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Publicado: 01:57 28/02/2007 · Etiquetas: · Categorías:
por Alain de Benoist y Charles Champetier


Introducción

La Nueva Derecha nació en 1968. No es un movimiento político, sino una escuela de pensamiento. Sus actividades desde hace más de treinta años (publicación de libros y revistas, celebración de coloquios y conferencias, organización de seminarios y universidades de verano, etc.) se sitúan en una perspectiva eminentemente metapolítica.

La metapolítica no es otra manera de hacer política. No es en absoluto una "estrategia" que tratara de imponer una hegemonía intelectual; tampoco pretende descalificar a otras posiciones o actitudes posibles. Sencillamente, la metapolítica reposa sobre la constatación de que las ideas juegan un papel fundamental en las conciencias colectivas y, de forma más general, en toda la historia humana. Heráclito, Aristóteles, Agustín, Tomás de Aquino, René Descartes, Immanuel Kant, Adam Smith o Karl Marx provocaron en su día, con sus obras, revoluciones decisivas cuyo efecto aún se percibe. Es verdad que la historia es resultado de la voluntad y de la acción de los hombres, pero tal voluntad y tal acción se ejercitan siempre en el marco de un cierto número de convicciones, creencias y representaciones que les confieren un sentido y las orientan. La ambición de la Nueva Derecha es contribuir a la renovación de esas representaciones sociales-históricas.

Por otra parte, el acierto de esta perspectiva metapolítica viene avalado por la reflexión sobre la evolución de las sociedades occidentales al alba del siglo XXI. En efecto, hoy constatamos, por un lado, la creciente impotencia de los partidos, los sindicatos, los gobiernos y el conjunto de las formas clásicas de conquista y ejercicio del poder, y por otro, la acelerada obsolescencia de todas las viejas fronteras y divisiones que habían venido caracterizando a la modernidad, empezando por la tradicional díada derecha/izquierda. Simultáneamente estamos asistiendo a una explosión sin precedentes de los conocimientos, que se multiplican sin que sus consecuencias lleguen a ser siempre totalmente percibidas. En un mundo donde los conjuntos cerrados han dejado paso a las redes interconectadas, donde los puntos de referencia resultan cada vez más confusos, la acción metapolítica consiste en intentar volver a dar un sentido a las cosas, al más alto nivel, a través de nuevas síntesis; en desarrollar, al margen de la insignificancia de la política, un modo de pensamiento resueltamente transversal; en definitiva, en estudiar todos los campos del saber con el fin de proponer una visión coherente del mundo.

Tal es nuestro objetivo desde hace treinta años, y el presente Manifiesto así lo muestra. Su primera parte, "Situaciones", ofrece un análisis crítico de nuestra época. La segunda, "Fundamentos", expone la base de nuestra visión del hombre y del mundo. Una y otra están inspiradas por una posición pluridisciplinar que supera la mayor parte de las fronteras intelectuales hoy reconocidas. Tribalismo y mundialismo, nacionalismo e internacionalismo, liberalismo y marxismo, individualismo y colectivismo, progresismo y conservadurismo se oponen, en efecto, dentro de la misma lógica complaciente del tercio excluso. Pero desde hace un siglo estas oposiciones fácticas enmascaran lo esencial: la amplitud de una crisis que impone una radical renovación de nuestros modos de pensamiento, de decisión y de acción. En vano, pues, se buscará en estas páginas el rastro de unos precursores de quienes nosotros no seríamos más que los herederos: la Nueva Derecha ha sabido beber en las más diversas aportaciones teóricas que la han precedido. Practicando una lectura extensiva de la historia de las ideas, la ND no duda en recuperar aquellas que le parecen acertadas en cualquier corriente de pensamiento. Bien es cierto, por otro lado, que tal posición transversal provoca regularmente la cólera de los cancerberos del pensamiento, que se afanan en congelar las ortodoxias ideológicas con el fin de paralizar cualquier nueva síntesis que pudiera amenazar su confort intelectual.

Una última cuestión: desde sus orígenes, la ND agrupa a hombres y mujeres que viven en su Ciudad y que desean participar de manera efectiva en su florecimiento. Tanto en Francia como en otros países, constituye una comunidad de trabajo y de reflexión cuyos miembros no son necesariamente intelectuales, pero sí que se interesan todos, de uno u otro modo, por el combate de las ideas. En esa perspectiva, la tercera parte de este manifiesto, "Orientaciones", expone nuestra posición sobre los grandes debates de la actualidad y nuestro punto de vista sobre el futuro de nuestros pueblos y de nuestra civilización.


I. Situaciones

Todo pensamiento crítico es, de entrada, una puesta en perspectiva de la propia época. Hoy estamos en un periodo de transición, un cruce de caminos en forma de "interregno" que se inscribe en el marco de una crisis mayor: el fin de la modernidad.


I.1. ¿ Qué es la modernidad?

La modernidad designa el movimiento político y filosófico de los tres últimos siglos de la historia occidental. Se caracteriza principalmente por cinco procesos convergentes: la individualización, por la destrucción de las antiguas comunidades de pertenencia; la masificación, por la adopción de comportamientos y modos de vida estandarizados; la desacralización, por el reflujo de los grandes relatos religiosos en provecho de una interpretación científica del mundo; la racionalización, por el imperio de la razón instrumental a través del intercambio mercantil y de la eficacia técnica; la universalización, por la difusión planetaria de un modelo de sociedad implícitamente presentado como el único racionalmente posible y, por tanto, como un modelo superior.

Este movimiento tiene raíces antiguas. En muchos aspectos, representa una secularización de nociones y perspectivas tomadas de la metafísica cristiana, que han sido reconducidas hacia la vida profana tras haberlas vaciado de toda dimensión trascendente. En efecto, en el cristianismo se hallan en germen las grandes mutaciones donde han bebido las ideologías laicas de la era post-revolucionaria. El individualismo estaba ya presente en la noción de salvación individual y en la relación íntima privilegiada que el creyente mantiene con Dios, que prevalece sobre cualquier arraigo terrenal. El igualitarismo encuentra su fuente en la idea de que todos los hombres están llamados por igual a la redención, pues todos están igualmente dotados de un alma individual cuyo valor absoluto toda la humanidad comparte. El progresismo nace de la idea de que la historia posee un principio absoluto y un fin necesario, de modo que su desarrollo queda globalmente asociado al plan divino. El universalismo, finalmente, es la expresión natural de una religión que afirma poseer una verdad revelada, válida para todos los hombres, lo cual justifica el que se exija su conversión. La misma vida política se basa sobre conceptos teológicos secularizados. El cristianismo, actualmente reducido al estatuto de una opinión más entre otras posibles, ha sido víctima de este movimiento, que él puso en marcha a su propio pesar: en la historia de Occidente, el cristianismo habrá sido la religión de la salida de la religión.

Las diferentes escuelas filosóficas de la modernidad, concurrentes entre sí y ocasionalmente contradictorias en sus fundamentos, coinciden sin embargo en lo esencial: la idea de que existe una solución única y universalizable para todos los fenómenos sociales, morales y políticos. La humanidad es percibida como una suma de individuos racionales que por interés, por convicción moral, por simpatía o por miedo, está llamada a materializar su unidad en la historia. En esta perspectiva la diversidad del mundo se convierte en un obstáculo, y todo lo que diferencia a los hombres empieza a verse como accesorio o contingente, atrasado o peligroso. En la medida en que no ha sido sólamente un corpus doctrinal, sino también un modo de acción, la modernidad ha intentado por todos los medios arrancar a los hombres de sus vínculos singulares y específicos para someterlos a un modelo universal de asociación. El más eficaz ha demostrado ser el mercado.

 
I.2. La crisis de la modernidad

El imaginario de la modernidad estuvo dominado por los deseos de libertad e igualdad. Estos dos valores cardinales han sido traicionados. Apartados de las comunidades que les protegían y que daban sentido y forma a su existencia, los individuos han de someterse hoy a la férula de inmensos mecanismos de dominación y de decisión frente a los que toda libertad resulta puramente formal; han de obedecer al poder mundializado del mercado, de la tecnociencia o de la comunicación sin poder decidir en ningún caso sobre sus objetivos. La promesa de igualdad también ha fracasado, y doblemente: el comunismo la traicionó instaurando los regímenes totalitarios más sangrientos de la historia; el capitalismo se burló de ella al legitimar mediante una igualdad de principio las más odiosas desigualdades económicas y sociales. La modernidad proclamó "derechos", pero sin proporcionar los medios para ejercerlos. Ha exacerbado todas las necesidades y crea necesidades nuevas sin cesar, pero sólo una pequeña minoría puede satisfacerlas, lo cual alimenta la frustración y la cólera del resto. En cuanto a la ideología del progreso, que había dado una respuesta a la esperanza humana con su promesa de un mundo cada vez mejor, hoy conoce una crisis radical: el futuro, que se advierte imprevisible, ya no porta en sí esperanza alguna, sino que a la gran mayoría sólo le inspira miedo. Hoy cada generación ha de afrontar un mundo diferente del de sus padres: esta perpetua novedad, construida sobre el menosprecio de la filiación y de las antiguas experiencias, junto a la transformación uniformemente acelerada de los modos de vida y de los entornos de existencia, no produce la felicidad, sino la angustia.

El "fin de las ideologías" designa el agotamiento histórico de los grandes relatos movilizadores que sucesivamente se encarnaron en el liberalismo, el socialismo, el comunismo, el nacionalismo, el fascismo e incluso el nazismo. El siglo XX ha hecho doblar las campanas por la mayor parte de estas doctrinas, cuyos efectos concretos han sido los genocidios, los etnocidios y las matanzas en masa, las guerras totales entre las naciones y la competencia permanente entre los individuos, los desastres ecológicos, el caos social, la pérdida de todas las referencias significativas. El crecimiento y el desarrollo materiales, al haber destruido el mundo vivo en provecho de la razón instrumental, han traído consigo un empobrecimiento sin precedentes del espíritu y han generalizado la angustia, la inquietud de vivir en un presente siempre incierto, en un mundo privado tanto de pasado como de futuro. Así la modernidad ha alumbrado la civilización más vacía que la humanidad haya conocido jamás: el lenguaje publicitario se ha convertido en paradigma de todos los lenguajes sociales, el reino del dinero impone la omnipresencia de la mercancía, el hombre se transforma en objeto de cambio en una atmósfera de pobre hedonismo, la técnica encierra el mundo vivo en la red pacificada y racionalizada de un narcisista "para sí"; la delincuencia, la violencia y el incivismo se propagan en una guerra de todos contra todos y de cada cual contra sí mismo; un individuo inseguro flota por entre los mundos irreales de la droga, lo virtual y lo mediático; el campo queda abandonado en beneficio de suburbios inhabitables y megalópolis monstruosas; el individuo solitario se funde en una masa anónima y hostil, mientras las antiguas mediaciones sociales, políticas, culturales o religiosas se hacen cada vez más inciertas e indiferenciadas.

Esta difusa crisis que hoy atravesamos señala que la modernidad toca a su fin, en el mismo momento en que la utopía universalista que la fundó está a un paso de convertirse en realidad bajo la égida de la mundialización liberal. El fin del siglo XX marca, al mismo tiempo que el fin de los tiempos modernos, la entrada en una posmodernidad caracterizada por una serie de nuevas temáticas: la aparición de la preocupación ecológica, la búsqueda de la calidad de vida, el papel de las "tribus" y las "redes", la renovada importancia de las comunidades, la política de reconocimiento de los grupos, la multiplicación de los conflictos infra o supraestatales, el retorno de la violencia social, el declive de las religiones institucionales, la creciente oposición de los pueblos hacia sus elites, etc. Los paladines de la ideología dominante, que ya no tienen nada que decir, pero que constatan el creciente malestar de las sociedades contemporáneas, se encierran en un discurso mágico machaconamente repetido por los media en un universo que corre peligro de implosión. Implosión, ya no explosión: la superación de la modernidad no adoptará la forma de un "gran crepúsculo" (versión profana de la parusía), sino que se manifestará mediante la aparición de millares de auroras, es decir, por la eclosión de espacios soberanos liberados de la dominación moderna. La modernidad no será superada por una vuelta atrás, sino mediante el retorno de determinados valores premodernos dentro de una óptica resueltamente posmoderna. Conjurar la anomia social y el nihilismo contemporáneos exige pagar el precio de esa radical refundación.


