Publicado: 13:14 30/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Al-Azif
Juanjo le entregó el reloj a su hijo que, lívido, lo sujetó mientras paseaba por la sala. - Mierda – murmuró - ¡Mierda! ¡Sobrevivió a la explosión! - Madre… ¿Miraste ayer el reloj? – Preguntó Juanjo a la anciana - ¿Iba bien? - Si… - contestó ella – la arena corría sin problemas. - ¿Qué sucede, Luis? – intervino Erik. El muchacho empuñó el reloj de arena con los dientes apretados. - Ese bastardo… se ha aislado de la corriente temporal de nuestro plano. Rafael levantó la cabeza de repente, con los ojos como platos. - ¿Quieres decir que se ha movido a otra dimensión? - ¡Eso es imposible! – Intervino Malaquías de repente - ¡Se necesita mucho poder mágico y un gran conocimiento matemático para lograr tal cosa! - ¿Y si Kasa poseía ese conocimiento? – Le cortó Juanjo – nunca te has caracterizado por conocer a tus hijos… dudo que sepas mucho más de tus nietos. El viejo frunció los labios. - ¿Y si Kasa era un genio matemático? – Propuso Adela – Basta con conocimientos de geometría avanzada para poder trabajar en el acceso a otras dimensiones. - Maldita sea… - Luis tiró con todas sus fuerzas el reloj al suelo, que rebotó con pesadez sobre la moqueta - ¿¡Nadie estaba al tanto de sus ambiciones!? – Estalló - ¿¡Qué clase de patriarca deja el Necronomicón original cerca de alguien que intentaba entrar en los archivos de la biblioteca de Almería!? - ¿Y cómo querías que yo lo supiera? – preguntó en defensa el anciano. - ¡QUE ESTAMOS HABLANDO DEL AL-AZIF, COÑO! – Gritó el muchacho, incapaz de contenerse - ¡ES COMO DEJAR UN ARMA NUCLEAR EN MANOS DE UN MANÍACO! ¿POR QUÉ COJONES NO ESTABA ESE LIBRO DEBIDAMENTE PROTEGIDO? - Todos en el clan éramos conscientes de lo peligroso que es ese libro – intervino Rafael – somos conscientes de que nuestro deber es protegerlo, nunca nos habíamos planteado que alguien pudiera hacer uso de él. - ¡Claaaaaaaaaaaro! – El joven alzó los brazos y los dejó caer pesadamente – si yo tengo un hijo que está grillao lo más normal del mundo es dejar el Necronomicón original a su alcance… ¿EN QUÉ MIERDA ESTABA PENSANDO? ¿¡EH!? - ¡LUIS! – Intercedió Adela - ¡Un respeto a tu tío! - No, Adela – respondió el barbudo – lleva razón, ha sido – suspiró - una irresponsabilidad. Simon, que hasta ese momento había permanecido callado, recogió el reloj del suelo y lo dejó en la mesa de nuevo. - ¿Tan grave es que pueda moverse entre dimensiones? – preguntó a todos. - Requiere un conocimiento matemático que sólo se adquiere tras décadas de estudio – explicó Juanjo – y sí, es grave… tanto que puede acelerar bastante su aprendizaje de los secretos del libro. - ¿Se sabe qué pasaje está estudiando? – preguntó Malaquías con curiosidad. Luis se rió. - ¡Nah! ¡El más inofensivo de todos! ¡La cabra de las mil crías nada menos! Se hizo el silencio, la anciana bajó la cabeza. - Nyarlathotep… - ¡Si! – Contestó el joven Fernández - ¿Y sabe qué? ¡Casi la palmo! ¡El muy mamón usaba sombra para atacar! De nuevo se hizo el silencio, mientras Luis daba vueltas por la sala con furia, Simon y Erik se habían apoyado sobre la puerta principal y Juanjo y Adela permanecían juntos; el viejo Malaquías, que lo había escuchado todo con suma atención, se pasó la mano con la cara y después formuló, en voz alta y firme, una única pregunta. - ¿Aceptarás la misión? Luis se detuvo y respiró con fuerza. - No lo sé. La respuesta sorprendió a los Belnades, no así a los Fernández y los Belmont. - ¿¡Cómo!? – Exclamó el viejo - ¡Ya se ha visto que la situación ha empeorado aún más! - Los Belnades – respondió con rabia contenida – protegían el Al-Azif, los Belnades pusieron ese Al-Azif al alcance de Kasa… Nadie le ha sacado nunca las castañas a mi familia ¿Por qué vamos nosotros a ayudaros? - Tú le has derrotado antes… ¿Vas a acojonarte ahora? Luis dudó. - ¿Qué obtendrán los Fernández a cambio? – preguntó súbitamente. - El perdón – replicó fríamente Malaquías – los Belnades perdonaremos a tu familia y os volveremos a aceptar en el seno de nuestro clan. - ¿Nada más? – respondió Luis con indiferencia. - ¿No te basta? El muchacho frunció el ceño. - Tengo 23 años… hace 24 que los Fernández se escindieron del clan Belnades y se convirtieron en una familia independiente, no me interesa ni su perdón ni ser admitido entre vosotros… yo nunca he conocido a los Belnades. - ¿Y qué es lo que quieres? El muchacho bajó la cabeza por un momento, pensando, entonces Juanjo intervino. - Toma y daca – dijo de repente – Luis encontrará a Kasa y, a cambio, los Belnades nos ayudarán a encontrar a mi hija. - Y… - añadió Simon de forma completamente inesperada – los Belnades pedirán perdón a los Fernández por expulsarlos del clan. La intervención súbita del hermano menor dejó a todos sorprendidos, clavándole la mirada. - No te metas en lo que no te importa, niño – le contestó Malaquías en tono desafiante. - ¿Tanto le molesta? – preguntó Simon, impertinente – no sé que le llevó a expulsar a Juan y a Adela de los Belnades, pero si quiere matar a uno de los suyo porque ha robado un libro entonces debió ser una tontería – empezó a andar al frente, enfadado – y si es así… debería pedirles disculpas. - ¡Tú no sabes nada, mocoso! - No recuerdo haberle insultado… no entiendo como los Belnades tienen a alguien como usted de lí… No le dio tiempo a terminar, Luis lo detuvo interponiendo su brazo en el camino del chico. - Estoy totalmente de acuerdo con las condiciones propuestas por mis padres y Simon – intervino Luis – ¿Las acepta usted? El hombre arrugó al frente, visto lo visto no le quedaba más remedio. - Si – admitió finalmente – acepto vuestras condiciones ¿Aceptas tú la misión? - Déme… - de repente cayó en la cuenta de algo… estaba cansado, enajenado por la ira, no podía pensar con claridad – déme una noche para pensarlo ¿de acuerdo? Disgustado, el viejo apoyó los brazos sobre la mesa para levantarse, en ese momento Erik intervino. - Mire, con todos los respetos (y sin ellos también), llevamos dos días realmente horribles y no hemos podido dormir ni descansar, además, llevamos si probar bocado desde ésta mañana… – se levantó y avanzó hacia Luis, a quien le puso una mano en el hombro – no creo que aquí mi colega esté en condiciones de tomar decisión alguna. - Lleva razón – opinó la benevolente anciana – si eso es así será mejor que descanséis ésta noche… mañana será otro día. Luis miró a su compañero, dándole infinitamente las gracias, a lo que él respondió dándole una palmadita en el hombro. - Le agradecemos su comprensión, Doña Marta – respondió Adela con una sonrisa. Los tres compañeros, Simon, Erik y Luis, suspiraron casi a la vez, y el último, tras hacer un escueto saludo con la mano, se dirigió raudo a la puerta de salida de la sala, con el único deseo de salir cuanto antes de allí. - Voy a buscar un buen hotel – indicó a los demás. Cruzó a toda velocidad el pasillo y la sala de espera, su odio hacia los Belnades se había acentuado aún más tras conocer a su patriarca, y chocaba con la necesidad que sentía de aceptar la misión para detener a Kasa, que resultaba ser más peligroso de lo que creía. Cuando se encontraba ya frene a las escaleras que daban acceso al restaurante, una mano atenazó con fuerza su hombro, deteniéndole. - Espera – dijo una voz ronca a su espalda – me gustaría hablar contigo. - Rafael Belnades – dedujo - ¿Qué quiere tratar conmigo? - Quiero pedirte disculpas… por el comportamiento de mi padre. La voz del hombre sonaba sincera, lo que hizo que el muchacho se diera la vuelta, y al hacerlo pudo ver que su semblante, bajo aquella frondosa barba, era triste. Aquello, en cierto modo, le hizo olvidar el origen de su interlocutor. - Usted es… mi tío, o al menos eso ha dicho mi madre antes. - Así es – admitió él – yo soy el hermano de… - Mi padre, supongo… Se miraron a los ojos, mientras, uno a uno, Simon, Erik, Juanjo y Adela – que saludaron con una palmadita en la espalda a Rafael – aparecían por la puerta y desaparecían escaleras arriba. - No sé como disculparme – volvió a decir el barbudo – en serio, no sé cómo podría compensarte por… - Usted no es responsable de los actos de su padre, no tiene por qué… - No, no me refiero a eso, yo… nosotros… Luis se cruzó de brazos, en parte incómodo por la situación, y en parte intrigado por la actitud de su tío. - ¿Qué sucede? – Preguntó - ¿De qué se quiere disculpar? Rafael suspiró, negó con la cabeza y, después, puso una mano en el hombro del muchacho. - Antes has dicho que nunca has conocido a ningún Belnades – le dijo con la cabeza gacha – pero te equivocas… a excepción de nuestros padres y algún que otro miembro del clan… íbamos cada vez que podíamos a tu casa… os hemos visto crecer a Alicia y a ti… le hablábamos a mi madre de vosotros dos y de cómo tus padres llevaban la casa… Luis se quedó con la boca abierta, recordaba a desconocidos a los que sus padres trataban con familiaridad, incluso había hablado y jugado con alguno de ellos de pequeño. - La expulsión del clan fue un gran error – continuó – intentamos detener a mi padre… fue inútil… ese hombre piensa sólo en la imagen de los Belnades… como ahora pasa con mi hijo… Aquellas palabras le hicieron recordar algo que le quemó la sangre. - Si se opone a las ideas de su padre ¿Por qué consiente que abra una misión de búsqueda y asesinato a su hijo? Rafael soltó una risita sarcástica. - ¿Cuánto tiempo crees que llevo oponiéndome? Ya me he resignado… lo mismo sucedió cuando lo de tus padres… Aquel hombre daba auténtica lástima a Luis, que se preguntaba cómo podía aguantar someterse a alguien tan despótico y egoísta, y que además fuera su propio hijo. Con decisión, aunque aún reticente, Luis le tendió la mano con una media sonrisa. - He luchado contra Kasa dos veces – le dijo – en la primera no sabía que era él, y en la segunda intenté dejarle con vida… quiero que sepa que aceptaré la misión, e intentaré traerlo vivo. El hombre aceptó el apretón de manos con una sonrisa bajo aquella frondosa barba, sellando así aquel silencioso contrato de palabra. Después Luis emprendió de nuevo su camino, cuando Rafael lo llamó, a mitad de las escaleras. - ¿Sí? – preguntó el muchacho, impaciente por descansar de una vez. - Quería decirte… si alguna vez conoces toda la historia… sobre tus padres, digo, por favor, no hagas ninguna locura. Después lo saludó con la mano y se dio la vuelta, regresando al interior del complejo. Luis se quedó allí, pensativo. - ¿Toda la historia? Publicado: 19:42 27/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Disrupted Family
Simon, Erik y Luis, con sus armas guardadas en sendas bolsas deportivas, llegaron al aeropuerto de Barcelona ya casi al anochecer, allí les esperaba Adela, ataviada con un traje marrón de pantalón y chaqueta y una camisa Beige; cuando llegaron hasta ella Luis le dio un beso en la mejilla, y se saludaron escuetamente antes de echar a andar. - ¿Por qué tenemos que hacer esto? – Preguntó su hijo, disgustado – nosotros no tenemos nada que ver con los Belnades. Adela no contestó, por contra, continuaron hasta salir del edificio, donde la mujer, sin detenerse, respondió. - No creas que a mí esto me hace mucha gracia, pero por desgracia es lo que hay, los clanes de la hermandad han de ayudarse los unos a los otros. Siguieron andando hasta un Ford Mondeo de color rojo en el que se subieron, con Luis delante, los hermanos Belmont atrás y Adela como conductora. - Lo he alquilado – les dijo mientras arrancaba – así podremos ir por ahí sin problemas. Durante diez minutos, se movieron por la ciudad en silencio, el joven Fernández había abierto la ventanilla y, apoyado en la puerta del coche, miraba preocupado al exterior. - Esto no puede ser bueno – comentó – Kasa murió anoche en la explosión, si lo saben lo más seguro es que nos metamos en un jaleo… - Lo sé – respondió su madre – pero en todo caso tenemos que ver qué quieren, si te acusan de algo ya nos meteremos en los jaleos pertinentes. Ambos volvieron a guardar silencio. - No quiero volver a verle… – articuló la mujer de repente, apretando con fuerza el volante – no quiero volver a ver a ese hombre. Aquello llamó la atención de su hijo, que la miró preocupado, en los ojos de Adela había miedo, miedo y odio, y aunque sabía que sus padres estaban peleados con clan Belnades, siempre habían hablado de ellos con indiferencia. Tardaron unos 15 minutos más en llegar a un restaurante de alto nivel, entraron – gracias a dios aún llevaban la ropa que se pusieron para ir a ver a Rose – y, siguiendo a Adela, se adentraron en una puerta que, supuestamente, daba al almacén de productos de limpieza, detrás de la cual había un pasillo de moqueta roja y paredes estucadas. - ¡Un pasadizo secreto! – Exclamó Erik con sorna - ¿Y de qué me suena a mí todo esto? - ¿Dónde está papá? – preguntó Luis a su madre. - Ya se encuentra aquí – respondió ella – nos llamaron casi a la vez que despegabais vosotros, así que salimos de Almería con rapidez. El pasillo desembocó en unas escaleras descendentes, Simon contuvo un comentario sobre lo familiar que le resultaba lo del subterráneo secreto y siguió bajando junto a los demás hasta que llegaron a una pesada puerta metálica que Adela abrió sin dificultad y que les dio acceso a una pequeña antesala con cómodos sillones y una especie de mapa situado al lado de la puerta siguiente. Al parecer, aquel lugar era todo un complejo. - Esperemos aquí – indicó Adela a los tres jóvenes. Agotados como estaban – especialmente el hermano menor – los Belmont sintieron la tentación de dejarse caer en los mullidos asientos, pero temiendo despertar las iras de su compañero prefirieron quedarse de pie, en cuanto a Luis y su madre, ambos estaban tensos, ella nerviosa y él notablemente enfadado, casi hostil, con las manos en los bolsillos y golpeteando el suelo con el pie. Entonces la puerta de madera que debía dar acceso a la siguiente sala se abrió, y Juanjo, sudoroso, con una expresión de extremo agotamiento en la cara, apareció por ella. - ¡Hola! – saludó intentando aparentar algo de ánimo. Luis le saludó con un gesto en la cabeza y los dos hermanos alzaron la mano, Adela por su parte se dirigió a él, lo abrazó y se besaron largamente, ambos estaban igual de tensos, incluso temerosos, y juntos daban la sensación de haberse quedado sin fuerzas. - ¿Todo bien, cariño? – le preguntó ella. - Así así – respondió él con una semisonrisa – esto me está costando horrores. Los padres se separaron e inmediatamente Juanjo se dirigió a los jóvenes. - Pasad – les pidió – nos esperan en la sala central. Simon y Erik emprendieron el camino, pero Luis no se movió. - ¿De qué va todo esto? – Preguntó desconfiado – primero tenemos que venir casi a la fuerza y ahora parece que no queráis veros con quien sea que nos vaya a recibir, ¡y ni siquiera sabemos con