Prelude of Twilight

Publicado: 08:55 30/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Untold Secrets

Simon despertó en medio de un dulce sopor, estaba tumbado en una cama sorprendentemente blanda y cómoda cuyo tacto no le resultaba conocido, estaba semidesnudo, o eso suponía, ya que sentía casi en toda su piel el tacto de las sábanas, y tapado por una tela similar al terciopelo.

Lentamente entreabrió los ojos y escudriñó, no quería abrirlos por completo ya que eso lo espabilaría, de modo que se conformaría con adivinar su entorno en función de las vagas sombras que vislumbraría.

En seguida se dio cuenta de que se encontraba en una habitación grande y rectangular, sólo había una ventana un metro a su derecha, y más allá otra cama, en la distinguió una sombra erguida, cuya peculiar forma le recordó inmediatamente a su hermano y, en frente de éste, de pie, un hombre robusto que daba vueltas sobre sí mismo, inquieto.

Parecían hablar, pero sus oídos aún no tenían ganas de recoger sonido alguno.

- ¿Estás totalmente seguro de que fue tu corazón?

- Al 100%

- …No puede ser ¿No te habías recuperado totalmente?

- Eso es lo que pensaba yo, pero hacía demasiado tiempo que no libraba un combate de semejante intensidad.

Las voces llegaban lejanas a los oídos de Simon; a pesar de saber que Luis y su hermano se encontraban en la misma habitación que él, tenía la sensación de que, en su somnolencia, estaba a cientos de kilómetros de ambos, de hecho, por un momento llegó a pensar que estaba soñando, pero el lacerante dolor de sus brazos – menor que al final de su batalla con las hermanas, todo había que decirlo – lo convenció de lo contrario.

- Dios mío ¿Y ahora qué hacemos?

- No lo sé, tú eres el que está al mando.

- …Deberías volver a casa

- No puedes decirme que haga eso.

La voz de Luis expresaba preocupación y la Erik, severidad, Simon no podía imaginar por qué, pero tenía la sensación de que hablaban de algo muy importante.

- Ya estuviste al borde de la muerte una vez ¿lo recuerdas? Si aún te quedan secuelas de aquella misión…

- Luis, sabes que no quiero hablar de eso.

- Si lo hicieras, te lo sacarías de encima de una vez.

La voz de Erik se apagó de repente

- Recordarlo sólo me hace sufrir.

Luis bufó.

- Mira, ya de por sí estuve en desacuerdo con que Simon viniera con nosotros, me preocupa ¿sabes? Esa herida puede ser muy peligrosa para él, y si ahora además resulta que tu corazón se debilita…

- ¡Estoy bien! ¿Vale? Ha sido sólo… un aviso, y en cuanto a Simon, es lo suficientemente fuerte como para sobreponerse a sus dificultades.

- En el próximo combate podrías sufrir un infarto – respondió Luis, exasperado – y en cuanto a Simon, no dudo de sus fuerzas, pero sabes tan bien como yo que esa herida, si no se cierra, se las irá mermando poco a poco.

- Tú lo has dicho – respondió Erik – si no se cierra, pero por ahora allá donde vamos encontramos un remedio provisional que ayuda a retrasarlo.

- Eso no me tranquiliza, Simon debería volver, y tú también.

- Puedo aseguraros que las vais a pasar putas si queréis convencerme de que vuelva – intervino el hermano menor con una voz tan débil que le hizo dudar de que fuera realmente la suya.

Los dos compañeros se sobresaltaron y miraron al muchacho.

- ¡Simon! – exclamó Erik, nervioso - ¿¡Desde cuando estás despierto!?

- Desde que a Luis se le ocurrió la chorrada esa de que deberíamos volver – mintió.

- No son chorradas – respondió inmediatamente el aludido – si tienes alguna objeción me gustaría que…

- ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? – lo interrumpió el joven, que no tenía la más mínima gana de escuchar sermones.

- Horas – respondió el Fernández – son las seis de la tarde así que imagina.

- Me cago en la puta…

- Bueno, esa es la mala noticia – continuó – la buena – alzó la mano que no tenía visible, la derecha, mostrando a Simon un montón de papeles que parecían haber estado doblados – es que no he perdido el tiempo, hace poco volví de comisaría con órdenes de registro para inspeccionar los escenarios de las otras cinco abducciones.

Simon sonrió y levantó el brazo con el pulgar extendido en señal de aprobación, momento en el que se dio cuenta de que sus brazos estaban vendados.

- ¿Y nuestro siguiente objetivo es…?

- Recuperaros – lo interrumpió una voz que a los tres se les hizo familiar.

La puerta, que se hallaba en la pared del fondo, al lado del joven Belmont, se abrió, y por ella apareció Loretta, con una serena sonrisa en el rostro.

Simon, que hasta ese momento se había mostrado distendido, se recostó, tenso.

- ¿Qué quiere? – preguntó con hostilidad.

- Sentí que tu aura ardía de nuevo – respondió ésta con total normalidad – así que subí a ver como estabas… dime ¿Qué tal tus brazos?

El chico no contestó, si limitó a mirarla con el ceño fruncido.

- Comprendo que desconfíes de nosotras – repuso la anciana – desde luego no ha sido el mejor recibimiento que podíamos brindaros, pero te aseguro que – miró a Erik – todo tiene una explicación, aunque por el momento haya algunas que no podamos otorgaros – se dio la vuelta para salir de la habitación – ahora será mejor que os relajéis, los ungüentos no tardarán en hacer efecto y os curarán con rapidez.

- ¡Espere! – la interrumpió Simon.

- ¿Sí?

- ¿Para qué no estamos preparados?

Loretta lo interrogó con la mirada, a la vez que Erik y Luis.

- Usted se lo dijo a su hermana cuando nos derrotaron.

- Ah, eso – su sonrisa se acentuó, aunque en su mirada parecía reflejar algo de culpa – me temo que es una de las explicaciones que aún no podemos daros, lo siento – se disculpó antes de cruzar la puerta y salir.

Simon se dejó caer sobre el colchón y bufó enfadado.

- Simon ¿Qué está pasando? – le preguntó Erik, extrañado.

- Francamente, eso quisiera saber yo – admitió el muchacho – desde que pasamos por la hermandad no dejan de pasarnos cosas raras.

- El aviso de Arikado, el comportamiento de Malaquías al final, la actitud de la policía francesa… - enumeró Luis.

- Y de la noche a la mañana nos vemos en casa de Stella y Loretta Lecarde, pasando una supuesta prueba (que vaya prueba, por cierto) sin ni siquiera saber por qué – completó el pelirrojo – lo único que sabemos es que se nos necesita.

Dejaron pasar un rato en silencio, sumergido cada uno en sus propios pensamientos, hasta que Simon se levantó repentinamente, poniendo en su rostro una mueca de dolor al sentarse, pero ávido de información.

- ¿A dónde vas? – le preguntó Luis - ¡Si no te puedes ni mover todavía!

Al llegar a la puerta, el joven Belmont se apoyó en el marco.

- Tenemos poco tiempo y muchas cosas que hacer ¡Y necesito respuestas! No pienso irme de esta mansión sin ellas.

Mientras, abajo, Loretta abría una puerta doble, dentro de la sala a la que daba que se hallaba su hermana mayor esperándola, sentada en un escritorio de espaldas a la puerta y frente a una pantalla enorme que tenía sobre sí una pequeña webcam, no había nada más, salvo un panel de botones sobre la mesa, unos pocos cuadernos desperdigados y un portafotos en cuyo interior había un retrato en el que un hombre de pelo largo castaño y rasgos duros y una mujer cuyo pelo corto rubio tenía algunos reflejos verdosos posaban para la cámara junto a un niño que apenas tendría unos dos o tres años.

- ¿Ya has llegado? – preguntó Stella a su hermana mientras ésta cerraba la puerta - ¿Qué tal están?

- Bien, pero Simon desconfía un poco…

La mayor chasqueó la lengua.

- Se nos coló un idiota.

- No seas así, hermana, la verdad es que tiene motivos ¿Está todo listo ya?

En la mesa, el pulsador amarillo del panel se iluminó.

- Si – respondió Stella mientras lo pulsaba.

La pantalla se encendió de repente, mostrando, con enorme nitidez una vista que daba a un gran ventanal desde el que podía verse la plaza central de la hermandad, segundos más tarde, una mujer rubia aparecía por la derecha, sentándose apresuradamente frente a la cámara.

- Uff – resopló – perdonad el retraso.

- ¡Rose! – Exclamó Loretta, sonriente – Cuanto tiempo, pequeña.

- Ya empezábamos a echarte de menos – repuso Stella – tienes tan buen aspecto como siempre.

Rose Morris sonrió mientras negaba con la cabeza.

- No tía Stella, no, ojalá… siento haber tardado tanto en ponerme en contacto con vosotras, pero ya sabéis como están las cosas… desgraciadamente.

- ¿Jonathan sigue enfermo? – preguntó la hermana mayor con cierto deje de preocupación en su voz.

Rose negó de nuevo con la cabeza.

- Sigue mal, muy mal, anoche hablé con mi madre, la batalla de 1944 y todo lo que ha sucedido posteriormente lo han consumido, aunque quiera, ya no puede más.

- Charlotte siempre decía – comentó Loretta con una sonrisa nostálgica – que la magia la consumiría a ella primero, o que al menos esperaba que así fuera… tiene que estar pasándolo mal… ¿Cómo lo llevan ella y tu hermana?

Una lágrima afloró en los ojos de Rose, ésta se la secó con rapidez.

- Mi madre bien – respondió – con estoicismo, Serina se está derrumbando.

Stella cruzó sus manos y apoyó la cabeza en ellas.

- Me pregunto si… alguna vez… Charlotte llegó a perdonarlo – susurró.

- De todas formas ten fé – aconsejó Loretta a la Morris – Jonathan es muy fuerte, siempre lo ha sido, y os quiere mucho, no os abandonará sin luchar.

Rose se secó las lágrimas de nuevo, su labio inferior temblaba y sonreía sin ganas; las hermanas Lecarde, que para ella siempre habían sido como sus tías – o incluso aún más cercanas – eran las únicas personas en el mundo que, para ella, tenían derecho a verla así, aplastada por el exceso de trabajo y hundida por sus propias circunstancias personales.

- En otro orden de cosas – su deseo de cambiar de tema era imperioso – hablé con François hace unas horas, me dijo que ahora Simon, Erik y Luis se encuentran bajo vuestra protección…

- Oh, es sólo algo temporal – aclaró Loretta – no creo que duren aquí más de un día, dos a lo sumo, pero tienen otras cosas que hacer.

- El caso de los niños – repuso Stella – ellos son los que están al cargo.

Rose asintió.

- Juanjo Fernández me informó de ello… ya que están con vosotras ¿Los habéis puesto a prueba?

- Si, pero no del todo – admitió Stella.

- Sólo las habilidades de combate de los Belmont – completó Loretta – y… me he tomado la libertad de hacer pasar a Simon por mi test particular.

- ¿Y bien? – preguntó Rose, expectante.

Las dos negaron con la cabeza

- Decepcionantes – contestó Stella de forma tajante.

- Sus capacidades de combate están por debajo de lo que esperábamos – explicó la hermana mayor – y psicológicamente tienen algunas… anomalías – pareció detenerse, pero cuando comprendió que esa expresión podía dar lugar a interpretaciones erróneas, decidió extenderse un poco más – les falta espíritu, hay algo que les cohíbe y les incapacita para luchar al 100%, en el caso de Simon es sólo baja autoestima, pero el problema de Erik temo que sea mucho más profundo.

Rose se llevó la mano a la barbilla.

- Ya veo, así que no están preparados… - dedujo con cierta aflicción.

- Yo creo que directamente no son los adecuados para éste cometido, no entiendo como habéis podido escogerlos, creía que los miembros de la alta esfera de la hermandad eran más juiciosos.

- ¡Stella! – la regañó su hermana menor.

- No es que hayamos elegido mal – replicó Rose – es que son los indicados para esto, tía Stella, no hay nadie más.

- Si, ya sé que Luis Fernández es el elegido por el Angelium, pero ¿y los Belmont?

- Ellos son la siguiente generación de su clan y, como ya hablamos la última vez, han de estar ahí.

- No puedo estar de acuerdo – intervino Loretta – con la desaparición de Drácula el clan Belmont ya no es necesario, y sin el Vampire Killer…

- ¿Estás segura de eso, tía Loretta? – la cortó Rose con tono sombrío – estoy segura de que tú también lo has notado… un inmenso poder crece en algún lugar de Europa…

- Cierto – convino ésta – pero las tres sabemos que es imposible que sea Drácula…

- Pero la pureza de ese poder es tal… sólo Simon y Erik se aproximan a ella.

- Cierto – admitió Stella – ni siquiera Julius poseía un aura tan limpia como la de Simon Belmont, el chico es débil, pero su poder es excepcional… si sólo fuera un poco más fuerte…

Loretta, que se había echado a pensar después de sus últimas palabras, levantó la cabeza.

- Sí, el aura de Simon es de una pureza impresionante, pero Erik…

Rose y Stella la miraron fijamente.

- Loretta, explícate por favor – le pidió su hermana mayor.

- Puede que tenga que ver con las anomalías de las que os hablé antes… ese muchacho se consume en su dolor… no lo exterioriza, pero he sentido que la tristeza lo invade, está pervirtiendo su aura… se está oscureciendo.