I.3. El liberalismo, enemigo principal

El liberalismo encarna la ideología dominante de la modernidad; fue la primera en aparecer y será también la última en extinguirse. En un primer momento, el pensamiento liberal permitió que lo económico cobrara autonomía frente a la moral, la política y la sociedad, en las que antes estaba inserto. En una segunda fase, el liberalismo hará del valor mercantil la instancia soberana de cualquier vida en común. El advenimiento del "reino de la cantidad" define ese trayecto que nos ha llevado desde las economías de mercado hasta las sociedades de mercado, es decir, la extensión a todos los terrenos de las leyes del intercambio mercantil, coronado por la "mano invisible". El liberalismo, por otra parte, ha engendrado el individualismo moderno a partir de una antropología que es falsa tanto desde el punto de vista descriptivo como desde el normativo, basada en un individuo unidimensional que extrae sus "derechos imprescriptibles" de una "naturaleza" fundamentalmente no social, y al que se supone consagrado a maximizar permanentemente su mejor interés eliminando toda consideración no cuantificable y todo valor ajeno al cálculo racional.

Esta doble pulsión individualista y economicista viene acompañada por una visión "darwinista" de la vida social, donde esta última queda reducida, en última instancia, a la competencia generalizada, nueva versión de la "guerra de todos contra todos", con el fin de seleccionar a los "mejores". Pero la competencia "pura y perfecta" es un mito, pues las relaciones de fuerza ya existen antes de que la competición aparezca y, además, la selección competitiva no nos dice absolutamente nada sobre el valor de lo seleccionado: tan posible es que seleccione lo mejor como lo peor. La evolución selecciona a los más aptos para sobrevivir, pero precisamente el hombre no se contenta con sobrevivir, sino que ordena su vida en función de unas jerarquías de valores —y justamente aquí, en estas jerarquías de valores, el liberalismo pretende permanecer neutro.

El carácter inicuo de la dominación liberal engendró, en el siglo XIX, una legítima reacción con la aparición del movimiento socialista. Pero éste se desvió de su camino bajo la influencia de las teorías marxistas. Y pese a todo lo que les opone, liberalismo y marxismo pertenecen fundamentalmente al mismo universo, heredado del pensamiento de las Luces: el mismo individualismo de fondo, el mismo universalismo igualitario, el mismo racionalismo, la misma primacía del factor económico, la misma insistencia en el valor emancipador del trabajo, la misma fe en el progreso, la misma aspiración al fin de la historia. En muchos aspectos, el liberalismo ha realizado con mayor eficacia ciertos objetivos que compartía con el marxismo: erradicación de las identidades colectivas y de las culturas tradicionales, desencantamiento del mundo, universalización del sistema productivo…

Del mismo modo, los desmanes del mercado han producido la aparición y el reforzamiento del Estado-Providencia. En el curso de la historia, el mercado y el Estado aparecieron al mismo tiempo. El Estado buscaba someter a servidumbres fiscales los intercambios intracomunitarios no mercantiles, antes inasibles, y convertir ese espacio económico homogéneo en un instrumento de su poder. La disolución de los lazos comunitarios, provocada por la mercantilización de la vida social, hizo necesario el progresivo reforzamiento de un Estado-Providencia que paliara la desaparición de las solidaridades tradicionales mediante el recurso a la redistribución. Lejos de obstaculizar la marcha del liberalismo, estas intervenciones estatales le permitieron prosperar, pues evitaron la explosión social y, en consecuencia, garantizaron la seguridad y la estabilidad indispensables para el librecambio. Pero el Estado-Providencia, que no es más que una estructura redistributiva abstracta, anónima y opaca, ha generalizado la irresponsabilidad, transformando a los miembros de la sociedad en simples asistidos que hoy ya no reclaman tanto la rectificación del sistema liberal como la ampliación indefinida y sin contrapartidas de sus derechos.

Finalmente, el liberalismo implica la negación de la especificidad de lo político, pues éste siempre entraña arbitrariedad en la decisión y pluralidad en las finalidades. Desde este punto de vista, hablar de "política liberal" es una contradicción de términos. El liberalismo, que aspira a construir el entramado social a partir de una teoría de la elección racional que subordina la ciudadanía a la utilidad, se reduce a un ideal de gestión "científica" de la sociedad global, situándose bajo el limitado horizonte de la pericia técnica. Paralelamente, el Estado de derecho liberal, muy comúnmente sinónimo de república de los jueces, cree poder abstenerse de proponer un modelo de vida buena y aspira a neutralizar los conflictos inherentes a la diversidad de lo social echando mano de procedimientos puramente jurídicos destinados a determinar no qué es el bien, sino qué es lo justo. El espacio público se disuelve en el espacio privado, mientras la democracia representativa se reduce a un mercado donde se dan cita una oferta cada vez más restringida (giro al centro de los programas y convergencia de las políticas) y una demanda cada vez menos motivada (abstención).

En la hora de la mundialización, el liberalismo ya no se presenta como una ideología, sino como un sistema mundial de producción y reproducción de hombres y mercancías, presidido por el hipermoralismo de los derechos humanos. Bajo sus formas económica, política y moral, el liberalismo representa el bloque ideológico central de una modernidad que se acaba. Es, pues, el adversario principal de todos aquellos que trabajan por la superación del marco moderno.

Puedes leer el resto del manifiesto aquí

Publicado: 07:24 22/02/2007 · Etiquetas: · Categorías:
De la nación-estado a la nación sin estado: Somalia

por Michael van Notten
Amsterdam, April 24, 2000
Traducción: Willi@am



Hace casi diez años, la nación somalí abolió su gobierno central y se convirtió así en una nación sin estado. Como resultado, el pueblo somalí es hoy más pacífico y ha llegado a ser más próspero que antes. Este acontecimiento único en la historia política del mundo merece toda nuestra atención. Sobre todo ahora que por todas partes los pueblos piden una alternativa a la democracia. La democracia llegó a ser popular porque prometió menos impuestos y más libertad que la que existía bajo la monarquía. Pero no pudo cumplir su promesa; los impuestos se llevan hoy en promedio la mitad de la riqueza de cada uno sin darle mucho a cambio. Y sus regulaciones limitan seriamente la libertad y la productividad de los ciudadanos. Se estima que la gente produciría de 4 a 8 veces más abundancia sin esas regulaciones democráticas.

Permítame, primero, contarle un poco de la historia política del pueblo somalí, una nación en el este de África cuya población actual es de unos 15 millones de personas. Esta nación habita un territorio semiárido del tamaño de Francia. Mide aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados. Poco después de la construcción del canal de Suez en 1869, el territorio somalí fue invadido y ocupado por cuatro potencias coloniales: Gran Bretaña, Italia, Francia y Etiopía. Al final del período colonial, cada una de estas cuatro partes tuvo su propio gobierno central, manejado por los políticos locales, que fueron entrenados para ello por las potencias respectivas. En enero de 1991, los gobiernos centrales de la Somalia británica e italiana fueron desmantelados. Al mismo tiempo, cada una de las sesentaitantas tribus somalíes reafirmaron su independencia política. Los jefes de cada tribu asumieron la responsabilidad de mantener ley y el orden.

Esto, "ley y orden", no tiene nada en común con la democracia. Sería mejor describirlo como "un mercado libre para el suministro, la adjudicación y el cumplimiento y aplicación de la ley" ("a free market for the supply, adjudication and enforcement of law"). La ley somalí consiste en leyes consuetudinarias. Estas leyes existen en muchos países, pero solamente en Somalia son la ley suprema. Como uno puede imaginar, las leyes consuetudinarias son de dos clases, unas que oprimen a las personas, y otras que reconocen su derecho a la vida, a la libertad y a la prosperidad. En Somalia, la mayoría de estas leyes consuetudinarias son del segundo tipo. Exceptuando unas pocas reglas, las leyes somalíes reconocen a todo mundo su derecho a la propiedad privada, lo que incluye el principio del libre cambio. De esa manera, la ley consuetudinaria somalí es muy cercana a la ley natural. (Y por esto, para una mejor comprensión de la ley somalí, será útil entender más acerca de tal ley natural).


Ley natural

Antes de definir "ley natural" investigaremos qué significa el término "ley". La mayoría de los juristas piensan que la raíz etimológica de este término es la palabra romana lex, que significa "obligar" (to conscript) o "imponer". Pero el verdadero origen del término "ley" es la palabra germánica laeg, cuyo significado es "orden", "paz", o "relaciones amistosas". Su opuesto es orlaeg, que todavía sobrevive en la lengua holandesa, en la palabra oorlog, que significa "guerra" o "relaciones no amistosas". Así pues, la ley es un estado de paz y de relaciones amistosas entre los individuos. De hecho, así era originalmente: "ley" no tenía el significado que tiene hoy: mandato, regla, norma o declaración directiva, sino que, en lugar de eso, denotaba ese estado de paz y relaciones amistosas.

Ahora, el término "ley natural"' denota ese significado antiguo del término "ley". De hecho, la ley natural es algo que los pueblos han conocido desde tiempos inmemoriales, sin identificar su naturaleza exacta ni la razón por la cual debe respetarse. (En lo que sigue me ocuparé de estas dos cuestiones; para ello resumiré las enseñanzas de Frank van Dun, que enseña filosofía del derecho en las universidades de Gent y de Maastricht).

El concepto de ley natural fue desarrollado durante 2500 años por sabios y humanistas que observaban la gran variedad de sistemas políticos. Ellos se preguntaban: ¿cuál de todos podría ser llamado el orden natural de la humanidad? En su búsqueda, esos pensadores imaginaban un orden ideal, uno en el cual nadie pudiera ocultar por mucho tiempo su responsabilidad por lo que dijo, hizo o causó. Consecuentemente, no habría confusión en cuestiones como: quién le debe a quién, quién hizo o prometió hacer tal, quién participó voluntariamente y quién fue forzado o engañado, etcétera. Además, estos sabios imaginaban un orden en el que ninguna persona sufriera daños o perjuicios por causa de otros, y le fuera posible vivir su vida y disfrutar sus propiedades en un ambiente de paz y relaciones amistosas. Esas personas honrarían sus contratos y entregarían una total restitución o compensación cuando faltaran a este orden y causaran daño a otros.

Tal conjunto de características constituye, ciertamente, un orden -un orden atractivo-; pero ¿es el orden natural de la humanidad? Sólo podremos afirmarlo si las características de ese orden son hechos naturales, esto es, categorías objetivamente descubribles.


