Prelude of Twilight

Publicado: 22:40 29/05/2008 · Etiquetas: · Categorías:

Cristal, el maestro de los caballeros que dominan el hielo, peculiar personaje donde los haya


Una de las armaduras más bellas y peculiares, curvilínea y de color celeste, fusionada con el traje y decorada con cristales. La capa le da un porte especial, el aspecto de un respetable maestro


Los colores oscuros dan un punto de seriedad a una figura preciosa, aún sin capa sigue resultando respetable


¿Quien no recuerda la muerte de este noble caballero? ¿Y su gloriosa y poderosa técnica antes del fatídico suceso?


Cristal sin su peculiar y característico casco... Extraño ¿verdad? Y curiosamente elegante, es una de las figuras que mejor quedan sin él, pero la falta de costumbre hará que raramente se lo quitemos


Un extra que no podía faltar, el rostro malvado... pocos lo usarán, pero desde luego es uno de los mejor elaborados de la línea


Las manos crispadas completan el conjunto, el noble Caballero de Cristal se convierte en un violento guerrero sediento de sangre, nunca una sola cabeza había sido tan efectista a la hora de cambiar la personalidad de una figura


Desde luego, los caballeros del Hielo poseen una elegancia especial. Aquí Cristal con sus dos alumnos

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Publicado: 23:13 25/05/2008 · Etiquetas: Osaka, Saint, Seiya, Myth, Cloth · Categorías:

Aquí la tenemos, la segunda myth 3ª armadura de la colección, Shiryu en todo su esplendor


Una figura de formas fuertes y definidas, pero que guarda una gran armonía en estas, el escudo sigue siendo el protagonista



Elegancia es la palabra, la figura luce bien casi en cualquier pose, es impresionante



Su rostro serio y concentrado le da un extra de carisma y sobriedad


El sistema de hombreras es una evolución del de la 2ª armadura y cumple su labor con creces, es, con facilidad, el que permite una mayor movilidad a los brazos de la figura...


...dando paso a posturas como esta


También, pese al faldón, se pueden colocar de cualquier manera las piernas de la figura, su movilidad es absoluta


Sin diadema, Shiryu parece decansar... los bigotes del Dragón son algo fuertemente atado en él, y es difícil verlo sin ellos. Esta figura parece estar en reposo cuando no está coronada por la tiara del Dragón


Como un guante...

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Publicado: 12:53 12/05/2008 · Etiquetas: Osaka, Saint, Seiya, Myth, Cloth · Categorías: :
Las galerías de figuras son muy bonitas, siempre en un fondo de color neutro, con iluminación blanca artificial regulada y con una cámara del copon pero... ¿Muestran lo que se ve en la realidad?

La mejor cara de una Myth Cloth se nos muestra en las galerías, pero lo cierto es que son tan falsas como las manipuladas imágenes Tamashii, el verdadero encanto de una figura donde se aprecia es en la vida real, con una iluminación natural y un fondo aleatorio, ahí es a donde voy.

En estas galerías vereis a las figuras en un entorno común, con iluminación no controlada más allá de la claridad del día en una sesión de fotografía contínua, sin interrupciones ni esperas.

La figura con la que inauguraré esta sección será Pegaso 3ª Armadura, así que ahí vamos


En esta foto no es como mejor luce, desde luego, pero nos permite hacernos una idea de cómo de importante es la luz para esta figura


Mucho mejor... bajo estas condiciones puede observarse mejor el color de la armadura, su homogeneidad y la sobriedad de su diseño, combinado con el dinamismo de las líneas curvas


Juego de perspectivas... de frente o desde arriba, Seiya sonríe, en la foto anterior parece más serio... es una de las genialidades de ésta myth, y una característica que comparte con Tauro, pocas figuras tienen esta curiosidad


El rostro es muy bueno, a media luz se aprecia mejor su modelado, fue una de las cosas de la figura que me sorprendieron la primera vez que la tuve en la mano


El peto es una gran pieza de ingeniería, las hombreras encajan perfectamente...


...Y sin embargo tienen una movilidad absoluta, lo que da a la figura una posabilidad total


El aplique y cierre de la espalda es gigantesco



Pero todo tiene una explicación...



No son unas alas impresionantes, pero dan a Seiya un carisma especial... su movilidad es casi absoluta



Sin diadema gana +1000000 en elegancia... Kurumada y sus diseños xd (si, no me di cuenta de que se me descolgó una muslera )

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Publicado: 21:49 10/05/2008 · Etiquetas: oh, my, god, troll, mierda, peli, worst, acting, ever · Categorías: Reflexiones de un friki


Gracias Kiriyama por recordarme el momento cinematográfico más descojonante de mi vida xd

Publicado: 14:59 05/05/2008 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Spiritual Tremor

Al despertarse, ya entrado el amanecer, el primer movimiento que realizó Erik fue mirar a ambos lados, se hallaba en el centro de la cama y aún sentía el calor y el aroma del cuerpo de Claire, lentamente se incorporó y desperezó y comprobó que el diván, donde dejó de madrugada una Visa oro con un código y unas instrucciones específicas para evitar ser detectado con ella, estaba vacío.

Sonrió con satisfacción, aquello significaba que la joven rubia había aceptado su ayuda.

Se sentó con calma en el borde de la cama y revisó mentalmente lo sucedido el día anterior, bajo aquella incesante lluvia…

Rememoró el encuentro, la conversación en la lavandería, la cena… y a aquel caza recompensas… ¿Cómo se llamaba? ¿Drake, había dicho ella?

Su corazón dio un vuelco en aquel instante, al recordar los hechos recordó los sentimientos, y se sintió invadido por un remolino de sensaciones que lo aturdieron por un instante.

Compasión, satisfacción, ira, amistad, comprensión, odio…

Deseo…

Y… la necesidad de protegerla, de resguardarla de todo mal.

Se llevó la mano al corazón, una increíble emoción lo embargó en aquel momento.

Le dolía… pero al mismo tiempo nunca lo había sentido tan sano.

- ¿Qué… me está pasando? – se preguntó.

Se levantó y se preparó para irse; aún confuso, se metió en los bolsillos las llaves, el teléfono – no tenía ninguna llamada perdida – la billetera y el tarjetero, se dirigió a la ventana y abrió las cortinas, dejando pasar por ellas un intensísimo sol veraniego.

Aquello lo hizo sonreír, el cielo se presentaba del tenue color celeste de la mañana y los charcos dejados por la lluvia se secaban lentamente, las aceras y terrados aún estaban húmedos y desprendían un agradable frescor que ascendía hasta la sexta planta del hotel.

