Prelude of Twilight

Publicado: 16:58 29/04/2008 · Etiquetas: · Categorías: Saga CastleVania
¿Cuanto tiempo ha pasado desde aquellas famosas imágenes ya (que el manito SMZC publicó muy amablemente en el foro, por cierto)?



Konami ha tenido tiempo, mucho tiempo para desmentirlas o confirmarlas, sin embargo no lo han hecho ¿por qué?

Habrá gente que piense que puede que sea solo un fangame y que la compañia nipona no viera la necesidad de alzar la voz para nada, sin embargo, de tratarse de un fangame o sencillamente capturas fake, el autor, con su obra ya hecha famosa, habría aparecido.

Nada de eso ha pasado.

Ahora echo la vista atrás y leo todo lo referente a aquellas capturas, e incluso me remonto más atrás y leo también las críticas a Portrait of Ruin.

¿Fueron estas capturas liberadas a posta en busca de una primera impresión de los fans que permitiera a IGA saber qué dirección tomar?

Yo creo que sí.

Si lo pensamos, es más que posible... se sabe que IGA busca (inutilmente, porque siempre acaba volviendo a lo mismo) darle un aire nuevo a la saga, quien es o ha sido fan sabe en qué piensan los fans, y les hace caso; mi teoría al respecto es que IGA ha recogido y recoge todo ese feedback para aplicarlo al juego.

De ser así sería un movimiento inteligente por su parte (por primera vez en mucho tiempo) y podríamos encontrarnos frente a un reflejo del caso GBA: Dos juegos experimento (aunque uno de ellos fuera una genialidad salida de las oficinas de Konami Kobe) y el tercero de ellos el definitivo, una genialidad que aproveche todas las características posibles de la consola, equilibrando gráficos y sonido y echando mano de extras como el online (expandiendo lo que fue el cooperativo de PoR) y la conectividad con un hipotético CastleVania Wii (como se desprende de la captura del menú)

En fin... esto no pasa de un simple desvarío, pero me pareció interesante ponerlo.

¿Qué opinais vosotros?

Publicado: 15:15 22/04/2008 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
No sé qué demonios hay contra él pero me parece ridículo ver que, escriba lo que escriba, lo funden a negativos.

Pues por mi parte no, de aquí en adelante un voto positivo a cada mensaje que escriba.

Coño ya.

Publicado: 15:33 14/04/2008 · Etiquetas: · Categorías:
¡Si! ¡Hoy lo he conseguido, me he sacado el teórico!

Bueno va, el exámen era fácil, pero me he puesto a pegar botes de alegría cuando me han dado la noticia...

La verdad es que desde aquí tengo que agradecer su apoyo a mi familia, a cierto pishorra que tiembla por el día en el que me ponga al volante (XD) y a una personita muy especial que me ha dado ánimos constantemente.

Y ahora a entrenar para el Carmag... para la carretera xd

Publicado: 13:28 08/04/2008 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Mucho tiempo hace ya que no le dedico una entrada a una canción, creo que fue a The Prophet's Song

Que casualidad, aquella también era de Queen xD

Bueno, Driven By You no es de Queen exactamente, si no de Brian May, el guitarrista, todo un portento de tío que usaba una guitarra eléctrica con un sonido único e irrepetible.

Freddie Mercury y él eran Queen, sin despreciar a Taylor y Deacon, claro, y es por ello que siempre consideraré esta canción como puramente Queen.

Sin más, amigos míos, os dejo con la que tal vez sea una de las canciones más bellas que he escuchado jamás ^_^



Oh - everything I do I do for you
Oh yeah
We touch and you're afraid of me and
We burn and now I'm at your feet
High speed,but you know you're in safe hands
In the dark we make a brighter light
From one spark to the horizon wide
We trust and together we tame the land - yeah

You'd be forgiven if you think you're dreaming
But we're working night and day to make a dream come true
- yeah
Everything I do is driven by you
Oh - come on babe

Oh well it's tough to make a journey through
The right stuff is dead ahead of you and me
And you know we've still got time
Hold on tight to the driving wheel
This ride is really out of line
Raw deal, but there's no other that's worth a dime

You know I love you but you drive me crazy
'Cos you're saying all the things I want to say to you
You say
Everything I do is driven by you

Everything we do (4x)
Everything we do is driven by you

Inner children lost their way
Now they know the price you pay
I'm holding on to life with you
'Cos life without you just won't do

Driven by you

You know I'm never going to know who's dreaming
But we're working night and day to make a dream come true
- yeah
Everything I do is driven by you

Everything we do (8x)
Everything we do is driven by
Driven by
Driven by you

Oh - everything I do I do for you

Oh - todo lo que hago lo hago por tí
Oh yeah
Nos tocamos y te asustas de mí y
ardemos, y caigo a tus pies
Alta velocidad, pero sabes que estás en buenas manos
En la oscuridad, nuestra luz brilla más aún
Desde una chispa al vasto horizonte
Confiamos en nosotros y juntos domamos la tierra - yeah

Te perdonaré si crees que estás soñando
Pero trabajamos día a día en hacer realidad un sueño
- yeah
Todo lo que hago está conducido por tí
oh - come oh babe!

Oh, así es muy duro viajar a través de
lo correcto, que está justo en frente de tí y de mí
y sabes que aún tenemos tiempo
Coge con fuerza el volante
Esta carrera está fuera de la línea
Buen trato, hay otros que no valen un centavo.

Sabes que te amo, pero me vuelves loco
Porque todo lo que deseo decirte me lo estás diciendo a mí
Lo dices
Todo lo que hago está conducido por tí

Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Está conducido por tí

Los niños interiores pierden el camino
Ahora ya saben el precio a pagar
Estoy esperando una vida contigo
Porque una vida sin tí es algo que sencillamente no quiero tener.

Conducido por tí.

Sabes que nunca voy a saber cual de los dos está soñando
Pero trabajamos día y noche para hacer un sueño realidad
- yeah
Todo lo que hago está conducido por tí

Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Todo lo que hacemos
Está conducido por...
Conducido por...
Conducido por tí


Preciosa ¿verdad?

Bueno, habrá quienes no la encuentren romántica, pero a mí me inspira cada vez que la escucho ^/////^

Publicado: 10:12 06/04/2008 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Moonlight Rendez-vous

- ¡Erik! ¿¡Qué estás hacienda aquí!?

- Buena pregunta – respondió el pelirrojo - ¿qué es lo que haces tú aquí?

- Me escondo, obviamente – respondió la muchacha, molesta - ¿Cómo sabías donde estaba?

El pelirrojo alzó la vista, pensativo.

- Digamos que… me lo dijo un pajarito.

- Eso no es una respuesta.

Erik sonrió.

- Lo sé.

- ¿Y para qué has venido?

Amablemente, en un suave gesto, el Belmont tendió el paraguas a Claire, que tardó unos segundos en aceptarlo, haciendo antes un amago de ello, desconfiada.

- Para invitarte a dar un paseo.

Claire Simons arqueó una ceja.

- ¿Sólo eso?

- Y hablar, si quieres.

Erik le tendió una mano que ella agarró, ya fuera con algo más de confianza o simplemente porque no podía levantarse bien ella sola desde aquella posición; la joven se sorprendió por la fuerza y la seguridad con la que él la agarró y tiró, estabilizándola prácticamente sin que ella necesitara equilibrarse.

Cuando la soltó, Claire se miró la mano y, acto seguido, lo miró a él.

- ¿Pasa algo? – preguntó el muchacho, confuso por su mirada.

- ¿Eh?... ¡No! ¡No! ¡Nada! – por un momento, el Belmont sonrió, divertido por su extraña reacción.

- Entonces vamos – la invitó mientras se volteaba hacia la salida del callejón.

- ¡Eh, espera! – lo detuvo la chica, alargándole el paraguas - ¿Vas a ir así? ¡Te vas a mojar!

- Oh, no – negó él, tranquilo – ya me he empapado bastante hoy, un poco más no se va a notar.

Acto seguido echó a andar, con Claire detrás, despidiéndose ésta de todas las chicas, con el paraguas cerrado, y mientras daba las gracias a la de la entrada del callejón, Erik salió de éste y observó la calle, en la que ni se había fijado.

A pesar de la lluvia, que había arreciado un poco desde el fin de su conversación con Genya Arikado, ésta vez el bullicio se había apoderado de las calles de París.

- ¡Gracias a dios! – Exclamó aliviado para sí – empezaba a parecer una ciudad fantasma.

En ese momento sintió un ligero empujón por detrás, y un fino brazo que se pegaba al suyo tímidamente.

- Pues si no vas a llevar paraguas – decidió Claire con voz avergonzada – al menos lo compartiremos… no puede ir uno seco y el otro empapado.

Así, se empujaron el uno al otro hasta adentrarse en el río de gente, una vez mezclados en la multitud, Erik agarró el paraguas junto a ella.

- ¿¡Se puede saber qué…!?

- Si nos separamos – explicó el pelirrojo – vamos a acabar uno seco y el otro empapado igualmente, y además perdidos (no conozco París demasiado bien), así que más vale ir cogiditos de la mano.

Claire le dio la razón cuando se metieron en mitad del flujo en direcciones contrarias y Erik casi tuvo que abrirse paso por la fuerza.

- ¿Y a… adonde… quieres ir… exactamente? – preguntó con dificultad la joven mientras avanzaban entre el gentío.

- ¡Primero a una lavandería pública y después a unos baños! ¡Públicos a ser posibles! (¡Me cago en…! ¡Casi me roba la billetera!) ¡El resto ya lo decidiremos con tranquilidad!

- ¡Entonces sígueme! – Indicó ella – ¡Esos ya los tengo localizados!

Siguiéndola, salieron de la corriente humana por la orilla opuesta por la que habían entrado y se adentraron en otro callejón, bastante más alejado de su punto de origen de lo que Erik pensaba, en él, de forma casi providencia, estaban situados unas duchas y una lavandería pública, uno en frente del otro.

- ¡Las duchas! – exclamó la chica - ¡Vamos ahí primero, venga!

El pelirrojo la siguió casi arrastrado, era más que evidente que ella tenía mucha prisa por lavarse.

“Debe sentirse sucísima” pensó, sintiendo algo de lástima por ella.

Pero no sucia de cuerpo, si no de mente, no podía imaginarse cuanto tiempo había pasado la muchacha en aquel callejón, y cuantos la habrían confundido con una prostituta.

Sintió un odio irrefrenable contra aquel borracho, y contra cualquier posible cliente de aquel sitio.

- ¡Ey! ¿No te vas a duchar? – le preguntó Claire, sacándolo de sus cavilaciones – Si te has mojado tanto como dices, debes de tener frío.

No lo había pensado, pero sí, estaba calado hasta los huesos.

- Me vendrá bien un poco de agua caliente – admitió.

De vuelta a la realidad, echó un vistazo al lugar, le recordaba bastante a las duchas de una piscina pública, un pasillo largo, de paredes y suelo forrados con baldosa y azulejo blancos, con una elevación y bancos anchos en el centro, y una barra de metal con perchas colgando, a los lados estaban las duchas, pequeños habitáculos en los que cabía una persona con apenas un poco de holgura, cerrados por mamparas semitransparentes, los focos halógenos, ya deteriorados e incapaces de dar una iluminación decente, otorgaban al lugar un aspecto bastante triste.

Le sorprendió el hecho de que estuviera vacío.

- Es el que utilizan las prostitutas de ese callejón – comentó Claire, como si hubiera podido adivinar sus pensamientos – por eso aquí nunca viene nadie… si apareces antes de que ellas acaben el turno, se está bastante tranquilo.

Sin decir palabra, contempló cómo la muchacha se metía en una ducha al lado de donde él se encontraba, decidió observar, sin saber por qué, mientras ella se desvestía y colgaba las prendas en la mampara.

