Prelude of Twilight

Publicado: 19:17 23/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
No es muy normal que me ponga nostálgico, pero me falta mi ración de House de ésta semana y buscando buscando me he encontrado justo con lo que me hizo interesarme por el irreverente experto en diagnósticos.

Hablo de la tira Jaus, que junjos publicó durante un tiempo en el foro humor.

He de decir que nunca me había reído tanto en el foro Humor (Montajes de 300 aparte) como con éstas tiras, todo fan de House M.D. debe leerlas por huevos, sí o sí.

Chase
Foreman
Wilson
Cameron
Negro
Wilson 2
Maratón
Comatoso
Monjas
Regalo de Navidad
Stacy
Terminal
Cancer
Nariz
Aceptación
Supr Tira

Es una lástima que no volvieramos a tener noticias de ésto, el post acabó con un mensaje de junjos:

La web
Es cutre y está en desarrollo
Pero es un primer vistazo, que es algo

Si alguien quiere la dirección que me la pida en privado porque me acaban de recordar que no se permite poner enlaces publicitarios..


Y después no sé qué pasó, ya que no me dio tiempo a pillar en enlace, aún así, espero que alguien me pase el enlace a dicha web algún día y pueda ver sus trabajos, si es que siguió.

En fin, espero que junjos se tome ésto como lo que es: un recordatorio a aquel post que nos hizo descojonarnos a unos cuantos con una simpleza deslumbrante y una gran comicidad.

Desde aquí mis saludos junjos, y mi más sincera admiración

Publicado: 14:13 21/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Family

Aunque aquella situación fuera extraña para Simon, lo cierto es que la sorpresa de Erik y Luis no tenía nada de raro; Elizabeth Kischine, a quien conocían desde hacía tres años, era una mujer dura e implacable, hecha a sí misma y popularmente considerada fría y antipática; nació en un parto difícil al que su madre no sobrevivió, y su padre, Arthur Kischine, la entrenó en las artes del combate hasta la edad de los 15 años, cuando se lo llevó un cáncer de pulmón, tras lo que la aún adolescente cazadora decidió no acogerse a la hermandad y sobrevivir como cazarrecompensas, granjeándose una creciente fama de luchadora indestructible, siempre con la Espada estelar de su familia como única arma. Su camino se cruzó por primera vez con el de los dos jóvenes cuando interfirió en una de sus misiones, enfrentándose a ellos en combate y derrotándolos casi sin problemas, y se volvieron a ver cuando la propia hermandad la contrató – pagando generosamente – para asistir a un convaleciente Erik Belmont un año más tarde, en compañía del despistado François Lecarde. La misión tuvo éxito, y en teoría cada uno siguió su camino, ninguno de los dos esperaba volver a verla.

Quién iba a decirles que se la encontrarían en aquella casa, desposada con aquel muchacho y con hijo a su cargo.

- ¿Vais a pasar la noche en la puerta? – Preguntó ésta con una ligera sonrisa - ¡Pasad ya, hombre!

Obedeciendo como si estuvieran ante la misma Adela, los tres chicos obedecieron y atravesaron el umbral casi sin respirar.

- Venid, os enseñaremos la casa.

Los recién llegados acompañaron a la pareja que, delante de ellos, les fueron mostrando el piso; se trataba de un hogar discreto en comparación con los dos triplex unidos de los Fernández, pero era sin lugar a dudas íntimo y acogedor, cálido incluso; al poco de entrar se hallaba, tras una puerta corredera, la cocina, decorada con muebles blancos e iluminada por halógenos, más adelante, tras el pequeño corredor, estaba el salón comedor, de tal tamaño que tal vez ocupaba más de la mitad de la casa – el pilar justo en el centro indicaba que, tal vez, había ahí un tabique posteriormente derruido en una reforma – y desde él se accedía a tres habitaciones, la de matrimonio – donde se apreciaba una foto de la boda de Elisabeth y François y se encontraba también la cuna del pequeño René – la de invitados y un almacén donde, amén de varias cajas, se encontraban, en lugar visible y accesible, la hermosa Lanza Alucard y la espectacular Espada estelar.

Tras salir de la habitación de invitados – donde cabían dos camas y los bártulos de quien se alojara allí – se dirigieron al salón de nuevo, allí, junto al sofá, se encontraba un parque móvil donde una personita se movía de vez en cuando, balbuceando y jugueteando con unos peluches de llamativos colores que estaban desperdigados a su alrededor.

- ¿Queréis ver al rey de ésta casa? – preguntó la mujer con una cálida sonrisa en el rostro.

Los tres aceptaron de buen grado y se dirigieron con ellos al parque móvil; allí, rodeado de peluches, se encontraba un niño, cuya edad no llegaría al año, de cara regordeta y pelo oscurecido, sus ojos eran del color de los de François, pero en general era más parecido a su madre. El bebé pegó un gritito de alegría al ver a su padre, y luego miró con curiosidad a los tres cazadores.

- ¡Hoooooolaaaa! – Saludó François a su hijo mientras lo cogía, ante la atenta mirada de su esposa - ¿Me has echado de menos, grandullón? – Empezó a hacer carantoñas y a juguetear con su hijo, que se reía alegremente - ¡Aaaaaaaaah! ¡Sabía, sabía que si! ¿eeeeeeeeeh?

Un aura de paz y felicidad parecía rodear a la pareja en ese mismo instante, Elisabeth sonreía ampliamente mientras François jugueteaba con el pequeño René en una expresión que ni Erik ni Luis hubieran esperado ver en ella.

Aquella, pensaron, debía ser la cara oculta de aquella chica de corazón pétreo.

- ¡Eh, René! – dijo ésta con simpatía, cogiendo la mano de su hijo – Saluda a nuestros invitados, mira, éstos son Luis, Erik y… eh…

- Simon – aclaró el menor de los Belmont.

- …Simon… dí hola ¡Holaaaaaaaaa!

Empezó a mover la mano del bebé de un lado a otro mientras éste reía, lo que los hizo sonreír, enternecidos en parte por la escena – “al fin algo realmente agradable después de dos semanas” – y en parte por el ambiente de calidez familiar que se respiraba.

- ¿Queréis cogerlo? – les propuso François.

- ¡Si! ¡Cogedlo! No os preocupéis – corroboró su esposa.

Erik se negó, alegando que no tenía demasiada mano con los niños, al igual que Simon, pero Luis aceptó, y su cara cambió cuando lo tuvo en brazos, iluminándose.

Lo cierto es que el Fernández parecía estar en su salsa con el crío en brazos, a pesar de hacer un cuadro extraño aquel grandullón musculoso sujetando a un bebé, no obstante parecía feliz y cómodo haciéndole gracias a René.

- Te llevas bien con los críos ¿eh? – comentó Elisabeth a Luis mientras acariciaba un poco el cabello de su hijo, que se había acomodado apoyando la cabeza sobre el hombro del fórnido muchacho.

- Bien no sé si se me darán, pero me gustan – reconoció – eh… creo que tiene sueño – observó viendo que al pequeño se le cerraban los ojos.

Se lo devolvió a su madre, que lo cogió y lo apoyó en la misma posición en la que estaba con Luis.

- ¿Has cenado, Elise? – preguntó súbitamente François a su mujer.

- Sí – respondió ésta – tardabais, así que cené y le di de comer también a René, el resto está en el microondas… ¿Vosotros habéis cenado? – preguntó a los tres.

Negaron rápidamente, estaban hambrientos y no habían comido nada desde medio día, detestaban la comida del avión.

- Hemos pedido comida china – continuó Elisabeth – hay de sobra, así que podéis comer de ella si queréis.

Agradecieron el gesto mientras François corría a la cocina, seguido un poco más tarde de Erik, y ambos traían sucesivamente varios platos, aún tibios, con diversas especialidades de un aroma ciertamente tentador, y los colocaban en la mesa de mármol que estaba frente al sofá y los dos sillones, quedando ésta casi a rebosar.

Acto seguido los cuatro se sentaron con la boca hecha agua y la sala ya inundada por el olor del Pato Pekín, los Fideos de Arroz con Ternera, Arroz al Curry, Ku-Bak con Gambas, Pan Chino y otros, mientras Elisabeth empezaba a canturrear a su hijo para dormirlo.

- No pongáis la tele hasta que caiga, por favor – pidió a los comensales.

- ¡Sin problema! – aceptó François mientras los hermanos Belmont y Luis empezaban a atacar la comida tenedor en mano.

Pasaron quince minutos comiendo intentando no hacer ruido hasta que Elisabeth dejó al pequeño René en el parque móvil y puso la televisión, dejando el volumen al mínimo.

Zapeó un poco – a ninguno le importó demasiado – hasta que finalmente lo dejó en el LCI, el canal de noticias, donde comenzaba la emisión de la noche con una noticia que a la pareja le era ya demasiado familiar, todo lo contrario para los hermanos y para Luis, que dejaron de comer, mirando la TV con atención.

La noticia de apertura hablaba del caso de la desaparición de los cinco niños, si bien no decía nada interesante en realidad, limitándose a informar de que la policía seguía investigando, pero no se había hallado ninguna pista que les condujera hasta ellos o al secuestrador.

- Otra vez la misma mierda – comentó Elisabeth en voz baja – es frustrante.

- ¿Es necesario que digan a los Franceses cada noche que han de seguir teniendo miedo? – Protestó François.- no entiendo por qué repiten la misma noticia siempre a la misma hora.

- Supongo que – opinó Luis mientras cogía un rollo de Pato Pekín – quieren dar a la ciudadanía la sensación de que se está haciendo algo, de no ser así la conmoción podría crecer, y convertirse en miedo.

- Y el miedo en pánico, y el pánico en psicosis, lo sé – replicó el Lecarde – pero esto no hace más que dejar en evidencia a nuestra policía.

- La policía no puede hacer nada de todas formas – intervino Elisabeth – es muy poco probable que nuestro hombre sea humano.

- Sí, yo pienso lo mismo – corroboró Erik – pero siempre se puede hacer algo, y más si cuentan con cazadores para ayudarles.

François negó con la cabeza.