exactitud lo que nos trae aquí! - Hay asuntos que tratar con el patriarca de los Belnades – explicó el padre – no había más remedio que haceros venir, además, está el asunto de Kasa. - Lo de Kasa se podía tratar mediante intermediarios – replicó Luis – y del resto puedes ocuparte tú mismo… yo no pienso entrar ahí, no quiero tener nada que ver con esta gente. - Esta gente – respondió Adela – son tus abuelos, tus tíos y tus primos, además, es a ti a quien quieren ver… - ¡Pues yo no quiero verles! – Estalló – ¡Nunca les he visto en 23 años! ¡Para mí no existen! ¡Ninguno de ellos se ha esforzado en crear una relación o estrechar lazos entre las dos familias! Juanjo lo miró con severidad. - No hables de lo que no sabes, Luis – contestó tajante. El joven se calló instantáneamente y acompañó a los demás, mordiéndose el labio inferior de pura rabia, cruzaron un pasillo, otra sala y, finalmente, llegaron a una sala enorme, un despacho similar al de Rose en dimensiones, pero de diferente decoración, con dos armaduras medievales montadas cada una en una de las esquinas posteriores, una araña de cristal alumbrando desde el techo y, en el centro, una gran mesa de despacho en la que se hallaban sentadas dos parejas, en el centro, una pareja de ancianos, ella delgada, de abundante cabello caño recogido en una coleta y mirada benevolente y él, calvo, de rostro decrépito, barba incipiente y ojos ciegos, la otra pareja se había distribuido a los lados de la central, siendo ella una mujer de labios gruesos y rojizos, pestañas largas, pelo negro rizado y semblante sombrío y él con grandes entradas en su pelo corto y castaño, un gran barba y mirada severa, que en aquel momento se mostraba apagada. Apenas se acercaron a la mesa el viejo alzó la cabeza y dibujó una sonrisa en su arrugada boca. - Ahhhhh, conozco esos andares – dijo con voz ronca - no han cambiado nada… mi pequeña Adela. - Por favor don Malaquías – intervino ella con sequedad – no haga que me arrepienta de haber vuelto a pisar éste lugar… estoy aquí en calidad de acompañante de mi hijo, nada más – acto seguido miró al hombre de la barba y lo saludó alzando la mano, a lo que él respondió con el mismo gesto. - ¿Tu hijo? – Preguntó la anciana - ¿Es ese joven rubio de ahí? El famoso Luis… - la mujer los barrió con la mirada – y vosotros – continuó, mirando a los hermanos – debéis ser los hijos de Schneider y Selene - Los dos muchachos asintieron – me alegro de veros… Luis, que no había hecho movimiento alguno desde que se posicionaron frente a la mesa, reparó en sus padres, ambos lanzaban una intensa mirada de odio hacia el viejo Malaquías. - Ahora que ya estamos aquí puede decírnoslo – intervino Juanjo - ¿Qué es exactamente lo que necesita de Luis? El anciano torció el gesto. - ¿Ya no respetas las formalidades, Juan José? – Preguntó – el clan Belnades te dio una educación, como mínimo deberías presentarme a vuestros dos acompañantes. - Hace 24 años que no soy un Belnades – respondió el hombre con hostilidad – no tengo nada que respetar. El viejo negó lentamente con la cabeza. - Odios… rencores… todo eso no lleva a ninguna parte… - ¡No pretenda que no le guarde rencor por lo que hizo! – Exclamó Juanjo en respuesta - ¡Todo lo que sucedió fue sólo culpa suya! - Por favor… - les interrumpió el hombre de la barba con voz ronca - ¿podemos ir a la cuestión de una vez?, ya lo discutiréis luego. Juanjo bajó la cabeza, avergonzado. - Claro… perdona, Rafa. Se hizo un incómodo silencio, hasta que Luis dio un paso al frente. - ¡Aquí me tiene! ¿Puede decir ya para qué quería verme? El anciano sonrió. - ¡Que movimientos tan llenos de energía! Como se nota que eres el hijo de Juanjo… Luis ¿verdad? Si… yo te hice llamar… tengo una misión que encomendarte… ¿Una misión? ¿Sus padres le profesaban un odio visceral y aún así iba a encargarle una misión? ¿Sin conocerle siquiera? Quiso contestar, pero una severa mirada de su madre le hizo desistir. - Dígame cual es – dijo finalmente – y ya veré si acepto o no. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Malaquías. - Supongo… que sabes quién es Kasa Belnades, te cruzaste con él hace un tiempo… le sacaste un ojo en combate. Luis guardó silencio ¿Kasa? Aquello le descolocaba ¿No sabían que estaba muerto? - Sí, sí que le recuerdo – respondió tras unos segundos de duda - ¿Por qué lo menciona? - Por que tu misión es… encontrarle, enfrentarte con él… y matarle – sentenció el viejo con dureza. Ante sus últimas palabras hubo diversas reacciones, la mujer de los labios gruesos hundió su cara entre las manos, el hombre de la barba, Rafael, cerró los ojos con un gesto de resignación, Adela abrió los ojos y – ligeramente – la boca en expresión de sorpresa y Juanjo tragó saliva, mientras su expresión de odio se acentuaba. - ¿¡Qué!? – Preguntó Luis sin acabar de creer lo que oía. - ¿Matar a un miembro de su propio clan? – preguntó Erik, horrorizado. - ¡Este tío está loco! – exclamó Simon. - ¿Y qué ha hecho Kasa para merecer tal castigo? – preguntó Juanjo. El anciano bajó la cabeza. - Kasa ha violado una de las normas más importantes del clan y ha robado uno de los libros que custodiábamos desde hace siglos… tú debes saber cual es, Juan… El hombre negó con la cabeza, pero no porque no lo supiera, si no porque no podía creer la medida que se iba a aplicar sobre el pobre desgraciado. - Kasa ha robado el Necronomicón – intervino la anciana – y tememos que tenga malas intenciones. Luis se rió. - ¡Vaya! Siento decepcionarles – dijo – pero creo que no voy a cumplir esa misión. - Y ¿por qué? – preguntó el anciano. - No hará falta, yo mismo lo maté esta madrugada en un duelo. El viejo chasqueó la lengua. - Joven ignorante… me temo que te equivocas - Metió su mano bajo el escritorio y rebuscó en un cajón del que sacó, al poco, un grupo de pequeños relojes de arena, del tamaño de un dedo, cada uno con una placa metálica con un nombre escrito, entre ellos había uno en el que figuraba el nombre de Kasa Belnades – cuando un miembro de nuestro clan nace, yo mismo creo uno de éstos relojes, que miden el tiempo que lleva vivido y el tiempo que le queda… éste artefacto se rompe cuando aquel al que representa muere… y el de Kasa sigue entero. - ¿Otra vez… vas a recurrir a lo mismo? – preguntó Juanjo de repente, desde su posición. El anciano giró la cabeza hacia él. - ¿De qué hablas? – preguntó con altivez. - ¿Otra vez… vas a deshacerte de quienes manchan el nombre de los Belnades… Padre? Luis se quedó estupefacto ¿¿¿Padre??? - ¿Se te ocurre alguna otra solución, Juan José? – Preguntó fríamente el viejo – Sabes que no hay otra salida. - ¡Ya! ¡Como cuando nos expulsaste a Adela y a mí del clan! - ¿Aún sigues dolido? - ¡¡¡SIEMPRE ME HA DOLIDO!!! ¡¡¡Y ME DUELE AÚN MÁS VER QUE SIGUES HACIÉNDO LO MISMO!!! Los dos hermanos, así como Luis, miraron sorprendidos a Juanjo, un hombre cuya entereza y serenidad nunca se habían visto alteradas por nada, ni tan siquiera al enterarse de la desaparición de su hija. Pero ahora rebosaba rabia, y odio… - ¡¡¡SIEMPRE QUE ALGO ALTERA TU ORDEN PREESTABLECIDO NO BUSCAS OTRA SOLUCIÓN QUE NO SEA DESHACERTE DE ELLO!!! – Continuó - ¡¡¡Y CUANTO MÁS EFECTIVA, MEJOR!!! ¿CUÁNTO TIEMPO LLEVAS DESEANDO HACER ESTO? ¡MATAR A ALGUIEN! ¿QUÉ CLASE DE PATRIARCA ERES? El viejo lo miraba impasible mientras Juanjo seguía gritando, entonces Adela lo cogió de un brazo y, con mirada suplicante, le pidió que parara, mientras, Erik cogió el reloj de Arena de Kasa, y lo examinaba con atención. - ¿Es todo lo que tienes que decir? – preguntó el anciano con indiferencia. - Es usted basura – respondió Adela antes de que su marido articulara palabra alguna. - Mira quien vino a hablar – respondió él con una sonrisa – eres perfectamente consciente de que si tú nunca te hubieras cruzado en el camino de mi hijo jamás lo hubiéramos expulsado del clan. Ella bajó la cabeza, incapaz de responder a eso, su esposo apretó los dientes, furioso, y rodeó con uno de sus brazos los hombros de Adela. - ¡El único responsable de todo eso eres tú y lo sabes! – Respondió - ¡Ella no tiene la culpa de nada! Malaquías abrió la boca para responder, pero en ese momento Erik intervino. - Oiga viejo ¿Estos chismes se pueden averiar? – preguntó. - Vaya tontería – respondió el anciano – Es un conjuro muy sencillo ¡No pueden estropearse! - Entonces – el pelirrojo tendió el reloj de arena a Juanjo y a Luis - ¿Alguien me puede explicar esto? Juanjo se adelantó y lo cogió, comprobando que, para su sorpresa, en el interior de cada una de las cápsulas la cantidad de arena contenida era la misma, además, ésta no caía de una a otra lo colocara como lo colocara. - Dios mío – murmuró horrorizado. Luis se acercó alarmado, y no pudo evitar sorprenderse también. - Hijo… tienes que aceptar esa misión – concluyó Juan José. Publicado: 13:13 26/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Heritage
Una vez recuperados del combate con Arikado, los tres cazadores se encaminaron a la armería, tal y como era su intención. Durante el camino, Erik les explicó la misión que Rose le había encomendado, contándoles también quien era su objetivo, pero callándose sus inquietudes. - Ya veo – comentó Luis mientras abría la puerta del hall que comunicaba con la escaleras que bajaban a la armería – había oído hablar de todo esto, sí… pero no imaginaba que fuera tan gordo como para volver a encomendarte una misión de ese estilo. Erik torció el gesto. - Créeme, no me hace ninguna gracia este asunto, hay algo que no me cuadra. Continuaron comentando el asunto mientras descendían, al llegar abajo, un gran sótano excavado en la roca con decenas de armas sujetas ordenadamente en la pared y una única puerta en una de las paredes laterales, se dieron cuenta de que Simon, que no había dicho una palabra desde que empezaron a moverse de nuevo, permanecía cabizbajo; preocupado, Erik le preguntó si le pasaba algo. - Nada, es sólo que… - el muchacho negó con la cabeza - ¿Cómo demonios no pude ver su técnica? – Dio un puñetazo lleno de rabia a la pared del rellano de la escalera - ¡Ni siquiera pude acercarme a él! ¡Mierda! Los dos compañeros lo comprendieron enseguida, Simon se sentía dolido, humillado por el resultado de su encuentro con Genya Arikado, comprensivamente, su hermano le puso la mano en el hombro. - Tranquilízate – le sugirió – yo tampoco pude verlo, de no ser por Luis habría acabado igual que tú. - ¡Ya! – Replicó el chico – ¿Pero por qué? ¿Cómo es que no hemos podido verlo? - Porque el Tetra Spirit no es un conjuro común, – respondió Luis enseguida – es una invocación, se requiere una gran sensibilidad espiritual para poder verlo. - ¿Una invocación? – preguntó el pelirrojo intrigado. - Así es – confirmó – consiste en invocar cuatro espíritus neutros del limbo – se llevó la mano a la barbilla, pensativo – y usarlos para atacar a tu adversario… es un conjuro nigromante, se supone que está prohibido por la iglesia… uno de sus agentes no debería conocerlo, y menos alguien de la importancia de Genya Arikado. - ¿Y cómo podríamos arreglar eso? – Preguntó Simon - ¿Cómo podríamos ver esos espíritus? - Desarrollando vuestra sensibilidad – respondió Luis, tajante – me parece que voy a tener que entrenaros en eso durante el viaje… - echó la vista al sótano, donde reposaba el armamento – aunque ahora hay otra cosa que me preocupa más. Tras las palabras del Fernández, se adentraron en la sala, había armas de todo tipo y naturaleza, Luis se encaminó enseguida hacia un soporte con varias katanas, su espada favorita con diferencia. - ¿Y qué es eso que te preocupa? – preguntó Erik con curiosidad mientras sacaba un manojo de llaves de su bolsillo. - Las palabras de Arikado… - cogió una de las espadas japonesas y la desenvainó, observando su filo con detenimiento – parecía muy interesado en que no fuéramos… preocupado diría yo. - ¿Preocupado? – Preguntó Simon con sorna mientras echaba un vistazo a las espadas pequeñas – yo diría que no le hacía maldita gracia. - No, lo conozco desde hace tiempo… él es así, muy frío. - Se puede ser frío – intervino Erik, que se acercaba a la puerta con una de las llaves empuñadas – pero no hiriente. - Bueno, eso sí es verdad – aceptó Luis – se ha colado, de todas formas el sabe cosas que nosotros no ¿recordáis? Rose dijo que tenía que darle una información importante. Erik introdujo la llave en la cerradura y la giró, inmediatamente sonó un chasquido y la puerta se abrió; el pelirrojo llamó a su hermano, que acudió enseguida. - ¿Y esto? – preguntó Simon con curiosidad - Nuestro pequeño arsenal – respondió Erik con una sonrisa. Detrás de la puerta de madera, en cuya superficie se hallaba, tallada, una espada con dos serpientes enroscadas en la hoja – el símbolo del clan Belmont – se escondía una pequeña habitación que, tal y como decía Erik, no era otra cosa que el arsenal privado del clan, mucho menos variado que el de la hermandad, compuesto por látigos de diferentes materiales, alguna que otra morningstar, espadas medianas y cortas y protecciones como corazas y brazaletes. Sin dudar un momento, el pelirrojo se adentró en la pequeña habitación y cogió un extraño brazalete, de formas curvas y con forma acampanada, acabado en un guante de tela negra reforzado con placas metálicas, y se lo puso, éste emitió un pequeño resplandor blanco por unos momentos. - Perfecto, como siempre – observó mientras abría y cerraba el puño – y ahora… El muchacho pelirrojo, bajo la mirada de su hermano, volvió a entrar en la habitación y se puso a rebuscar, quejándose del desorden imperante mientras revolvía todavía más el lugar, al poco, salió de la habitación con un polvoriento cofre mediano de madera en las manos. - Antes de cada misión – dijo a su hermano – hay que armarse lo mejor posible, en ésta en particular vamos a tener que equiparnos muy bien – movió el brazo en el que se había colocado el brazalete – y ya va siendo hora de que recibas algo que te pertenece. Tendió el pequeño cofre a Simon, que lo cogió, sintiendo como el cerrojo de éste se abría al contacto con sus manos, acto seguido levantó la tapa y no pudo evitar sorprenderse con su contenido. - Un… ¡Un látigo! Un látigo de cuero negro con empuñadura forrada de madera, en una placa de metal que la atravesaba a lo largo se podía leer, grabado en letras góticas, Simon Belmont II - Debía entregártelo el día que completases el examen de ascenso a Vampire Hunter, pero evidentemente no podía contarte nada. Simon alzó la vista, mirando a los ojos a su hermano. - ¿Es para mí? – preguntó sin acabar de creérselo. - Lo hicieron nuestros padres, poco antes de su marcha – sonrió – es un látigo fortalecido con artes alquímicas… aún recuerdo levantarme a beber agua y encontrar la luz del salón encendido, y a ellos trabajando sobre él… no es un Vampire Killer, pero eso, hermanito… es tu parte de la herencia. Los