Hechos de la naturaleza

Exceptuando a los gemelos siameses, los seres humanos son seres diferenciados, seres separados entre sí. Esta 'separación' es ciertamente un hecho natural. Las diferencias entre las personas -en edad, talla, talento, así como sus capacidades para la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación racional- les fueron 'dadas' genéticamente por la naturaleza. Son, pues, hechos de la naturaleza. También esas capacidades lo son. Las personas necesitan ejercerlas para existir y sobrevivir como seres humanos. El ejercicio de esas capacidades les es tan fundamental para tener 'su lugar en el mundo', como lo es poseer un cuerpo físico. Este 'su lugar en el mundo' consiste en el espacio que coincide con su ser físico, con sus actividades y con el fruto de su trabajo. Por tanto, este 'su lugar' pertenece naturalmente a cada persona. De ahí su nombre, 'derecho natural'. Los filósofos se preguntan si realmente existe este derecho natural. Y afirman que, puesto que los seres humanos tienen capacidad para la acción, el habla y el pensamiento independientes, entonces pueden y deben actuar, hablar o pensar. Porque ¿cómo podría alguien negar el derecho a pensar, hablar o actuar? Sólo podría hacerlo mientras piensa, habla o actúa. Por consecuencia, afirman los filósofos, tal derecho no puede ser negado. Luego existe. Otros nombres para ese 'su lugar en el mundo' son "libertad" y "propiedad", que son, por ello, sinónimos del derecho natural.

Una persona puede aumentar su derecho natural ejercitando su capacidad para la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación, pero solamente en la medida en que respeta los derechos naturales de las otras personas. Si una persona aumenta su lugar en el mundo violando el lugar en el mundo de otras personas, el resultado de ello no es propiedad, sino robo o botín. Para encontrar los límites exactos del derecho natural de cada uno, debemos regresar al derecho a pensar, hablar, juzgar, elegir y actuar. Uno no puede hacer eso sin tener el dominio exclusivo de su propio cuerpo. Por lo tanto, este dominio sobre su propio cuerpo es parte de su derecho natural. Así también, cuando nos apropiamos de objetos que no pertenecen a otros, no violamos los derechos de nadie. Lo mismo cuando hacemos con otros hombres contratos voluntarios convenientes para ambas partes. Así pues, todo ello es también parte del derecho natural. Por último, cada uno tiene el derecho a defender sus derechos. Estos cinco derechos son los derechos fundamentales del ser humano, y de ellos deriva cualquier otro derecho natural. Ningún derecho natural puede existir fuera de ese marco.

El orden compatible con los derechos naturales se llama generalmente 'el orden natural de la humanidad'. Es un nombre apropiado, dado que los derechos naturales son acordes a los hechos de la naturaleza. De ese orden natural pueden derivarse principios o reglas de conducta destinadas a establecer y mantener tal orden. Tales reglas son las 'leyes naturales'. Pero su única finalidad es definir el concepto de derechos naturales y sus obligaciones correspondientes. Las leyes naturales nunca son órdenes.

A la luz de lo anterior, debe ser claro que en principio es posible dar una respuesta objetiva a cuestiones sobre los límites o violaciones del derecho natural de cualquier persona; para ello es suficiente con señalar hechos objetivos de la naturaleza, es decir, el cuerpo de una persona, su trabajo, sus logros.


Respeto a la ley

Habiendo definido los conceptos de ley natural y derecho natural, preguntemos por qué todo mundo debiera respetar esta ley y estos derechos. Esta cuestión surge en el contexto de la interacción humana, donde las personas enfrentan a otras. La respuesta llega a ser evidente cuando alguien afirma que no es necesario respetar esos derechos de otros, porque eso implica una contradicción dialéctica. Porque su argumento será como sigue: "Le respeto como persona; por tanto, voy a apelar a su razón y conocimiento para demostrarle que no debo respetarle como persona". Esta contradicción muestra que no hay manera de refutar la proposición de que la gente debe respetarse entre sí. Y si no puede de ser refutado, el argumento de que la gente debe respetarse tiene que ser verdad. Y ese respeto es exactamente aquello de lo cual habla todo el derecho natural. El derecho natural es el orden en el cual la gente puede argumentar racionalmente y puede cumplir sus compromisos.

Por tanto, si hemos de tomarnos en serio, no podemos escapar a la conclusión de que estamos obligados a respetarnos unos a otros. Esto significa que estamos relacionados unos con otros en la medida en que nos respetemos, y que tenemos el derecho a ser respetados por otros en tanto respetemos a esos otros. Y si alguno deja de respetar a los otros, está fuera de la ley y puede ser forzado por los otros a respetar sus derechos.


Derechos humanos

Vimos que el concepto del derecho natural implica el derecho al propio cuerpo y a sus posesiones y el derecho a actuar respetando el orden natural. La célebre fórmula de John Locke, "vida, libertad y propiedad", resume lo anterior. Tales derechos naturales no deben confundirse con los llamados 'derechos humanos' que aparecen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, 1948. Dicha declaración autoriza a cualquier gobierno democrático a ordenar la vida, la libertad y la propiedad de toda persona según su propia estimación de lo que es factible y apropiado "de acuerdo a la organización y recursos de cada estado". Esto se funda en la creencia errónea de que los seres humanos tienen el 'derecho' a que sus necesidades y deseos sean satisfechos a expensas de los otros. Lo cual quiere decir que los seres humanos tienen el 'derecho' a no respetar a los otros. Como hemos visto, tal idea es absurda.


Critarquía (kritarchy)

Debe ser claro ahora que la 'ley natural', en el sentido de 'orden natural de los seres humanos', no es una cuestión de especulación ociosa, sino de hechos naturales. Esto conduce a la pregunta de si existe un sistema político que respete estos hechos. De hecho hay tal sistema. Se llama critarquía. Difiere de la democracia y de otros sistemas similares en que su gobierno no tiene poderes especiales. Se le niegan los mismos poderes, privilegios e inmunidades que también se niegan a los seres humanos. Eso significa que las fuerzas policíacas de la critarquía no pueden utilizar legalmente sus armas y poderes coercitivos, a no ser para mantener los derechos naturales. A diferencia de lo que ocurre en una democracia, las cortes y los policías de una critarquía no son parte de un monopolio coercitivo. En una critarquía, toda persona puede legalmente ofrecer servicios judiciales y policiacos a otros que así lo quieran; nadie puede ser forzado u obligado a ser un cliente de alguna corte de la ley o de alguna fuerza policiaca.

Una critarquía no tiene sujetos y reglas. Carece de un gobierno en el sentido moderno de la palabra, esto es, de una organización con poderes coercitivos que exige obediencia a todos los que habiten su reino. Gobernar y gravar con impuestos a la gente no son funciones del sistema político de la critarquía. Las personas son libres para dirigir sus propios asuntos, individualmente o en asociación con otras. La libertad es la ley fundamental de una critarquía.

La palabra 'critarquía', mencionada en varios diccionarios bien conocidos, se compone de los términos griegos kriteis (juez), o de krito (juzgar), y de archeh (principio, causa). Fue acuñada en 1844 por el autor inglés Robert Southy. Por su construcción, critarquía se asemeja a términos como monarquía, oligarquía y jerarquía. Según sus raíces etimológicas, critarquía es el sistema político en el cual los jueces, o sus juicios, son el principio directivo. Similarmente, una monarquía es el sistema en el cual una persona es el principio directivo o la primera causa de cada acción legal. En una oligarquía, unas pocas personas, actuando en concierto pero sin una jerarquía fija entre ellos, son la fuente de todas las acciones humanas. Esta oligarquía es lo que tenemos en una democracia moderna. Los miembros de un parlamento democrático tienen igual rango y sus decisiones en común obligan a todos los ciudadanos. A diferencia de las monarquías u oligarquías, las critarquías no establecen reglas políticas. Los jueces de una critarquía no legislan, sino que encuentran caminos o medios para resolver conflictos y disputas de manera compatible con el orden natural de seres humanos. Se asume que este orden está dado objetivamente (consiste en gente que respeta el espacio de los otros), y no es algo que corresponda a, o satisfaga, los deseos o ideales que los jueces pudieran tener.

En contraste con otros sistemas políticos, los jueces en una critarquía no tienen sujetos o personas sometidas. No tienen actores o fiscales que arrastren a la gente ante sus tribunales. No pueden 'escoger' sus asuntos o sujetos. En lugar de eso, son 'escogidos' por aquellas personas que desean resolver sus conflictos y disputas mediante las decisiones judiciales de estos jueces. La característica distintiva de una critarquía es ser un sistema político sin reglas políticas. Sus jueces no gozan de privilegios o poderes especiales. No gobiernan a las personas. Su única ocupación es proteger el orden voluntario, el orden natural de los seres humanos.

Hay muchos ejemplos históricos, algunos recientes, de critarquías o de cuasi-critarquías. También se ha intentado utilizar las constituciones (como la Carta Magna o la Declaración de Derechos en Inglaterra, las enmiendas a la constitución original de Norteamérica, o la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano) para introducir elementos de critarquía como frenos a los poderes de gobiernos opresivos.

Al final del segundo milenio antes de Cristo, los judíos vivían en un sistema descrito en el libro bíblico de Jueces. Sus 'jueces' no lo eran en el sentido técnico de los sistemas legales modernos, sino más bien eran hombres respetados que actuaban como líderes o consejeros, sin tener poder coercitivo o poder para imponer contribuciones. Otras critarquías existieron entre los pueblos celtas y germánicos antes y durante su confrontación con el imperialismo romano. Hubo una critarquía firmemente establecida en Islandia, Irlanda y Frisia medievales. En la primera mitad del siglo XIX, los colonos europeos en el medio y lejano oeste norteamericanos desarrollaron su propia critarquía. En África y Asia las sociedades tribales continúan hasta el presente adhiriéndose a formas de critarquía, cuando no se sumergen en las estructuras gubernamentales impuestas por las colonias europeas o por los políticos nativos.

Aunque estos ejemplos históricos pueden sugerir que la critarquía es un sistema primitivo, hay que tener en mente que la mayoría de ellas han caído víctimas de jefes militares. Frecuentemente estos jefes transformaban las estructuras temporales de la guerra en aparatos permanentes de control político. Y organizaban el aparato de tal manera que sus sometidos no pudieran abolirlos, pudiendo sólo elegir entre los varios tipos de control político. Los partidarios de la critarquía han sido siempre conscientes del carácter artificial y destructivo de los sistemas políticos alternos. El hecho de que una critarquía se pierda y sea reemplazada por un sistema destructivo no la convierte en algo primitivo. Puede pasar que una economía progrese a pesar del sistema político. El progreso económico puede coincidir con el retroceso político.


Defectos de la democracia

Cada vez más la gente se queja de los resultados de la democracia. El problema es que muchos piensan que la democracia es en sí mismo un sistema legal y que sus resultados se perfeccionarán tan pronto se remedien sus defectos. Sin embargo, su defecto principal es que permite que algunos hombres gobiernen a todos los demás sin tomarles parecer. No hay autoridad en una democracia que escuche a las personas cuyos derechos naturales han sido violados. Los gobiernos democráticos monopolizan la policía y el aparato judicial precisamente porque desean impedir que los derechos naturales sean invocadas en contra suya.

En una democracia, los funcionarios del gobierno son investidos con poderes que se niegan a las mismas personas que les otorgaron tales poderes. En un mundo natural, eso no es posible. La democracia intenta 'justificar' su monopolio creando una ficción, creando personas artificiales llamadas 'ciudadanos', y derechos artificiales llamados 'derechos humanos'. Se sostiene que tales 'derechos' son de naturaleza conflictiva. Esto puede leerse en el Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y debido a esta naturaleza conflictiva, los gobiernos democráticos se dan a sí mismo poderes especiales para restringir tales 'derechos'. Es así como los gobiernos democráticos pasan por alto y niegan la ley natural: introduciendo un nuevo concepto de la ley, uno que hace aparecer a la democracia como legal.


