Prelude of Twilight

Publicado: 16:56 25/11/2008 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Como cada día, despues de comer pongo el Word, dispuesto a continuar con el próximo Episodio de Twilight Rhapsodia, el 72

Y como cada día, desde hace ya 11 dias, acabo cerrándolo exasperado, sin lograr escribir nada.

¿Qué sucede? ¿Tanto me afectó? ¿Tanto me dolió lo sucedido aquel día que he perdido incluso mi pasión por esa historia que llevo 10 años fraguando? ¿Acaso he perdido el deseo de cumplir ese sueño?

Hoy he logrado escribir algunas líneas, pero están vacías, poco inspiradas, carentes de alma.

Las palabras... he aprendido a escribir desde el corazón, pero éste sencillamente ya no contesta cuando le pido que me dicte la próxima frase.

Quiero escribir, quiero seguir ¡Quiero cumplir mi sueño!

O al menos, eso creo...

No debo rendirme tras tanto camino andado...

Pero... ya no estoy tan seguro de querer continuar...

O tal vez... tal vez sólo deba darme mas tiempo para recuperarme...

Publicado: 12:04 23/11/2008 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
Capítulo 2: El visitante del gran Norte ¿¡Desafío desde el país de los hielos!?

Santuario de Atenea, Grecia. El sol caía con fuerza sobre las áridas tierras custodiadas por los guardianes de la tierra, un recinto abierto rodeado de ruinas que nadie salvo los guerreros equipados con las armaduras sagradas y los habitantes de la cercana aldea Rodrio, lugar frecuentado por los caballeros y habitado por quienes se decía estaban bendecidos por la diosa de la guerra y la sabiduría, osaba cruzar.

En el corazón del santuario se erigía una formación única, doce templos colocados como escalones sobre una colina, formando un camino elíptico casi perfecto que finalizaba en una estatua erigida en nombre de la diosa, cada uno de esos templos estaba custodiado según se decía por los más poderosos hombres a las órdenes de Atenea, doce guerreros de armadura dorada, intachable conducta y valor sin igual, representantes cada uno de una de las doce constelaciones de la elíptica, bañadas desde tiempos inmemoriales por la luz del mismísimo sol.

Uno de esos hombres era Altaïr, caballero de Aries, guardián del templo del Carnero Blanco; se trataba de un hombre de estatura media que vestía una armadura de formas suaves y redondeadas y cargada de hermosos bajorrelieves, con las pequeñas hombreras ocultas bajo unos enormes cuernos dorados; este joven de unos 20 años lucía largo y desordenado cabello rubio con cierta tonalidad verdosa, con unos ojos alargados de iris rojizo que potenciaban una imponente mirada cargada de determinación, su frente estaba adornada por dos puntos de color púrpura, cada uno un poco más arriba de donde nacían las cejas, de las cuales carecía; estos rasgos hacían cada vez más crecientes los rumores de que procedía del legendario continente de Mü, donde se decía que habían sido creadas las 88 armaduras por los alquimistas de los cuales, de hecho, parecían descender los portadores de tres armaduras, siendo una de ellas precisamente la del carnero dorado.

Altaïr, como buen guardián del santuario, no se permitía el descanso, y rara vez se sentaba en el interior de su templo o siquiera se apoyaba en una las columnas, pero el calor aquel día era abrasador, y su armadura brillaba tanto bajo la severa luz del sol que llegaba a deslumbrar, razón por la cual vigilaba el exterior desde la agradable sombra de la entrada, todo continuaba sin novedad alguna, hasta que algo lo hizo reaccionar.

Un extraño cosmos, no perteneciente a ninguno de los caballeros apostados en el perímetro, se había adentrado en el santuario, no se hubiera alarmado de no ser porque se trataba de un cosmos poderoso que, pensó, fácilmente podría superar a cualquiera de los guardias, caballeros de bronce e incluso de plata.

Sin  embargo algo era extraño: no sentía ningún choque de fuerzas, ni un solo caballero se batía con aquel desconocido guerrero de aura ardiente ¿Por qué?

No se lo pensó dos veces, se enfundó el casco – un casco completo decorado con dos alas a los lados y un adorno de triple ramificación perlado con una brillante turquesa – y salió al exterior, quedando en su puesto de guardia.