- Ya os lo dije antes, la magnitud de esto nos supera, por más que cuenten con nosotros el da el problema de que somos SOLO nosotros.

- Y eso es lo que nos ha traído aquí – dedujo Simon.

- Os lo dije en el coche, necesitamos vuestra ayuda.

- La tendréis – aceptó Luis – Mañana me pondré en contacto con la Police francesa.

La pareja miró a Simon, que hasta ahora parecía haber permanecido indiferente a la conversación.

- Las desapariciones empezaron el mismo día que secuestraron a Alicia – respondió éste a la silenciosa pregunta de sus anfitriones – de modo que si puedo sacar algo, cojonudo, y si no, pues al menos lo habremos intentado.

Sonrieron a modo de conformidad y, poco a poco, dejaron aquel desagradable y agotador tema hasta desviarse a cómo demonios habían acabado Elisabeth y François juntos. Resultó ser una historia curiosa, ya que volvieron juntos a París, con la intención de ella de visitar la ciudad usando al muchacho como guía, y acabaron de fiesta con el pobre François borracho como una cuba – además de descuidado, no toleraba demasiado bien el alcohol – encontrándose éste a la mañana siguiente al lado de ella, ambos desnudos en la cama del piso que ésta había alquilado, y a los pocos días, como por arte de un flechazo, eran pareja, casándose a los tres meses y quedando Elisabeth embarazada un poco más adelante.

Ni tan siquiera ellos esperaban que la cosa saliera tan bien, curiosamente eran una pareja muy bien avenida que daban la sensación de llevar toda la vida juntos, compraron aquel piso y René no tardó mucho en nacer, consolidando una pareja que parecía predestinada a formarse.

Lo cierto es que ninguno de los tres pudo ocultar su asombro por la historia de una relación llevada a tan atropellado ritmo, pero era evidente que había salido bien, y los dos colegas felicitaron a François por haber sido capaz de “convertir una estatua de mármol en una persona de carne y hueso con corazón y todo”, recibiendo sendos capones de la aludida.

Al acabar la cena y recoger la mesa los tres muchachos se levantaron y se despidieron, con la intención de buscar un hotel donde instalarse, a lo que la pareja se negó en rotundo, ofreciéndoles la habitación de invitados.

- ¡En serio, no podemos aceptar! – Negó Erik por tercera vez – No es cuestión de abusar, ya os hemos devorado la cena…

- Insisto – le respondió la mujer, tajante – tenemos la habitación de invitados, además, no he olvidado la antigua amistad entre los Kischine y los Belmont, no pienso negaros nuestra hospitalidad.

- ¡Pero…!

- De todos modos no será gratis – intervino François – Nos vais a ayudar ¿no? Con eso pagareis vuestro alojamiento, pero… hay dos camas – recordó - ¿Cómo os las vais a arreglar?

- Uno de nosotros dormirá en el sofá – decidió Luis – e iremos rotando.

- Buena idea – convino Simon.

- La verdad es que nos viene de maravilla – agradeció Erik a la pareja.

Tras fregar François los platos – aquel día le tocaba a él – se prepararon para ir a dormir, siendo Elisabeth, con René en los brazos, la primera en desaparecer tras la puerta de la habitación, Luis por su parte se acomodó en el sofá y los hermanos metieron sus bultos y los del Fernández en la habitación de invitados, pero Simon no tenía sueño aún, por lo que pidió al Lecarde la llave de la azotea, con la excusa de respirar aire fresco.

La verdad sin embargo era diferente, el muchacho subió ansioso las escaleras de los seis pisos restantes y abrió la puerta sin aliento, deseoso de embriagarse, emborracharse con la belleza de aquella mágica ciudad.

Cuando al fin llegó se apoyó en la baranda y tomó una gran bocanada de aire, el ya frío aire de las noches de París, antes de mirar al frente y parpadear una sóla vez, deleitándose la vista con aquellas calles y edificios iluminados, que fue mirando lentamente mientras recorría el perímetro del terrado, siempre agarrado en la baranda.

Finalmente se detuvo mirando a la Tour Eiffel, que sobresalía sobre todos los demás edificios y sonrió, paralizándose frente a aquella visión durante un tiempo indefinido, hasta que sintió una mano sobre su hombro.

- Una ciudad mágica ¿verdad? – dijo su hermano a su espalda.

- Para el viaje de fin de curso – comentó Simon tras unos segundos sin hablar – Alicia y yo íbamos a proponer París, tiene muchas ganas de conocerla.

- Vendréis – le aseguró Erik – si no es con vuestra clase será vosotros solos, pero no podéis perderos la belleza de la noche parisina.

Simon sonrió, alentado por las palabras de su hermano.

- Sí, sea como sea quiero que vea esto.

El hermano mayor le dio unas palmaditas amistosas en el hombro.

- Venga – apremió – deberías bajar y descansar, mañana comenzará la investigación y puedo asegurarte que será dura… mañana empieza lo duro.

Simon siguió a su hermano y se dispuso a cerrar la puerta de la azotea, no obstante, antes de echar la llave, la abrió un poco y echó un vistazo más a aquel pacífico paisaje… que al día siguiente sería todo un campo de batalla para él.

Publicado: 11:38 17/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Bad Times in Heaven

Sólo con verlo, Simon se dio cuenta de que François Lecarde no era un tipo normal; bajito y de escasa envergadura, descubrió sin embargo gracias a Erik que rondaba los 25 años de edad y que se daba la fuerza y maña suficiente como para manejar la pesada y poderosa lanza Alucard, con la que era todo un experto.

Aquel joven de cabello rubio ceniza mezclaba un aspecto serio propio de Luis y la energía e inquietud de Simon, y a pesar de su normalucha apariencia transmitía cierta sensación de seguridad, lo que para el joven Belmont era todo un alivio.

Tras los saludos y presentaciones pertinentes subieron al coche, arrancando su nuevo compañero justo en el momento en que Erik, sentado en el asiento del copiloto, cerraba la puerta.

- Bueno, ya habéis visto lo que hay – comentó François a los muchachos tras uno o dos minutos en silencio, serio como un ajo.

- ¿A qué te refieres exactamente? – preguntó Luis en respuesta.

- Vampiros más poderosos de lo común atacando a niños – replicó él Lecarde – lo creáis o no, no es un hecho aislado.

De inmediato el ambiente distendido desapareció y los tres muchachos escucharon con atención a su interlocutor, cuyas palabras estaban cargadas de preocupación.

- Llevamos ya dos semanas así – continuó – de repente un día me levanto y anuncian en la tele que se han encontrado los cadáveres de dos niños totalmente irreconocibles y otro más había desaparecido, esa misma noche me enfrenté a tres niños vampirizados y me crucé con varias sanguijuelas que tuve que exterminar con ayuda… ¡Nunca había pasado antes!

- Dos semanas has dicho… - Erik se llevó la mano a la barbilla, hacía dos semanas que…

- Más o menos hace ese tiempo se llevaron a Alicia – comentó Simon – no creo que sea una casualidad.

- Sí, estoy enterado de lo de Alicia Fernández – contestó François – mis condolencias, dicho sea de paso, desde luego existe alguna relación, pero no se me ocurre cual puede ser.

- Y al estar inmiscuidos los humanos, la policía también está en el ajo ¿no? – dedujo Luis.

- Así es, de hecho ya es un asunto conocido a nivel nacional, ha causado auténtica conmoción.

- Conmoción… ¿Por la desaparición de un niño? – preguntó Simon, extrañado.

- De uno no - replicó el Lecarde – ya os he dicho que esto empezó hace dos semanas, han desaparecido sin dejar rastro un total de cinco niños, además, se han encontrado cadáveres… mi mujer y yo colaboramos con la policía en todo lo que podemos, pero todo esto nos sobrepasa, necesitamos más ayuda, y también tenemos miedo por la seguridad de nuestro propio hijo.

- Si es por eso no te preocupes – dijo Erik – si Luis está de acuerdo puedes contar con nosotros, servirá de entrenamiento para Simon además.

Pero Luis no estaba en eso precisamente, conocía a François Lecarde lo suficiente como para saber que para él, la idea de tener una esposa y un hijo era poco menos que una utopía.

- Ey ey, espera un momento – interrumpió al Francés - ¿Has dicho MUJER e HIJO?

En el rostro preocupado del chico se dibujó una tierna sonrisa.

- Eso he dicho, Luis, estoy casado y tengo un niño, ha salido a su madre así que, como es natural, es precioso.

El Fernández se rió abiertamente.

- Tío, tío, no te ofendas pero… a ti lo de ligar nunca se te ha dado precisamente bien.

- A veces no es necesario que Mahoma vaya a la montaña – contestó – y tampoco ha de ir la montaña a Mahoma, son cosas que, sencillamente, surgen.

- Hace dos años no estabas casado – intervino Erik – ni tan siquiera tenías novia ¿No ha sido un poco… precipitado?

- En realidad sí que tenía novia – respondió François – pero ninguno de los dos lo sabía.

El pelirrojo se dio cuenta de que el rostro de su amigo se había iluminado, Simon por su parte sonreía nostálgico, ya que era una situación similar a la que había vivido con Alicia.

- Cuando lleguemos la conoceréis – concluyó – aunque vosotros dos – añadió en referencia a Erik y Luis – ya sabéis quién es.

Los dos compañeros se hundieron en sus sitios, pensativos, mientras François recuperaba su seriedad.

- Retomando el tema – intervino Simon - ¿Se sabe si hay pistas del secuestrador?

- Ni uno – respondió el francés con rapidez – por desgracia no tenemos absolutamente nada.

- En Almería nos pasó algo similar – comentó Luis – pero fue más largo, durante unos meses estuvieron desapareciendo muchachas, las que llevaban más tiempo desaparecidas fueron encontradas muertas, y al resto las localizamos en el puerto.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de François.

- No quiero pensar ni por instante que pueda aparecer muerto alguno de esos niños – dijo con voz temblorosa - ¿Cómo las encontrasteis?

- Siempre hay algún detalle – contestó Erik – una pisada, una gota de algo, un trozo de tela… algo que permita situar al captor…

- En nuestro caso fue amoniaco disuelto en agua – explicó Luis – restos del hielo que se utiliza en el puerto… típico y tópico.

