Prelude of Twilight

Publicado: 19:53 30/07/2011 · Etiquetas: · Categorías:
Llevo ya unos añetes con mi HD Ready, me ha acompañado durante horas y horas de diversión y sus colores vivos me encantan, pero seamos serios: La HD es un cáncer para el retrogaming.

Pese a que mi TV HD tiene entrada de antena, le cuesta horrores sintonizar mi pequeña Master System (la NES murió u.u) y no digamos ya ofrecer una calidad de imágen decente, SNES sufre el mismo problema a menos que le endose el cable RGB de la cube, en cuyo caso se ve... rara.

Y hablando de calidad de imágen rara, N64 y su puñetero RGB capado se ve de pena, pero de reputísima pena Hace años que no juego al CastleVania 64 en la consola porque acabo mareándome. Sí sí, mareándome, de hecho creo que es la consola que más polvo ha pillado en estos años.

PS2 se veía extremadamente borrosa, no importaba qué parámetros tocara que no lograba una calidad de imágen decente ni de lejos.

Wii (y por extensión GameCube) es la que mejor se veía gracias al cable de componentes, pero por cuestión de orden sobre todo la he pasado también a la TV tubo. De todas formas habían juegos que sufrían por exceso de dientes de sierra.

Ha sido poner la tele y me han resucitado tres consolas xd Master System la he guardado por falta de espacio (el escritorio ahora parece una lata de sardinas) pero estoy más contento ¿La HD? Pues por ahora para el ordenata y las consolas hachedé que acaben cayendo en un futuro.

Publicado: 21:10 24/07/2011 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Anti-Chapel (part 2)

- Perdona… ¿Qué?

Simon, Luis y Claire se habían volteado para mirar a Erik que, no esperando tanta expectación, abrió los ojos como platos de pura sorpresa.

- Ese es el nombre de este lugar – respondió pasados unos segundos – Según el libro, claro. Empezó siendo un monumento erigido en honor al dolor de las víctimas de la pandemia.

- Es… un tanto siniestro – articuló la muchacha.

- Lo es – corroboró el Belmont – Aunque estoy seguro de que la idea inicial no era ésta.

- Por el pasillo inicial… casi parece que lo que pretendían al principio era construir una cripta ¿no? – preguntó Luis mientras, seguido de los demás, avanzaba lentamente, escudriñando el lugar con atención.

Erik negó con la cabeza.

- Puede, pero eso es algo de lo que no se hablaba en el libro, todo iba orientado a construir… “esto”

Sin separarse demasiado, cada uno empezó a explorar por su cuenta encontrando detalles que, definitivamente, convertían aquel lugar en un antro grotesco y desagradable. Todas las tallas que pudieran encontrarse en Notre Dame estaban también representadas allí, pero con una diferencia importante: En lugar de tratarse de estatuas lo que se hallaba expuesto no eran otra cosa que esqueletos que habían sido vestidos con carcomidos ropajes tallados en madera, igualmente cada bajorrelieve y ornamento que pudiera tener cabeza humana había visto ésta sustituida por un cráneo cuya mandíbula inferior estaba abierta en un grado determinado, como si hubiera mantenido durante siglos una burlona carcajada dedicada a los asistentes, y los que lo habían perdido encontraban los restos del mismo, ya en algunos casos reducido a polvo, a su lado.

Así mismo el techo estaba, una vez más, revestido por millares de costillas, húmeros, cúbitos y fémures, y el detalle final se encontraba en el altar del fondo, construido enteramente a base de huesos y presidido por una cruz invertida en la que se hallaba colgado un esqueleto sin cabeza.

- ¿Qué diablos es todo esto…? – murmuró Simon horrorizado mientras escudriñaba el altar - ¿Qué clase de lunático puede concebir algo así?

- El mismo al que te enfrentaste hace unos días, hermanito – contestó el pelirrojo un poco más allá – Él ideó todo esto.

- De Rais… - suspiró Luis - ¿En qué punto la mente de un hombre puede llegar a retorcerse tanto?

Un súbito golpe los interrumpió, era fuerte, lo suficiente como para sobresaltarlos y buscar la fuente, que resultó ser la puerta de entrada a la estancia.

- No creo que tengamos tiempo de pensar mucho en ello – intervino Claire, sujetando la empuñadura de su No Name.

Los hermanos Belmont se pusieron en guardia igualmente mientras el Fernández desenvainaba su Yasutsuna; el portón vibraba con violencia, y ya no era un solo sólo individuo el que lo golpeaba, parecían ser decenas.

BUM

BUM

BUM

Aún con la leve y mortecina luz verdosa pudieron ver que los goznes empezaban a ceder.

- Esperad… Esperad… - Luis había adoptado una pose de combate desde la cintura, con la katana sujeta a nivel de ésta y las piernas flexionadas y tensas.

BUM

BUM

BUM

Los golpes originales se habían alzado sobre el alboroto hasta convertirse en un poderoso estruendo. Simon, Claire y Erik se habían puesto en guardia también, cada uno a su manera: El hermano mayor mantenía la Salamander dentro de su vaina, esperando relajadamente para desenfundar en el primer ataque, el menor agarraba su látigo enrollado mientras la otra mano permanecía inquieta, expectante para realizar cualquier movimiento inesperado mientras la muchacha, en una pose similar a la de Erik, comenzaba a emanar un leve aire frío de su cuerpo.

- ¡¡¡AQUÍ VIENEN!!!

La puerta cedió con un último estruendo y un ejército de esqueletos y fantasmas calavera tomó la planta; Claire y Erik, más retrasados, usaron los respaldos de las filas de bancos para adelantarse y atacar antes de que los esqueletos lo hicieran, Simon frenó a la jauría de fantasmas con una cruz oportunamente lanzada y Luis, que no se movió de su lugar, golpeó a los esqueletos que llegaron hasta él de tal forma con su espada que la onda expansiva del tajo destruyó literalmente a los más cercanos.

La batalla había comenzado.

Luis, desde la zona central entre las dos filas de bancos, mantuvo su posición mientras su espada daba cuenta de los muertos vivientes y la Agnea, empleada con mesura, volatilizaba los fantasmas, podía parecer una táctica cobarde, pero el espacio era reducido y en aquellas condiciones era fácil estorbar a sus compañeros, y es que a pesar del tamaño del lugar la movilidad era extremadamente reducida a causa de la gran cantidad de muertos vivientes que había tomado el lugar.

El pelirrojo y su compañera se hicieron cargo del espacio abierto más allá de los bancos, por todos lados volaban huesos pertenecientes a no muertos reventados por los explosivos puños del Belmont mientras al lado de Claire los fantasmas se congelaban y estallaban y los esqueletos se volatilizaban antes de caer al suelo, víctimas de sus rápidos golpes.

Simon dominaba el espacio aéreo, saltando de banco en banco y ornamento en ornamento su látigo y cruces acababan con aquello que acechaba a sus compañeros mientras cuidaba sus propias espaldas con una Cross Barrier invocada para evitar problemas.

Era un combate fácil para los cuatro, incluso para el hermano menor, mucho menos experimentado, aquellos muertos vivientes eran poco menos que una molestia. El número era su fuerza, y éste se reducía poco a poco con cada restallar de látigo o puñetazo lanzado. Sólo les guiaba una máxima, una norma no escrita ni pactada que les obligaba a gastar la menor cantidad de energía posible, y a pesar de ello no les costó más de quince minutos despejar el lugar.

- ¿¡Estáis todos bien!? – A pesar de que aún quedaban esqueletos combatiendo, el Fernández envainó su Yasutsuna relajadamente mientras contemplaba cómo sus tres compañeros terminaban el poco trabajo que quedaba.

- ¡Sin problema! – Respondió Claire mientras reventaba el cráneo de un adversario con una patada alta frontal.

- ¡Vivito y coleando! – Dijo por su parte el pelirrojo, usando su brazalete alquímico para destrozar el costillar de un esqueleto.

- Todo bien por aquí – Informó Simon quitándose de encima los restos de un no muerto al que acababa de destrozar de un latigazo.

- Bien… - Aunque aparentaba seriedad, Luis no pudo evitar sentir cierto alivio. Era cierto que sus enemigos habían sido únicamente esqueletos, pero nunca en sus más de 20 años había visto semejante ejército – Parece que ya hemos terminado por aquí, deberíamos avanzar.

Apenas había terminado de pronunciar la última palabra cuando la débil luminiscencia verdosa cambió a un tono azulado muy similar al de los fuegos fatuos, un vistazo más atento permitió al grupo observar que ésta luz se concentraba especialmente en todos los cráneos diseminados por la planta.

- No parece que tengan la intención de dejarnos llegar más lejos – Comentó la muchacha – Esto no me gusta…

- ¡Erik! – Llamó Luis - ¿Recuerdas algo de esto en el libro?

- No – Negó el aludido – De todas formas el libro de lo que hablaba era de la construcción de la Catedral, nada más.

A lo largo de aquel pequeño intercambio de información el menor de los Belmont se había acercado al crucifijo invertido que presidía la zona, la mayor parte de la intensidad lumínica procedía de éste, y sintió que no era algo que debiera pasar desapercibido.

- ¡Eh! – Los llamó sin voltearse, mientras escuchaba a sus espaldas la conversación - ¡EH!

Los tres se dieron la vuelta para atenderle, observando el fenómeno con la misma sorpresa que él.

- ¿Puede alguien darle una explicación a esto? – Solicitó.

Mientras tanto, se producía un cambio en el equilibrio de la iluminación, la luminiscencia del esqueleto se distribuía hasta dar la impresión de que sus huesos estaban siendo afectados por una leve cantidad de radiación al tiempo que la irradiación de las calaveras se apagaba lentamente.

Y entonces, un bramido.

Se produjo antes incluso de que el emisor empezara a formarse, un cráneo gigantesco de más de tres metros con las vacías cuencas iluminadas por una siniestra luz rojiza, un agujero justo en mitad de la frente y colmillos sobredimensionados; era translúcida, y la luminiscencia azul que la rodeaba estalló para convertirse en una furiosa llamarada.

Los cazadores se dieron la vuelta alarmados para encontrar a sus espaldas al titánico fantasma. Ninguno de ellos se acobardó, pero era evidente que no lo esperaban.

- ¡Claire!

La joven comprendió inmediatamente la llamada de Luis.

- ¡Es un Lord Calavera! – Respondió al instante - ¡Seguramente fuera el que controlara a todos los esqueletos que hemos derrotado antes!

Detuvo su explicación para esquivar una embestida de la criatura y contraatacar, insegura de que su arma pudiera tener algún efecto decidió experimentar con un chorro de aire helado que detuvo el avance del espectro, pero poco más.

- ¿¡Alguna idea de cómo cargárnoslo!?

La pregunta de Simon atrajo al enemigo, que inmediatamente volteó y lo embistió, afortunadamente era lo suficientemente lento como para permitir al chico probar dos contraataques diferentes: Un latigazo que fue inmediatamente rechazado y una lighting ball que tuvo el mismo efecto que la corriente helada de Claire.

- ¡No tendríamos que necesitar ninguna estrategia! – Contestó ella desde la lejanía - ¡Es sólo un fantasma! – El relampagueante ataque de la Agnea de Luis la interrumpió, con la misma consecuencia que los ataques anteriores – Pero hay algo… ¡Raro!

Erik no intervenía, mantenía la guardia pero, en lugar de luchar, sólo observaba la planta con interés. Nadie se había fijado en él, y fue toda una sorpresa cuando, de repente, alzó la voz para dar una orden.

- ¡BUSCAD EL CRÁNEO!