- ¿Quién anda ahí? – preguntó al aire, con vez serena pero autoritaria – Te advierto que no podré garantizar tu seguridad si te acercas a este templo.

Mientras pronunciaba estas palabras, una figura aparecía por el camino que partía desde el coliseo, era un joven alto y atlético, de piel morena y cabello pulcramente recortado, vestía camisa verde y pantalón blanco con unas rudimentarias botas de nieve.

- ¡No me hables como si fuera un cobarde, caballero de Atenea! – contestó el recién llegado - ¡Soy Eirikr de Merak, procedente de las tierras heladas de Asgard!

Altaïr no ocultó su sorpresa ¿¡Asgard!? Esa región se hallaba en el Norte y estaba fuera de los dominios de Atenea, los Caballeros sabían muy poco sobre ella, salvo que estaba custodiada por otro dios, con sus propios guerreros guardianes.

- ¿Asgard? – preguntó, recuperando la serenidad - ¿Qué puede llevar a un habitante de aquellas tierras a realizar un viaje tan largo?

El cosmos de Eirikr crepitó furiosamente por un momento antes de volver a su estado normal.

- Uno de nuestros guerreros divinos ha sido atacado – explicó – el agresor desarrollaba un frío tan devastador que superaba al que nosotros podemos generar. Sé que en el ejército de Atenea hay un Caballero capaz de desatar semejante cosmos y es – señaló directamente al caballero de Aries - ¡uno de vosotros, los doce caballeros de Oro!

Altaïr guardó silencio por unos instantes, aparentemente analizando la situación; se cruzó de brazos y esperó una segunda reacción del visitante, tras darse cuenta de que éste esperaba una respuesta se decidió a hablar.

- En efecto – confirmó, hablando con un tono lo más diplomático posible – tenemos entre nosotros a un caballero de oro capaz de liberar un frío devastador pero… ¿Por qué pensaste en nosotros, los guardianes de Atenea?

El joven Merak pareció no saber reaccionar ante esa pregunta, que no esperaba.

- Y dime – continuó Aries, viendo la falta de respuesta del muchacho - ¿Qué harás con ese caballero si te damos la oportunidad de encontrarte con él?

Ante esto sí reaccionó, haciendo arder su cosmos con furia.

- ¡Le devolveré la humillación que hizo pasar a mi compañero, Albus de Zeta!

El cosmos dorado de Altaïr de Aries emergió.

- Eso suponiendo que te permita pasar, claro…

- ¿¡Cómo!?

- Al ser un extraño supongo que no conoces el reglamento del santuario – respondió el caballero de oro – así que seré breve: todo visitante con intenciones hostiles ha de superar diversos niveles de guardia, desde la entrada en la aldea de Rodrío hasta los aposentos del Sumo Sacerdote pasando, por supuesto, por los doce templos – descruzó los brazos – si no has tenido que luchar supongo que ha sido porque no has revelado tus intenciones hasta ahora, pero has hecho mal – su energía cósmica ardió con más fuerza – porque ahora tendrás que derrotar uno por uno a los caballeros de oro hasta encontrar a quien buscas, empezando por mí ¡Altaïr de Aries!

Era un desafío en toda regla, algo que Eirikr comprendió enseguida, y ni corto ni perezoso se lanzó escaleras arriba a por el guardián del templo.

- ¡PUES EMPECEMOS YA! – gritó sin detenerse un segundo - ¡HOT RED VOLCANO!

El guerrero de Asgard dio un salto para colocarse frente a su adversario y proyectó desde su puño una intensa llamarada directa al rostro de Altaïr; este, sin moverse, se limitó a pronunciar dos palabras.

- Crystal Wall…

Justo en el momento en que la lengua de fuego estaba a punto de alcanzar al caballero de Aries, rebotó en el aire y se proyectó contra su invocador, que tuvo que hacer una complicada maniobra aérea para esquivarla con un escaso margen.

- ¿¡Qué demonios era eso!?

Un reflejo dorado relució entre ambos por un momento.

- Como primer caballero de oro mi deber es evitar que nadie pase siquiera de los escalones del templo del Carnero Blanco – articuló el caballero – mi Muro de Cristal es la primera defensa que todo enemigo debe superar… una barrera que reflejará cualquier técnica, por poderosa que sea.