- Pero no todo era típico y tópico ¿verdad? – le interrumpió el Lecarde.

- ¡Bingo! – Aprobó Erik – El captor era un vampiro.

- Más bien varios vampiros – concretó Luis – y su líder seguro que te suena.

- Sorpréndeme

- Erzhabeth Barthory.

François pegó tal acelerón que casi se lleva por delante al motorista que los adelantaba en aquel momento, no tardó en recuperar la velocidad normal del coche, pero él quedó visiblemente alterado.

- ¿¡COMO!? ¿¡Erzhabeth… BARTHORY!?

Ninguno de los tres se sorprendió por la reacción de su colega – bueno, Simon si que se asustó un poco – era algo totalmente normal, ya que Erzhabet Barthory fue derrotada años atrás, en 1917, por su antepasado Eric Lecarde, en compañía de Jonh Morris, antepasado de Rose y portador en aquel momento del Vampire Killer, y él lo tenía muy presente.

- Sé que no te gusta la idea pero sí – dijo Luis – Barthory ha regresado y no es la única, Orlox también.

- Barthory resucitó a Drácula en 1917 gracias al clima de muerte y destrucción creado en la primera guerra mundial – empezó a razonar François, intentando calmarse - ¿Es… es posible que busque lo mismo otra vez?

- No se dan las condiciones – respondió Erik – y Drácula fue sellado por mi padre y mi tío hace 10 años, sería imposible volver a traerlo.

- Aún así – intervino Simon – alguien ha tenido que resucitarlos, a ella y a Orlox, y a saber por qué motivos.

- Por ahora tenemos cosas más importantes en qué pensar – interrumpió Luis con ánimos de desviar la conversación de lo que precisamente más les preocupaba a él y a Erik aparte de su hermana – Oye Fran, en Almería había una constante de jóvenes atractivas con rasgos faciales norteños y una edad entre los 15 y los 18 años, además las escenas del crimen solían ser zonas solitarias de la ciudad ¿Cuáles son las constantes aquí?

François soltó una carcajada sarcástica.

- No hay constante alguna, los rasgos difieren tanto que no existe ni la más mínima relación, en cuando a las escenas… no hay.

Luis arqueó una ceja.

- ¿Cómo? ¡Siempre hay una escena del crimen!

- Los niños – replicó el Francés – desaparecían en lugares tan normales y seguros como su propia habitación o el patio del colegio, el último desapareció en un aula de informática, así que imagina.

Aquel dato aturdió enormemente al Fernández, había que ser muy hábil, o bien totalmente invisible para lograr colarse en lugares así y llevarse al infante sin ser visto.

- François – intervino Erik – siento discrepar, pero siempre existe una constante ¿Había alguno que fuera particularmente alto o bajo?

- No

- ¿Algún color de pelo en especial? ¿Rasgos faciales?

- Ya os lo he dicho, ni una sóla coincidencia – respondió exasperado.

- ¿Forma física?

Una bombilla pareció encenderse sobre la cabeza del Lecarde, sus ojos se abrieron ampliamente y tardó unos segundos en hablar.

- Si… ¡Sí que existe una coincidencia! ¡Los 5 niños eran delgados!

Erik se hundió en su sitio.

- Delgados… ya veo.

- ¿Se te ha ocurrido algo? – le preguntó su hermano menor.

- Si, sí que… pero puede que sea demasiado descabellado… o puede que no…

- En nuestro caso nada es descabellado – le espetó Luis – ¡suéltalo hombre!

- No, aún no, lo siento – se disculpó Erik – es sólo una conjetura… necesito más datos.

- Por cierto… - intervino Luis de nuevo intentando volver al relajante ambiente distendido que tenían antes - ¿Quién ha tenido la desgracia de casarse contigo? ¡Venga hombre, dínoslo!

- ¡Ya os he dicho que la conocéis! – Replicó François, cuya sonrisa denotaba el hecho de que necesitaba relajarse después de aquella estresante conversación - ¡Pensad un poco!

Los tres empezaron a reír y hace bromas mientras Simon miraba a la calle por la ventanilla, en silencio, fascinado por las bulliciosas – aún de noche – calles parisinas que tanto se diferenciaban de las estrechas y tranquilas callejuelas de la pacífica Almería. Pasó un rato hasta que se dio cuenta de que la marcha aminoraba hasta detenerse delante de un edificio de más de diez plantas, de aspecto nuevo, casi como recién construido.

- Aquí es – indicó el Francés a los tres muchachos – bajad del coche, voy a aparcar.

Obedecieron y se subieron a la acera a esperar a François, que volvió tras unos minutos llave en mano, abriendo el portal – no sin antes dar un pequeño toque, tal vez de aviso, al 9-C – e indicándoles con la mano que entraran al portal.

Éste parecía, si no lujoso, sí bastante elegante, con Mármol rosado en el suelo y hasta metro y medio de alto en las paredes, el resto de éstas estaba estucado en color blanco y el techo era liso, del mismo color, albergando en él las luces que se encendieron apenas Luis cruzó la puerta. Acto seguido tomaron el ascensor – una pequeña cabina económica de suelo recubierto de goma y puerta manual exterior e interior automática – y su anfitrión tocó al 9, a donde subieron para después seguirlo hasta la puerta C, en cuya cerradura François metió la llave en silencio, haciendo a su vez señas a sus tres compañeros para que hicieran el menor ruido posible.

La puerta se abrió sin que los goznes llegaran a sonar, François entró primero y preguntó en una mezcla de grito y susurro “¿Está dormido René?”, a lo que recibió como respuesta un sonoro “¡No! Puedes pasar, cariño” con una voz que a Erik y Luis les resultó increíblemente familiar – y que nunca hubieran esperado escuchar en esa casa ni mucho menos oírla pronunciar la palabra “cariño”

Los tres jóvenes entraron al pasillo junto con François que, ésta vez, sí, saludó con un sonoro “¡Ya estoy aquí!”, que obtuvo la respuesta de unos pasos que anunciaron la aparición de una figura femenina, más alta incluso que Luis, de fuerte presencia, vestida con una sencilla camiseta larga de andar por casa y un brillante cabello lacio negro con un mechón cano coronando el joven rostro de la muchacha que hacía acto de presencia ante ellos. Simon se impresionó por la enorme fuerza que despedía aquella mujer, dejando en él una sensación similar a la que daba Adela Fernández, Erik y Luis por su parte no salían de su asombro, y miraban alternativamente a uno y otra hasta que finalmente parecieron asimilarlo, y abrieron la boca para pronunciar unas escasas y entrecortadas palabras.

- ¡La hostia! – Exclamó el Fernández - ¡Pero si tú eres…!

- No puede ser… - murmuró el Belmont – la cazarrecompensas…

- ¡¡¡ELIZABETH KISCHINE!!! – Gritaron ambos compañeros a la vez, estupefactos.

- Ya os dije – espetó François a ambos con una amplia sonrisa de oreja a oreja - que la conocíais

Publicado: 15:17 15/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Dolls of the Darkness

El avión llegó a París ya en noche cerrada, los tres muchachos se asomaron a la ventanilla para contemplar su nuevo destino, cuyas calles, iluminadas por centenares de luces artificiales, ofrecían un espectáculo mágico que los maravillaba.

No en vano la llamaban “la ciudad de la luz”

Tras un aterrizaje sin incidencias, bajaron del avión medio desorientados, siendo Erik el único que tenía más o menos alguna idea de donde ir, salieron de la terminal y buscaron con la mirada, entre el gentío, a alguien que no conocían.

- Dijiste que habría alguien esperando – reprochó Simon a su hermano, ligeramente irritado.

- Cierto – reconoció el hermano mayor – no entiendo cómo nos ha podido fallar.

- ¡Salgamos de aquí! – Propuso Luis - ¡Esto es agobiante!

Avanzando como podían, los tres compañeros recogieron su equipaje y lucharon contra la marabunta de gente que se agolpaba y avanzaba en sentido contrario al suyo hasta llegar a la salida done, aliviados, se apoyaron en un coche al azar a descansar.

- ¡Vaya faena! – Exclamó el Fernández mientras llenaba sus pulmones de aire no viciado - ¡Ya te dije que no debías cargarle responsabilidad alguna a EL! ¡Parece mentira que no te acuerdes de lo manta que era!

- Han pasado ya dos años desde eso – replicó Erik sin perder la calma – tengo entendido que ha mejorado bastante… estamos en plena época de vacaciones, ahora mismo habrá tráfico para aburrir.

- Pues debería haberlo previsto – repuso Luis – ahora no podemos movernos de aquí hasta que llegue y nos podemos tirar toda la noche perfectamente.

- Meh, tu sencillamente ten paciencia…

- Un momento un momento – les interrumpió Simon, nervioso - ¿Quién es “EL”?

Los dos colegas callaron por un momento, acto seguido Erik empezó a explicar.

- Es… un viejo conocido – respondió – hicimos algunas misiones juntos… no es mal cazador, pero es un despistado…

- Un lancero excepcional – continuó Luis – pero un completo desastre para todo lo demás, la puntualidad tampoco es que sea su fuerte…

- Ya… ¿Y se llama…?

Erik estuvo a punto de contestar cuando Luis hizo un movimiento con la mano, callándolo. Había notado algo cerca de ellos, y no era bueno…

Los tres muchachos abandonaron su posición relajada y se pusieron en guardia, una pareja de vampiresas apareció entonces por detrás de un coche, sus bocas estaban ensangrentadas y tenían los ojos de color anaranjado.

- ¡Vaya! – Exclamó una de ellas, de pelo castaño y lacio - ¡Carne fresca!

- Si… y además muy atractivos – convino su compañera, vestida y maquillada al estilo gótico, con el pelo negro corto y engominado.

Los tres muchachos echaron mano a sus bolsas de deporte y empuñaron sus armas dentro de ellas, mientras, las dos chupasangres saltaban sobre el capó y el techo del automóvil, detrás de éste se pudo ver caer un cuerpo cuya edad y sexo no podían determinar en aquel momento.

- No me van las francesitas de boca ancha – comentó Luis, dirigiéndose a las recién llegadas – mi novia está mucho más buena.