Una mirada a Somalia

El sistema político somalí no impone reglas políticas a los somalíes. Por tanto, parece una critarquía. Sin embargo, el sistema legal somalí muestra algunas desviaciones respecto del derecho natural. Por lo que el orden actual en Somalia debiera calificarse como algo próximo a una critarquía. Varias cuestiones se presentan: Cómo se llegó a ello, qué problemas surgieron, qué soluciones hay y qué se ha alcanzado hasta el momento.

1. La decisión

Ante todo, ¿quién tomó en Somalia la decisión de abolir el gobierno central? No fue el gobierno, por supuesto. Tampoco fue un parlamento o mediante un referéndum. Nada de eso; simplemente sucedió, y pudo suceder porque había consenso popular. Este consenso empezó en 1978, cuando el gobierno central somalí emprendió, y perdió, una guerra contra la vecina Etiopía. Desde entonces, el pueblo somalí estuvo listo para regresar a su sistema político anterior, la critarquía. Esto fue posible 13 años más tarde, cuando el pueblo expulsó y se deshizo de su dictador. Por un mero golpe de suerte, ninguno de los dos candidatos que podrían sucederlo estaba dispuesto a dar ventajas al otro. Fue un impasse similar al que se dio ese mismo año en Moscú, entre Yeltshin y Gorbatchov.
Como resultado de este limbo en Somalia, los empleados del gobierno no recibieron más pago. De cualquier modo el pueblo los consideraba criminales, y fueron expulsados, igual que el dictador. Después de ello, la población desmanteló todos los edificios del gobierno, incluyendo las fábricas. Esto en parte fue obra de bandas de bandidos, pero también se debió a un esfuerzo deliberado por evitar que los políticos retornaran al gobierno central.

2. Disturbios

No todos los resultados de este cambio a un nuevo sistema político fueron positivos. Como en la Unión Soviética, el cambio permitió que el banditismo actuara con impunidad. Los generales y coroneles se aliaron a políticos y soldados e intentaron reestablecer los monopolios gubernamentales pueblo por pueblo. Crearon impuestos, e incluso algunos de ellos establecieron relaciones cuasidiplomáticas con gobiernos extranjeros.

3. Problemas

Mientras tanto, los líderes del nuevo sistema político somalí tuvieron que encarar algunos problemas difíciles:

3.1 En las áreas urbanas, donde está la mayoría de los negocios modernos, los leyes consuetudinarias fueron reemplazadas por leyes estatutarias. Por ello, las leyes consuetudinarias, que habían continuado existiendo en el medio rural, no han podido desarrollarse en consonancia con los requisitos de la economía global. Y las tribus, que antes de la independencia eran principalmente vehículos para proteger la ley consuetudinaria, han llegado a ser ahora grupos de presión política.

3.2 Muchos somalíes ya acostumbrados al sistema legal de la República de Somalia están ahora poco dispuestos a someterse otra vez a los leyes e instituciones consuetudinarias.

3.3 Los reporteros extranjeros llenan los periódicos con historias de horror para hacer valer su muy personal opinión de que una nación sin el monopolio gubernamental es una nación condenada a muerte. Estas historias de horror desalientan a los inversionistas extranjeros.

3.4 Los intelectuales somalíes están escribiendo libros y artículos en los cuales presentan el gobierno tribal como arcaico y proponen reestablecer el monopolio gubernamental.

3.5 Los fundamentalistas musulmanes somalíes promueven la idea de sustituir el sistema tribal por una teocracia. Ocasionalmente, sus militantes emprenden pequeñas guerras contra lo que conciben como obstáculos para tal fin.

3.6 Las Naciones Unidas invadieron Somalia con un ejército multinacional de 30,000 hombres, para reestablecer una democracia. Además, lanzaron una campaña diplomática para reclutar a todos los políticos anteriores, con el fin de reestablecer el monopolio gubernamental en toda la nación. A la vez, entrenaron a miles de somalíes para emplearlos en tal gobierno, y están estableciendo centros de discusión en los pueblos para dirigir a la gente hacia la democracia.

3.7 Por ultimo, hay muchas localidades donde los políticos han confiscado la tierra de las tribus y la han entregado a sus partidarios leales. Las tribus están ahora reposesionándose de esas tierras.

4. Soluciones

La mejor manera de consolidar el actual sistema de ley y orden de los somalíes es exponerlo y enfrentarlo al tráfico y bullicio (hustle-bustle) de la vida cotidiana. Su sistema legal es de tal manera que puede adaptarse a las circunstancias cambiantes. A más gente se inserte en ese tráfico, más pronto la ley se adaptará a los requisitos de la moderna sociedad de libre mercado. Esta adaptación de la ley puede acelerarse de dos maneras. Una es publicando libros acerca de la ley somalí y estableciendo centros de documentación para la jurisprudencia. De esta manera, los leyes de las sesentaitantas tribus somalíes se combinarán gradualmente en un solo cuerpo de reglas para todos los somalíes. La otra manera es establecer puertos libres para inversionistas foráneos. Eso aumentará la interacción entre hombres de negocios locales y extranjeros, y provocará una fertilización mutua de diferentes éticas, leyes y métodos de negocios. De hecho, dos tribus han dado ya este paso y han creado puertos libres, el Majerteen en Bosaaso, y el Samaron en Awdal.

5. Resultados positivos

Han pasado casi diez años desde que los somalíes cambiaron su sistema político. La paz se ha establecido en la mayor parte del país y la prosperidad crece lenta pero firmemente. Esta paz se ha conseguido sosteniendo la ley consuetudinaria somalí. Conviene analizar esta ley con algún detalle.

Las cinco principales características de la ley somalí son:

--- No castigo para los crímenes; solamente restitución o compensación.
--- No fiscales públicos, no crímenes sin víctimas.
--- Las multas son limitadas y deben pagarse a la víctima o a su familia.
--- Toda persona está asegurada por sus obligaciones o responsabilidades (liabilites) ante la ley.
--- Los jueces son elegidos por los litigantes, no por 'la sociedad'.

5.1 Restitución y compensación en lugar de castigo.

Los somalíes saben que el castigo no funciona. Saben que las democracias imponen multas y prisión a los criminales. Pero el castigo no anula la violencia original perpretada contra la víctima. Sólo añade más violencia a la violencia total que se comete en el mundo. En segundo lugar, tales castigos raramente disuaden a la gente de seguir cometiendo crímenes. Si así fuera, hoy mismo tendríamos un mundo sin crimen. En tercer lugar, como es bien sabido, las cárceles son lugares donde la gente aprende a cometer más crímenes. Y el enorme costo de mantener las prisiones es pagado por los contribuyentes, no por los criminales. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí sólo exija a los criminales que restituyan los derechos que han violado. Si la restitución es imposible, los criminales tendrán que ofrecer compensación.

5.2 Definiendo el crimen.

En una democracia, casi cualquier conducta es susceptible de ser declarada crimen. Puede ser un crimen fumar algo más fuerte que Marlboro, o leer algo más picante que Playboy, o criticar al gobierno, o emplear una moneda no autorizada, o evadir el reclutamiento militar, etcétera. Las democracias 'justifican' esta plétora de prohibiciones llamando a eso 'crímenes contra la sociedad', aun cuando no hay víctimas reales. Por otra parte, hay democracias que cierran los ojos cuando las mujeres son raptadas o golpeadas, o cuando la policía detiene y tortura inocentes. Todas esas prohibiciones e inmunidades son autorizadas por la legislatura. Por tanto, es muy razonable que los somalíes no quieran emplear legisladores y fiscales públicos. Bajo la ley somalí, sólo la víctima, o su familia, puede iniciar al procedimiento criminal. No existe el crimen cuando no han sido violados los derechos naturales de nadie.

5.3 Las multas, para la víctima.

En una democracia, el gobierno puede imponer casi cualquier tipo de multas, y puede determinar que esas multas deben pagarse al gobierno. Ello le genera un ingreso considerable. Lo cual, a su vez, es un incentivo para promulgar más y nuevos crímenes e incrementar las multas lo más posible. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí estipule que las multas -impuestas por la violación intencional de los derechos de alguien- deben ser limitadas por el valor de aquello que fue destruido, y que deben ser pagadas a la víctima, no a la corte ni a la tribu como un todo.

5.4 Seguro.

En una democracia, nadie está obligado a tomar un seguro para sí mismo. Por lo cual hay un gran número de personas que nada tienen que perder si cometen un crimen, a no ser la posibilidad de pasar algún tiempo en prisión. Ciertamente, esta situación es un incentivo para cometer crímenes. Por tanto, es muy razonable que los somalíes exijan que toda persona tenga un seguro y un representante permanente, es decir, alguien que actuará en su nombre si la persona comete un crimen o es víctima de uno.

5.5 Jueces.

En una democracia, los tribunales de justicia son establecidos por el gobierno y los jueces son pagados por él.. Con ello se asegura que esos tribunales no aceptarán ninguna queja o defensa que se funde en derechos naturales. Consecuentemente, el gobierno puede promulgar casi cualquier regla que infrinja estos derechos. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí estipule que los tribunales deben aplicar solamente aquellas reglas que la población ha admitido voluntariamente como consuetudinarias.

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Este sistema de ley ha producido la paz entre los somalíes y ha posibilitado el retorno a la prosperidad. Pero eso no es todo. Lo ha hecho a casi ningún costo para la nación, y lo ha logrado sin impuestos. Los jueces y los policías de Somalia hacen su trabajo sin remuneración y por tiempo parcial. Se considera un gran honor ser un juez. De hecho, en una critarquía los mejores hombres intentar estar en la cima del sistema, mientras que en las democracias...

Otra virtud del sistema somalí es que es bastante inmune contra la manipulación política. No hay leyes que sirvan primariamente a los interesas particulares de grupos de presión. Así también, la ley somalí tiende a ser acorde con los valores creídos por la población entera, porque ha sido construida para adaptarse a dichos valores.
Hay varias características de la ley somalí que no son compatibles con la ley natural. No las mencionaremos, sin embargo. Lo que nos interesa es saber cómo los somalíes lograron -en un tiempo relativamente corto- un cambio completo en su sistema de gobierno. La respuesta es que su nuevo sistema es de hecho su viejo sistema. Ciertamente, en las áreas rurales, que son probablemente 90 por ciento del país, la ley consuetudinaria ha gobernado, y los tribunales de ley consuetudinaria jamás dejaron de operar. A este respecto, la situación en Somalia se asemeja a la de Norteamérica en 1776. La revolución americana nunca fue una revolución. Más bien fue un esfuerzo de los colonos por preservar la libertad que habían gozado durante los 150 años precedentes. De igual modo, la preocupación principal de los somalíes desde el fin de la dictadura no fue innovar, sino preservar su sistema indígena de gobierno.


Lecciones a aprender

La experiencia en Somalia muestra que hay un sistema político mejor que la democracia. Se llama critarquía, y parece ser viable y de aplicación universal. Los somalíes han mostrado cómo efectuar el cambio hacia ese nuevo sistema, a pesar de los esfuerzos masivos de la ONU para reestablecer la democracia en Somalia.

La principal lección a aprender es, probablemente, que las democracias nunca accederán ni se apresurarán a abandonar tal sistema. En lugar de eso, resistirán hasta que el sistema se colapse. Es bien sabido que cuando un dictador emerge en una democracia, pero no intenta conquistar otros países, las democracias del mundo serán pacientes. No harán nada; sólo esperarán el día en que los ciudadanos del país reúnan el poder suficiente para volver a la democracia. Pero si una nación desea intentar la critarquía, no les parece demasiado alto el costo de intervenir para reestablecer la democracia.