Primero el calzado, la camiseta, los pantalones, el sostén (sus pechos, ya liberados, tenían una silueta preciosa), la braga…

Sintió una presión en el pecho y unos nervios terribles en el estómago mientras la veía desnuda a través del cristal semitransparente; no la veía en realidad, era sólo su silueta, su sombra, pero sólo con eso sintió su corazón latiendo al punto de estallar.

- No debería haber leído “precisamente” Carmilla – dijo para sí mismo mientras Claire abría el grifo.

- ¿Decías algo? – preguntó ella, alzando su voz sobre el chapoteo del agua.

- ¿¡Eh!? – se sobresaltó – no… nada, nada… - disimuló – voy a meterme en la ducha yo también.

- En la bolsa de deporte tengo una esponja y un bote de gel de reserva – indicó la joven - ¡Úsalos si quieres! Tendremos que compartir toalla, eso sí.

Erik se encendió como una bombilla, imaginándola a ella cubierta sólo por una toalla.

“Razona coño” pensó “RAZONA” “¡No uses la cabeza de abajo para pensar!”

En un momento, deseando sólo llenar su mente de otro tipo de pensamientos, se desvistió y se metió en la ducha que tenía justo en frente, su primera reacción al entrar en ella fue dejar caer sobre sí un largo y potente chorro de agua helada.

- Esto – murmuró – está mucho mejor.

Algo no iba bien, no había tardado en darse cuenta de ello, en apenas treinta minutos se había obnubilado por completo, había golpeado a aquel hombre por insultarla – “¿Realmente era necesario recurrir de tal forma a la violencia?” – y ahora acababa de… ni se atrevía a pensar en ello, se avergonzaba de sí mismo por haber imaginado semejante cosa.

“Calma, Erik… ¡Calma! ¡Céntrate!” pensó desesperadamente “Estás pasando por una mala época, eso es todo”

Pero en el fondo, algo le decía que era más que eso, mientras estrujaba la esponja para que el gel penetrara en ella pensó que, en una mala época, le bastaba con leer un poco para aclarar sus pensamientos… sí, incluso el Carmilla de Le Fanu le devolvía las ideas a su sitio.

Era mucho más que eso, su juicio estaba completamente nublado.

¿Cómo podría tener buen tino si, de repente, una silueta femenina – “pues anda que no he visto veces desnuda a Adela” – le hacía actuar como un tonto?

Escuchó como, a su lado, se abría la mampara y Claire salía, tras cerrar el grifo.

- Si sales ahora te despellejo – se dirigió la muchacha a donde él se hallaba – voy a vestirme.

¿¡Iba a vestirse!? Ergo, estaba completamente desnuda… se dio la vuelta instantáneamente, sin saber exactamente por qué ya que no podía verla, en ello resbaló y, por mantener, el equilibrio, se dio un sonoro cabezazo contra la pared, callándose como pudo el grito de dolor que estuvo a punto de soltar - ¿Y por qué se lo callaba? ¡Dolía mucho!

Mareado, se estabilizó y terminó de enjabonarse, el agua de la ducha estaba templada, por lo que le resultó agradable terminar de hacerlo sin más incidentes.

Se dispuso a salir, cuando se acordó que él estaba totalmente desnudo.

- Er… ¿Me prestas la toalla, por favor?

- ¡Claro! Abre un poco la mampara…

La abrió y alargó la mano, pasaron unos 30 segundos antes de que la muchacha le pusiera la toalla en la mano, ligeramente disgustado notó que aún estaba húmeda.

“Con esto no puedo secarme el pelo” pensó “iré directamente al cuerpo”

Se la llevó al hombro derecho con el fin de empezar ahí y seguir por el tórax hasta el izquierdo, en ese momento notó que, al contrario de lo que estaba acostumbrado, esa toalla olía embriagadoramente bien…

Dejó de secarse y, acercándosela a la nariz, aspiró con fuerza.

Era… no tenía palabras para describirlo.

Sencillamente olía a ella.

“Un momento, un momento” pensó de nuevo “A santo de qué hago esto”

Bufó, había permitido que su juicio se nublara de nuevo.

- ¡Bah! – exclamó mientras colgaba la toalla en la mampara y usaba su aura para calentar y secar su piel.

Molesto, la cogió y enrolló en su cintura, tapando así sus partes pudientes y asegurándose de que podía salir.

- ¡Oh! ¿Ya estás? – le preguntó Claire al verlo, con aspecto de estar aburrida – Has tardado lo tuyo, en ese tiempo yo podría haberme lavado tres veces.

- Me gusta relajarme cuando me ducho – respondió él, escuetamente, mientras cogía sus pantalones y sus calzoncillos – date la vuelta, por favor.

La joven se volteó, algo que lo relajó lo suficiente como para recuperar su “estado normal”

- He oído antes un golpe, mientras te duchabas ¿estás bien? – preguntó ella, interesada.

- Ah, si – recordó – un simple resbalón… estoy acostumbrado.

- ¿Eres torpe en la ducha?

- A veces – se abrochó los pantalones – sobre todo cuando me estoy enjabonando.

Claire se rió disimuladamente.

- Se supone que deberíamos estar luchando ahora ¿sabes? – le espetó la chica, mientras lo miraba disimuladamente – recuerda que tú y yo somos enemigos.

- Para serte franco – el pelirrojo cogió el camisa y, dándose la vuelta para mirarla, comenzó a abrochársela – pensaba olvidarme de ello por unas horas, tú – sonrió – podrías hacer lo mismo.

- Supongo – aceptó ella, sonriendo también – siempre que me asegures que no es una trampa.

- Te doy mi palabra.

- ¿Lo prometes?

- Un Belmont – cogió la corbata – nunca miente.

La sonrisa de Claire se acrecentó, conforme.

- Y bueno ¿Cuál era la siguiente parada?

- La lavandería – contestó él – por supuesto.

Habiendo terminado allí, la pareja salió y, en dos pasos, entró en la lavandería situada justo en frente, al Belmont le sorprendió que fuera incluso aún más oscura que las duchas, pero a la muchacha no pareció importarle.

- Hay cuatro lavadoras que están estropeadas y funcionan sin monedas – indicó – esa, esa, esa y esa – señaló cuatro que estaban situadas en zigzag, colocadas casi estratégicamente, ella se fue a la de más al fondo, pero él, para su sorpresa, cogió la del otro extremo.

- Tenemos toda la ropa empapada, así que habrá que ir por partes – resolvió Erik, mientras se quitaba la camisa de nuevo.

- Totalmente de acuerdo.

El pelirrojo apartó la vista al ver que Claire empezaba a desnudarse y, al igual que él, se quedaba en ropa interior.

- Y dime… ¿Qué es lo que quieres exactamente? – preguntó ella desde su sitio.

- Ya te lo dije antes – contestó él – necesito hablar contigo.

- Bueno… ¿Y por qué no empiezas aquí?

Erik suspiró.

- Aquí sólo vamos a permanecer media hora, a lo sumo, suponiendo que lavemos y pasemos por la secadora nuestra ropa interior también (que lo haremos, al menos yo), me gustaría conversar en un lugar un poco más tranquilo, si no te importa.

- ¿También te pondrás en el otro extremo del lugar donde hablemos? – preguntó con sorna la muchacha.

El pelirrojo torció el gesto.

- ¿Dejarías que un tío el calzones se te acercara estando tú en sujetador y bragas?

- No.

- Pues ya está.

- ¿Pero acaso un tío en calzoncillos no estaría deseando acercarse a una chica que está en sujetador y bragas?

- Créeme, ahora mismo no lo haría – respondió él, azorado.

- Oh ¿es que no te gustan las mujeres? – se burló ella.

- ¿¡Tú has oído hablar de algo llamado caballerosidad!? – exclamó Erik en respuesta, notablemente molesto.

Tras aquello, Claire se guardó silencio.

Ninguno de los dos dijo una palabra en un buen rato, él molesto por las burlas de la muchacha y ella por la respuesta del Belmont, recogieron su ropa de la lavadora, la metieron en la secadora y siguieron esperando.

- Que conversación más interesante – sarcasmeó Claire en un momento dado, con hastío.

- Lo siento ¿Vale? – respondió Erik, con irritación - ¡Sencillamente no me gusta que se burlen de mis formas!

- No había dicho nada al respecto de eso, don susceptible.

Erik bufó, la miró directamente por un momento, en el que la pudo ver sonriendo tristemente, con nostalgia.

- Caballerosidad ¿eh? Puede que seas el primer hombre que conozco que realmente demuestra tenerla.

El pelirrojo agachó la cabeza, arrepentido… puede que Claire simplemente estuviera bromeando.

- Perdona por haberme burlado de ti – se disculpó la muchacha – hace tiempo que no trato con nadie así, de igual a igual.

Erik no dijo nada, pero por la expresión de su rostro se notaba claramente que aceptaba la disculpa.

Pasó un rato hasta que las ropas de ambos se secaron y se vistieron con ellas, metiendo en esta ocasión en la lavadora su ropa interior, sólo que esta vez, lo más cercanos posible el uno del otro.

- ¿Haces esto todos los días? – la interrogó Erik, mientras miraba el interior de la lavadora que usaba él.

- Me gusta mantenerme limpia…

El muchacho sonrió.

- Caballerosidad… ¿Lo que has dicho antes lo piensas de verdad o es tan sólo un halago?

- ¿Halagos? – Claire rió sarcásticamente – no se me da bien mentir… hasta ahora eres el único adversario al que me he enfrentado que ha demostrado tener algo de honor.

La joven se apoyó en la lavadora al lado de la de Erik al terminar de hablar, lo miraba con una semisonrisa en los labios, entonces éste se levantó y, para su sorpresa, clavó sus ojos en los de ella.

Ninguno de los dos habló, ninguno de los dos se movió, simplemente se limitaron a sostenerse mutuamente la mirada.

“Quiero verla” pensó él, mientras intentaba escrutar de nuevo en aquellos ojos “Quiero ver a la verdadera Claire Simons” “¡Aquella con quien he luchado dos veces!”

Sin embargo, no lo conseguía, aquellos ojos acuosos parecían ocultarle sus pensamientos esta vez, tras una fuerte barrera de sarcasmo y socarronería.

- ¿Por qué te proteges ésta vez? – preguntó directamente a la muchacha.

Ella sacudió la cabeza y le dirigió un gesto de incredulidad.

- ¿Qué?

- Tú y yo hemos luchado dos veces – se explicó – y en ambas me he enfrentado a una Claire diferente a la que tengo ahora ante mí, incluso tu tono de voz es distinto… ¿Por qué?

Estaba convencido de ello, sin embargo había generalizado, ya que al encontrarla en el fondo del callejón, al salir de éste y al pedirle disculpas, la Claire que hablaba era la joven simpática y vivaracha a la que ya se había enfrentado.

“¿Por qué te escondes de mí?” – la cuestionó mentalmente, a sabiendas de que ella no podía oírle.

- ¿Sabes lo que es la desconfianza, Erik? – preguntó ella, cruzando los brazos mientras miraba al suelo, con tristeza.

El pelirrojo arqueó una ceja ante aquella pregunta.

- En tres años de huída – continuó – he tropezado con muchos, gente que me ha prometido ayuda y ha acabado fallándome, intentando aprovecharse de mí o tendiéndome una trampa para ganarse la recompensa y el favor de la iglesia… no sé si lo hago conscientemente, pero – lo volvió a mirar directamente – créeme, tengo motivos para mostrarme defensiva ante cualquiera que intente acercarse a mí, y no te ofendas, pero no eres una excepción.

El joven Belmont asintió, la comprendía a la perfección, pero… justo era eso lo que le impedía ver en su interior, algo que necesitaba lograr para tomar una decisión.

- No puedo convencerte de lo contrario – reconoció – pero yo soy alguien a quien no le gusta servirse de tretas para alcanzar sus fines – se volvió a agachar, la lavadora había terminado – lo comprobarás con el tiempo.