Claire y Simon se quedaron mirándolo, confusos, mientras que el Fernández, que en aquel momento batallaba con el espectro, sonreía comprendiéndolo a la perfección: El pelirrojo se había mantenido al margen, analizando mentalmente la escena y buscando una respuesta que Claire, el bestiario viviente, parecía no tener.

- ¡Yo me hago cargo! – Se ofreció repentinamente el menor - ¿¡Pero qué tengo que buscar!?

- ¡Uno idéntico al del fantasma! – Erik desenvainaba su Salamander, llameando ya desde antes de ser desenvainada - ¡¡DATE PRISA!!

El menor se lanzó a la búsqueda con premura mientras los otros tres continuaban una batalla que era a todas luces de desgaste; incapaces de golpear al fantasma con sus espadas y puños el único medio de defensa y ataque del que disponían era la magia, que debían mesurar en previsión de encuentros futuros, incluyendo el combate contra el propio De Rais.

Claire y Luis no tardaron en manifestar  curiosidad por la estrategia del pelirrojo y así se lo hicieron saber ¿Buscar el cráneo original? ¿Para qué? ¿Tenía algo que ver con que no pudieran dañar al espectro?

Entre golpes y desplazamientos lo explicó: Había observado todo el proceso de formación del fantasma desde el primer bramido, los fuegos fatuos que habían iluminado la estancia eran tales, probablemente los espíritus de los propietarios de aquellas osamentas, y todos se habían unido tomando como base la energía del único esqueleto que estaba completo casi al 100%. No podían golpearlo porque no tenía una base física, y sospechaba que ésta, la calavera que replicaba a gran escala, aún se hallaba en algún lugar de la habitación.

Mientras tanto Simon buscaba frenéticamente con una bola de luz condensada en su mano izquierda, cada cráneo que recogía lo comparaba inmediatamente con el titánico espectro, pero a decir verdad era una tarea tremenda ¡Había cientos allí!

Continuó afanándose en su labor mientras sus tres compañeros seguían luchando, manteniendo una formación triangular para contenerlo y que no pudiera atacar a ninguno en concreto, si se le ocurría hacerlo cualquiera de los otros dos lo atraía con una leve ráfaga de su especialidad elemental, todo iba bien, pero el fantasma perdió repentinamente la paciencia y, en un momento dado, ignoró las llamadas y se decidió a atacar ¿Su objetivo? Erik.

Claire y Luis no reaccionaron al principio pensando que éste lo evitaría, pero en lugar de eso vieron cómo tropezaba con su propio pie y el espíritu lo atrapaba en su embestida, el pelirrojo se lo quitó de encima usando su brazalete alquímico, pero aún así el golpe había sido lo suficientemente potente como para tumbarlo, y el Fernández lo atacó directamente con su Maximum Discharge.

- ¡Erik! ¿¡Estás bien!? – Repitió su ataque de nuevo, atrayendo definitivamente a la criatura, que ahora cargaba contra él - ¡Espabila! – insistió mientras lo veía levantarse gracias a la ayuda de Claire.

- ¿Qué te ha pasado? – Le preguntó ella mientras lo ayudaba a equilibrarse.

- Nada, nada, sólo he… tropezado – Respondió él mientras le daba una palmada en el hombro – gracias… ¡Estoy bien, Luis!

Pero la joven no pudo evitar sentir una punzada de preocupación, su magia curativa estaba lejos de ser perfecta y, ahora que lo veía de cerca, el Belmont lucía un marcado gesto de cansancio y unas terribles ojeras. No tenía heridas externas, pero estaba agotado ¿¡Cómo había llegado a ese estado!?

No tuvo tiempo para pensarlo, los dos se lanzaron a recuperar la formación mientras se daban cuenta de que ahora era más difícil de controlar, de hecho el español sufría otra embestida mientras lo alcanzaban, y acto seguido enfiló a la muchacha antes incluso de que ésta decidiera llamar de nuevo su atención, provocando la reacción inmediata de Erik, que se colocó frente a ella para protegerla, preparando el brazalete para rechazar al espectro, y entonces…

CRAC

Un ruido seco resonó por toda la habitación, amplificándose hasta el punto de sentirlo todos como si hubiera sonado a su lado e incluso el espíritu miró al lugar de donde había provenido: Simon.

El joven Belmont estaba de pie, con su puño cerrado justo en el lugar donde antes estaba el cráneo que coronaba un ornamento, su mirada desafiante se cruzaba con las brillantes luminarias rojizas que servían de ojos al tremebundo cráneo.

Sin mediar palabra lanzó un latigazo contra la pared, destrozando otras cinco cabezas con un extraño estruendo seco, aquello arrancó un rugido al espectro, que se abalanzó contra el muchacho mientras el pelirrojo, perspicaz, observaba que la intensidad del fuego que lo rodeaba había variado levemente.

Por su parte, Simon no se detuvo un instante y continuó destruyendo cráneos con su látigo y, para los más lejanos, cruces, sin moverse del sitio, a cada puñado de cabezas destrozadas la intensidad, virulencia y tamaño del fantasma se veían reducidas, pero éste no detenía su carga contra el joven, de hecho estaba a punto de alcanzarlo cuando éste repentinamente se agachó y, al erguirse de nuevo, el fantasma se detuvo en seco.

Tenía algo en la mano, Claire, Erik y Luis se acercaron poco a poco y, gracias a la luminiscencia emitida por el espectro, pudieron ver de qué se trataba: El cráneo.

Era clavado a su contrapartida fantasmal, con colmillos parecidos a los de un vampiro, un agujero – aparentemente de bala – en la frente y las cuencas deformadas, dando la impresión de lanzar una mirada de odio a todo el que entrase en contacto visual con él. No pudieron mirarlo mucho más, ya que pasados unos segundos el muchacho tensó su mano, y la cabeza se hizo añicos entre sus dedos.

El espectro, que hizo un último movimiento antes de que esto ocurriera, comenzó a desmoronarse mientras los fuegos fatuos lo abandonaban, el cuarteto se quedó observándolo entre tanto, y por un momento Erik sonrió preguntándose cómo no se le había ocurrido aquello a él.

Con el desvanecimiento del fantasma regresó la luminiscencia verdosa, y Luis y compañía no tuvieron más remedio que felicitar y dar las gracias a Simon, que respondió sonriendo y, tras recuperar la seriedad, preguntando a su hermano el próximo paso a seguir, éste no se lo pensó y enfiló al satánico altar, derribó la mesa y levantó una trampilla escondida bajo ésta.

- Después de vosotros.

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¿Cómo? ¿El 95 ya? Pues sí, no iba a tirarme otros dos meses sin escribir, digo yo xd. Sigo con mi proceso de desoxidación y para ello he querido cambiar un poco el chip y he trastocado lo que vendría a ser la habitual Boss Battle, de camino he querido mostrar un poco de trabajo en equipo entre el cuarteto, lo cual creo que no me ha quedado nada mal ^_^

Me ha costado un poco escribirlo y la verdad es que aún me chirrían el cerebro y los dedos, pero pese a que me falta no estoy insatisfecho con el resultado. Espero que vosotros lo disfrutéis también.

¿Qué les espera en el próximo piso? ;D

Publicado: 00:05 19/07/2011 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki
Lunes noche, el Word permanece a la espera mientras recorro pausadamente las carpetas de mi ordenador, llego a la que en un alarde de imaginación nombré como Bandas Sonoras, paso a la subcarpeta CastleVania y, allí, veo tres discos que me tientan

¿Cual será la música apropiada para esta vez?

Mi cabeza, aunque la llama que la calienta está ya debilitada por el cansancio de mi ajetreo diario actual, empieza a bullir. Imaginación y recuerdos llevan ya unos minutos aunados, cociéndose en mi materia gris.

Regreso al Word, el folio virtual permanece ahí, con ese blanco básico y artificial que me muestran los píxeles de la pantalla, sobre él me miran impacientes las letras negras, que esperan que aumente su familia.

La fuente es Calibri

La música, Drácula New Classic

Los engranajes de mis dedos chirrían mientras los preparo para una nueva sesión de escritura intensiva.

Ha pasado mucho tiempo.

Es bueno volver.

Publicado: 23:48 17/07/2011 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Invitation of a Crazed Moon

La noticia de la desaparición de su hijo apenas cinco minutos después de encontrar a su esposa yaciendo gravemente herida en el centro de su piso destrozado fue demasiado para François, su rostro perdió toda expresión y su cuerpo cedió, quedando apoyado sobre sus manos y rodillas en el frío suelo, manchado por la sangre de Elisabeth. Luis, afligido y sintiéndose culpable por comunicarle la noticia, se sentó a su lado y trató de animarlo mientras Erik volvía a desaparecer en el interior del cuarto de invitados, no teniendo noticia de él hasta unos minutos después.
- ¡Eh! ¡Que alguien me ayude con esto!

Simon acudió al cuarto y se escuchó arrastrar de muebles, algunos quejidos y al poco los dos hermanos salieron, portando el somier de una de las camas.

- Qué… ¿Se puede saber qué hacéis? – los interrogó el Fernández, levantándose - ¡No es momento de liarse a mover muebles!

- De mover muebles no – respondió Erik – pero sí de buscar un sitio decente donde acostar a Elise ¿no te parece?

Como por encanto, Fran reaccionó inmediatamente a estas palabras, tomó a su esposa en brazos y la alzó, yéndose junto a los restos del destrozado sofá mientras los Belmont terminaban con el somier y pasaban a trasladar el colchón.

Mientras tumbaba a Elise con mucho cuidado, recuperó al fin el habla.

- Se ha salvado… ¿El cuarto de invitados? – preguntó, poniendo cuidado en la posición de la espalda de su mujer.

- En su mayor parte – informó el pelirrojo – las puertas del armario están destrozadas y una de las camas está partida en dos, pero ésta – señaló al lecho de la Kischine – y nuestras cosas están intactas.

- Venían buscando algo… - dedujo Simon.

- Sí – respondió el francés mientras la rabia comenzaba a dibujarse en su rostro – y caímos en su trampa como idiotas. Les dejamos el camino libre.

- ¿Trampa? – Simon levantó una ceja, confuso.

- ¡Vamos! ¡No me digáis que nadie lo notó! – saltó repentinamente François, alzando la voz - ¡Nos esperaban! ¡Estaban ahí sin hacer nada! ¡Y además…!

- …El ataque ocurrió muy lejos – completó el español.

- El ataque podría haber sido en cualquier parte – se apresuró a añadir Erik – eso es irrelevante, lo que sí es verdad es que podían haber continuado, eran suficientes como para dejar una larga estela de destrucción, y solo… - su voz se ralentizó, mientras hablaba se daba cuenta de lo que suponía su deducción – se quedaron… ahí… esperando…

Miró a Luis, que a su vez miró a Simon, y éste se adentró corriendo en el cuarto de invitados y salió de él con una gran caja en las manos y los ropajes de combate de Luis sobre ella.

Entregó las prendas al español y literalmente arrancó la parte superior de la caja de cartón, dejando al descubierto las mallas negra y azul que recibieron de los Fernández, así como lo que parecían ser varias piezas metálicas, unas de un brillante acero pulido y otras de color plúmbeo.

- Nuestras ropas de combate… - articuló el pelirrojo al verlas.

- Has dado en el clavo – se dirigió Luis al chico – vestíos inmediatamente, no volveremos sin dar caza a esos hijos de puta.

Los dos hermanos asintieron y comenzaron a desvestirse con gesto decidido al tiempo que Luis ya lucía sus botas militares, pantalones anchos, chaleco antibalas modificado y guante Agnea. François, sin separarse del lado de su mujer, los contemplaba con gesto indescifrable.