Era… era la primera vez en mucho tiempo que un amanecer le resultaba tan agradable.

La tormenta había pasado.

Más animado, salió de la habitación, dejó la llave y pagó la noche – casi 800 € - nada más salir se adentró en las calles y buscó el río Sena para orientarse, pero al poco se sintió perdido, como si diera vueltas al mismo sitio una y otra vez.

Rápidamente se detuvo, reconoció esa presencia al instante.

- Demasiadas emociones para una noche – comentó una voz que parecía abarcar toda calle - ¿Verdad, Erik?

- Loretta Lecarde… ¿me equivoco? – Preguntó al aire con una sonrisa.

Una suave risa inundó la calle entonces, el Belmont reconoció en ella, en efecto, a la menor de las hermanas Lecarde, el ambiente se enrareció y un segundo después, en medio de un efecto vaporoso, Loretta se materializó frente a él.

- Espectacular – juzgó el muchacho – tengo que reconocerlo.

- Oh, muchas gracias – contestó ella inclinándose en una leve reverencia - ¿Cómo aún en la calle, Erik?

El pelirrojo sonrió.

- ¿Por qué no habría de estarlo? Es temprano y hace una mañana excelente.

La anciana reparó en la mueca de alivio e incluso leve felicidad del joven…

- Podría darte la razón si nos encontráramos a la entrada del edificio de mi nieto… pero hace apenas unos minutos que has salido del Plaza ¿cierto?

- Cierto…

Se acercó a él y lo escrutó detenidamente, mirándolo de arriba a abajo.

- Tu cuerpo… está totalmente relajado – comentó mientras lo rodeaba, de forma similar a como Stella lo hizo anteriormente – no hay agotamiento alguno… veo que aprovechaste bien el día de ayer… tu mente está despejada, pero… - sonrió – tus sentimientos están aún más apelotonados que antes ¿no es cierto? Noto cierta confusión…

- ¿Por qué me pregunta si es cierto? Puede leer en mi mente como en un libro abierto…

La Lecarde soltó una risita…

- Sabía que contestarías eso… ¿Sabes? Tiene gracia… no te gusta que aquellos que te son ajenos te conozcan… y sin embargo hasta el mentalista más torpe podría excavar en esa – se colocó frente a él y conectó sus ojos con los ojos turquesas del Belmont – pelirroja cabecita…

- No sé cómo proteger mi cerebro… nunca me ha interesado ¿sabe? – respondió él con tono amigable…

- Y sin embargo hay tan valiosa información ahí dentro…

Erik se dio cuenta entonces de que se sentía raro, como si Loretta hubiera salido de su anciano cuerpo y se moviera entre los pliegues de su cerebro.

- ¿Qué… está haciendo? – preguntó, ligeramente asustado.

- ¡Oh, no te preocupes! – replicó la anciana – es que dejé de observaros cuando entrasteis al hotel y quiero saber qué sucedió, no me llevará mucho.

- ¿¡Nos estuvo espiando!?

- Esa es una palabra un poco fuerte ¿no te parece?

- ¿Pero acaso no es eso espiar?

- Me gusta más como suena la palabra “observar”, jovencito…

Erik calló, no hizo ningún intento por expulsar a Loretta de su cerebro, simplemente siguió concentrado en ella, sosteniendo su mirada, como desafiándola…

- ¿No tienes nada que preguntarme?

El pelirrojo torció el gesto, naturalmente ocultarle cualquier cosa era completamente inútil.

- ¿De qué serviría? Está navegando a placer por mi cabeza, sabe exactamente lo que pasa por ella…

La Lecarde sonrió divertida.

- La cosa no va así, muchacho… - entrecerró los ojos, su rostro reflejó por un momento una mueca de esfuerzo – antes de llegar a nuestra boca nuestros pensamientos pasan por tres estados: la idea, el pensamiento y la confirmación… tú ahora sólo tienes la idea de hacerme una pregunta, pero puede cambiar cuando pase a ser un pensamiento, y en la confirmación puedes desecharlo o manifestarlo – rió - ¡Vaya, parece que tú te tomas tu tiempo! ¿Eh?

El Belmont calló de nuevo, aún sosteniendo la mirada de la anciana… por un momento le resultó a la vez irritante y fascinante…

- ¿Por qué nos siguió? – preguntó finalmente.

- Otra buena forma de definirlo – aprobó ella – verás, en principio mi intención no era esa… sobre media tarde sucedió algo que nos puso en alerta a Stella y a mí… algo que decidimos salir a averiguar…

El pelirrojo arqueó una ceja.

- ¿Qué pasó?

- El aura de toda la ciudad – contestó ella – de todos sus habitantes… - se estremeció – sufrió una tremenda perturbación…

- ¿Una… perturbación? ¿A qué se refiere?

Loretta se estremeció de nuevo.

- Fue como si alguien hubiera dado un puñetazo en la mesa, con tal fuerza que hubiera logrado asustar los espíritus de todos los que habitan en ella…

- …Como si alguien hubiera decidido hacer algo para castigar a la ciudad entera – concluyó Erik.

La anciana asintió.

- Duró sólo un instante… menos de un segundo… pero fue tan potente que nos puso en guardia…

El joven Belmont la escuchaba con suma atención…

A través de François sabía que la sensibilidad espiritual de las hermanas Lecarde llegaba más allá de donde se podía imaginar…

Si ellas habían sentido algo así… si eso las había alertado…

- Decidimos separarnos y salir a averiguar qué había pasado – continuó – durante horas no encontramos nada anormal… cuando regresaba a casa os vi hablando a Genya Arikado y a ti.

“Ah, sí” pensó “Ya me había olvidado de él”

Aquella conversación le resultó muy reveladora, y le ayudó a encontrar a Claire y tomar una determinación.

No tenía nada que agradecerle a Genya… salvo eso.

- Si – reconoció – me lo encontré al salir de la biblioteca, al parecer me estaba esperando… ¿Habló con él?

Loretta asintió.

- Arikado nos conoce desde hace muchísimo tiempo – sonrió – me habló de vuestra charla… él también había notado la sacudida en el aura de la ciudad.

- ¿Qué le contó?

- Bueno… lo necesario – repentinamente sonrió – me indicó la dirección que habías tomado y no pude evitar tener curiosidad.

- Así pues – bufó – esto fue cosa de Arikado.

La anciana rió entre dientes.

- Oh, no te equivoques… al sentir tu aura junto a la de Claire Simons hubiera acudido igualmente.

