurrección-muerte es bastante pesado, a la par que aburrido. Por esto mismo, aquí se habla de lo que el narrador quiera. Por ejemplo, de koalas. Es que son tan monos... Podríamos estar hablando horas y horas de lo adorables que son, pero no va a ser así. El tema elegido por el excelso narrador es: las mandarinas y cómo éstas serán el desencadenante del Apocalipsis. En serio. Será así. El narrador viene del futuro y lo sabe. Por desgracia, no será hoy cuando descubramos la verdad oculta tras tan jugosa fruta, pues la mente del narrador es demasiado voluble para mantener lo que ha dicho previamente. Él hace lo que quiere y no tiene por qué dar explicaciones a nadie. Faltaría más. Como si le da la gana terminar con una palabra que no venga a cuento. Continuará... ¡Epíteto! 0 comentarios :: Enlace permanente
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