Al poco rato ya estaban listos, Erik lucía sobre la malla negra unas grebas plúmbeas de diseño sencillo con la parte delantera de los muslos protegida por una placa trapezoidal, sobre su cintura descansaba el doble cinturón cruzado que sujetaba la Salamander y, en el brazo derecho, una pieza que aún no había visto la necesidad de emplear: El brazalete alquímico de su antepasado Leon Belmont.

Simon por su parte vestía sobre la malla azul marino unas grebas de puro metal pulido decoradas con placas de elaborados diseños tanto bajo la rodillera como proteginedo el muslo y el empeine, el cinturón negro de hebilla dorada tenía una abrazadera metálica desabrochable que permitía sujetar el látigo enrollado y cubría sus manos con dos mitones negros de puro cuero.

- Perfecto – juzgó el Fernández – Nos vamos.

Se dieron la vuelta y encaminaron al umbral de la casa cuando François, con un serio “Yo también voy” se les unió inesperadamente.

- ¿¡Cómo!? – Luis se había volteado y lo enfrentaba directamente.

- He dicho que yo también voy – repitió el Lecarde, decidido – no esperarás que vaya a permitir que esto quede así ¿Verdad?

- Deberías – respondió escuetamente Luis.

- ¿Qué… has dicho?

- He dicho que deberías.

- ¡Tienes que estar de broma!

- En absoluto.

La paciencia de François no duró mucho más; furioso, avanzó para abrirse paso entre los hermanos y, cuando llegó hasta Luis, lo agarró del brazo izquierdo y tiró de él.

- ¡Mira! ¡Mira ahí! – exclamó, señalándole a Elisabeth - ¡La casa me da igual! ¡Puedo volver a comprar los muebles! ¡Pero dime si puedo quedarme quieto sabiendo que lo que le han hecho! ¡¡TEN LOS COJONES DE DECÍRMELO, LUIS!! ¡¡Y MI HIJO!! ¡¡SE HAN LLEVADO A MI HIJO, JODER!!

Luis no respondió, miraba fijamente a Elisabeth, aquella poderosa cazarrecompensas que había sido destrozada por quien quiera que fuera el hijo de puta que había atacado el hogar, y sus ojos viraron hasta toparse con lo que quedaba de la cuna de René.

- Eres gilipollas – se limitó a contestar finalmente.

- ¿Qué?

- He dicho – con un poderoso movimiento, se liberó de la presa del Lecarde y le propinó en la cara un puñetazo que lo estampó contra el suelo - ¡¡¡QUE ERES GILIPOLLAS!!!

Simon y Erik, cada uno a un lado, miraban la escena impasibles, con la severidad impresa en sus rostros, mientras François se levantaba con dificultad.

- Pero… ¿¡Qué mierda estás diciendo!? – respondió, con la nariz sangrando a causa del golpe - ¿¡Me estás llamando gilipollas por querer vengar lo que han hecho a mi mujer y recuperar a mi hijo!?

- ¡¡Exactamente!! – aunque sin gritar, el español mantenía su dureza – Antes me has dicho que la mire ¡Mírala tú, mejor! ¡Sabes quién era! ¿¡Verdad!? ¡Yo hasta he luchado contra ella en el pasado! ¡Y sé que tú, con tu nivel actual, no podrías ni tocar a quien la haya dejado así! ¡Harás mucho mejor quedándote aquí y cuidando sus heridas!

- ¿Sí? ¿¡Y cómo voy a hacerlo!? ¡La casa está destrozada! ¡No tengo nada con qué aten…!

Antes de que llegara siquiera a terminar, el español lo alcanzó de una zancada, lo agarró del cuello y, in apretar su mano, lo levantó hasta ponerlo a su altura.

- ¡Escúchame bien, IDIOTA! ¿¡Te has despertado alguna vez herido y derrotado encontrándote sólo porque la persona a la que amas no está!? ¿¡Has necesitado alguna vez una atención que Elisabeth no te haya prestado!? ¡¡CONTESTA!! – pegó su cara a la del Lecarde, hablándole entre dientes – Yo sí que he experimentado eso y no se lo deseo ni a mi peor enemigo, te lo aseguro.

Se miraron en silencio, François no hacía el menor gesto de resistencia pero no dejó de desafiar a Luis con la mirada aún cuando éste lo hubo dejado de nuevo en el suelo.

- Yo he dejado a mi novia en España para ir a rescatar a mi hermana – añadió finalmente el español – y cada mañana me levanto preguntándome cómo estaré al día siguiente porque por más que nos llamemos no sé cuando volveré a verla – su gesto era increíblemente severo, pero sus ojos ahora reflejaban una fuerte tristeza – Podría morir dentro de un mes, la semana que viene o esta misma noche intentando rescatar a René, y dejarla sola sin darle la oportunidad de saberlo siquiera – clavó sus ojos en los del Lecarde – Déjate de honores y mierdas y dedícate a tu verdadero deber como marido, suertudo de los cojones.

Dicho esto se dirigió a Simon y Erik con un “vamos” y el trío se encaminó hacia la puerta bajo la mirada del francés. Justo en ese momento, un débil gemido de dolor hizo que los cuatro se dieran la vuelta.

- ¡¡Elisabeth!!

François corrió a su lado, seguido de Luis y los Belmont, y sujetó su mano sin moverla.

- ¿Fran… çois? – la voz de Elise era muy débil, y por su tono parecía abrumada por el dolor – Cariño… estás aquí…

Esbozó una débil sonrisa mientras sentía las manos de su esposo cerrarse sobre la suya y abrió los ojos para mirarlo.

- ¡Si! – respondió él - ¡La batalla salió bien! ¡Vencimos y salimos vivos y con fuerzas!

- Vencisteis… - la tierna sonrisa que había mantenido hasta ese momento se transformó en una mueca de amargura y rabia – Yo… François… no pude… ¡Me superó!

- Está bien, Elisabeth – la interrumpió el Fernández – nosotros nos haremos cargo.

Pero la mujer no lo escuchaba, dolorosamente se inclinó hacia su marido y se ubicó hasta poder apoyar su frente en sus manos.

- No pude… hacer… ¡Nada! – sollozó – La vi llevarse a René… La… ¡La vi! Cuando me ganó… - Erik miró a su compañero y le hizo una seña con la cabeza, el tono de voz de la Kischine denotaba que empezaba a desvariar. Tal vez tenía fiebre – Era… ella… ¡Ella, Fran!

- Tranquila, cielo – nadie pudo verlo, pero la palabra “ella” cambió el rostro del Lecarde – todo estará bien, nos haremos cargo.

- Lo… ¡Lo siento! – Rompió en un llanto amargo - ¡Lo siento! ¡Lo…!

Elisabeth había caído en un bucle de llanto y disculpas, su voz estaba deformada y reafirmó la impresión de Luis y Erik de que estaba febril, quizá por alguna herida que había comenzado a infectarse.

- Suficiente – El español se adelantó y colocó junto a François, apenas pudo colocó su mano desnuda sobre la frente de Elise y realizó un hechizo de sueño que la acalló y durmió – Mi magia blanca es pésima – se dirigió a François – pero esto la dormirá y calmará su dolor durante unas horas, el resto depende de ti.

El francés no dijo palabra, sólo se quedó al lado de Elisabeth, mirándola en silencio.

- Luis, ya no podemos esperar más – lo llamó el pelirrojo – tenemos que irnos.

El aludido asintió y se dirigió de nuevo hacia la puerta, seguido de los hermanos; hubieron de detenerse de nuevo, pero en esta ocasión fue François quien los llamó.

- ¿Qué pasa? ¿Sigues pensando en venir con nosotros? – espetó el español, harto de interrupciones.

- Iré – decidió Fran – pero cuando mis abuelas lleguen y me aseguren que Eli se recuperará, mientras tanto… – se adentró en lo que quedaba de la cocina y lo oyeron rebuscar, quejarse y maldecir un par de veces hasta que finalmente salió con una botella de cristal llena de un extraño líquido translúcido y anaranjado – Pensaba daros una de estas a cada uno, pero “ella” también ha atacado la cocina, y ésta es la única que queda.

Lanzó la botella a Simon, que la atrapó al vuelo y miró al trasluz con curiosidad.

- ¿Esto no es una…?

- Poción, exacto – completó el Lecarde – hemos quedado bastante tocados. A mí me curará mi abuela Loretta, pero vosotros no esperaréis a que llegue ¿me equivoco?

Los tres asintieron a la vez.

- ¿Con una bastará para los tres? – lo interrogó el menor de los Belmont sin apartar la vista del mejunje.

- No, pero ayudará.

Se miraron los unos a los otros, la única opción era dividirla en tres tercios, pero no restauraría todas sus fuerzas ni mucho menos curaría sus heridas. Erik aceptó sin problema pero Luis, conociendo el estado de su compañero, se negó en rotundo.

- ¡Llevas dos días casi sin pegar ojo! – objetó - ¡Y has pillado hasta en el carné de identidad!

- Luis – El Belmont, que ya tenía la botella abierta, respondió irritado - ¡No estoy tan mal! ¡Y no soy yo quien tiene un garrazo de hombre lobo en plena espalda!

- Si hace falta bebeos mi parte – sugirió el menor – yo estoy fresco.

- ¡Tú pareces un arañadero de gatos, Simon!

- ¡¡¡BEBED UN TERCIO CADA UNO Y YA, JODER!!! – los interrumpió el Lecarde a voz en grito.

Se callaron al instante, no por el grito de François si no porque llevaba razón: Lo más primordial era ir a por René y los detalles importaban poco, de modo que cada uno tomó un tercio del contenido y, mientras sentían que apenas comenzaba a hacer efecto la poción en sus cuerpos, se echaron a la carrera.

Simon y Luis, pese a su decisión, se mostraron rápidamente desorientados, pero Erik mantuvo su seguridad y desde el primer momento corría en una dirección concreta. Finalmente, su compañero se decidió a preguntar.

- Parece que sabes más que nosotros, así que dime ¿Cuál es nuestro destino?

- ¿Recuerdas tus indagaciones con el rastro mágico de los sietes? – preguntó el pelirrojo a modo de respuesta – no ibas precisamente desencaminado.

- ¿A qué te refieres? ¿Al punto en que convergían los rastros mágicos?

- Exacto – confirmó – Si De Rais ha seguido lo que él mismo dictó para ese libro – apretó los dientes – el muy hijo de puta se ha estado riendo de nosotros todo este tiempo desde NOTRE DAME.

- ¿¡Notre Dame!? ¿¡Estás seguro!? – preguntó su hermano.

- Entonces no me equivocaba… - masculló el español a su vez.

- ¡Os lo explicaré todo cuando lleguemos! – indicó Erik, tajante - ¡Tenemos que darnos prisa!

Asintieron y continuaron. Por sus ropajes y estado – tal y como anticiparon, la poción de François no hizo gran cosa con sus heridas – no podían dejarse ver, de modo que callejeaban para evitar a la muchedumbre, lo que suponía un gasto de tiempo extra.

Al pasar por al lado de una callejuela, una voz femenina los hizo detenerse con la pregunta “¿A dónde vais tan deprisa?” Erik fue el primero en frenar, y por poco se ve envuelto en un triple impacto con su hermano y con Luis. En todo caso, los tres habían reconocido aquella voz.

- C… ¿¡Claire!? – exclamó el pelirrojo, recuperando la estabilidad.

No se equivocaba, del mismo callejón del que había surgido la voz ahora emergía de entre la oscuridad la propia muchacha, ataviada con la misma ropa que vistió en la batalla del Louvre, aunque en bastante mejor estado.

- ¡Oh, me habéis reconocido! – sonrió mientras se acercaba al trío.

- Mira, Claire – Luis tomó la palabra, en su rostro se marcaba la impaciencia – no quiero ser antipático, pero vamos con bastante prisa y no de buen humor…

- De caza ¿verdad? – preguntó ella, observándolos con detenimiento – Esas son ropas de batalla…

- Es… - Erik suspiró – una larga historia, vamos a algo más importante que a cazar.