- Bueno – repuso Stella – mientras sea tristeza y no ansia de poder…

Rose guardó silencio durante unos segundos, echó la cabeza hacia atrás y suspiró.

- Aún no ha sido capaz de superarlo – comentó en tono de exasperación.

- ¿Te refieres a…?

- ¡Si! ¡Ha tenido dos años el muy hijo de puta!

- Fue algo muy duro para él – argumentó Loretta, como si intentara excusarlo – es normal que aún no se haya repuesto.

- Kraus Van Helsing se recuperó con rapidez – replicó Rose con brusquedad - ¡Y Luis también! ¿Cómo puede ser más débil que ellos dos?

Stella suspiró.

- ¿Y qué esperabas? Es humano, como nosotras tres.

La muchacha echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo de su asiento, el cansancio extremo que la afectaba era en aquel momento bien visible.

- De alguna forma – murmuró – Erik DEBE recuperarse… la antigua coalición se reunirá pronto…

- ¿Él es el receptor del legado de Trevor? – preguntó Loretta con curiosidad.

Rose asintió con la cabeza.

- El es el único… reúne las condiciones necesarias para ello…

Se hizo el silencio, limitándose sólo a mirarse, las hermanas a Rose y Rose a las hermanas, ellas dos prácticamente eran sus otras madres.

- Rose… una cosa más – solicitó Stella de repente.

- ¿Sí?

- ¿Qué se sabe de… Sapphire?

El gesto de la muchacha se ensombreció

- La respuesta es la misma de siempre, tía… se la ha tragado la tierra… no se han tenido noticias de ella en 20 años, y nuestros activos siguen buscándola.

La anciana agachó la cabeza, con los puños cerrados sobre la mesa.

- Esa… ¡Zorra! Si algún día llegara a atraparla… yo…

Los ojos de Loretta se desviaron a la foto en la que una pareja posaba junto a su hijo.

- Tía Stella, créeme que lo comprendo, pero en estos mismos momentos debemos pensar en la situación actual…

- Lo comprendo, Rose – contestó la hermana menor – pero antes de que nuestro tiempo se acabe, nos gustaría… vengarlo – suspiró – se llevó algo muy preciado para las tres.

La Morris se pasó la mano por la cara con gesto de dolor, su mente se remontó a los años pasados, a sus recuerdos felices, aquellos que ahora le resultaban dolorosos…

- Sea como sea – replicó – ahora nuestra prioridad es el esclarecimiento de los sucesos actuales, os ruego que tengáis paciencia… ya en su momento juré encontrarla y hacerla pagar.

Las hermanas asintieron, en realidad lo comprendían, pero aquel día, vigésimo aniversario de la pérdida de Richard Lecarde, el dolor las ahogaba.

Sonrieron con resignación, alzaron la vista y miraron a la mujer que les devolvía la sonrisa tras la pantalla.

Por sus ojos sabían que ya no quedaban más temas que tratar.

- Saluda a Charlotte de nuestra parte ¿vale? – se despidió Stella.

- Pronto pasaremos a ver a Jonathan – indicó Loretta – si hay algún cambio, sea para bien o para mal, comunícanoslo.

Rose asintió con una sonrisa y se despidió con la mano para, acto seguido, pulsar una tecla del ordenador, tras lo que la pantalla quedó totalmente negra.

La habitación quedó en silencio junto a ellas, Stella había bajado la cabeza de nuevo, mirando sus manos, impotentes desde hacía dos décadas, mientras que Loretta se sumía en sus pensamientos.

Pasaron casi diez minutos hasta que la menor habló.

- ¿Crees que… deberíamos contárselo?

- ¿Qué y a quienes? – respondió la mayor con desgana.

- A Simon y a Erik, todo lo que está sucediendo.

- No – contestó tajante – no deben saber nada de esto, no hasta que estén preparados.

- Personalmente, no creo que puedan estarlo sin saber qué les espera.

Stella alzó la cabeza y cruzó sus ojos con los de Loretta.

- ¿Crees acaso que esos chicos están en condiciones de saber la verdad? – preguntó con brusquedad - ¿Crees que les sentará bien saber que la búsqueda de Alicia Fernández es sólo un pretexto? ¡Es una camisa de once varas! No podrán asimilarlo… son simples marionetas en manos de la iglesia.

- A veces… los hilos que sujetan a una marioneta pueden romperse… cuando toman conciencia de lo que son…

La hermana mayor frunció los labios, las dudas se apelotonaron en su mente, la iglesia era demasiado grande, demasiado poderosa, decírselo no merecería la pena.

Pensó en Erik concretamente, a quien tal vez le hubiera tocado la peor parte.

- Esa pobre muchacha… Claire Simons… - susurró – Si Erik supiera el por qué…

Loretta abrió la boca para hablar de nuevo, pero entonces la manija de la puerta giró, y por ella apareció repentinamente Simon, casi doblado de dolor.

- Vaya… al fin… que grande es esto leches…

Las dos hermanas se dieron la vuelta, Stella se levantó.

- ¡Simon!

- ¿¡Qué haces aquí!? – exclamó la mayor – ¡tendrías estar en cama!

El muchacho negó con la cabeza.

- De eso ni hablar… necesito respuestas ¡Y las necesito ahora!

Dead or Death

Loretta corrió a sujetar a Simon justo cuando a éste le fallaban las fuerzas y caía al suelo, Stella quedó atónita ante la escena.

- ¿¡Respuestas!? – le increpó la menor - ¡Deberías estar buscando reposo! ¡Estás hecho una piltrafa! ¿Es que no te has visto?

- ¡Ni hablar! – replicó él, exasperado - ¡Necesito saber que… está… pasando… con…!

La voz del Belmont se apagó y cayó inconsciente, la menor de las Lecarde negó con la cabeza mientras bufaba.

- ¡Menuda juventud! ¡Este niño está loco! ¿¡Qué le cuesta tener un poco de paciencia!?

Hizo un movimiento y el cuerpo del muchacho se elevó, quedando suspendido horizontalmente en el aire.

- Vamos a la habitación – sugirió – tengo que tratarlo o se le volverán a abrir las heridas.

Salieron al salón vacío, allí, Stella miró en dirección al dormitorio donde ahora se hallaban Erik y Luis y suspiró.

- ¿Puedes hacerlo aquí mismo? – pidió a su hermana menor – tengo algo que hacer y creo que podría estorbarte.

Loretta asintió y se dirigió al sofá empujando el cuerpo flotante del muchacho.

Arriba, Erik dormía plácidamente mientras Luis intercambiaba mensajes de móvil con su novia Esther, echando de vez en cuando el ojo a su colega, preocupado por su estado físico. Se sobresaltó cuando la puerta se abrió de golpe, estampándose contra la pared, Erik se despertó de un golpe, asustado, y se puso en guardia.

Ambos miraron hacia el umbral y, al ver a Stella Lecarde, se relajaron de golpe.

- ¿Qué quiere? – preguntó el pelirrojo disgustado.

- Hablar – contestó escuetamente la anciana – sobre ti… y lo sucedido hace dos años.

Erik tragó saliva, Luis por su parte se levantó.

- Con todos los respetos, doña Stella, no creo que sea el momento – espetó el Fernández con toda la educación y calma de la que pudo hacer gala – mi compañero necesita descanso, así que si es posible que…

Sin darle tiempo a terminar, Stella golpeó la pared con tal fuerza que el impacto resonó por toda la habitación.

- ES el momento, Luis – respondió con hostilidad – no hay otro, se trata de algo urgente.

Erik sacudió la cabeza.

- Mire, no quiero hablar de eso – contestó con tono hastiado – ni ahora ni nunca, así que por favor, no me de la murga ¿Quiere?

Tras estas palabras se volvió a tumbar en la cama, tapándose con la sábana de pies a cabeza.

- ¿Es así como el famoso Erik Belmont afronta sus problemas? – cuestionó Stella con sorna - ¿Huyendo? ¿Escondiendo la cabeza?

Ante estas palabras, el pelirrojo se volvió a levantar.

- ¡Déjeme en paz! ¿Quiere? – espetó bruscamente - ¡Usted no sabe nada! ¡No quiero rememorar aquel día!

- ¿No? – la anciana se cruzó de brazos - ¡Pero si lo haces a cada minuto!

El muchacho, que se estaba volviendo a tumbar, esta vez de espaldas a la Lecarde, se detuvo.

- ¿Cree que es fácil olvidar algo así? – preguntó en tono contenido.

- ¿El qué? – replicó ella - ¿La sangre? ¿Los cadáveres mutilados? ¿Las ruinas? ¿La impotencia? Joven ¡Yo viví la segunda guerra mundial, y no voy por ahí rumiando mi desgracia!

- Ah ¿Y yo sí?

- ¿No es evidente?

- Soy el mismo de siempre.

- El Erik Belmont de antaño al menos sabía sentir

Erik se levantó como un rayo, ignorando sus heridas, y lanzó un puñetazo a Stella que Luis detuvo por muy poco.

- ¡Cálmate! – ordenó a su colega - ¡Y usted! ¿¡A qué viene esto!? ¿¡No lo ha torturado ya bastante!?

El rostro de Stella se volvió severo.

- ¡Luis Fernández, mírate y luego míralo a él! ¡Tú te has mantenido sólido como una roca y en cambio él se ha derrumbado al instante! ¡El gigante con los pies de arcilla!

El pelirrojo se debatía para lanzarse sobre ella, pero afortunadamente para los tres el dolor limitaba sus fuerzas de tal forma que su compañero podía contenerlo con facilidad.

- ¿Qué quiere decir con… sabía sentir? – preguntó Luis movido por la curiosidad.

Stella miró a Erik a los ojos.

- Esta mañana, cuando Loretta y yo fuimos a visitaros a casa de mi nieto – explicó – pude meterme en su mente, y pude ver que se encontraba sumido en la incertidumbre, ya que ningún sentimiento lo había abrumado tras los sucesos de la madrugada… - clavó más sus penetrantes ojos en los del muchacho – dime Erik ¿Cuándo fue la última vez que sentiste verdadera pena? ¿Y alegría? Amor, odio… ¿Dónde ha quedado todo eso?

- Yo… aún…

Era incapaz de encontrar las palabras necesarias, ya ni siquiera forcejeaba con Luis.

- Estás muerto por dentro, muchacho – sentenció Stella.

Aquello lo hizo reaccionar, de un movimiento se libró de su compañero y embistió a la anciana.

- ¡¡¡¡ESO NO ES CIERTO!!!!

La atacó con todas sus fuerzas, pero el puñetazo ni siquiera llegó a tocarla, e incluso quedó atrapado por una energía invisible.

- ¿No? – preguntó ésta mientras andaba tranquilamente a su alrededor – Todavía recuerdo muy bien la ceremonia del funeral, a aquel Erik Belmont que, conteniendo como buenamente podía, contenía las lágrimas al tiempo que pronunciaba sus palabras de despedida en el atril, justo después de Kraus Van Helsing, aquella fue tu última emoción antes de sumirte en la tristeza, porque te negabas a olvidar a tus compañeros…

- Ellos… merecían ser recordados… - respondió mientras intentaba liberar su puño de aquella presa invisible.

- Sin duda, pero… ¿Cómo? ¿Cómo los héroes que lucharon valientemente o cómo aquellos patéticos cadáveres sanguinolentos a los que no pudiste salvar?

- ¡Basta!

- Por otro lado – Stella continuaba rodeándolo, hablándole sin parar, haciendo que cada una de sus palabras le taladrase el cerebro y se le clavara en lo más hondo de su ser - ¿Cómo ibas a salvarlos a ellos si ni siquiera fuiste capaz de salvarte a ti mismo? Debes pensar que eres débil por ello ¡Que eres patético! Es eso ¿Verdad?

- ¡Cállese!

- Pues sí – continuó mientras volvía a encararlo - ¡Eres patético! ¡Tan patético que has permitido que tu corazón muera y se pudra como esos restos que habrán alimentado a los cuervos durante mucho tiempo! ¡Más débil que tu hermano pequeño! ¡Más débil que un bebé! ¿Acaso el mundo acabó ahí? ¿Llegó a afectarte realmente la derrota de Simon frente a Orlox? ¿La desaparición de tu hermanastra? ¿Hay algo que te haga sentir alguna emoción? ¡No!

- ¡Por favor Doña Stella, ya basta! – suplicó Luis.

- SIGO SIENDO EL DE ANTES – gritó el Belmont.

Stella no contestó a ninguno de los dos, sólo se situó frente a ellos, sus ojos brillaron por un momento y Erik salió despedido contra la pared, cerrando los ojos al golpearse la cabeza.

Vaciló al abrirlos y, cuando lo hizo, se encontró en un lugar totalmente diferente, un paraje desolador, con el suelo teñido de color carmesí, piedras desperdigadas por todas partes y árboles secos y descoloridos.

Se levantó vacilante, las palabras de Stella Lecarde lo habían aturdido, el pecho le dolía con fuerza y la cabeza le daba vueltas.

Afectado, empezó a caminar sin rumbo y, según andaba, empezó a reconocer el lugar.

El color carmesí no pertenecía al suelo, si no a la sangre que lo cubría, los árboles fantasmales se agrupaban de manera que conformaban una muralla a su alrededor, y las piedras no eran tales, si no que resultaron ser otros bultos que le aterrorizaron.

Cadáveres.