- Eres un iluso por pensar que – saltó sobre la fila de lavadoras para colocarse en el extremo opuesto, sacó su ropa interior de aquella que se la estaba lavando y la metió en la secadora – llegaré a confiar en ti por las buenas.

- Y tú – respondió él – demasiado confiada si crees que no llegaré a lograrlo.

Cruzaron sus ojos de nuevo, cada uno a un lado de la hilera de máquinas, sonriendo y mirándose desafiantes, en un momento dado Claire se rió, sonriendo divertida ante la actitud del Belmont.

- Tienes espíritu luchador ¿Eh? ¡Muy bien! ¡Acepto tu desafío!

Erik quedó confuso al ver como ésta le tendía la mano, la miró y después miró su rostro, reconociendo en él a la Claire juguetona que lo desafió la otra vez, con el único fin de animarlo.

Por seguir el juego, le dio un apretón.

- So… warm… - murmuró ella al sentir la mano de Erik sobre la suya.

Le salió sin querer, ya que simplemente lo pensó, pero no era otra cosa que una proyección de sus sentimientos, ya que al entrar en contacto con él había sentido cierta… calidez.

Entonces, sólo por un momento, su mente se abrió a la posibilidad de que Erik estuviera siendo sincero con ella.

Alzó la vista y lo miró a los ojos, éste le dirigía también una sonrisa, pero no desafiante, como la de antes, si no amistosa, cálida como había pensado en un principio.

Por un segundo, su corazón latió a un ritmo frenético bajo su pecho.

Deseó confiar en él.

La campanilla de aviso de la secadora sonó entonces, avisándolos de que su ropa interior al fin estaba lista; Erik aprovechó que las lavadoras le llegaban a la cintura para ponerse sus calzoncillos sin hacer demasiados malabarismos, pero Claire se tuvo que poner de espaldas e incluso agacharse.

Dio a Erik el susto de su vida cuando le pidió que le abrochara el sostén, cosa que hizo con manos temblorosas.

- ¡Se te da bastante bien! – bromeó ella a la salida.

- ¡Calla! – contestó Erik, ruborizado - ¡Me ha llevado diez minutos!

Arribaron de nuevo a la calle tras alcanzar la entrada del callejón, ya había anochecido completamente, por lo que las luces, ya encendidas, daban a los edificios un aspecto deslumbrante.

Boquiabiertos, observaron no sólo la calle en la que se encontraban, si no que miraron más allá, y lo vieron también.

- París – comentó Erik para sí mismo – la ciudad de la luz… y con razón ¡Ahora entiendo por qué a Simon le gusta tanto!

- Es… - opinó Claire, absorta – hermosísima.

La veían como no la habían visto desde que estaban allí; para Claire, hasta ese momento, otro nido de escondrijos y otro callejero a memorizar para despistar a sus perseguidores, para Erik, otro campo de batalla.

¿Cómo se vería desde la azotea de un edificio?

Envidió a su hermano por saberlo.

El Belmont decidió aprovechar la coyuntura para ver todo lo que pudiera de la ciudad.

- ¿Seguimos? – preguntó a la joven.

- ¿Eh? Si, si, claro – aceptó ella, saliendo de su embelesamiento.

Para no agobiarse en la muchedumbre, decidieron de mutuo acuerdo caminar por la acera en la que se encontraban en aquel momento, si bien era cierto que no había demasiado escándalo, pero la multitud era increíblemente espesa.

Caminaron lentamente, casi sin hablar, hasta salir de la calle a una avenida, más grande y con la gente más dispersa, allí miraron a un lado y a otro y decidieron torcer a la derecha, encontrándose sin pretenderlo en la orilla del Seine.

- ¡Vaya! – exclamó el pelirrojo con satisfacción – creí que me iba a marchar de Francia sin verlo.

Claire sonrió.

- Es muy bonito.

El muchacho alzó la vista y miró a los edificios y el horizonte.

- Cuando nuestro viaje acabe me gustaría volver… difícilmente me paro a ver una ciudad desde el punto de vista turístico ¿sabes?

Ella lo miró entonces, extrañada.

- ¿Nuestro? – Preguntó - ¿Va alguien más contigo? ¿O se trata más bien de…?

- Mi hermano Simon y un amigo mío, Luis – la interrumpió él.

- ¿¡Tres!? – exclamó - ¿No exagera un poco la hermandad?

El pelirrojo rió.

- ¡Tranquila, si no es por ti! ¡La verdad es que la misión de capturarte llegó casi de rebote, nosotros habíamos ido a solicitar una misión voluntaria!

- ¿Voluntaria? – preguntó extrañada – Eso suele ser muy raro ¿no? ¿Qué ha sucedido?

El gesto de Erik se entristeció.

- Mi cuñada Alicia – explicó – la novia de Simon… y hermana de Luis… fue raptada hace ya casi un mes por un vampiro.

Claire palideció.

- ¿¡Qué!? ¿¡Como fue!?

El Belmont le contó todo lo que sabía, sin entrar en detalles.

- ¡Vaya! Eso es… había oído cosas, rumores, pero no imaginaba que se tratara de una Fernández – reconoció.

- ¿Tiene algo de particular? – la interrogó él, sin quitar la vista al agua del río.

- Bueno, ya sabes – respondió – Todo el mundo sabe que los Belmont y los Fernández estáis muy unidos…

Erik torció el gesto.

- Si estás insinuando algo, mejor que lo dejes y me lo sueltes directamente… no me gustan las medias tintas.

Claire exhaló aire con fuerza.

- Como ya me has dicho, Erzabeth Barthory y Orlox han regresado ¿no? Esos eran vampiros muy cercanos a Drácula ¿Podría significar que…?

- Mi tío Julius – la cortó – selló tanto a Drácula como a CastleVania, se necesitaría la sangre fresca de un Belmont para romper ese sello… ¡Drácula no va a volver!

La muchacha sonrió, sarcástica.

- Ni tú mismo te lo crees ¿verdad?

Erik tragó y saliva y guardó silencio.

- ¿Puedo serte sincero?

- ¡Claro!

- Es uno de mis mayores temores desde aquella noche – reconoció – porque fue Orlox quien derrotó a Simon, y Luis y yo tuvimos que enfrentarnos a la propia Barthory.

- Madre mía…

- Si, lo mismo digo.

Tras aquello dejaron de hablar durante un tiempo, Claire notó que el estado de ánimo de Erik había decrecido considerablemente, y en cierto modo se sintió culpable por ello, a fin de cuentas, pensó, a nadie le gusta que alimenten sus miedos.

- ¿A dónde quieres que vayamos ahora? – preguntó, intentando romper el hielo.

- Bueno… - contestó el pelirrojo sin mucha gana – me gustaría cenar algo, llevo casi medio día sin meterme nada entre pecho y espalda a parte de un mísero refresco.

La muchacha sonrió ligeramente.

- Deja de insinuar y suéltalo – espetó – A mí tampoco me gustan nada las medias tintas.

Erik se sonrojó.

- No quería decirlo así pero vale – se resignó - ¿Quieres venir a cenar conmigo?

La sonrisa de la joven se acrecentó.

- Esa es una curiosa invitación para hacerle a una enemiga.

- Ya te he dicho – se ruborizó – que por esta noche no somos enemigos ¿Quieres o no?

- ¡Claro! – aceptó – pero te aviso: te voy a salir cara.

- Bah, no será para tanto.

Un potente gruñido, procedente del estómago de la chica, lo convenció de lo contrario.

- Lle-llevo dos días sin probar bocado – confesó Claire, avergonzada.

Erik ahogó una carcajada.

- ¡Vaya! – exclamó – en principio pensaba meternos en alguno de esos restaurantes parisinos de lujo, pero no creo que te sacies fácilmente… igualmente, no importa ¿te gusta la comida china?

- ¡Por supuesto!

Erik la cogió de la mano de nuevo, con la misma firmeza con la que la levantó del suelo en aquel callejón.

- Pues relativamente cerca de aquí está el chino donde François y Elisabeth suelen pedir la cena… ¡Ponen mucha comida! ¡Sígueme!

Hizo bien en añadir el “relativamente” a la frase, ya que pasaron entre cuarenta y cinco minutos y una hora avanzando hasta arribar a su destino, el restaurante “Le Porc Chonois”, al principio dieron unas cuantas vueltas buscándolo, hasta que se dieron cuenta de que se encontraba en los últimos pisos de un rascacielos, Erik se quedó a cuadros al verlo.

- O es muy bueno o es muy malo – murmuró - ¡No veas el sitio!

Algo más relajadamente, subieron – afortunadamente en ascensor – hasta la vigésimo novena planta, allí ambos – especialmente el pelirrojo – se sorprendieron por la pulcritud del lugar, así como el excelente trato que les dispensaban los camareros. Al tomar mesa, parecían casi aturdidos, tanto que ni se daban cuenta del espectáculo que se alzaba, majestuoso, a su derecha, a través del ventanal.

- ¿Tú sabías que era así? – le preguntó Claire, mientras leía atentamente la carta.

- ¡Ni de coña! – Admitió – cuando pienso en un restaurante chino siempre imagino lo mismo.

Pasaron un rato estudiando la carta, de vez en cuando ella comentaba cosas como “esto tiene que estar buenísimo” “¿Con gambas? ¡Ni me lo pienso!” “Hace años que no pruebo el Ku-Bak” “¿Deberíamos tomar antes una ensalada?” “¿Pero que dem…?”

- Oye Erik – llamó la atención del pelirrojo, levantando la cabeza - ¿Qué es “hormigas suben al árbol”?

- ¡Oh! Te va a encantar – contestó él – es como el Ku-bak pero con fideos de arroz inflado ¡Y la salsa que se usa es de setas!

- ¿¡En serio!?

Ante el asentimiento del pelirrojo, volvió a hundir la cabeza en la carta, canturreando alegremente.

Al cabo de un rato, apareció un garçon a tomar nota de lo que querían, Erik pidió 6 platos, lo que ya le pareció exagerado, hasta que Claire empezó a enumerar los suyos y llegó a la friolera de ¡9 platos!

Instintivamente, se llevó la mano a la billetera, donde se hallaba su tarjeta de crédito, en su bolsillo trasero… menos mal que no la había usado desde que la solicitó.

Lo primero en llegar fue la ensalada, el único plato en común, junto con una botella de vino rosado – “¿Qué hace un abstemio como yo bebiendo vino?” se preguntaba el Bemont mientras bebía el primer sorbo -, mientras la degustaban, Claire miró por la ventana un momento, devolvió la vista a la bandeja de ensalada y, un segundo después, volvió a girar la cabeza, estupefacta.

- ¡WAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡Erik! ¡Mira eso!

Preguntándose qué la había hecho reaccionar así, Erik siguió su mirada y, la vista que se encontró al hacerlo fue tan hermosa que lo dejó con la boca abierta, dejando caer el trozo de endivia que acababa de meterse en la boca.

- Que espectáculo tan…

- Sublime…

Frente a ellos, por encima de toda la ciudad de París, se alzaba la Torre Eiffel, enorme y lejana, brillante bajo la lluvia, con la luna brillando difusa a su lado, oculta por las nubes, cada vez menos espesas.

Era una vista preciosa, maravillosa.

“Romántica” pensaron los dos al mismo tiempo.

- Em… ¿nos terminamos la ensalada? – sugirió la muchacha – van a traer los próximos platos y aún no la habremos acabado.

- S-si… tienes razón.

Aún impresionados, siguieron comiendo, pero ninguno de los dos retiraba durante mucho tiempo la vista de aquella magnífica estampa; los dos primeros platos – Dos rollos de primavera para Erik y Arroz con Curry para Claire - llegaron justo cuando Claire devoraba el último pedazo de Surimi, y entonces un extraño relax se apoderó de los dos.

- ¿Sabes? – comentó la joven tras comenzar su plato, sin dejar de mirar a la ventana – no me arrepiento en absoluto de haber aceptado tu invitación.

El Belmont sonrió de oreja a oreja.