- Bueno ¿Tenéis tiempo para contármela a grandes rasgos aunque sea? – solicitó la inglesa.

No perdían nada por ello, de modo que, tal y como ella había pedido, le explicaron lo sucedido añadiendo los detalles necesarios para hacer comprensible su actitud. No les llevó más de tres minutos, y cuando terminaron la muchacha los miraba pensativa, apoyada en la pared.

- Voy con vosotros – decidió tras unos segundos de reflexión.

Esperaba algún tipo de reacción adversa, un “¿¡Qué!?” por parte del impaciente Luis o algo por estilo, pero la reacción del trío le sorprendió.

- Por mí vale – respondió Simon.

- Ninguna objeción – añadió el pelirrojo.

- Nos vendrá bien alguien con tu poder – dijo por su parte Luis – siempre que nos ayudes, por supuesto.

- A eso voy – respondió ella – de hecho, voy a empezar con ello ahora mismo - Sin mediar palabra, puso su mano derecha sobre el tórax de Luis y, acto seguido, en el de Simon – Estáis tocados ¿Eh? – sonrió – creo que puedo solucionar eso.

Les hizo colocarse el uno al lado del otro y puso cada mano sobre el torso de cada uno de ellos, realizando un hechizo curativo con el que, esta vez sí, sintieron recuperar sus fuerzas y cesar el dolor de sus heridas.

- No puedo hacer mucho – admitió mientras se separaba de ellos – pero con esto debería bastar. Ahora – se dirigió hacia Erik, con quien cruzó una mirada cargada de complicidad – te toca a ti.

Al contrario que con los otros dos, gastó en el pelirrojo un total de diez segundos, tras lo que retiró la mano y lo miró asustada.

- Pero… ¿¡Qué te ha pasado!? – preguntó alarmada - ¡Estás mucho peor que ellos!

- Esa historia es mucho más larga que la otra – resolvió el Belmont - ¿Puedes hacer algo conmigo?

- Algo, pero no mucho – respondió mientras usaba ambas manos para sanarlo a él también – yo no puedo hacer milagros, Erik.

Igual que con la comprobación, tardó sus buenos segundos en terminar con él antes de partir, durante el camino el pelirrojo se hizo cargo de explicarle también su destino y cómo lo había averiguado.

- Vi lo de los niños en los periódicos – comentó ella una vez terminado el relato – Hacía tiempo que no sentía tanta rabia.

- Y si no es mucho preguntar – la interrumpió el español - ¿Por qué te nos has unido en esto? No tienes ninguna relación con los Lecarde ¿no?

- Os acabo de decir por qué lo hago – contestó Claire – Yo también quiero vengar a esos niños ¡Y me parece despreciable lo que han hecho con el hijo de vuestro amigo!

Erik sonrió ante estas palabras, mientras que Simon y Luis guardaban silencio.

Tras unos diez minutos de carrera el ambiente cambió, la malignidad que se había hecho presa del ambiente a lo largo del día ahora parecía amenazar con aplastarlos a los cuatro.

- ¡Ya estamos cerca! – Indicó la joven, acelerando el ritmo de su carrera junto a los hermanos Belmont y Luis.

Y en efecto así era, apenas dos minutos después la última de las callejuelas se abría y sólo un puente de piedra los separaba de la Île de la cité y, con ella, de Notre Dame; lo cruzaron y Simon fue el primero en observar que la habitual iluminación del monumento no estaba encendida aquella noche, como si el anfitrión quisiera darles la bienvenida con un festival de oscuridad en plena ciudad de la luz.

Ya caminando avanzaron hasta situarse frente a la puerta central de entre las tres que daban acceso a la construcción, y un decidido Luis avanzó hasta ella encontrándosela abierta.

- Acabas de poner una alfombra roja a los pies de tu verdugo, gilipollas.

Antichapel (part 1)

Luis abrió la puerta con decisión mientras hacía a los demás una seña de espera y se adentró para encontrar que la ausencia de iluminación en el exterior no era una simple casualidad.

- ¿Qué demonios…?

Como en el exterior, todas las luces estaban apagadas con una salvedad: Los candelabros, en los que descansaban velas encendidas que parecían recién puestas, dando al lugar un ambiente remarcadamente lúgubre.

Esperó unos segundos, se adentró unos pasos y, tras comprobar que efectivamente no les esperaba ninguna sorpresa, regresó al portón para permitir la entrada al trío.

- Qué apropiado… - masculló Simon mientras retomaban el camino.

- ¿Qué ocurre? – preguntó Claire, intrigada.

- La puerta central – se adelantó el pelirrojo – es conocida como “El portal del juicio final” Supongo que Simon se refiere a entrar justo por esta puerta para acabar con De Rais.

El menor asintió mientras la joven esbozaba una momentánea sonrisa que se desvaneció apenas pusieron los pies dentro de la catedral.

- ¡Nos reciben con velas y todo! ¿No es romántico? – exclamó con sorna el español mientras se adentraban aún más.

- Como guerra psicológica no es mala táctica – opinó el mayor de los Belmont – pero… - desenvainó su Salamander y puso la funda boca abajo, dejando caer un papel cuidadosamente doblado – poco daño nos va a hacer un poco de oscuridad.

- El caso es que ya estamos aquí – resolvió la inglesa con las manos en la cintura - ¿Qué buscamos exactamente, chicos?

- A eso voy – El pelirrojo recogió el papel y lo desdobló - ¡Venid todos!

Claire, Simon y Luis se reunieron a su alrededor para descubrir lo que Erik había traído escondido en su arma: Un mapa, si bien no era un mapa muy común ya que, del tamaño de 4 folios unidos, tenía dibujados lo que parecían ser varios planos unidos entre sí por líneas, así como diversos bocetos y garabatos en general.

- ¿De dónde has sacado esto? – le preguntó su hermano tratando de guiarse entre las líneas

- Lo tracé mientras descifraba – explicó – estaba todo escrito, sin ninguna ilustración, así que lo guarree bastante ¿Os vais quedando con él?

Claire asintió sin pronunciar palabra, mientras que su colega sonrió y murmuró un “¡ahora me lo explico!”

- Bueno… es un mapa, sí – articuló la joven cuando deshicieron el corro – pero ¿de dónde?

- Precisamente del lugar a donde vamos ahora – respondió el pelirrojo volviendo a doblar el papel – seguidme y preparad vuestras armas.

El grupo se movió siguiendo a Erik hasta una losa anormalmente grande, del tamaño de dos lápidas unidas aproximadamente, y se detuvo ante ella.

- Tenemos que levantarla – indicó el Belmont – es la entrada.

- ¿Y cómo…?

- Por eso dije que prepararais vuestras armas – dijo mientras desenvainaba su Salamander para, acto seguido, insertarla en la junta de la baldosa – Tendremos que desencajar esto de algún modo ¿no?

Luis, que se colocó en el lado perpendicular al de su colega, lo imitó sin ponerlo en duda ni por un momento; Claire tardó un poco más, preguntándose para qué era todo aquello hasta que al final se encogió de hombros y, colocándose frente al pelirrojo, lo imitó también.

- Bien – articuló este - ¡Tirad!

El Belmont comenzó a tirar hacia atrás con su espada haciendo gala con todas sus fuerzas, Luis y la joven lo siguieron y, luchando contra la flexibilidad de sus propias armas y el peso de la lápida, finalmente lograron hacer que ésta comenzara a levantarse.

- ¡Simon, ve preparando el látigo! – indicó el español mientras se agachaba para meter los dedos en la abertura creada y tratar de levantarla a peso - ¡Y vosotros echadme una mano!

Erik y Claire se agacharon a su vez y sujetaron la losa, alzándola en peso entre los tres hasta dejarla lo suficientemente inclinada como para dejar pasar a un adulto agachado. A toda prisa el pelirrojo pidió el látigo a su hermano, lo desenrolló y rodeó la piedra con él, dándole los dos extremos a Simon.

- Sujeta hasta que yo te diga – indicó – vamos a ir bajando.

El muchacho obedeció y sostuvo con todas sus fuerzas mientras uno a uno se iban adentrando en el pasadizo: Primero Claire, después Luis y por último, siguiendo las indicaciones del pelirrojo, el propio Simon, mientras su hermano sostenía la piedra con todas sus fuerzas antes de acabar descendiendo él también, quedando el camino sellado sobre su cabeza.

Con la caída de la gigantesca lápida se cerró también la entrada de la única fuente de iluminación del pasaje, una especie de covacha excavada en la roca cuyos escalones parecían tallados sobre la misma, ninguno se movió hasta que se hubieron reunido los 4 y, una vez juntos, iniciaron el descenso en completa oscuridad.

- Debería sacar algo de luz – propuso Simon en los primeros minutos.

- Reservad vuestras energías – respondió Erik a eso – lo único que necesitáis saber es que esta escalera es de caracol y los escalones pueden ser un poco irregulares.

- Te lo has estudiado bien ¿eh? – comentó el español.

- A conciencia – se limitó a responder el Belmont.

- Es una batalla que hay que ganar sí o sí, así que Erik tiene razón – coincidió Claire – mejor reservemos todas las energías posibles.

Se hizo el silencio mientras continuaban descendiendo en la más completa oscuridad, la bajada se estaba haciendo eterna y la ya anunciada irregularidad de los escalones junto a la humedad ambiental provocaba más de un resbalón que obligaba a los cazadores a sostenerse unos con otros.

Finalmente acabaron divisando una luz que se reflejaba en las pulidas paredes del pasadizo, era una luz verdosa, casi mortecina, y casi al tiempo que la vislumbraban el ambiente parecía cargarse de un extraño olor.

- Se ha hecho más largo de lo que esperaba – comentó Simon, deseoso de terminar con las escaleras de una vez.

- Si interpreté bien los mapas – le respondió su hermano, que se colocó a la cabeza del grupo – vas a desear volver a las escaleras.

Al final alcanzaron un rellano franqueado por una puerta de madera completamente desvencijada, raída y carcomida a través de la cual se filtraba la luz, Erik la empujó y al atravesarla salieron a lo que parecía una gigantesca estancia muy tenuemente iluminada por unas teas en las paredes cuyo fuego era de color… verde.

Se detuvieron de inmediato, los cuatro sabían que se encontraban en un espacio donde cualquier enemigo podría atacarles y sus ojos aún habían de acostumbrarse a aquel escaso nivel de iluminación. Cada uno empuñó su arma mientras dejaban trabajar su vista y afinaban el oído.

No pasó ni un minuto hasta que uno de ellos hizo el primer movimiento: Claire, que lanzó 3 puñales a la oscuridad, escuchándose casi enseguida tres grititos agudos.

- ¿Murciélagos? – preguntó Erik sin moverse un milímetro.

- Sí, los escuché moverse – respondió ella - ¿Cómo lleváis lo de adaptaros a esta luz?

- Deberíamos ponernos en marcha – sugirió Simon – quedarnos aquí parados no nos va a servir mucho que digamos.

Se miraron unos a otros y asintieron, el pelirrojo se puso delante como portador del mapa que él mismo había trazado, pero su colega no tardó en ponerse a la par suya.

- En fila somos más vulnerables  - comentó mientras se colocaba al lado de Erik – así podremos protegernos mejor.

Caminaban despacio pero con paso seguro mientras sus ojos terminaban al fin de hacerse a aquella mortecina luz verdosa. Con los ojos puestos en su alrededor Luis fue el primero en notar la extraña superficie de parecía conformar las paredes y comentarlo al grupo, a lo que el mayor de los Belmont se limitó a reaccionar torciendo el gesto. Él sabía de qué estaban revestidas las paredes y el techo.