ojos del joven Belmont se inundaron de lágrimas mientras, lentamente, casi con cariño, cogía la empuñadura del arma. - El arma perfecta para el heredero del mayor privilegio del clan – articuló ceremonialmente Erik – ese látigo ha sido creado especialmente para ti. Simon agarró el látigo, lo sujetó en su mano, aún enrollado, y le devolvió el cofre a su hermano, inmediatamente éste emitió un tímido fulgor de siete colores, y el aura de Simon brilló a su vez, fundiéndose con la del arma; poco a poco, el muchacho sintió como, una a una, cada una de las tiras de cuero que se trenzaban se fundían con su cuerpo, su mente y su alma. Sintió la tentación de probarlo, de restallarlo, y Erik lo notó, invitándole a hacerlo con una señal. - ¡Luis! – Gritó a su amigo, que seguía probando una a una todas las katanas - ¡Ven, no quiero que te pierdas esto! El Fernández dejó inmediatamente lo que estaba haciendo y acudió, Simon respiró relajado e inmediatamente empezó a lanzar golpes al aire con el látigo, iniciando así un portentoso espectáculo que mezclaba su increíble habilidad y el brillo del arma, cuya intensidad aumentaba según el muchacho, cada vez más emocionado, incrementaba la velocidad y fuerza de los ataques, hasta que finalmente, en una magnífica ultimación, golpeó el suelo, jadeando, sonriendo y con lágrimas en los ojos, y la luminosidad se disipó, quedando en el aire pequeñas luminiscencias que permanecieron por unos segundos. - Es perfecto – murmuró aún jadeando – perfecto… como una extensión de mi propio cuerpo. Guardaron silencio durante unos instantes hasta que Luis volvió a donde se encontraba y Erik guardó el cofre en la pequeña habitación, cerrando después la puerta. - ¿Tú que has cogido, por cierto? – le preguntó su hermano con curiosidad. - Ah ¿Esto? – El pelirrojo alzó el brazo donde se había colocado el guantelete – es un brazalete con capacidad para absorber poder mágico, muy resistente, lo usaba uno de nuestros antepasados, Leon. El muchacho silbó. - ¿Y Luis? - Perdí mi katana en el derrumbe de la disco – respondió desde lejos – estoy buscando alguna en condiciones – agarró una, la última, decorada la empuñadura de bronce con un dragón enroscado en ella, la vaina era de un color azul marino oscuro acabada en oro – como de costumbre, si buscas algo siempre estará en el último lugar que mires – comentó mientras la desenvainaba. - ¡Yasutsuna! – Exclamó Erik, observando la afilada y brillante hoja – buen sustituto para tu Onikiri. Luis sonrió y la blandió un par de veces, acto seguido la envainó satisfecho. - Ya podemos irnos – indicó. Se encaminaron hacia la escalera cuando el móvil de Luis sonó en el bolsillo de su chaqueta. - ¿Si?... ¡hola mamá! ¿Qué hay?... no, aún no hemos salido de la hermandad… ¿Cómo? ¿Qué volvamos a España? ¿A Barcelona? ¿Y para qué? – se calló durante unos segundos, sólo la voz de Adela se oía al otro lado, mientras, la expresión de Luis cambiaba a un visible enfado - ¡No! ¡No pienso ir allí! ¡Que les jodan! – Se calló de nuevo, la voz de Adela sonaba acalorada - ¿Y qué demonios quieren? ¿Cómo? ¡Pensaba que eso ya estaba finiquitado! ¡Está bien, está bien, iremos para allá! ¡Siii, ahora nos podremos en marcha! Aaaaale… hasta luego… Colgó y se guardó el teléfono con rabia. - ¿Qué demonios pasa? – preguntó Erik, confuso. - Tenemos que ir a Cataluña – explicó – a la sede de los Belnades, en Barcelona. - ¿Y para qué? - Quieren hablar… sobre Kasa Belnades. Publicado: 00:22 24/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Arikado Genya
Erik salió del despacho de Rose con aire pensativo, apenas había cruzado la puerta y ya había empezado a repasar, mentalmente, todas y cada una de las fotografías que había visto, pero cuando se concentraba en exceso volvía a ver el rostro de aquella chica. No le gustaba esa misión. Escapando de sus elucubraciones, miró al frente y vio a su hermano y a Luis, esperándole, apoyados cada uno a un lado del pasillo. - Te has tomado tu tiempo ¿eh? – comentó Luis. - ¿Qué quería? – Le preguntó Simon - ¿Tan secreto era que no podíamos escucharlo? Erik suspiró. - Tengo otra misión – les dijo con desánimo. Luis frunció el ceño - ¿Pero tú no ibas a…? - Y lo haré – le cortó el pelirrojo – pienso combinar ambas cosas… mi prioridad es la misma que la vuestra. - ¿Y de qué va el encargo? – volvió a preguntar el hermano menor. - Os lo explicaré por el camino, vamos a la armería. Simon y Luis se levantaron y se pusieron en marcha junto a Erik, apenas habían llegado a mitad del pasillo cuando una cuarta figura apareció por las escaleras. Por cortesía, se detuvieron, el recién llegado era un hombre alto y delgado, de tez pálida y rasgos andróginos con un ligero deje asiático, su cabello era de color negro, largo y recogido en una coleta, y vestía un traje negro con camisa blanca y corbata oscura, en el bolsillo exterior de la chaqueta asomaba un pañuelo de color carmesí, que resaltaba sobre todo lo demás. - ¡Arikado! – exclamó Luis, sorprendido - ¡Genya Arikado! - ¡Tu…! ¿¡Qué está haciendo la iglesia aquí!? – preguntó Erik con hostilidad. El visitante se detuvo, mirándolos con gesto serio; su nombre era, en efecto, Genya Arikado, un joven medio japonés que trabajaba para la iglesia católica en calidad de agente, era famoso por su impecable eficiencia. - Veo que no habéis cambiado nada después de dos años – articuló con una semisonrisa – Luis, Erik… Los estudiaba con la mirada, sus ojos, fríos e inexpresivos, se clavaron de repente en el menor de los Belmont. - Tú debes ser Simon Belmont – dedujo – he oído hablar de ti… es raro verte por aquí ¿A qué has venido? - He venido a que me asignen una misión junto a ellos – respondió – vamos a ponernos en marcha ahora. - Una misión… ¿Relacionada con Alicia Fernández? - Así es… - Vamos a investigar por nuestra cuenta – explicó Luis. Genya guardó silencio durante unos segundos. - Abandonad la idea – les dijo con sequedad. - ¿¡Cómo!? – respondió Erik con el mismo tono hostil de antes. - No os imagináis donde os metéis – dijo Arikado con brusquedad – especialmente – señaló a Simon haciendo un gesto brusco con la cabeza – tú. Simon se quedó atónito, tardó unos momentos en reaccionar. - ¿Cómo que no damos la talla? – articuló finalmente. - ¿Qué quieres decir con eso, Arikado? – preguntó Luis con serenidad. - Es simple… ésta misión os queda grande a los tres, abandonadla ahora que estáis a tiempo. El hermano menor se adelantó, aún agotado, se sentía ofendido por las palabras del recién llegado. - ¿¡Quieres que abandonemos una misión que ni siquiera hemos comenzado!? – Exclamó alterado - ¿¡Se puede saber por qué tendríamos que hacerte caso!? - Que seas justo tú el que me responda… - comentó Arikado con sorna – a tus dieciséis años ni siquiera has pasado el examen de ascenso de la hermandad, eso debería bastarte como razón. El muchacho apretó los dientes, cada vez más enfadado. - De hecho – continuó Arikado – creo que eso es una prueba fehaciente de que el clan Belmont está yendo a menos… Erik empezó a aflojarse la corbata pero, antes de que se adelantara para atacar, Simon ya embestía, furioso, a su interlocutor. - RETIRA ESOOOOOOOO – gritó mientras corría hacia Arikado para atacarle. Pero éste no dijo nada, si no que levantó un brazo, apuntando a Simon, y éste de inmediato fue noqueado, atravesado por un frío mortal que le heló la sangre. Erik corrió a coger a su hermano antes de que cayera al suelo, mientras Luis permanecía en su lugar, asombrado ante lo que acababa de ver. - ¡Ni siquiera le has dado tiempo a defenderse! – Le reprochó Erik a Genya - ¿¡Qué forma de combatir es esa!? - ¿Quieres tomar el relevo? – preguntó el agente de la iglesia. El joven pelirrojo se levantó inmediatamente. - Con mucho gusto – respondió entre dientes, aceptando el desafío. Genya Arikado sonrió, mientras Erik adoptaba una posición de guardia alta, con las brazos a la altura del pecho y las piernas abiertas y flexionadas, avanzando lentamente hacia su adversario, estudiándolo… Intentó buscar un punto débil visual… pero nada, Arikado sencillamente permanecía ahí, de pie, con una pierna adelantada. Lo único que había visto de él, en realidad, había sido aquel movimiento, debía esquivarlo, o al menos evitar que lo ejecutase, si quería tener una oportunidad; lentamente miró al pasillo y después sonrió. Si, había una manera. Al igual que hizo su hermano, embistió en carrera a Arikado, pero en lugar de avanzar de frente lo hizo en diagonal, hacia la pared, dio un salto y, apoyándose en ella con el pie, la usó para tomar impulso, situándose detrás de su adversario para después lanzarle un puñetazo, que esquivó limpiamente, y una patada en vuelta, con la que hizo lo mismo, y así con todos los golpes que el muchacho le lanzaba. Era cierto lo que decían, Genya Arikado era bueno, no se dejaba sorprender, incluso parecía adivinar sus movimientos, continuó esquivándolo hasta que, en un descuido del pelirrojo, lo cogió del cuello de la camisa y lo lanzó de nuevo hacia donde se encontraba Simon, para acto seguido volver a realizar el mismo movimiento con el brazo, Erik se cubrió, pero no sintió nada salvo una pequeña onda expansiva; fue a volver a ponerse en guardia cuando la voz de Luis sonó a su espalda. - Tetra… Spirit… - dijo el Fernández mientras avanzaba a la posición de los hermanos – buen conjuro, nunca hubiera imaginado que un miembro de la iglesia sabría ejecutarlo, me he tenido que dar prisa para contrarrestarlo. - Así que lo conoces… - Soy hijo de Juan José Fernández – replicó con una sonrisa – no seré hechicero, pero sigue dándoseme bien la magia. Genya también sonrió. - Supongo que tú también querrás probar suerte contra mí… ¿Y si lo solucionamos rápido? Tetra contra Tetra, ganaría el más rápido. Luis se crujió los dedos. - Por mí perfecto – aceptó con una desafiante sonrisa – voy a hacer que te arrepientas de haber atacado a Simon a traición. Se alejaron unos cuantos pasos el uno del otro, posicionándose, se dispusieron a atacarse cuando una autoritaria voz los interrumpió. - SI SEGUÍS CON ESO OS ARRANCO LOS HUEVOS A LOS DOS Luis se dio la vuelta, la puerta del despacho estaba abierta y Rose, con gesto furioso, los miraba. - ¿¡Que demonios está pasando aquí!? – Preguntó - ¿¡A qué viene todo esto!? Arikado se relajó y apuntó a Simon con una de sus manos, despertándolo y, aparentemente, sanando el daño provocado por el Tetra Spirit. - Ha sido cosa mía – confesó – los he provocado. - ¡Se suponía que venías a traerme la información de las últimas investigaciones, Arikado! – Le regañó indignada – ¡éstos cazadores parten hoy de misión y lo último que necesito es que me los pongas a prueba! - Vale, vale… lo siento… Arikado se encaminó al despacho de Rose junto con ésta, cuando pasó a los dos hermanos se detuvo y los miró de soslayo. - Os pido disculpas por lo sucedido y… tened suerte, pero recordad mis palabras, tened mucho cuidado… - Gracias – se limitó a responder Erik. - Imagino que sí – comentó Luis, mientras la puerta del despacho de Rose se cerraba- sí que tendremos que tener cuidado… Publicado: 13:34 23/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Missions
La cegadora luz se disipó a los pocos segundos, revelando a un Simon agotado, apoyado sobre sus rodillas y jadeando, Erik tuvo el impulso de salir corriendo hacia él, pero Rose lo detuvo. Luis, por su parte, no terminaba de creerse lo que había visto. - ¿Qué podéis decirme vosotros de esto? - Simplemente no sé qué decir – respondió el pelirrojo. - Si no lo veo… no lo creo – dijo por su parte Luis, aún sin salir de su asombro. Rose echó a andar hacia el agotado joven, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. - Le habéis entrenado, adiestrado, educado… ¿Y no teníais ni idea de esto? – les preguntó a los dos compañeros, que la seguían a poca distancia. - Nunca nos lo dijo – se excusó Luis – nosotros lo único que sabíamos es que apenas atendía en los entrenamientos… - Cierto… - continuó Erik – por la tarde llegaba del instituto, entrenaba un par de horas y después se metía en la biblioteca a estudiar. La líder se detuvo. - ¿Y creéis de verdad que estudiaba? - Hombre… saca unas notas normalillas… - Siempre lo hemos achacado a un problema de déficit de atención… entre eso y que no hay huevos de que entrene en condiciones… Rose se rió abiertamente. - ¡Pobres! – giró el torso y los miró – si tuviera déficit de atención ni hubiera aprendido a moldear correctamente su energía. Dicho esto continuó andando, y cuando estuvieron cerca de Simon la mujer arrancó a aplaudir. - ¡Bravo! – Exclamó - ¡Bravo! ¡Nunca lo hubiera creído! El muchacho giró ligeramente la cabeza, sonriendo, y alzó un pulgar en señal de victoria. - Ha sido magnífico – lo felicitó Erik. - Acojonante – reconoció Luis. - No… no está tan bien – les respondió Simon – no he calculado bien… sigo cansándome. - Bah, eso es normal – dijo Rose – sencillamente tu cuerpo no soporta tal descarga de poder. Simon la interrogó con la mirada. - ¡Apenas estás desarrollado! – continuó ella – tu musculatura es la de cualquier chaval de tu edad, no la ejercitas, así que careces de la resistencia necesaria. El muchacho suspiró. - ¡Y por dios, descansa un poco! – le sugirió ella – si te fuerzas a seguir de pie lo único que conseguirás será terminar de agotar tus fuerzas… Simon la miró, dudando si hacerle caso o no. - ¡Estás dentro de la misión, demonios! – Exclamó viendo que él no se decidía – ahora déjate caer y descansa. Sonrió y relajó sus músculos, cayendo primero de rodillas y después boca abajo sobre el empedrado, riendo satisfecho. Luis se arrodilló y lo cogió, pasando uno de sus brazos por detrás de su cuello y alzándolo para colocarlo de pie, pero Erik decidió mejor llevarlo él y lo cogió de la misma forma. - Vamos dentro – les indicó Rose – hay que formalizar sus papeles para la misión. Entraron en la hermandad en silencio, Luis seguía a la líder de cerca mientras Erik y Simon se mantenían un poco más alejados, avanzando con lentitud. - Parece que te he subestimado – comentó el pelirrojo a su hermano. - Bueno… - contestó él – no es algo que me importe demasiado… - ¿Cuándo empezaste a entrenar para esto? - Hará unos… 8 años. Erik miró a su hermano, atónito. - ¿Tanto? Simon sonrió. - ¿Recuerdas cuando, al comunicarnos la muerte de nuestros padres, juraste que te convertirías en un gran guerrero para honrar su memoria? - Sí… - Yo hice lo mismo, pero en silencio… - la sonrisa del muchacho se volvió nostálgica – Kenpo, Taekwondo… artes marciales y dominio del látigo, y además… - Llegar a donde pocos llegan. - Exacto. Luis había aminorado la marcha, Erik se dio cuenta de que los estaba escuchando, y sonrió. - Día a día, durante ocho años, un par de horas de biblioteca preparándote para esto – dijo el Fernández sin voltear la cabeza – increíble constancia. No