- Llego a saber esto y les digo de venir a cenar aquí cada vez que quisieran pedir comida china.

Cortó por la mitad ambos rollos y les echó salsa agridulce, no se sorprendió al ver que su compañera devoraba su arroz a toda velocidad, incluso sonrió, divertido y conmovido a partes iguales.

Iba a comenzar cuando ella levantó la cabeza y lo miró, sonriendo a su vez mientras masticaba.

- ¡Sonríes! – tragó - ¡Estás sonriendo!

- Claro – dejó de mirarla de improviso, disimulando, y atacó sus rollitos - ¿Por qué no iba a hacerlo?

- Antes te pusiste de mal humor… no pretendía haberte entristecido.

Alzó la vista sin levantar la cabeza, y la vio, ahí estaba de nuevo otra vez.

“Esta” pensó “Es la Claire a la que yo quería ver”

- No pasa nada – la excusó – no estaba ni triste ni malhumorado, solo… preocupado ¿Sabes? Mi tío perdió la memoria a raíz de ese combate, y mis padres desaparecieron tiempo después, al investigar un supuesto espejismo en la zona donde antes se asentaba el castillo – su sonrisa adquirió un cariz de tristeza – no quiero ni imaginar que sus sacrificios fueran en vano.

- Bueno – contestó ella – en todo caso, no era más que una hipótesis.

El pelirrojo terminó con uno de los rollitos y empezó con el otro, mientras Claire daba punto y final a su plato.

- Por cierto, dime… - intervino él de repente, dejando de nuevo de comer - ¿Cuál es la razón de tu viaje?

- ¿Eres amnésico? – rió la joven – ¡Te recuerdo que estoy huyendo de la institución más grande y asentada del mundo! ¿Qué otra razón tengo para viajar?

- Bueno, - se encogió de hombros – por más grande que sea la iglesia, no puede intervenir allí donde no tengan poder para hacerlo… ya sabes, en regiones no católicas – cogió un trozo grande del rollito, el último, y lo devoró con avidez – además, he revisado tu historial de viajes y no has salido aún de Europa… ¿Por qué?

- ¿¡Has revisado mis viajes!? – preguntó la muchacha, entre sorprendida y escandalizada.

- Naturalmente – contestó – necesitaba hacerlo para mi investigación.

- ¿Investigación? ¡Tu deber es cazarme! ¡Averiguar mis movimientos futuros y no basarte en los pasados! – cruzó las manos delante del plato, que un camarero retiró junto al de Erik – además, no es algo que te pueda servir de nada, son totalmente aleatorios, como habrás podido comprobar.

- Cierto – confirmó el pelirrojo mientras pasaba suavemente la servilleta por su boca – llevas razón en todo lo que dices… pero es mi forma de actuar – adoptó la misma posición que ella, mirándola fijamente a los ojos – y me resulta curiosa esa aleatoriedad… necesito conocer la razón.

Claire torció el gesto, inconscientemente apartó su mirada de la de Erik, le resultaba penetrante, inquisidora.

- ¿Tan importante es?

- Podría ayudarnos… a los dos.

Volvió a mirarlo, la mirada que ella le dirigía ahora era de reproche, sus ojos se humedecieron.

- Al igual que tú, yo también busco a alguien.

Erik tragó saliva.

- ¿A quién? – insistió - ¿Quién más ha des…?

No lo dejó terminar.

- No es lo que tú crees, la persigo por venganza.

El reproche dio lugar al odio, y el odio a la tristeza, el Belmont se dio cuenta de que había hecho surgir un recuerdo desagradable.

“Mejor dejar el tema” pensó “Aquí no”

Los dos platos siguientes llegaron enseguida, Arroz Ku-Bak para ella y pollo a la pekinesa para él. Ambos esperaron a que los camareros terminaran su preparación antes de volver a hablar.

- Lo siento – se excusó el pelirrojo – no debería haber sacado el tema, ha sido una… descortesía por mi parte.

Ella asintió con la cabeza, aceptando la disculpa.

- Supongo que me lo debías… antes yo también te he hecho sentir mal a ti… - se llevó una cucharada del arroz, aún hirviendo, a la boca - ¡Dios, que bueno está!

Erik sonrió.

- ¿Podrás con los 9 platos? – preguntó risueño.

- Sinceramente, no – respondió ella, atacando el Ku-Bak – me van a resultar pocos… ¡Tenía que haber pedido uno o dos más!

El pelirrojo rió y se llevó un par de rollos a la boca.

- ¿Tanto te gusta la comida china?

- Prefiero – tragó – la Italiana, pero la asiática en general también me gusta mucho.

- A mí me encanta – reconoció él – pero prefiero la japonesa, requiere más precisión, y al mismo tiempo es más fácil de preparar.

Ella alzó la vista, parecía sorprendida.

- ¿Sabes cocinar? - Él, que tenía en la boca otros dos rollos, asintió - ¿Y no tienes problemas con esa melenaza?

- Bueno… - contestó – una hábil combinación de rejillas para el pelo, una coleta y todos contentos.

- Vaaaaaaya – apoyó la cabeza sobre una mano, mientras lo señalaba con la cuchara – si tuviera la oportunidad te pediría que cocinaras para mí… tienes pinta de ser buen cocinero ¿sabes?

- ¡Bah! No me halagues tanto – replicó con una muy leve sonrisa.

- ¡No es un halago! Mira tus dedos, son finos y parecen ágiles, además, tienes muñecas fuertes y el pulso muy firme.

- ¿Y eso lo has averiguado mirándome las manos? – preguntó divertido.

- ¡No! – Claire sonrió de un modo un tanto… peculiar - ¡Lo he averiguado las dos veces que me has cogido de la mano!

Sonrojado, Erik se miró la mano izquierda – en la derecha tenía otros dos rollos, los últimos ya de su plato – y después la miró a ella, su sonrisa le daba escalofríos, pero eran unos escalofríos extrañamente agradables.

Entonces se dio cuenta de que algo había cambiado, en su interior, en el ambiente, fuera del edificio… no lo sabía; podía ser el vino, pero lo dudaba, ya que la proporción de comida que se había metido entre pecho y espalda era superior, por ahora, al vino que había bebido.

Pensando en ello dio otro sorbo a la copa – no terminaba de agradarle el regustillo que le dejaba el alcohol en la garganta – y miró de nuevo a la Torre Eiffel, majestuosa e imponente, la densidad de las nubes era aún menor y la tormenta había pasado a ser una simple llovizna.

- Cuesta apartar la vista ¿eh? – le preguntó ella de repente, mirando también.

Sin dejar de sonreír, el pelirrojo asintió, y acto seguido la miró de reojo.

La Torre Eiffel iluminada, de noche, le parecía preciosa pero Claire, por algún motivo, le resultaba aún más bella.

Tenía la sensación de que resplandecía aún más que el propio monumento.

- Mi hermano me dijo que, cuando rescatáramos a Alicia, quería traérsela aquí, a París – comentó, con el objetivo de distraerse – esta noche he comprendido por qué.

- ¿Cómo es, por cierto? – lo interrogó ella, acabando con su arroz Ku-Bak – tu hermano, me refiero.

- ¡Ah, sí! – se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón, del que extrajo la billetera de la que, a su vez, sacó una foto – mira, aquí tengo una foto de los cuatro – alargó la mano para que la joven, que miró la imagen con curiosidad, la cogiera.

Claire la cogió con cuidado de una esquina y la observó detenidamente, en ella aparecían sobre un sofá, a la izquierda, dos adolescentes, sonriendo de un modo un tanto especial, abrazándose, él tenía el cabello corto y negro, con los ojos grises, y ella largo y lacio, de ojos verdes, a la derecha estaba un muchacho corpulento y musculoso, de melena pajiza sujeta en una coleta, y, en el centro, Erik, con una expresión como de sorpresa y un libro de bolsillo en la mano, aparentemente recién bajada, parecía ser un poco más joven.

- Esa foto tiene un par de años – explicó el Belmont – los de la izquierda son Simon y Alicia, el de la derecha es Luis y el del centro… bueno… - carraspeó – estaba tan concentrado leyendo que ni me había dado cuenta de que Adela iba a echarnos la foto.

- No parecéis hermanos – opinó ella alzando una ceja.

- Sí, ya lo sé – respondió él – yo he salido a mi madre, salvo por el color del pelo, que es el de mi padre… mi hermano ha sacado la cara de mi padre, pero su cabello y sus ojos son diferentes…

- No hay muchos Belmont de pelo negro ¿verdad?

Erik negó con la cabeza.

- No, no… en la hermandad hay quien dice que se parece al retrato que hay en una de las galerías de mi antepasado Trevor… la verdad, no tengo ni idea, en todo caso… no sé, él tenía el pelo negro, puede que el gen aún andara por ahí.

Claire volvió a mirar de nuevo la fotografía, la retiró para centrarse en Erik y acto seguido se rió a carcajadas.

- ¿Qué pasa? – preguntó éste.

- Nada, nada, es que… (ay…) no pareces el mismo que en esta foto… sales con un gesto tan gracioso… ¡No pareces capaz de poner esta cara!

El Belmont carraspeó.

- Bueno… me pillaron de sorpresa… desprevenido – articuló avergonzado.

La muchacha le entregó la foto, aún entre risas, mientras llegaba el siguiente plato: sopa de almejas para él y cerdo agridulce para ella.

- ¡Vaya! Esperaba que la sopa llegara primero – comentó, ligeramente decepcionado, mientras guardaba la foto – así habría calentado un poco el cuerpo… - alzó la vista, y vio que Claire aún se reía - ¿Tan gracioso salgo?

- No, no, es que salgas sólo gracioso – se metió en la boca un trozo de carne rebozada con algunas verduras y lo masticó – es que es como ver la otra cara de la moneda ¿sabes? Sales… mono.

- ¿¡Eeeeh!? – Erik se encendió como una bombilla.

- ¡Si, hombre! ¿Ves? ¡Como cuando te sonrojas! – tragó – antes me dijiste que me protegía de ti… que parecía otra… pues bien – sonrió – yo creo que el Erik de la foto y el que tengo ahora delante es el auténtico Erik…

- Bah, yo no necesito… - tomó un par de cucharadas de su sopa – no tengo una razón para esconderme o protegerme.

Ella pinchó tres trozos de carne juntos, los metió en la boca, masticó y tragó, después cruzó ambas manos, plantando sus codos en la mesa, y apoyó la cabeza en ellas.

- Puede – argumentó – que ni siquiera te des cuenta de ello… que no lo notes… pero desde que nos conocemos sé que aparentas ser más serio y arisco de lo que realmente… - sonrió – estoy segura de que te escondes por alguna razón, tal vez no conscientemente, pero lo haces…

El pelirrojo se quedó estupefacto, ella… ¿lo estaba analizando? ¿Cómo podía ver de él más que él de ella?

En todo el rato no se había dado cuenta de que actuaba de una forma totalmente diferente a la habitual.

¿Acaso Claire había logrado excavar en su alma y rescatar a aquel Erik Belmont dormido? ¿O era él quien se lo mostraba voluntariamente? Y si era así ¿Por qué lo hacía?

Muy pocas personas tenían ese privilegio, aquellas a las que quería, con las que llevaba toda una vida.

- Tan… - tragó saliva - ¿Tan transparente soy?

- No lo sé – ladeó la cabeza ligeramente – pero hay algo que me dice que hoy lo estás siendo… para mí.

El Belmont agachó la cabeza, viéndose reflejado en la sopa caliente, miró aquella imagen de sí mismo, pensativo.

¿Se estaba mostrando tal y como era ante alguien con quien había luchado apenas dos veces? ¿Por qué? ¿Qué experiencias había compartido con ella?

Tomó de golpe otras dos cucharadas, el calor y el sabor de ésta lo reconfortaron.

- ¿Te sientes incómodo? – le preguntó la joven.

- N-no – contestó él – incómodo no, extrañado…

Extrañado… porque se sentía desnudo frente a ella… y no le desagradaba.