El Fernández tiró la bolsa al suelo, revelando su katana desenvainada, listo para entrar en combate, los hermanos hicieron lo propio, aunque Erik ocupó sus dos manos, sujetando en la izquierda la vaina de su Salamander.

- Qué armas tan grandes… - profirió burlonamente la gótica - ¿Sabéis usarlas o sólo alardeáis?

- Venid… y os lo mostraremos – las desafió Luis adoptando una pose de guardia – son muy juguetonas, ya lo veréis.

Inmediatamente las dos Nosferatu saltaron directamente hacia ellos, Erik atacó con una estocada, pensando que tenía a la vampiresa de pelo castaño a tiro, pero ésta desapareció en el aire y volvió a aparecer justo delante de Simon que, sorprendido, tuvo la reacción de dar un salto hacia atrás, tras lo que la vampiresa lo agarró de cuello e intentó elevarlo, encontrándose con la sorpresa de que la piel del muchacho le quemaba al tacto.

- ¡Muy bueno Simon! – le felicitó su hermano lanzándose a por la vampiresa, a quien lanzó un espadazo que ésta esquivó, no cayendo en la cuenta de que el ataque era doble, por lo que fue golpeada por la ardiente vaina de la Salamander.

Mientras, Luis se batía con la gótica, que atacaba a zarpazos y de hecho ya había conseguido rasgar en algunos puntos la ropa del muchacho mientras esquivaba su espada con sorprendente rapidez. Finalmente el Fernández logró golpearla con el canto de la hoja, aturdiéndola lo suficiente como para acercarse y acertarle con la empuñadura en la frente, pero ésta se repuso rápido e intentó morderle, momento que aprovechó el joven para decapitarla, convirtiéndose enseguida en un montón de cenizas que fueron arrastradas por la brisa.

Por su parte los hermanos Belmont continuaban luchando, su adversaria era mucho más dura de lo que parecía, y había resistido varios ataques por parte de los hermanos; cuando Luis volvió la vista hacia ellos Erik estaba cayendo al suelo, con la nariz ensangrentada, y Simon esquivaba a la chupasangres saltando sobre ella, cuando ésta se dio la vuelta el hermano menor le propinó varios puñetazos en el estómago y un gancho con todas sus fuerzas que la hizo morder el polvo, la vampiresa se levantó furiosa tras esto, pero Simon la remató finalmente con un certero golpe de su látigo, que centelleó por un momento junto con el aura del chico.

- ¿Estáis bien? – se interesó Luis mientras avanzaba hacia ellos.

Simon asintió con la cabeza mientras, recuperando el aliento, enrollaba su arma, Erik por su parte se levantó, se limpió la nariz con la manga de su camisa negra y asintió a su vez.

- Eran duras – comentó el pelirrojo mientras sacaba un pañuelo de uno de sus bolsillos y se limpiaba la sangre – no me lo esperaba en absoluto.

- Ya, yo tampoco – admitió el Fernández – de hecho no creo que ninguno de nosotros…

La llamada de Simon, que había ido a curiosear al lugar de donde salieron aquellas dos vampiresas, los interrumpió.

- ¡Eh! ¡Venid a ver esto!

Los dos colegas acudieron a la carrera, Simon estaba ahí acuclillado, mirando estupefacto lo que había ante sí.

Luis y Erik, se detuvieron en seco al llegar, impresionados por el grotesco espectáculo que se hallaba ante sus ojos, Erik profirió un casi inaudible “Santo Dios”, mientras que la respiración de Luis se aceleraba.

Ante los tres estaba tendido el cuerpo de un niño, de no más de diez años, sobre un gran charco de sangre, sus ropas, empapadas por el líquido carmín, estaban destrozadas, y su rostro, desfigurado hasta el punto de ser irreconocible.

El hermano menor se levantó al poco y se apoyó al otro lado del coche, con las tripas revueltas y vomitando, mientras que el Fernández rodeó el cadáver y puso los dedos índice y corazón sobre la yugular del chico, negó con la cabeza y después apretó una de las heridas, de la que no salió ni una gota de sangre.

- Lo han dejado seco – comentó a su compañero – éste no tiene salvación alguna, ni siquiera creo que despierte como vampiro.

Erik, lívido, se limitó a asentir, Simon por su parte, ya más o menos recuperado de la impresión, se acercó a ellos intentando, eso sí, no mirar ni de reojo el cuerpo.

- ¿Y ahora? – preguntó a los dos.

- Supongo que habrá que avisar a la seguridad del aeropuerto – respondió Luis – y que acordonen la zona, levanten el cadáver y demás, nosotros ya no podemos hacer nada.

Se dieron la vuelta con la intención de rodear el coche y entrar al edificio cuando un ruido extraño y asqueroso sonó a su espalda, lentamente se dieron la vuelta, para ver allí, de pie, aquel cuerpecillo irreconocible, en cuya boca habían crecido sendos colmillos y lucía una sonrisa demoniaca.

Ninguno se atrevió a decir nada, no sabían cómo reaccionar, nunca se habían enfrentado a un niño vampiro y les producía repulsa la idea de hacer daño a aquello que era remotamente parecido a un niño.

Entonces, como a cámara lenta, vieron a la criatura flexionar su piernas y acto seguido lanzarse contra ellos, rugiendo, los tres retrocedieron atropelladamente, y, cuando ya estaba apenas a unos centímetros de sus caras, una brillante llama verdosa lo envolvió, calcinándolo al momento.

Aún asustados, los tres jóvenes buscaron la fuente de aquel ataque repentino, hallando a su izquierda a alguien saliendo de un coche color verde botella, aún con la mano extendida, su cabello corto era de color rubio ceniza y sus ojos marrones, y vestía unos pantalones vaqueros azules y una sencilla camiseta casi del mismo color que su automóvil.

- ¡Por poco no llego! – Exclamó el recién llegado con alivio – ¡Os ha ido de poco! ¿eh?

Luis y Erik respiraron con alivio mientras que Simon lo miraba con cierto recelo, el desconocido empezó a andar hacia ellos, con una sonrisa en la boca, cuando estaba cerca extendió los brazos.

- ¡Cuaaaaaanto tieeeeeempo! – exclamó mientras se acercaba a Erik con los brazos abiertos.

- ¡François! ¡Maldito mamonazo! – exclamó a su vez Erik, abriendo también los brazos.

Al poco los dos se dieron un abrazo de amigo y unas palmaditas entre risas, al separarse corrió a saludar a Luis, aún sonriendo, y ambos se dieron la mano enérgicamente.

- ¡Llegas tarde cabrón! – le reprendió Erik sin perder el tono simpático en la voz - ¿Dónde coño te habías metido?

- Oh, arreglando asuntillos – respondió François – Dime ¿Es éste tu famoso hermano? – preguntó dirigiéndose a Simon.

- ¿¡Famoso!? – exclamó extrañado el aludido.

- ¡Las noticias vuelan, hombre! – Replicó – Rose se ha encargado de contárselo a todo dios.

Simon torció el gesto, estaba claro que la líder había difundido que era capaz de hacer el Holy Cross.

- En fin… - repuso con cierta desgana – supongo que mi nombre ya lo sabes pero… me llamo Simon, Simon Belmont.

Tendió la mano a François, que la estrechó con una sonrisa.

- ¡Encantado Simon! Mi nombre es François… François Lecarde

Publicado: 15:16 15/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
De camino al hotel, Erik paró a comprar un ordenador portátil que llevaría en su viaje y una suite de software gráfico – “¡Benditas financiaciones a estudiantes!” – sin dar explicaciones a su colega, que llevaba bien agarrado el Angelium. Ya en la habitación mostraron a Juanjo, Adela y Simon el libro con enorme satisfacción y orgullo y convinieron con éste último no ir a su siguiente destino hasta asegurarse de que el padre de Luis podía, como poco, desenvolverse bien. Los tres días siguientes los aprovecharon para reponerse y descansar en condiciones, teniendo por fin una noche completa de sueño en la que sucumbieron al agotamiento, así como a visitar la ciudad en plan turístico, olvidando sus inquietudes aunque sólo fuera por unas horas.

Al cuarto día emprendieron definitivamente el viaje, con la promesa de no volver sin Alicia, al aeropuerto fueron a despedirlos un Juanjo que aún se sujetaba con muletas, Adela y sus tres hermanos, Luisa, Rafael y Alejandro, que les desearon suerte antes de cruzar la puerta de embarque.

Una vez en el avión, los tres muchachos se acomodaron y relajaron, su próximo destino era París, Francia, donde unos viejos conocidos, ya informados de la situación en la que se encontraban, les alojarían.

Una extraña sensación se apoderaba de ellos según se elevaba el aparato, algo les decía que el viaje de sus vidas estaba a punto de comenzar.

Publicado: 17:29 06/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Episodio 1

- ¡Te queda perfecto!

La joven Alicia estaba ahí de pie, frente al espejo, ataviada con un elegante vestido de época de color Beige, mirando su propio reflejo con semblante sombrío mientras otra muchacha, que llevaba un elegante vestido fucsia y una diadema a juego la observaba y toqueteaba aquí y allá, ajustando diversos puntos del atuendo.

- ¿Tú crees? – preguntó con voz hueca.

Ni siquiera recordaba cuantos días habían pasado desde que llegó a ese lugar, sencillamente, tras quedar inconsciente en la playa en un intento por proteger a Simon, despertó en un frío, húmedo y oscuro calabozo, donde permaneció sola hasta que una elegante mujer, con el rostro cubierto con una inerte máscara gris, la sacó y la condujo hasta aquella habitación, donde la dejó con un único “pronto nos veremos de nuevo”, y cerró la puerta.

Desde aquel día lo único que se dedicó a hacer fue mirar por la ventana y comer un poco de la comida que le ofrecían, por algún motivo en aquel lugar la noche parecía perpetua, por lo que intentaba guiarse por las campanadas que de vez en cuando sonaban, pero dejó de hacerles caso al poco.

Sólo una cosa lograba animarla: La cruz que su amado le regaló aquella fatídica noche, pero sin embargo también la angustiaba, porque no podía dejar de preguntarse si seguía vivo, o por el contrario había muerto sobre la arena.