se le veía, pero era evidente que estaba sonriendo, de hecho Erik sabía que no se daba la vuelta por eso mismo. Después se callaron hasta su llegada al despacho de Rose; sentado, Simon recuperó sus fuerzas con rapidez mientras que la mujer corregía la hoja de misión e incluía a Simon con el sufijo “circunstancias especiales” - ¿Y esto? – preguntó Erik al verlo. - Así los de arriba no preguntarán, al menos no más de la cuenta. Luis frunció el ceño - ¿Los de arriba? Rose parecía incómoda, en ese momento, Simon, en parte por sacarla del atolladero y en parte simplemente por satisfacer su curiosidad, le preguntó por el “pajarito” que le había contado lo del Holy Cross. - La única persona que lo sabía – le contestó ella – y que me ha informado de tus avances ha sido Juan José Fernández. - ¿Mi padre? – preguntó Luis, extrañado. Ella asintió. - ¿Pero cómo podía saber que yo estaba entrenando justo para eso? - Por los libros que usabas – contestó - según el que hubiera sobre la mesa deducía por qué parte del entrenamiento ibas y me informaba si había algún cambio o avance… cuando rastreó los residuos energéticos del lugar de la batalla y sintió los tuyos, concluyó que el entrenamiento había dados sus frutos… y me avisó, junto a – suspiró – la desaparición de su hija. - Ya veo – concluyó Erik – interesante. - Bueeeeeeno – Luis se levantó, con la nueva hoja en la mano – aquí ya hemos terminado. Los otros dos se levantaron también. - ¿Por donde vais a empezar? – preguntó Rose con curiosidad. - Ha habido aumentos de la actividad vampírica ¿no? Iremos a los puntos calientes de Europa a intentar recavar datos – informó Erik. La mujer sonrió y los tres jóvenes se despidieron, cuando estaban a punto de cruzar la puerta ella se levantó. - Erik ¿puedo hablar contigo en privado? Simon y Luis miraron a Rose y después al pelirrojo, que había quedado intrigado. - Claro… por qué no. - Te esperaremos en el pasillo – le indicó Simon dándole una palmada en el hombro. - Ya nos contarás. Simon y Luis salieron de la sala, cerrando la puerta tras de sí y dejando sólo al Belmont con la líder la hermandad. - ¿De qué se trata? – preguntó éste con curiosidad. - Primero toma asiento, por favor. Erik no le hizo caso, permaneciendo allí de pie. - Tengo… - Rose suspiró – tengo una misión para ti. Aquello le llamó la atención lo suficiente como para obedecer y sentarse frente a ella. - Creía que no podíamos tomar misiones simultáneas. - Este caso es especial. La líder abrió un cajón de su mesa y sacó una foto de tamaño normal que entregó al muchacho. - ¿Qué puedes decirme de esto? – le preguntó apoyando las manos cruzadas encima de la mesa. Erik observó la foto, era un simple retrato de archivo que mostraba a una chica joven, de tez pálida, labios ligeramente gruesos, grandes ojos azules y nariz pequeña, su cabello, de un rubio casi aplatinado, era muy abundante y tenía bastante volumen, cayendo por sus hombros y por detrás de su espalda, con raya a la derecha, el flequillo estaba peinado en un gracioso arco que acababa cayendo hacia su lado izquierdo, tapando parcialmente ese lado de su cara. - Hombre – contestó él – llamarla “esto” es un poco… no sé, a mí me parece guapilla. Rose bufó. - ¡Hablo de la chica, hombre! ¿La conoces? - Me suena… es inglesa ¿no? Una Simons… - Exacto, un miembro del clan Simons. - ¿Qué tengo que hacer con esto? – preguntó en referencia a la foto. - Quédatela – Respondió ella – la necesitarás para tu misión… dime ¿Has oído hablar de Claire Simons? Erik miró al techo, pensativo. - ¿Claire Simons? – Preguntó – sí, si que me suena… aprobó el examen de ascenso a Vampire Hunter con 13 años ¿no? - Así es, hace cuatro años ya – corroboró Rose – se la considera un genio. - ¿Y de qué se trata? – Preguntó - ¡No me irás a decir que ésta también ha desaparecido! La mujer asintió. - Sí, si que ha desaparecido – admitió mientras rebuscaba en el mismo cajón de antes – pero ésta lo ha hecho por voluntad propia… mira esto. Sacó una carpeta de color azul claro y la dejó encima de la mesa, Erik la cogió y la abrió para ver su contenido. Más fotos. Fotos de autopsias. - ¿Qué demonios es esto? – preguntó el muchacho confuso mientras las miraba. - Son fotografías de autopsias – respondió ella con sequedad. - ¡No! – Replicó Erik en tono sarcástico – ¡Yo creía que eran fotografías pornográficas! Rose volvió a suspirar. - Son fotos de las autopsias de las víctimas de esa chica. Erik alzó la vista, mirando con suspicacia a su interlocutora. - ¡Te quedas conmigo! - Últimamente oigo eso mucho por aquí. El joven pelirrojo cogió la foto de Claire, mirándola a fondo, después las imágenes de las autopsias, así alternativamente hasta que las dejó todas en la mesa y volvió a mirar a Rose. - ¿Y mi misión es…? - …Encontrar, derrotar y capturar a esa chica, para traerla aquí y poder juzgarla. El chico bufó. - ¿Por qué me encargas esta misión a mí precisamente? - Porque tus doce antecesores han fracasado estrepitosamente. - ¿Los mató? – preguntó él sintiendo una morbosa curiosidad. - No - ¿Los dejó malheridos? - No - ¿Entonces como los encontraron? - Con principio de hipotermia y congelados hasta la cintura. Erik contuvo una carcajada. - ¡Venga ya! ¿Han contado lo sucedido? Rose torció el gesto. - Sí, bueno… la encontraban, luchaban contra ella, eran humillantemente derrotados y ella les congelaba las piernas y huía antes de dejarles hacer nada. Erik frunció el ceño, pensativo, y volvió a mirar la foto de la muchacha. - ¿Una asesina que deja vivos a sus perseguidores? – se preguntó en voz alta. La líder imprimió un formulario, que era la orden para una misión no voluntaria. - ¿Aceptarás? – preguntó ella. - ¿Para quién cumplo la misión? – Respondió él – no he reconocido ni un solo rostro en esas fotos. Rose dudó si contestar o no a esa pregunta, sabía que la respuesta no gustaría nada a su subordinado. - Los hombres de las fotos son… altos cargos de la iglesia católica. La expresión de Erik, hasta ahora relajada, cambió por completo a un duro gesto de odio. - ¿Quieres que cumpla una misión para esos comemierdas? – preguntó con voz severa. - Sólo en parte - ¿Qué quieres decir con “en parte”? - Esto también nos afecta a nosotros – reconoció – nuestra hermandad podría estar amenazada también… y ella es miembro de uno de los clanes antaño más prestigiosos… casi a la altura de los Belmont o los Belnades. El muchacho se relajó, aunque seguía enfadado. - ¿Y por qué me lo pides a mí? - Por que tú – respondió con voz segura – eres uno de los pocos que están a su altura, conozco tu forma de ser y de combatir, y tu dominio del fuego te da ventaja sobre su elemento hielo… Eres otro de los genios de ésta institución, Erik, uno de los mejores. - Yo no soy un genio – negó mientras se sacaba una pluma del bolsillo de la camisa – sencillamente trabajo duro – firmó, le entregó la hoja a la mujer y se levantó de la silla, pensativo. - ¿Qué es lo que tienes pensado hacer? – preguntó al joven, que ya se había dado la vuelta. - Ya conoces mi modus operandi – respondió él, tajante – la cumpliré a menos que encuentre algo que me haga dudar… yo actúo siempre a mi manera. Dicho esto, con la hoja de misión en la mano y la foto de Claire Simons en el bolsillo, se encaminó a la puerta. - Sólo una cosa más – lo detuvo Rose. - ¿Sí? - Debéis entrenar a Simon… aprovechad la búsqueda para que coja experiencia… convertidlo en un guerrero de pro como vosotros. Erik se dio la vuelta, sonriente. - Eso está hecho. Publicado: 17:06 22/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Brotherhood
Finalmente, a las tres de la tarde, llegó la hora de la despedida, los tres jóvenes subieron al avión con el juramento de no volver a pisar la ciudad sin la compañía de Alicia y, sobre todo, de regresar sanos y salvos. El avión les llevó sin escalas a Nápoles, desde donde cogieron un tren que los dejaría en un rústico pueblecito cercano, perdido en mitad del campo. Allí, equipaje en mano y decididos a obtener el permiso fuera como fuera, el trío empezó a avanzar hacia su objetivo. Aquella aldea sin nombre, que conocían desde que tenían uso de razón, no era un lugar al que se pudiera acceder por medios habituales, convertida hacía más de dos siglos en hogar y refugio de los cazadores que allí quisieran quedarse, conservaba el encanto natural de los bellos pueblecitos italianos de suelo empedrado, fachada blanca y balcones floreados, el aire puro llenaba sus pulmones y el caluroso sol mediterráneo, no muy diferente del que les iluminaba en la vieja Almería, les hacía sudar. Erik y Luis habían pasado veranos enteros allí, entrenando y estudiando, a Simon por su parte le encantaban sus calles, siempre llenas de vida. Sin embargo, aquella aldea sólo era un lugar de paso, su verdadero objetivo se alzaba frente a ellos, majestuoso, al final de la calle. Y es que en aquel lugar oculto se encontraba el templo, sede y lugar de todos los cazavampiros residentes en Europa. La hermandad de la Luz, situada en la zona norte del pueblo, era el primer lugar por el que todo cazador debía pasar antes de emprender una misión voluntaria, y justo con esa idea en mente, Simon, Erik y Luis se personaron en el enorme recinto. Era un lugar cuya distribución era comparable a una universidad, compuesta por tres edificios situados alrededor de una gran plaza empedrada, la construcción central, parecida a una enorme catedral gótica, era la más importante, conteniendo en su interior una gigantesca biblioteca, una gran armería y un aulario, sirviendo así mismo de colegio, instituto y dormitorio a los jóvenes del lugar; también allí era donde se encontraba el despacho de la cabeza visible y más alto escalón de la pirámide de rangos de la organización, el líder. Los edificios colindantes, de construcción simple, estaban bien diferenciados en su función, el de la izquierda, franqueado por dos gárgolas de piedra cuyo tamaño rondaría los cuatro metros de alto, hacía las veces de gimnasio y centro de entrenamiento físico, el de la derecha, con un portón enorme sobre cuyas puertas descansaba un caduceus tallado en metal, era el hospital. Por último, a espaldas del edificio central se extendía un espeso bosque que Simon conocía muy bien, allí era donde se celebraban los exámenes de ascenso de rango y, también allí, fue donde abandonó por dos años consecutivos casi superada la prueba. No es que se enorgulleciera de ello, pero tenía unos principios y los defendía con firmeza. Luis y Erik por su parte sonreían con cierta nostalgia siempre que pisaban el empedrado de aquella plaza, recordando sus duros entrenamientos veraniegos, que les habían ayudado a convertirse en lo que ahora eran. A Simon, que había sido entrenado completamente por ellos dos, aquel lugar sólo le provocaba indiferencia. Por un lado ansiosos por llegar y por otro deseosos de cobijarse bajo alguna sombra del cada vez más ardiente sol – ir cargados con el equipaje tampoco es que ayudara mucho – cruzaron la plaza a toda velocidad y franquearon la puerta abierta del edificio central, donde la sombra proporcionada por la fría piedra aliviaba bastante. Nada más entrar ya se adivinaba la enormidad del lugar, el Hall era enorme, de forma octogonal, con un brillante suelo de mármol blanco, al fondo, una doble escalera ascendía a una segunda planta con un balcón que daba al Hall, puertas y bancos de descanso se alternaban, y delante de las escaleras un hombre ya maduro, con un frondoso bigote, leía una revista detrás de un mostrador. - ¡Wolas! – saludó Erik desde la entrada del edificio. El recepcionista alzó la vista y sonrió levemente al verlos mientras se acercaban y les tendió la mano, dándole un apretón a cada uno. - ¡Cuánto tiempo sin veros! – exclamó con voz cansada. - Ya ves – respondió Luis, sonriente – casi medio año ¿qué tal todo por aquí? - Bien, bien… - respondió el hombre cerrando la revista - ¿Qué os traéis por estos lares? Pensaba que no os vería hasta la próxima convocatoria del examen de ascenso. Simon bajó la cabeza, avergonzado. - Venimos a conseguir un pequeño permiso de arriba… para una misión – explicó Erik - ¿Puedes guardarnos esto aquí? – preguntó mientras dejaba su equipaje en el mostrador, haciendo lo propio Simon y Luis. - ¿Una misión voluntaria? – preguntó su interlocutor con voz incrédula. Los tres compañeros se miraron. - ¿Cree que hay posibilidades de que nos la den? – se interesó Simon. - ¿¡Posibilidades!? – Exclamó el hombre – ¡Tenéis todas las papeletas! Luis arqueó una ceja. - Te quedas con nosotros. - ¡Ojalá! No veáis la que hay organizada por aquí desde hace un par de semanas ¿Veis lo tranquilo que está esto? ¡Pues los últimos pisos echan humo! La jefa se va a poner loca de contenta cuando vea que hay alguien que se presenta voluntario para algo. - ¡Genial! – celebró Luis. - Si no os muerde antes, claro – le interrumpió el recepcionista – ya os digo que ahí arriba están que echan humo, su despacho parece un campo de batalla, está de un humor de perros, yo le pregunté la hora ayer y casi me despide. Erik bufó mientras meneaba la mano derecha. - Que el cielo nos asista… en fin – echó a andar por la escalera, seguido de su hermano y de Luis - ¡Gracias por la info! ¡Nos vemos! Tensos y en guardia por las palabras del recepcionista, empezaron a ascender, los primeros tres pisos, que contenían el aulario de las clases teóricas, estaban en una calma casi total, sólo interrumpida por las explicaciones de los profesores, pero cuando se acercaron a la escalera que daba acceso al cuarto ya se podía sentir el barullo. Simon tragó saliva. - Si salimos de ahí enteros ya será un milagro. - Si – aseveró Luis – tanto rollo con venir elegantes y tendremos suerte si no salimos con los pantalones por chaqueta. Erik suspiró, la líder de la hermandad de la luz era una mujer para quien la elegancia era algo primordial, y con tal de ablandarla y conseguir que les asignara la misión habían decidido vestirse de la forma menos apropiada para combatir el sofocante calor napolitano. Simon vestía unos pantalones de pinza grises, una ligera camisa blanca de manga larga y un chaleco, también gris, bastante caluroso; Erik por su parte llevaba su sempiterno traje negro, corbata rojiza y pillacorbatas de oro y Luis, que se había llevado la peor parte, un traje de chaqueta gris oscuro, camisa blanca y corbata azul marino. Los muchachos siguieron subiendo; el cuarto piso, las oficinas, bullía, los papeles volaban, los teléfonos sonaban y la gente se movía de un lado a otro, lo cruzaron como pudieron para llegar al quinto, la zona de telecomunicaciones, donde el continuo teclear, el ruido de las impresoras y el calor expelido por las máquinas se hacía insoportable, y pasaron en silencio, sudando, hasta que llegaron a las escaleras del sexto piso y arribaron a un pasillo, de suelo de mármol rosado, decorado