Eirikr se incorporó, sintiendo en ese momento una quemadura que había sufrido en el brazo izquierdo, tal vez por reaccionar demasiado tarde.

- ¿Qué refleja cualquier técnica dices? – preguntó, desafiante - ¡Eso habrá que verlo!

El cosmos del joven se expandió enormemente, al tiempo que un viento frío se apoderaba del lugar; Altair lo contemplaba impasible.

- ¡FREEZING UNIVERSE!

Uniendo ambas manos, Eirick apuntó a su enemigo y proyectó desde ellas una violenta ventisca helada que el caballero de Aries esperó con tranquilidad.

- Es inútil… - advirtió.

Impotente, el muchacho comprobó que así era, el chorro de aire helado rebotó, obligándolo a invocar de nuevo su Hot Red Volcano para contrarrestarlo antes de volver a mirar furioso al caballero dorado.

- Te lo repetiré una vez más – articuló éste desde su posición – este muro es virtualmente indestructible, no importa la técnica que utilices, puedes golpear con toda la potencia y violencia que quieras; no lo lograrás.

Eirikr cerró los puños y apretó los dientes, temblaba de furia.

- De todas formas – continuó – te lo preguntaré una vez más ¿Por qué pensaste en el santuario a la hora de identificar al atacante?

Nuevamente, silencio.

- No sé gran cosa de Asgard – reconoció – pero sí hay algo que es sabido por todo caballero de Atenea y es el pacto de unión y no agresión que existe entre el santuario y la familia sacerdotal de Odín ¡lo que implica que una acción como la que tú estás realizando podría llevarnos a una guerra!

- ¿¡Bromeas!? – replicó el joven Merak – ¡habéis sido – señaló al caballero – vosotros los que nos habéis atacado primero! ¡Entregadme al agresor y quedaremos en paz!

Altaïr frunció el ceño, comenzaba a exasperarse.

- Preséntame pruebas de que el agresor proviene del santuario y, tras hablar con el sumo sacerdote, se te será entregado…

Eirikr embistió de nuevo, subiendo a la carrera los escalones.

- ¡Esto es más rápido!

- Por última vez, Eirikr de Merak ¡Te repito que hagas lo que hagas no podrás destruir este muro!

El muchacho dibujó una sonrisa en su boca.

- ¡No creas que he jugado todas mis cartas, Aries!

Como hizo en su primer ataque, saltó, pero esta vez se preparó a lanzar directamente su puño contra el Crystal Wall.

- ¡Te voy a mostrar la furia del caballo sagrado de Odin! ¡SLEIPNIR’S FURIOUS GALLOP!

Nuevamente Altaïr no se inmutó mientras la intensa tormenta de golpes caía sobre el muro, pero no reprimió su sorpresa cuando el muro comenzó a resquebrajarse allí donde caía el puño de Eirikr.

- ¿¡Esta es toda la resistencia que puedes ofrecer!? – exclamó éste - ¡Si es así mi victoria está asegurada!

- ¡Te advierto que romper este muro significará una guerra entre el Santuario y Asgard!

Pero Merak no atendía a razones, por lo que el caballero de Aries no tuvo mas remedio que concentrar su cosmos, alzando el brazo, alrededor del cual empezaron a brillar unos pequeños luceros.

- ¡Último aviso, Eirikr!

Sin resultado; finalmente el Muro de Cristal cayó y Altaïr impulsó hacia delante su brazo, proyectando hacia su adversario una suerte de lluvia de estrellas al mismo tiempo que él recibía los últimos golpes del Sleipnir’s Furious Gallop, saliendo su casco disparado y cayendo ambos contendientes al suelo, él sobre las baldosas del templo del Carnero Blanco y Eirikr escaleras abajo hasta el pie de éstas.

El caballero de Aries tardó en unos segundos en levantarse, descendiendo las escaleras para llegar hasta su enemigo caído.

- Insensato… - murmuró mientras, con calma, se acercaba a él.

- ¿Qué… era eso? – preguntó el chico, levantándose con dificultad.

- Stardust Revolution – se limitó a contestar – una lluvia de estrellas capaz de pulverizar a quien la reciba… nadie que la encaje puede levantarse de nuevo…

- Es… potente… - admitió el joven tras caer de culo cuando ya había logrado levantarse.