- ¿Hu…esos? – preguntó Claire repentinamente tras unos pocos minutos de andadura, llamando la atención de Simon y Luis.

- ¿Qué? – preguntó éste último, extrañado.

- Las paredes, parecen recubiertas de… huesos.

Una vez empezaban a acostumbrarse a la luz se iban dando poco a poco cuenta de las cosas: Se hallaban en un pasillo de gran envergadura iluminado por antorchas cuyo fuego casi no emitía luz y el lugar era anormalmente húmedo, no obstante la oscuridad era demasiado espesa como para vislumbrar gran cosa y Claire, que por alguna razón tenía menos problemas que ellos para adaptarse a aquel ambiente, era la que veía con más claridad, y no le gustaba lo que percibían sus ojos.

La muchacha se detuvo y empezó a mirar a su alrededor con detenimiento; en efecto y tal y cómo había vislumbrado las paredes y el techo estaban revestidas de huesos, concretamente de cráneos humanos en el caso de las primeras y una amalgama de cúbitos, radios, húmeros, fémures y otros componentes alargados del esqueleto recubriendo el segundo.

Se quedó lívida por un segundo, horrorizada mientras miraba a su alrededor, preguntándose de donde podrían haber salido tantos esqueletos.

- Mientras no os acerquéis a las paredes podremos pasar esta parte sin sobresaltos – informó el pelirrojo, aparentemente impasible pero también mirando el pasillo con cierta aprehensión.

- Vale, vale – respondió el menor, que ya había acostumbrado sus ojos a la escasa iluminación – Pero ¿Qué es todo esto?

- Restos humanos – comenzó a explicar Erik – restos de personas que murieron durante la pandemia de peste bubónica en el siglo XIV. Este lugar comenzó a construirse durante aquello y De Rais lo retomó y amplió en su momento.

- ¿¡ESTO está bajo Nôtre Dame!? – Exclamó Luis, sorprendido y asqueado.

- Cuesta creerlo – aceptó el pelirrojo torciendo el gesto – pero en su momento esto empezó como una especie de homenaje, de hecho… - se detuvo por un momento mientras, con ojos desorbitados, miraba por encima del hombro de su amigo - ¡Claire! ¿¡Qué haces!?

La chica había desobedecido el consejo de no acercarse a las paredes y se hallaba en aquel momento palpando uno de las calaveras engarzadas en el muro, la chica se sobresalto y lo miró extrañada.

- ¿¡Qué!? – preguntó – No va a pasar nada ¡Son cadáveres!

Erik se llevó la mano a la cara mientras cientos de cuencas vacías se encendían con fulgurantes ojos rojos, estuvo a punto de gritar a Claire que se apartara de ahí inmediatamente cuando la pared frente a ella estalló y el cráneo que estaba tocando empezó a flotar en el aire, rodeado por una llama azulada.

El grupo desenvainó sus armas de inmediato, la propia Claire se deshizo al instante del cráneo flotante con su No Name mientras que a su alrededor cada vez más y más cabezas volaban lenta pero directamente hacia ellos.

- ¡Fantasmas Calavera! – los informó dándose la vuelta antes de prepararse para repeler a los que la embestían.

- ¡Por esto dije que no os acercarais a las paredes! ¡Las almas de algunos de los muertos siguen aquí! ¡Y están al servicio de De Rais! – Erik, con su espada llameante encendida, hablaba mientras batallaba con los fantasmas que iban a por él - ¡Este lugar lleva 600 años siendo la guarida de Guilles De Rais!

- ¿¡Estas cosas llevan seis siglos inactivas aquí abajo!? – Luis, al igual que Erik y Claire, eliminaba de un solo tajo a cada uno de los fantasmas, Simon por su parte requería varios golpes con su látigo, que agrietaba poco a poco sus cráneos.

- ¡¡Vámonos de aquí  – Indicó el pelirrojo – antes de que esto empeore aún más!!

El grupo echó a correr con Erik a la cabeza y los fantasmas persiguiéndoles, no eran adversarios realmente peligrosos por sí solos, pero su número y el hecho de que no dejaran de salir uno tras otro los convertían en una trampa mortal.

Sin embargo aquello no era todo, mientras escapaban pudieron observar cómo varios esqueletos completos se desincrustaban de las paredes para lanzarse al ataque, la mayoría fallaban en su intento o eran dejados atrás, pero se vieron obligados a deshacerse a puñetazos de unos cuantos que emergieron frente a ellos.

Finalmente alcanzaron el final del camino, franqueado por un pesado portón de hierro chapado en madera que Erik y Luis abrieron rápidamente para después cerrar y asegurar a sus espaldas una vez Simon y Claire hubieron cruzado también.

- ¡Mierda, que pasillo más largo! – se quejó el Fernández mientras apoyaba la espalda contra la puerta – Claire ¿¡Se puede saber en qué estabas pensando!?

- ¡Yo no tenía ni idea de que iba a pasar eso! – contestó ella - ¡Yo sólo…!

- Ya vale – los interrumpió inmediatamente el mayor de los Belmont – Claire – la miró directamente – dije explícitamente que no os acercarais a las paredes y Luis – ahora se dirigió a su colega – si el ser humano pusiera la prudencia por delante de la curiosidad aún estaríamos comiendo carne cruda y vistiendo pieles secadas al sol.

El español torció el gesto al verse reñido por su colega mientras Claire expelía aire por la nariz en un claro gesto de fastidio.

- Escuchad, así no vamos a ninguna parte – intervino Simon – si vais a discutir hacedlo cuando hayamos terminado.  No olvidéis – enfatizó el tono de sus palabras – que hemos venido a por René.

- Es cierto – reconoció Luis – ya tendremos tiempo de hablar cuando hayamos salido de ésta, lo primero es lo primero – se dirigió al pelirrojo, que ahora parecía pensativo - ¿Hacemos algún movimiento en particular, Erik?

Éste abandonó su abstracción y miró al resto del grupo.

- ¿Pasa algo, tío? – le preguntó su hermano menor, preocupado.

- Erik…

El Belmont frunció el ceño, separó su espalda del portón y miró a su alrededor.

- Luis, antes dijiste que el pasillo te pareció largo ¿verdad? – preguntó de inmediato.

- Eh… sí

- No lo era – lo contradijo al instante – según el libro ese pasillo no era más que una entrada que no debía medir más de 50 metros, siendo generosos.

- ¿Y eso qué significa? – Se interesó la muchacha.

- Significa que tenemos que andar con cuidado – informó – algo está alterando nuestra percepción espacial aquí – chasqueó la lengua – En el libro no venía nada de esto…

- Debe tratarse de algún tipo de hechizo protector – dedujo el español – siendo lo que es este lugar me extrañaría mucho que no lo tuviera.

- ¿Y no se puede saber de cual se trata? – Preguntó Simon – así veríamos si podemos quitárnoslo de encima o protegernos de alguna forma.

- Imposible – respondió Claire al instante – este sitio está cargado de magia ambiental, no puede distinguirse nada, ya lo he intentado.

Los cuatro quedaron pensativos mientras, sin que se hubieran dado cuenta, a su alrededor la estancia se había iluminado la misma leve iridiscencia verde que iluminaba el pasillo recién superado, eso les permitió comprobar el aspecto y dimensiones del lugar, que asombraron a todos salvo al propio Erik.

De hecho los cuatro abandonaron sus pensamientos para contemplarla, el lugar era grande, más incluso que la planta de la propia Notre Dame e imitaba la distribución de elementos de ésta, de hecho parecía una copia a escala, pero todo estaba anegado por el polvo y las telarañas, la decoración parecía tallada en una piedra negra y porosa - probablemente la propia roca subterránea – incluyendo los propios bancos y un pesado olor a humedad inundaba el ambiente.

- Bueno… - articuló Erik desde las espaldas de sus compañeros - ¡Bienvenidos a la Catedral del Dolor!

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¡Hala! ¡Últimos dos episodios escritos! El 94 me ha tenido bloqueado muuuuuuucho tiempo porque por cojones quería alargarlo más allá de donde llegaba mi planificación. Es sólo una introducción a la Catedral del Dolor (a ver si alguien recuerda de donde ha salido ese nombre xd) por lo que tampoco tiene mucha chicha más allá de mostrar más o menos lo que les espera.

¡Oh! Y la concepción de la Catedral del Dolor no tiene nada que ver con CastleVania. Buscad Kostnice Sedlec en gúguel. Os dejo una fotico del lugar ;D


Publicado: 22:50 16/07/2011 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Cierto, recuerdo que hace no mucho dije que pasaba Twilight Rhapsodia a otro blog alojado en wordpress, pero eso ha tenido un curioso efecto en mi forma de afrontr el fanfic.

Para empezar, empecé a publicar los episodios allí desde el principio con sus correcciones pertinentes y el 94 casi terminado, pero esto hizo que me diera pereza abrir el Word para seguir con el 94 ya que no lo publicaría hasta pasados, como poco, 46 días (a un ritmo de dos capis por día, cosa que dejé de hacer al poco) para rematar mi vida se ha pueto un poco más difícil y entre el podcast y los blogs que manejo no doy abasto... total, un jaleo ^^U

Así que después de pensarlo lo he mandado todo a tomar por saco y vuelvo a publicar por aquí. Total, en ningún sitio como en casa xD

Tengo acumulados del 91 al 94 - ambos incluidos - por publicar, así que hoy voy con el 91 y el 92 y mañana con los otros ¡A disfrutar!

No place to Rest

El regreso de Erik a París fue casi triunfal. Al escuchar el mensaje del pelirrojo en su teléfono, Luis le devolvió inmediatamente la llamada y, tras estudiar los horarios, decidieron una hora en la que el Fernández lo recogería en la estación de tren de la ciudad de la luz, desde donde enfilaron al piso de los Lecarde para disfrutar de una opípara y merecida cena.

Las preguntas se sucedían una tras otra mientras daban cuenta de los platos preparados por Elisabeth y François, Simon no ocultó su entusiasmo ante lo ocurrido en Morimond ni Luis su sorpresa, sobre lo ocurrido en Gellome el Belmont les contó acerca de aquel Abad de poder defensivo casi milagroso, pero se calló todo lo referente al pasado de Maréchal, incluyendo su nombre. Aquel hombre, pensó Erik, se había retirado a aquel lugar para no ser encontrado, era justo dejarlo en paz.

Terminado el pequeño banquete, Erik se ofreció a quitar la mesa y pidió ayuda a su hermano menor, una vez en la cocina decidió preguntarle sobre lo único que el reconcomía en aquel instante:

- ¿Les has hablado de los agentes de la iglesia? – lo interrogó inmediatamente, mientras organizaba los platos sucios en el fregadero.

- ¿¡Lo sabes!? – Simon no ocultó su sorpresa - ¿Quién te lo ha…?

- Arikado – respondió el pelirrojo sin dejarle acabar – Vino a verme después de que te atacaran, por lo visto.

El chico guardó silencio por unos instantes, no esperaba que su hermano lo supiera, es más, pretendía avisarle de ello apenas tuviera la ocasión.

- ¿Por qué no les has dicho nada? – inquirió el pelirrojo, más curioso que inquisitivo – Pueden ir a por ellos también.

- No… no me pareció que fuera necesario. Lo siento.

Erik torció el gesto, pero no dio ninguna muestra de disgusto a su hermano, era un asunto suyo a fin de cuentas.

Pero debían saberlo, y con esta idea salió apresuradamente de la cocina y se apoyó en el marco de la puerta, un serio y escueto “Tengo que hablar con vosotros” bastó para llamar la atención de todos los presentes.