Ella saboreó y tragó un poco más de carne, lo miraba sonriente, con una marcada expresión de benevolencia.

Azorado, agarró el cuenco e, ignorando la cuchara, le dio un largo sorbo, acto seguido usó ésta para devorar las pequeñas almejas del fondo. Nervioso, casi derrama la copa de vino, que Claire sujetó junto a él.

En ese momento, sus manos entraron en contacto con suavidad.

Se estremecieron.

Erik se retiró con rapidez, ante la sorprendida mirada de la joven, y corrió a los aseos, allí se despojó de su camisa y su corbata y, prácticamente, se duchó en agua fría.

Volvía a perder los nervios.

¿¡Por qué!? ¿¡Qué le pasaba!?

¿Es que era ese el auténtico Erik Alexer Belmont? ¿Aquel que dormitaba en un rincón de su mente?

No… simplemente no podía ser.

Volvió a vestirse y salió, el cuarto plato ya estaba allí, una urna de Dim Sum para dos, con esa salsa de soja avinagrada que tanto le gustaba.

- Perdona – se disculpó – necesitaba pensar un poco… a solas.

Claire no contestó, sonreía, y miró las manos del pelirrojo mientras destapaba el recipiente y lo separaba en dos partes.

- ¡Que buena pinta! – exclamó ella, mirándolos uno por uno - ¿Cuáles son tus favoritos? ¡Cógelos y así nos los repartimos!

- Mis favoritos son todos – respondió él mientras los seleccionaba mentalmente – mejor coge los que prefieras o me los como enteritos.

- De acuerdo, pues yo me quedo con – empezó a señalarlos - este, este, este, este, este y este… y también el de especias ¿te importa?

- ¡En absoluto! – aceptó el con una sonrisa - ¡vamos allá!

Cada uno cogió los suyos, poniéndolos en el plato que, hasta ese momento, no habían utilizado.

Claire volvía a mirarle las manos, mientras él manipulaba ágilmente los dim sum y, acto seguido, cogía su copa para dar otro sorbo.

- ¿Tan fascinantes son mis manos? – preguntó extrañado.

- No – contestó la joven mientras empezaba a echar la salsa sobre su ración – pero no dejo de pensar… que no parecen las de un hombre… no al menos de los nuestros.

Esta vez fue él mismo el que se miró la mano.

- ¿En qué lo notas?

- Bueno… - pasó la salsa y la cucharilla para aplicarla a Erik – son… ágiles, fuertes… pero pese a que empuñas un arma no son toscas… y las utilizas con mucha seguridad – sonrió – eres muy hábil, no me parece algo común entre hombres.

Ahora fue ella la que bebió, apuró su copa de un trago – quedaba casi un tercio – y la volvió a llenar ella misma a la mitad, al pasar el vino por su garganta carraspeó disimuladamente, y volvió a mirarlo, con una extraña sonrisa.

Él tragó saliva, sintiéndose acalorado, por un momento aquella mirada, aquella sonrisa… le resultaron insinuantes… sintió apretarle el nudo de la corbata, pero no hizo gesto alguno, sólo apuró su copa – apenas un cuarto – y la rellenó, rápidamente atacó a sus dim sum, comiéndose el de azuki de un par de bocados, para quitarse el regusto a vino de la lengua.

Claire a su vez empezó a comer, comiéndose el de especias de una sola vez – “hay que dejar que todas se mezclen, si no, no tiene gracia” – y acto seguido el relleno de gamba, ella reparó entonces en que Erik la miraba a los ojos de nuevo, y su sonrisa se acrecentó.

- Tus ojos… - articuló el pelirrojo de repente - ¿puedo decirte algo de ellos?

- Claro – aceptó ella – lo tomaré como una respuesta a lo de tus manos.

Dio un sorbo a su copa – ya no resultaba tan desagradable – y después la volvió a mirar de nuevo, directamente.

- Son… preciosos… extraños y… fascinantes, me encantan… parecen un río encerrado en un bucle… un torrente, con ese brillo tan peculiar…

Claire se ruborizó y agachó la cabeza ligeramente, sonriendo avergonzada, pero sin dejar de mirarlo, Erik se dio cuenta de esto y se asustó, pero no se disculparía, era lo que pensaba y ya está.

Ahora ¿Por qué lo había dicho?

“Ultima copa” pensó “Cuando venga el camarero pido una botella de agua”

- Ahora que hablas de ojos – contestó, casi en un susurro – los tuyos también son muy… curiosos… ese turquesa al lado de esa melena roja… por extraño que suene, queda bastante bien.

Erik se quedó a cuadros.

- Bueno, siempre es mejor que me hayas mirado los ojos y no el escote – bromeó ella, a continuación.

El pelirrojo sonrió por la broma, pero no sabía qué decir.

¿Un piropo? ¿Era un piropo? ¿Por qué?

Calló y siguió comiendo, también sonrojado.

Uno a uno, Claire iba tocando puntos en su corazón… en su alma… que ni el mismo conocía.

Era exactamente lo contrario de lo que él pretendía… era ella quien estaba llegando hasta el mismísimo fondo de su ser.

Y aún así… la estaba conociendo.

Y cada vez tenía más clara su decisión.

Reflexionó, desde el comienzo había tenido dudas sobre el hecho de que ella fuera la responsable de aquellas muertes; él lo hacía siempre así, no prejuzgaba, era justo por eso por lo que, animado por las palabras de Elisabeth Kischine, había decidido “salir” con ella aquella noche.

Finalmente había tomado una determinación pero ¿Por qué esa determinación?

La miró a los ojos ¿Qué es lo que veía?

Una mirada pura, sincera, sin rastro de maldad ni odio… pero sí cargada de tristeza y, en pequeños destellos, resentimiento y desconfianza.

Se sintió invadido por una nueva oleada de odio hacia la iglesia.

¿Qué les podía empujar a acusar a alguien así de un crimen tan horrendo?

Terminó su plato casi al mismo tiempo que ella, ensimismado y serio, Claire por su parte miraba por la ventana, melancólica.

- Desearía que ésta fuera una cita de verdad – articuló de repente con una triste sonrisa.

Erik, que había empezado a tapar las urnas de bambú, se detuvo y la miró con la boca ligeramente abierta, pensando en decir algo sin saber el qué.

- Hace más de dos años – continuó la joven – que no disfruto de algo así… y este lugar es… precioso… ¿Sabes? – conectó sus ojos con los de él – te envidio, tú al menos eres libre.

- Nadie en la hermandad es libre – respondió el pelirrojo mientras terminaba de disponer el recipiente – vamos de misión en misión, eso no es libertad, es simplemente una ilusión.

- Pues – suspiró – me gustaría poder disfrutar algún día de esa ilusión de libertad.

- Y lo harás.

Aquella afirmación la hizo abrir los ojos de par en par, su expresión cambió por completo, y su boca adoptó vagamente la forma de una sonrisa.

Pero de repente agachó la cabeza, negando con abatimiento.

- No, no – replicó – eso… son sólo falsas esperanzas… sé perfectamente como acabará la persecución… son miles de ellos contra mí.

Cabizbaja, se miraba las manos con abatimiento, unas manos ya cansadas, cuya voluntad se quebraba en ocasiones.

Se sorprendió cuando vio la zurda de Erik agarrando la suya, con fuerza, calidez y seguridad.

Levantó la cerviz y lo encontró frente a ella, estirando el brazo, mirándola a los ojos con ardor.

- Eso me da igual, tarde o temprano la justicia pone a cada cual en su sitio – arguyó el Belmont – no sé cuando ni cómo, pero será así.

Ella lo observaba sorprendida, se había quedado sin palabras ante semejante arranque del pelirrojo. Súbitamente sonrió, embargada por cierta ilusión.

- ¿Por qué me dices esto? – le preguntó sin dejar de sonreír.

Erik no contestó, sólo repitió su mueca.

- Estoy oliendo cerdo con guindilla – contestó al cabo de un rato – y adoro el picante.

La joven se echó a reír a carcajadas antes semejante forma de romper el clímax creado, el Belmont la acompañó, riendo entre dientes.

Y en efecto allí estaba el quinto plato, Pollo con bambú y setas para ella y cerdo con guindillas para él.

- ¡Ah, lo estaba esperando! – exclamó él mientras se preparaba para atacar el plato - ¡Ven con papá!

- Espero que hayas pedido algo suave para el siguiente… ¡Pica con sólo olerlo!

Lo observó mientras empezaba a comer, concentrándose en el instante anterior… ¿Por qué había dicho eso? ¿Por qué había reaccionado así? No lograba quitárselo de la cabeza.

¿Había sido sólo para preparar la broma?

No, hubiera sido ridículo y de muy mal gusto, además los elementos que se dieron para ello fueron totalmente aleatorios.

Dio un nuevo sorbo a su copa de vino, ahora que lo miraba bien se daba cuenta de que disfrutaba comiendo, casi parecía un niño frente a su plato favorito, le resultó una imagen muy tierna, hasta el punto de arrancarle una sonrisa.

- ¿Aún sigues pensativa? – le preguntó él, dejando de comer por un momento.

- Un poco – admitió la muchacha.

- ¿Por qué?

Erik se irguió y la miró con cierta preocupación disimulada.

- Bueno… me preguntaba por qué antes reaccionaste de esa… ¡¡¡has bajado la guardia!!!

Juguetona, alargó el brazo y pinchó con el tenedor dos trozos de carne del plato de Erik antes de que éste pudiera reaccionar.

- ¿¡Eh!? ¿¡Pero te has vuelto loca!?

Claire rió y le sacó la lengua.

- ¡Ahora estamos en paz! – volvió a sacarle burla – Vamos a ver qué tal sabe esto.

- Eh… a menos que aguantes muy bien el picante yo ni lo intentaría…

- ¡Bah! Lo dices para asustarme.

- Mira que la concentración de guindilla que esto lleva… – vio con horror como la joven se metía el tenedor de golpe en la boca – AAAAAH

Expectante, la contempló masticar y tragar, la reacción consiguiente no se hizo esperar.

- AAAAAAAAAAAAAGH PICA PICA PICA PICA PICA PICA PICA PICA – gritaba mientras se abanicaba la boca con las manos – AGUA AGUA, QUE ALGUIEN ME DE AGUA O ALGO.

Erik se levantó a pedir agua a los cocineros cuando contempló que, ni corta ni perezosa, Claire se metía entre pecho y espalda dos copas enteritas del vino, respirando finalmente aliviada, pero con un incipiente rubor en las mejillas.

- ¿Estás mejor? – le preguntó, volviendo a su sitio.

- ¿¡Por qué no me habías avisado de que era tan fuerte!?

- ¡Lo he hecho!

- ¡No, no lo has hecho! – empezó a comer rápidamente de su plato – Agh ¡Ahora me sabe toda la boca a vino!

- Te he dicho que no lo intentases a menos que te aguantes bien el picante – replicó con cierta paciencia.

- ¿¡Y cómo puedes aguantar semejante cosa!?

- Bueno… - continuó comiendo – ya te lo he dicho… ADORO el picante.

- Agh… tengo sed.

- Claro – respondió él, levantándose de nuevo – te has encasquetado dos copas de vino de golpe – el vino empanzona pero no sacia la sed, y el alcohol quema rápidamente calorías en su metabolización, así que me da que dentro de poco vas a tener frío…

Se dirigió al mostrador de nuevo para pedir una botella de agua, por el camino tuvo que hacer un gran esfuerzo para no reírse… sonaba cruel, pero lo cierto es que casi le arranca una carcajada.

Consiguió la botella sin ningún problema y regresó, Claire seguía comiendo, parecía de mucho mejor humor.

- Por cierto – comentó, dejando la botella en la mesa – me extraña que no te hayas pillado una borrachera.

- ¿Con dos copas? – preguntó ella - ¡Tengo mucho aguante, hombre!