Sólo había tenido una compañía ocasional desde que pisó aquella lujosa habitación, era aquella muchacha de cabello oscuro y dulce expresión que solía sonreír y ser amable, la misma que ahora le ajustaba aquel hermoso vestido.

Se llamaba, o se hacía llamar, Laura.

- ¿Para qué me pones esto? – preguntó intentando sacar algo de conversación – no voy a salir de aquí de todas formas…

- Te equivocas – respondió ésta mientras le ajustaba el escote – hoy vamos a cenar en el salón central.

La Fernández intentó sonreír al ver que Laura también lo hacía, de hecho no podía evitar estar nerviosa, ya que era la primera vez en ¿una semana? que salía de aquellos aposentos que ya, de hecho, maldecía.

- ¿En el salón central? – volvió a preguntar, curiosa - ¿Con quien?

- ¡Mi señora ha vuelto de su viaje! – replicó Laura, feliz - ¡Y quiere que estemos las dos invitadas a la cena!

De repente, la muchacha sintió miedo ¿Iban a cenar con otros vampiros? ¿Iba a ser ella la única humana en el salón?

Su labio inferior tembló, ya de por sí no le gustaba nada la situación en la que se hallaba, pero es que aquello era peor que la soledad.

Y Laura pareció notarlo, porque enseguida le llamó la atención.

- ¡Despreocúpate! – exclamó - ¡Yo también soy humana, como tú! ¿No lo habías notado?

Alicia abrió los ojos, sorprendida, y por primera vez reaccionó con un gesto más enérgico, dándose la vuelta.

- ¿¡En serio!?

Su interlocutora se levantó el labio superior, mostrándole sus encías.

- Los vampiros tienen aquí – se señaló un punto encima de cada colmillo – y aquí dos colmillos retráctiles con los que chupan la sangre, si yo los tuviera los verías, además – se dio la vuelta y retiró su cabello, mostrando a Alicia una especie de tatuaje tribal, compuesto por una línea plagada de espinas, que descansaba sobre su nuca - ¿Ves? Esto es lo que me marca como humana en éste castillo, soy una sierva.

Instintivamente la Fernández se llevó la mano a su nuca, pero Laura intervino de nuevo.

- Oh, no, querida, tú no has corrido esa suerte, eres una invitada en éste castillo, no una sierva, no perteneces a nadie aquí.

¿Pertenecer? ¿Qué son los humanos para los vampiros?

- Por lo demás, no tienes que preocuparte – continuó – nosotras tendremos nuestra propia cena, con alimentos y bebida comunes para los humanos – se acercó a la cama Luis XVI y cogió una bonita diadema de un bonito blanco nacarado que colocó en la cabeza de la chica - ¡Ya! – se alejó unos pasos y la miró de arriba abajo - ¡Preciosa!

Alicia se volvió a mirar en el espejo y sonrió, le encantaría que Simon la viera así vestida.

Entonces sonó una campanada, una simple campanada que alertó a Laura.

- ¡El aviso! – exclamó sobresaltada mientras miraba a la ventana – ¡tenemos que irnos ya!

Cogió a Alicia de la mano y echó a correr junto a ella, tan rápida y alocadamente que no ambas chocaron contra alguien por no mirar por donde iban, cayendo al suelo; cuando se levantaron, tuvieron que alzar la vista para verle la cara.

- ¡AH! ¡Es usted! – Laura hizo una reverencia enseguida, con un gracioso movimiento – Buenas noches Señor Orlox… mis disculpas.

Alicia no se movió, si no que se quedó observando al recién llegado, que vestía un elegante traje púrpura rematado con unas chorreras y un broche de amatista, estaba completamente calvo y unas discretas gafas oscuras tapaban sus ojos; cuando sonrió, la muchacha pudo observar unos puntiagudos incisivos que destacaban sobre los demás dientes.

- Tan presurosa como siempre, Laura… no te preocupes, no importa en absoluto – dijo éste en respuesta – yo también voy tarde.

El Vampiro clavó sus ojos en las dos muchachas, mirándolas con detenimiento.

- ¿Qué le parece Señor Orlox? ¿Hemos escogido bien? – preguntó la vivaracha muchacha mientras daba una vuelta sobre sí misma con los brazos extendidos.

- Los colores cálidos te sientan de maravilla, Laura, y veo – desvió su mirada a Alicia, a la que saludó con una reverencia – que has hecho un gran trabajo con nuestra invitada.

La joven dobló la cerviz únicamente por cortesía, sintiéndose sucia al saludar educadamente a uno de sus captores.

- Llevamos el mismo camino, de modo que si lo deseáis, puedo acompañaros al salón – sugirió el vampiro.

- ¡Claro! – aceptó Laura, encantada.

- Está bien… - respondió Alicia con desgana.

Emprendieron el camino acompañadas por Orlox, atravesando pasillos, salas, escaleras y otras estancias penosamente iluminadas por unas pocas velas, el paseo sirvió a la joven Fernández para conocer un poco más el castillo, románico y parcamente decorado, pero también pudo sentir las almas torturadas que vagaban por él, y tuvo que luchar contra el miedo que pugnaba por invadir su corazón.

Caminaron por largo rato hasta llegar a una puerta franqueada por dos armaduras que impedían el paso por ésta, cruzando sus alabardas de modo drástico y amenazante, en ese punto, el Vampiro se detuvo y se dio la vuelta, mirando directamente a Alicia.

- Será mejor que ocultes ese crucifijo.

La muchacha tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, agarró instintivamente su colgante, protegiéndolo.

- Por… ¿Por qué?...

- A mí no me importa – explicó – pero a algunos de los reunidos en la sala puede ofenderles… Piénsalo, sería como meter un Ankh en una iglesia.

Obedeciendo, Alicia escondió la joya en el escote, quedando sólo visible la cadena, tras lo que Orlox sonrió satisfecho y dio un paso al frente, retirando los guardianes sus armas y abriéndoles el paso.

Al entrar la muchacha sintió en seguida un ambiente más “cálido” que en el resto de las estancias que había cruzado, todo estaba mucho más iluminado, la decoración era más generosa y la sala era enorme, en el centro había una gigantesca mesa rectangular rodeada de elegantes sillas con asiento y respaldo de terciopelo rojo, en algunas de ellas había sentados hombres y mujeres conversando, de piel pálida y gestos comedidos; la mesa estaba presidida por la mujer de la máscara, en la silla del fondo.

- Oh, veo que ya habéis llegado – comentó con elegancia mientras extendía una mano – tomad asiento por favor.

El resto de los presentes dejaron lo que estaban haciendo y miraron a los recién llegados; Alicia los observó con atención.

Al lado de una silla vacía se hallaba sentado un hombre vagamente parecido a Orlox, de uñas largas, mirada seria y porte solemne, frente a él la miraba con irritante fijeza; otro hombre, pelirrojo, de rostro afilado y gesto desagradable, vestía unos guantes de algo parecido a cuero e iba a pecho descubierto, con un extraño tatuaje pasando por encima de sus hombros; más allá otro hombre, de un sencillo traje negro, tenía el pelo negro lacio – aunque ondulado hacia las puntas – y un rostro increíblemente bello, casi andrógino, mirándola con desinterés; al fondo la mujer de la máscara y, a su lado, con otra silla vacía a su derecha, alguien cuyo rostro no había olvidado, aquel joven de cabello alborotado y mirada maliciosa con quien Simon se enfrentó en la playa, luchando desesperadamente por su protección.

- Es… es él – murmuró aterrorizada deteniéndose, presa del impulso de salir corriendo.

- No te preocupes – le dijo Orlox, poniéndole la mano en la espalda a fin de detenerla – no sucederá nada, no con la señora del castillo aquí.

- ¡Vamos a sentarnos! – sugirió Laura, impaciente.

Orlox se dirigió a sentarse junto a su joven compañero, mientras que las dos muchachas humanas se acomodaron juntas.

- Podemos empezar ya, supongo – comentó el joven pelirrojo, con gesto impaciente.

- Aún no – le contradijo el vampiro de uñas largas – Erzhabeth no ha venido.

- Cierto – corroboró Orlox – sin Erzhabeth aquí no podemos comenzar.

- ¿Tan importante es? – respondió de nuevo el pelirrojo - ¡Yo he tenido que acudir corriendo! ¿Por qué se le permite a ella tomarse tal retraso?

Se inició una violenta discusión en la que ni el vampiro de las uñas largas, ni la mujer de la máscara ni, por supuesto, ninguna de las dos muchachas, tomó parte, entonces la anfitriona chasqueó los dedos, y todos se callaron.

- El forgemaster tiene razón – sentenció – di un plazo y no se ha cumplido, además – Alicia tuvo la sensación de que la miraba, aunque aquella máscara gris, que no permitía ver nada más que los ojos, no daba espacio suficiente para saberlo – nuestra invitada debe de estar hambrienta…

Rápidamente dio una palmada, y en cada sitio aparecieron de repente un cuenco lleno de un líquido ligeramente rojizo y una copa hasta la mitad de algo rojo y espeso, salvo en el caso de Laura y Alicia, en cuyos lugares aparecieron una sopa de olor agradable y una copa llena hasta la mitad de vino. La joven no pudo evitar mirar los platos con desconfianza.

- ¡Tranquilízate! ¡Los cocineros de aquí son raros, pero muy buenos! – le dijo Laura – sólo espero que bebas Alcohol.

- De tarde en tarde – admitió la Fernández mientras cogía la copa y daba un pequeño sorbo.

Tras catar el vino, la muchacha sintió de golpe todo el apetito que no había tenido en más o menos una semana, así que cogió la cuchara y fue a atacar la sopa, pero se contuvo, como siempre, por cortesía, y no empezó hasta que su compañera también lo hizo.

Mientras comía, miraba de vez en cuando a los demás sin prestarles demasiada atención, pero no pudo evitar dar un respingo cuando escuchó un nombre familiar.

- …¿Y qué ha sido de ese mozo que se hacía pasar por un Belmont? Ese tal… Simon ¿no? – preguntaba el vampiro de las uñas largas.