Inclasificables restos humanos se extendían ante él, era incapaz de identificar el número de cuerpos, porque no eran tales, si no miembros, entrañas, torsos y cabezas desparramados, víctimas de la mayor carnicería que podría sufrir un ser humano.

Víctimas de la carnicería a la que él había sobrevivido.

El labio inferior le tembló junto al resto del cuerpo, se quedó paralizado en el sitio, los recuerdos vinieron en tromba a su mente, se llevó las manos a la cabeza, gritó de horror y se encogió, acongojado, llorando de pánico.

¿Por qué estaba allí? ¿Qué había pasado? ¿Era el único superviviente? ¿Por qué?

Acuclillado, se balanceaba adelante y atrás, tarareando una canción que habría jurado conocer, incapaz de mirar a ningún lado, deseando que la muerte le llegara pronto, tan pronto como fuera posible.

Entonces oyó pasos.

Eran pesados y cansinos, lentos y casi arrastrados, de alguien que parecía confuso pero que, al mismo tiempo, caminaba con seguridad entre los restos de la masacre.

Los pasos se detuvieron a pocos metros de él, y una voz masculina, entre infantil y adulta, lo llamó con un simple ¡Eh!

Alzó la vista tembloroso y divisó unos pies, aparentemente humanos, revestidos con unas grebas de color plúmbeo.

Ver esto le dio un poco más de seguridad, se levantó poco a poco, hasta erguirse completamente, y contempló al recién llegado.

No era muy alto, más o menos una cabeza menos que él, estaba cubierto de sangre de pies a cabeza y sujetaba una espada en la mano, vestía una especie de malla negra sobre la que reposaba un doble cinturón del que colgaba la vaina de una espada y su cabello, largo y apelmazado por la sangre, era algo más corto que el suyo.

Además pudo apreciar algunas heridas, un corte profundo en la muñeca del brazo izquierdo en el que portaba la espada, cortes diversos a lo largo de todo el cuerpo y una profunda herida bajo el pectoral izquierdo, justo en el centro del corazón.

Lo miraba fijamente, taladrándolo con sus ojos vítreos y carentes de vida, entrando en lo más profundo de su ser.

Pero lo más perturbador, es que aquel doble cinturón era el mismo que él usaba, y aquella espada, era su fiel Salamander.

Abrió la boca, dispuesto a hacer una pregunta cuya respuesta en realidad no quería conocer.

- Tú... ¿quién eres? - preguntó Erik casi sin voz, horrorizado por aquella visión.

- Yo soy tú - respondió aquel joven herido y sanguinolento

- Tonterías - el pelirrojo retrocedió - ¡estoy vivo! ¡Sobreviví a este infierno! ¿¡Cómo puedes ser yo!?

- Sí, sobreviviste, pero - lo señaló acusador con su brazo derecho, el único que podía mover - ¡me dejaste morir! ¡Nunca - se llevó la mano al corazón, a la herida abierta de estocada - dejaste que cicatrizase!

El pelirrojo se llevó la mano al mismo punto donde lo había hecho el adolescente, el punto donde, en su pecho, reposaba una cicatriz aún dolorosa.

- Yo… yo nunca quise…

El muchacho hundió su propia mano en la herida, y un horrible dolor cardiaco hizo doblarse al adulto.

- Ah ¿Has sentido algo? ¡Me alegro por ti! ¡Hace mucho tiempo que no siento nada!

- Q… ¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí? ¿Qué haces aquí? – preguntó mientras recuperaba la compostura.

- ¿No lo reconoces? – preguntó el adolescente con resentimiento, mientras continuaba moviendo la mano dentro de la herida, torturando así al adulto – ¿ya te has olvidado de éste lugar? ¡Esto es lo que queda de todos nosotros! – cerró la mano apretando el órgano muerto, y el Erik adulto gritó de dolor - ¡Cadáveres!

Con la vista nublada miró a su alrededor, y poco a poco fue reconociendo, por diferentes rasgos, todos los restos esparcidos.

- ¿Por qué… estoy aquí?

- Porque deseabas volver a verlos ¿no? – contestó el joven - ¡LEVANTAD, HA VUELTO! - Gritó al aire.

A su llamada, todas las vísceras, miembros, charcos de sangre y restos humanos empezaron a moverse por sí mismas, reuniéndose para formar los cuerpos antaño enteros, sangrantes y destrozados, cubiertos de heridas, algunos ya en descomposición, las voces, guturales, viscosas e irreconocibles empezaron a inundar el lugar.

- Es él…

- Ha vuelto…

- Erik ha venido a vernos…

- Aún nos recuerda…

Los cuerpos se acercaron a él, rodeándolos, Erik miró a un lado y a otro, desesperado, contemplando la continuación de su pesadilla, contemplando lo que aún arrastraba a sus espaldas…

Contemplando… su propio reflejo en aquellos repugnantes cuerpos.

Se llevó las manos a la cabeza, se acuclilló, negó con la cabeza, sollozó, lloró, y sintió las manos bulbosas y sanguinolentas palparlo.

Un único grito salió de su garganta, un grito desesperado.

- BASTA YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.

Luz y oscuridad fueron expelidas de su cuerpo, su entorno, como si de un cristal se tratara, se resquebrajó y se hizo añicos, disolviéndose en el aire, cerró los ojos, lloriqueando como un niño, deseando el fin de la pesadilla, y cuando los abrió, estaba arrodillado de vuelta a la mansión de las Lecarde, con Luis mirándolo, totalmente pálido, y con Stella contemplándolo impasible.

- ¿Y bien? – preguntó ésta - ¿Qué te ha parecido contemplar en primera persona tu propio corazón?

Erik tardó un rato en reaccionar y, cuando lo hizo, se levantó, agarrando del cuello a la anciana, totalmente fuera de sí.

- ¿¿¿POR QUÉ HA HECHO ESO??? – Gritó - ¿¿¿QUÉ DERECHO TENÍA??? ¿¿¿QUIÉN SE CREE QUE ES???

- Sé que ahora estás furioso – respondió ésta, serena – pero pronto comprenderás que lo he hecho por tu bien…

- ¿¿¿POR MI BIEN??? – lloraba desconsolado mientras gritaba a pleno pulmón, su voz estaba tan rota como su alma en aquellos momentos - SE HA ATREVIDO A… ¿¿¿POR MI BIEN???

- Como ya he dicho – insistió – pronto lo comprenderás.

El pelirrojo la miró por un momento con el rostro desencajado de pena, ira y confusión, después miró a Luis, que fue a ponerle la mano en el hombro, a lo reaccionó apartándolo con violencia y echando a correr hacia la puerta principal mientras lloraba, tropezando con todo.

Huyendo a toda velocidad, pero no de sus recuerdos.

Huía de sí mismo.

Luis quiso salir tras él pero Stella lo detuvo, estaba perpleja, y miraba a la puerta abierta totalmente sorprendida.

- Ha… - dijo – roto la ilusión con su propio poder, sin ningún tipo de ayuda…

Fuera, Erik seguía corriendo desesperado, bañado por la luz del atardecer, sin ver por donde iba, con los ojos nublados por las lágrimas y la mente por los recuerdos, se detuvo en una calle que no conocía llena de casas de planta baja, por la gente no transitaba mucho.

Se apoyó en una pared, jadeando, y se secó las lágrimas, sollozando aún.

Entonces una suave voz femenina se pronunció detrás suya, una voz que ya conocía.

- Vaya, vaya… qué pequeño es el mundo ¿Eh, Erik Belmont?

Alarmado, se dio la vuelta para encontrar sobre una las casas, perfilada en la anaranjada luminiscencia del ocaso, la silueta de una exuberante muchacha de abundante cabello dorado y dos espadas colgando a la altura de la cadera.

Publicado: 12:44 28/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
- No nos dejas alternativa, definitivamente - concluyó Camus.

- ¡Vamos! ¡Los tres a por él! - Animó Shura alzando su mano a la altura del pecho.

- No - les interrumpió Saga enseguida - seremos siervos de Hades, pero seguimos teniendo nuestro honor de caballeros, mi duelo con Aldebarán no ha terminado, manteneos al margen y cruzad el templo apenas tengáis la oportunidad.

El caballero de Tauro se adelantó unos pasos, y con su cosmos formó una sólida barrera a sus espaldas, bloqueando la puerta.

- Entonces - se dirigió a la mole dorada - ¿Estás listo para embarcarte en tu viaje hacia el Hades, Aldebarán?

- Tal vez seas tú el que obtenga ese viaje, Saga - respondió el caballero de oro - sólo que ésta vez no volverás.

La intensidad del cosmos de los dos contendientes estaba al máximo, para sorpresa de los tres espectros, Tauro descruzó los brazos.

Pensaba luchar en serio, hasta el final.

Géminis reaccionó enseguida, apuntó con su mano a su adversario y proyectó un chorro de energía cosmica que Aldebarán contuvo y desvió con su mano antes de contraatacar de la misma forma.

Saga esquivó el contraataque de su adversario y se acercó a él lo suficiente como para iniciar una escaramuza cuerpo a cuerpo, esquivó dos puñetazos del caballero de Tauro y le propinó un gancho, a lo que éste respondió con un potente cabezazo que desequilibró al espectro, convirtiéndolo en un blanco fácil para las múltiples palmetadas con las que Aldebarán lo golpeó.

El espectro no tardó mucho en recuperarse, saltó y pateó la cabeza de su enorme adversario con una patada en vuelta para, al caer, atizarle un puñetazo en el abdomen ante el que apenas se inmutó, recibiendo como respuesta un potente Great Horn de lleno.

Saga se estabilizó tras volar unos metros y cayó de pie, mirando a su adversario.

- Era verdad lo que dicen de él - murmuró para sí mismo - es un muro infranqueable.

- ¿Te has dado cuenta ya? - preguntó Aldebarán desde su posición - jamás podréis traspasar la puerta que está a mis espaldas mientras siga con vida, y puedo asegurarte - alzó los brazos en la pose de las astas del toro - ¡Que no tengo la mínima intención de morir!

Avivó la llama de su cosmos una vez más, tras el se podía distinguir el aura de su constelación, un búfalo dorado que amenazaba con aplastar a los tres espectros.

Sin embargo, Saga no se intimidó, y elevó su cosmos hasta el punto máximo, intentando ahogar el de Aldebarán.

- Antes has dicho que nos permitirías el paso aunque te desintegrásemos en millones de partículas ¿no es así? - preguntó el espectro de Géminis - bien... ¡pues me aseguraré de calcinar hasta el último átomo de tu cuerpo!

Saga unió sus manos en un brusco gesto y las separó, entre ellas flotaba un pequeña bola luminosa.

- ¡Aldebarán! - llamó al caballero de oro - ¡Esta es la última oportunidad que te doy para abrirnos el camino hacia templo de Géminis, de lo contrario... te convertirás en polvo cósmico entre las llamas de una explosión galáctica!

El caballero de Tauro apretó los dientes, conocía bien la mortal técnica de Saga, había sentido su fragor al final de la batalla del santuario, cuando la usaba contra los caballeros de Bronce.

Sabía que sus posibilidades eran mínimas, de modo que se relajó, aún sin detener el ardor de su energía cosmica, lo que desconcertó a los espectros.

Lentamente se llevó la mano al cuello, al interior de la coraza, y de ella sacó la flor que le regaló aquella muchacha.

Shura y Camus se pusieron en guardia durante un segundo, pero en seguida se unieron a la sorpresa de su compañero Saga.

- U... ¿una flor? - preguntó Camus, estupefacto.

Aldebarán estaba ahí, de pie, sonriendo con dulzura y contemplandola, disfrutando de cada segundo, ignorando la presencia de sus adversarios.

Regalándose a sí mismo un último momento de serenidad, una última ensoñación.

- Así que - pensó Saga - es eso lo que te da fuerzas, Aldebarán... esa es tu razón para vivir...

Pero de repente volvió a la realidad, alzó la mano y guardó la violeta en el guantelete de su armadura, debajo del nudillo de su dedo corazón, y miró de nuevo a su adversario.

- ¿Te has despedido ya? - preguntó Saga.

Aldebarán sonrió.

- Tal vez - respondió - no sabré si era o no una despedida hasta que uno de los dos abandone este mundo.

El espectro de Géminis concentró su cosmos entre sus manos, la luminiscencia crecía, y en su interior parecía encontrarse un diminuto universo.

Tauro, por su parte, volvió a adoptar la posición del asta del toro.

- Está loco - comentó Shura - ¿no pretenderá contrarrestar la técnica de Saga con su Great horn?

- Todos sabemos que el Galaxian Explosion es una de las técnicas más poderosas de la orden - corroboró Camus - lo que Aldebarán intenta es una locura.

- ¡Necios! - replicó éste - ¿Y quien os ha dicho que piense usar mi Great Horn? ¡Tengo más de un as en la manga!

- ¿¡Cómo!? - exclamaron los dos a la vez.

- Pues si vas a usarlo será mejor que te des prisa - advirtió Saga, que ya se preparaba para liberar la energía que ahora contenía en su mano derecha - ¡¡¡GALAXIAN EXPLOSION!!!

Aldebarán flexionó los brazos y, en una millonésima de segundo, concentró el ellos todo su cosmos.

- ¡¡¡OUGON STAMPEDE!!!

Las dos técnicas chocaron con gran violencia, la estructura del templo del toro dorado tembló, las columnas se resquebrajaron, las baldosas del suelo se levantaban para acto seguido, hacerse añicos al entrar en contacto con cualquiera de las dos técnicas.