- No te engañes – lo corrigió Aries – lo que has recibido ha sido la técnica a solo una décima parte de su verdadero potencial, mi única intención era expulsarte del templo sin provocarte heridas fatales, hubiera sido injusto lanzarlo con todo mi poder contra un adversario desprotegido… en estos momentos no quedaría nada de ti.

Tendió la mano al guerrero de Asgard, que la aceptó receloso, y lo ayudó a levantarse.

- Debo reconocer – aceptó el caballero – que tus técnicas son impresionantes, te he subestimado.

- Y lo sigues haciendo, Aries – le espetó el joven - ¡HOT RED VOLCANO!

Altaïr no reaccionó a tiempo ante el ataque sorpresa, siendo engullido por la tremenda llamarada y catapultado hacia los escalones del templo, contra los que se estrelló.

- ¡Maldito! ¿¡Me atacas a traición!? – exclamó mientras se levantaba.

- ¡Nunca dije que esto hubiera acabado! – respondió Eirikr – ¡Me abriré paso por cada uno de los templos hasta dar con el caballero de oro de Acuario!

Viendo la obstinación del muchacho, Altaïr no tuvo más remedio que resignarse, incendiando su cosmos para pasar a la ofensiva.

- Está visto que no me dejas alternativa – gruñó - ¡No quería llegar a esto pero no me dejas más remedio! ¡No pasarás del templo del Carnero blanco!

Las pequeñas estrellas empezaron a arremolinarse alrededor del caballero de oro, mientras Merak alzaba los brazos, dejando tras ellos una estela llameante.

Ambos echaron los brazos hacia delante, apuntándose mutuamente, proyectando sus técnicas.

- ¡STARDUST REVOLUTION!

- ¡GREAT ARDENT PRESSURE!

Sin embargo algo sucedió, de repente un aura congelante se apoderó del templo, y una explosión de cosmos gélido disipó las pequeñas estrellas fugaces proyectadas por Aries y congeló la lengua de fuego invocada por Eirikr.

Altair reconoció enseguida aquel cosmos, dándose la vuelta para encarar a su poseedor.

- ¡Acuario! ¿¡Qué haces fuera de tu puesto!?

El joven Merak, pasada la sorpresa por la anulación de las dos técnicas, corrió a colocarse junto a Altair para ver al recién llegado.

- ¿¡Acuario!?

En efecto era el caballero de Acuario, vestía una armadura de formas armónicas y suaves, evocadoras del agua, los brazaletes asemejaban dos jarras y la diadema lucía dos grandes “orejas” y un zafiro.

Eirikr incendió su cosmos enseguida, crepitando con ardor guerrero, y corrió escaleras arriba a por su objetivo, no llegó siquiera a la mitad del tramo cuando fue rechazado por una gélida tormenta de nieve, pero antes de eso alcanzó a ver el rostro de su adversario, fino y con una sonrisa confiada en el rostro, de ojos azules almendrados y cabello largo color azul noche.

Un rostro que no había visto años ha.

- ¡No puede ser! – exclamó exageradamente sorprendido tras recuperarse del ataque - ¿¡Tú eres el caballero de Acuario, Simone!?

- Así es… – respondió este con voz fría – ha pasado mucho tiempo, Eirikr.

Publicado: 23:09 20/11/2008 · Etiquetas: · Categorías: Delirios y Cabreos Pikmin


La adquisición de un VGA Box para Wii hace bien poco me está permitiendo jugar a mi consola a 480p, y con ello estoy retomando títulos que fui dejando aparcados en favor de las novedades, uno de ellos es Pokemon Battle Revolution (que se ve de puta madre en progresivo), el cual ahora me tiene atrapado en el Coliseo Bastión, en la prueba de supervivencia.

Este regreso a mi tipo de Spin Off favorito de Pokémon (el PokéSta) me ha hecho preguntarme, ahora que lo miro con "otros ojos" ¿Cómo podría mejorar este juego?

A lo largo del día he ido recopilando una serie de cosas que creo que podrían mejorar, y mucho, de este título.