con columnas, jarrones, y bustos de algunos de los filósofos más importantes de la historia. Al fondo, tras una gran puerta de madera bellamente rematada con adornos dorados, se encontraba el despacho del líder de la hermandad de la luz. Lentamente, cansados ya por el ajetreo de los dos pisos anteriores, avanzaron hacia la puerta; según se aproximaban oían timbres de teléfonos, telefonazos, un teclear rápido y furioso y una potente voz femenina que hablaba con irritación. - No echa humo… – comentó Erik poniendo la mano sobre la puerta, dispuesto a empujar – echa fuego. Ligeramente temeroso, empujó la puerta y entró, seguido de Simon y Luis. Era un despacho ciertamente enorme, tan grande como el salón de los Fernández, a los lados sendas estanterías contenían toneladas de libros, y detrás de la mesa, que estaba rodeada de papeles, carpetas y cuatro sillas con montañas de libros encima, un monitor de ordenador y una impresora sobre ella – la CPU estaba a un lado, en el suelo, completamente cubierta de papeles – se alzaba un imponente ventanal desde el que se podía contemplar todo el pueblo. Apenas habían entrado cuando un grito, precedido por el sonido del botón de un interfono pulsado con furia, les sobresaltó. - ¡Marcia! ¡Pon el mensaje de “estoy reunida”! ¡Voy a desconectar los putos teléfonos! Acto seguido, una maraña de cables, que acababa en cuatro entradas de línea telefónica colocadas juntas, sufrió un tirón, desconectándose bruscamente de la pared, y la mujer que estaba detrás de la mesa tiró hacia delante una de las pilas de libros, para revelar una cabeza echada boca abajo, cubierta por un fino cabello rubio y con el auricular de un teléfono aún agarrado sobre la mesa. - Aaaaahhhhhhhhhhh… al fin… - respiró aliviada – por fin un poco de paz… Los tres muchachos se miraron y después miraron a la mujer, que en ese momento buscaba, sin levantar, el teléfono que correspondía a su auricular para colgarlo. Cuando lo consiguió levantó un poco la cabeza, el cabello rubio, totalmente despeinado, caía hasta los hombros y cubriéndole la cara, los ojos entrecerrados y ojerosos se distinguían a duras penas. - Oh, mierda… - murmuró al ver al trío allí de pie. La mujer se levantó, recostándose sobre el respaldo de su sillón, adoptando así una posición algo más digna y se pasó el flequillo por detrás de las orejas. Aún con una expresión de cansancio extremo dibujada en el rostro y unas ojeras que llegaban al suelo, podía adivinarse en la mujer cierta belleza, de labios finos y rosados, ojos alargados y nariz alargada y chata, su cabello dorado contrastaba bruscamente con su piel morena, la forma de su cara transmitía una fuerte sensación de severidad. - ¿Cuándo habeis llegado? – preguntó recuperando la compostura. - Pues más o menos cuando parecías a punto de tirarte por la ventana – respondió Luis. El hombre de recepción no había exagerado en absoluto, los tres cazadores advirtieron inmediatamente que aquello era un horno, de hecho, la mujer, que ahora los miraba inquisidoramente, llevaba puesto un sencillo top de color fucsia y sudaba a mares. - Bien… - hizo un rápido movimiento con el brazo, de izquierda a derecha, y todos los libros y papeles que había sobre la mesa y las sillas cayeron bruscamente al suelo, sobre la mesa, ahora desocupada a excepción del monitor, la impresora y un lapicero, había también una placa de metal troquelada sobre la que podía leerse “LEADER: ROSE MORRIS” – sentaos y contadme lo que queréis. - No creo que haga falta comentarle a lo que hemos venido – respondió Simon mientras tomaba asiento entre su hermano y Luis – debe estar enterada ya. - Si, lo sé… - contestó ella mientras se secaba el sudor de la cara en un gesto de agotamiento – lamento lo de Alicia… en serio… Los jóvenes agradecieron el gesto. - ¿Qué está pasando aquí, por cierto? – Preguntó Luis con curiosidad – esto está peor que nunca. - Alerta naranja – contestó Rose – mayor actividad vampírica… sucesos paranormales… lugares de poder con actividad energética desbocada… - suspiró - y el rapto de uno de los nuestros… Unió ambas manos, con los codos sobre la mesa, y apoyó la cabeza sobre ellas, se mantuvo en esa posición unos segundos, respirando relajadamente. - Por cierto… - retomó la conversación sin abandonar su postura - ¿Qué os trae por aquí? Porque si es para informarme sobre lo de Alicia me da que llegáis así como un pelín tarde… - Nah – respondió Erik – ya supusimos que te enterarías, pero lo que nos trae aquí está relacionado con el suceso. - Tenemos que pedirle un favor, Rose Morris – continuó Simon. - Necesitamos que nos asignes una misión de investigación y búsqueda del paradero de mi hermana – concluyó Luis. Rose levantó la vista por un momento, después se echó sobre el respaldo y, con la cabeza echada hacia atrás, elevó los brazos al cielo. - ¡ALELUYA JODER! – Exclamó - ¡ALELUYA! – Bajó los brazos y se inclinó sobre la mesa, mirándolos - ¡llevo tres putas semanas negociando honorarios de misiones para que la gente acepte! ¡Intentando localizar a miembros aptos para las más difíciles! Mentalistas, visionarios remotos, mediums, luchadores… - cerró los puños y levantó los antebrazos, moviéndoles, como si contuviera una expresión de alegría – me venís como un jodido anillo al dedo. Con los ojos brillantes, sacó de debajo de la mesa el teclado del ordenador, el ratón y, tras unos cuantos clicks, empezó a escribir. - A ver… investigación… localización… clase AB… miembros de la misión: Luis Rafael Fernández y Erik Alexer Belmont… ahá Hizo una única pulsación al botón derecho del ratón y de la impresora salieron inmediatamente dos hojas, contenedoras de los datos de la misión, que entregó a Erik y a Luis, dejando a Simon estupefacto. - Er… ¿Y yo? – preguntó el muchacho, confuso. - ¿Tú qué? – respondió Rose. - Mi hoja de misión… yo… voy con ellos. Rose se inclinó sobre la mesa. - Me temo que no, chaval… Erik, que estaba leyendo su ficha, miró inmediatamente a la líder. - ¿Cómo? – volvió a preguntar el joven Belmont. - No puedes – replicó la mujer. - ¿Y por qué? - Es una misión de clase superior a BC, chaval – informó ella en tono de suficiencia – y según mis datos sólo has cumplido una misión… que además fue hace menos de 24 horas… dicho de otra forma, eres un Amateur novato – se volvió a recostar sobre el respaldo, esta vez con los brazos cruzados – no das la talla ni de lejos. Simon apretó los puños, claramente enfadado. - Voy de forma voluntaria… - argumentó conteniendo su rabia – y acompañado de un maestro y su ayudante… ¿No basta con eso? - Mira niño – Rose empezaba a mosquearse – esto no es una película de Enmanuelle, que puedas ver acompañado de un adulto, esto es una peli porno que, legalmente, no puedes ni catar con 16 años. - ¿¡Me está diciendo que no tengo edad suficiente para embarcarme en esto!? - Ni edad… ni experiencia – contestó ella indiferente. Simon se levantó, iracundo, y empezó a quitarse el chaleco, lo tiró al suelo, se desabrochó la camisa y, con sus propias manos, desgarró las vendas que cubrían su torso, revelando sus heridas. - ¿VE ESTO? – Gritó - ¿LE PARECE QUE NO TENGO EXPERIENCIA? Rose miró las laceraciones y cerró los ojos, volvió a hablar, pero su voz había perdido un poco de su tono autoritario. - Dos batallas – respondió – el combate por proteger a Alicia y la que libraste en la Blood Disco. - ¿Y SÓLO POR ESO NO TENGO DERECHO A VENGARME? ¿A RESCATAR A MI NOVIA? – Los ojos del muchacho se llenaron de lágrimas de rabia - ¿A RECUPERAR MI HONOR? La mujer guardó silencio, después abrió los ojos. - No. Aquello fue demasiado, Simon se deshizo de su camisa y su vendaje y lanzó a un puñetazo a la líder, Luis quiso levantarse para detenerle pero Erik lo detuvo. Ambos estaban impresionados, Simon o era muy valiente o estaba como una puta cabra. Mientras tanto, Rose detenía el golpe de su atacante con una sola mano, lo empujó a la mesa y, de un único movimiento, le aplastó el brazo contra el tablero con una pierna mientras que con la otra, situándola sobre su espalda, lo inmovilizaba. Cuando el muchacho, a pesar de la presa, levantó la cabeza, se encontró los dedos de su adversaria a apenas un centímetro de su cara. - Puedes moverte si quieres – le indicó ella – y contraatacar… pero hagas el movimiento que hagas te sacaré un ojo inevitablemente… Simon apretó los dientes. - También tienes otra opción – continuó – puedes esperar seis meses y presentarte al examen de ascenso, tienes el nivel, te sería fácil. - ¡No me pienso presentar a ese estúpido examen! – respondió él entre dientes. - Además – agregó Erik – no tenemos tanto tiempo… - Tenemos hasta la próxima luna carmesí – explicó Luis – y no sabemos cuando será. - ¡Oh, sí! – les contestó Rose sin soltar a Simon - sí que tenéis tiempo… como mínimo más de un año según nuestra carta lunar. El joven desvió la vista hacia ella, mirándola con una mezcla de rabia y odio. - Ya lo has oído – continuó la mujer – tienes seis meses para entrenar y pasar por el aro en lugar de continuar a tu bola… - ¡NI EN TUS SUEÑOS! Simon se liberó de su presa, sujetando con su mano libre mano de Rose por si cumplía su amenaza – esta no hizo ningún intento de ello – y se subió a la mesa, de pie, poniéndose en guardia al instante, su rival hizo lo mismo. - Tienes unos cojones como pelotas de baloncesto – juzgó – pero por más grandes que tengas los huevos no te sirve de nada si no pesan… y no tienes la técnica de tu hermano o de Luis. Rose hizo un amago de patada, Simon subió la guardia, y no la bajó pese a que ella ni siquiera había levantado del todo el pie de la superficie de combate. - Sin embargo, puede que haya una manera de que te deje ir a esa misión… El muchacho bajó la guardia, aún desconfiado. - ¿De qué se trata? Ella bajó de la mesa de un saltito y volvió a su asiento, Simon hizo lo propio, aunque continuó de pie delante de su silla. - Me consta que no sueles hacer mucho caso de los entrenamientos… apenas estudias y te concentras más en desarrollar tu técnica con el látigo y tu resistencia física, ignorando el resto… pero dudo mucho que no hayas oído hablar de la más famosa y una de las más inaccesibles técnicas de combate de los cazadores de vampiros… sabes de lo que hablo ¿no? Simon guardó silencio. - El Holy Cross, por supuesto – aclaró la mujer. Luis y Erik la miraron confusos, solía ser difícil entender las intenciones de Rose Morris, pero o el calor les había reblandecido los sesos o ésta vez sí que no había manera de pillarla. - ¿Por qué me pregunta eso? – cuestionó Simon, tan confundido como sus compañeros. - ¡Oh, vamos! ¿Te vas a hacer el tonto? El chico frunció el ceño ¿Es que lo sabía? - Rose, me temo que no te seguimos – confesó Erik - Pues es fácil… He oído por ahí que Simon Belmont, el chaval de dieciséis años que apenas es Amateur, es capaz de ejecutar el Holy Cross. Erik puso los ojos como platos, a Luis se le cayó la mandíbula, y un sudor frío recorrió la espalda de Simon. - ¿Quién se lo ha dicho? – preguntó con un hilo de voz. - Un pajarito… - contestó sencillamente - dime ¿Es verdad? Se hizo el silencio, Luis, incrédulo, sonrió. - Vamos a ver – intervino – vamos a ver… ¿Nos estás diciendo que nuestro Simon es capaz de ejecutar esa técnica? – se apoyó sobre uno de los brazos de la silla, riendo débilmente – Esto es una broma ¿verdad? - ¿Es eso verdad? – Preguntó Erik expectante a su hermano - ¿puedes hacer el Holy Cross? Simon miró a su hermano a los ojos, justo a él era a quien quería ocultárselo, al menos hasta que la dominase al completo. - ¿En qué influiría? – preguntó, devolviendo la mirada a Rose. - Influiría en el punto de que si el chaval de 16 años, famoso por haber cumplido apenas una misión y haber malogrado dos exámenes de ascenso, es capaz de ejecutar una técnica que requiere casi una década de aprendizaje y que menos de 100 personas dominan en una hermandad cuyo número de miembros superan el millón, resultará no ser tan dejado, vago e inútil como todos pensamos… y podrías ir a esa misión junto a tu hermano y tu futuro cuñado. De nuevo guardó silencio, tentado por la oferta. - ¿Tan especial es? – Preguntó de nuevo - ¿Tan importante? - Podría decirse – intervino Erik – que se requiere de un talento especial para ejecutarla con éxito. - ¿Y bien? – Le apremió Rosa - ¿es cierto? ¿Puedes o es sólo un rumor? - Es cierto – confesó finalmente – soy capaz de utilizar esa técnica. Ahora Luis lo miraba con los ojos como platos, no se podía aseverar aquello así porque sí, si lo decía tenía que ser porque era verdad. - ¿Puedes demostrarlo? – volvió a preguntar la mujer. - Cuando y donde quieras. - Bien… - Rose se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta del despacho – bajemos a la plaza central del recinto, allí tendrás espacio de sobra. Totalmente serio, Simon la siguió y se le adelantó; Luis y Erik se levantaron también y les siguieron. - ¿Lo habéis visto alguna vez? – les preguntó la mujer. Ambos negaron con la cabeza. - Es un espectáculo único – dijo ella con una sonrisa – bello e imponente… Erik miraba a su hermano pensativo mientras caminaban. - ¿Sucede algo? – le preguntó ella. - No soy capaz de imaginarme – respondió el pelirrojo – cuando ni donde ha estado practicando y entrenando para aprender a usarlo. Rose sonrió. - Parece que lo conoces menos de lo que crees ¿eh? Cuando finalmente llegaron abajo, Simon se situó en el centro de la plaza por orden de la líder, mientras esta, junto con Erik y Luis, se situaba junto a las gárgolas del centro de entrenamiento. - ¡Cuando quieras! – le indicó desde su posición. Simon se concentró, no podía hacerlo mal, de aquello dependía que pudiera o no rescatar a Alicia. Las pequeñas luminarias en forma de cruz empezaron a rodearle… Debía aplicar la potencia justa, demasiado débil no serviría de nada, y demasiado fuerte lo agotaría. Su cuerpo empezó a brillar… Le fastidiaba que hubieran descubierto su secreto, pero aquello sin duda lo iba a ayudar. Tensó sus músculos, la energía empezó a fluir por sus poros… “Quiero que lo miréis bien los dos… éste es el talento de Simon Belmont” Extendió sus brazos, las cruces tomaron un tamaño brutal, girando a su alrededor, la columna de luz creció hacia el infinito… “¡¡¡HOLY CROSS!!!” Publicado: 20:20 20/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Aburrirse es lo que tiene, inspirado en el anuncio de la 3ª temporada de House y con un poco de cosecha propia, inicio una línea de imágenes que presenta a los personajes principales de la historia, remarcando un poco sus mayores facultades.
Naturalmente, siempre que se les conozca lo suficiente, de Luis he revelado bastante ya, así que arreando ^^ Publicado: 12:47 20/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: Saga CastleVania
No es gran cosa lo que muestran, pero al menos permiten darle un muerdo a la figura.