- No tengo ni idea – respondió despreocupadamente el del pelo alborotado – Orlox quiso quedárselo, supongo que lo cortaría en dados.

Hubo una carcajada casi general – el aludido no reaccionó, y Laura seguía comiendo como si nada – mientras Alicia sentía una punzada de odio.

- Sigue vivo, supongo – respondió Orlox.

- ¿¡Cómo!? – Respondió su compañero, enfadado - ¡Se supone que ibas a matarlo!

Las risas cesaron al instante.

- No – puntualizó – te dije que me iba a divertir con él, no a matarlo.

- Entonces ¿Qué has hecho? – preguntó inquisitivamente el pelirrojo.

- Lo dejé medio muerto en la arena – la muchacha respiró aliviada al oírlo, por aquella playa siempre pasaba gente, alguien lo vería seguramente – tampoco es que sea importante, no era más que un niñatillo subido de humos.

Todos empezaron a murmurar y se escucharon un par de “tiene razón”, en estas llegó el segundo plato, y con él, una inesperada visita.

La puerta se abrió de un chasquido y por ella apareció un mayordomo encorvado, de piel verdosa, portando un candil, que anunció con voz gangosa que “La condesa Sangrienta ya está aquí”

Se oyó entonces el sonido como de una furiosa corriente de aire y, tras salir el mayordomo con total parsimonia del salón, se materializó allí Erzhabeth Barthory, con rostro iracundo, dio un par de pasos y se arrodilló.

- Pido perdón por el retraso – se excusó – he tenido que atender asuntos de última hora.

La anfitriona, que no había probado bocado, giró la cabeza y miró a la recién llegada bajo su máscara.

- ¡Erzhabeth! – exclamó con voz aterciopelada – Llevamos más de una semana sin saber de ti ¿Qué ha sucedido?

- Eso… eh… es una larga historia – respondió la recién llegada, titubeando.

- Bueno, no importa, – intervino Orlox – toma asiento, te estábamos esperando.

- Necesitamos tus informes de la región ibérica, que está bajo tu jurisdicción – le comentó el joven de pelo revuelto - ¿Qué tal va el nido de vampiros en el que estabas trabajando?

La mujer, de porte altivo y aristocrático, se encogió como un niño a punto de confesar una travesura, suspiró y habló.

- Eso… eh… ha fracasado… ha quedado completamente destruido.

Todas las miradas se centraron en ella.

- ¿¡COMO!? – gritó su interlocutor, dando un puñetazo a la mesa.

- Erzha, querida… - intervino la anfitriona - ¿Quiénes han sido los responsables de ello?

- Ese nido es muy importante para mantener el control de la región sur – comentó el vampiro de las uñas largas – aún en una fase temprana ya nos resultaba útil ¿Cómo lo has podido descuidar?

- Yo… ¡No me lo esperaba! – se excusó - ¡No lo esperaba en absoluto! ¡La noche de la caza aparecieron allí dos hombres y arrasaron con todo! ¡Casi me derrotan a mí también!

- Dos hombres… - el joven andrógino, que no había pronunciado una palabra hasta ese momento, se llevó la mano a la barbilla - ¿Y quienes son? ¿Te dieron sus nombres?

La condesa pareció dudar, pero finalmente respondió.

- Uno de ellos decía llamarse Luis Fernández, el otro… Erik Belmont.

Alicia casi se atraganta al escuchar aquellos dos nombres, el de su hermano y su cuñado, hermano mayor de Simon.

- ¿Otra vez… SALE EL APELLIDO BELMONT? – gritó el vampiro del cabello alborotado, cuya copa, que ahora sostenía en la mano, estalló - ¿PERO QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO?

- No pueden ser Belmonts reales – intervino la enmascarada – Schneider fue el último y se supone que no tuvo hijos, fue algo que ya se comprobó.

Empezaron de nuevo a murmurar, menos Orlox, que se mantuvo callado hasta que profirió un único y tajante “¿Seguro?”

- ¿Qué quieres decir? – le preguntó el pelirrojo.

- Siempre me he mostrado escéptico ante la extinción de los Belmont y ésta no es una excepción… los humanos no son estúpidos, no lo olvidéis, puede que Schneider Belmont y Selene Serenitee se nos adelantaran y protegieran a sus hijos de alguna forma.

De nuevo se produjo una discusión en la que, ésta vez, intervinieron todos – Laura y Alicia seguían manteniéndose al margen – y que duró hasta el final de la cena, cuando ya se hubieron retirado los platos, la enmascarada hizo una pregunta más a Erzhabeth.

- Por cierto… ¿Qué es lo que te ha retrasado tanto? ¿Qué ha llegado al punto de casi evitar que asistieras a ésta reunión?

- Ha sido un suceso – respondió la condesa – en la región Catalana… he tenido que ir de inmediato.

- ¿Algo más importante que ésta reunión? – preguntó el joven del pelo revuelto, suspicaz - ¿Y de qué se trata?

Dudó durante unos segundos, después, la vampiresa contestó.

- Se trata de los hombres lobo – explicó – como sabéis, allí se encuentra una de las principales manadas del continente ¿no? Pues bien, ha sido atacada esta misma noche, hace un par de horas.

Todos guardaron un silencio total, expectantes, no fue hasta que Orlox preguntó cuando éste se rompió.

- ¿Atacada? ¿Por quien?

- Por dos jóvenes cazadores – contestó – derrotaron al jefe de la manada en un intento por cruzar su territorio.

- ¿Y quienes eran? ¿Te lo han contado? – continuó interrogándola la anfitriona.

- Uno de ellos – suspiró – era Erik Belmont, el otro era más joven que él, no tenía mucha musculatura, era de pelo negro, ojos grises y blandía un látigo.

El corazón de Alicia dio un vuelco ¡Era Simon! ¡Acababa de describir a Simon! ¡Estaba vivo! ¡Vivo!

Incapaz de contener del todo su alegría, sonrió ampliamente mientras una tímida lágrima de felicidad recorría su mejilla, incluso Laura se inclinó sobre ella y le susurró al oído un “Felicidades” que le llegó al corazón.

Por el contrario, el vampiro del pelo revuelto estaba contrariado, él también había reconocido la descripción – salvo por lo del látigo – y gritaba enfurecido a Orlox, que aguantaba la tormenta sin variar su expresión siquiera, y no se calmó hasta que la enmascarada dio fin a la reunión.

Tras esto, uno a uno todos los Vampiros fueron desapareciendo por la puerta del salón, Orlox sin embargo se retrasó, y cuando no quedaban más que Alicia y Laura se acercó a ellas.

- Parece que tu novio es más duro de pelar de lo que pensaba.

Alicia sonrió orgullosa, en aquel momento profesaba una profunda gratitud al vampiro, pero sin embargo una pregunta no dejaba de rondar su mente.

- ¿Por qué lo dejó vivir?

- Porque tengo curiosidad – admitió – quiero ponerlo a prueba, quiero saber si es un Belmont.

- ES un Belmont – le interrumpió la Fernández.

- No lo dudo – replicó el vampiro – pero quiero cerciorarme, y ver si es capaz de dar con nosotros.

- ¿Y si es así? – Volvió a preguntar ella - ¿Qué hará? ¿Cuáles son sus intenciones?

Orlox se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta.

- Eso, pequeña, es asunto mío…

Laura y Alicia volvieron a los aposentos de ésta mientras Orlox alcanzaba a su colega, que caminaba sin rumbo por el castillo.

- ¿Qué opinas de esto? – le preguntó su compañero, mientras caminaban hacia una de las almenas.

- Bueno… - respondió mientras se colocaba sus características gafas oscuras – no creo que lo de la manada de Cataluña sea casualidad… si quieres mi punto de vista, acaban de desafiarnos a una partida de ajedrez… y juegan duro…

Arribaron a la almena y miraron a la luna, cuya luz se filtraba tímidamente entre las espesas nubes.

- Una partida de ajedrez ¿eh? – Preguntó maliciosamente el otro mientras jugueteaba con uno de sus mechones – bien… pues hagamos nosotros el próximo movimiento.

Más arriba, en su habitación, Alicia estaba tumbada en su cama, agarrando con fuerza su crucifijo, debatiéndose entre la alegría de saber que tanto su hermano como Erik y, sobre todo, Simon, estaban vivos y el cerval miedo a que cometieran un error, y los mataran.

Publicado: 21:04 04/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Toda saga tiene un juego característico, uno de esos que la define y destaca sobre el resto, ya sea por su equilibrio, excelente jugabilidad o variedad de opciones.

Y bueno ¿Quién no conoce PC Fútbol? Saga referente en el género deportivo dentro y fuera de España y último reducto de la era de oro del Software Español, una saga que, entrega tras entrega, mejoraba ostensiblemente siendo cada X.0 toda una caja de sorpresas.

Naturalmente no me refiero a la PC Fútbol de Gaelco, no amigos, eso sería una broma de mal gusto, hablo de la excelsa PC Fútbol de la no menos magnífica Dinamic Multimedia.

Dentro de ésta saga, que abarca desde el Simulador de Futbol aka PC Futbol 1.0 hasta PC Futbol 2001, hay dos títulos que destacan:





Me encantaría hablar de la versión 4.0, la más redonda de toda la saga, grande y perfecta, pero no.

Voy a hablar de otra más grande aún: PC Futbol 5.0

Y es que las vacaciones pueden hacer estragos manitos, eres capaz de montarte un plan de ejercicios con la Wii, recuperar el sano y relajado hábito de la lectura o, como se me ha ocurrido a mí ahora, agarrar una vieja gloria informática e instalarla en mi destartalado ordenador (Entiendase destartalado por 256 de RAM, AMD 1'8 Ghz y una ATi Radeon 9000, claro)

Dicen que la memoria juega malas pasadas, y a veces suele ser verdad, dándote cuenta al probar aquel juego que tanto te maravilló en su momento de que estuviste enamorado de lo que ahora no es otra cosa que un bódrio infumable, o que aquellos personajes tan bien modelados son en realidad amalgamas de polígonos informes.

Gracias a dios, no es el caso de PC Futbol 5.0

No sabría de qué hablar primero, si de las extensas bases de datos o de los increíbles partidos a 4 minutos llenos de tensión y emoción.