Erik bufó de nuevo.

- ¿Desde cuando nos estuvo observando?

- Desde que entrasteis en la lavandería – su sonrisa se volvió pícara – reconozco que al veros en ropa interior esperé poder contemplar alguna escena “fuertecita”

El pelirrojo se encendió como mil bombillas rojas, lo que arrancó una carcajada a Loretta.

- E-ese detalle podía haberlo obviado ¿no cree?

- Oh, oh, oh, jovencito… estoy explorando hasta el último rincón de tu cerebro… no está bien que yo tenga secretos contigo…

El muchacho cayó entonces en la cuenta de algo.

- Su presencia es enorme, y sin embargo no la sentí en toda la noche ¿por qué?

- Bueno… soy capaz de aumentar mi aura hasta el punto de dejaros paralizados a tu hermano, a Luis Fernández y a ti… ¿Por qué no iba a ser capaz de ocultarla hasta el punto de hacerla indetectable?

“Tiene sentido” pensó.

- Aunque no me hubieras notado igualmente… ni tú ni Claire Simons… estabais demasiado concentrados… absortos el uno con el otro… reconozco que fue… tierno.

- Lo cierto es que – reconoció – hubiera sido fácil cogerme por sorpresa.

- Tu mente bullía – continuó la anciana – me sorprendió la cantidad de pensamientos que pasaron por tu cabeza… esa jovenzuela realmente te inspira…

- ¿A dónde pretende llegar?

- Sólo te comentaba mis impresiones, hombre – de repente, cortó el contacto visual con él y ladeó la cabeza – bueno… finalicé, ya veo lo que sucedió después de entrar en el hotel… espero que tu última experiencia te haya servido de lección…

Aquello lo intrigó.

- ¿A qué se refiere?

- Como ya he dicho – respondió – de no haberte concentrado tanto en ella hubieras podido sentir no mi presencia, si no otra que os acechaba desde que salisteis al río Sena…

Erik, ya liberado del continuo escarbar de Loretta en su mente, se sintió repentinamente debilitado y tuvo que apoyarse en una pared próxima.

- Drake ¿Verdad?

La anciana asintió.

- En su búsqueda de escondite, de no ser localizada, Claire escogió inconscientemente aquel callejón por alguna razón – explicó – en ese lugar, en esa rue la concentración de energía humana es tan enorme que logra ocultar la suya propia… al sacarla de allí lograste convertirla en presa fácil… una gacela solitaria en mitad de un prado enorme.

Aunque no fuera la intención de Loretta, sus palabras hicieron surgir en el Belmont un intenso sentimiento de culpa.

- Drake os siguió y esperó pacientemente a que os relajarais para cumplir su trabajo – continuó – aunque afortunadamente resolviste la papeleta…

- Él pensaba que había tendido una trampa a Claire – articuló el Belmont – quería que… le abriera paso para acabar con ella.

- Pero no lo hiciste…

Loretta se cruzó de brazos distendida y lo miró con una amplia sonrisa.

- Lo que he visto en tu mente… en esos recuerdos de anoche… es al verdadero Erik Belmont… y me gusta ¿sabes? Es cierto lo que Rose nos contaba de ti.

Erik agachó la cabeza, azorado.

- Pero – prosiguió - ¿por qué esa decisión? ¿Qué es lo que te ha motivado a llevar a cabo semejante locura?

- Je… ¿Usted también piensa que es una locura?

- Jovencito… vas a desafiar a la madre iglesia – rió - ¡Eso siempre es una locura!

- ¿Acaso no ha sido capaz de verlo en ese peinado que le ha hecho a mi subconsciente? – preguntó extrañado.

Ante aquella cuestión, Loretta lo miró sonriente, de una forma casi maternal, como una hermana mayor que contempla a un hermanito que mal oculta un secreto.

- Te parecerá una tontería pero… no he sido capaz de discernirlo… no estaba almacenado con los pensamientos racionales… está en el único área de tu cerebro que proteges para ti, Erik… - llevó su dedo índice a la frente del muchacho y de dio un suave golpecito – las emociones.

- Así que después de todo no soy completamente transparente ¿eh?

La anciana echó a andar, haciendo al Belmont un gesto para que la siguiera.

- Nadie lo es, muchacho… nadie, todos tienen algo que ocultar…

El pelirrojo siguió sus pasos, acompañándola hasta salir al río Sena, desde donde, según indicaciones de la Lecarde, se dirigirían a casa.

- Informé a mi nieto y a Luis de tu situación, para que no se preocuparan – comentó como si nada.

- ¿¡QUE!?

Loretta rió de nuevo.

- ¡Tranquilo! ¡Los informé, pero no de tu auténtica situación! Sencillamente… te había visto paseando por los Campos Elíseos.

Erik suspiró aliviado.

- Se entera Luis de que lo que ha sucedido y…

- …te mata – terminó ella la frase – debe ser muy difícil para tí colaborar con alguien tan apegado a las normas y a la hermandad ¿no?

- Psé… puede ser peor – respondió mirando distraído al cauce del río – Luis es estricto, pero comprende que a estas alturas de la vida no voy a permitir que me controle…

- Nadie te controla… salvo Rose Morris ¿verdad? ¿Por qué respeta tanto a su líder alguien tan independiente?

Erik sonrió, estaba resultando ser una conversación interesante, aunque no comprendía por qué la anciana se interesaba de repente por él.

- No la respeto por lo que es si no por quién es, siempre me ha sorprendido su fuerza, me recuerda a…

- Adela, tu madrastra.

El muchacho asintió.

- Ya veo – sonrío – tú no obedeces órdenes, no te sometes, simplemente haces favores a aquellos por los que sientes respeto.

Erik volvió a asentir.

- Interesante – juzgó ella.

Permanecieron mucho rato en silencio hasta que se pusieron finalmente en ruta a la casa de François, durante el camino el Belmont se dio cuenta de la enorme distancia recorrida, París le pareció una ciudad sumamente grande.

- Loretta – intervino él, de repente - ¿Cuál es… “la verdad” sobre el caso Claire?

La anciana, que iba delante, ralentizó inconscientemente el paso, el muchacho tuvo la sensación de que parecía “sorprendida”

- Me temo… - tragó saliva – que no puedo proporcionarte esa información, Erik.

Erik se cruzó de brazos.

“Luego, hay una verdad…” pensó.

- Debe ser algo muy importante – comentó el joven – lo suficiente como para oponerme a su captura suponga tener encima a toda la iglesia…

La mujer vaciló.