Personalmente me gusta lo que veo, si bien he terminado aborreciendo a Alucard (Estoy hasta los cojones de él, en serio) la figura tiene un aspecto muy digno y lo más seguro es que me la compre Publicado: 14:48 17/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Those who i protect
Esther se despertó sumida en un dulce sopor, estaba tumbada de costado, en la misma posición en la que había quedado al dormirse tras aquella noche de pasión desenfrenada, aún adormilada, los recuerdos asaltaron su mente y, con una sonrisa, buscó con su mano el rostro de Luis, sin encontrarlo. Aquello la espabiló, sobresaltada, peinó la habitación con la mirada sin encontrarlo, a cambio, a los pies de su lado de la cama reposaba un albornoz blanco, pulcramente doblado, con una nota encima que rezaba “Tu ropa está en la lavadora, póntelo mientras termina. Estoy en el sótano. Besos” Haciendo caso de ello, cubrió su cuerpo desnudo con la prenda y salió de la habitación, la casa estaba aparentemente solitaria, silenciosamente – por si aún dormía alguien – bajó las escaleras y se fijó en que la puerta de la cocina estaba entreabierta, entró para encontrar a Adela, ya vestida y despejada, ojeando un libro mientras una enorme cafetera recién puesta reposaba sobre la lumbre. - Bu… buenos días – saludó tímidamente la muchacha. - ¡Ah…! ¡Hola! – Respondió la mujer animadamente – Buenos días Esther ¿Quieres sentarte? Ella aceptó y se acomodó en una de las sillas de madera, el agua de la cafetera empezaba a borbotear y el agradable olor del café inundaba acogedoramente la sala. - Que ¿Qué tal anoche? ¿Lo pasasteis bien? – Preguntó inmediatamente la madre cerrando el libro - ¿Cómo se portó mi hijo? - Oh… lo… lo pasamos muy bien… la verdad – contestó roja como un tomate. Adela se rió discretamente. - ¡Suéltate un poco mujer! – La animó – Tampoco estás pasando ningún examen ni nada de eso. Esther sonrió y suspiró, después se recostó relajada en la silla y se quedó mirando al techo. - Hicimos el amor – confesó – lo hicimos como nunca… fue maravilloso. Adela dibujó en su rostro una amplia sonrisa, mezcla de satisfacción y orgullo. - La inhibición desaparece cuando desaparecen los secretos – concluyó la mujer – me alegro de que todo saliera bien anoche. La joven quiso hablar cuando el sonido de la cafetera las interrumpió, Adela se levantó deprisa a apartarla del fuego, cogiendo el cuerpo de metal de ésta con las manos desnudas, lo cual dejó bastante impresionada a la joven. - ¿Quieres café? – Preguntó la mujer tranquilamente mientras sacaba vasos de tubo del mueble – he hecho suficiente por si acaso. - Claro – aceptó Esther – así ya de paso me despejo. - ¿Con hielo? - Sí por favor. Adela vertió café en dos de los vasos, abrió la puerta inferior del frigorífico y sacó una bandeja cubitera, de la que extrajo cuatro grandes cubitos, dos para cada vaso, acto seguido ofreció uno de ellos a la muchacha y se sentó. - Habría que decirles a esos dos que subieran a desayunar – comentó refiriéndose tal vez a Luis y a Erik. Esther miró el reloj de pared que había colgado allí, eran casi las nueve de la mañana. - ¿Desde qué hora está Luis despierto? – preguntó con curiosidad. Adela dio un pequeño sorbo a su café. - Desde las cinco de la mañana – contestó con despreocupación. A la muchacha casi se le atraganta su trago. - ¿¡Tan temprano!? – preguntó sorprendida. Adela asintió mirando el reloj. - Normalmente se levanta a las seis, cuando yo ya he terminado de calentar, pero hoy ha madrugado – sonrió – francamente ¡me cuesta que tenga energías con la debisteis montar anoche! – exclamó divertida, haciendo que Esther se sonrojase. - Se esforzó mucho – comentó ella con la mirada fija en su infusión – terminó agotado… La madre bufó de repente, parecía impaciente. - No quiero parecer comodona pero… ¿Podrías bajar al sótano y decirles que suban, por favor? La chica asintió y se levantó con su café en la mano, pero antes de cruzar la puerta se detuvo y miró a la madre de Luis, vacilante. - Hay algo que quiero preguntarle desde hace un rato – confesó - ¿Cuándo es… el viaje? Adela bajó la cabeza con el semblante sombrío. - Parten poco después de medio día a Sicilia… a la sede de la hermandad… allí deben obtener el permiso, después iniciarán la investigación. Medio día… apenas les quedaban unas horas juntos… Quiso sonreír… aparentar que no pasaba nada… que se había hecho a la idea. Pero a decir verdad, sencillamente, no podía. Se dirigió a sótano triste, apática, pero empezó a animarse apenas oyó la voz de su novio, o más bien sus gritos, aparentemente en combate con alguien. Pasaría con él las últimas horas, al menos ya era algo. Cuando llegó abajo lo encontró en mitad de un combate de entrenamiento con Erik, ambos vestían unos pantalones blancos de Kárate y unas espinilleras y guantes de aspecto pesado, a juzgar por su aspecto cansado debían llevar un buen rato. - Hola – saludó despreocupadamente. Los dos jóvenes, que en ese momento habían cruzados sus manos y se empujaban mutuamente, enfrentando sus fuerzas, se detuvieron, Erik la saludó elevando una mano, y Luis cogió una toalla que había tirada cerca y se dirigió hacia ella secándose el sudor. - ¡Buenos días cari! – Saludó alegre - ¿Qué tal has dormido? - Ah, pero… ¿habéis dormido? – bromeó Erik mientras se quitaba los guantes. Ignorándolo, la pareja se besó, Luis se disculpó por estar todo sudado, se secó la mano derecha y le acarició la mejilla sonriendo. - ¿Qué te dices cariño? Ella sonrió a su vez. - Gracias por el albornoz – le dijo levantando una mano con la manga agarrada - ¡Por un momento pensé que tendría que andar desnuda por la casa! - ¿Es cómodo? – le preguntó él mientras acababa de secarse. - Me queda bastante grande – reconoció la joven – pero… huele a ti. Luis soltó una carcajada. - ¡Vaya, no sabría decir si eso es bueno o malo! - Bueno… - interrumpió Erik quitándole la toalla a su compañero para secarse – dime… ¿Cómo es que has bajado? - ¡Ah! – Recordó ella – Adela me dijo que subierais a desayunar, parece impaciente. - ¿¡Desayunar!? – Preguntó Erik entusiasmado antes de desaparecer corriendo por la escalera - ¡Genial! Cuando ya apenas se oían los pasos del Belmont, el rostro de Esther se ensombreció. - Tu madre me ha dicho la hora a la que os vais – comentó con tristeza. - Lo sé… - contestó Luis con un suspiro – demasiado pronto, por desgracia. Quedaron en silencio por unos segundos en los que ella le cogió la mano. - Bueno, al menos… - suspiró de nuevo – tenemos tiempo ¿Subimos a desayunar? Tengo hambre. Esther sonrió ligeramente y asintió, acto seguido, aún agarrados el uno al otro, se encaminaron a las escaleras. - ¿Dónde está Simon? – preguntó ella con curiosidad - ¿Durmiendo? - ¿Durmiendo? – Luis se rió – ese pequeño mamoncete lleva haciendo footing desde las siete de la mañana. - Bueno… eso es bueno ¿no? - Hoy da igual, la verdad – admitió con el gesto torcido – pero habitualmente llega demasiado cansado para entrenar… - ¿Y tu padre? - Ese sí que está durmiendo – llegaron al salón finalmente, Luis entornó la puerta del sótano y continuaron hasta la cocina – hoy tiene la mañana libre a cambio de patrullar esta noche. Cuando llegaron a la cocina las sillas estaban colocadas de un modo similar a la noche anterior, en cada lugar había, además un tubo con café con hielo, un tazón de cereales y un vaso de zumo, de diferente fruta según el gusto de cada uno; divertido, Luis observó que su compañero iba ya por el segundo tazón. Apenas se habían sentado cuando oyeron un sonoro bostezo de lo alto de la escalera, era Juanjo, que bajaba ya vestido y aún desperezándose a desayunar. - ¿Tú no ibas a pasar la mañana durmiendo? – Preguntó su esposa extrañada. - Sí, pero… ¡este olor levanta a un muerto! – respondió el hombre con una sonrisa mientras se sentaba – a todo esto ¿Y Simon? El timbre sonó justo cuando terminaba la pregunta, Erik protestó – “¿Nunca va a aprender a llevarse las llaves?” – y corrió a abrir la puerta, dejando su segundo bol de cereales a medias; el hermano menor entró en la cocina, vestido de pantalón corto y camiseta de tirantas, totalmente sudado, miró el desayuno y sonrió, pero parecía anormalmente serio. - Ya empezaba a tener hambre – admitió mientras se sentaba y atacaba zumo fresco de piña – estoy hecho gravilla. - ¿Has hecho tu maleta? – preguntó el hermano mayor mientras rellenaba por tercera vez su tazón. Simon, que había dejado el vaso en la mesa después de darle un largo trago, suspiró. - Si – respondió escuetamente. - Relájate – le sugirió Luis – que vaya a ser tu primera misión en el extranjero no implica que tengas que llevar un palo en el culo todo el día. El muchacho se rió un poco al con la frase del Fernández, después lo miró, recuperando la seriedad. - Lo que me tiene nervioso es otra cosa… cosas mías, nada más. Mientras tanto, Erik apuraba su café y se levantaba, con aspecto de haber quedado totalmente satisfecho. - Voy a ducharme – avisó mientras desaparecía por la puerta de la cocina. Luis apuró su tazón y se estiró con cara de felicidad. - Me voy a la ducha – indicó antes de darle un beso en la mejilla a Esther y salir corriendo a la escalera. - ¿A la ducha? – preguntó ella confusa – Pero Erik… Interrumpió la frase cuando oyó a los dos colegas bromear sobre a quien le debía tocar primero y después la puerta del baño cerrándose. - Tío no jodas ¡Que apenas queda champú! – protestó Erik. - Para lavarte esa mata de pelo – le contestó Luis desde el otro lado de la puerta – no ibas a tener de todas formas, así que te jodes… Juanjo se tuvo que tapar la boca y la nariz para no escupir el café de la risa. - ¿Es así todas las mañanas? – preguntó la chica. - ¡Nah! Sólo los fines de semana, dejarse el pelo tal largo es lo que tiene – respondió Adela con tranquilidad. Mientras tanto se oía a Erik aporrear la puerta y a Luis canturreando entre risas, con el sonido de la ducha al fondo. Poco a poco la cocina se fue vaciando y uno a uno – salvo Juanjo, que ya había pasado por el grifo – todos fueron cogiendo su turno para entrar a la ducha, las dos mujeres, que terminaron de desayunar relajadamente, quedaron para las últimas, y entraron juntas al baño. El cuarto de baño de la casa de los Fernández era tal vez la sala más normal de la casa, de gres y azulejo blanco, el lavabo descansaba sobre una lámina de mármol a su vez situada encima de un pequeño armario, el Bidé y el Váter, ambos blancos y con tapa, estaban situados juntos y la bañera, de un tamaño considerable, se ocultaba detrás de una cortina blanca semitransparente. - ¿Te duchaste después de lo de anoche? – preguntó Adela a la muchacha mientras se desnudaba. - No – reconoció ella – nos quedamos dormidos al poco de terminar. - Entonces debes estar incómoda – resolvió la mujer con una sonrisa – entra tú primero, no tengo prisa. Esther se quitó el albornoz de su novio y, en un momento en que Adela se dio la vuelta, reparó en una gran cicatriz que cruzaba su espalda, quiso preguntar, pero que Luis le contara sus intimidades no significaba que sus padres quisieran hacer lo mismo… Entró en la ducha dubitativa, en una esquina, sobre una estantería, habían diferentes tipos de gel y algunas esponjas. - Eh… - Puedes usar la esponja naranja – le indicó Adela antes de que pudiera decir nada – es la mía. - ¡Gracias! Sintió a Adela sentarse sobre la tapa del bidé, mentalmente calculó los años que podría tener la madre de Luis… ¿treinta y cinco? ¡No, demonios! ¡lo habría parido con doce años! ¿Cuarenta? Algo más razonable… más o menos ¿Más de cuarenta? Entonces se cuidaba demasiado bien. La cortina se abrió de repente, sacándola de sus pensamientos, tras ella apareció Adela, completamente desnuda y con el pelo suelto, con una melena ondulada castaña cayendo sobre sus hombros hasta casi tapar su pecho. Era bastante guapa, de una belleza rústica pero armónica a la vez. - ¿Te parece si nos duchamos juntas? – preguntó con una sonrisa. - ¡Claro! – Aceptó Esther sin problemas – entre dos será más fácil. Ambas se lavaron al principio individualmente, tras enjuagarse, Adela se ofreció para lavarle la espalda a Esther. - Hija, menudo cuerpo – le dijo mientras le pasaba la esponja – no me extraña que mi hijo se enamorara tan locamente de ti. La muchacha sonrió con tristeza. - Le he traído muchos problemas. - ¡Naah! Los problemas se los ha traído él sólo, no quiso elegir a qué ser totalmente fiel, pensó que podría llevarlo todo sin problemas… y falló. - Es un buen chico – opinó Esther mientras Adela le enjuagaba. - Demasiado leal. - ¿Usted cree? Adela asintió y retiró el chorro de agua. - Bueno… ¡lista! Te toca La mujer se dio la vuelta y le entregó la esponja a Esther, que empezó a frotar con suavidad. No se había dado cuenta antes, pero aquella mujer era robusta, enorme, casi tanto como su hijo. - ¿Es cierto que usted ha entrenado a Luis? – le preguntó con curiosidad. - Ahá – respondió ella – cinco horas diarias, técnica, musculación y resistencia, de la preparación psicológica y el dominio de su poder mágico se encargó mi marido. Esther silbó impresionada. - Al principio nos daba miedo – reconoció – pero él siempre ha puesto mucho empeño. - Le gusta… - No, no lo creo, pero se lo toma como un deber, desde muy pequeño siempre ha sido muy auto disciplinado. La chica se rió. - Yo sólo conocía su lado juerguista… al verlo tan cachas pensaba que simplemente era un animal de gimnasio que se metió a policía para chulear. Adela se rió a carcajadas. - ¡Coño! – Exclamó - ¡Pues desde fuera sí que es verdad que lo parece! Sonriendo, cogió la alcachofa y enjuagó la espalda de la mujer, revelando de nuevo la cicatriz, quiso contenerse, pero la curiosidad le pudo y preguntó. - Oh, eso… - el tono de voz de Adela se volvió sombrío – es una vieja herida, a veces olvido que la tengo. Aún me duele… sobre todo en el alma. La muchacha se disculpó, tal vez había ido demasiado lejos preguntando, y es que era un tema que en realidad no le incumbía. Adela le quitó hierro enseguida. - ¡Bah! ¡Hay mucha gente que me pregunta por ella! – Comentó mientras se secaba – no has dicho nada que no debieras… bueno – se puso con rapidez un albornoz Beige que había colgado en una de las paredes – tu ropa ya debe haberse secado ¡voy a por ella! La muchacha se sentó en la tapa del váter mientras esperaba a Adela, el cambio de humor de la mujer respecto al tema de la cicatriz la entristecía y la intrigaba al mismo tiempo, pero decidió quitárselo de la cabeza y se levantó, en ese momento la puerta del baño se abrió con rapidez. - Oye cariño he pensado que podríamos ir a dar un pas… ¡COÑO! Era Luis, que con la misma que abrió la puerta volvió a salir del baño y a cerrarla como un loco, sorprendido por encontrarla aún desnuda. - ¡Ah, venga! – Exclamó risueña la muchacha - ¿Es que no me viste desnuda anoche lo suficiente como para acostumbrarte – abrió la puerta y sacó el brazo, agarrando a su novio de la manga de la camisa para después meterlo en la habitación y abrazarse a él. - O… oye… - Bueno… así no me ves desnuda ¿no? – Resolvió la muchacha con picardía – dime amor ¿Qué querías? - Puesssss – El muchacho desvió la vista, rojo como un tomate – he pensado que como apenas nos quedan unas horas… si nos dábamos una vuelta por ahí. Esther se separó de él con una amplia sonrisa. - ¡Vale! – exclamó antes de mirarlo de arriba a abajo - ¡Oye! ¿Esa no es tu ropa de policía de paisano? – observó disgustada. En efecto, Luis llevaba unos pantalones de pinza marrones con una camisa Beige de manga larga, la que habitualmente se ponía en patrullas y redadas. - ¡Ah! Voy con ella porque me resulta cómoda – se justificó – además, hacía tiempo que no me la ponía sólo para pasear. La chica sonrió conforme. - Bueno, va, tu madre viene ahora con mi ropa, cuando me vista nos vamos. Se sonrieron y se dieron un pequeño besito en los labios. - Te espero en el salón ¿vale? – le dijo Luis mientras desaparecía por la puerta. - ¡Vale! Luis bajó y se sentó, nervioso por la proximidad de su marcha, aunque la idea de poder dar un paseo tranquilo – y cuando decía tranquilo quería decir sin discusiones, malos rollos ni desconfianzas – le relajaba sobremanera; sonriente, cerró los ojos, y pudo oír a su madre subiendo las escaleras, darle la ropa a su novia y conversar con ella, también a Erik haciendo las camas y a Simon abrir la puerta de la habitación de Alicia y suspirar melancólico, Juanjo, por su parte, veía las noticias en la habitación de la pareja. Inevitablemente remontó sus recuerdos a sólo dos semanas antes, con Simon molestando a su hermana para que dejase de estudiar y salieran a dar una vuelta, Erik entrenando en el sótano y su madre hablando con su padre por teléfono, justo a esa misma hora… - Luis, ya estoy. El chico abrió los ojos, saliendo de su ensoñamiento, y se levantó, su novia le esperaba sonriente, él le devolvió la sonrisa y con un sonoro “¡Voy a dar una vuelta!” se despidió, abrió la puerta y salieron los dos. Una vez fuera se congratularon por el excelente día que hacía – especialmente para un verano tan caluroso como el de esa provincia – aproximadamente a unos treinta grados centígrados, con el cielo despejado y una brisa fresca soplando a pequeñas rachas. - ¿A dónde vamos? – preguntó él, cogiéndola de la mano. - A donde tú quieras – respondió la muchacha. Sin prisa alguna, la pareja emprendió el rumbo bajando la avenida, en silencio, cogidos de la mano y sonrientes, llegaron a un pequeño parque que recorrieron deteniéndose de vez en cuando para mirar flores o alguna planta, escultura o fuente especialmente bella, la vista de Luis solía irse a grupos de niños jugando o a parejas que paseaban a sus bebés en un carrito, después salieron a la carretera de Ronda y de ahí a la Rambla, que disfrutaron especialmente, sentándose un par de veces al lado de las fuentes para tomar un refresco, la subieron al completo y después la volvieron a bajar, encontrándose con un par de parejas de conocidos y algún compañero de Luis de servicio. Llegaron hasta la costa, a una estatua de una ballena semihundida en el cemento, y se detuvieron allí. - Que serenidad… - comentó Esther mirando al mar – está siendo un buen paseo. Luis sonrió. - Hacía tiempo que no teníamos uno así ¿eh? La muchacha asintió y se apoyó en su hombro, lo que hizo que la sonrisa de él se acentuara, pasaron así un rato. - ¿Sabes? – Comentó él rompiendo el silencio – Siempre hago esto cuando tengo una misión fuera de la provincia. - ¿Pasear? - Si… - Y… ¿Por qué? - Porque antes de irme, quiero recordarme cuales son los motivos que tengo para sobrevivir… y volver. Esther apretó la mano de su novio. - Desde muy pequeño – continuó – siempre he tenido claro que si sientes cariño por algo o si amas a alguien debes protegerlo a toda costa, debes luchar por ello… acepté el duro entrenamiento al que me sometían mis padres porque quería proteger a mi familia en un futuro. - Tu familia… - Mi padre, mi madre, mi hermana… y más adelante Simon y Erik. Luis apoyó su cabeza sobre la de su novia. - Y desde hace tres años… a ti… A Esther se le hizo un pequeño nudo en la garganta. - Por eso salgo todas las noches a cazar, para minimizar el riesgo que podáis correr… y aún así… fallé. De nuevo se hizo el silencio, Esther levantó la cabeza y se colocó frente a él para mirarlo a los ojos. - Eso no es cierto – le espetó – nunca has fallado. - Te puse en peligro – respondió – y no pude evitar el secuestro de mi hermana. Ella apoyó la cabeza en el pecho de él, y después lo abrazó. - Estoy viva… y contigo… y sé que rescatarás a Alicia. El le acarició el pelo con ternura, la chica sollozó. - Volverás… sé que lo harás… y vendréis con ella de la mano… y la protegerás… protegerás a tu familia, a tus amigos… ¡A tu mundo! Seguirás luchando por todos nosotros… Luis, con un nudo en la garganta, no reprimió la solitaria lágrima que se deslizó por una mejilla, ella apretó los brazos, queriendo retenerlo. - Volverás… tienes que volver… - rompió a llorar, liberando el llanto contenido desde la noche anterior – vuelve por mí por favor… Publicado: 22:20 06/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Estaba yo dándole un repasito a todos los vídeos que hay guardados en mi sobrecargado HDD cuando me he topado con un juego que tenía ya olvidado y que me hizo cummiar de lo lindo.