- Los modelados de los Pokémon de las 2 primeras generaciones ya cantan demasiado, en su momento fueron impecables pero necesitan un buen remodelado para la siguiente entrega (que fijo que la habrá)

- Las animaciones son lentas y, en algunos casos (mas que los que debería), torpes, especialmente las de correr en los pokémon cuadrúpedos, destacar que incluso algunas animaciones se han perdido (Hay algunos pokemon como Quagsire a los que solo les he visto UNA animación)

- La música debería estar compuesta por arranges de los juegos con los que se conecta; demonios la OST de Pokemon D/P es brutal y de Battle Revo solo salvaría 3 o 4 temas mal contados, no hay conexión alguna entre la Banda Sonora de uno y otro juego.


- Mayor variedad de escenarios; hay unos cuantos que son magníficos mientras que otros parecen completamente muertos, en Stadium 1 y 2 (especialmente el 2) todos los rings estaban plagados de detallitos y características que los hacían únicos (el aula me parece adorable), mientras que aquí los hay que son demasiado genéricos.

- Otro defecto que me parece importante es la falta de conexión directa con Diamante y Perla, y cuando hablo de conexión directa me refiero a que el juego se note que se desarrolla en ese mundo. En Stadium 2 nos enfrentábamos a los 16 líderes de gimnasio, al Team Rocket, al Alto Mando ¡Incluso reaccionaban con frases en los combates! (Mi favorito era Brock xd)... aquí volvemos a lo mismo que con los escenarios, solo que en su totalidad: ni un solo personaje es característico o recordable, y por supuesto la sensación de encontrarse en el mundo de Diamante y Perla es nula

- Y para finalizar, la ausencia de funciones extra; no echo en falta la posibilidad de almacenaje simplemente porque para un entrenador como yo (que entrena a saco sin buscar el mejor pokemon, sacar miles de huevos y cosas así) llenar una caja en D/P es ridículo pero ¿Qué pasa con la biblioteca? Si, con esa enooooooooorme base de datos que tenía Stadium 2, que era una guía de consulta perfecta ¿Donde se ha quedado eso? ¿Por qué lo han dejado atrás? Los minijuegos son otra ausencia pero para mí es algo secundario ¿Gestor de intercambios? ¿Manejo de MT y MO? Las ausencias en este apartado son flagrantes.

El gérmen de todo esto es haber pasado el testigo de los Pokemon de sobremesa a Genius Sonority, que ha hecho lo que ha querido con la saga buscando separarla cada vez mas de las entregas portátiles. ¿Recordais los Stadium? Juegos sobre Pokémon mas trabajados en sobremesa no existirán en la vida ¿Por qué? Porque de ellos se encargaba Game Freak, y los crearon como complementos perfectos a los títulos portátiles, tan perfectos que podias meter el cartucho en el transfer pack y mandar a tomar por saco tu Game Boy.

Si hay una noticia que desearía escuchar es que Genius Sonority entrega el testigo de nuevo a Game Freak, Pokemon es su saga y la miman como diox manda, GS en cambio me viene dando mala espina desde Colosseum.

Publicado: 12:31 16/11/2008 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Hoy han salido las notas de la Nintendo Power de este mes, entre ellas la de mi esperado (e idolatrado) CastleVania Judgment, que ha sacado un 7.0

Bien, aquí es donde has pensado Vale, esta entrada viene para convencernos de que el Judgment será la polla en verso ¡Pst, para el carro! ¡Judgment es lo que menos cuenta en esta entrada!

Recientemente, y cada vez con más asiduidad, leo comentarios despreciando juegos que sacan no ya un 7, si no incluso menos de un 9, esto sin duda viene del lavado de cerebro continuo de más de 15 años de prensa videojueguística y es un error imperdonable.

¿Cuantos son los casos de gente que se ha alquilado o incluso comprado de baratillo juegos "de 7" y han acabado completamente viciados, maravillados y pensando "joder, este juego no merece una calificación tan baja"? Y lo gracioso es que muy seguramente sí que la merezca, pero estamos tan empanaos que no nos damos cuenta de que un 6 ya de por sí es una buena nota, correspondiente a un juego que, como mínimo, es disfrutable.