Así, todos aquellos pueblos que desean el cambio hacia la critarquía en su país deberán prepararse para el día en que la democracia no tenga más ni el apoyo popular ni el dinero. En ese momento, la política se dirigirá o hacia la dictadura o hacia la critarquía. Para ese momento la experiencia somalí podrá ofrecer alguna guía. Como hemos visto, los somalíes pudieron cambiar hacia la critarquía por tres razones: Primero, había el consenso en todo el país para abolir el sistema de gobierno central. Segundo, los 'operarios' de la critarquía estaban en el escenario y listos para poner en práctica su sistema. Y, por último, los gobiernos democráticos del mundo estaban mal organizados para el esfuerzo conjunto de invadir Somalia.

Para que la critarquía prevalezca, es en verdad necesario que sus 'operarios' asumen sus responsabilidades y formen la nueva supra-estructura del país. ¿Quiénes son estos operarios? No solamente los jueces y policías privados, sino también, y principalmente, las compañías de seguros. En una critarquía, todo mundo está asegurado por sus obligaciones y responsabilidades (liabilites). Aquellos que no tengan seguro encontrarán casi imposible hacer negocios o encontrar empleo; serán tratados como ilegales. Violar las leyes puede implicar primas de seguro muy altas para el perpretador. Eso constituye un aliciente muy fuerte para respetar los derechos naturales de la gente. Por sí mismas, las compañías de seguros juegan un papel muy importante en la prevención de crímenes. A menos crímenes, menos tendrán que pagar a sus clientes. Es muy alentador ver cómo en Europa y los Estados Unidos hay un gran incremento en el número de compañías privadas que ofrecen servicios judicial y policiacos. Además, las aseguradoras cada vez amplían más sus coberturas. En vista del cada vez mayor descontento con la democracia, no es exagerado decir que la tendencia hacia la critarquía ha comenzado ya. La experiencia somalí muestra cuán importante es que los operarios estén preparados. Sin las leyes e instituciones tradicionales listas para asumir el control del estado, la nación somalí habría caído en el caos. Y entonces la ONU habría tenido éxito en reinstalar la democracia entre los somalíes.

Además de jueces, policías y compañías de seguros, la critarquía dependerá de empresarios expertos que provean infraestructura tal como caminos, transportes, comunicaciones, educación, etc. A estos empresarios se les encuentra en compañías y universidades que proveen ya estos servicios en el mercado libre. Cuanto más rápidamente crezcan y se extiendan estas compañías y universidades, más fácil será el cambio hacia la critarquía. Por último, está la cuestión del consenso popular en favor de la critarquía. En alguna medida, tal consenso dependerá de la presencia de formadores de opinión (opinion makers). Pero la experiencia somalí muestra que será muy útil que el gobierno democrático cometa uno o dos errores grandes. Mucha gente elegirá la critarquía no tanto por sus muchas virtudes, sino porque pensará que tendrá menos vicios que los sistemas políticos actuales. Luego de las experiencias amargas, todos sabemos sobre el eterno péndulo entre la democracia y la dictadura.

Publicado: 20:47 21/02/2007 · Etiquetas: · Categorías:
El Viejo Topo n. 229
La Haine


Entrevista de Salvador López Arnal con Enrique Costas Lombardía, economista y ex-vicepresidente de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud. Aquí desenmascara las mentiras de la industria farmacéutica.

Enrique Costas Lombardía es economista y fue vicepresidente de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud (también conocida como "Comisión Abril"). Con eso, según el propio Costas Lombardía, bastaría para su presentación, aunque, por otra parte, Costas es también "alto, delgado y viejo", y con muchos años de dedicación a los asuntos sanitarios. Aquí desenmascara las mentiras de la industria farmacéutica.

- ¿Cuáles son los principales laboratorios farmacéuticos que operan en España? ¿Podría indicarnos el volumen de su negocio, sus beneficios en estos últimos años?

- Los mismos que también son principales en casi todos los países: laboratorios multinacionales, como Bayer, Norvatis, Lilly, Pfizer, Abbot, Roche, Pharmacía y algunos otros. Cada vez menos, porque tienden a concentrarse para ampliar la capacidad financiera y el dominio del mercado.

No conozco las cifras de ventas de cada uno, pero sin duda son altas, en proporción al enorme y creciente gasto en medicamentos, que, en 2004, ascendió en España a unos 14.000 millones de euros, 2 billones 300.000 millones de pesetas, y en el mundo a, más o menos, 450.000 millones de euros, 75 billones de pesetas.

¿Cuánta es la ganancia de la industria?, pregunta Vd. Pues no lo sé. No hay datos públicos fiables. Un economista americano, Uwe Reinhardt, estima el 21% de beneficios después de impuestos, y también después de dedicar a investigación un 14% de las ventas (que no todos lo hacen). Otros calculan porcentajes más altos. En cualquier caso hay indicios muy sólidos de que la rentabilidad de la industria farmacéutica es extraordinaria. Hay indicios como el alto número de medicamentos patentados -y la patente permite fijar precios de monopolio-, o que en la lista de las 500 empresas más relevantes de Estados Unidos que cada año publica la revista Fortune, las compañías farmacéuticas incluidas son siempre las primeras, y muy destacadas, en las cifras de beneficios, ya se midan éstos en porcentaje de las ventas o en tasa de retorno del capital. En fin, bien puede decirse que hacer medicamentos produce espléndidas ganancias, y con esas ganancias va el poder.

- Farmaindustria, una asociación de laboratorios farmacéuticos que dice estar preocupada por la ética comercial, se ha autoimpuesto recientemente una sanción de 500.000 euros por publicidad engañosa y por atenciones irregulares a los médicos. ¿Qué prácticas de publicidad engañosa son esas? Es muy infrecuente que una asociación empresarial se autoimponga una sanción de estas características. ¿Por qué cree que han obrado de ese modo?

- Vamos a ver, Farmaindustria como asociación no se autosanciona. Farmaindustria elaboró un código, que llama de buenas prácticas comerciales, y los laboratorios asociados aceptan ser sancionados cuando lo incumplen. Es decir, el grupo se autorregula, se autojuzga y se autocondena. Aunque claramente todo esto no pasa de ser una comedia sin efecto alguno en el mercado ni en los consumidores. El fin real de este código es lavar la cara de la industria farmacéutica haciendo ver que está comprometida con la transparencia y la honradez. Sí, una forma de publicidad. Y de paso sirve para cohesionar el grupo, unificar sus criterios, moderar las carreras de descuentos o de regalos y, a mi juicio también, desfigurar a conveniencia de la industria conceptos y palabras.

Por ejemplo, la "publicidad engañosa" es para el código aquella que compara un producto con los competidores de otras marcas, cuando precisamente esa comparación es el único medio de impedir el engaño de muchos medicamentos nuevos que no mejoran los similares antiguos. Así, el código de buenas prácticas considera pubicidad engañosa a la que evita el engaño, y publicidad leal a la engañosa que hoy hacen los laboratorios. Y de modo parecido, llama "atenciones irregulares" no a las inmorales o pocas serias, sino a aquellas cuyo valor en euros no excede el aceptado tácticamente por la industria para obsequios e invitaciones.

- La industria farmacéutica suele sacar al mercado nuevos medicamentos que, supuestamente, mejoran los anteriores o tratan enfermedades que hasta entonces no eran tratadas. ¿Qué tipo de investigaciones realizan los grandes laboratorios? ¿Es verdad que sus planes están dirigidos básicamente hacia las poblaciones adineradas de los países adinerados?

- Vera Vd., el mercado farmacéutico, en teoría económica, es un mercado imperfecto. En él no se produce naturalmente la competencia por el precio. Se compite por diferenciación del producto, o sea, con medicamentos cuyas ventajas los hacen distintos y más deseables, como pueden ser la mayor efectividad, o seguridad, que sean más fáciles de usar, etc. Es obvio que los productos nuevos suponen la diferenciación más completa, son los competidores más fuertes, y por eso la industria farmacéutica destina a descubrirlos sumas considerables. La investigación farmacéutica no es, como la palabra "investigación" podría sugerir a muchos, un importante trabajo de indagación científica, sino el mecanismo de la industria para conseguir fármacos nuevos que, amparados por la patente y la marca comercial, llegan a constituir monopolios temporales que maximizan el lucro de la compañía. Este es el objetivo último y verdadero. La industria sólo investiga para alcanzar una posición dominante en el mercado y sólo cuando ese mercado puede asegurar una tasa de retorno atractiva. Pura lógica empresarial. De ahí que la investigación farmacéutica se concentre en las enfermedades crónicas prevalentes en los países desarrollados o adinerados, y abandone las que sufre la población de las naciones pobres sin recursos para pagar las medicinas. En resumen, la naturaleza de la investigación farmacéutica es meramente mercantil; no está motivada por la ciencia aunque emplee, claro está, medios científicos y produzcan remedios para algunas enfermedades que no los tiene. Faltaría más.

- ¿Qué porcentaje de estos nuevos fármacos representan mejoras reales, avances científicos efectivos?

- El mercado farmacéutico recibe una continua corriente de nuevos medicamentos siempre con precios elevados y que en gran proporción son clínicamente innecesarios. No todas las novedades son avances terapéuticos, ni mucho menos. Mire Vd, la Federal Drug Administration, FDA, de Estados Unidos, tan mencionada como referencia de autoridad, estima que sólo el 13% de los medicamentos nuevos mejoran de modo sustancial a los preexistentes más baratos; la Oficina Regional en Europa de la OMS calcula el 15%, y el organismo farmacéutico superior de Canadá, el Patented Medicines Prices Review Board, lo reduce al 7%. Dicho de otro modo, en más del 85 por 100 de los nuevos medicamentos la eficacia relativa -el resultado de comparar su eficacia con la de un fármaco similar ya en uso- es prácticamente nula. En más del 85 por 100, repito: la inmensa mayoría. Un dato que descubre la enorme extensión del engaño de las farmacéuticas, que propagan como mejor, y cobran muy caro, lo que sólo es igual a lo que ya hay a precio bajo. O sea, la sociedad paga más o mucho más por muy poco o por nada más. Bien puede decirse que el negocio y el beneficio de la industria farmacéutica están, en gran parte, asentados en el engaño y el despilfarro social.

- Pero si hay engaño, fraude, ¿cómo podría controlarse? ¿Por qué no intervienen los poderes públicos? Estamos hablando de fraude en temas de salud humana, no de cuestiones sin importancia. Por otra parte, un centro de investigación avanzada como el BIOCAT están notablemente financiado por la industria farmacéutica. ¿Por qué cree usted que operan de ese modo?

- Impedir el engaño es teóricamente sencillo. Basta con fijar el precio de los nuevos medicamentos, o decidir su inclusión en el sistema público de salud, en función del valor terapéutico añadido de cada uno, algo no muy difícil de evaluar por medio del análisis coste/efectividad o la eficacia relativa. De hacerse así, el precio de las novedades prescindibles no sería más alto que el de sus similares ya comercializados, y no permitiría al gasto de la publicidad mentirosa necesaria para presentarlas ante los médicos como verdaderos avances. Algunos países ya aplican esto o parecidos procedimientos. No muchos: Australia, que fue la primera, Nueva Zelanda, Francia, Finlandia, Reino Unido (con menos fuerza), y Estados Unidos para el consumo del Medicaid, el seguro federal para los pobres. No consienten el engaño. Claro que la industria farmacéutica es poderosa y hábil para aguar las medidas que le disgustan. Pero aun así, en casi todas esas naciones el precio medio de los medicamentos es más bajo y crece pausadamente, y la información al médico es mucho más cierta, permitiéndose distinguir entre la seudonovedad y la novedad.