- Sí, si que lo es, créeme.

- Entonces ¿Por qué no me lo dice? ¡Tengo derecho a esa información!

- Lo siento – se lamentó ella – hice un pacto de silencio hace años, todos los que teníamos ese conocimiento lo hicimos…

- ¿¡Y lo va a mantener sabiendo lo que hay!?

Loretta suspiró.

- Sí…

¿¡Por qué!?

Ella se detuvo y giró sobre sus pies, quedando ladeada, pero mirando a Erik directamente a los ojos.

- Tú, que llevas por bandera el honor y la irrompibilidad de palabra, deberías saber por qué… aquello fue un pacto sagrado, ni Stella ni yo nos atrevemos a romperlo… aunque con ello hagamos que se pierda una vida inocente.

Aquellas palabras quedaron grabadas en la mente de Erik.

Una vida inocente…

Lo reconocía, podía comprenderla.

Pero… aún así…

- ¿Quién te dijo que había algo más detrás de esto? – preguntó la Lecarde ahora.

- Drake – contestó él casi sin pestañear.

- Drake… - repitió ella casi en un susurro, agachando la cabeza.

Aquello extrañó al joven, que no dudó en preguntar.

- ¿Sucede algo con él?

La anciana apartó sus ojos de los de Erik y continuó andando, seguida del Belmont.

- Voy a hacerte una advertencia muy clara, Erik – dijo en tono cortante – la próxima vez que lo veas no te enfrentes a él, sólo huye.

Aquellas palabras fueron un pequeño shock para el pelirrojo.

- Que… ¿Qué huya? ¿¡Se ha vuelto loca!? ¿¡Cree que lo voy a dejar acercarse a Claire así como así!?

- Por tu integridad física, sí.

- ¡No parece tan peligroso!

- Pues lo es, Erik, de hecho ha sido el primer y único hombre en volver de un destierro, y eso ya sabes que no es nada fácil.

Ahora fue él el que se detuvo de golpe.

¿Volvió de un destierro? Eso no podía ser…

El destierro, la pena a la que fue sometido su abuelo Marcus Belmont, iba más allá de que lo su propia definición podía decir… todo hombre, mujer o niño de la iglesia y la hermandad era susceptible de sufrirlo al cometer una afrente lo suficientemente grave…

El desterrado no sólo era expulsado de su país natal, también de la hermandad y de todo el continente, era excomulgado, marcado como maldito, y además sus recuerdos eran totalmente borrados.

El pobre desgraciado que lo sufría volvía a nacer, casi literalmente.

Incluso en ocasiones se iba más allá, no sólo se eliminaban sus recuerdos, si no también sus capacidades más básicas, el condenado debía volver a aprender a hablar, a caminar y a controlar sus necesidades, pasando a ser un bebé encerrado en el cuerpo de un criminal.

Suponía una segunda oportunidad, pero como destino era peor que la muerte.

¿Y Drake había vuelto de un destierro? ¿Cómo era posible?

- E-eso no puede ser…

- Lo es – contestó Loretta con rotundidad.

- ¿Y cual es el delito que cometió para ser desterrado? – preguntó, esta vez con curiosidad.

El silencio de la mujer se lo dijo todo.

Probablemente, algo tan horrible que no pudiera ser mencionado…

Pero… necesitaba información sobre él.

- ¿Y… ese hombre era de la hermandad? Los cazarrecompensas no tienen ningún tipo de legislación, no hay penas en su gremio, ni siquiera el destierro.

- Así es… - respondió Loretta en un suspiro – no puedo darte detalles pero, básicamente, traicionó a la hermandad… y a la iglesia…

- ¿Mató a alguien?

- Traicionó a la hermandad

- ¿Alguien importante? – insistió.

- No… puedo hablar de eso – contestó definitivamente la anciana, en un largo suspiro.

Erik torció el gesto ante aquella respuesta.

- Otro pacto de silencio ¿verdad?

El gesto de la Lecarde se tornó triste, algo que extrañó al pelirrojo, que esperaba una respuesta tajante o mordaz.

- No… es más que eso, Erik… cuando sucedió y Drake fue desterrado, absolutamente todos los que en ese momento estábamos vivos hicimos promesa de no revelarlo jamás, a fin de que no fuera recordado… - lo miró directamente a los ojos – revelerlo sería como reconocerle la autoría de semejante crimen… es algo que debe ser olvidado… hemos de llevárnoslo a la tumba…

Aquello lo dejó atónito ¿Qué podía haber sido tan terrible como para llegar a tal extremo?

- Créeme – dijo ella mientras se daba la vuelta, contestando a su no formulada pregunta – hay cosas que es mejor no saber…

Al final torció el gesto y decidió dejarlo correr, guardándose para sí mismo sus preocupaciones mientras llegaba al piso siguiendo los pasos de la anciana.

Fueron casi dos horas agónicas, en silencio total, Loretta se limitaba de vez en cuando a darse la vuelta y mirarlo a los ojos, él podía adivinar que lo que hacía era escudriñar momentáneamente en sus pensamientos para después lanzarle una mirada que parecía decir “no sigas por ahí”

Pero debía seguir, demasiada información en apenas unas horas ¿Cuál era la verdad sobre Claire? ¿Quién demonios era Drake? ¿Qué había hecho para ser desterrado? ¿Y cómo demonios había vuelto?

Tenía mucho en qué pensar, desde luego… afortunadamente el dichoso escudo de armas de aquel vampiro se había grabado a fuego al fin en su cabeza y lo dibujaría nada más llegar a su cama.

- Ahora – articuló Loretta cuando ya se encontraban a apenas dos calles de su destino – debes concentrarte única y exclusivamente en el caso de los niños… olvida a Claire, olvida a Drake, olvida incluso a la hermandad… tenéis una misión, y has de dedicar toda tu inteligencia a ella.

Su tono era rotundo y autoritario, una orden clara, pero para Erik era algo que no necesitaba que le dijeran… 6 niños estaban desaparecidos, tenía la sensación de que podía haber un séptimo y un vampiro daba vueltas libremente por París, con Erzabeth Barthory como aparente apoyo.

Era una situación peliaguda.

Arribaron finalmente al portal y la anciana abrió la pesada puerta sin necesidad de tocarla.

El último contacto que tuvieron fue el de una única mirada, ni siquiera un “hasta pronto”

Finalmente liberado y solo para hundirse en sus cavilaciones, el joven subió lentamente las escaleras, su estómago dolía de hambre, minando poco a poco sus fuerzas, y los pies comenzaban a pesarle.