El Santuario temblaba.

Aioria salió a la puerta del templo del León y contempló horrorizado el choque de fuerzas que se producía en la casa de Tauro, aquellos dos cosmos que chocaban violentamente parecían a punto de destruir, como mínimo, los templos colindantes.

- ¡Aioria!

La voz de Milo resonaba llamándolo desde el templo del Escorpión, él tampoco podía creer lo que estaba sucediendo.

- ¡El templo del Toro Dorado parece a punto a derrumbarse! - comentó al caballero de Escorpio desde la lejanía - ¡Hay que hacer algo, tenemos que bajar a ayudar a Aldebarán!

Milo de Escorpio asintió con la cabeza y se encaminó al descenso de los templos con un "¡Voy!"

- Esperad...

Los dos se detuvieron, la voz de Shaka de Virgo retumbaba en sus cabezas.

- ¡Shaka! - exclamó Aioria

- ¿Qué quieres, caballero de Virgo? - preguntó Milo cordialmente.

- Recordad las órdenes - indicó a sus dos compañeros - el viejo maestro nos ha indicado que no nos movamos de nuestras posiciones, y así debe ser.

- ¿¡Te has vuelto loco!? - exclamó iracundo Aioria - ¡Tú también estás sintiendo lo que sucede en el templo de Tauro! ¡Tenemos que bajar y ayudar a Aldebarán!

- Tiene razón - lo apoyó Milo - Shaka, sabes que no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

El caballero de Virgo guardó silencio, parecía dudar.

- Siento más energías cósmicas extrañas en el santuario aparte de las de los tres hombres que se baten con Aldebarán, ya han sobrepasado su templo, debemos guardar nuestra posición - ordenó tajante.

Milo cerró los ojos y, resignado, volvió a la entrada del templo del Escorpión.

Mientras, por su parte, Aioria contemplaba impotente como, en el choque de energías, uno de los contendientes empezaba a ceder.

En el templo del Toro Dorado la lucha entre Saga y Aldebarán empezaba a decidirse, el ex-caballero de Géminis poseía una energía cósmica manifiéstamente mayor que la de Tauro, y su Galaxian Explosion comenzaba a ganar terreno al Ougon Stampede de Aldebarán.

Saga empezaba arrepentirse, quería parar, pero ya era demasiado tarde.

El desequilibrio de fuerzas era excesivo, la terrible explosión casi había alcanzado ya al caballero de oro, pero aún así, éste no se rendía, y continuaba vaciándose de energía intentando contrarrestarla.

Un pensamiento vino a su mente mientras, finalmente, el Galaxian Explosion de Saga lo envolvía.

- Al menos... me hubiera gustado conocer su nombre - dijo tímidamente con una sonrisa.

Entonces el fulgor inundó el templo de Tauro, la explosión sacudió definitivamente el santuario, los doce templos temblaron.

Atenea se levantó alarmada de su camastro a los pies de la estatua erigida en su honor desde tiempos inmemoriales.

Cuando la luz se disipó, todo lo que quedaba del interior del templo del Toro Dorado eran ruinas, y una espesa nube de polvo lo cubría todo.

- No queda... ni rastro de él - observó Shura.

- Ha recibido el impacto de su técnica y la de Saga, ni siquiera una armadura de oro podría resistir eso - dedujo Camus.

Saga no dijo nada, sencillamente se adelantó, encaminándose hacia la salida del templo.

Entonces los espectros de Capricornio y Acuario vieron algo que les heló la sangre.

- ¡SAGA, ATRÁS! - gritaron a la vez.

Según el polvo se asentaba y caía sobre el desnudo suelo, revelaba a Aldebarán, imponente, con los brazos alzados, aún en posición de ataque.

- Sigue... sigue vivo... - murmuró Shura casi sin voz.

- Maldita sea ¡Acabemos con ésto de una vez! - exclamó Camus mientras alzaba sus brazos en la pose del Aurora Execution.

- ¡Espera! - le ordenó Saga con voz quebrada - No merece la pena...

- ¿Cómo? - respondió Acuario bajando los brazos.

- Aldebarán de Tauro... ha muerto - sentenció el espectro de Géminis con lágrimas en los ojos.

Para corroborarlo, Shura y Camus se acercaron a la posición de su compañero.

En efecto, ningún signo vital se desprendía de aquel enorme cuerpo, los latidos de su corazón se habían detenido, su respiración, silenciada, su cosmos, apagado.

Y aún así seguía en pie, haciendo honor a su palabra, defendiendo su templo aún después de muerto.

Las lágrimas afloraron también en los ojos de Shura de Capricornio y Camus de Acuario, conmovidos por la voluntad de acero del finado caballero.

- Ha cumplido su promesa - comentó Camus.

- Ha llegado más allá del final... protegiendo su templo aún después de la muerte - Shura tenía los puños apretados y hablaba entre dientes, intentando contener el llanto, su pesar era muy grande - es realmente digno de admiración.

Los dos espectros se quitaron la diadema y la colocaron sobre sus corazones a modo de homenaje, mientras contemplaban solemnes el cuerpo aún erguido de Aldebarán.

Mientras, en el templo de Aries, el viejo Dohko ocultaba sus lágrimas bajo la sobra de su sombrero de paja y Mu miraba horrorizado al destrozado templo, intentando detectar en vano algún rastro del cosmos de su amigo.

- Aldebarán... lo siento - murmuró Shion conteniendo las lágrimas.

Más arriba, Aioria descargaba su rabia contra las columnas del templo del león, llorando abiertamente.

Milo se disponía a ascender las casas restantes, a comunicar la trágica noticia a Atenea.

Shaka abandonaba su meditación y lloraba en silencio, preguntándose si no habría sido mejor desobedecer por una vez las órdenes del viejo maestro.

Y a los pies del santuario, en la aldea de Rodrío, una muchacha lloraba desconsolada, contemplando impotente como se apagaba la más brillante estrella de la constelación de Tauro, Aldebarán.

Publicado: 14:47 25/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
- Así que emplearse a fondo ¿eh?

- ¿No piensas dejarnos otra alternativa, Aldebarán?

Camus y Shura se colocaron el uno al lado del otro, sus cosmos ardían con violencia, el frío glacial que emanaba el aura del espectro de Acuario empezó a inundar el templo.

Tauro, por su parte, sonrió al contemplar la reacción de sus ex-camaradas, e hizo arder su energía cósmica a su vez.

- Si al fin lo habeis compredido - les espetó - ¡Venid!

Ambos espectros cargaron con fiereza a Aldebarán, que mantenía firme su posición, cuando se encontraban a media distancia Shura lanzó un ataque con su Excalibur, que Tauro esquivó con un ligero movimiento de cabeza, viéndose sorprendido por el Diamond Dust de Camus, que le alcanzó de lleno, siendo lanzado hacia atrás por el impacto, pero sin separar los pies del suelo en ningún momento ni abandonar la pose del iai.

- ¿Es todo? - preguntó con sorna - ¡¡¡GREAT HORN!!!

Camus logró esquivar el ataque, pero Shura quedó aparentemente atrapado en él, lo que hizo que Aldebarán, confiado, bajara la guardia, momento que el español aprovechó para contraatacar.

El caballero de Tauro no pudo evitar sorprenderse cuando su adversario, aprovechando el propio impulso del Great Horn, se colocó a su espalda, encajando sus pies en la axilas del gigante.

- Ya va siendo hora de que recibas el impacto de tu Great Horn - dijo Shura mientras alzaba al caballero de oro con sus piernas - ¡JUMPING STONE!

Aldebarán voló victima del impulso de su propia técnica hasta el techo, contra el que se estrelló para volver a caer en el suelo, dolorido, sobre el surco que momentos antes habían dejado sus pies, simbolizando su tremenda resistencia.

- Esta vez no volverás a esconder la cabeza como una tortuga - Shura alzó el brazo, su mano empezó a brillar mientras la energía cosmica concentrada en ella tomaba la forma de una espada - ¡Muere y déjanos pasar!

Sin embargo, ni siquiera tuvo tiempo de finalizar su ataque, al mismo tiempo que bajaba su brazo Aldebarán se levantaba y lo agarraba por la cabeza con su poderosa mano.

- ¡Shura! - gritó Camus mientras se lanzaba a liberar a su compañero.

Aldebarán a su vez embistió al espectro de Acuario, extendiendo al mismo tiempo su mano, con la cabeza de Shura agarrada, a las columnas, y estrellándolo una a una contra ellas, cuando estuvo a la altura de Camus recibió de lleno el Diamond Dust que éste le propinó a bocajarro y, apresándolo de la misma manera que al espectro de Capricornio, aplastó a ambos guerreros contra el suelo.

- Maldita sea... - Camus se levantó apenas la presa del caballero de Tauro cedió - ¡¡¡KOLODNIY SMERCH!!!

El gélido tornado lanzó de nuevo a Aldebarán por los aires, que cayó sobre sus pies sin algo más que un poco de escarcha cubriendo su armadura.

Pero, innegablemente, estaba sorprendido, no por la potencia de la técnica del espectro, si no porque Camus, habitualmente frío y taimado, parecía furioso al ver que la victoria se le escapaba de las manos.

¿Por qué estaba tan desesperado por acabar con la vida de Atenea? ¿Qué pasaba por la cabeza de sus antiguos compañeros?

Demasiadas preguntas y muy poco tiempo, la vida de Atenea peligraba y debía detener a cualquier enemigo que intentara traspasar su templo.

Movió su cuerpo para dar un paso al frente, dispuesto a mandarlos de nuevo a las puertas del infierno, cuando se dio cuenta de sus piernas estaban ancladas al suelo.

- No... ¡No puede ser! - exclamó contrariado mientras Camus alzaba sus brazos, unidos en forma de jarra.

- Como dije antes, Aldebarán - habló - pienso encargarme de que vigiles este templo para toda la eternidad - bajó los brazos, de los que salió un inmenso chorro de frío glacial - AURORA EXECUTION

La mortal descarga de poder alcanzó al caballero de Tauro que, sin poder esquivarla, se cubrió inutilmente con los brazos, la explosión resultante del impacto congeló todo el templo y, cuando el vapor se disipó, reveló a la mole dorada tumbada en el suelo, cubierto de nieve y escarcha, boca abajo.

Saga murmuró el nombre del caballero de Tauro, mientras miraba su cuerpo inerte con un deje de tristeza.

Camus cerró los ojos entonces y alzó el brazo izquierdo, del que salieron cuatro haces de luz, parecidos a una aurora boreal, que rodearon Aldebarán mientras, en torno a él, crecía un bloque de hielo en el que, poco a poco, iba quedando encerrado.

- FREEZIN' COFFIN

El ataud se levantó, quedando de pie sobre el lugar del que el guardián dorado no había consentido moverse, Camus pensó que sería un digno homenaje a su lealtad a su misión.

- Ya podemos continuar - indicó a Saga y a Shura, que empezaron a caminar, quedando el espectro de Géminis a la cabeza de los tres.

Ya casi habían cruzado el templo cuando Shura aguzó el oído, habiéndole parecido oir un ruido indefinido, lo ignoró pensando que sería su imaginación, cuando el inconfundible estruendo del hielo resquebrajándose violentamente hizo darse la vuelta al trío.

- El ataud... se rompe - murmuró Saga sorprendido.

- ¡No puede ser! - exclamó Shura, con los ojos abiertos como platos.

Camus no dijo nada, sencillamente no tenía palabras.

Donde hace apenas unos segundos se erguía el ataud de hielo en el que Aldebarán había sido confinado, supuestamente muerto, ahora había una gran nube de polvo helado que, según se asentaba, revelaba el cuerpo de Aldebarán, de pie y de nuevo con los brazos cruzados, dispuesto a seguir combatiendo.

- ¿¡Es que no piensas rendirte nunca!? - preguntó Shura mientras se adelantaba, preparando su brazo para combatir.

- ¡Espera, Shura! - le espetó Saga - Yo combatiré.

- Vaya - Aldebarán sonrió - ya era hora.

- Supongo que mantienes tu palabra de no dejarnos pasar mientras sigas en éste mundo - dijo el espectro de Géminis mientras avanzaba hacia su ex-compañero - está bien, puesto que al parecer no hay forma de acabar contigo, te quitaré de enmedio definitivamente enviándote a un lugar muy lejano...

El caballero de Tauro afianzó su posición, tensando todos los músculos de su cuerpo.

- ¡ANOTHER DIMENSION! - gritó Saga alzando los brazos en cruz.

Aldebarán se sintió de repente absorbido por un enorme agujero dimensional que se abría a sus espaldas, inmediatamente se arrodillo y ancló sus poderosos brazos al suelo con el afán de mantenerse en tierra.

- Olvídalo - le sugirió Saga enseguida - cuanto más tiempo resistas más fuerte será la atracción, y tarde o temprano ese trozo de tierra al que te aferras terminará por ceder... si es que antes no se agotan tus fuerzas, claro.

El caballero de oro no contestó, concentrado como estaba en sujetarse, notaba al mismo tiempo como el poder de succión del portal dimensional aumentaba de forma alarmante.

Sopesó la situación, tal vez estuviera condenado a vagar eternamente por algún universo paralelo, sin rumbo alguno.

No importaba, Aioria los detendría, él había cumplido su misión de caballero, había defendido su posición hasta el final.