En España, sin embargo, los políticos no quieren evitar el engaño, incluido el actual gobierno de izquierdas que se precia de justo defensor de lo público. Las medidas que desde hace tiempo se adoptan son sólo cosméticas, medidas para no tener que tomar medidas. Se sigue una política de entretenimiento o de hacer ver que se hace mientras se dejan pasar los días sin afrontar los problemas. Hace unos meses se aprobó la nueva Ley del Medicamento, y esa ley, que pretende modernizar el sector y ajustar el consumo de fármacos, tan excesivo, no obliga a comparar los nuevos con sus similares preexistentes. No impone el coste/efectividad ni la eficacia relativa. Al contrario, enaltece el placebo como patrón de referencia para medir la eficacia de un medicamento nuevo, cuando el placebo, que es, como Vd. sabe, una sustancia inerte, nunca puede revelar si la novedad es un avance terapéutico o una seudonovedad que no añade nada. La única explicación de los ensayos con placebo, dice con ironía Richard Nicholson, un bioético británico, es que así no se puede percibir que son muy pocos los nuevos fármacos que mejoran a los ya disponibles. El placebo encubre el gran engaño de la industria y, al parecer, la legislación española también. Esto podría ser la razón de la generosidad de las farmacéuticas al financiar centros de investigación, como BIOCAT, u otras operaciones de nuestros gobiernos. La industria invertiría dinero para conservar el favor del poder político.

- ¿Existe alguna vinculación entre la industria farmacéutica y los hospitales y facultades universitarias como las de Medicina o Económicas? ¿Cree ustde que el espacio público deberá aceptar esas intervenciones?

- El sector farmacéutico forma parte del sanitario, así que la relación o, como Vd. dice, la vinculaicón industria/hospita entra en la naturaleza de las cosas. Lo que ocurre es que el dinero de la industria ha degradado a una compra de voluntades. En busca de recetas, paga reuniones, cursos, proyectos de investigación, aparatos, etc. En los hospitales, la industria siempre se muestra como un dadivoso calculador que espera que el dinero regalado le sea devuelto con creces.

La relación con las Facultades de Economía, Centros de Estudios, Escuelas de Negocios o sociedades profesionales, es también de compra. La industria las subvenciona para conseguir que el ámbito académico no sea crítico, sino amistoso, y produzca trabajos con prestigio universitario en defensa de las patentes, los precios, el consumo, etc., en defensa de los beneficios de las farmacéuticas. Compran la protección de una red intelectual reconocida. Desde luego que el espacio público, como Vd. lo llama, no debería aceptar donaciones de la industria, ni en dinero ni en especie. Ayudan, claro que ayudan, y en ocasiones cubren necesidades perentorias de los servicios médicos, pero nunca podrán compensar la desintegración moral y las ineficiencias que pronto producen.

- ¿Qué porcentaje de los ensayos públicos es financiado directamente por la industria farmacéutica? Si los ensayos son públicos no se corre el riesgo, en buena lógica, de que pueda haber apropiación privada de esos resultados. ¿La hay?

- Autores americanos, numerosos -recuerdo ahora a Abramson y a Spitz-, estiman que el 70% de todos los ensayos clínicos es pagado directamente por las farmacéuticas. Una cantidad de dinero enorme, porque cada año se hacen decenas de miles de ensayos clínicos. Se dirá, y es cierto, que este tipo de ensayos, en los que participan seres humanos, está sujeto a unas normas legales exigentes (autorizaciones de comités de ética, protocolos, plazos, etc.). Pero también es cierto que la intención científica y la interpretación de los resultados de la prueba escapan a las regulaciones, y que una experimentación independiente e imparcial pudiera tener gravísimas consecuencias para una industria que engaña, vendiendo la mayoría de sus novedades a precios de avances terapéuticos cuando no lo son (recuerde Vd. que nada menos que el 85% tiene una eficacia relativa nula o casi nula). Sería un riesgo insoportable para la industria que la venta y beneficios previstos de un nuevo producto dependieran de criterios científicos neutrales. Como dice McHenry, un filósofo y bioético de la universidad de California, la estrategia de la industria ahora no es aceptar la evidencia, sino defender "las moléculas", las novedades. Así que, necesariamente, la ciencia ha de flexibilizarse y someterse al marketing y las normas gubernamentales, también. De un modo u otro la industria diseña y controla muchos trabajos científicos. En el 2004, creo, el fiscal general de Nueva York procesó a GlaxoSmithKline por ocultar datos clave de sus ensayos clínicos. Y este no es un caso aislado, hay decenas. ¿Quiere esto decir que todos los ensayos clínicos pagados por las farmacéuticas son tendenciosos? Claro que no. A la propia industria no le convendría. Pero el que paga manda, y la financiación por la industria del 70% de todos estos trabajos constituye sin duda una tremenda corriente de contaminación de la medicina y la ciencia públicas (incluso en las investigaciones revisadas por pares es frecuente el fenómeno llamado de "sesgo de patrocinio" o conclusiones favorables al financiador).

Por cierto, el que paga no sólo manda sino que también compra, así que yo no diría que hay una apropiación privada por la industria si el precio que cobra el hospital por el ensayo clínico es el justo (cosa que dudo, pero eso es otra historia).

- Pero si es así, si es como usted dice, ¿cómo es posible que las comunidades científicas afectadas permitan un control de estas características? ¿No deberían levantar su voz de alarma las revistas científicas de prestigio? The Lancet, por ejemplo, ¿no tiene nada que decir frente a estos asuntos como éste?

- Bueno, para las farmacéuticas la ciencia carace de interés si con ella no se hace "business", y este criterio lo han contagiado -con dinero, claro- a buena parte de la comunidad científica. Las contribuciones o donaciones de la industria han crecido el 900% en tan sólo 20 años, entre 1980 y 2000, según Lemmes. Y naturalmente también aumentó su influencia en todos los aspectos. Cuando la industria lo cree conveniente, "alquila" a científicos o médicos y a través de ellos diseña ensayos y otros trabajos de investigación clíinca, recoge y analiza los resultados, enseña los datos que son favorables y oculta o retrasa los que no le gustan, compra a médicos y académicos prestigiosos, a los que llama KOLs (key opinion leaders), para que firmen artículos que escriben unos "ghostwriters" (generalmente los departamentos de marketing o de relaciones públicas de las empresas), publica esos artículos en respetables revistas médicas y además los utiliza como referencias en el material de propaganda de sus productos (nada menos que el 11% de todos los artículos aparecidos en 1998 en las publicaciones médicas norteamericanas procedía de ghostwriters, y se estima que el porcentaje es hoy mucho mayor). En fin, como le digo, médicos y académicos relevantes son pagados por la industria para que firmen artículos que no escriben basados en datos que no recogen ni analizan y, en ocasiones, ni ven. La infección por el dinero de la industria está tan extendida en la comunidad científica que la entrega de cheques por algo que no se hace o se hace mal, es decir, por faltas de ética, ha adquirido ya una cierta naturalidad. Muchos piensan que si no lo hago yo, lo hará otro.

- ¿Y no se producen resistencias en la comunidad científica?

- Claro que hay médicos y científicos que resisten y censuran tal degradación, incluso con vehemencia, como el profesor Drummond Rennie, de la Universidad de California, que ha calificado de lamentable, escandalosa y alarmante la actitud de las universidades y los científicos. Pero los críticos no son suficientes para detener la enfermedad. Lo cierto es que la influencia de la industria ha emborronado las cosas de tal modo que en la literatura científica es difícil distinguir lo genuino de lo falso. Los editores de las principales revistas médicas del mundo (New England, Lancet, Journal of American Medical Association, Annals of Internal Medicine y otras más) se sintieron obligados a advertir conjuntamente que el actual control de la investigación clínica por las compañías farmacéuticas podría hacer que acreditadas publicaciones médicas participasen en engaños o tergiversaciones. O sea, de hecho los editores se reconocen incapaces de asegurar el rigor de los textos que publican, y honestamente lo avisan. Pero hay algo peor…

- ¿Algo peor?

- Si, efectivamente, hay algo peor, y es que además de la investigación clínica, la industria ya infecta los centros de creación del conocimiento científico (universidades, institutos especializados, etc.). Ensucia las fuentes y la misma naturaleza de la investigación básica. Verá Vd., la participación financiera de las farmacéuticas origina un clima de trabajo que empuja a los investigadores a tener más en cuenta las posibilidades comerciales del proyecto que su valor intelectual y beneficio público. La industria promueve una investigación que busca dinero por medio de la comercialización del conocimiento; orientada hacia la transferencia de tecnología, los derechos de propiedad intelectual y las patentes, y que, por tanto, considera los datos científicos como bienes personales y confidenciales. El escrutinio público y el debate abierto que permiten a otros investigadores verificar y repetir los resultados, algo imprescindible para el avance de cualquier ciencia, se hacen imposibles. La industria aísla a los investigadores y promueve la apropiación privada del conocimiento científico. Le voy a leer un párrafo de un informe, ya no reciente, de la Comisión de Evaluación Tecnológica del Congreso de Estados Unidos sobre nuevas formas de desarrollo de la biotecnología, párrafo que Sheldon Krimsky, profesor de la Universidad de Tufos, recoge en este libro titulado, como Vd. Ve, Ciencia in the private interest, un libro excelente. Dice así: “Las relaciones universidad/industria pueden afectar adversamente al ámbito académico inhibiendo el libre cambio de investigación científica, minando la cooperación entre departamentos, creando conflictos entre pares y retrasando o impidiendo la publicación de resultados de la investigación. Además, la financiación dirigida puede reducir el interés de los científicos por los proyectos sin suficientes posibilidades comerciales, y así dañar indirectamente la investigación básica que se hace en las universidades”. Y voy a leerle otro párrafo, mejor dicho, una pregunta, también del libro de Krimsky: “Pueden las universidades preservar el libre intercambio de ideas entre estudiantes y profesorado a la vez que cumplen los acuerdos con la industria?” Una pregunta que debería dar que pensar a aquellos, cada vez más, que en España animan con entusiasmo la asociación de la universidad o de centros de investigación básica con la industria. Lo que Krismsky llama la “desenfrenada comercialización de nuestras instituciones”.

- ¿Afirmaría usted entonces que no sólo la industria española sino que las grandes multinacionales del sector están corruptas? ¿No estamos entonces ante una situación muy peligrosa? Estamos hablando de la salud, de la vida de las personas.

- Claro que estamos hablando de una situación muy peligrosa. A lo largo de esta conversación he hecho ver varias veces que la industria farmacéutica engaña, está asentada de raíz en el engaño, y que para ocultarlo y mantener sus excepcionales rentas corrompe la investigación y los investigadores, primero, y transmite a los médicos informaciones falsas, después. Pero más responsables que la industria, mucho más, son los gobiernos, y concretamente las autoridades farmacéuticas, que lo saben todo y consienten casi todo. Una benevolencia oficial que, desde luego, la industria agradece de muchas formas. Es frecuente, por ejemplo, que cuando los altos funcionarios de farmacia son cesados encuentren en la industria trabajo con excelentes retribuciones.

- ¿Cómo cree usted entonces que debería orientarse de forma justa y razonable la investigación farmacéutica en un país como el nuestro?

- Ahora, en los minutos de una entrevista, no me atrevo a esbozar un proyecto de política de investigación farmacéutica, que requiere, claro, reflexión y debate. Pero sí le diré dos cosas: una, yo no subvencionaría, como ahora se hace, a las compañías farmacéuticas que investigan; ese es su interés, diría que su necesidad, porque sin obtener medicamentos nuevos no se puede competir en el mercado farmacéutico, y sin la posibilidad de competir una empresa no tiene razón de ser, se extingue. ¿Por qué el Estado va a estimular con subvenciones algo que las compañías están obligadas a hacer para vivir? Y dos, no mezclaría, por motivos que antes comenté, la investigación básica que debe potenciar el Estado con la investigación mercantil de las farmacéuticas.