Pero por algo hay que empezar, y lo que más destaca es su sencillez.

Un ratón y 6 teclas, es lo único que necesitas - eso y un buen conocimiento del mundo futbolero, claro - para controlar el juego, se necesita un buen sentido táctico y una buena lógica para manejar el equipo como entrenado y cómo manager, y tener buen ojo a la hora de contratar empleados y hacer fichajes, pero eso, claro, es como la puntería para los shooters.

Luego viene el simulador, que evoca aquellos tiempos en los que un puto Dual Shock no se quedaba corto para jugar un simple partido, bastan sólo dos teclas: Pase y Disparo, y con eso eres el rey, los regates son automáticos y dependen de la puntuación de regate que tenga el jugador.

Porque esa es otra, las opciones del juego son infinitas en el modo control total: Manejar la plantilla, hacer fichajes, contratar empleados, remodelar el campo, asignar entrenamientos a los jugadores, pedir prestamos... todo ésto ha de hacerse bien si quieres mantener contenta a la directiva y al público, así como mantener alta tu puntuación como Manager.

Los menús son efectistas, en tonos fríos y acogedores, todo está enlazado entre sí dentro de su campo (Entrenador, etc...) por lo que puede que sólo salgas al menú principal unas tres veces antes de darle a Seguir y pasar al partido.

Si eliges Visionado o Interactivo asistes a uno de los espectáculos visuales más singulares que aún hoy día son difíciles de encontrar. Recuerdo que gran parte del Hype originado por éste juego vino del cacareado salto a las 3D, y en efecto el juego está en 3D, se pueden seleccionar ángulos de cámara, girarla y demás, pero lo gracioso del asunto es que los jugadores, practicamente el punto central del simulador, están hechos en 2D.

Sí, son Sprites, sprites cuya resolución y definición recuerda bastante a los de las máquinas de 16 bits, pero es difícil no pasar por alto el titánico trabajo que llevan, a una media de 18 jugadores por equipo, todos diferentes y con su equipación, con una animación tan suave que asusta (En su momento yo, en mi ignorancia, pensaba que tambien estaban hechos en 3D), todo ésto daba lugar a un conjunto redondo, perfecto, Dinamic nos obsequiaba con un matrimonio perfecto entre las 2 y las 3 dimensiones en lugar de poder estropearlo con unos horrendos jugadores representados en unas 3D más bien deficientes (6.0).

De hecho podía decirse que PC Fútbol 5.0 no era un gran despliegue técnico precisamente, pero tenía un gran trabajo detrás y era perfecto: Gráficos bonitos y efectistas, jugabilidad sencilla y directa, gran adictividad y lo mejor de todo: Creó escuela.

Nunca está de más retroceder 10 años en el tiempo y volver a jugar a ésta vieja gloria, olvidarse de una vez de tecnicismos y chorradas y DISFRUTAR, disfrutar como hace años que no lo hacías.

Yo, por mi parte, voy a intentar que el Almería CF gane la copa del rey.

PD: ¿Jugabilidad simple y directa? ¿Sencillez técnica que oculta un trabajo increíble detrás? ¿De qué me suena a mí eso?

Publicado: 15:09 02/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Angelium

- Co… ¿Cómo? ¿Qué has dicho?

Rafael miraba estupefacto a su sobrino, que permanecía ahí, serio.

- Le ofrezco la posibilidad de traer a Kasa vivito y coleando y sin rastro alguno de la ponzoña del Necronomicón, pero para ello me es indispensable hablar con Malaquías, ya que la solución a ese problema está en sus manos.

El barbudo miró a sus hermanos, Juanjo y Adela, buscando opinión.

- Nadie quiere perder a un hijo ¿no? – le dijo Juanjo – los dos estamos en la misma situación, pero en diferentes circunstancias, así que sabemos por lo que estás pasando.

- Mire… - intervino Luis de nuevo – Kasa me cae como el culo y cuando me enteré de que había raptado a mi novia por poco le arranco los huevos y se los hago comer, pero las cosas por su sitio, y es que a nadie le gusta perder un familiar.

Para sorpresa del hombre, el joven Fernández le tendió la mano con un gesto amistoso.

- ¿Qué me dice? ¿Acepta?

El Belnades se guardó el papel en el bolsillo y, con los ojos humedecidos de emoción, apretó la mano de su sobrino con energías.

- ¡Por supuesto que sí!

Belnades y Fernández se sonrieron, y Juanjo y Adela sintieron una honda satisfacción, al ver que Luis se mostraba amistoso con alguien hacia quien había mostrado hostilidad hacía apenas un par de minutos.

De repente, la tensión reinante en la habitación se derrumbó, quedando un relajante ambiente distendido, las sonrisas afloraron y hubo un par de suspiros de alivio.

Tras un par de minutos Luis y Rafael se despidieron de todos y se encaminaron hacia el restaurante en cuyo sótano se hallaba la sede de los Belnades, Luis le pidió a Erik que lo acompañara pero éste se negó, añadiendo que se le uniría en unos minutos.

Primero, tal y como prometió a Adela la noche anterior, debía explicar el origen de sus heridas.

Ésta había contado a su marido antes de caer ambos rendidos el estado en el que había llegado el muchacho y la conversación que habían tenido, por lo que también permanecía expectante, a la espera de que su hijo y su hermano abandonaran la habitación para escuchar todo lo que el Belmont tuviera que decirles.

- Bueno… - repuso el muchacho – antes de empezar quiero dejar claro que todo lo que les voy a contar es cierto… tampoco me voy a extender mucho… tengo que alcanzar a Luis apenas pueda.

La pareja asintió.

- ¿No te importa que Simon esté aquí? – preguntó Juanjo con curiosidad.

- Yo ya lo sé todo – respondió aludido – así que no voy a oír nada nuevo, supongo.

Erik asintió y se apoyó en la pared, con los brazos cruzados para, acto seguido, comenzar a relatar toda la historia.

Sin embargo, no se limitó a lo sucedido la noche anterior, de lo que no escatimó detalles, si no que también explicó cómo Rose le encomendó la misión y que no la cumplía para la Hermandad, si no para la Iglesia, terminó el relato dando su opinión sobre el tema y pidiendo la suya a Juanjo y a Adela.

- Todo esto no es normal – dijo la mujer, adelantándose a su marido.

- Si, es cierto – convino él – si se trata de un problema de la iglesia suelen enviar a sus propios agentes, nunca echan mano de la Hermandad… aún cuando el sospechoso pertenezca a ella.

- Además – continuó Adela – se le está dando mucho bombo a esto.

Erik arqueó una ceja.

- ¿Conocíais este caso? – preguntó interesado.

- ¡Que me maten si hay alguien de la hermandad que no lo conoce! – exclamó el hombre.

- Hemos recibido varias órdenes de la Hermandad de que establezcamos vigilancia en la provincia, nos han ofrecido cohortes enteras de cazadores para estableces una especie de cerco… y no somos los únicos, todos con los que tenemos contacto también han recibido órdenes similares.

- Y… ¿Las habéis aceptado?

Los dos negaron con la cabeza.

- ¿Por qué?

- Porque no sabemos nada del caso – respondió Juanjo con rapidez.

- Nos han dado muy poca información, y lo poco que sabemos no nos da pie a formarnos una opinión sólida.

- ¿Y de ella? ¿Qué opináis?

- Por ahora, preferimos aplicar la presunción de inocencia.

Por alguna razón, que ni él mismo alcanzaba a comprender, suspiró aliviado.

- Bien… ahora que ya está todo claro deberías ir con Luis, tal vez te necesite para algo – lo apremió la mujer.

El pelirrojo asintió y se dirigió a la puerta, pero antes de cruzarla Juanjo habló de nuevo.

- Una cosa más, Erik…

Éste se dio la vuelta.

- ¿Sí?

- Adela me describió las heridas que Claire Simons te hizo con aquella espada… y la quemadura de tu mano… si te vuelves a enfrentar con ella ten mucho, mucho cuidado…

- Las Simons son conocidas por su habilidad natural para el combate – concluyó Adela – no la subestimes ¿entiendes?

El muchacho asintió y, tras despedirse con una sonrisa, salió al pasillo, corriendo.

Mientras tanto, Luis y Rafael arribaban a la sede de los Belnades, el muchacho se había encargado de explicarle la idea a su tío, esperando una reacción positiva, pero éste adoptó la misma posición preocupada de sus padres.

- No deberías subestimar ese libro – le aconsejó mientras abría la puerta que daba a las escaleras que conducían al sótano – puede ser muy peligroso.

- ¿Peligroso? – Preguntó éste intrigado - ¿En qué sentido?

- El Necronomicón permite al que lo lee sumergirse en sus páginas e impregnarse de su malignidad, el libro que tú necesitas te destruirá si no eres lo suficientemente digno como para leer una sóla de sus páginas.

Luis torció el gesto, Erik no le había comentado ese dato.

- Asumiré el riesgo.

- No lo entiendo… ¿Por alguien a quien odias? – le preguntó su tío, confuso.

- Le odio, sí – respondió el muchacho – pero es mi primo, tengo lazos de sangre con él, y me repugna la idea de matar a un familiar.

Según el muchacho terminaba de hablar llegaban a la altura de la puerta de la sala central, donde se hallaba el despacho de Malaquías, Rafael fue a tocar, pero Luis se le adelantó, abriéndola de golpe, revelando a Malaquías, sentado tras una mesa nueva - ¿O era la antigua, totalmente restaurada? – con la cabeza gacha y un gesto malhumorado en el rostro.

- ¡Eh, viejo! – exclamó el Fernández, entrando en la habitación - ¡Subo la apuesta!

El anciano alzó la cabeza y aguzó el oído.

- ¿Luis Fernández? ¡Rafael! ¡Creí haberte dicho que no quería que viniera nadie aquí! ¡Y menos un Fernández!

Antes de que el barbudo abriera la boca, Luis le contestó.

- Si su hijo hubiera intentado detenerme no habría podido de todas formas, he venido aquí porque necesito algo de usted.

El viejo soltó una risotada y se levantó.