Manitos y manitas, yo soy un jugador de "juegos de 7", eso sería facilmente demostrable de no ser porque en cada apuro económico que tengo me deshago de toda mi juegoteca y luego la voy recuperando poco a poco, pero aquí un servidor cuenta en su colección con "juegos de 7" como CastleVania 64 (y su continuación, LoD), Wario World, Mario Kart Double Dash, Cualquier Harvest Moon, los dos Saint Seiya de PS2, Eledees o Pokemon Battle Revolution. Ya veis, juegos que los Gourmets del videojuego rechazan por no superar el 8.9 de calificación o incluso de media en Gamerankings pero que sin embargo pueden dar horas y horas de diversión (bueno va, el pkmn al usuario medio no, pero coño ¡que me encantan los Stadium!)

Los juegos de 7 son los que verdaderamente hacen catálogo, no la morralla shovelware, que solo estorba, ni los juegos de 9 que son los que hacen distincion, si no estos juegos sobre los que alguien escribe cantando sus alabanzas en su blog pero que fueron ignorados en su momento y no conocen ni sus propios desarrolladores.

¿Habeis probado ya los Must Have de vuestras consolas? ¿No sabeis qué jugar? Lanzaos a por un juego de 7, no os arrepentireis.

Publicado: 13:13 08/11/2008 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
He aquí una nueva obra recién comenzada, nuevamente se trata de un fanfic basado en Saint Seiya, por lo que estoy más atado que con Twilight Rhapsodia, pero inspirado en una época anterior a Lost Canvas y con personajes creados y desarrollados por mí.

Al contrario que La Muerte del Toro Dorado, Crónicas de una era antigua tiene un trabajo de meses detrás, he de agradecer a mi hermana unas cuantas ideas, por lo que en definitiva el trabajo no es solo mío ^^

Bueno, espero que lo disfruteis

Prólogo

En el pasado, los dioses de las antiguas mitologías pasaban el tiempo luchando unos contra otros, estas batallas eran terriblemente violentas hasta el punto de llegar a hacer peligrar la integridad de la tierra en numerosas ocasiones, es por esto que se retiraron a sus lugares de reposo y comenzaron a preparar sus ejércitos.

Los más belicosos y competidores por el control de la tierra, Hades, Poseidón y Atenea, pusieron especial esmero en asegurar la defensa de sus batallones antes de afrontar nuevas guerras santas. Hades creó para sus tropas del inframundo las Surplices, oscuros y poderosos mantos que representaban las criaturas que poblaban las pesadillas de los humanos mientras que Poseidón otorgó a su ejercito las escamas, poderosas y resistentes armaduras entre las cuales las más poderosas correspondían a los siete generales, guerreros representantes de las mas feroces bestias mitológicas marinas.

Atenea, tras sufrir otra derrota en una batalla en la que sus guerreros nada pudieron hacer, diseñó 88 armaduras, conocidas como Cloth, inspiradas en las 88 constelaciones cuya fabricación dejó a cargo de los alquimistas del legendario continente de Mü.

Con esto, las sucesivas guerras santas quedaban prácticamente igualadas, hasta que llegó el momento en que los dioses dejaron de batallar, y Cloths, Surplices y Escamas quedaron sepultadas por el tiempo y el olvido.

Pero en el siglo X los ecos de batalla suenan de nuevo, guerreros con poderes sobrenaturales se alzan vistiendo de nuevo los atavíos sagrados y preparándose para una inminente batalla.

La tierra se abrirá, los cielos se desgarrarán.

Asistid con gusto al relato de estas antiguas crónicas que nadie jamás narró.

Bienvenidos a Saint Seiya: Crónicas de la era antigua

Capitulo 1: ¡La provocación del hombre de los hielos!

- Oscuridad… como cada mañana…

Un joven descendía las escaleras que emergían de un imponente palacio, estaban congeladas por el frío mientras que los alrededores se mostraban sepultados por la blanca nieve que cubría perennemente la región. El muchacho, de unos casi 20 años, tenía un cabello de color verdoso peinado hacia tras y con un mechón en la nuca recogido en una elegante coleta, iba ataviado con una brillante armadura color verde oscuro, de diseño sencillo, con algunos relieves de tono esmeraldado, en su cintura lucía un reluciente zafiro engarzado; de su espalda emergía una señorial capa de color escarlata y sujetaba en su mano un casco que simulaba la feroz cabeza de un tigre.