¿Demasiadas preocupaciones? Quizá.

La puerta del piso se abrió incluso antes de que acercara la mano al timbre, François se hallaba tras ella, aún cubierto en vendas – limpias – y de movimientos ligeramente débiles.

- Ey ¿Cómo estás? – le preguntó el Belmont a modo de saludo - ¿Te encuentras mejor?

El francés se encogió de hombros.

- Sobreviviré – contestó.

Aún sin entrar pudo notar que la casa estaba agradablemente tranquila, François se apartó para abrirle paso y dentro encontró a Elisabeth, durmiendo a René tras lo que parecía haber sido una agradable comida para el niño.

Simon y Luis no estaban a la vista, pero sin embargo su presencia se sentía con fuerza.

Saludó a la mujer y se encaminó a la habitación de invitados, allí se encontraban, frente a frente, uno en cada cama, su hermano y su compañero, meditando en la posición de loto.

Simon nunca había meditado o al menos no recordaba que lo hubiera hecho, y sin embargo su aura se concentraba hasta tal punto en sus manos que empezaba a resultar visible.

Pensó en guardar silencio, pero la voz del Fernández le sobresaltó.

- Ya iba siendo hora de que llegaras – articuló en apenas un susurro - ¿Has pasado buena noche?

- Las he tenido mejores… - respondió - ¿Has puesto a Simon a meditar?

- Sorprendente ¿verdad? – Luis sonrió, parecía entusiasmado – ahora comprendo mejor por qué puede hacer el Holy Cross… posee un aura muy potente, y muy pura...

Erik observó a su hermano con más atención, la energía no fluctuaba, no se agitaba de repente… sólo se movía siguiendo un recorrido concreto, a una velocidad constante…

Era blanca, de un luminoso blanco puro…

El pelirrojo se sintió maravillado.

- Necesitaba liberar tensiones – continuó el Fernández – así que le he enseñado a meditar… lleva así cerca de 30 minutos, tardó en alcanzar el estado idóneo de concentración…

- Ya veo – asintió - ¿Tú también meditabas?

- Si

- Y… te he interrumpido…

- ¡Naah! – negó con la cabeza – llevo sobre cinco minutos “despierto”

El español miró su reloj de pulsera y arqueó una ceja.

- 30 minutos – articuló – no debe pasar más tiempo así.

Colocó sus manos una cerca de otra, como si sujetara una pelota pequeña, e hizo chisporrotear electricidad entre ambas, emitiendo un sonido como el piar de un pájaro, segundos después, Simon abrió repentinamente los ojos.

- ¿Y bien? – preguntó interesando Luis - ¿Qué tal?

El joven Belmont meneó levemente la cabeza y sonrió.

- Ha sido una sensación extraña, ha sido como si – se detuvo, parecía buscar las palabras – como si cada célula de mi cuerpo se expandiese y me contuviese a mí mismo en su interior, y como si cada célula de ese yo contuviera otro, y… muy raro, pero… relajante…

- Lo que has vivido es completamente normal – explicó Erik, sorprendiendo a su hermano, que no sabía que estaba ahí – eso es el Orobouros, el infinito… el universo que compone nuestra alma…

El muchacho lo escuchaba atónito, con la boca abierta.

- Te has visto a la vez como alguien diminuto e inmenso – continuó – nosotros somos así, un pequeños microcosmos… somos diminutos, Simon, diminutos y efímeros…

Simon asintió sin saber qué decir.

- La meditación – prosiguió Luis – es un punto esencial del entrenamiento… gracias a ella puedes comprenderte a ti mismo, conocerte… y sin conocerse uno mismo la idea del fortalecimiento es impensable… - se dio cuenta de que al menor de los Belmont aún mantenía la posición del loto – venga, relájate y sigue con lo que estabas haciendo… haremos esto cada mañana tras desayunar ¿de acuerdo?

El chico asintió, descruzó las piernas y se levantó, dirigiéndose a la cocina.

- ¡Gracias!

Luis y Erik se despidieron de él sin hablar, después, el pelirrojo se sentó donde antes se hallaba su hermano.

- ¿Dónde te has metido esta noche? – preguntó – esperaba que aparecieras para la cena…

- Cené y dormí fuera – se explicó Erik – necesitaba soledad para aclararme.

El Fernández sonrió ampliamente.

- Tienes una herida en el costado – observó - ¿Cómo te la has hecho?

El pelirrojo dudó por unos instantes, entonces decidió decir la verdad, pero no toda.

- Me encontré con un cazarrecompensas – explicó – va detrás de Claire Simons y me considera enemigo… hemos tenido un pequeño rifirrafe.

- Ya veo… - Luis continuaba sonriendo – tu aura parece una balsa de aceite hirviendo en la que no deja de caer agua… ¿Vas a meditar?

Erik sonrió.

- No me vendría mal – reconoció – antes siempre meditábamos antes de salir de caza, pero llevamos mucho tiempo sin hacerlo… ciertamente, necesito algo de relax – su estómago gruñó con fuerza – Y un buen desayuno, claro…

- François bajó a por una caja de donuts esta mañana – indicó el joven Fernández – te hemos guardado tus favoritos ¿te apetece?

- ¡Joder si me apetece! – respondió levantándose de un salto y corriendo con cuidado hasta la cocina seguido de su colega.

El desayuno fue rápido pero abundante, cinco donuts con diferentes glaseados y rellenos y dos vasos de leche bien cargados de cacao soluble fueron necesarios para volver a poner a tono a Erik, acto seguido volvieron a la habitación, dispuesto el Belmont a meditar hasta calmar sus inquietudes.

Se sentó en el lugar de su hermano y, adoptando la posición del loto, acompasó su respiración y cerró los ojos.

Inmediatamente se sintió consciente de sí mismo, cada latido, cada respiración, cada fibra de ropa en contacto con su piel, cada cabello… estaba él sólo en la oscuridad, y al mismo tiempo sabía que se encontraba acompañado.

De repente su alma se agitó, una corriente violenta, similar a un torrente, lo sacudía sin moverlo, casi lo golpeaba.

Era su aura, que se agitaba con la fuerza de cien torrentes.

Todas las preguntas que se había hecho a lo largo de la noche empezaron a resonar con gran estruendo en su cabeza, se sintió incómodo, pesado… sus pensamientos parecían aplastarle.

De repente, el suave canto de un pájaro lo disolvió todo, y lo devolvió a la oscuridad.