- Voy a ser breve – articuló cuando vió que Luis, Elise y Fran le prestaban la atención adecuada – Cuando nos embarcamos en este viaje Rose Morris me cogió por banda y me encomendó una misión proveniente de la iglesia, les he desobedecido y ahora mismo tengo a tres agentes detrás de mi cabeza.

Las reacciones fueron muy diversas, La Kischine sonrió con aparente orgullo sin apartar su mirada del pelirrojo, Luis se llevó la mano al rostro y suspiró y François casi tuvo que recoger su mandíbula inferior del suelo.

- Así que al final hiciste caso de tu instinto ¿eh? – comentó Elise sin perder aquella sonrisa que parecía gritar “¡Bien hecho!”

- ¿Sabes? Creo que era más feliz antes de saber esto – dijo el Fernández a su vez, descubriendo el rostro - ¿Hay alguna razón en particular por la que nos lo hayas contado?

- Sí – contestó Erik automáticamente – os lo cuento para que estéis en guardia porque yo todavía no me los he encontrado, pero según parece atacaron a Simon para interrogarlo.

Ojos como platos y miradas centradas en el adolescente, Elisabeth boqueó y Luis pareció súbitamente invadido por una ola de ira que contuvo, dejándose notar solamente en el temblor de sus puños.

- ¿Cuándo…? ¿Cuándo cojones ha ocurrido eso? – en énfasis en el taco evidenció su enfado más de lo que el mismo español habría deseado.

- El día que me fui a Morimond – aclaró Erik – Arikado me avisó de ello.

- También me ayudó – intervino Simon – Los mandó a otra parte y me curó, por eso pude volver sin problemas.

- Los… ¿mandó? – preguntó François, que hasta ese momento parecía estar tratando de asimilar la información - ¿Él los comanda?

- Según me dijo, sí – aclaró el menor.

- Sí, a mí también me lo dijo – confirmó el mayor, mirándolo – Pueden ir perfectamente a por cualquiera que esté relacionado conmigo – continuó, devolviendo su mirada al matrimonio y Luis – así que deberíais estar en guardia.

Elisabeth asintió rápidamente con la cabeza ante esto al igual que su atónito marido, al tiempo que el español suspiraba con la boca chica.

- Lo sé, tío – añadió Erik, sabiendo que aquel solía ser un gesto de fastidio de su amigo – he jodido la noche a base de bien, pero necesitabais saberlo.

- No, si no es eso lo que me jode – respondió – es simplemente que estaba esperando que pasara esto, y lo ha hecho antes de lo que creía. Es… una dificultad extra.

- ¡Eh! ¡Un momento! – saltó de repente François – ¿Puede alguien explicarme que ha hecho Erik exactamente? ¡Tengo la impresión de ser el único que no tiene puta idea de lo que está pasando!

- Es que lo eres, Fran – le contestó Luis mientras lo miraba de soslayo – Qué, Erik ¿Se lo explicamos?

- Lo estoy deseando – concedió el pelirrojo.

La siguiente media hora transcurrió con el grupo aclarando a François todo lo que ocurría y explicándole la progresión de los hechos. Al Lecarde parecía mucho costarle asimilar que su amigo se hubiera pasado tantas normas y estamentos por donde la espalda pierde su digno nombre.

- Entonces, a ver si lo he entendido bien – articuló una vez que la narración de los hechos llegó a la batalla del Louvre – Te encargan capturar a una asesina y tú –señaló al pelirrojo - en lugar de obedecer te dedicas a ayudarla y apoyarla sin disimular un ápice – dejó pasar unos segundos – Erik ¿¡Te has vuelto loco!?

El aludido soltó una carcajada

- ¡Cuantas veces habré escuchado eso ya! – exclamó mientras daba una palmada en el hombro del Francés.

Fran quiso contestar pero no tuvo tiempo de hacerlo, ya que Erik cogió el códice y se encaminó inmediatamente a la habitación de invitados.

- ¿A dónde vas? – preguntó el Lecarde, visiblemente molesto por la falta de respeto del pelirrojo.

- A ponerme inmediatamente con esto – Erik le mostró el libro – como mínimo quiero descifrar el alfabeto antes de echarme a dormir – Dicho esto abandonó el salón y se encerró en el cuarto acompañado por Luis, dejando solos a François, Elisabeth, Simon y un René dulcemente dormido.

Por supuesto el disgusto de François seguía patente e incluso se acrecentó con el rápido abandono del Belmont de lo que apuntaba a ser una discusión, como mínimo, considerable; afortunadamente Elise no estaba dispuesta a permitir que una noche ya estropeada se agriara todavía más.

- Fran ¿Se puede saber qué pasa? – lo interrogó con un remarcable tono de severidad.

- Está más que claro ¿No te parece? – bufó el muchacho.

- No, no lo está, y te agradecería una explicación ¿Es porque eras el único que no sabía nada?

El tono de su esposa era firme y severo, más propio de una madre que regaña a su hijo que el de una mujer pidiendo explicaciones a su marido.

- Pues mira, no es eso – contestó él – pero la verdad es que también me mosquea bastante que ni siquiera TÚ me hayas dicho nada.

Elise frunció los labios por un instante. No podía negar que ahí François estaba en lo cierto.

- Es por lo de Claire, entonces.

- Más bien – aclaró finalmente – es por lo de la iglesia.

Elisabeth, que se había inclinado hacia delante para confrontar a su esposo, se reclinó sobre el respaldo del sofá para escucharlo.

- ¡Joder, Elise! – exclamó en voz baja - ¡Míranos! ¡Mira – señaló la cuna donde dormitaba su hijo – ahí! ¡No estamos lo bastante preocupados por René como para que de remate nos echen encima a los agentes de la iglesia! ¡Por algo en lo que no tenemos nada que ver! ¡Y encima vaya luces las de ayudar ni más ni menos que a Claire Simons!

Simon, que maldisimulaba la atención que prestaba a la discusión, no pudo evitar fijarse en que Elisabeth arqueaba exageradamente las cejas en gesto de sorpresa.

- ¿Qué… tiene de malo que ayude a Claire Simons? – preguntó la mujer, atónita.

- Elise… - exhaló aire en una mezcla de suspiro y bufido – Has leído la correspondencia, has escuchado las llamadas, has visto los e-mails ¡Esa tipa es una fugitiva! ¡La misma iglesia anda tras ella! ¡Y no son pocos los asesinatos que lleva a cuestas!

La mueca de su esposa pasó entonces de sorpresa a disgusto.

- Cariño… ¿Ya has olvidado con quién estás casada? ¿O es que ahora mi pasado sí que te parece reprobable?

- Yo no he dicho…

- François, te recuerdo que soy – lo había interrumpido sin alzar el tono lo más mínimo, su voz era incluso dulce, tal vez para disimular su enervamiento – una ex-cazarrecompensas, he matado a más personas de las que le han cargado a esa pobre chica, y no sé quien decidió que eso no importaba, me defendió de todos los dedos acusadores y me integró en la hermandad - A estas alturas, el Lecarde estaba sin palabras – Consideraste injusto el trato que se me dio, cielo – aunque seguía manteniendo aquella dulzura forzada, sus ojos adoptaron una tierna expresión de cariño – y decidiste defenderme. Es obvio que a Erik le pasa algo parecido ¿no te parece?

- Pues… - François quedó sencillamente sin saber qué responder, era cierto lo que su mujer estaba diciendo, se reveló contra el odio que los cazadores sentían hacia los cazarrecompensas en lugar de mantener su relación en la sombra, aunque a su juicio tuvo mucho menos mérito del que ella hacía aparentar – Mira, mejor me voy a la cama.

Apresuradamente se levantó del sillón y encaminó a la habitación de matrimonio, esperaba algún tipo de reproche por parte de su esposa, pero ella se limitó a soltar una risita y articular un “¡ahora te sigo!”

Entre tanto, Erik y Luis llevaban ya unos minutos en la habitación de invitados, el pelirrojo se había enfrascado sin preámbulos en el descifrado del libro mientras su amigo se afanaba en su sesión de abdominales diaria.

- Parece… que… Fran… se ha… cabreado… bastante… - comentó el español en un momento dado, a ritmo de palabra por abdominal.

Erik se encogió de hombros.

- Bueno… - hizo un par de apuntes en una libreta que tenía sobre las piernas cruzadas y escribió algo en su portátil – si le molesto o se ve en peligro estoy a un par de clicks de reservarme una semana de noches de hotel y mantenerlo a salvo.

La estampa que ofrecía en aquel particular entorno de trabajo era, cuando menos, curiosa. Estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas, sobre las que descansaban una libreta y, encima de ésta, el códice, a su derecha el libro cifrado abierto y frente a él su ordenador portátil, cuya pantalla se reflejaba en los cristalinos ojos turquesa del Belmont.

- ¡No seas exagerado! – exclamó el español en respuesta a los planes de su colega, deteniendo su ejercicio – no hay necesidad de salir por patas.

- No es exageración – Erik hablaba sin desviar su vista un ápice de la pantalla – Te puedo asegurar que entiendo perfectamente la reacción de Fran. No se trata sólo de él, también tiene una mujer y un hijo.

- Una mujer que a día de hoy sigue pudiendo hacérnoslas pasar canutas – puntualizó Luis, recordando su pequeña escaramuza con Elisabeth en la azotea.

- Ya, no me dices nada nuevo, pero aún así… Jodeeeeeer

- ¿¡Y ahora qué pasa!? – preguntó el Fernández, alarmado por la exclamación de fastidio de su amigo - ¡No me irás a decir que el códice no sirve!

- Servir, sirve – contestó el pelirrojo – Pero el libro está en un idioma que no domino.

- Adelante, impresióname.

Erik suspiró.

- Es Vampiria – respondió – Vampiria antigua, no hace mucho que empecé a estudiar la moderna, y sé lo básico entre lo básico.

- ¡Puta madre! – profirió Luis - ¿¡Entonces estamos igual que al principio!?

- No… - El Belmont escribió un poco más en el ordenador – Tenemos el nombre que firma el libro. Hasta eso estaba codificado.

Aquello abrió las orejas del español.

- Y ese nombre es…

- De Rais. Guilles De Rais.

De vuelta al salón, Elisabeth veía tranquilamente la televisión a bajo volumen mientras Simon vigilaba al pequeño, que continuaba en el séptimo sueño; su sorpresa fue mayúscula al mirar a la TV y ver que Elise miraba una película porno, lo que le hizo pensar que no sólo mantenía el volumen bajo por su pequeño.

- ¿¡Pero cómo tienes redaños de ver esto en la misma sala que el crío!? – Preguntó escandalizado.

La Kischine rió entre dientes y miró al Belmont.

- ¡Oh, vamos, hablas como si nunca hubieras roto un plato! ¡Seguro que has pasado alguna que otra noche viendo una sesión golfa!

- Con el pantallazo que tenemos en el salón se ven de vicio – repentinamente se dio cuenta de lo poco acertado de su respuesta y volvió al tema - ¡Pero esa no es la cuestión!

Ahora sí, la mujer dejó escapar una carcajada que sofocó rápidamente.

- Además – continuó aún más serio – con la discusión que acabáis de tener y el mosqueo que lleva François no entiendo cómo puedes estar tan tranquila.

- Oh, eso es porque – apagó la TV y se puso a hacer ejercicios de calentamiento – François es un hombre muy apacible y reflexivo, nunca le duran mucho los enfados. Además – sonrió picaronamente – cuando se enfada le encanta desahogarse follando ¿Has oído alguna vez eso de que Francia es el país del erotismo? – Simon, que estaba atónito, se limitó a asentir con la cabeza - ¡Pues sólo con conocerlo a él te puedo decir que es verdad!

Tras unos segundos tratando de asimilar lo que acababa de oír, finalmente reaccionó.

- Er… vale, es la primera vez que hablas tan claramente sobre sexo.