Pensó en Atenea, que descansaba en su templo, y se despidió mentalmente de ella, inmediatamente después, el rostro sonriente y lozano de aquella jovencita inundó su mente.

Y sintió la flor que le obsequió sobre su pecho, donde la había guardado antes de comenzar la batalla.

Entonces decidió jugársela, tenía una sola oportunidad para anular el Another Dimension del espectro de Géminis.

Con determinación, se soltó y, extendiendo los brazos al frente, preparó su ataque, todo debía ser a la velocidad de la luz.

- ¡¡¡GREAT HORN!!!

La repentina maniobra sorprendió a Saga, que no pudo hacer otra cosa si no recibir de lleno el impacto, cayendo al suelo.

Tal y cómo Aldebarán había previsto, el agujero se cerró en el momento en que Saga perdió la concentración.

Pero el caballero de Tauro ya no se encontraba en el templo.

Saga se levantó del suelo con la mano sobre el plexo solar, donde había recibido la técnica de Aldebarán, en ese punto su Surplice se había resquebrajado.

Definitivamente el camino estaba abierto, se dio la vuelta con calma, hacia la salida, sin olvidar que aún le obstaculizaban el paso otros tres caballeros de oro.

Antiguos compañeros de batalla... le repugnaba enfrentarse a ellos, pero tenía una misión que cumplir.

Más allá se le esperaban Shura y Camus, esbozó una media sonrisa al verlos y empezó a avanzar hacia ellos, momento en el que se dio cuenta de que una tercera figura se erguía en la puerta.

Se detuvo, y una única palabra salió de su boca.

- ¡Aldebarán! - exclamó sorprendido.

Los espectros de Capricornio y Acuario se dieron la vuelta y lo vieron, retrocediendo inmediatamente a la posición de Saga.

En efecto, justo en el umbral Aldebarán de Tauro se alzaba aún imponente, con los brazos cruzados y la melena café al viento.

- ¿¡No había desaparecido en otra dimensión!? - preguntó Shura estupefacto.

- Por lo visto el agujero se cerró antes de absorberlo - dedujo Camus - y se colocó en la puerta a la velocidad de la luz aprovechando que nos habíamos distraído.

El caballero de Tauro sonrió como confirmación, aunque su mirada seguía siendo severa, cruzándose directamente con la de Géminis.

- Definitivamente te hemos subestimado, Aldebarán - dijo Saga al caballero de Tauro adelantando un pie - te felicito, pocos escapan de mi Another Dimension.

- Déjate de cumplidos, Saga - espetó el caballero de oro al espectro - dije que os cerraría el paso y cumpliré mi palabra ¡aunque volatilices mi cuerpo en millones de partículas!

El cosmos del enorme caballero de Tauro brillaba con en su máxima intensidad, el suelo se levantaba a sus pies, y la estructura del templo temblaba.

El toro dorado se preparaba para su próximo ataque.

- Aldebarán - se dijo Saga mientras también hacía arder su cosmos hasta su máxima expresión - ¿Por qué luchas con tanto ahínco? ¿Por qué insistes en sobrevivir? ¿Es sólo por Atenea?

Mientras, en una casa de Rodrio, la aldea a los pies del santuario, una joven rezaba a oscuras, observando cómo sobre el templo que custodiaba aquel enorme caballero de oro al que amaba en secreto una estrella fugaz cruzaba la constelación de Tauro.

Publicado: 20:04 21/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
El caballero de oro miró a los recién llegados con desconfianza, si bien sentía hacia ellos cierta familiaridad, por conocerlos desde hacía tantos años.

Eran caballeros, al igual que él.

Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse cuando vio las armaduras que vestían, agresivas y oscuras, llenas de ángulos agudos, grotescamente deformadas.

Pero, cortadas por el patrón de las armaduras de los sirvientes de la diosa Atenea, las constelaciones de Géminis, Capricornio y Acuario eran fácilmente reconocibles.

- Así que no me equivocaba - comentó Aldebarán - en efecto erais vosotros quienes combatíais contra Mu en el templo de Aries.

El caballero de géminis, Saga, el único que no protegía su cabeza, dio un paso al frente.

- En efecto, éramos nosotros, y nos batiremos también contigo si no nos abres el paso.

Tauro apretó los dientes, si ellos habían logrado pasar sólo podía significar que su adversario había perecido en el combate.

- No te preocupes por Mu - le dijo Camus desde su posición, como si hubiera podido leerle la mente - su cosmos y sus movimientos están bloqueados, pero sigue vivo.

- No tenemos ningún interés en matar a nuestros antiguos compañeros - explicó Shura - Atenea es nuestro único objetivo.

- ¿Atenea? - preguntó Aldebarán - ¿Qué quereis vosotros de Atenea?

Saga cerró los ojos en un gesto de extrema seriedad.

- Su cabeza, cómo no.

- Ya veo... - El caballero de oro se metió la flor en el cuello de su coraza y apretó ambos puños, encendiendo su cosmos de un modo amenazante - tal y cómo me imaginaba venís como enemigos ¡Pues ya sabéis lo que toca!

Sus tres ex-camaradas, ahora espectros, hicieron arder su cosmos a su vez.

- Vuestro cosmos, al igual que vuestras armaduras, está deformado y pervertido... ¡No sois dignos de vuestras constelaciones! ¡OS ESPERO!

- Esto es un problema - comentó Camus - no esperaba que tuviéramos que vérnoslas con el caballero de Tauro.

- ¿Problema? - preguntó Shura - ¡Vas a ver lo rápido que me deshago de él...!

El espectro de capricornio se lanzó directo a su enorme adversario, concentrando su cosmos en su brazo derecho.

- ¡...CON MI EXCALIBUR!

- ¡No, Shura, Espera!

Saga guardó silencio, expectante del resultado del choque; mientras, Aldebarán cruzaba los brazos, esperando a su adversario.

El espectro de capricornio no necesito más que un movimiento de su mano para cercenar la cabeza del caballero de oro, que salió volando junto con el casco, aterrizando detrás suya.

El español se dio la vuelta, triunfante.

- ¡Venga, ya podemos seguir!

Camus respiró aliviado, mientras que en el rostro del espectro de Géminis se dibujaba una enigmática sonrisa.

En ese momento, un tremendo golpe impactó en la espalda de Shura, que cayó al suelo, dando una voltereta para volver a posicionarse de pie.

- ¡Pero qué diablos...!

Una estridente risa salió del interior de la armadura de Tauro, mientras que del cuello de ésta surgía la cabeza desprotegida de Aldebarán, riéndose a carcajadas.

- ¡Dice muy poco de tí que cayeras en la misma trampa que un general marino, Shura! - exclamó entre risas el gigante - ¡Apunta mejor la próxima vez!

- C... ¿¡Cómo!? ¿¡Ocultó su cabeza antes del impacto!? - preguntó Camus, cuyo alivio había desaparecido por completo.

- Así es - contestó Saga - ya de por sí la armadura de Tauro está diseñada para proteger especialmente la cabeza de su portador, pero Aldebarán ha llegado incluso más allá.

- Vais a tener que hacerlo mucho mejor si queréis apartarme de aquí - les desafió la mole dorada - ¡No pasareis por el templo del Toro Dorado!

Camus se adelantó, él tomaría la iniciativa ésta vez...

- No será necesario que te muevas de ahí... me encargaré personalmente de que guardes la casa de Tauro por toda la eternidad.

El espectro de Acuario echó a correr hacia Aldebarán mientras concentraba energía fría en su mano y, a medio camino, la lanzó al suelo, creando un paso congelado hasta las piernas de éste, que arqueó una ceja, sorprendido por tan extraña táctica.

Entonces Camus saltó, colocándose a la altura de la altura de la cabeza de Tauro, éste extendió una mano para agarrarlo del cuello sin conseguirlo, ya que su adversario cayó justo antes, resbalando sobre el hielo hasta llegar a la altura de sus piernas, que agarró con fuerza.

- ¡REI TO KEN! - exclamó mientras, a gran velocidad, sucesivas capas de hielo se formaban sobre las perneras de la armadura de Tauro, anclándolo al suelo.

Sin embargo algo iba mal, Aldebarán no oponía resistencia alguna; extrañado, Camus miró hacia arriba para descubrir que su adversario se volvía semitransparente hasta desaparecer, quedando en sus manos las aureas grebas de su armadura.

- ¿Qué significa ésto...? - se preguntó.

Más atrás, Shura buscaba con la mirada al caballero de oro por todo el templo, Saga simplemente se limitó a mirar hacia arriba, siguiendo su mirada el espectro de Capricornio.

Entonces se dieron cuenta.

- ¡CAMUS! ¡SOBRE TÍ!

Camus, que intentaba liberarse de la presa formada por las perneras y el hielo, miró por encima de su cabeza, sólo para comprobar, atemorizado, que Aldebarán caía sobre él, con su gigantesca mano dispuesta para aplastarlo y las piernas descubiertas. El espectro de Acuario tuvo el tiempo justo para liberarse a la desesperada del hielo y saltar hacia atrás, momento justo en el que el caballero de oro caía al suelo, golpeándolo con una fuerza increíble, levantando la piedra y destrozando las colmunas cercanas.

- ¡No puede ser! - exclamó Camus, jadeando, fuera de peligro junto a sus dos compañeros - ¡Nunca he usado mi Rei To Ken con nadie! ¡No podía conocerlo!

- No necesito haberlo visto antes para escapar de una técnica como esa - comentó como si tal cosa mientras se volvía a colocar las perneras.

Los espectros de Acuario y Capricornio miraban impresionados al caballero de Tauro, mientras Saga permanecía impasible.

- ¡Maldición! ¡Así no pasaremos nunca! - exclamó Shura con frustración.

- Es más que simple músculo... - comentó Camus - nunca lo hubiera imaginado...

Tras volver a equiparse las grebas, aunque ahora sin casco, con su melena color café al aire, Aldebarán recuperó su posición de brazos cruzados, expandiendo su cosmos para cubrir completamente la salida con él.

- ¿Lo habéis comprendido ya? ¡Si no os empleáis a fondo jamás podréis cruzar el umbral de mi templo!

Publicado: 21:26 19/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
Como un pequeño alto en el camino, os traigo otra de mis obras.

Un fanfic tributo a Aldebarán de Tauro, la forma en la que debió Morir en la saga de Hades, siempre quise que tuviera un final más... digno.

Empecé a escribirlo con la magnífica exhibición de fuerza del anterior Aldebarán, Rasgado de Tauro (Lost Canvas), contra Kagaho de Bennu, y me llevó un buen tiempo terminarlo debido a un importante parón a causa de la sequedad de ideas.

Terminado desde hace tiempo, hoy os lo traigo.

Consta de 4 Capítulos cortos, que colgaré antes de continuar con Twilight Rhapsodia.

Capítulo 1

Aquella flor significaba mucho para él, Aldebarán la miraba embelesado, sonriente, era hermosa, tanto como la joven muchacha que se la había entregado.

Podría no haber pasado de ser una anécdota más, y es que los caballeros del santuario, especialmente los Caballeros de Oro, máximos protectores de la zona sagrada y de la aldea colindante, Rodrío, solían recibir las más variadas muestras de cariño y admiración de los aldeanos, desde guisos preparados hasta los más bellos ornamentos.

Sin embargo, esa flor, única y sencilla, era especial, ya que provenía de una muchacha que solía seguirlo a escondidas en sus habituales patrullas, en las que a veces le acompañaban Mu y Aioria, los caballeros de Aries y Leo - Shakka de virgo era reacio a abandonar su puesto en el templo de la vírgen a menos que fuera estrictamente necesario - que por fin se atrevió a darle una velada confesión de, al menos, su admiración.

El sentimiento era recíproco, ya que aquella belleza lozana e inocente hacía palpitar su corazón dentro de aquel curtido y gigantesco cuerpo cubierto por la indestructible armadura de oro de Tauro.

Sonrió, sonrió y apoyó su espalda en la columna, ignorando por un momento el fragor de la batalla que sabía que se libraba escaleras abajo, en el templo del Carnero blanco, propiedad de su gran amigo Mu de Aries.

- Bah, el sabrá manejarlo - se dijo a sí mismo - pocos han visto sus técnicas y los que lo han hecho no han vivido para contarlo.

Cerró los ojos, relajado, y dejó expandirse sus otros seis sentidos, hasta que algo llamó su atención.

Un aroma, no, un olor nauseabundo inundaba el enorme templo, rápidamente se levantó, con la flor aún en la mano, y rodeó el pilar, que daba al pasillo principal, donde encontró a alguien que no debía estar ahí.

Un hombre más bien de escasa estatura, con una sonrisa demente y una armadura de brillo apagado y formas grotescas, como de una criatura del averno.

- Hola, caballero de Tauro... ¿Listo para morir? - preguntó el recién llegado con una desagradable voz nasal

- ¡Tu...! ¿Quien eres?

- ¡Eso no importa porque tu hora ha llegado! ¡DEEP FREGANCE!

La desagradable figura se rió con mezquindad mientras dirigía aquella peste contra el brillante caballero dorado, esperando verlo caer, pero éste no se movió un centímetro, más bien al contrario, sin variar su posición se rió abiertamente.

- ¿¡Qué...!? - exclamó atónito el atacante - ¿¡Por qué no te afecta mi Deep Fregance!?

- ¡Iluso! ¿crees que un ataque tan débil puede socavar mi cosmos y llegar hasta mí?

- ¿¡COMO!?