- ¿Tú? ¿De mí?... ¡Tienes la desfachatez de venir después de que tu padre me desafiara hace apenas unas horas! ¿¡Acaso esa zorra que es tu madre no te enseñó lo que es la vergüenza!?

Luis resistió la tentación de responder al insulto lanzado hacia Adela y continuó hablando.

- No se equivoque, lo que le voy a pedir es algo que nos beneficia a ambos… es más, diría todas las ventajas se las llevaría el clan Belnades.

Malaquías pareció relajarse con aquellas palabras.

- ¿Ventajas? ¿Qué ventajas?

- Ahorrarle a vergüenza ante la hermandad de matar a su nieto para ocultar un error cometido por usted.

- ¿Insinúas que puedes traer a Kasa purificado y con vida?

- Así es.

Malaquías se rió con ganas, lo que ofendió un poco más a Luis.

- ¿Cómo pretendes arrancar el oscuro veneno del Necronomicón con tus manos impuras? ¿Qué clase de instrumento podríamos tener nosotros para tal fin? ¡El mal absoluto es incorruptible, muchacho!

Luis cerró los ojos y sonrió, pronunciando una sóla palabra que detuvo en seco las risas del anciano.

- Angelium

Los dos Belnades, Malaquías y Rafael, palidecieron, el anciano tragó saliva y le costó mucho volver a hablar.

- El… ¿El libro del santo?

- Así es – contestó el joven – el Némesis del Necronomicón.

El anciano frunció los labios, pensativo.

- Ese libro desapareció hace siglos, era el único capaz de detener la corrupción del Al-Azif… ¿Qué te hace pensar que está en nuestro poder?

Luis se mordió el labio inferior, pensativo, su colega no le había dado ese dato.

Entonces una voz habló desde fuera de la estancia, al mismo tiempo que se abría la puerta.

- Son ventajas de tener como amigo a una rata de biblioteca que conoce y controla los movimientos de librerías y colecciones privadas del país.

Luis y Rafael se dieron la vuelta para ver aparecer por el umbral a Erik, sudado pero sonriendo ampliamente, dispuesto a echar una mano a su colega.

- Hace 90 años, en 1920, hizo su entrada en su colección una única pareja de libros, el entregante era la conferencia episcopal, y de entre los dos libros había uno que no tenía nombre… el otro era el Al-Azif, nombrado Necronomicón en el registro, truco barato pero efectivo ya que muy poca gente sospecharía que se trata del original…

Los tres escuchaban con atención al pelirrojo.

- Juanjo Fernández – continuó - me dijo una vez que, por su peligrosidad, el Necronomicón nunca viaja sólo, siempre va un libro con él, demasiado codiciado como para ser listado en cualquier colección, aquel cuyas enseñanzas son tan puras que repelen cualquier maldad y son capaces de revertir los nocivos efectos del Necronomicón. De ese libro se dice que fue escrito por un santo y tiene un único nombre: Angelis Angelium. El hecho de que el Al-Azif entrara en su colección junto a un libro cuyo nombre no fue listado es prueba suficiente como para saber que eso de que se perdió es una patraña y que se encuentra aquí, en la biblioteca privada de los Belnades.

Una vez Erik hubo acabado de hablar, Malaquías aplaudió con desgana.

- Braaaavo muchacho, braaavo… En efecto, el Angelium está aquí, en nuestra biblioteca, guardado desde que yo era un simple renacuajo, con mucho más celo del que jamás se puso en la custodia del Necronomicón…

- Bien, bien… - celebró Erik – Entonces ¿Podemos verlo?

El anciano se encaminó a la puerta de la derecha de la sala y la abrió.

- ¡Seguidme! – profirió con aspereza.

Malaquías los hizo pasar por una oscura librería, una especie de salón de entrenamiento repleto de extraños objetos de cristal, similares a los que se hallaban en el sótano de los Fernández, otro salón, con mesas que contenían todo un arsenal de instrumentos de laboratorio y, finalmente, una inmensa biblioteca inundada de polvo, con una única mesa enorme en medio y una araña de cristal en el techo, cuyas velas se encendieron a un chasquido de los dedos del anciano.

- Aún mirando el plano, nunca hubiera imaginado que esto fuera tan grande – comentó Erik, observando con atención la inmensa estancia.

- Pues lo que habéis visto no es ni la décima parte del complejo – replicó Rafael al impresionado muchacho.

De repente se oyó un ruido extraño, como eléctrico, Malaquías estaba de pie recitando un aria frente a un punto en concreto del suelo, donde un Pentagrama de color blanquecino, rodeado de runas, empezaba a dibujarse, brillando cada vez con más fuerza; finalmente el viejo extendió los brazos y frente a él surgió, a una velocidad tremenda, un armario de un extraño material cuyo color variaba entre el dorado y el cobrizo, entonces el hombre abrió la puerta y sacó de ella una especie de urna de cristal en cuyo de interior se hallaba un grueso libro, de tamaño no superior al de un folio.

- Heelo aquí – dijo el anciano con voz solemne mientras colocaba la caja transparente en la mesa – el libro del santo, el Angelium.

Todos los presentes tragaron saliva, el libro era toda una belleza, con las tapas hechas en brillante plata y cerrado con una tira de cuero totalmente incorrupta, el canto de las hojas parecía brillar, pero más allá de eso, más allá de su aspecto, percibían en él algo sagrado, místico, que inducía una paz a sus corazones que nunca habían experimentado.

La urna se abrió por sí sola al separar Malaquías sus manos de ella, Luis tuvo el impulso de cogerlo, pero por cortesía y miedo a cometer algún error, decidió esperar una señal del anciano, que llegó en forma de un absorto “adelante”

Animado por esto, el muchacho recogió el libro con sus propias manos, observando para su sorpresa que sus huellas dactilares, así como su sudor, no manchaban de ninguna manera las tapas, que permanecían impolutas tras su contacto.

Se disponía a abrirlo cuando el anciano le interrumpió.

- Debo avisarte, muchacho, de que has de ser digno del libro si quieres adquirir sus conocimientos.

- ¿Y cómo se puede saber eso?

- Abriéndolo – respondió Rafael – abriéndolo y leyendo la primera página.

Se hizo el silencio, hasta que Luis planteó una pregunta cuya respuesta no estaba seguro de querer conocer.

- ¿Qué pasará si no lo soy?

- El libro te castigará – replicó el anciano – te arrebatará la vista para que no puedas leer una sóla palabra más, la capacidad de habla para que no puedas narrar lo que has visto y el oído para que nadie que sí sea digno te transmita sus conocimientos.

- Dicho de otra manera – concluyó el Belmont – se convertirá en algo parecido a un vegetal ¿no?

Luis tragó saliva.

- Sea como sea debo intentarlo.

Con determinación, se sentó en una de las desvencijadas sillas, colocó el libro en la mesa y lo abrió, pareciéndole que la tapa y la primera hoja, en la que no había ni una sola palabra escrita, parecían hechas de algo así como una seda acuosa, o de un agua sedosa, era una sensación demasiado rara como para poder describirla.

Hizo desaparecer la puntilla de miedo que le atenazaba antes de decidirse a leer la primera página; en principio el libro no parecía estar en un idioma que el conociera – Erik, al verla, murmuró algo así como “¿Esperanto?” – pero observó maravillado que ésta se traducía al español palabra por palabra, según lo leía, y fue siguiendo el texto frase a frase, oración a oración, párrafo a párrafo, empapándose de todas y cada una de aquellas letras, tan puras y perfectas que se sentía indigno de leer algo así, que hasta el ser humano más puro era indigno siquiera de leer un punto o una coma de aquella sacrosanta página.

Finalmente terminó de leer, y cerró el libro, con los ojos cerrados y suspirando, incapaz de creer que lo que había leído fuera real.

Se mantuvo en aquel estado de shock hasta que una voz lo distrajo.

- Oye, Luis ¿Puedes oírme?

Era Erik.

- A la perfección – respondió él, con voz serena.

- Abre los ojos, chico – le apremió Malaquías.

Luis obedeció y miró a cada uno de los presentes, que a su vez lo observaban a él, lívidos.

- ¿Puedes vernos? – preguntó el Anciano.

- Sip

Tras ésta respuesta, Rafael se dejó caer sobre una silla, respirando aliviado, Erik se rió abiertamente y Malaquías, con la cabeza gacha, sonrió.

- Hay que joderse… - comentó el viejo – es irónico que un hombre, nacido de uno de los peores pecados jamás concebidos, posea un corazón lo suficientemente puro como para ser digno de éste libro.

- Eso es – respondió Erik – porque el corazón puro no existe… lo que existen son las buenas intenciones… lo que Luis pretende es salvar una vida y purificar un alma contaminada por la maldad del Necronomicón… salvar a alguien que odia… eso debe ser suficiente para el baremo del Angelium.

Malaquías se rió tristemente al terminar de hablar el pelirrojo y, sin parar, se dirigió al Armario y le entregó a Luis una desvencijada bolsa de tela de saco marrón.

- Será mejor que lleves el libro protegido, no debes atraer las sospechas de nadie… responderás con tu vida ante la iglesia si le sucede algo a ese libro, muchacho.

- No le pasará nada – respondió el Fernández mientras lo guardaba – conmigo estará seguro.

Acompañados por los Belnades, Luis y Erik se dirigieron al despacho de Malaquías, donde éste, antes que los muchachos desaparecieran, decidió hacer una pregunta al joven Fernández.

- He podido observarte lo suficiente, Luis… tienes un potencial mágico tremendo… propio de la sangre más pura de los Belnades… ¿Por qué elegiste el camino de la espada? No es el adecuado.

Luis empuñó bien el asa de la bolsa y se la echó al hombro, después miró directamente a los ojos al anciano.

- Puede no ser el adecuado – replicó con seguridad – pero es mi camino, el que yo mismo escogí… y con él honro y mantengo alto el nombre de mi clan.

Malaquías frunció el ceño.

- ¿De tu clan?

- Así es… el clan Fernández.

Dicho esto salió de la habitación, acompañado de Erik y con el Angelium a hombros, deseoso de dar su primer paso en la búsqueda de Alicia.

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