- Erik ¡Abre los ojos! ¡Por dios, ábrelos!

Los abrió inmediatamente, fue consciente de que jadeaba, sudaba… su corazón latía con fiereza y la cabeza le dolía horrosamente.

Frente a él estaba Luis, que lo había llamado, y en la puerta lo observaban François, Elisabeth y su hermano Simon.

Todos lo miraban asustados.

- ¿Estás bien? – preguntó Luis, cogiéndolo de los hombros - ¿Te encuentras bien?

Erik no contestaba, sólo jadeaba… Era la primera vez que le aliviaba salir de la meditación.

- ¡Contesta, joder!

Finalmente encontró las palabras.

- No – negó – no estoy bien, ha sido como una… pesadilla… - miró a todos y después clavó sus ojos en los de su compañero - ¿Qué ha… sucedido?

- T-tu aura… ¡parecía una tempestad! – exclamó François.

- Era muy violenta – explicó Luis – como un huracán… empezaste a jadear y a sudar… incluso la temperatura de la habitación ha subido… tenía que despertarte…

El pelirrojo bajó la cabeza, aún cansado, y miró sus manos.

Las sentía arder, le dolían.

- ¿Qué… me pasa? – se preguntó, confuso.

Nadie contestó.

- ¿¡Qué me pasa!? – insistió, mirándolos a todos.

Luis negó con la cabeza.

- No podemos hacer meditación hoy, necesitas hacer algo con ese batiburrillo que tienes en la cabeza… hay algo que te agita ¿verdad? Un pensamiento que te atormenta…

Sin pensar, el Belmont lo reconoció asintiendo…

- Si no es muy privado… ¿podemos saber de qué se trata?

Dudó por unos momentos, los miró a todos, preguntándose quienes debían saberlo y quienes no, entonces hizo una rápida recapitulación de sus pensamientos, en orden de importancia.

El que más le acuciaba ahora, el que más le ahogaba, era la última conversación que tuvo con Loretta.

- Si nos lo cuentas – insistió el Fernández - tal vez se disuelva y te tranquilices un poco…

Dobló la cerviz de nuevo, y vio aquel rostro cubierto de cicatrices, iluminado por los relámpagos de la tormenta.

¿Quién era… aquel hombre?

- ¿Quién es… - preguntó en voz alta – Drake?

Las reacciones a esto fueron diversas, François y Simon se miraron, Luis arqueó una ceja mientras lo miraba fijamente y Elisabeth palideció.

- ¿D-Drake…?– preguntó con un hilo de voz.

- Sí…

Todos salvo el pelirrojo la miraron.

Ella estuvo a punto de pedir que los dejaran a solas, pero Erik se le adelantó.

- ¿Podemos hablar de esto en privado, por favor?

Simon, Luis y François asintieron y salieron en silencio de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

- Sabía – articuló el pelirrojo de repente – que tú reaccionarías ante ese nombre… no dejas de ser una cazarrecompensas…

- Estoy retirada – puntualizó ella – ahora formo parte de la hermandad… - calló unos segundos - ¿Cómo conoces el nombre de Drake?

El Belmont suspiró.

- Va detrás de Claire Simons… y me he enfrentado con él esta noche.

Elisabeth abrió los ojos de par en par.

- ¿¡Y sigues vivo!?

- No… no parecía tener ganas de luchar… - se estremeció – su presencia llenaba toda la zona de los Campos Elíseos

De inmediato se dio cuenta de algo ¿¡Tenía miedo!?

Sin duda la meditación no había tranquilizado su espíritu precisamente.

- Tú estabas en su gremio – prosiguió, recuperando un poco la calma - ¿Qué sabes de él?

Elise se sentó donde antes se encontraba Luis, seguía pálida, pero su rostro era serio.

- No sé mas que el resto de los mortales – reconoció – pocos nos hemos encontrado con Drake y hemos tenido la oportunidad de luchar contra él… sólo lo ví una vez, y así y todo sigo pensando que no es más que una leyenda.

Aquello llamó su atención.

- ¿Te has enfrentado a él? ¿Por qué?

La mujer se sobresaltó, de repente se dio cuenta de que había hablado demasiado… pero ya no le quedaba otro remedio que contestar.

- Fue… por una recompensa… me vi obligada a hacerle frente ya que necesitaba ese dinero y no podía dejar que me lo arrebatase… la verdad, no me siento orgullosa de aquella caza, así que – apartó su mirada de Erik – prefiero no entrar en detalles…

El pelirrojo asintió.

- Lo comprendo…

- Y bueno… - continuó ella - ¿A qué ese repentino interés por él?

Erik le explicó su conversación con Loretta Lecarde.

- Ya veo…- asintió la mujer – por desgracia no te puedo ayudar… todo lo que hay son habladurías, rumores… si quieres mi opinión, la única persona que de verdad te puede ayudar es Rose.

El joven se dejó caer de espaldas en la cama y suspiró.

- De todas formas – continuó – no creo que sea algo que puedas averiguar tan fácilmente… si es algo que nadie desea recordar te va a resultar difícil conseguir que se bajen de la burra…

- Lo sé – admitió – pero… necesito saber…

Elisabeth sonrió.

- Quieres conocer a tu enemigo ¿verdad?

Erik negó con la cabeza.

- Sólo quiero saber qué fue lo que sacudió los cimientos de la hermandad en la generación de mis padres…

- Escucha – se inclinó hacia delante – todo llega en su momento, ya tendrás la oportunidad de obtener esa información, por ahora debes preocuparte más de otros asuntos, y sobre todo de relajarte…

El muchacho sonrió levemente.

- Bueno… hoy me toca a mí cocinar – articuló Elisabeth mientras hablaba - ¿Te gustan las albóndigas? He pensado en hacerlas con salsa de tomate…

La sonrisa de Erik se acrecentó.

- Yo digo “sí” a todo lo que lleve carne picada, mujer.

Elise rió.

- ¡Pues venga, como ya hay consenso me pongo a ello!

Salió de la habitación y lo dejó solo.

La conversación no había servido de nada.

Demonios… iba a tener que hablar con Rose sobre ello… sólo de pensarlo le daban ganas de olvidarse de Drake…

Se quedó pensando durante unos minutos, necesitaba algo de paz…

Sintió a Luis entrar, sentarse y quedarse observándolo, aquello lo molestó por unos instantes, pero finalmente se levantó.

- ¿Me supervisas la meditación? – solicitó casi instantáneamente.

- Por hoy no deberías – le recomendó el Fernández – ya has tenido demasiado.