Aldebarán sonrió ampliamente, mientras adoptaba una postura relajada.

- Mírame bien...

El cuerpo y la armadura del caballero estaban cubiertos por una fina, casi imperceptible capa de luz dorada, sin duda su propio cosmos, que parecía protegerle de la letal pestilencia.

- Se te huele de lejos - continuó el gigante - ¡Apestas! Así no vas a pillar nunca por sorpresa a nadie.

- ¡Eso no importa - respondió su adversario - porque te voy a matar aquí mismo! ¡Yo, Niobe de Deep, acabaré con tu vida!

El ser embistió al caballero de oro, que se cruzó de brazos con una confiada sonrisa, y le atacó con sus uñas largas, púrpuras y afiladas, pero fue rechazado incluso antes de llegar a tocarle.

- Niobe de Deep, decías ¿no? - preguntó Aldebarán - debes ser un espectro... un ser tan horrible como tú no tiene cabida entre los muros de un templo dedicado a honrar a la diosa Atenea ¡Vas a perecer aquí y ahora!

- ¡imbécil! - le increpó el espectro - ¿¡Cómo pretendes derrotarme sin descruzar siquiera los brazos!?

- ¿Crees que lo necesito acaso? - contestó indiferente el caballero de Tauro - sería todo un halago para ti decirte que tu poder llega apenas al de un aspirante a caballero de bronce.

- ¿¡Si!? ¡Demuéstramelo si te atreves caballero de hojalata! - exclamó furioso Niobe mientras expelía e nuevo su técnica - ¡¡¡DEEP FREGANCE!!!

- ¡Patético! - Juzgó Aldebarán sin perder la sonrisa - ¡GREAT HORN!

Visto y no visto, el haz de luz no sólo disipó la Deep Fregance de su adversario si no que también le dio de lleno, haciendo reventar su cuerpo en cinco partes, que quedaron diseminadas por el pasillo principal del templo, y volatilizando su armadura, de la que no quedaba más que polvo.

El caballero de Tauro se quedó observando el cadáver quedando de espaldas a la puerta cuando los pasos apresurados de tres personas, ataviadas con armaduras a juzgar por el sonido metálico de éstos, llamó su atención y le hizo levantarse.

- No hace falta que oculteis vuestros cosmos - dijo a las tres figuras que aparecieron repentinamente por la puerta del templo - me es fácil reconocer a mis tres viejos camaradas.

Se hizo el silencio, que fue roto por una grave y autoritaria voz.

- Tal y como esperaba de tí, Aldebarán.

- ¿Nos dejarás pasar? - dijo otra con un toque frío y al mismo tiempo educado.

- ¿O tendremos que abrirnos paso por la fuerza? - preguntó la última, con un deje impertinente.

El caballero de oro se dio la vuelta lentamente, avivando su cosmos, y con los brazos cruzados.

- Si quereis pasar como enemigos, ya sabeis cual es el único camino disponible... ¡Por encima de mi cadáver!

Publicado: 12:27 18/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki : Delirios y Cabreos Pikmin
Desde que adquirí la SNES, hace ya su buen tiempo, soy un comprador fijo de esta revista.

Siempre ávido de información e imágenes, acudía a la NA en busca de este material, y lo he estado haciendo religiosamente desde hace más de 10 años, aún despues de adquirir mi vieja conexión RDSI, que más adelante dio paso al ADSL.

Tal vez sea por eso por lo que he decidido comprarla este mes por última vez.

Y es que, al contrario que suxcedió cuando salió Magazine64 y, más adelante, Games World, Nintendo Acción ya no es una revista potable por la que gastarse 500 pesetas más, de modo que he decidido aparcarla definitivamente, pero antes me he permitido darle un último homenaje personal a modo de fidelidad comprando su número 15 aniversario.

Ahora sí, manitos míos, nunca mais.

LARGA VIDA A NGAMER

Secreto: (Pincha para leerlo)

Publicado: 12:33 16/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Os preguntareis por qué no he publicado estos dos episodios uno a uno en lugar de como uno doble.

Bien, las razones son sencillas, en primer lugar, inicialmente conformaban el Episodio 49, sin embargo la primera parte de éste tiene poco que ver con la segunda, de hecho, leído friamente, parece más una fumada que otra cosa, aunque todo, como no, tiene su explicación.

Además, unido al que ahora es el Episodio 50 daba lugar a un capítulo innecesariamente largo (unas 17 páginas en Word), lo cual lo haría incluso desagradable de leer, por ello, decidí dividirlos.

Peero se dio la circunstancia que escribí ambos de seguido, y yo publico al ritmo de escritura más o menos, aunque por hacerle un favorcillo a un amigo, lo publico primero en su foro de CastleVania y dejo que pasen unos días (exclusividad temporal)

Total, que una vez pasado el tiempo, como fueron publicados los dos capítulos en un lapso muy corto, los publicaré a la vez en mi blog.

Aunque ya tiene cojones que, siendo éste mi blog, no los cuelgue aquí primero xd.

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The three trials

Los tres jóvenes se sorprendieron a sí mismos cruzando la verja de una suntuosa mansión en la zona limítrofe de París. Todo había sucedido sorprendentemente rápido, tras la presentación de las ancianas hermanas Lecarde, éstas los invitaron a ir con ellas a su residencia, a lo que ninguno fue capaz de negarse ni poner siquiera la más mínima objeción, subieron a una limousine y en apenas una hora estaban bajando de ella y cruzando el exuberante jardín.

Aún perplejo, Erik miró el reloj.

- Apenas son las diez de la mañana - murmuró.

- Tienen un poder de persuasión tremendo – juzgó Luis mientras avanzaba a la cabeza de los tres, justo detrás de Loretta.

- ¿Estáis seguros de que no nos hemos ofrecido a venir nosotros mismos? – preguntó Simon con cierta sorna.

La menor de las Lecarde giró levemente la cabeza.

- No – respondió con suavidad – pero casi ha sido igual que si lo hubierais hecho… con todo respeto, sois muy fáciles de dominar.

Luis quiso contestar, pero el pelirrojo le puso la mano en el hombro para callarlo.

De repente las sombras los rodearon y el aire se volvió más fresco, Simon se puso en guardia enseguida, pero no tardó en darse cuenta de que aquello se debía a que se habían internado en un laberinto vegetal.

- E… ¿esto estaba aquí? – preguntó confuso a sus compañeros.

Su pregunta no obtuvo respuesta, seguía caminando nervioso mientras tanteaba las paredes de matorral con las manos.

- ¡Eh! – insistió - ¿Alguien había visto esto…?

Bajó la cabeza para dirigirse directamente a su hermano, pero de repente se dio cuenta de algo que le estremeció.

Estaba completamente sólo.

Instintivamente se detuvo sin saber qué hacer, no se atrevía a moverse por si algo sucedía o por si, simplemente, era presa de una alucinación o incluso una pesadilla.

¿Cómo había llegado hasta allí?

- E… ¿Estáis ahí? – preguntó con la única respuesta del silencio.

De inmediato el miedo comenzó a apoderarse de él, dándole la sensación de que entraba por sus poros, de que aquel lugar se lo insuflaba a la fuerza.

Sintió el impulso de correr, de huir, sus piernas le obligaban a ello.

Estaba a punto de ceder cuando la voz de Erik resonó en su mente como si le estuviera hablando directamente a la oreja.

“piensa en cuales han sido tus errores e intenta discernir la manera de corregirlos”

¿Errores? El miedo era un error, su falta de entereza le perjudicó en la batalla del palmeral, intentando proteger a Alicia.

Dio un paso, controlando sus instintos, y al volver a poner el pie en tierra se sintió liberado de sus temores.

- Temblando no voy a salir de aquí – se dijo - ¡Vamos!

Emprendió la marcha a paso ligero pero seguro, tomó varias direcciones al azar sin estar seguro de su decisión, ora izquierda, ora derecha, ora frente, de nuevo frente, derecha de nuevo, derecha, izquierda, izquierda, izquierda, frente, derecha…

Por más que se movía no tenía la sensación de avanzar ni un centímetro, todas las calles del laberinto eran iguales, el césped y el matorral estaban cortados de la misma manera, la longitud de cada una era la misma que la de la anterior, y el silencio reinaba de tal forma que ni la hierba al romperse bajo sus pies emitía sonido alguno.

Nervioso, aceleró el paso y decidió continuar avanzando; Derecha, izquierda, izquierda, derecha, frente, frente, derecha, frente, derecha, derecha… ¿Realmente “avanzar” era la palabra adecuada? Frente, frente, izquierda, izquierda, derecha, izquierda… ¿Por qué no oía ningún maldito sonido? Izquierda, frente, izquierda, frente, frente, frente, derecha, derecha, derecha, frente, izquierda, frente, derecha, frente, frente, frente… ¿Y por qué no se había topado hasta ahora con ningún callejón sin salida? En los laberintos debería haberlos, ayudan a orientarse…

Se detuvo de nuevo, estaba cansado, no veía el final por ninguna parte, tanto a sus pies como a su espalda sólo se extendía una espesa capa de niebla, y como antes lo intentó el miedo, la desesperanza, fría y espesa, se abría camino por su piel hasta llegar a sus venas.

¿Realmente podría salir de aquel laberinto? ¿Había caído en una trampa? ¿Jamás volvería a ver el exterior?

Se acordó de Erik y de Luis, jamás volvería a verlos ni a burlarse de ellos, la cálida sonrisa de Adela y la protectora presencia de Juanjo se le antojaron inalcanzables, un simple recuerdo, había fallado a ambos.

Se acordó también de Alicia, su amada Alicia.

Le había fallado a ella también.

Se acordó de Alicia…

Alicia, que en aquel momento estaría, con el corazón en un puño, llena de esperanzas de volver a verlos, de que aparecerían algún día por la puerta de su prisión y la sacarían de allí.

Una bombilla se encendió en su cabeza con aquel último pensamiento.

¡Esperanzas!

Eso lo había mantenido vivo hasta ahora.

Por encima del lacerante dolor de su herida, por encima de las batallas libradas, por encima de los golpes recibidos, se había esforzado en sobrevivir.

¿Iba a fallar ahora?

La esperanza… es lo último que se pierde, lo único que quedó en la caja de Pandora.

Se irguió de inmediato ¿Por qué había doblado la espalda? ¿Por qué había agachado la cerviz? ¡No tenía derecho! ¡No podía rendirse mientras otras personas luchaban! ¡Mientras Alicia luchaba!

El frío fue expulsado de su cuerpo, expulsado por un ardiente sentimiento que puso su cuerpo en movimiento de inmediato.

Saldría de allí como fuera, aunque le llevara mil años, y no andando, no, saldría corriendo.

De modo que arrancó y, al trote, fue recorriendo una a una todas las callejas, izquierda, derecha, frente, frente, frente, derecha, derecha, frente, frente, frente, frente, izquierda, frente, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, izquierda, izquierda…

Sabía exactamente las direcciones que debía tomar sin saber muy bien cómo – lo que tampoco la importaba demasiado, por cierto – donde antes se encontraba la duda ahora estaba la certeza, la seguridad de que no podía equivocarse.

Y el laberinto cedía a esto, poco a poco las paredes empezaron a mostrar irregularidades, la oscuridad cedía paulatinamente, el césped adquiría un bello color esmeralda y, como si fuera un regalo para sus oídos, el crujir de la hierba y el silbar del aire se hacían cada vez más audibles, como anunciándole el final de aquella pesadilla, dándole la bienvenida al mundo real.

Incluso la niebla había desaparecido, mostrándole el final de cada pasillo, Simon apretó entonces el paso, corriendo con toda su alma.

¡¡¡Izquierda, izquierda, derecha, frente, derecha, izquierda, frente, frente, frente, derecha, derecha, frente, frente, frente!!!

Tras varios minutos de carrera continuada vislumbró frente a sí una alta pared cubierta de hojas, diferente a las del resto del laberinto, el chico sonrió, que fuera diferente debía ser una buena señal, a izquierda o derecha de ésta debía estar la salida.

Sí, ahí debía estar, al fin volvería a ver el exterior.

Se refrenó y adoptó la velocidad normal, ya no merecía la pena correr, cada paso que daba lo acercaba más a la victoria.

Quería saborear ese momento.

Viró ligeramente a la derecha, seguro que la salida estaba ahí, la pared del fondo ya no le importaba, pero le echó un último vistazo, parecía una parra.

Al llegar a la esquina se topó sólo con matorral, no había puerta ni hueco.

- No importa – se dijo – estará al lado izquierdo.

Se dio la vuelta, en el primer vistazo no vio salida tampoco, pero se acercó a la pared derecha y tanteó.

Nada.

Se situó en el centro del pasillo y se alejó unos pasos del muro de parra.

La salida tampoco estaba en él.

Impidió el regreso del miedo y la desesperanza, barrió el lugar varias veces con la mirada, palpó las paredes, metió las manos entre las ramas.

No había salida.

Como por una de esas jugarretas del destino, el laberinto lo había derrotado.

Miró a su espalda, pero la bruma era tan espesa que parecía sólida, y se negaba a volver atrás.

De nuevo tanteó las paredes, se tomó su tiempo, pateó las ramas, metió las manos, incluso usó su látigo, pero todo intento era infructuoso, sólo lograba cansarse.

Rendido, cayó de rodillas frente a la pared de parra, que ahora parecía inmensa, perdiéndose en los cielos, más allá de las nubes.

