Publicado: 20:41 20/12/2012 · Etiquetas: · Categorías:
No podía ser. Casimiro Hudson era consciente de ello, pero no podía negar que la mandarina estaba hablando.
-¿Q...q...qué quieres? -dijo el pobre chiquillo. -Tu alma -respondió la mandarina-. No, es broma, las mandarinas no creemos en el alma. Somos más de pepitas (o Josefinas). Sólo queremos que nos escuches. -Pero, ¿cómo es posible que habléis? Las mandarinas no tienen ese don, porque son frutas -afirmó un muy documentado Casimiro Hudson. -¡A ti qué te importa, cotilla! -la mandarina comenzaba a enojarse-. Te vas a limitar a escucharme y a hacer lo que te ordene. -¡Tú no me mandas...rina! -¡¿Ah, no?! ¡¿Estás seguro?! -la mandarina estaba fuera de sí. -Claro que estoy seguro. Soy muy listo y sé que eres una mandarina. Las frutas no mandan. -Pues... tienes razón. ¿Me adoptas, Casimiro Hudson? -preguntó la mandarina, poniendo una carita de pena a la que no se le podía negar nada. -¡Vale! ¿Te puedo llamar Naranja? -No, ya tengo nombre. -¿Y cuál es? -¡A ti te lo voy a decir! -¿A que no te adopto? -¿A que te mato y devoro a toda tu familia? -Eres una mandarina. -¿Y? -Que no puedes matar a nadie. Eres bondadosa por naturaleza. -No sabes nada, Casimiro Hudson. -¡Más que tú! -Eres más listo que una mandarina... ¡logro desbloqueado! -¡Toma ya! ¿Ves, Naranja? -¡Soy una mandarina! -Ya, pero tu nombre es Naranja. -¡Que no, que ya tengo nombre! -¿Y cuál es? -Si te lo dijese, morirías de la impresión. -Prueba a ver. -No quiero. -Pues te como. -Pues te repetiré. -Pues me da igual. -Pues cómeme. -Pues ya no quiero, que es tarde y se me junta con la cena. -Pues te callas. -Pues tu amigo no habla mucho. -Lógico, es una mandarina. -Y tú. -No, yo soy otra cosa. -Mentira, eres una mandarina. Llevamos todo el rato hablando de eso y es la primera vez que me lo dices. No te saques cosas de la manga...rina. -¿No te lo crees? ¿Quieres saber qué soy? -Me importa bien poco. -Casimiro Hudson, yo soy tu padre. -No, mi padre está ahí -dijo el niño señalando a un señor alto que había en la puerta y que, efectivamente, era su padre. -¿Con quién hablas, hijo? -preguntó el padre, preocupado. -Con Naranja, la mandarina. -Hijo mío, las mandarinas no hablan. -¡Ésta sí, papá! -Ni ésta, ni ninguna, Casimiro Hudson. -¡Tú qué sabrás! -¡A mí no me hables así! -¡Te hablo como quiero! -¡Castigado! ¡Vete a tu habitación! Mientras era arrastrado a su habitación, Casimiro Hudson escuchó a Naranja, la mandarina, reírse maléficamente. -¡Que no me llamo así, narrador de pacotilla! -señaló la iracunda mandarina. Cuando se tranquilizó, le susurró a su compañera: -Ya ha empezado. Pronto, Casimiro Hudson cumplirá su cometido. -... -respondió su compañera, pues no hablaba: era una mandarina. 0 comentarios :: Enlace permanente
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