Fue a coger el recipiente para volver a llenar su copa de vino, pero el pelirrojo la detuvo antes de que la tocara siquiera.

- No-más-alcohol – espetó tajante – y llevas cuatro copas, no dos.

- ¡Oh, venga! ¿Cuál es el problema? Si me emborracho, podrías hacer cositas malas conmigo.

Erik le puso la botella de agua en la mano, la notaba ya bastante achispada.

- Antes de hacer eso me la corto, y no hablo de la mano.

- ¿Es que no te gusto? ¿No te parezco atractiva? – contestó ella echándose hacia delante, moviendo sus hombros de forma sugerente.

El Belmont se encendió como una bombilla y carraspeó.

- P-Prefiero con contestar a eso… anda, bebe un poco de agua a ver si se te va pasando.

La muchacha torció el gesto y se llenó la copa.

- ¿Por qué eres tan severo? – preguntó, juguetonamente molesta – no me va a pasar nada por beber algo de alcohol.

Erik carraspeó de nuevo.

- Pongamos – argumentó – que te dejo seguir bebiendo, pongamos que acaba la cena, cada uno se va por su lado y tú vuelves a ese callejón y te duermes, borracha perdida… al día siguiente te levantas con resaca y resulta que tus perseguidores te encuentran ¿Qué haces?

- Luchar, por supuesto.

- Luchar, si… - come unos cuantos trozos de carne, acompañados por unos pedazos de pimiento – Tienes una resacaza del copón, hasta el más mínimo ruido te molesta, y no digamos la luz del día, no puedes concentrarte, tus fuerzas están mermadas y todo te da vueltas ¿Sabes cual es el resultado de ello? ¡Game Over, Claire!

Era una reprimenda, Claire lo sabía y la acogía como tal, pero el mayor efecto que tuvo en ella fue despertar su curiosidad.

- No tienes por qué ponerte así, tú también has bebido – le reprochó.

- Dos copas – se defendió él - y decidí que sería la última cuando empecé a marearme; yo no bebo, soy abstemio.

- ¿Eres Abstemio? ¿Por qué?

Erik suspiró.

- Porque casi echo a perder mi primera misión importante y le cuesto la pierna a mi mejor amigo.

Aquella respuesta llamó la atención de la muchacha que, a punto de beber, detuvo su brazo y se quedó mirándolo fijamente.

- Fue hace 4 años – continuó – Luis y yo fuimos enviados a Arkham, en Norteamérica, teníamos la misión de recuperar un libro que se había perdido allí y que era sumamente poderoso… el segundo en la lista tras el Necronomicón – llenó su copa de agua y se miró en el reflejo – logramos localizarlo, oculto en la biblioteca de la universidad… esa noche lo convencí para salir de fiesta y cumplir al día siguiente… Luis me dio permiso para beber, yo me pillé una… cogorza… de mil pares de narices… y al día siguiente incluso me costaba dar dos pasos de lo mal que me encontraba pero… - sonrió con tristeza – había que cumplir la misión, cuando entramos a la universidad y encontramos el Des Vermis Misteriis había una bestia custodiándolo… un Licaon, Luis me dio el libro para que saliera de allí mientras él lo fulminaba, pero no era capaz de orientarme y me metí en medio… él me apartó – bebió su agua de un trago – y esa cosa le atrapó la pierna a la altura de los tendones de la rodilla… tú imagina… se lo quitó de encima y salimos corriendo.

- Y… ¿Le quedó bien?

- Ni las cicatrices, el cuerpo de curanderas siempre ha sido excelente… invirtió lo sucedido al hacer el informe para dejarme a mí como el héroe y promocionarme… casi lo degradan… imagina, que si “mal comportamiento en el cumplimiento del deber”, que si “vergonzante actuación en mitad de una misión”, que si “incitar y dar mal ejemplo a un ayudante menor de edad”, que si tal, que si pascual… ¡ridículo! Llegan a saber la verdad y me expulsan de la hermandad.

Al terminar, Claire se dio cuenta de que lo miraba con la boca abierta, a punto de engullir un pedazo de pollo que resbalaba por las puntas del tenedor, finalmente se lo metió en la boca, masticó con rapidez y tragó.

- Vaya, parece que hasta tú cometes errores.

- ¿¡Hasta yo!? – contestó él con los ojos como platos - ¡No soy perfecto! He cometido muchos errores en mi vida… es por eso que ahora soy tan cauteloso.

La joven sonrió de nuevo.

- Por eso digo que “incluso tú”… las veces que nos hemos encontrado has ido siempre con mucho cuidado… das la sensación de medir cada movimiento y pensar cada palabra…

- Nuestros actos y palabras traen consecuencias imprevisibles… sí, soy cauteloso, pero tengo razones.

- ¿Y esas razones son…?

Erik negó con la cabeza.

- Por ahí no voy a pasar – respondió con rotundidad – hablamos de un episodio que me avergüenza aún más que el que ya te he contado… no pienso rememorarlo.

- Ya veo…

Terminaron sus platos en silencio, Claire había acabado por sentirse incómoda al haber revivido en Erik recuerdos desagradables, él por su parte no estaba siquiera molesto pero, de nuevo, se hundió en sus propias cavilaciones.

El sexto plato llegó entonces, Hormigas suben al árbol para ella y ternera al curry para ella, el pelirrojo se sorprendió al ver a la joven pidiendo al camarero que, por favor, y no trajeran más comida, que estaban listos; cuando el camarero se dirigió a él, el Belmont le pidió disculpas y dijo correr con los gastos ocasionados por ello en caso de que los tres platos restantes estuvieran listos.

Al marcharse, Erik la miró muy extrañado.

- ¿Has tenido suficiente con seis?

- Bueno… como tú mismo dijiste, ponen MUCHA comida – se excusó ella.

El joven Belmont sonrió y empezó a comer.

- ¿Qué tal te parece que cocinan aquí?

- ¡De maravilla!

- Pienso lo mismo…

Se detuvo, había una pregunta que tenía que hacerle y que sabía que incomodaría o incluso entristecería a la muchacha, pero que se le había ocurrido de repente y, por alguna razón, le parecía importante.

- Claire…

Ella, que ya había comenzado a comer, alzó la cabeza.

- ¿Sí?

- ¿Cómo fue… el día que tuviste que huir de casa? ¿Quiénes aparecieron para apresarte?

La muchacha lo miró suplicante, Erik comprobó inmediatamente que había sido una pésima idea.

- ¿Es… necesario que conteste a eso?

- Sí – contestó él, arrepintiéndose de su idea.

Claire torció el gesto, resignada.

- Hacía… apenas una semana que había muerto mi padre… entonces vivíamos en una cabaña en la frontera entre Inglaterra y Escocia, en plena campiña… mi hermana estudiaba mientras yo preparaba la leña para la chimenea… mientras me dirigía hacia dentro con un fardo aparecieron, haciendo mucho ruido, y me atacaron por la espalda.

La joven tragó saliva, sus ojos empezaron a humedecerse.

- Me libré por poco – continuó – Hannah apareció para ayudarme y pedir explicaciones… le dijeron que me buscaban… que estaba acusada de asesinato múltiple y conspiración contra la santa madre iglesia… no podíamos creerlo.

- ¿Lo dijeron así, sin más?

- E-enumeraron uno a uno a los finados y su procedencia… casualmente eran de regiones a las que yo había viajado… sola… por la muerte de mis padres, Hannah debía cuidar de la casa y no podía acompañarme… - sonrió con tristeza – cuando superas el examen siendo demasiado joven… muchos papeleos y demostraciones… Hannah los expulsó de allí… se negaban a irse… decían que la acusarían a ella también…

- ¿Se fueron al final? – insistió él - ¿Cómo eran?

- S-sí que se fueron… iban con… armaduras plateadas, algunos de ellos… con una rosa grabada en el brazal derecho… otros trajeados de negro, como agentes de la iglesia… y otros simplemente como cazadores… pero no parecían de la hermandad.

La descripción chocó inmediatamente a Erik, reconoció inmediatamente al primer grupo, los rosablanca, el cuerpo armado de la iglesia, su brazo ejecutor… eran casi mercenarios, ellos nunca participaban en tareas de detención, los otros debían ser agentes, pero… ¿Los demás? Sólo otra organización se permitía usar protecciones y estética como las de la hermandad, pero deformadas.

¿Qué hacían los cazarrecompensas junto a la iglesia? ¿Y por qué estuvieron los rosablanca allí?

La Iglesia nunca enviaba a un grupo heterogéneo, y jamás de los jamases recurrían a un grupo externo ni enviarían a los rosablanca, la más secreta de sus divisiones, a una tarea donde el objetivo fuera sencillamente apresar a alguien.

- Esa no podía ser una misión regular de la iglesia – articuló en voz alta – no tiene sentido que hubiera tanta gente.

- ¿No crees lo que te he dicho? – Preguntó ofendida - ¿no confías en mis palabras?

- No – negó el Belmont inmediatamente – En quien no confío es en la iglesia, y en los cazarrecompensas.

¿Quién estaba detrás de aquello? ¿Y qué pintaban los cazarrecompensas?

De repente, había una pieza que no encajaba.

- ¿Para qué querías saberlo? – preguntó la muchacha, rompiendo el silencio creado de nuevo por Erik en sus pensamientos.

Él salió de sus cavilaciones y la miró directamente a los ojos.

- Ahora sé – replicó – que algo huele a podrido en éste asunto… quería conocer sus intenciones iniciales y, con esto, tengo la seguridad de que esas intenciones no eran las de la iglesia.

“De hecho” pensó “dudo incluso que lo sean las actuales”

Que Rose lo engañara era comprensible, era necesario engañar a los aliados para poder también hacerlo con los enemigos pero ¿La iglesia? ¿Qué ganaba con hacerlo?

Ahora lo sabía, ahora lo tenía claro, debía investigar.

- No juegan limpio – se dijo a sí mismo mientras comían.

De nuevo, silencio, Claire aprovechó entonces para contemplar otra faceta más del pelirrojo, se secó las lágrimas incipientes y, en todo lo que quedaba de cena, se limitó a observarlo.

Aquel Erik pensativo, meditabundo, que se encerraba en sí mismo evitando que nadie pudiera saber qué le pasaba por la cabeza, tan enigmático… le resultó atractivo por unos segundos.

Al terminar ambos y pedir la cuenta, el Belmont le pidió disculpas por su conducta en los últimos minutos, callado y ceñudo, ella no se lo reprochaba, y lo dejó confuso cuando contestó que, igualmente, se había entretenido bastante.

Se tomaron con calma el salir del edificio, a paso lento por las escaleras, los dos a la par, de alguna forma a ninguno le apetecía demasiado irse, para Claire, cruzar aquella puerta suponía volver al callejón.

- ¡La madre del cordero!

A la salida observaron con notable asombro que la lluvia había arreciado de un modo horrible, cayendo aún con más fuerza que en el momento más álgido de la tormenta que, por cierto, parecía seguir ahí, con sus truenos y sus relámpagos. Habían estados tan ensimismados que ni siquiera se habían apercibido de ello.

Erik abrió el paraguas ya en el soportal, ni se dio cuenta de que Claire, automáticamente, agarró el mango junto a él antes de salir.

- Bueno… pues toca volver – suspiró resignada - ¿me acompañas?

- Me parece que tengo una idea mejor – respondió el pelirrojo con una sonrisa - ¡Sígueme!

Entre el río de gente y paraguas, la pareja volvió al Sena para, como hacía unas horas, seguir su curso, la muchacha reparó en que Erik observaba los edificios, aparentemente buscando algo.

- Estaba por aquí – murmuraba de vez en cuando.

Finalmente exclamó “¡Ah!” y se volvió a hundir de nuevo entre los edificios, sin dejar de agarrar el paraguas y, en consiguiente, a ella.

- A… ¿¡A donde vamos ahora!? – preguntó, intrigada por las prisas del muchacho.

- ¡Es una sorpresa! – contestó éste luchando contra la lluvia y el viento - ¡Sólo sígueme!