Miró hacia arriba, buscando el final de ésta, pero la mera idea de escalarla se le antojaba absurda, un solo fallo y moriría aplastado contra la hierba, que ahora parecía tan fría y dura como el mismísimo suelo.

Echó la cabeza hacia atrás, lágrimas de impotencia afloraron, gritó de rabia, una rabia que nadie más sabría que sentía.

Un grito que nadie oiría.

Aporreó el suelo con fuerza.

Había sido vencido.

“piensa en cuales han sido tus errores e intenta discernir la manera de corregirlos”

¿De qué le había servido al final?

Hiciera lo que hiciera sería derrotado, estaba condenado al fracaso.

¿Merecía haber nacido en el cálido seno de la familia que formaban Schneider Belmont, Selene Serenitee y su hermano Erik Belmont? ¿Merecía haber recibido el cariño y los cuidados de Juanjo y Adela Fernández? ¿Merecía el amor de Alicia?

Era un inútil, un pelele.

No merecía haber nacido en el legendario clan de los Belmont, no merecía el nombre del héroe Simon Belmont.

Permaneció en silencio, hablar no merecía la pena, se limitó a dejar que la oscuridad lo envolviera.

De repente una vocecilla habló en su cabeza.

- Está claro que no lo mereces – se burló – si así fuera te darías cuenta de eso que está justo delante de tus narices.

No sabía de quien era esa voz, y tampoco le importaba pero, sólo por hacer algo, miró hacia delante.

¿Qué había justo delante de sus narices?

Un infranqueable muro de parra.

Un infranqueable muro…

¿Infranqueable?

Miró fijamente la pared ¿realmente era infranqueable? ¿Insalvable?

Pudo enfrentarse cara a cara contra el jefe de una manada de licántropos, contra una sombra asesina y contra el Conde Orlox, y había sobrevivido, había sorteado a la muerte.

Y si la muerte no es insalvable ¿qué lo es?

Si podía derrotarla, podía derrotar a aquel laberinto.

Ni corto ni perezoso se levantó, avanzó hacia el muro de parra y agarró una de sus gruesas ramas. Era resistente.

Puso su pie en otra y se alzó. Lo suficientemente resistente para resistir su peso.

Alzó su mirada hacia las nubes, desafiando al punto donde el muro se fundía con el cielo.

- Nada en éste mundo es invencible – espetó a la gigantesca pared – nada.

Y empezó a escalar.

En ese momento empezó a encontrar nuevos obstáculos: ramas húmedas y resbaladizas, ráfagas de viento, apoyos que se rompían… pero no había nada capaz de detenerlo, no ésta vez.

Y cuanto más avanzaba, más resistencia oponía la pared, pero Simon se negaba a detenerse, poco a poco las ramas rotas rasguñaban su cuerpo, los brazos le dolían por el esfuerzo, el aire le faltaba y las rachas de viento eran cada vez más potentes y frecuentes.

- ¿Crees que puedes detenerme? – espetó al cielo - ¿Crees que puedes evitar que llegue hasta ti? No sabes quien soy ¿¡Verdad!? ¡Soy quien te va a derrotar! ¡Apréndete bien mi nombre! ¡Me llamo Simon! ¿Lo oyes? ¡MI NOMBRE ES SIMON BELMONT!

Y aceleró el ritmo, olvidando el cansancio, las heridas, las viscitudes.

Estaba determinado a vencer, determinado a salir de allí como fuera.

Escaló y escaló, no importaba que no pareciera tener fin, él se lo veía, y llegó a un punto en el que lo tenía de verdad, el final de la pared estaba apenas a 10 metros.

7 metros.

5 metros.

3 metros.

1 metro…

Arribó a la cima y se puso de pie de un salto, de repente se mareó, se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos, y al abrirlos Luis y Erik estaban ahí, con cara de preocupación, Erik lo sujetaba por los hombros.

- Simon… Simon… ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? – preguntó apenas el muchacho volvió a bajar las manos.

- Que… ¿Qué me ha pasado? – preguntó confuso - ¿Dónde estamos?

- En el jardín de las Lecarde – respondió Luis con rapidez – te detuviste de repente, estabas como ido…

- ¿Cuánto tiempo he…?

- No mucho, unos cinco segundos – aclaró Erik.

- Ci… ¿cinco segundos? – volvió a preguntar, alarmado – eso es imp…

De repente, sin saber por qué, desvió la vista por encima del hombro, Stella lo observaba impasible, pero en el rostro de Loretta se había dibujado una enigmática sonrisa.

- ¿Estás mejor? – preguntó la primera.

- S… Sí – contestó – o eso creo…

Las hermanas se dieron entonces la vuelta y siguieron andando hacia mansión, seguidas, a ritmo menor, por Luis y los Belmont.

- Así que, después de todo – susurró la voz de Loretta Lecarde en la mente del joven – sí que eres digno…

Echoes of Bravery

Precedidos por las hermanas Lecarde, los tres jóvenes se adentraron en la gigantesca mansión, y quedaron impresionados por las dimensiones sólo del Hall.

- Alucinante – murmuró Simon, que aún se hallaba aturdido.

- ¡Joder! – exclamó Luis – esto deja nuestra casa en una simple chabola.

Erik no dijo nada, tenía otras cosas en las que pensar.

Se adentraron un poco más, hasta el salón, pasando entre las escaleras que llevaban al piso superior; allí, en la titánica estancia, se alzaban grandes estanterías repletas de libros, lujosos muebles de madera, cómodos sillones de terciopelo, bellas columnas de mármol y una imponente lámpara araña de cristal que, encendida, debía ser todo un espectáculo.

Loretta y Stella se dieron la vuelta, y dibujaron en su rostro una cordial sonrisa.

- Sed bienvenidos a nuestra humilde morada – dijo educadamente la menor de ellas.

- Descansad – concedió la mayor – más adelante os mostraremos el resto.

- ¡Humilde! – Exclamó Simon - ¿Qué será ostentoso para estas dos?

- ¿Ostentoso?... digamos que el templo de la hermandad se nos queda pequeño – respondió Loretta como si nada.

Los tres muchachos tomaron asiento, agotados como estaban por la falta de descanso, se dejaron hundir en los mullidos sillones.

- No es que pretenda ser grosero ni descortés – intervino Erik tras unos segundos de silencio – pero ¿Por qué nos han traído aquí? Tenemos muchas cosas que hacer y el tiempo corre en nuestra contra.

Las hermanas, que se estaban dando la vuelta, se detuvieron.

- Oh – respondió Stella – simplemente queríamos conoceros.

El pelirrojo arqueó una ceja.

- ¿Conocernos? – preguntó escéptico – eso ya podrían haberlo hecho en casa de su nieto… hace apenas unas horas que desapareció otro niño y tenemos que ponernos en marcha para evitar que la tragedia se repita.

- Estamos al tanto de todo lo que ha sucedido – replicó Loretta – la desaparición de Alicia Fernández, los altercados en diferentes países, los raptos de infantes aquí en Francia, las alteraciones en Rumania y Austria… estamos atravesando tiempos de crisis, y es justo por eso por lo que teníamos que conoceros, especialmente – se volvió hacia Simon – a vosotros dos, los hermanos Belmont.

Simon y Erik abandonaron su posición cómoda y separaron la espalda del asiento.

- ¿Y nosotros que tenemos de especial? – cuestionó el menor.

- Que sois hermanos – respondió Stella – igual que Julius y Schneider lo eran también.

- Aquellos que dieron su vida por borrar a Drácula de la faz de la tierra.

Hubo silencio, el recuerdo de su padre inundó a los jóvenes Belmont, Luis había abandonado su estado de relajación.

- Cierto, son hermanos – replicó el Fernández – pero no son Julius y Schneider, son Simon y Erik.

- Y se les necesita de la misma forma que se necesitó a sus antecesores – continuó Stella, tajante.

El peso de aquellas palabras cayó sobre los muchachos como una losa de mármol, Erik palideció.

- Están… ¿están intentando decirnos que Drácula ha regresado? – preguntó a las hermanas casi en un susurro.

Loretta negó con la cabeza.

- No, pero la situación es similar a la de su advenimiento en 1999, o peor – respondió.

- Recuerdo muy bien el año 98/99 – intervino Luis – la situación era mucho peor entonces, el miedo podía respirarse en el ambiente.

- Porque entonces todos éramos conscientes de la profecía del advenimiento del Señor Oscuro en toda su gloria, Luis Fernandez – contestó Stella – los clanes Morris y Lecarde nos unimos a los Belmont para poder despertar entonces el poder dormido del Vampire Killer y hacer frente a Drácula.

- Oí hablar de ello – la interrumpió Erik – se le llamó la segunda coalición.

- Gracias a esa colaboración se logró eliminar a Drácula definitivamente – continuó la anciana, que pareció ignorar a al joven – pero ahora no queda ninguno de ellos, Marcus Belmont enloqueció y fue desterrado, Julius está recluido en un sanatorio a la espera de su recuperación y Schneider ha desaparecido, nosotras ya no poseemos nuestra juventud que tanto nos ayudó entonces y Jonathan Morris se halla enfermo y desprovisto de sus fuerzas, sois vosotros quienes debéis terminar lo que nosotros comenzamos.

El pelirrojo cruzó sus manos y hundió la cabeza en ellas, los amargos recuerdos de cuando apenas tenía 6 o 7 años volvieron a memoria.

- Ya veo – admitió – pero sigo pensando que esto no hacía ninguna falta, nosotros tenemos vidas que salvar en éste momento.

- Sí que hacía falta – continuó Loretta en lugar de su hermana – para Jonathan, Charlotte y nosotras mismas fue una sorpresa cuando supimos que Marcus Belmont no había tenido uno, si no dos hijos. Se suponía que sólo debía haber nacido Julius.

Erik recordó entonces como se comentó en múltiples ocasiones que se esperaba que él fuera el único vástago de Schneider y Selene, y como había leído una y otra vez que, por tradición, los Belmont se limitaban a concebir un único hijo que heredara todo el poder necesario para controlar el Vampire Killer.

¿De qué forma influía el número de hijos a la hora de determinar la sucesión?

- Cuando un Belmont tiene más de un hijo, suelen ser dos – continuó, como queriendo responder a la pregunta formulada en la ahora confusa mente del pelirrojo – y en todos los casos, el poder heredado se divide.

- Uno de ellos hereda el sagrado poder que le permite empuñar el Vampire Killer original – completó Stella - el otro nace con las aptitudes necesarias para convertirse en una máquina de combate.

Los hermanos se vieron inmediatamente reflejados.

- Luces y sombras – murmuró Luis.

- Sigue sin ser una explicación – negó Erik de inmediato – de por qué estamos aquí.

- ¿Aún no lo habéis entendido? – Preguntó Stella – os hemos traído para someteros a la misma prueba por la que pasaron Schneider y Julius.

- Es necesario comprobar cómo de unidas están la luz y la sombra – aclaró Loretta.

Simon y Erik se levantaron de un salto en instintivamente se pusieron en guardia, cogiendo sus armas.

- ¿Quieren luchar con nosotros? – comprendió Erik.

- ¿Por qué? – cuestionó el hermano menor.

Loretta sonrió.

- Vosotros os parecéis mucho a nosotras dos, azotados por la adversidad, os habéis sobrepuesto a la desgracia.

- Nosotras colaboramos juntas como buenas hermanas – continuó Stella – nos hemos complementado desde siempre a la perfección, la una con la otra somos el exponente perfecto del poder del clan Lecarde.

Loretta elevó la mano derecha, y desde ésta la estancia empezó a redibujarse, quedando una sala de infinitas extensiones, suelo a cuadros blancos y negros y cielo rojizo donde antes estaba el suntuoso salón.

- La cooperación es esencial en casos como los nuestros – explicó la hermana menor – juntos sois el heredero de la familia Belmont… hemos de comprobar cuan fuertes sois.

Erik apretó los dientes, aquello era un desafío en toda regla.

- ¡SEA! – gritó mientras desenvainaba – ¡Os mostraremos el poder de la familia Belmont!

En la mano de Stella apareció de repente una espada de empuñadura completa, su hoja era fina y sus cantos, afilados.

- Esta es la determinación que esperaba del hijo de Schneider – dijo la anciana blandiendo su arma en el Aire.

Mientras, Simon restallaba su látigo contra el suelo, mirando desafiante a Loretta.

- Ya he podido ver tu valor, ahora muéstrame tu habilidad, Simon – dijo ésta al joven.

- ¡Vamos allá! – exclamó él.

Las dos parejas se lanzaron la una a la otra mientras Luis permanecía con los pies clavados en el suelo, quería unirse a la batalla, pero sólo podía observar.

Los primeros en entrar en contacto fueron Erik y Stella, que cruzaron sus espadas con una fuerza tal que hizo saltar chispas; el pelirrojo, que se sentía humillado por haberse dejado intimidar por ella en anteriores ocasiones, no estaba dispuesto a darle tregua, y cada vez que sus envites eran rechazados volvía a atacar con más fuerza.

No obstante a Stella no parecía suponerle mucho esfuerzo contrarrestar la fuerza sobrenatural de Erik, al contrario, luchaba con una sóla mano y en total relajación, sus movimientos sinuosos lo confundían, y no pasó mucho tiempo hasta que se abrió camino a través de sus defensas y lo hirió levemente en el hombro.

- ¿Es esto lo que da de sí el Dragón escarlata? – preguntó burlona.