- ¿Cuáles son las causas del creciente y supuestamente imparable gasto farmacéutico? ¿El envejecimiento de la población? ¿Quién ha sugerido, por ejemplo, que se consideran enfermedades la calvicie, la timidez, ciertos síntomas de la adolescencia, incluso el malhumor? ¿Debería contenerse este gasto? ¿Cómo hacerlo?

- El gasto se acelera por un conjunto de causas; unas empujan el volumen del consumo y otras los precios. Las principales son la aparición de nuevos productos, siempre más caros; la inflación farmacéutica o actualización de los precios de los medicamentos no nuevos; los avances tecnológicos clínicos que alargan la supervivencia de muchos pacientes, en su mayoría tratados con fármacos; la cronicidad de las enfermedades prevalentes en nuestras sociedades que requieren el uso prolongado o de por vida de medicamentos; las terapias intensivas modernas en ciertos padecimientos; la creciente medicalización de las limitaciones naturales del cuerpo humano, como las que Vd. cita de calvicie, timidez, sexo apagado, etc. que ahora pueden ser tratadas con medicinas; y también el envejecimiento de la población, aunque a lo largo del tiempo su influencia es mucho menor de la que se le atribuye (está probado que en aquellos países donde la población mayor de 65 años ha crecido más rápidamente, el gasto sanitario no ha aumentado con mayor rapidez que en aquellos otros donde la población anciana creció con más lentitud). En resumen, el gasto crece porque aumenta el coste por día de tratamiento, aumentan los días de tratamiento por enfermo y aumenta el número de enfermos. Entonces, preguntará Vd., ¿hay que aceptar el incremento del gasto? En España, de ninguna manera. Aquí el gasto es desmedido y su coste de oportunidad muy gravoso (el coste de oportunidad es en este caso el valor de lo mucho que deja de hacerse en otros sectores de la asistencia pública al destinar recursos a farmacia; dicho de otro modo, en el marco de un presupuesto sanitario finito y siempre escaso, el rápido aumento del gasto farmacéutico reduce el dinero a asignar a la atención primaria, los hospitales e inversiones). Contenerlo es, pues, indispensable y apremiante para la sanidad pública. ¿Cómo? Hay que contar primero con una decisión política firme. El gobierno ha de estar dispuesto a abandonar el hacer ver que se hace con medidas de corto recorrido (rebajas que disminuyen el coste, pero no el consumo; precios de referencia encogidos; descuentos de la industria; incentivos ridículos a los médicos, etc.) La contención es un proceso permanente, un trabajo constante de vigilancia del gasto junto a una actitud firme de resistir su crecimiento con las medidas eficaces, gusten o sean impopulares. Algo difícil para los políticos que viven al día, sin pensar en mañana (como Luis XV, “après moi, le déluge”) y eluden enfrentamientos con la industria y con los ciudadanos votantes. Es indispensable para el sistema, pero no creo que se haga nada más que ir trampeando irresponsablemente todo el tiempo que se pueda. Después, dirán, que salga el sol por Antequera.

- ¿Desea añadir algo más? ¿Cree que hay algún punto esencial que no hemos tocado?

- Pues sí, diré algo más, porque no quiero dejar de señalar cómo las farmacéuticas mitifican descaradamente su investigación cada vez que afirman (y lo hacen con mucha frecuencia, en una coordinada campaña) que la obtención de un nuevo medicamento es un proceso de enorme riesgo financiero y elevadísimo coste. Dos engaños más. Verá Vd., es obvio que la inversión en cualquier proyecto de investigación siempre está envuelta en incertidumbre. Pero esta inseguridad, este riesgo natural disminuye mucho cuando el inversor puede diversificar su cartera en varios proyectos, como ocurre con la investigación de una empresa farmacéutica, que generalmente sigue a la vez varias líneas distintas. La Oficina de Evaluación Tecnológica del Congreso de Estados Unidos, a la que antes me referí, estima que la diversificación permite incluso eliminar el riesgo en el desarrollo de nuevos medicamentos, eliminar, dice, no sólo disminuir. Además, la industria farmacéutica recibe una especial seguridad añadida en las naciones con sistema de salud de libre acceso universal, donde la efectividad de la demanda farmacéutica está garantizada con el dinero público, lo que reduce la inestabilidad del mercado y por ello el riesgo de la innovación. La industria sabe que cualquier nuevo fármaco nace con la certeza de que el Estado sufragará su consumo para todos los que lo necesiten. En fin, ese “enorme” riesgo según la industria es, en la práctica, pequeño o quizá nulo.

Y algo similar puede decirse del coste “elevadísimo”. También está hinchado. Desde luego no es barato poner en el mercado un medicamento verdaderamente nuevo. Exige no pocos recursos financieros. No pocos, pero cuántos, qué cantidad concreta, se desconoce. La industria oculta desde siempre las cuentas de la investigación (mantuvo durante 9 años, y ganó, una batalla legal contra la General Accounting Office, de Estados Unidos, que pretendía revisarlas), y no es posible saber qué gastos incluye en dicha partida ni, claro, el coste real de un nuevo fármaco. No hay datos ciertos que puedan ser contrastados. Las cifras que se manejan y airean son simples estimaciones teóricas y académicas pagadas, salvo excepciones, por la industria. En recientes anuncios en prensa, Farmaindustria asegura que el coste de un nuevo medicamento es de “más de 800 millones de euros” (133.000 millones de pesetas), pero Public Citizen Congress Watch, una organización de consumidores establecida en Washington, muy respetada por su independencia y rigor, lo calcula en unos 90 millones de euros (15.000 millones de pesetas); es decir, 710 millones de euros menos. Una diferencia tan desmedida que sólo es posible si alguien miente, y el que más se beneficia de hacerlo es la industria.

Publicado: 16:12 09/02/2007 · Etiquetas: · Categorías:
por Grant Morrison
(autor de la serie de comics Los Invisibles)



Aceptemos esto de momento: hay Grandes Ideas en el mundo. Eran Grandes antes de que naciéramos y lo aún lo serán durante mucho tiempo después de que seamos polvo. El Odio es una de esas ideas, y el Amor es otra de ellas. Tenemos luego el Miedo, y la Culpa.

Así pues... para invocar a un dios, lo único que hay que hacer es concentrarse en ese dios excluyendo cualquier otro pensamiento. Digamos que quieres invocar la Gran Idea Comunicación en la forma del dios Hermes, de forma que te garantice una lengua de plata. Hermes es la personificación Griega de la inteligencia rápida, arte y embrujo; las cualidades que representa tomaron forma física a partir de los artistas clásicos en un símbolo de veloz y desnuda juventud, con las finas alas de un ave joven y vestido tan sólo con corrientes de aire. Hermes es una condensación en forma pictórica - un sigil, de hecho -, de un estado fácilmente reconocible de la consciencia humana. Cuando nuestras palabras y nuestra mente son ágiles, cuando conjuramos la risa desde los otros, cuando hacemos poesía, estamos en la presencia de Hermes. Estamos, de hecho, poseídos por ese dios.

No estoy sugiriendo que exista un Monte Olimpo platónico real donde una serie de dioses tipo Hollywood se sientan alrededor de un estanque observando los asuntos de los mortales haciendo pausas tan sólo para bajar a nuestro mundo cuando alguno de nosotros cree en ellos lo suficientemente fuerte. Resultaría una forma demasiado complicada para explicar algo bastante simple; la verdad es que no tiene que existir un Monte Olimpo para que encuentres a Hermes o algo que se le parezca bajo un nombre distinto. Ni siquiera tienes que "creer" en los dioses griegos para invocar a cualquiera de ellos. Hermes personifica una Gran Idea, y todo lo que tienes que hacer es pensarle fervientemente y aparecerá tan veloz en tu mente que le reconocerás al instante.

La gente tiende a ser poseída por dioses arbitratiamente porque no los reconocen como tales; una persona puede ser dominada por la ira (el dios griego Ares), podemos dejarnos llevar por la pasión (Afrodita) o por la aflicción (Hades). en la vida encontramos estas Grandes Ideas todos los días, pero ya no usamos la palabra "dios" para describirlas. El mago evoca conscientemente estos estados y los renombra en estos dioses para separarlos de su Yo, para poder estudiarlos y aprender.

Quizá querrías conectar con Hermes si estás comenzando una novela o dando una charla o simplemente quieres entretener a una nueva pareja con tu ingenio.


¿Cuántos Hermes?

La forma que una Gran Idea toma dependerá de tu tradición y deseos. La bella juventud eléctrica de los griegos es una imagen bien conocida en las culturas occidenteles, habiendo sido apropiada para todo desde los comics de la edad de oro de Flash hasta el logo de la cadena de floristas Interflora. Otras culturas personifican velocidad, ingenio e ilusión de forma ligeramente diferente, pero el complejo de ideas se mantiene similar en todas partes: velocidad, palabras, escritura, magia, ingenio, son todas cualidades que asociaríamos con Hermes; pero en la India esta Gran Idea no está encarnada en este veloz corredor sino como un joven rechoncho con cabeza de elefante que con un colmillo roto escribe la historia del universo. Este es Ganesh, el escriba del panteón hindú.

En Egipto, el equivalente a esta Gran Idea es Thoth. En tradiciones nórdicas, Odin o Wotan es el Señor del Rayo y la comunicación (Wotan tiene un sólo ojo y en sus hombros se sientan los cuervos Pensamiento y Memoria que le traen datos instantáneos desde todos los rincones del mundo).

Hermes. Mercurio, Odin, Ganesh, Thoth; todos estos nombres representan distintas formas físicas en las que representar la comunicación y la velocidad. Algunos tipos de reduccionistas podrían entender en este significado la consideración que el "Monte Olimpo" es una metáfora sobre una 'consciencia colectiva'.

Experimento:

Escoge a un dios o demonio tradicional de algún libro de mitología y aprende todo lo que puedas sobre lo que elijas. Sugiero empezar con una deidad benigna a no ser de que seas estúpido o muy duro y te apetezca meterte en asuntos mentales sucios, en cuyo caso recomendaría elegir algún demonio de los grimorios medievales y confiar en tener fuerza suficiente como para manejar la intensidad de los sentimientos negativos que encarnan estos "demonios".

En cualquier caso, sugeriría comenzar con Hermes, dios de la Magia, en su forma como Ganesh. A Ganesh se le conoce como el destructor de obstáculos y parte de sus características es la apertura que proporciona al mundo mágico, con lo que es bueno siempre pedir su apoyo si piensas en serio acerca de seguir un camino 'mágico' .

Llama fervientemente a Hermes. Haz de sus atributos tu lujuria. Bebe café o Red Bull en su nombre o métete una raya de speed, dependiendo de tus niveles de abuso de drogas. Llena tu cabeza con imágenes de veloces jets y trenes-bala. Pon el "Ray of Light" de Madonna y llama a Hermes. Rodéate con comics de Flash e invoca a Hermes.

Apréciale con tus propias palabras, y llámalo en tí, construyendo un puente entre tus propios sentimientos relacionados con él y las energías descendientes de la Gran Idea.

La llegada del dios es fácilmente distinguible; deberías sentir algún sentido de presencia o incluso una posesión suave (recuerda lo que esto significa; estamos "poseídos" por Venus cuando el Amor destruye nuestra razón. Estamos poseídos por Marte cuando la Ira nos ciega. Aprende a reconocer los sentimientos específicos que describe la palabra "posesión". Esto te permitirá estudiar a tu Gran Idea elegida y sus efectos en el sistema nervioso humano desde muy cerca sin llegar a estar muy asustado o superado emocionalmente y sin control)

Podrías notar una tendencia o voz distinta en tu cabeza con un carácter externo y extraño pero aún familiar, como algo separado de tí. Haz preguntas, apunta las respuestas en tu cabeza. Recuerda todo lo que oigas o sientas y apúntalo por estúpido que parezca. Mantén la sensación de contacto, pregunta y respuesta, mientras veas que puedes aprender algo.