- Querías una explicación y te la he dado – terminó sus ejercicios y se acuclilló justo frente al Belmont, quedando a su altura – cuando rescatéis a tu novia pasaos por aquí, me encantará enseñarle algunos truquitos.

Y tras decir eso, dejando a Simon con la cara de Póker más caricatuzable del mundo, se dirigió al cuarto en el que su marido había entrado hacía ya rato.

La voz que la recibió allí dentro, la de François, denotó en su “has tardado en seguirme” un claro disgusto, era evidente que su enfado no había remitido e incluso daba la impresión de que seguía molesto con ella.

- ¡Venga, Fran! ¿Por qué sigues estando así? Erik tiene el códice ¡Ya queda poco para que todo esto acabe!

Mientras ella se despojaba de su camiseta el francés, que estaba tumbado en la cama con una revista que presumiblemente había estado leyendo hasta hace poco, se recostó.

- Estoy preocupado, Elisabeth – respondió – por si no teníamos bastante con las desapariciones de los niños ahora Erik nos echa a la iglesia directamente encima. Lo veo un precio demasiado alto por su ayuda y qué quieres que te diga – añadió – lo creía más inteligente, oponerse a la iglesia no es buena idea.

La mujer, ya vestida solamente con un sencillo conjunto de ropa interior color crema, se sentó en su lado y acarició suavemente el brazo de su marido.

- Está siguiendo su instinto, nada más – lo defendió – Le pega más ser cazarrecompensas freelance que pertenecer a la Hermandad.

François dejó escapar una risita sarcástica. Ya en su momento, durante la misión que compartió con Luis, su mujer y el pelirrojo,  pudo ver la tendencia rebelde de éste, y algo le decía que de ser cazarrecompensas su primer objetivo sería ir contra todo el gremio. Apenas había regresado a su semblante ceñudo cuando la voz susurrante de Elise llegó a su oído.

- Oye… ¿Quieres que sigamos nuestro instinto nosotros también?

Se puso tan colorado como la pantalla de su lamparita. Sentía en su espalda los pechos, aún cubiertos por el sostén, de su esposa, y la mano de esta se había deslizado hasta acariciar suavemente su tórax.

El viejo truco ¡Y lo bien que le funcionaba a la maldita!

- ¿Sabes ese dicho Hippy que dice haz el amor y no la guerra? – continuó ella, con la misma melosidad insinuante – Pues a mí no me gusta. Aprovecha ese enfado y hazme el amor… y la guerra.

Lo que vino después podría resumirse en la necesidad de un Simon que no sabía dónde esconderse de subir el volumen del televisor hasta disimular el escándalo procedente de la habitación de matrimonio.

A  la mañana siguiente todo había vuelto a la normalidad y François habló tranquilamente con Erik sobre el asunto. Naturalmente la idea del Belmont de separarse del grupo lo escandalizó y sirvió para acabar con el último resquicio enfado que le quedaba. Por supuesto no dejaba de parecerle mal que el pelirrojo hubiera desafiado a la Iglesia, pero los terrenos quedaron perfectamente delimitados en aquella conversación.

Aquella mañana fue, además, el comienzo de un periodo de tres días sorprendentemente tranquilos. Erik solventó el escollo del idioma de las páginas descifradas entrando en continuas videoconferencias con Juanjo; el Fernández no sólo fue quien le metió el gusanillo de los idiomas, si no también quien supervisó su aprendizaje de los mismos y lo ayudó a llegar al nivel nativo y también quien pensó que sería buena idea que Erik aprendiera Vampiria, habiéndose visto el español obligado en su momento a aprenderla casi a la fuerza para algunas de las misiones de infiltración a las que fue enviado.

Por supuesto Juanjo Fernández no estaba siempre disponible, así que era Adela quien ayudaba al pelirrojo en ocasiones. La madre de Luis no estaba tan versada como su marido en lenguas como la Vampiria, pero poseía una lógica de traducción mucho mayor y siempre encontraba un sinónimo o expresión para las palabras que había de sacar por contexto.

Mientras el proceso continuaba el nombre de De Rais salía cada vez más y más, aunque Erik y Luis decidieron evitar que saliera de entre ellos y los padres del español para evitar alarmar aún más a François y Elisabeth.

Y es que si Guilles De Rais era quien andaba detrás de los raptos no les faltarían razones para preocuparse. Ese hombre, si es que alguna vez pudo ser considerado como tal, era una de las vergüenzas míticas de la historia Francesa, un noble que, como todos, de cara a la galería era un ser intachable, pero la realidad era bien distinta ya que fue condenado por los crímenes más repugnantes de torturas y abusos contra jóvenes muchachos y jamás mostró arrepentimiento.

Para Erik y Luis la aparición de su nombre fue motivo suficiente para apurar todo el tiempo que fuera posible en la traducción, y Juanjo y Adela llegaron a faltar a sus deberes, incluyendo varias noches de patrulla por parte del Fernández, para resolver el misterio lo antes posible.

Y entonces, sucedió.

Tras una tarde especialmente dura en la que el pelirrojo acabó desmayándose de puro cansancio, el tono del móvil de Luis despertó a todo el mundo a las 3:50 de la madrugada, el español descolgó con un “¿Sí?” quedó el silencio apenas unos segundos y después palideció, vistiéndose apresuradamente con su ropa de agente de paisano y saliendo del piso a todo correr ignorando las preguntas de la pareja y los hermanos, incapaces desde ese momento de conciliar el sueño, esperando cualquier noticia que llegó en forma de una llamada al teléfono de Erik, el pelirrojo respondió y, antes de poder articular siquiera un “¿Diga?” la voz quebrada de su amigo lo sobresaltó.

- ¡Pon la televisión, Erik! ¡Por lo que más quieras, ponla! ¡No importa qué canal! ¡Están todos aquí!

- Pero tío – lo interrumpió el Belmont, preocupado - ¿Se puede saber qué…?

- ¡¡¡NO PREGUNTES Y ENCIENDE LA PUTA TELE!!!

Y colgó.

Corriendo todo lo que pudo y luchando contra su agotado cuerpo y cerebro, Erik obedeció y encendió la televisión en un canal cualquiera. Estaban dando un informativo, por la hora debía ser un especial sin ninguna duda, y todo lo que se veía en pantalla era caos: Agentes de policía de acá para allá, periodistas y cámaras de todas las cadenas, movimientos rápidos de la propia cámara del canal que parecía seguir corriendo a la reportera, un grupo de gente afligida y… sábanas.

6 sábanas, cubriendo unos extraños bultos.

La reportera hablaba atropelladamente y su voz se mezclaba con las de los policías dando voces y las de otros periodistas, al fondo les pareció ver, iluminados por el alumbrado artificial, a Luis y al comisario Rousseau cruzar corriendo la pantalla. La información era confusa y la voz de la reportera apenas se escuchaba bien, pero fue suficiente para que un lívido Erik Belmont pronunciara un deseo que rogaba como nunca que se cumpliera.

- Por favor, decidme que he perdido todo mi nivel de comprensión auditiva en francés.

Estaba de pie frente a la televisión, formando una fila junto a un petrificado François, una Elisabeth que lloraba silenciosamente y un pálido Simon al que le temblaba la mandíbula inferior.

Entre todo el caos habían logrado entender claramente una única cosa:

Habían sido encontrados, en unas condiciones deplorables y con signos de haber sufrido torturas prolongadas, seis niños de edades comprendidas entre los 5 y los 10 años.

Los cuerpos descansaban bajo aquellas sábanas blancas.

Habían sido identificados por sus padres.

Eran los 6 niños desaparecidos.

War

El tiempo transcurrido desde el momento en que escucharon la noticia hasta que Luis llegó de nuevo al piso fue eterno, agónico; el matrimonio, junto a los dos hermanos, se sentó en el sofá, agarrando sus manos el uno a otro y mirando las noticias con una expresión de total incredulidad, Simon y Erik por su parte ocuparon cada uno un sillón, dejándose caer pesadamente en ellos y, mientras que el menor adoptaba una actitud similar a la del matrimonio, el mayor tan sólo dejó caer la barbilla sobre el pecho con expresión sombría.

Erik maldijo su conocimiento del Francés porque, al igual que Elise y Fran, estaba entendiendo absolutamente todo lo que se decía: Los lamentos de los padres, comentarios de testigos y curiosos, las palabras de Rousseau… todo.

Tan sólo abandonó el asiento cuando el Fernández, pálido y con una desgarradora expresión en el rostro, arribó a la vivienda, momento en que el pelirrojo le cedió su lugar, en el que Luis se dejó caer, lanzando sobre la mesita del centro una carpeta amarilla.

Nadie dijo nada, porque nadie sabía qué decir, tan sólo el propio Luis aportó algo de sonido a aquel silencio incómodo respirando pesadamente, encorvado y con el rostro hundido en las manos; nadie podía ver su expresión, pero sus manos crispadas daban una pista bastante certera acerca de su estado anímico.

Rabia.

- Luis ¿estás…? – articuló François tras algunos momentos de duda.

- ¿Tengo pinta de encontrarme bien? – Lo cortó el español con un hilo de voz – Habéis visto las noticias, supongo.

- La televisión estuvo puesta hasta hace apenas media hora – respondió Simon con voz falsamente firme.

- Entonces no necesito contaros nada – celebró arrastrando pesadamente las palabras – Si queréis algún dato más, está en esa carpeta. Yo me niego a volver a abrirla.

Erik, más movido por aquel instinto investigador que despertaban en él ese tipo de cosas que por una curiosidad real, asió la carpeta y la abrió.

Inmediatamente comprendió a su amigo, el contenido de ésta era increíblemente doloroso: Informes pre-autopsia, declaraciones transcritas y… fotos, muchas fotos, todas a tamaño Din A-4 y a una resolución excelente.

Una a una las observó con todo el detalle que le permitía su estómago, eran imágenes en detalle de las laceraciones, quemaduras, infecciones y otras erosiones que los cadáveres tenían a lo largo de su cuerpo. No es que no estuviera acostumbrado a ese tipo de cosas, pero… ¿Qué clase de sádico podía hacer algo así a unas pobres criaturas? Aquello estaba por encima de las leyendas de De Rais.

Estaba a punto de cerrar el archivo de puro asco cuando una fotografía llamó su atención: Era el torso de uno de los niños, y había algo grabado en él con algún tipo de objeto cortante.

- Luis, esto…

Fue a mostrarle la fotografía, pero el Fernández lo detuvo con un gesto.

- Los grabados ¿verdad?

- Sí

- Eso no se ha permitido que trascienda a la prensa – Explicó, sin elevar el tono de su voz por encima del que ya había usado antes – En el informe consta como señal de sacrificio ritual – descubrió su rostro y golpeó los brazos del sillón con los puños cerrados - ¡¡Panda de gilipollas!!

- No tiene nada que ver con la ritualidad – las siguientes fotos, haciendo un total de 6, contenían un grabado por torso – Esto es…

Calló antes de revelar nada más. Podía traducirlos todos, estaban escritos exactamente igual que el libro sustraído de la biblioteca: En Vampiria antigua codificada, que a estas alturas no encerraba ningún secreto para él.

- ¿Qué “es”? – Lo interrogó Elise, acuciante.

Erik se mordió el labio inferior, al tiempo que traducía mentalmente y se sentía invadido por una creciente ira.

“REY Y REINA SALEN DE ENTRE LOS PEONES”

“ALFIL  Y TORRE ACORRALAN A REY Y REINA”

“CABALLO Y TORRES PROTEGEN A REY Y REINA”

“CABALLO Y TORRES SON DISTRAÍDOS POR PEONES”

“REINA CAE. EL REY ES ACORRALADO”

“JAQUE MATE”

Eran pasos de una partida de ajedrez que no terminaba de comprender, seguramente estaban ahí tan sólo para acompañar a ese último y burlón mensaje, esa proclamación de victoria, ese “JAQUE MATE”

Una violenta llama se encendió en el interior del joven, la ira y el deseo de venganza se apoderaron de él, esa proclamación de victoria fue un claro desafío al que respondería ¡Vaya si lo haría!

