El jutsu de Raftel

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Publicado: 16:12 03/12/2017 · Etiquetas: aburrimiento, melancolia, pasado · Categorías: El pasado de NiceSensei


Chapetas, rabietas, emociones a flor de piel, lloriqueos contenidos, y sobretodo, pasión, mucha pasión. Eso es a grandes rasgos lo que significaba para mí leer revistas y jugar videojuegos allá por finales de los años 90, cuando un chaval recién incorporado a este mundo, alucinaba con los píxeles cuadrados que veía en pantalla.

Fue por aquellos años, maravillosos para nuestra patria (la sociedad transmitía pura felicidad), cuando se presentaron las navidades de 1998, y qué navidades, las más felices de mi vida como ser humano, por una parte porque había nacido mi hermana, y por otra, porque en mi hogar se gozaba de las jugosas mieles de la bonanza económica en todos los sentidos, ya sabéis, esa frase que se antoja idílica, cualquier tiempo pasado fue mejor, se agarra como una ventosa en mi memoria.

Y es que durante el trascurso de aquel año, siendo yo un benjamín sin mucha idea de consolas, tenía como ilusión el hacerme con una playstation 1, o PSX, da igual, para mí el tenerla era como mirar al cielo esperando un milagro.

Llegó el mes de diciembre, como de costumbre, los nervios de aquel pequeñajo a flor de piel, las revistas del corte inglés y Toys&Rus inundando mi casa con catálogos que hasta a un anti-capitalista le pondrían los dientes largos, y sobretodo, con una imagen que me quitaba el sueño, que era yo sentado delante de una consola playstation.

Idas y venidas, lamentos y persecuciones a mi padre, rogándole por esa consola, suplicándole por un objeto que en mi casa veían con ojos de indiferencia...., hasta el 25 de diciembre. Y es que esas navidades fueron las que significaron mi punto de partida como jugador y sentido apasionado de este mundillo.

Lagañoso, medio dormido aún y retemblando por el frío, encendí la luz de mi habitación y un poco a tientas traté de salir sin ser detectado. Pero pobre de mí, fui cazado por mi padre, que desde tiempos inmemoriales guarda el hogar como Heimdal el Valhalla.

Pero volviendo a lo terrenal, ese 25 de diciembre de 1998 fue el día que mi vida se cruzó con los videojuegos para siempre. El día en que abrí la puerta de mi salón junto a la mano de mi padre, y pude ver en lo alto de la mesa un gran paquete rojo, al que mi escasa intuición atribuía al clásico regalo de las navidades, ropa, calcetines o libros.

Lejos de ser eso, al rasgar el endeble papelucho, allí estaba, reluciente, una caja con la gloriosa PS1, no me lo creía, mi corazón iba a mil y mi adolescencia se adelantó varios años por la convulsión del momento. Si todo eso no parecía suficiente, faltaba la guinda de aquel maravilloso día, si, mi copia de FF VII.

Fue gracias a ese regalo, y gracias a ese juego, que pude introducirme de lleno en esta industria del videojuego, que tantas alegrías y desgracias nos ha dado y nos sigue dando. Decenas de cientos de horas invertidas en la aventura de Cloud Strife, con mis ojos a 5 palmos de la televisión grunding de mi difunto abuelo, hablando solo y planeando estrategias como un intento de napoleón tratando de dominar un mundo que se me antojaba implacable y frustrante (malditas armas, y maldito post-game).



Fue ese año, y ese 25 de diciembre de 1998, el punto de partida para mi aventura en esta maravillosa pasión que son los videojuegos, con etapas donde llegué a jugar muchísimas horas, y otras fases donde me atreví a pensar en dejarlo todo, pero siempre, siempre, con algún juego entre manos y la mirada perdida frente a la pantalla.

Sin más que decir, recuerden, esto no es más que un desvarío de un freak melancólico un domingo por la tarde.

Hasta el fin de semana que viene, que tengáis buena semana.

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