Callejearon durante más de media hora antes de arribar a la Avenida de los Campos Elíseos – “Lo siento, me había perdido” – donde, ya con más seguridad, avanzaron hasta avistar una fachada de piedra con balconería negra de hierro, de estilo neoclásico.

- ¡Ahí es! – indicó Erik con gesto victorioso.

A Claire casi le da un pasmo al leer el cartel del lugar.

- ¿¡¡EL CHAMPS ELYSÉES PLAZA!!? – gritó mientras se detenía en seco – No… ¿¡no estarás pensando en meternos ahí!?

- Claro – contestó el pelirrojo como si fuera obviedad.

- ¿¡Estás loco!? ¿¡Tienes idea de lo inmensamente caro que es!? – soltó el paraguas casi con rabia, y se distanció unos centímetros del joven Belmont - ¡Además, ya tenemos alojamiento! ¡Tú estás con los Lecarde, y yo…!

- …En un mugriento callejón cubierto con una lona que probablemente se rompa ésta noche y deje caer toda la tromba sobre tu rubia cabecita – la interrumpió, severo – ¡ésta noche vas a dormir como Shigeru Miyamoto manda como que me llamo Erik Alexer Belmont, joder!

- ¿Co-como quien…?

Erik le tendió la mano.

- ¿Vienes o no?

Hizo ademán de aceptar, pero volvió a bajar su mano y lo miró fijamente a los ojos.

- Oye, he llegado a ver la cuenta del chino ¡Era carísimo! ¡Hazte a la cuenta de todo lo que te vas a dejar esta noche en mí sólo porque te da la gana!

- Para tu información – replicó el chico con paciencia – me había hecho una cuenta aún más burra, así que no te preocupes por eso y por favor, ven conmigo.

- ¿Por qué tanta insistencia?

- ¿Te sirve de algo la altruista razón de “no pienso dejar que duermas a la intemperie esta noche” o quieres que conteste con algo más interesado y, probablemente, pervertido?

Por alguna razón, la respuesta arrancó una sonrisa divertida de los labios de la muchacha, que finalmente cogió la mano de Erik y se acercó con él a la puerta del hotel.

La recepción, elegantemente decorada en madera y con suelo de parqué, era amplia y acogedora, con sillones en los que descansar y accesos a diferentes salas de recreo (Sala de Fitness, Sauna…) con el mostrador al fondo, detrás del cual se encontraba un elegante hombre con cara de ratón, barba y bigote pulcramente afeitados y sonrisa de catálogo, rápidamente el Belmont cerró el paraguas y, con Claire cogida de la mano, se acercó a él.

- Buenas noches – saludó con celeridad – quería solicitar una habitación doble, de las más altas, para sólo una noche.

El recepcionista los escrutó a ambos y, sin perder aquella irritante sonrisa, se dirigió a ellos con voz chillona, casi de ratón.

- Lo siento mucho señor, pero me temo que no pueda pagar ni siquiera una individual de las bajas.

El rostro del Belmont adoptó un gesto a medio camino entre la seriedad y la ira contenida, soltó a su acompañante y se echó la mano a la billetera, sacando de ella una flamante Visa platino que colocó sobre el mostrador de un golpe.

- ¡Compruebe el saldo antes de juzgar, listillo!

El hombre con cara de ratón cogió la tarjeta, la pasó por el TPV y, por un momento, su sonrisa de catálogo pasó a un exagerado gesto de asombro.

- ¡Y porque no pienso darle toda mi información bancaria, si no, se cagaba en los pantalones!

- ¡Oh, vaya! – exclamó el recepcionista con tono adulador - ¡Parece que es cierto eso de que el hábito no hace al monje…! – empezó a trastear en el ordenador – les asignaré una doble a usted y su… acompañante – sin darse la vuelta, abrió un cajón del mostrador y sacó un folleto – mientras, por favor, observe éste paquete especial de servicios para parejas… estoy seguro de que hará sus delicias… se lo iré asignando.

Más por curiosidad que por otra cosa, el Belmont abrió el panfleto y lo fue leyendo con rapidez, Claire no pudo evitar preguntarse de qué se trataría cuando vio a Erik sonrojarse, primero las mejillas y después el resto de la cara, y temblar, mientras su rostro pasaba por una serie de gestos que iban desde el asombro a la sonrisa idiota para acabar en la ira, finalmente agarró al recepcionista del hombro, le dio la vuelta, empuñó el cuello de su camisa y pegó su cara a la de él.

- Oiga amigo… - espetó entre dientes – nosotros no somos pareja, no vamos a hacer nada raro y muchos menos usar cualquiera – meneó el folleto en el aire – de las “cosas” que aparecen en el panfleto éste… ¡¡¡De modo que asígnenos la puñetera habitación para que podamos descansar esta noche y déjese de guarradas!!!

- ¿L-les… abro el servicio del canal XXX?

- ¡¡¡QUE NO JODER!!!

Hechos los trámites necesarios – Claire dio un nombre falso – entraron al ascensor pulsando el botón del sexto piso, estando el séptimo reservado a las suites. Erik, aún enfadado, fruncía los labios y tamborileaba insistentemente con los dedos.

- ¿Por qué te has puesto así? – le preguntó ella al salir al pasillo.

- ¡Porque ese tío me enerva! – contestó él, sacando la llave.

Para nada era cierto, el hecho de que los hubiera confundido con una pareja y el folleto aquel lo habían azorado y puesto tan nervioso que había acabado perdiendo el control.

Finalmente abrió la puerta de la habitación, y su enfado se disipó al contemplar todo lo que ésta, en su enormidad, contenía: una cama, de aspecto blandito y muy cómodo, flanqueada por dos mesitas de noche, de cabeceros de caoba, un diván frente a ésta y un estante con algunos libros, el suelo cubierto de moqueta color café y paredes y techo pintados de un agradable color beige, así mismo, el juego de cama y las cortinas también eran de colores terrosos, la ventana era amplia y, haciendo esquina con la puerta de entrada, otra puerta servía de acceso a un lujoso cuarto de baño.

- Aaaaaaaaaaaah – la muchacha entró como bailando, tirando su bolsa de deporte al suelo - ¡Menuda habitación!

Erik por su parte entró sonriendo y se sentó en el diván, que le pareció enormemente cómodo.

- Este lugar merece su reputación – comentó mirando a un lado y a otro – me gusta mucho…

Contempló sonriendo como Claire se tiraba de un salto a la cama doble y se dejaba hundir en ella.

- ¡Cuánto tiempo sin tumbarme en una cama en condiciones! – suspiró.

- Ahora lo suyo es descansar – concluyó mientras se aflojaba la corbata y se levantaba - ¿Quieres entrar al baño? Yo voy a lavarme un poco el sudor.

- Ve tú – concedió ella con voz soñadora – yo puedo esperar un poco más.

Lentamente, Erik entró en el enorme aseo y se sentó sobre la tapa del bidet mientras se daba cuenta de lo terriblemente corto que se le había hecho el día.

¿Cómo había acabado así? Se preguntó ¿Cómo demonios había acabado en un hotel con aquella a la que tenía el deber de capturar, si había comenzado el día intentando recordar aquel emblema?

Aunque bueno… ¿Tenía el deber de capturarla? No, ya no, en la última hora Claire le había descubierto algo importante, un dato que otros habrían pasado totalmente desapercibido, y es que la Iglesia había actuado de forma irregular, lo que era demasiado extraño.

¿Por qué rosablancas? ¿Tan peligrosa era Claire?

¿Y qué hacían los cazarrecompensas allí?

Se quitó la corbata y la camisa y abrió un armario en el que se hallaban varias toallas dobladas, cogió una de las pequeñas, de las de bidet, y la mojó para aplicársela a lo largo del torso, teniendo cuidado con las cicatrices más recientes.

Por curiosidad solamente cerró los ojos, e intentó recordar el emblema.

Ahí estaba, y no desapareció en los cinco minutos que permaneció a oscuras.

¿Lo había conseguido? ¿Había resuelto su duda?

Sonrió satisfecho, sin duda, la respuesta era sí.

Terminó y se secó, ahora su cuerpo le pedía dormir y descansar, ciertamente se sentía agotado, demasiadas emociones en un día, demasiadas sensaciones.

Demasiados sentimientos…

Con la camisa a medio abrochar y la corbata colgando de cualquier manera en el cuello, salió del baño, Claire estaba sentada en la cama, balanceándose adelante y atrás, sonriendo.

- ¿Qué tal la cama? – preguntó a la joven mientras volvía al diván.

- ¡Maravillosa! – contestó ella, levantándose - ¡Se está bien en cualquier postura! ¡Tienes que probarla, en serio!

- Supongo que lo haré – respondió el pelirrojo mientras se desabrochaba las mangas - ¿Vas a entrar al baño?

La muchacha asintió.

- Demasiada comida, me temo…

- Bueno… - se estiró – pues todo tuyo.

Se levantó y cogió uno de los libros de la estantería - los había en español, inglés, francés, alemán e italiano - le sorprendió encontrar ahí Shakajoisa, un título de Jordi Serra i Fabra que no leía desde que era en granudo prepúber, animosamente lo cogió y empezó a leer, recostándose en el diván.

Claire salió del baño casi veinte minutos después, con cara de alivio, después se sentó en la cama, quitándose las deportivas, y lo miró fijamente, como esperando.

- ¿Sucede algo? – le preguntó él, extrañado.

- Bueno… - se apoyó en sus brazos y se echó hacia atrás – me preguntaba qué vendría ahora…

Erik arqueó una ceja.

- ¿Qué quieres decir con eso…?

- No sé… - contestó ella – me has resguardado de la lluvia… llevado a cenar a un lugar con unas vistas preciosas… y ahora pues… me has traído a un hotel.

- Ajá… - sacudió la cabeza – sigo sin ver a donde quieres llegar.

- ¡Oh, vamos! – se echó hacia delante y se encorvó, dejando a la vista su escote – Ahora es cuando toca… ya sabes, hacer cositas malas

El pelirrojo carraspeó tan fuerte que le dio un ataque de tos.

- ¿¡Estás de coña!? – preguntó - ¡No he hecho todo eso para obtener algo a cambio! ¡Y menos algo tan… importante!

Claire rió, burlona.

- ¡Ya lo sé, hombre! ¡Sólo quería ver cómo reaccionabas! ¡Era una broma, nada más! – de repente su risa se apagó, y miró a la ventana con tristeza – Normalmente… todos quieren algo a cambio.

- Lo único que yo quiero – articuló él – es que duermas y descanses… quedaré satisfecho si con el día de hoy has repuesto tus fuerzas.

Sin ningún pudor esta vez, Claire se despojó de sus pantalones vaqueros para dormir, si bien Erik apartó la vista inmediatamente, ruborizado, y no la volvió a mirar hasta que se hubo acostado y tapado.

- ¿No te metes tú en la cama? – preguntó ella, dejando un hueco para él.

- Em… no – contestó el pelirrojo, ocultando su cara tras el libro – no me parece de recibo que durmamos juntos… además, me muevo mucho, no estarías cómodo.

- ¿Te da vergüenza? – lo interrogó con voz pícara.

- Eso, y que no soy de piedra – cerró el libro y se dirigió al interruptor de la luz – ahora será mejor que descanses, lo necesitas.

- Erik… - preguntó desde las sábanas - ¿Por qué has hecho todo esto?

Con el dedo en la llave de la luz, el Belmont sonrió.

- Porque no quiero ver sufrir a las personas que me caen bien – contestó antes de presionar el interruptor.

Tras dejar la habitación a oscuras, se sentó en el diván y esperó a que la joven se durmiera, lo que no tardó demasiado en conseguir, agotada como estaba. Él por su parte se recostó y, en lugar de dormitar, empezó a discurrir, dispuesto a atar cabos, pero no tardó mucho en invadirle un extraño desasosiego.