Seguro que más de uno lo recuerda, se trata de Wii Sports: Airplane, vulgo Wiiplane Junto con Wii Tennis era mi favorito de la recopilación de deportes de Wii, un juego tranquilo, sosegado... un remaso de paz, vaya, pero además aderezado con graficazos. No, no tiene complicados efectos de luz y partículas ni hay shaders hasta en el ojete del piloto, sencillamente un escenario amplio, limpio, de texturas nítidas y bien poligonado y un aeroplano redondeadito, con sus reflejos y tal... Y claro, el agua, que ya es algo superior a mis fuerzas (cuando el avión se acerca y se ve en detalle me encanta) Una maravilla vamos. Pero ¿Qué ha sido de éste juego?, no lo sé, y aunque algunos contestareis "Es el Wing Island" pues fijo que no, más que nada porque este es de Ninty y el WI de Hudson. Yo sigo esperando, a ver si en la rumoreada recopilación de juegos a motor suena la flauta. Mientras tanto un vídeo del susodicho Es puro hamor <3 Publicado: 20:34 06/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The goodbye of the Lovers
Tras dar por terminada la conversación, los dos jóvenes salieron de la cocina cogidos de la mano, ligeramente cabizbajos, tristes al saber que, apenas uno o dos días después de haberse recuperado de su crisis, tendrían que volver a separarse. Intentado no aparentar demasiada intranquilidad, Luis alzó la cabeza sólo para encontrar una escena ligeramente diferente a la habían dejado cuando se separaron del grupo para hablar, ahora los hermanos estaban de pie y vestidos con ropa elegante. - ¿A dónde vais con esas pintas? – preguntó extrañado. - Nos vamos con tus padres – contestó Simon despreocupadamente mientras abrochaba su chaleco negro. - ¿Qué? - Habrá que comunicar nuestra decisión al pavo de la iglesia – aclaró Erik – Yo me encargo de ello, me llevo a Simon para que vea cómo va esto. Luis y Esther se miraron, igual de confusos los dos. - Tú no hace falta que vengas – le indicó Adela mientras se dirigía a la puerta principal y la abría. - Aún queda mucha noche por delante – continuó Juanjo con una sonrisa – disfrutadla ¿eh? Luis alucinaba - ¡Bueno…! – concluyó Erik ajustándose la chaqueta – pues nosotros nos vamos… ¡Bonne nuit! Y así, tal cual, se fueron – quien sabe si de verdad – a hablar con el tipo aquel, dejando sola a la pareja, que se quedó unos minutos parada allí mismo, sin pronunciar palabra durante unos minutos. - Emmm… - reaccionó Esther al final – no quisiera ser una molestia pero… ¿Me enseñas tu casa? Luis pegó un respingo - Mi… ¿casa? - Si, vamos… si no te molesta… - No… ¡No, por supuesto! – el chico se rió nerviosamente - ¿Empezamos por el sótano? Luis se adelantó y se dirigió a la puerta que, la noche antes, habían cruzado para prepararse para la batalla contra Kasa, Esther le seguía. Ella estaba contenta por poder ser al fin partícipe de los secretos de su novio, él, nervioso por haberse quedado a solas con ella. Y es que, a fin de cuentas, nunca habían tenido una relación “de verdad” Cuando llegaron a la puerta el muchacho tecleó lentamente el código – “Contrólate Luis, venga ¡llevas tres años con ella por el amor de dios!” – sin molestarse en ocultarlo, al terminar se oyó el mecanismo de la cerradura y varios chasquidos, al terminar bastó con empujarla un poco para abrirla del todo. - Siete cierres – indicó Luis con cierto orgullo – haría falta un tanque para entrar aquí. - ¿Por qué tanta seguridad? – preguntó ella, curiosa. - Lo verás cuando estemos abajo. Apenas pusieron un pie en el rellano de la escalera, las luces halógenas se encendían por sí solas mientras se adentraban cada vez más, hasta que llegaron al enorme espacio iluminado. Al verlo, Esther se quedó con la boca abierta, impresionada por la enormidad, la asepticidad y la rareza de la enorme sala. - Esta es nuestra sala entrenamiento – comenzó a explicar Luis mientras avanzaba junto a ella hacia el armario del fondo – tú no puedes sentirlos, pero está cubierta de hechizos… paredes, techo y suelo repelerán cualquier impacto… La chica no paraba de mirar de acá para allá, fijándose en los tatamis, lo extraños objetos de cristal, las armas de madera preparadas en los límites de algunos. - …Aquí hay mucho material peligroso – continuó – según hemos ido alcanzando un rango mayor hemos podido bajar y usarlo… Simon no pudo hasta hace una semana, y sólo por necesidad. Ella asintió - Pero… las armas son de madera ¿no…? – detuvo la pregunta para pasar a otra enseguida – oye ¿y esas taquillas? – preguntó refiriéndose al armario del fondo. - Ah… ¿eso? A ello vamos precisamente – contestó él. Cuando llegaron Luis le pidió que cerrara los ojos mientras abría una a una las puertas. - En realidad… - continuó explicando – esto es un armario empotrado… tenemos que cambiar las puertas… al principio sólo lo usábamos para nuestra ropa de combate… ahora… es… algo más… ¡Ya! Ya puedes abrirlos La muchacha le hizo caso sólo para encontrarse un espectáculo más propio de las películas de corte medieval; hachas, espadas, mandobles, látigos, morningstars, látigos de cuero y cadenas, pergaminos y libros antiguos, protecciones de todo tipo y material… - Dios… ¡Dios mío! ¿Todo esto es real? – preguntó impresionada mientras avanzaba hacia aquel improvisado almacén. - Es nuestra armería – le aclaró él – todo esto es material que nos ha proporcionado la hermandad o hemos conseguido nosotros mismos, los pergaminos y los libros… - cogió uno del armario – son tomos de armas… literalmente Con un gesto rápido, Luis dio un golpe frontal al aire con el libro que había cogido, abriéndolo, y haciendo salir de él varias mazas, espadas y puñales, que volvieron al interior del tomo al cerrarlo; volvió a mirar a su novia una vez acabada la demostración, y no hubiera podido determinar si tenía más abierta la boca o los ojos. - Bueno… - continuó mientras cerraba una a una las portezuelas de las taquillas – el resto de las habitaciones son más normales, te lo aseguro. Tras acabar, le pasó un brazo por los hombros y empezaron a andar de nuevo hacia la escalera. - Ha sido… - repuso ella finalmente – impresionante… ¡alucinante! Luis sonrió. - Supongo que ya debes haber comprendido el motivo de los siete cerrojos. Esther asintió. Siguieron hablando – más bien ella contestaba y él respondía – hasta que volvieron por fin al salón, acto seguido y, dado que ella ya conocía la cocina, subieron al segundo piso, donde, Luis la guió al ala izquierda, con una sóla puerta. - Este es el segundo lugar más interesante de la casa – le dijo mientras franqueaba la entrada – al menos para mí. La pareja cruzó el umbral para entrar en una sala a oscuras, rápidamente el joven tiró de una pequeña cadena que había a su lado y una serie de bombillas que daban una tenue pero suficiente luz desveló el lugar en el que se encontraban. Era una biblioteca de tamaño considerable y formas irregulares, Esther dedujo rápidamente que debía ser el resultado de la unión de tres o cuatro habitaciones. El lugar era, en efecto, interesante, lejos de haber libros de lectura comunes todo era tomos viejos, con los lomos grabados en leguas a cada vez más extrañas, desde el castellano antiguo al latín, por mencionar dos de la que la chica podía distinguir, las estanterías prácticamente forraban las paredes y en el centro había una mesa, similar a la mesa de comedor de la cocina, en la que reposaban en un extremo una pila de libros y, en el otro, un solitario libro alumbrado por dos velas con una llama cuyas tonalidades variaban entre el rojo y el verde. - ¿El segundo lugar más interesante para ti? – Preguntó ella divertida pero sin salir de su asombro mientras se adentraba en la librería – no sabía que te gustaba tanto leer. - ¡Nah!, leer me aburre – admitió el – pero el contenido de los libros sí que me es útil, aquí hay manuscritos de magia medicinal, magia ofensiva, tratados de anatomía y manuales de artes marciales por mencionar algunos. - ¿Los estudias? Luis, que le había echado la vista al libro franqueado por las dos velas, se adentró también en el lugar. - A veces – contestó mientras hojeaba el libro - ¡Ey! Parece que mi padre ha destruido éste – exclamó alegre dándose cuenta de que era el libro que Simon y Erik habían encontrado en la gruta. Ella acudió a donde se encontraba Luis y se fijó en las páginas del libro. - ¿Destruido? – Preguntó extrañada – pero si está entero… hasta tiene texto. - Sí, pero – el joven se detuvo en una página cualquiera – intenta leer una palabra. Ella abrió la boca, parecía costarle muchísimo pronunciar el más mínimo sonido sacado de aquellas páginas. - ¡Pero qué pasa! – exclamó rendida. - La mejor forma de destruir un libro no es quemarlo o borrarlo – explicó – es destruir su espíritu… destruir aquello que crea un vínculo con el lector. - ¿Lo mata? – preguntó Esther sin estar muy segura de entenderlo. - Por decirlo de alguna forma – respondió él - ¿Hay algo que quieras mirar aquí? Ella negó con la cabeza. - Bueno, pues vamos a ver la parte “normal” de la casa. Luis la llevó a ver las habitaciones una por una, la primera la de sus padres, todo un nidito de amor con una cama de matrimonio bien mullida, un armario, una mesita de noche a cada lado del lecho, una televisión plana – bastante grande, por no decir demasiado – y, como nota curiosa, un maniquí con una coraza azul de rebordes dorados y unas grebas que descansaban a su lado. La segunda habitación era la de los hermanos Belmont, con dos camas separadas, una mesita de noche común y un armario empotrado de dos puertas – ella imaginó que una para cada hermano - , encima de la cama de Erik descansaba su doble cinturón junto a su espada y la ropa que había llevado, cuidadosamente doblada, con las grebas de color plúmbeo a los pies de la misma, mientras que en la cama de Simon solamente se hallaban el látigo, la cota de anillas y los guantes, dejados de cualquier manera, sin rastro de las botas – Luis supuso que se encontrarían bajo la cama -. Al llegar a la habitación de Alicia el chico se derrumbó ligeramente, acostumbrado a entrar y encontrarse a su hermana escuchando música, recibir un zapatillazo por pillarla cambiándose o sencillamente contemplarla dulcemente dormida, entrar y encontrar la cama hecha, su ropa de diario pulcramente doblada y su escritorio con los libros aún abiertos después de su última sesión de estudio le resultaba desolador; dándose cuenta de esto, Esther le apretó la mano cálidamente, confortándole y dándole la entereza que, pasada una semana de su forzada ausencia, empezaba a flaquear. Finalmente llegaron al último dormitorio, el suyo, con la puerta cerrada y más separado que el resto, parecía buscado a posta – y de hecho así era – para tener momentos de tranquilidad e intimidad. Esther sonrió nerviosa. Al fin iba a entrar en la habitación de su novio, después de tres años. Luis giró el pomo de color dorado y abrió la puerta, su habitación, más grande que la de los demás, era también diferente en decoración y composición, de paredes pintadas de color crema, con el armario al lado de la puerta y un maniquí – del mismo estilo del que sujetaba la coraza en la habitación de Juanjo y Adela – al lado izquierdo, pegado a la ventana, unas estanterías en la pared frente a la cama albergaban unas cuantas películas en DVD y un pequeño escritorio en la esquina alojaba una televisión de unas diecisiete pulgadas y un reproductor. Esther se adentró unos pasos, fascinada; era mucho más sobria de lo que había imaginado. - ¿Qué te parece? – preguntó él mientras bajaba la persiana. - Preciosa – contestó ella con una sonrisa de oreja a oreja. Hubo un momento de silencio que Luis rompió dirigiéndose de nuevo a ella sin darse la vuelta. - Ahora que ya has visto mi casa… puedo enseñarte algo más. Dicho esto se quitó el guante y se desabrochó el chaleco, despojándose de él y dejándolo en el maniquí para darse la vuelta y mostrarle a Esther, avergonzado, algo que llevaba tres años ocultándole. Un torso lleno de cicatrices que iban desde pequeñas heridas a grandes laceraciones que cruzaban su abdomen. Esther se llevó las manos a la boca, horrorizada. - ¡Dios! Cariño… pero qué… - Estas heridas – explicó él – me las he hecho en las misiones más peligrosas que he cumplido… las de los brazos no son muy profundas y desaparecen con facilidad, pero estas… - cerró los ojos, resignado a lo que estaba haciendo, en realidad era lo único que le quería seguir ocultando – algunas tienen ya hasta cuatro años. - Dios… - articuló ella, asustada, mientras avanzaba hacia él – era por esto… nunca querías ir a la playa ni a cualquier sitio donde tuvieras que quitarte la camiseta… - …Y cada vez que hacíamos el amor, tenía que ser a oscuras… - Todo esto… en tus misiones… - Esther puso su mano sobre una de las cicatrices más grandes y la acarició – es horrible… Luis le retiró la mano sonriendo, halagado por su preocupación, su escandalización… de alguna forma, gracias a ella se había olvidado de su vergüenza… esperaba que huyera horrorizada o algo. - Por esto – dijo mientras se daba la vuelta, apoyándose en el escritorio – no quería decirte nada… sin duda también está el tema de las normas, pero… - suspiró – nos jugamos la vida en cada batalla, lo mismo nos topamos con criaturas menores que con verdaderos demonios… no quería decírtelo para