La Leyenda de Siegfried. Tercera parte
Pasaron varios años, y todo era amor. En cambio, en Burgundia, Brunilda continuaba amargada por su situación. Y quiso vengarse de él, por envidia. Así que sugirió, a su marido que invitara a su más querido vasallo, Siegfried, a pasar una temporada a Burgundia. Acudió la pareja, en una discusión entre Brunilda y Crimilda, esta ultima alardeando de su marido enseñando el cinturón que llevaba puesto, que era el mismo con el que la walkiria ataba al rey Gunther. Brunilda, sintiéndose avergonzada, juró que se vengaría de Siegfried. Le pidió la walkiria a su marido que matara a Siegfried, ya que le había deshonrado revelando la historia del cinturón. El rey no quería hacerlo, pero al final se vio envuelto en una conspiración urdida por el envidioso Hagen. Al día siguiente se iba a organizar una cacería. Hagen, muy astuto, fue a confesarle a Crimilda que su marido tenía enemigos, y que durante la cacería se atentaría contra su vida. Crimilda, que no se dio cuenta de la confabulación, le pidió a Hagen que le protegiera, y él accedió, pero a cambio debía saber cual era su famoso punto débil, para su mayor protección, Crimilda se lo dijo, y para facilitar las cosas, cosió en su túnica una cruz roja que indicaba el punto exacto. Y mientras Siegfried bebía agua en un manantial Hagen lo hirió de muerte con la lanza en el hombro. Siegfried murió, pero con él no acabaron las desgracias. Gunther creyó que con esta hazaña ganaría el favor de Brunilda, pero no fue así. Ella, sin embargo, murió de dolor a los pies del féretro.
Crimilda consagró entonces su vida a vengarse de los asesinos de su esposo. Hizo traer el tesoro de los Nibelungos desde la isla donde se encontraba, y lo empezó a utilizarlo para comprar el apoyo de los soldados de Gunther. Hagen se dio cuenta de esto, y un buen día, fue con su guardia en busca del tesoro y lo tiró al Rhin. De aquí el mito de que en el fondo del Rhin brilla aún el oro del tesoro de los Nibelungos.