Algo no iba a bien, tuvo una sensación desagradable, un extraño presentimiento… rápidamente se quitó la corbata y abrió la ventana, saliendo desde ella a la cornisa y usando el lazo anaranjado para cerrarla sin llegar a sellarla.

No sabía muy bien por qué lo había hecho, pero ahí estaba, bajo la tormenta, con las manos en los bolsillos esperando que algo sucediera… y sucedió.

A los pocos minutos una presencia llenó el lugar, era maligna, agresiva, amenazante…

Sacó las manos de los bolsillos y cerró los puños, ya había sentido antes esa intensa aura que parecía llenar todo el lugar…

Era uno de los perseguidores de Claire, el primero al que atacó…

No esperaría a que se mostrase.

- ¡Puedo sentirte! – gritó al aire - ¡Deja de esconderte en tu propio espíritu y sal de donde estés! ¡Muéstrate, vamos!

Miró a los tejados de los edificios desde su posición, hubo un relámpago, y acto seguido un estruendoso trueno.

En mitad del resplandor, pudo ver una forma en el tejado que se hallaba justo en frente del hotel.

Una forma humana.

Sintió la amenaza, con los dientes apretados hizo brillar su aura escarlata, mostrando su poder.

- Vaya, vaya, vaya… ¡Pero si es Erik Belmont, el hombre de la hermandad! – dijo una voz grave desde la lejanía.

El muchacho miró al hombre que se hallaba en la azotea.

- Así es, soy Erik Belmont – contestó con tono hostil.

- Tú eras – continuó la voz – el encargado de capturar a Claire Simons ¿No es así? – preguntó.

Erik no respondió a eso.

- ¡Te propongo un trato: – resolvió – déjame eliminarla y llevarme su cabeza, a cambio te entregaré el 30% de la recompensa que me han ofrecido!

El pelirrojo dejó pasar unos segundos antes de reponder.

- No

- ¿¡Y qué tal un 40!? ¡O mejor, estoy dispuesto a ofrecerte la mitad! ¡Es todo un pastón! ¿Eh? ¡Las recompensas de quien me ha contratado nunca son pequeñas!

Erik sintió una punzada de ira… ¿Recompensas?

Entonces se encontraba ante un cazarrecompensas, el gremio con menos escrúpulos de todos aquellos que comprendían a los guerreros.

- ¡No es por dinero! – espetó a su interlocutor - ¡No pienso permitir que te acerques a Claire ni un centímetro más!

El recién llegado rió.

- ¡Ya comprendo! ¡Eres de esos que quieren cumplir su misión a toda costa! ¿Verdad? – dedujo - ¡Entonces déjame presentarla viva a mi contratante y te daré un 10%!

Erik apretó los dientes, sintió la ira apoderarse de él, su aura se expandió.

- ¡No irá a ninguna parte! – contestó - ¡De modo que vete por donde has venido, o yo mismo te expulsaré!

- ¡Al menos se la llevarás a la iglesia! ¿Verdad?

- ¡¡¡Esos bastardos no le pondrán un dedo encima mientras yo viva!!!

Aunque no le veía la cara, el Belmont pudo sentir cómo su interlocutor sonreía.

- Ya veo… entonces… has decidido desobedecer a la iglesia ¿Verdad? ¡No vas a capturarla, si no a ayudarla! – rió - ¡Muchacho! ¡Todos los que lo han intentado han acabado muertos!

- ¡Mejor preocúpate de ti mismo! – sugirió el joven - ¡Porque si no te vas, serás tú quien acabe muerto!

El hombre rió de nuevo, más fuerte.

- ¡No comprendes nada! ¿Verdad? ¡Acabaron muertos porque yo mismo los maté! ¡Nadie se interpone en mi camino, chaval! ¡Nadie!

Tras la cortina de agua, Erik pudo ver como su adversario desenvainaba un arma, una especie de espada.

Parpadeó un momento, y cuando abrió los ojos vio como, entre la tormenta, algo así como las secciones de la hoja de una espada se dirigían hacia él, en un movimiento similar al de un látigo, instintivamente se dobló hacia la izquierda, y sintió cómo se abría una herida en su costado, a través de su camisa.

- ¡Tienes reflejos muchacho! ¡Te felicito!

¿Qué… había sido eso? Era muy rápido, y cortaba, había visto como unos trozos de espada, cortados en V, dirigiéndose hacia él.

Hizo memoria, recompuso las imágenes en su mente.

¿Qué arma podía recorrer semejante distancia con tales características.

- Una… - murmuró – una espada látigo… ¿¡Era eso!? – preguntó a su adversario - ¿¡Una espada látigo!?

El hombre rió divertido.

- ¡Si! ¡Lo has adivinado enseguida! ¡Mis felicitaciones, chico! ¡Es una espada látigo!

Erik cerró los puños con fuerza.

¡Qué deslealtad! ¡La espada látigo fue prohibida en el último concilio, por ser un arma en exceso peligrosa e injusta en combate!

- ¿¡Utilizas un arma prohibida!? – lo interrogó, furioso - ¿¡Con qué derecho lo haces!? ¿¡Quién te crees que eres!?

- ¿¡Prohibida!? – contestó él - ¡Yo no creo en prohibiciones, niño! ¡En la guerra lo único que importa es vencer, y eso sólo lo logra el más poderoso! ¡Ahora apártate si no quieres que te corte en rodajas!

Lanzó su espada de nuevo, terriblemente enfadado, Erik se cruzó de brazos y expandió su aura al máximo, formando además una barrera delante de la ventana, contra la que chocó el arma del recién llegado, que no tuvo más remedio que retirarla.

- Ya te lo he dicho… - repitió entre dientes - ¡No permitiré que le hagas el más mínimo daño!

- ¡ENTONCES ACABARÉ CONTIGO PRIMERO!

Ésta vez se concentró, y lo vio venir, la espada había adquirido una doble ondulación, a la altura del cuello y los pies – una táctica que ya conocía de Simon –, con la precisión de un cirujano saltó sin llegar a elevarse, sólo encogiéndose, acto seguido concentró toda su fuerza en los pies y dio una patada a la pared, impulsándose y pasando por el túnel creado por las ondulaciones de la espada látigo.

Su objetivo estaba claro, llegar hasta él; rápidamente cambió su postura para ganar aerodinámica y se preparó para darle una patada al caer, su enemigo reaccionó a esto contraatacando con su arma, pero Erik le engaño y encogió sus piernas, recuperando la verticalidad y ganando resistencia al viento, por lo que cayó, y utilizó el agua acumulada en el terrado para resbalar hacia su objetivo.

- DRAGOOOON PUNCH!!!!

Haciendo uso del impulso tomado gracias al aquaplaning, imprimió a su golpe potencia extra, arrancando un quejido al recién llegado que, sin embargo, no se movió, por lo que preparó un segundo ataque, ésta vez distinto.

- HOLY FIST!!!!

Con un repentino e intenso resplandor azul, el puño derecho de Erik impactó en el estómago de su adversario con una fuerza que duplicaba la del Dragon Punch, éste retrocedió unos pasos, doblado de dolor en la oscuridad.

- Ya… ya veo – articuló tras volver a erguirse – así que ésta es tu decisión final.

Erik, que lo miraba desde una posición neutra, con los puños apretados, no contestó.

- Has… escogido la peor opción, muchacho – dijo la sombra – no te imaginas la cantidad de enemigos que acabas de echarte… desde hoy tu vida corre auténtico peligro.

- ¿Y? – respondió el pelirrojo con indiferencia.

- ¿Cómo?

- No soy idiota, sé perfectamente a quienes me he puesto en contra… ¡Y me da igual! Llegaré hasta el final sean cuales sean las consecuencias ¿Ha quedado claro?

La sombra sonrió, en ese momento un trueno y un relámpago se unieron, y Erik pudo ver los rasgos de su enemigo, de cabello corto, asalvajado hacia los lados, perilla y ojos pequeños, su rostro estaba cubierto de cicatrices.

- Crees que sí, pero no tienes ni idea… te aseguro que no sabes lo que hay detrás de todo esto… pronto te arrepentirás de tu decisión, niño, sobre todo cuando conozcas la verdad sobre el caso Claire.

Poco a poco, el pelirrojo sentía cómo el aura del hombre se desvanecía al tiempo que su cuerpo se fundía con la oscuridad, hasta desvanecerse por completo, dejando sólo una frase en el aire.

- Nos volveremos a ver, Erik Belmont…

De regreso al hotel, todo el rato pensativo, preguntándose cuál era la “verdad” sobre el caso Claire y por qué se arrepentiría de ayudarla al conocerla, estuvo a punto de abrir la puerta cuando la joven lo hizo por él, a toda velocidad.

- Dios santo Erik ¿¡Estás bien!?

El Belmont se quedó estupefacto.

- Qu… ¿Pero tú no deberías estar durmiendo?

- Lo… ¡Lo sentí llegar, Erik! – exclamó, intentando explicarse - ¡Tú saliste a la ventana! ¡Y vuestras auras chocaron! ¡Y después la suya se desvaneció, como siempre, y la tuya se había apagado! ¡Estaba tan…

¿Asustada? ¿Preocupada?

- Estoy bien – respondió él, aún perplejo – sólo empapado y con una herida… nada preocupante…

Entró al cuarto de baño, ahora sorprendido por la desmedida reacción de Claire.

Se dio una ducha caliente tras secar su ropa con su propia energía, mientras reflexionaba sobre lo ocurrido hace unos minutos, súbitamente decidió dejar de pensar en la “verdad” sobre ella o sobre el caso, era algo que, pensó, descubriría con el tiempo.

Al volver a la habitación, se encontró las lámparas de ambas mesitas de noche encendidas, y con Claire en un lado, mientras mantenía el otro destapado.

- Esta vez – dijo – no pienso permitir que te niegues… entra en la cama y duerme en condiciones.

- Gracias, pero – contestó con una sonrisa – de verdad, no lo necesito.

- ¡Tranquilízate! – le espetó ella - ¡Ya tengo las espadas accesibles por si se te ocurre hacerme algo malo! así que ven, acuéstate y duerme caliente, que te lo has ganado a pulso

Erik sonrió, divertido y resignado, y se despojó de la camisa.

- Como tú veas – aceptó finalmente.

Se tumbó mientras ella le dejaba todo el sitio posible hasta que se acomodara, cuando ya estuvo listo, boca arriba y con los ojos cerrados, sintió la mano cálida de Claire sobre su pectoral izquierdo.

- Drake es muy poderoso – susurró – llegué a temer que acabara contigo.

Con esa frase, casi a modo de buenas noches, Erik se dejó caer en el sueño más profundo.

Publicado: 12:40 05/04/2008 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
¿Alguna vez habeis deseado formar parte de algo que amáis y admirais? ¿Habeis deseado estar en su historia? ¿Habeis pensado "yo puedo hacer algo aquí"?

Yo sí.

Gracias a Twilight Rhapsodia

Como ya os dije en su momento, es un proyecto de envergadura, tanto que me costó mucho que me pareciera abarcable. La razón por la que me ha costado 9 años desarrollarlo y por la que me cago en IGA cada vez que un nuevo CastleVania amenaza con ser relevante para la trama de la saga es porque me veo obligado a cambiar y reescribir, a veces sobre la marcha (ahí están Loretta y Stella para acreditarlo), cuando un nuevo título añade elementos o peor aún, hace borrón y cuenta nueva.

Quiero que CastleVania Twilight Rhapsodia forme parte del mundo de CastleVania, no como juego (quien lo lea sabrá que es virtualmente imposible) si no como libro o serie de libros, como historia complementaria publicada con el permiso de Konami, que establezca lo sucedido entre la batalla de 1999 y Aria of Sorrow.

Mi idea cuando lo acabe es traducirlo al inglés y enviarlo a Konami, exponiéndoles mis planes, "una locura" pensareis muchos, y estoy de acuerdo, pero qué quereis, estoy como una puta cabra xd

Prelude of Twilight

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