- Necesito tranquilidad… tal vez ésta vez lo consiga… necesito meditar…

Luis dudó por unos momentos, pero finalmente hizo un gesto que venía a significar algo así como “lo que tú veas, macho”

Ante esto, Erik adoptó la posición del loto y volvió de nuevo a la meditación.

Esta vez le costó un poco más concentrarse, pero de nuevo se encontró en la oscuridad, en el vacío más absoluto, en la nada…

De nuevo se sintió consciente de su cuerpo, de nuevo sintió la agitación, de nuevo la violencia.

Empezó a sentir vértigo, a sudar, sus manos ardían, su cabeza dolía, su corazón parecía a punto de estallar.

Sintió el canto del ave de nuevo, pero lo convirtió en otra más de esas sensaciones, tomó la decisión de permanecer firme y tranquilizar su espíritu, ahuyentándolas…

Se afianzó, se levantó en la oscuridad y se mantuvo firme frente a la tempestad.

Era cierto, parecía un huracán, su propia aura parecía querer arrastarle.

Se concentró entonces en su corazón, el órgano que regulaba el flujo de energía; antaño había aprendido a controlarlo, a dominarlo… así fue como superó su afección cardiaca y pudo volver a la lucha.

“No me vas a ganar esta vez”

Puso cada célula de su cuerpo y cada partícula de su alma en reducir sus latidos, poco a poco las pulsaciones volvieron a la normalidad, y el huracán se convirtió en brisa.

El dolor de cabeza remitió, y la calma se hizo patente.

Entonces llegó otra sensación, todavía más intensa.

Su corazón comenzó a brillar, era un brillo tan fuerte que incluso traspasaba el músculo, la piel y la camisa negra, de hecho su ropa desapareció de repente, y se encontró desnudo en la nada.

La luz brilló aún más, y las numerosas cicatrices de su cuerpo se borraron, cada vena y cada capilar, cada arteria, cada vaso… cada célula de su cuerpo se llenó de una enorme y placentera sensación de calidez.

Empezó a llorar, su alma lloraba, pero no estaba triste… ¿era… felicidad?

Su espíritu… ¿era feliz?

Parecía que sí, pero ¿Por qué?

¿Qué era esa sensación que inundaba su corazón?

¿Qué era ese… sentimiento?

Sintió el canto del pájaro de nuevo, y todo aquello desapareció, abrió los ojos casi de inmediato y se encontró con que sonreía, sonreía y lloraba.

Luis estaba estupefacto.

- Es… ¿Estás bien? – preguntó casi con miedo el Fernández.

La sonrisa del Belmont se acrecentó.

- ¿Bien? ¡Estoy de puta madre!

Su colega respiró aliviado.

- Empezaba a preocuparme… primero empezaste como antes, tu aura se calmó y te tiraste normal un buen rato hasta que empezaste a sonreír y a llorar… es la primera vez que veo semejante progresión en alguien que medita, ha sido asombroso…

- ¿Cuánto tiempo me he tirado…?

Luis se encogió de hombros.

- Tú olfatea.

Obedeciendo, el pelirrojo alzó la nariz y empezó a oler, el aroma de la salsa de tomate caliente y de la carne frita con perejil y ajo llegó penetrante a su nariz.

- No jo…

- Una hora y veintitrés minutos – respondió finalmente – nunca te has tirado tanto tiempo así…

- Bueno… - el Belmont abandonó la posición del loto y se estiró – nunca me he sentido así…

- ¿Así? ¿Cómo es “así”?

Erik no contestó, sólo se levantó y siguió el aroma, su estómago emitió un sonoro rugido.

La hora de la comida fue, afortunadamente, muy animada, el repentino buen humor de Erik y el recién descubierto entusiasmo de Simon ayudaron a ello, los dos hermanos se sentían completamente renovados, y en los ojos del menor había una decisión que jamás se había visto en él.

Dos horas más tarde, finiquitadas las albóndigas y el pan y fregados los platos, con René alimentado y de nuevo dormido, fue decisión unánime la de echarse una buena siesta.

Sin embargo el pelirrojo no fue capaz de dormir, aquel recién descubierto sentimiento se había instalado en él, era muy agradable, pero le ahogaba el no poder identificarlo.

Silenciosamente, salió por la puerta principal y se dirigió escaleras arriba hasta la azotea, sonrió de nuevo al sentir el aire fresco ya en el último piso.

A la luz del día podría pensar con claridad.

Arribó y fue derecho a la desvencijada barandilla de metal, se apoyó en ella y, sonriendo, contempló la ciudad.

Las calles aún estaban levemente húmedas, el frescor de la lluvia aún emergía con timidez.

Barrió el horizonte con la mirada, lenta y meticulosamente, intentó imaginarla de noche desde aquel lugar.

Sus ojos se detuvieron en la Tour Eiffel, inmediatamente recordó la noche anterior, inmediatamente recordó a Claire.

Aquel extraño sentimiento lo invadió de nuevo.

Cálidas lágrimas recorrieron de nuevo sus mejillas.

Claire… Claire Simons…

¿Por qué… lo hacía sentir así?

Enjugó sus lágrimas y volvió a mirar la torre metálica.

A decir verdad… le había tomado cariño…

Disfrutando de la brisa, permaneció allí mucho tiempo, más de una hora pasó hasta que la puerta se abrió de nuevo, giró la cabeza y se encontró allí a su hermano, que llevaba dos latas de cerveza sin alcohol, una en cada mano.

- ¿Ya has despertado? – preguntó – tienes pinta de haber dormido bien.

- En realidad no he dormido – sonriendo, lanzó una de las latas a Erik, que la cogió al vuelo – he estado experimentando con mi aura… me ha venido bien aprender a meditar, al menos por ahora.

Con una leve sonrisa, el pelirrojo abrió la bebida y le dio un largo trago, después volvió a apoyarse en la barandilla, súbitamente suspiró.

El hermano menor, que no esperaba aquello, se apoyó de costado junto a él, mirándolo con atención.

- Conozco esa actitud – articuló de repente - ¿Qué es lo que pasa, tío?

Erik suspiró.

- A ti… puedo contártelo ¿no?

- Toma, claro.

- Dime Simon… ¿Has tenido alguna vez un sentimiento que… eres incapaz de identificar?

El muchacho alzó las cejas.

- ¿De qué sentimiento hablamos exactamente?

El hermano mayor dio un largo trago a su bebida.

- La sensación de… querer proteger a alguien… que no sufra ningún mal… la sensación de… querer hacerlo feliz.