que no te preocuparas. Sin saber cuando darse la vuelta – no tenía ganas de ver la cara de preocupación de su novia, la verdad – echó un vistazo al escritorio, al entrar le había parecido ver algo raro en él, era una especie de forma amarilla de plástico, lo localizó, identificó la forma enseguida… pero no podía ser… Un… preservativo… nuevecito. Lo cogió disimuladamente y le dio la vuelta, había algo escrito con tinta indeleble: “Iba a comprar una caja pero no quería cambiar el billete, ¡que lo pases teta!” ¿El firmante? Erik Belmont “Iban a acompañar a mis padres, ya…” – pensó mientras estrujaba el condón entre sus manos – “Su puta madre…” Seguía maldiciendo a Erik, Simon y la madre que los parió cuando la mano suave y cálida de Esther le acarició la cintura, decidió esperar unos segundos y ésta le abrazó, primero apoyando sólo la cadera y después, subiendo su abrazo hasta el torso, todo el cuerpo. - ¿Luis…? - Er… dime… La voz de la chica sonaba ahora melosa, con un tono dulce y cariñoso que le acariciaba dulcemente, envolviéndolo en un suave bienestar. - Oye… ¿Cuánto hace que no… lo hacemos? El muchacho tragó saliva, de repente se sentía a punto de estallar, si aquello fuera un dibujo animado fijo que le saldría vapor a presión por las orejas. - Puesssss – se había embotado, ahora le costaba pensar – desde tu cumpleaños, más o menos… - Casi seis meses… – concretó ella. Si, seis meses, y él llevaba tiempo notándolo, en aquella época hacía poco que habían discutido por lo mismo de siempre e intentaban encauzar su relación, el día del cumpleaños de ella Luis consiguió escabullirse de hacer patrulla nocturna y lo celebraron juntos, finiquitándolo con una guinda deliciosa. Después todo empeoró. Pero todo aquello quedaba asombrosamente lejano ahora, el presente era muy distinto… Suavemente, se irguió, y acarició las manos de su novia con las suyas. - Me has cogido de sorpresa con esto – reconoció. - El cazador cazado ¿eh? – le preguntó ella suavemente sin dejar de acariciarlo. Luis se dio la vuelta, con el “regalito” de Erik en la mano. ¿Quién hubiera dicho que iba a acabar usándolo de verdad? Lentamente acercaron sus caras el uno al otro, él le besó la frente, después juguetearon un poco con sus narices, sonrieron y cerraron los ojos, buscándose para darse un beso. Un beso tierno, cálido. Húmedo. Sin darse cuenta ya se habían cogido de las manos, ella le arrebató suavemente el condón y acto seguido lo tiró al suelo. - Lo quiero todo natural – le susurró al oído antes de besuquearle el cuello. - Se hará como tú quieras – contestó el con una sonrisa. Acto seguido volvieron a besarse. Sus manos se desentrelazaron para pasar a abrazarse, y de ahí a acariciarse mutuamente, él no tardó mucho en desabrochar un botón de la blusa y hundir sus labios en el escote, haciéndola jadear de excitación, ella le puso la mano sobre la cabeza, acariciándole el cabello. Poco a poco Luis fue subiendo besándola y acariciándole la piel con sus labios hasta llegar de nuevo a su boca, desabrochándole lentamente la prenda mientras le masajeaba el pecho y la besaba, cuando al fin la desnudó de cintura para arriba se separó de ella, jadeando los dos, y la miró directamente a los ojos. - A estas alturas esta pregunta es una tontería – le dijo – pero, igualmente ¿quieres continuar? Esther sonrió, pero su mirada tenía un aire triste. - Lo más seguro es que mañana por la noche ya no estés aquí – respondió ella – quiero que sea inolvidable… darte algo en qué pensar cada vez que te acuestes. - ¿A mí sólo? La dulce sonrisa de la muchacha se volvió picarona. Se sentaron juntos en la cama, besándose y acariciándose hasta que ella se dejó caer, arrastrándolo, y así mismo continuaron desvistiéndose, sin dejar un solo centímetro de piel por recorrer con sus manos y sus labios, desvelando su océano, y buceando en el del otro. Sintiéndose hasta niveles que nunca habían experimentado, despertando sensaciones dormidas durante incontables días. Hasta que el deseo superó a la razón, y se ofrecieron el uno al otro, haciendo físicos sus sentimientos. Ardiendo de pasión, se fundieron en un solo ser, perdiendo la noción del tiempo en una noche eterna que duró apenas un segundo. Publicado: 15:06 01/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Welcome Home darling
La alegría de la recién llegada pareja pronto se contagió al resto de los agotados presentes, Adela y Erik volvieron a la cocina para preparar algo de cenar, ya que Luis debía estar especialmente hambriento después de casi una semana sin probar bocado, Simon corrió a su habitación a despojarse de su ensangrentada y deteriorada vestimenta y Juan José decidió ponerse algo más cómodo, quedando la pareja a solas durante un rato. Aunque sentían que tenían mucho de qué hablar, permanecían callados, el cansancio hacía mella inevitablemente en Luis y Esther no para de mirar de un lado a otro, no perdiendo detalle del enorme salón. De hecho, la casa de los Fernández podría ser considerada casi una mansión, unión de dos Dúplex de una gran zona residencial cerca del centro comercial, había sido totalmente remodelada para alojar a una familia que sin duda pertenecía a la elite de los cazadores de vampiros, si bien su decoración era más bien normal, guardaba una increíble sobriedad y elegancia en cada rincón; tras un rato observando, la muchacha reparó en una vitrina llena de trofeos cuidadosamente colocados para que ninguno eclipsara a otro, lentamente se levantó y se dirigió hacia ella para, una vez allí, leer cada una de las placas. No pudo evitar sorprenderse cuando fue comprobando que más de la mitad correspondían a exhibiciones y torneos de artes marciales y que, de éstos, casi todos correspondían a quien ella menos esperaba. Adela Fernández, madre de Luis. Tuvo el impulso de darse la vuelta cuando sintió la mano de Luis sobre su hombro. - Tu madre… ¿Ha ganado todo esto de verdad? El joven sonrió - ¿A que acojona? Ella me ha entrenado desde muy niño, es una luchadora excepcional. - Pero yo creía que tu padre… Luis señaló a un pergamino enmarcado que se hallaba colgado en la pared sobre la vitrina, la chica siguió su dedo y lo leyó con atención. Aquel pergamino, firmado al final por más de 30 nombres, felicitaba a Juan José Fernandez por todas las misiones cumplidas en más de 15 años de servicio a la Hermandad de la Luz y admiraba su excelencia en la rama de… la hechicería. Esther se quedó con la boca abierta y Luis se rió abiertamente. - Son justo lo contrario de lo habitual – explicó aún con una sonrisa en la boca – las mujeres siempre poseen una gran carga mágica y los hombres estamos predestinados al uso de la fuerza bruta. - Y tu… - Yo me he entrenado en el combate físico y el arte de la espada por decisión propia – el joven desvió su vista a la zona del blasón arrancado de la chimenea – hay tradiciones que no pienso seguir… El cambio de voz de Luis hizo pensar a la chica que tal vez había dicho algo que no debía, y cuando volteó la cabeza para mirarle se encontró al joven mirando con odio aquel espacio vacío en la chimenea. - Lo siento… – se disculpó la muchacha – tal vez no debería haber sacado el tema… - No te preocupes – cerró los ojos con cierta tristeza y se encaminó de nuevo al sofá – es una historia demasiado larga y un poco dolorosa, tú no podías saberlo. Esther le siguió y, justo cuando Luis se estaba sentando, se asomó Erik por la puerta de la cocina avisando a gritos de que la cena estaba lista. - ¡Que mamón! – protestó el Fernández - ¿Estabas esperando a que me sentara de nuevo? Erik se rió entre dientes - ¡Venga que se enfría! Mientras la pareja entraba a la cocina Simon bajaba apresurado por la escalera, se había puesto una camiseta de tirantes y un pantalón de chándal, aparentemente se había cambiado él los vendajes, ya que estaban algo más ajustados, le seguía Juanjo, con una elegante bata larga de color granate que lo cubría casi por completo. La cocina también era digna de mención, lo suficientemente grande como para alojar una mesa de comedor y sus sillas, amueblada con un agradable estilo rústico, había fogones de gas en lugar de vitrocerámicas y los electrodomésticos estaban rematados con madera. Luis y Esther se sentaron juntos en sus lugares en la mesa, donde ya descansaban unos platos de humeante arroz tres delicias recién salido de la sartén, les siguieron Juanjo, Luis, Simon y Adela, y empezaron a comer; la chica prestó atención a las manos de Adela, finas y gráciles, no veía en ellas la rudeza que siempre había imaginado en las luchadoras, era una mujer elegante, tanto como su marido e incluso Luis, que cuando no vestía su uniforme de policía destilaba un agradable gracejo natural. Al terminar de comer se dio cuenta no sólo de que la cena estaba deliciosa si no de que se sentía repuesta por completo, algo avergonzada – se sentía ridícula por desconocer tantas cosas – le preguntó a su novio en voz baja, pero antes incluso de que terminara de formular la pregunta fue Adela quien le respondió. - Un pequeño ingrediente secreto – contestó con una sonrisa – una poción reconstituyente natural, insabora e inodora, siempre la usamos en la cena. Esther sonrió. - Estaba buenísimo - ¡Bah! Me halagas – contestó la madre mientras recogía los platos de los demás, que también habían terminado – además, no soy yo la única que cocina aquí. La chica la interrogó con la mirada, Simon, que se estaba acabando un refresco, señaló a su hermano. - ¿Erik? – Preguntó ella perpleja - ¿Sabe cocinar? - Si… bueno… - respondió el – más o menos se me da bien… Mientras estaban en esto Juanjo volvió a subir a su habitación, seguido de su esposa, que indicó a los hermanos que iban a cambiarse. - ¿Adonde vais? – preguntó Luis con curiosidad - Quedamos con uno de los oficiales de la iglesia – contestó Juanjo – la investigación de lo de Alicia se va a llevar también por ese frente. La expresión de Luis se ensombreció ligeramente - Ya veo… El grupo salió al salón y al poco los padres de Luis volvieron a bajar, deteniéndose ante ellos antes de hacer nada. - ¿Pasa algo? – preguntó Simon extrañado. - Se nos ha olvidado mencionarlo antes… vereis… - Hemos pensado que la investigación debe llevarse por varios frentes – articuló Adela, tomando las riendas de la explicación – la hermandad, la iglesia… y nosotros Luis arqueó una ceja - ¿Nosotros? - La iglesia es demasiado lenta – explicó Juanjo – y a la Hermandad le pondrán trabas por todas partes… vamos a contrarreloj - Por eso hemos acordado establecer otra línea de investigación que trabaje desde dos frentes… - Yo utilizaré mis conexiones en la INTERPOL – explicó el padre – y vosotros llevaríais una búsqueda activa. Erik abandonó su posición recostada y se inclinó hacia delante - ¿Activa? - Emprender un viaje de búsqueda… - dedujo Luis llevándose una mano a la barbilla. - Será sólo si estáis de acuerdo – aclaró Adela – no os forzaremos. Simon se levantó repentinamente - ¡Yo estoy de acuerdo! Aquel arranque sorprendió a todos los presentes. - ¿Estás seguro de lo que dices? – le interrogó Juanjo - No fui capaz de protegerla… pero la traeré de vuelta – contestó el muchacho con determinación. Las miradas se centraron ahora en Erik, que contestó sin levantarse. - Bueno… está claro que no puedo dejar a Simon sólo por esos mundos… así que ¿por qué no? Puede estar entretenida la cosa. Luis por su parte se debatía en un acuciante conflicto interno, miró a Esther y acto seguido a sus padres. - ¿Me permitís un momento? – les preguntó Ambos asintieron, y el joven pidió a su novia que lo acompañara a la cocina, a lo que accedió sin problemas, al entrar, cerraron la puerta tras de sí. Luis se apoyó en la mesa, abatido. - ¿Y bien? – preguntó a Esther. - ¿Y bien qué? – contestó ella confusa. - Antes, cuando no sabías lo que hacía, podía soltarte cualquier excusa para justificar mis misiones en el extranjero, pero – se dio la vuelta – ahora ni puedo ni quiero mentirte… y quiero saber qué opinas de esto. La chica sonrió tiernamente, pero acto seguido bajó la cabeza apesumbrada. - No hay nada que yo pueda decir al respecto – lamentó – no se trata de una banalidad, se trata de… tu hermana… y seguro que estás deseando hacer lo que sea para traerla de vuelta. - Si – admitió él – pero desde el momento en que supiste a qué me dedico tu opinión ganó tanto peso para mí como la de mis padres o la de Erik… por eso necesito saberlo… Esther lo miró a los ojos, ella, al igual que él, se debatía ahora entre lo que quería y lo que debía hacer. - La duración del viaje será incierta – continuó Luis – y de concretarse todo esta noche saldríamos pasado mañana como muy tarde. Ella bajó la cabeza, tímidas lágrimas asomaban por sus ojos. - Nos hemos… reconciliado hoy… - Por eso necesito que me digas si quieres que me quede algún tiempo más o si directamente no quieres que vaya. - ¿Tu que quieres hacer? - Quiero irme… - contestó el – y quiero quedarme… la decisión, el última instancia, es tuya. - Yo… no quiero que te vayas – admitió Esther – pero eso es egoísta… no… no sé que… decir Luis se acercó a ella y le dio un cálido abrazo. - Tú decides… Ella alzó la cabeza y lo besó - Debes ir – decidió ella finalmente – sólo a cambio de que vuelvas con vida. |
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