Tras el abatimiento inicial se forzó a sonreír, había crecido en aquellos parajes, en aquel palacio, y se había entrenado por todo el país, convirtiéndose en un guerrero lo suficientemente poderoso como para ser investido por los ropajes que ahora portaba, la armadura divina de Zeta.

Uno de los dos hijos de la poderosa familia Mizard, Albus.

Era uno de los pocos hombres que había obtenido su ropaje divino, uno de los siete que aparecían si, tal y como decía la leyenda, el peligro se cernía sobre la región de Asgard.

- ¿Ya de tan buena mañana haciendo la ronda, Albus?

Aquella voz lo sacó de su ensimismamiento, vio aparecer frente él, subiendo los gélidos escalones, a otro guerrero.

Era más alto que él, su cabello ondulado color paja caía sobre sus hombros, coronando un rostro fino y alargado, cuya expresión serena se acentuaba por sus profundos ojos azules, vestía una armadura del color de la noche, de formas agresivas, con uno de los antebrazos decorado por picas que aparentaban ser escamas levantadas y una de las plateadas hombreras decorada con la imponente cabeza de un dragón; al igual que Zeta, este hombre portaba en la mano su casco, representando una cabeza de dragón idéntica a la de su hombro.

- ¡Sigfried! – el joven Mizard sonrió – No pareces el más apropiado para decirme eso cuando tú estás regresando de ella.

El recién llegado se llamaba en efecto Sigfried de Dhube, descendiente del legendario guerrero que derrotó al dragón bicéfalo fafnir, los varones de esta familia habían vestido siempre la armadura divina de Alpha.

- Somos pocos – respondió Alpha – y la región es muy vasta, mantenerla vigilada nos costará algún que otro sacrificio hasta que estemos los siete.

Albus torció el gesto.

- ¿Pero por qué ahora? El reino está tranquilo, las noticias que nos llegan de las regiones vecinas indican que no hay ningún peligro ¡Incluso Poseidón se mantiene dormido en su templo!

- No lo sé – reconoció Sigfried tras unos instantes de silencio – pero tampoco han sido entregados los siete ropajes de golpe, debe significar algo…

Mizard asintió.

- Como sea – continuó el guerrero de Alpha – hemos de seguir como hasta ahora.

- Comprendo.

Se despidieron de un modo casi marcial y cada uno continuó su camino, Albus no había osado replicar a Sigfried, de hecho nadie osaba llevar la contraria ni mucho menos desafiar al inmortal guerrero divino de Alpha, pero la lealtad de este a la familia del sacerdocio de Odín y al propio dios hacía que el respeto que todos sentían por el fuera grande.

Al pie del castillo se hallaba un bosque nevado dividido por un accidentado camino que llevaba a una de las pocas aldeas del lugar, nadie se atrevía a atravesarlo por los lobos salvajes que en él reinaban, sólo los guerreros divinos y la familia sacerdotal podían doblegarlos con su cosmos. Aquel bosque gustaba mucho a Albus, y siempre dibujaba inconscientemente una leve sonrisa cuando paseaba por él, saliendo aliviado al comprobar que, como cada día, todo estaba en órden.

El pueblo fue el siguiente lugar a visitar, una discreta aldea compuesta por una desordenada aglomeración de cabañas; era demasiado temprano, de modo que aún no había comenzado nadie sus faenas, hacía demasiado frío para salir a la intemperie.

Nuevamente todo tranquilo, se preguntaba si aquella sería otra anodina ronda cuando algo alteró la paz del lugar.

Repentinamente la gélida brisa se agitó, convirtiéndose en un potente vendaval acompañado de ingentes cantidades de nieve cristalizada.

“¿Una tormenta de nieve? ¿Ahora?” pensó mientras se colocaba el casco con dificultad y se cubría el rostro “¡El tiempo estaba bien hasta hace un instante!”

Se colocó en una posición contraria al viento, pero algo le hizo echarse a un lado con rapidez, esquivando por muy poco algo que sintió pasar a su lado.

- ¿¡Quien anda ahí!? – exclamó mientras miraba en todas direcciones, alarmado - ¿¡Quién se atreve!?