Recuerda también que Hermes es ingenioso y juega y le encantan los juegos del lenguaje, así que prepárate para acertijos y juegos de palabras inteligentes cuando contactes esta Gran Idea. A veces el rápido torrente de pullas y bromas puede parecer una pesadilla de iteraciones fractales, pero si vas a jugar con Hermes, prepárate para pensar rápido e impresionar con tu velocidad.

Si, por el contrario, sólo hay un débil resultado o ninguno en absoluto acerca de presencias externas, no te preocupes. Intentalo de nuevo con Ganesh, Odin o un dios con el que te encuentres más cómodo. Continúa con el experimento hasta que consigas generar el estado mental requerido. No es difícil; si puedes hacerte sentir Ira, o Triste o Feliz pensando sobre algo (y la mayoría de la gente puede), ya estás preparado para invocar dioses y Grandes Ideas.


Los demonios son...

Nada más y nada menos que la forma en la que te sientes cuando alguien que querías te ha abandonado, cuando has sido humillado en público, o cualquiera de los otros valores típicos negativos a los que tenemos acceso como seres humanos. El Infierno es tan sólo la Degradación Eterna y donde se deshace nuestro Ser. Cuando Nietzsche proclamó que dios estaba muerto, se le olvidó añadir que Satán también está muerto y que somos libres de toda esta antigua lacra.

Experimento:

Utiliza las técnicas aprendidas para invocar a dioses y demonios clásicos y aplícalos a cosas que sabes seguro que no son reales, como los dioses de los libros de comics de Jack Kirby, los monstruos de los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft, personajes de Pokemon, o los Cenobitas de Clive Barker. Descubrirás que puedes evocar a cualquiera de estos personajes de la misma manera. En lugar de Hermes, dios mensajero, es posible invocar lo mismo desde una perspectiva cultural totalmente distinta - recomiendo al menos una invocación de la fuerza veloz de Hermes en la forma de Metron, el nuevo explorador intelectual informático de los comics de "Nuevos Dioses" de Jack Kirby. He tenido bastante éxito contactando con los Dioses de Kirby, incluyendo un memorable encuentro con la Gran Idea de la Ira Justa en su aspecto como "Orion" en los interminables campos de batalla cósmicos del Cuarto Mundo. Invoca la fuerza guerrera y energía marcial en la forma de Orion rodeándote con imágenes de los comics de Kirby, tocando "Marte" de la Suite de los Planetas o el "Revolution #9" de los Beatles, o con el sonido de disparos y bombas desde un disco de efectos especiales.

Invoca a James Bond antes de una cita tocando los temas de Goldfinger y Thunderball vestido con traje de pingüino.

O intenta invocar a Dionysos, el dios del delirio creativo, en su aspecto juguetón, Ace Ventura, el detective de las películas de Jim Carrey - rodéate de tus propios animales de juguete y mascotas, pon las películas, imita la forma de moverse del autor y utilízalos para formular un sigil físico que puedas llevar a cabo en el espacio de tu ritual. Haz esto hasta que te conviertas en Dyonisos como Ace Ventura. Atiende a lo que sucede a tu sensación del yo y piensa en formas en las que usar estas nuevas cualidades "divinas" que has invocado en tí mismo (o traído de tu "subconsciente", o elegido, dependiendo de qué modelo utilizas para explicar tus experiencias).

Piensa en estas nuevas características o dioses como aplicaciones y cárgalas en tu cabeza cuando necesites usarlas. Cuanto más cargues una aplicación en tu cabeza, parece convertirse en más convincente e intrínseco al Yo. Por eso es por lo que los actores a veces tienen que hacer un esfuerzo para "bajar" de los roles que están interpretando y por lo que los magos a veces se sienten poseídos por dioses o demonios; estas aplicaciones están ejecutándose allí.

Podrás ver que estos dioses son "características" o estados por defecto de la consciencia disponibles para todos.

Con mucha práctica adquirirás facilidad para acceder a estos estados en tí. No hay que asumir aun así que estos estados sean sólo procesos internos psicológicos. Estas Grandes Ideas llevan aquí desde hace mucho tiempo antes de que llegaras, y seguirán durante una buena temporada desde que te vayas. Podrían considerarse cualidades poderosas y autónomas, y deberían ser respetadas como tales. Invocar mucha ira en tu vida te puede convertir en un broncas, invocar demasiada comunicación pagándolo con otras características te puede convertir en un pedante, y así.

Siempre hay un peligro de que un "dios" sea adorado por encima de los otros. Si invocas a Ace Ventura podría ser que en lugar de ser divertido y creativo fueras un coñazo. Si invocas a los Cenobitas de Clive Barker sólo para ver si todo esto tiene mucho sentido, prepárate para tener que enfrentarte con asuntos fuertes de dominación, tortura, sumisión y dolor, pues estos son los parámetros que definen la conducta de los Cenobitas.


Eh tio, ¿donde está mi ego?

El "ego" - en el sentido negativo - es ese sentido calcificado de un "Yo" estable y sin cambios, que la gente utiliza para defenderse contra el Miedo ante el Cambio y la Muerte. Es el Yo como una armadura; reconfortante y con capacidad de proteger, a veces el Ego no deja mucho sitio para maniobrar o adaptarse a nuevas situaciones. Por otro lado el Ego puede ser un arma poderosa que crea ese empuje heróico hacia la trascendencia que consume y resuelve ese mismo empuje dirigiéndolo hacia un contexto superior.

Es interesante notar que no puedes ir más allá de tu Ego hasta que no hayas desarrollado uno hacia el que ir más allá. El ego, como Ser Individual, son los andamios para aquello que llamamos superyo o el memeplex (para utilizar el término de Susan Blackmore para lo que llamamos "personalidad" - ver "La máquina de memes" (Oxford University Press, Mayo 2000 para más cosas acerca de la teoría de la Dra. Blackmore). El andamiaje es una parte necesaria para cualquier proyecto de construcción, pero durante los últimos doscientos años se nos ha insistido en que confundamos el andamiaje con el propio edificio. El individuo soberano alguna vez pareció tal premio respecto al desarrollo evolutivo de la mente que ahora es muy difícil dejarlo ir sin incurrir en traumas de extinción existencial, pero como todas las fases del crecimiento es tan sólo una fase, y ha de ser superada.

Demoler el concepto del individuo creando deliberadamente una multitud de egos, personas, memeplexes o yoes, tiene la intención, al menos para mí, de ser un método para romper el calcificado concepto existencial de Yo en una serie de constelaciones fluidas de Múltiples Personalidades, desnudando a "la personalidad" y mostrándola como tan sólo una opción de comportamiento dentro de un menú de muchas.


El Abismo

Aleister Crowley encarnaba la destrucción de las estructuras del Yo Egoico como el Choronzon (o Chorizón xD), el Demonio 333. Choronzon, nos dice, es el guardián devorador de todo que habita el "Abismo" (siendo el Abismo un término adecuadamente dramático y evocativo para una 'brecha' experiencial en la consciencia humana). El término puede ser aplicado al estado mental durante el cual la consciencia del Yo Egoico empieza a canibalizarse en lugar de confrontar el habitualmente atemorizador hecho de que la Personalidad no es "real" en el sentido existencial sino tan sólo una estrategia de conducta.

La mayor parte de nosotros ha tenido alguna pequeña experiencia del gigantesco complejo fronterizo Mega-ChoronzonnoznorohC-ageM; el encuentro Choronzonico está presente en el implacable y aburrido autocuestionamiento de la bajada de las anfetaminas o la fiebre, y las experiencias cercanas a la muerte. Imagina esa parte de la mente que no hace más que charlar en tu cabeza aniquilándose en un autoanálisis imparable, y escucharás la voz de Choronzon.

Choronzon es entonces este Yo Existencial en su último aliento, masticando su propio cerebro, buscando sustento y hallando tan sólo el acertijo en el Fondo que no tiene Fondo. Choronzon es cuando no queda nada excepto la muerte ante la nada. Más allá, los conceptos de identidad y personalidad no pueden sobrevivir. Más allá, no somos ya más nuestro Yo. La "personalidad" en la orilla del Abismo hará cualquier cosa, dirá cualquier cosa y encontrará cualquier excusa para evitar este paso de desintegración hacia el "no-ser".

La mayor parte de nosotros en las cada vez más populares tradiciones consumistas occidentales tendemos a esperar hasta la muerte antes de tan siquiera considerar el Choronzon. Dado que sólo podemos asumir que el sentido del Yo-Egoico es devorado en una llamarada de culpa o furia o negación o paz perfecta paz a través de la última inundación de endorfinas que se nos permite durante los cinco minutos anteriores a la muerte cerebral, el momento de la muerte me resulta uno especialmente vulnerable en el que también tendremos que hacer frente al terror existencial por primera vez.

Mejor ir ahí pronto y explorar el paisaje. Morir antes de morir es una de las grandes experiencias del camino mágico.

El Abismo entonces, es ese límite de la consciencia de sí donde el significado se rinde y da la vuelta convirtiéndose en su absoluto apuesto, consumiéndose en el "Ácido Choronzonico", un hipersolvente capaz de disolver el YoqueesYo. Aquí se encuentra la inmensa frontera entre el Ser y el No Ser al filo de la Consciencia Egoica y aniquilado contra ella. El Abismo es un hiato en la consciencia, donde las nociones sobre identidad, raza, ser y territorio se consumen en una agonizante furia de contradicción.

Experimento:

El "Juramento del Abismo" (Oath of the Abyss), es un encuentro corrosivo con las fuerzas Choronzonicas dentro de la personalidad. No es algo que llevar a cabo con ligereza, y sugeriría muchos años de desarrollo antes de intentar algo tan estúpido y glamouroso como destruir tu Yo tan cuidadosamente establecido. Las recompensas de un cruce exitoso del Abismo son muchas, pero un intento fallido puede dejarte roto por dentro, consumido por la duda, el miedo y la inseguridad, y bastante poco útil...


¡Revuelta a través de la magia!

Seguir caminos de la "magia" es en sí un acto revolucionario con consecuencias de gran alcance. De todas formas, antes de lanzarte a destruir "el Sistema", recuerda primero que nosotros lo construímos y en nuestro propio interés. Lo sostenemos constantemente, tanto con nuestra ayuda estando de acuerdo, o en oposición con nuestra disidencia. Los oponentes del Sistema son una función de este tanto como lo son sus defensores. El Sistema es un fantasma ensamblado en las mentes de los seres humanos que operan dentro del Sistema. Es un padre virtual que hicimos que cuidara de nosotros. Lo hicimos muy grande y muy difícil de ver en su totalidad, y le servimos y nutrimos cada día.

Por cada McDonalds que vueles, "ellos" construirán dos. En lugar de deslizar bolitas de Semtex entre los Happy Meals y la bandeja de plástico, sube a través de los rangos, echa a la junta de Directores y reconvierte la compañía en algo totalmente distinto; se aprendería bastante magia por el camino. Entonces conquista Disney, Nintendo, lo que te apetezca. Lo que quiero decir con esto es, ¿y si "el Sistema" no es nuetro enemigo después de todo? ¿Y si en lugar de eso es sólo nuestro campo de juego, el 'entorno natural' en el que hemos crecido? ¿Y si sólo es nuestra jungla y océano, entorno artificial... en el que jugar con las mentes y donde danzar y transformar las cosas, lo mejor que podamos, en poesía?

Publicado: 16:11 08/02/2007 · Etiquetas: · Categorías:

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