Súbitamente, el menor sonrió.

¿Acaso Erik…?

- Bueno… ¿Quién es el o la susodicha?

El pelirrojo dudó.

- …Claire – respondió escuetamente.

Simon se atragantó, tardando un par de minutos en dejar de toser.

- ¿¡Claire!? ¿¡Claire Simons!? Pero… joder ¿Estás loco? ¡Que sólo la has visto una vez!

- Dos – puntualizó Erik – me enfrenté con ella hace poco – dudó de nuevo – y… bueno… una tercera, anoche, que la invité a cenar…

Simon escupió el trago de cerveza que estaba bebiendo.

- ¿¡Que qué!?

El hermano mayor asintió.

- Si… y pasé la noche con ella…

El joven Belmont se echó las manos a la cabeza.

- No – lo interrumpió Erik, adivinando el porqué de aquel gesto – no la pasé de “esa forma”, tranquilo.

Intranquilo, el chico empezó a dar vueltas sobre la zona.

- ¿Y qué demonios hacías tú saliendo anoche con Claire? – preguntó, deteniéndose por un momento.

- Necesitaba hablar con ella – explicó – aclarar mis pensamientos… saber cómo es realmente… y tomar una decisión…

- Ya veo… ¿Y esa decisión es…?

El pelirrojo carraspeó.

- Me voy a enfrentar a la iglesia – contestó – voy a protegerla.

Esperaba una opinión desfavorable al respecto o que su hermano le preguntara la razón, de modo que se sorprendió al recibir una comprensiva palmada en el hombro.

- Bueno, si es así… entonces cuenta conmigo.

Ahora fue Erik el sorprendido.

- Perdona ¿qué has dicho?

Simon se apoyó junto a él, en la misma postura, y miró al horizonte.

- Mira, si hay algo aquí que sabemos los tres es que tú nunca te equivocas con las personas, si es inocente pues es inocente, yo te ayudaré en todo lo que necesites, para eso estamos ¿no?

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro del pelirrojo.

- Gracias…

- Meh, no me las des…

Entonces reparó en el gesto de su hermano menor.

Era anormalmente serio, concentrado y dispuesto, raramente se podía ver en él.

¿Acaso sucedía algo?

- Simon…

- Erik, tengo – lo interrumpió – un mal presentimiento.

El pelirrojo lo miró directamente tras estas palabras que, dichas con tal seriedad, no podían ser para nada una broma.

- Un mal… ¿Presentimiento?

- Bueno… - se movió incómodo, tal vez no había escogido las palabras exactas – no sé si es bueno o malo, pero tengo la sensación de que algo va a suceder esta noche… siento como si el aire estuviera… perturbado…

Erik se estremeció, recordó su conversación con Loretta.

Aquel estremecimiento, aquella perturbación…

Tal vez no hubiera sucedido nada la noche anterior, pero puede que ésta…

- Quiero salir de caza esta noche – manifestó – no me sentiré tranquilo quedándome a cuidar del crío, hoy no.

El hermano mayor asintió.

- Lo hablaremos con François y Elise, de todas formas él está débil como para salir a luchar, así que sería perfecto que vinieras tú en su lugar.

Tras estas palabras los dos quedaron en silencio, contemplando la ciudad.

A media tarde el sol veraniego caía sobre ella con suavidad, acariciando cada calle y cada edificio.

Como imagen, resultaba increíblemente relajante.

Finalmente Simon se irguió y se dirigió de nuevo al interior del edificio cuando ya el atardecer se hallaba próximo.

- Voy a ir preparándome… me he puesto algo nervioso – comentó antes de desaparecer escaleras abajo – necesito relajarme un poco…

Erik esperó un poco y bajó veinte minutos después, una vez allí se encontró con que Stella y Loretta se habían reunido con su nieto en el piso.

- Vaya… ¡hola Erik! – lo saludó inmediatamente la hermana menor.

- Cuanto tiempo sin vernos… - apreció la mayor tendiéndole cordialmente la mano, con una extraña sonrisa en el rostro.

- ¿Qué está pasando aquí? – preguntó confuso el pelirrojo - ¿Por qué están ustedes dos…?

- Oh, sólo veníamos de visita – respondió Stella – pero ya puestos estamos discutiendo como organizarnos esta noche.

- ¿Cómo org…?

- Mis abuelas – explicó François de repente, saliendo de la habitación de matrimonio ataviado con unos vaqueros color verde oscuro, una camiseta negra y dos brazales plateados – han tenido la misma idea que Simon… y para ser francos, yo también.

Se fijó en la expresión de Elisabeth, que mezclaba disgusto y preocupación.

Inmediatamente, Stella Lecarde pronunció las palabras que parecían a punto de salir de los labios de la Kischine.

- ¿En tu estado piensas salir de caza hoy, François?

El joven francés empuñó su lanza mientras contestaba con despreocupación.

- Ya me encuentro mejor, además, unas heridas no van a detenerme, y la abuela Loretta ya ha convenido quedarse con René.

- Cierto – aceptó la aludida – pero me costó bastante cerrarte esas heridas, jovencito, perdiste mucha sangre, en un solo día no vas a estar en condiciones de combatir.

El joven Lecarde se dispuso a contestar, pero antes de tener la oportunidad de ello la voz autoritaria de Luis se impuso.

- Tío, tienes una mujer y un hijo, haz el favor de ser bueno y quedarte aquí, salir a combatir no te traerá más que problemas.

- Y otro día más de cama – completó la mujer.

François bufó, no podía negar que tenían razón, pero aún así…

- ¡No me tratéis como si…!

No llegó a terminar la frase, inmediatamente la casa tembló, no fue un temblor físico, pero pareció que algo los hubiera sacudido a todos, dejándolos encogidos.

Durante unos minutos el silencio fue absoluto, tal vez ahogado por los llantos desesperados del pobre René, que alertó a Elisabeth de que debía consolarlo.

- ¿Qué dem…?

- ¿Qué carajo ha sido eso…?

- ¿¡Pero que cojo…!?

- ¿Lo habéis notado?

- Ha sido como una…

Las hermanas eran las únicas que continuaban calladas, tenían la mirada perdida, con una expresión similar a la de un escalofrío provocado por el miedo.

- Ha sido… igual que anoche – murmuró finalmente Loretta.

- Si – confirmó Stella – pero mil veces más potente…

Silencio de nuevo, todos las miraban impávidos.

- Algo va a pasar – susurró Simon – algo muy gordo va a pasar…

Prelude of Twilight

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