- ¡La batalla acaba de empezar! – respondió éste volviendo al ataque.

Por otro lado, Simon había comenzado su ataque contra Loretta, intentando acertarle con su látigo, pero ésta ni siquiera se molestaba en esquivarle, el arma la traspasaba, desconcertando al chico que, poniendo cada vez más fuerza en sus embestidas, sólo conseguía agotarse.

- No te canses… - dijo la anciana con un marcado aire de suficiencia.

- ¡Habla por ti! – contestó éste lanzando un latigazo que, una vez más, sólo traspaso la imagen de su adversaria.

En respuesta a esto, Loretta extendió su mano derecha, de la que salió un potente chorro de aire helado que impactó en el joven como el más poderoso de los golpes.

- Tu fuerza es ridícula comparada con tu arrojo – espetó la anciana a Simon – parece que me he equivocado contigo.

Acto seguido elevó los brazos, abriendo encima suya un enorme pentagrama que se convirtió en una especie de agujero interdimensional del que emergieron enormes estalactitas de hielo.

- ¡NO ME MENOSPRECIES! – gritó el muchacho mientras, látigo en mano, se lanzaba a por su adversaria esquivando las columnas heladas.

Más allá Stella y Erik seguían enzarzados, la velocidad de la Lecarde era tal que el chico se vio obligado a cambiar de estrategia, esquivando al tiempo que buscaba un hueco, pero el resultado era peor incluso que antes, ya que en apenas unos minutos estaba cubierto de pequeñas heridas.

No le quedaba más remedio, la espada era un estorbo.

En un movimiento totalmente inesperado, envainó su salamander y esperó una estocada que no tardó mucho en llegar, agarró la hoja del arma de Stella y se pegó a ella, con su brazo derecho cargado de energía.

- DRAGON FIST

El golpe impactó de lleno, la mujer voló unos metros y cayó de pie, ante la sorpresa de Erik.

- Parece que pasamos a palabras mayores ¿eh? – preguntó esta mientras su espada adquiría un brillo verdoso.

Simon había conseguido esquivar todas las estalactitas y de nuevo intentaba golpear a Loretta, pero el resultado era siempre el mismo.

¿Por qué no lo conseguía? Era enervante.

De nuevo se vio rechazado por el chorro de aire helado, rompiendo con la espalda en su vuelo varias de las columnas cristalinas y cayendo en el suelo dolorido, lo que no impidió que se levantara al momento.

- ¿No sabes retirarte a tiempo? – preguntó Loretta, con los brazos cruzados.

- Yo NO TENGO DERECHO A RETIRARME – respondió Simon, embistiendo de nuevo.

La Lecarde no descruzó los brazos y lo esperó pacientemente, cuando Simon llegó hasta ella volvió a lanzarle un latigazo, pero ésta vez era distinto.

Loretta se vio obligada a doblar el cuello a un lado para esquivarlo.

La determinación de Simon había crecido, la derrota no lo había encogido, al contrario, ahora estaba totalmente decidido a vencer.

Loretta se vio obligada entonces a retroceder, incluso la mirada de Simon había cambiado.

En sus ojos se reflejaba el valor y el arrojo de los Belmont.

La intensidad y velocidad de los ataques creció, esquivarlo era cada vez más difícil, y no lograba encontrar el momento para contraatacar, sólo cuando recibió un latigazo pudo golpearle con un enorme pedazo de hielo, tirándolo al suelo.

Por su parte, Erik había entrado en una nueva batalla con Stella, la espada de ésta refulgía y a cada movimiento emitía luminosas ondas de energía verde que incluso abrían grietas en el suelo.

Ahora le resultaba imposible acercarse.

Stella atacaba en todos los ángulos posibles, manteniéndolo a unos cinco metros de ella, protegerse con los brazos era así mismo imposible, y no llevaba encima el brazalete de Leon Belmont con el que podría detener aquellos envites con total seguridad.

Sólo le quedaba una solución: O todo o nada.

En un momento dado dio salto para retroceder un metro más, y se preparó, debía llegar hasta la anciana esquivando las ondas, ora saltando, ora moviéndose a los lados, ora deslizándose por el suelo…

Finalmente logró colocarse cerca, pero Stella le reservaba otra sorpresa, de repente echó su espada hacia atrás y dio un violento tajo ascendente al aire, creando al contacto con el suelo una enorme ola de energía que el muchacho recibió de lleno, pero ¿era eso suficiente?

Negándose a ceder Erik usó su propia energía como imán para atraer la onda hacia su brazo y usarla contra la mujer, en un rápido movimiento alzó el puño arrastrando tras el la técnica de Stella.

- RISING DRAGON

Tanto el uppercut como la descarga de energía alcanzaron a la anciana, que se elevó unos metros en el aire, el joven se preparó para alcanzarla al caer.

Pero, para su sorpresa, no caía.

Miró hacia arriba y acto seguido a su alrededor sin ver nada para encontrarse, al volver a elevar la vista, con que Stella caía sobre él a toda velocidad, levantando una nube de polvo en el impacto.

Unos metros más atrás el combate entre Simon y Loretta se hallaba en pleno apogeo, con su látigo, el joven lograba destruir los cristales de hielo con los que la anciana atacaba y lo mantenía a raya, pero ésta, al contrario que él, no mostraba signos de cansancio, y finalmente fue golpeado por una de las enormes estacas, soltando su arma en el impacto, a lo que respondió saltando sobre la siguiente y propinando una lluvia de puñetazos a la Lecarde para, acto seguido, cogerla del cuello de la blusa y proyectarla hacia su espalda, Simon se dio la vuelta esperando que cayera, pero se sorprendió al ver que no llegó a tocar suelo.

Levitaba.

- Pe… ¿¡pero como…!?

- Es muy difícil hacerme morder el polvo, Simon, realmente difícil – respondió ésta.

De nuevo alzó el brazo, pero de su espalda no salió ni una poderosa corriente de aire ni enormes rocas heladas, para estupefacción y susto del joven Belmont lo que emergió del agujero negro formado a su espalda fueron unas gigantescas cabezas de lobo animadas, esculpidas en hielo, que empezaron a perseguirlo, forzándolo a huir de ellas, ya que sabía que no podría romperlas con las manos desnudas.

Entonces la anciana se dirigió tranquilamente hacia donde su hermana y Erik aún mantenían una lucha que se había estancado en un choque de espadas en el que Stella, que ahora levitaba sobre la cabeza del pelirrojo y lo empujaba con todo su peso, parecía tener las de ganar, pero el Belmont, sin ánimo alguno de rendirse, la empujó hacia arriba con todas sus fuerzas, rechazándola.

- No imaginaba que fuera capaz de volar – reconoció jadeando con una semisonrisa.

- Volar no, levitar – aclaró ella – desde muy joven, pero como comprenderás no puedo hacerlo a menos que sea en presencia de otros cazadores.

La anciana volvió a cargar contra el muchacho, que la esquivó echándose a un lado para contraatacar, a lo que Stella respondió rechazándolo y elevando la espada sobre su cabeza.

Acto seguido miró hacia donde se hallaba su hermana.

- ¡Loretta, ven!

Ésta se colocó enseguida a su espalda y orientó ambos brazos hacia delante.

- ¡Sí, hermana!

De las manos de Loretta emergió una suave pero infinitamente helada corriente de aire, de inmediato y en apenas unos segundos la espada de Stella estaba cubierta por innumerables capas de hielo, y era inmensa.

Erik comprendió enseguida lo que venía después.

Stella bajó su espada a toda velocidad, inmediatamente el muchacho desenvainó y la detuvo con su Salamander.

- Vaya, esto sí que no me lo esperaba – comentó la anciana – pero ¿Cuánto tardarás en ceder? Hace rato que te fallan las fuerzas.

No le faltaba razón, bajo el peso del arma y la fuerza de empuje de Stella las piernas del pelirrojo empezaban a ceder y el gélido aire que manaba tanto del cuerpo de Loretta como de la espada lo estaba entumeciendo rápidamente.

En un momento dado intentó empujarla, pero su cuerpo no respondía, y además sabía que Loretta trataría de contraatacar cuando rechazara a su hermana.

Hizo un nuevo intento segundos más tarde, estaba al límite de sus fuerzas, empujó de nuevo y un dolor que hacía tiempo que no sentía lo azotó en pleno corazón.

Apretó los dientes conteniéndolo, se preguntó donde estaba Simon…

En ese momento sintió un golpe tremendo y como una centella pasando a su lado, la presión que ejercía la espada se retiró y Stella salió volando por los aires, ante la sorpresa de Loretta.

- ¡Stella! – exclamó ésta mientras iba a detener la trayectoria de su hermana mayor.

Erik cerró los ojos de puro cansancio apenas se vio libre, y al abrirlos se encontró delante suya a Simon, empapado y con ambos brazos ensangrentados desde el codo hasta los puños.

- ¿Te encuentras bien? – preguntó el menor al pelirrojo

- S… sí – respondió con dificultad – algo cansado…

Se dio la vuelta y se acercó más a él.

- Estás muy pálido ¿Seguro que estás bien?

Asintió y levantó la cabeza, de repente empezó a hacer gestos raros, boqueando y gesticulando, Simon se preguntó que hacía hasta que siguió su dedo señalando a su espalda, para encontrar a Stella blandiendo su espada, intentando golpearle.

En un esfuerzo que se le antojó sobrehumano, Erik apartó a su hermano y esquivó el arma de milagro, que se hizo añicos al impactar en el suelo, recibiendo todos los trozos de hielo a modo de metralla y cayendo al suelo semiinconsciente.

Por su parte, Loretta había iniciado también su ataque, lanzando de nuevo las cabezas de lobo contra Simon, éste miró a su hermano caído y se dio cuenta de que tendría que seguir sólo, preparó sus puños y se lanzó directo a las gélidas invocaciones, destrozando las tres primeras, tras lo que Stella apareció a su lado y lo golpeó, hiriéndolo con la espada, él se la quitó de encima y continuó, una a una, haciendo trizas las cabezas de hielo, empapándose de agua gélida, hiriendo sus brazos cada vez más y clavándose por todo el cuerpo los pedazos de hielo.

Estaba aterido, pero no iba a ceder, primero noquearía a Loretta y después se encargaría de su hermana.

Sin embargo no tardó en darse cuenta de que no era tan fácil, el constante acoso de Stella y la magia de Loretta, que parecía no tener fin, no le permitían moverse, en un momento dado logró apartar a la mayor de las Lecarde el tiempo suficiente como para reorganizarse, pero cuando miró a su alrededor estaba rodeado por las enormes estacas de hielo que la hermana menor le había azuzado antes.

- Oh, mierda…

Antes de que pudiera hacer nada, vio cómo se lanzaban contra él sin darle salida alguna, se cubrió con ambos brazos en un intento fútil de protegerse antes de ser aplastado, a lo lejos Loretta se relajó al dar por ganado el combate, pero contempló estupefacta cómo los cristales se hacían añicos contra lo que parecían ser unas pequeñas luces que cubrieron al muchacho durante apenas un segundo.

Simon tampoco entendía lo que había pasado, sólo sabía que debía continuar, cargó contra la anciana y, cuando casi la había alcanzado, Stella se colocó justo delante de él.

Lo único que alcanzó a ver después fue que, tras un rápido movimiento ascendente que hizo ésta con la espada, se vio envuelto por una brillante luz verde, y acto seguido dio con su espalda en el suelo.

- ¿Es esto todo lo que sois capaces de hacer? – dijo la voz de Stella en la oscuridad – francamente decepcionante, esperaba más de vosotros.

- Aún no están listos – la voz de Loretta se desvanecía al tiempo que perdía la consciencia – todavía no…

Publicado: 16:22 15/10/2007 · Etiquetas: · Categorías:


SHOOP DA WOOP

Publicado: 12:52 14/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki : Delirios y Cabreos Pikmin
Cuentan las leyendas que años ha, un mesias supo del reinado de terror y caspa de la Nintendo Acción y vino a destronarla, premiando a aquellos que fueron fieles a su nuevo mandato con extensas reviews, grandes previews, interesantes reportajes y contenidos de calidad.

Sin embargo, aún existían nintenderos que renegaban de ella e incluso de su propia fé, por lo que el mesías, en un acto desesperado por redimirlos ante su señor dios, se inmoló en representación de todos sus pecados.

Perdónalos Miyamoto, porque no saben lo que hacen fueron las únicas palabras que pronunció Magazine64 en sus últimos estertores, antes de subir definitivamente a los cielos.

Conmovidos por esta tragedia, los nintenderos lloraron amargamente la muerte de su salvador, pero era demasiado tarde, y pagaron su herejía con análisis escritos por Leticia Sabater, chistes sin gracia y portadas pokémon mes tras mes.

Mas el sufrimiento ha terminado amigos míos ¡regocijémonos! ¡porque con nuevo nombre y cara nuestro salvador ha vuelto al ver que mediante el sufrimiento habíamos expíado nuestros blasfemos pecados!

¡Mañana saldrá a luchar contra el anticristo que intenta engañar a los ingenuos haciendo vano uso de las palabras "Revista Oficial" y nosotros lo buscaremos ansiosos y nos uniremos a él! ¡3€ será el precio a pagar por la salvación! ¡Pero no me importa! ¡Yo creo hermanos! ¡YO CREO!

LARGA VIDA A NGAMER


Prelude of Twilight

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