Nadie contestó, entre la tempestad sólo se podía ver a una extraña sombra moviéndose con rapidez mientras la temperatura descendía anormalmente rápido.

No pasó mucho hasta que la perdió de vista y, poco después, sintió un golpe en la espalda que lo hizo caer.

No había sido un golpe corriente, de eso estaba seguro, ya que aparte de tumbarlo había sentido un frío helador que lo desconcertó pero, al mismo tiempo, lo envalentonó.

- ¿Cosmos gélido? ¡Estúpido! – increpó al aire mientras se alzaba de nuevo - ¡Soy un Guerrero Divino! ¡Me he criado en las heladas estepas de Asgard! ¡Un impacto así no significa nada para mí!

Al incorporarse, vio a la sombra frente a el, mientras que un cosmos inmenso se concentraba en ese punto.

- ¡Vamos, descarga ese aire frío contra mí! – lo desafió mientras se abalanzaba contra el guerrero desconocido - ¡VIKING TIGER CLAW!

Albus y su adversario embistieron el uno contra el otro, atacando el guerrero de Zeta con sus enormes uñas plateadas invocadas a través de su cosmos, capaces de desgarrar y congelar; al cruzarse los dos adversarios no sintió nada, de modo que sonrió confiado y se dispuso a darse la vuelta para continuar la batalla, llevándose una desagradable sorpresa al intentar moverse.

- ¿Pero qué…? ¡No puede ser!

Su cuerpo, o al menos sus piernas y el lado derecho de su torso estaban encerrados en hielo, trató de desembarazarse de él pero le resultó imposible, mientras sentía el cosmos de su enemigo concentrarse cada vez más a su espalda.

Hizo un segundo intento desesperado por liberarse, pero fue inútil, se dio por muerto cuando de repente una gigantesca columna de fuego apareció tras él, absorbiendo la fuerza del viento y deteniendo la tormenta; Albus reconoció enseguida ese poder, sólo conocía a un guerrero en toda Asgard capaz de ejecutar semejante técnica calorífica.

- ¡Eirikr! – exclamó casi con alivio.

Inmediatamente el cosmos a su espalda se disipó, y escuchó una voz y pasos apresurados.

- ¡Vuelve aquí, cobarde!

En efecto, en aquella voz juvenil reconoció a Eirikr de Merak, un joven que entrenaba para convertirse en uno de los más poderosos Guerreros Divinos, pero que sin embargo aún no había obtenido su armadura.

- ¡Albus! ¿Estás bien?

Los pasos se dirigían esta vez hacia él y no se detuvieron hasta que pudo verlo por fin, algo que le hizo sonreír aliviado.

Eirikr de Merak era un muchacho bastante más joven que Albus o Sigfried, de hecho apenas contaba con diecisiete años, pero tenía una buena estatura y era atlético, vestía una sencilla y desgastada camisa de campesino color verde esmeralda y unos pantalones blancos con unas rudimentarias botas de nieve que eran el único elemento de su indumentaria diseñado para proteger del frío, de hecho el muchacho iba en manga corta, algo anormal en aquella nórdica región; tampoco era común su piel, tan morena que parecía tostada al sol, completamente contrastada con sus ojos color azul celeste y su cabello rubio lacio, cortado recto por detrás y con dos grandes mechones que bajaban desde las patillas hasta quedar reposando sobre sus hombros.

- ¿¡Qué demonios ha sucedido!? – preguntó alarmado mientras, con su cálido cosmos, derretía el hielo que aprisionaba al Mizard.

- Ojalá lo supiera – respondió Albus, medio avergonzado – lo único que he alcanzado a comprender es que han intentado atacarnos.

- ¡Qué hielo mas duro! – protestó Eirikr mientras aumentaba la intensidad de su cosmos para derretirlo – Nunca he visto algo así en Asgard.

- ¿Sentiste su energía congelante? Jamás creí que alguien lograra una mas fría de la que somos capaces de desarrollar aquí.

- Si… - Merak se detuvo unos instantes, pensativo – y sin embargo sí que hay alguien capaz de alcanzar este nivel…

- ¿En qué demonios estás pensando, Eirikr?

- He de hablar con el sacerdote, Albus – comentó con voz decidida – tengo un viaje que realizar…

Prelude of Twilight

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