Cerró la carpeta y la lanzó a la mesa antes de encaminarse hacia la habitación de invitados a toda prisa, sólo la voz de Luis, que se había dado la vuelta para llamarlo, lo detuvo.

- ¿¡A dónde vas!?

- A seguir – respondió – Tengo un libro que traducir.

- No se te ocurra entrar ahí si no es para dormir, Erik.

Aquello arrancó una exagerada expresión de sorpresa al pelirrojo, que no podía creer lo que estaba oyendo.

- ¿¡Estás en tus cabales!? – reaccionó, alterado - ¡Seis niños han aparecido muertos hace apenas unas horas! ¿¡Y quieres que me eche un sueñecito!?

- ¿¡Qué crees que podrás hacer en tu estado!? – contestó Luis, elevando el tono de su voz - ¡Te recuerdo que estos días has estado trabajando en ese mamotreto hasta desmayarte! ¿¡Qué harás si tienes que combatir!?

Erik apretó los dientes, no era una buena idea discutir con él cuando se encontraba tan alterado.

- ¡¡¡Pero tenemos que encontrar a ese hijo de puta!!! – replicó casi a voz en grito - ¡¡¡No pienso echarme a dormir por una nimiedad como esa!!! ¡Necesitamos resultados, Luis! ¡Y la policía también!

El gesto del Fernández se ensombreció aún más al escuchar aquello último.

- Olvídate de la policía, tío. Estamos fuera del caso.

- Qu… - Aquellas palabras bastaron para que el pelirrojo abandonara su iracundo estado de ánimo, dejando paso a un tremendo gesto de incredulidad – Luis… ¿Qué COÑO estás diciendo?

Aunque no dijeron nada, la reacción de los demás presentes fue exactamente la misma.

- Estoy diciendo exactamente lo que has oído: Tanto nosotros, como los Lecarde, Rousseau y los hombres designados por él hemos sido apartados oficialmente del caso. Consideran que sólo nos hemos dedicado a perder el tiempo y competir entre países.

- ¡Eso es estúpido! – saltó Elisabeth.

- ¡Malditos imbéciles! – exclamó François a su vez - ¡A nosotros también nos pusieron impedimentos y no venimos de España!

Los hermanos Belmont por su parte endurecieron el gesto, Simon incluso parecía albergar cierta satisfacción.

- Yo no veo ningún problema – comentó el menor – ahora podemos ir a nuestra bola.

- Exacto – corroboró el mayor – Ya no tenemos normas que seguir – tras estas palabras, dirigió la mirada a su amigo – NO pienso descansar un segundo, para mí ahora mismo es más importante dar con ese hijo de puta que tumbarme a dormir la mona. Esto es la guerra, Luis.

Dicho esto, entró en la habitación y cerró la puerta a sus espaldas, con la intención de no volver a abrirla hasta finalizar su cometido.

No pasó mucho rato hasta que Simon asintió con mirada decidida y abandonó también su lugar.

- ¿Y tú a dónde vas? – lo interrogó el español sin abandonar su tono de desánimo.

Simon, que estaba a las puertas de la habitación de invitados, donde descansaba su látigo, se detuvo y miró a su cuñado.

- Yo no soy una lumbrera como mi hermano – respondió – pero él lleva razón, esto es una guerra, y voy a prepararme para lo que puedo hacer mejor: Luchar.

Entró, dejando la puerta abierta, y salió con la misma celeridad, látigo en mano y cerrando la habitación de nuevo.

- Si alguien me busca, estoy en la azotea.

Una vez hubo salido por la puerta principal, Luis frunció los labios y cerró los ojos por un momento, él no sentía la misma animosidad que los hermanos Belmont. Sí, cierto, quería vengar a esos niños, pero… después de tantos combates, que habían desembocado en semejante fracaso, le pesaban demasiado los ánimos.

- Cariño ¿Te importa si me voy yo también?

Relajó el gesto y abrió los ojos, François se levantaba y entraba en la despensa para sacar de ella su lanza Alcarde. No sabía qué pretendía hacer, pero tenía cierta curiosidad.

- Luis ¿Tú que vas a hacer? ¿Te vas a quedar ahí?

Elisabeth, que sujetaba cariñosamente a su pequeño – ni se había dado cuenta de que René había despertado ya – lo miraba expectante, casi inquisitoriamente.

- Yo…

François salió por la puerta principal, pocos segundos después la voz y el rostro de la Kischine adoptaron un cálido matiz maternal.

- Tal vez – dijo mientras, sentando al niño en su rodilla, mantenía sus ojos clavados en él – quieras hablar de ello.

Entre tanto, Simon entrenaba bajo el naciente sol de la mañana, practicando movimientos con su látigo que solían ser demasiado difíciles para él y, de hecho, era raro cuando no acababa recibiendo un auto-latigazo, pero precisamente por ello sabía que había de mejorarlos.

Recientemente había estado pensando en uno, una forma de combinar su Holy Punch con el arma, pero su práctica sólia conllevar la necesidad posterior de acabar vendado hasta los bíceps. Aún así…

Cargó su brazo derecho y lanzó un latigazo, después otro, otro, y otro…

“Rápido, rápido ¡Más rápido!” Se repetía a sí mismo mientras su cabeza se cargaba de cálculos. No era cosa fácil manejar un arma como esa, debía tener bien claro cómo reaccionaría cada centímetro del cuerpo del látigo, la flexibilidad de cada sección, el peso del material… Era capaz de hacerlo porque podía pensar rápido, pero…

- ¡AGH! – Un latigazo en pleno costado, sintió la brisa pasar a través de su ropa rasgada y el escozor de la herida recién abierta. Había perdido el control del arma, y la velocidad de su ataque aún era apenas un tercio de la que sus puños eran capaces de desarrollar. No importaba, debía recuperar el control y continuar.

Debía mejorar, y continuó mientras su mente se agotaba; demasiados golpes seguidos como para controlarlos todos, y ya sentía escozor en su cuello, hombro derecho, espalda y ambas piernas. Fue a dar un latigazo más, pero entonces se detuvo bruscamente, aparentemente se había enganchado con algo.

- Suficiente – dijo una voz a su espalda - ¿Estás entrenando o flagelándote?

Sorprendido, se dio la vuelta para encontrar allí a François Lecarde acompañado de su lanza, en la que el látigo se había enrollado.

- ¿Fran? – preguntó extrañado - ¿Qué haces aquí?

- No tengo nada que hacer – respondió éste mientras liberaba el asta – y no me apetece quedarme de brazos cruzados, así que pensé en subir a acompañarte ¿Te apetece un combate de entrenamiento?

El Belmont sonrió, era justo lo que necesitaba.

- Por mí – se puso en guardia – vale.

El día transcurrió lento y pesado mientras el ambiente se teñía de una extraña aura de malignidad opresiva, nadie en casa de los Lecarde probó bocado, Simon y François incluso bajaron pasada la sobremesa, satisfechos y decaídos y, por parte del Belmont, anormalmente en guardia, respondiendo a la curiosidad de su cuñado respecto a ello con un simple “tengo un mal presentimiento”

Erik por su parte no había abandonado el cuarto más que para salir al baño, ni siquiera él comió nada aún cuando su expresión evidenciaba un hambre atroz, todos se preguntaban por qué esa dedicación enfermiza, pero ninguno sabía nada acerca de lo escrito en el torso de los niños.

El crepúsculo sucedió a la tarde y, tras éste, llegó la noche con la que Elise, harta del pesado silencio reinante en la casa, encendió la televisión a pesar de saber  que a esa hora sólo encontraría noticiarios, y que en todos se estaría hablando de lo mismo.

Por supuesto aquello sólo logró arrancar expresiones malhumoradas a los presentes, pero el matrimonio dibujó una idéntica expresión de asco cuando, en un debate, empezaron a mezclar los asesinatos con la política, Elisabeth llegó incluso a tirar el mando contra la televisión, pero Simon estuvo al quite y lo cogió antes de que la mujer provocara una desgracia.

Entonces las transmisiones se interrumpieron a causa de un informativo de última hora, otro de tantos que se habían visto en aquellos días pero, de nuevo, logró hacer palidecer a todos los presentes. Luis, que tenía en la mano una lata de cerveza, se contuvo para no estrujarla mientras llamaba a voces a su amigo que, de gesto agotado y con los ojos casi inyectados en sangre por la cantidad de horas forzándolos, salió corriendo al salón sin preguntar siquiera qué ocurría, no necesitaba hacerlo de hecho, las caras de los presentes hablaban por ellos.

Un reportero se dirigía aceleradamente a la cámara, estaba en una calle en la que, al fondo, se podía observar un tumulto acompañado de lo que parecían ser gritos de horror. La descripción del periodista NO podía ser falsa.

- ¡Todo estaba tan tranquilo hasta que unas extrañas criaturas han salido de la nada y han empezado a atacar a la gente! ¡Estábamos entrevistando allí y nos hemos salvado de pura suerte! ¡Nadie sabe lo que está pasado! ¡Es todo muy confuso!

En una ventana situada en la esquina superior derecha de la pantalla la presentadora del programa de debate le hablaba a su vez. Desde la seguridad del plató no parecía solidarizarse en absoluto con la situación de su compañero.

- ¿Pero habéis avisado a la policía? ¿Qué es lo que ha atacado a la gente?

- ¡No lo sabemos con seguridad! – respondió el locutor casi con desesperación - Esqueletos que se movían solos, lobos caminando a dos patas… ¡Ni siquiera sabemos si estamos a salvo aquí!

La cámara se movió por un momento hasta enfocar por encima de la cabeza del periodista, se oyeron gritos de horror a su espalda y el que parecía ser el propio cameraman gritó “¡Dios mío Claude! ¡¡¡MIRA ESO!!!”

François y Elisabeth se levantaron del sofá, Erik dio un paso hacia la televisión y Simon apretó los puños, por su parte, Luis se quedó lívido antes de adoptar un gesto de total seriedad en el rostro.

Y es que a lo que el cámara había enfocado era ni más ni menos que un gigantesco esqueleto homínido que se movía como un simio. Aún con todo el movimiento y la borrosidad de la cámara levemente desenfocada se podía distinguir un resplandor rojo en sus cuencas vacías.

En tan sólo un segundo el Fernández había desaparecido del salón para reaparecer empuñando las armas del trío.

- ¡Simon, Erik! ¡Cogedlas! - Lanzó al menor su látigo y al mayor la espada Salamander para después dirigir su mirada a la pareja – Y vosotros dos, decidid cual se queda con René, porque nos vamos YA.

El matrimonio se miró el uno al otro mientras Luis ajustaba su Yasutsuna al cinto, se movía con prisa y decisión, y finalmente fue él quien habló por los dos.

- Elise, deberías quedarte tú.

- ¿¡Eh!? ¿¡Por qué yo!? – protestó ella - ¡Soy tan capaz como tú o más, incluso!

- Lo sé, no hace falta que me lo recuerdes – admitió – pero si hay alguien a proteger ahora mismo es a – señaló al infante – René. Tú podrías hacerlo mejor que cualquiera de nosotros, y eres su madre.

- ¡Pero…!

Para su sorpresa, su marido se adentró en la despensa y salió de ella con las dos armas, Espada Estelar y Lanza Alcarde, en la mano, entregando la primera a su esposa.

- Lo siento Eli, pero creo que llevan razón – admitió mientras le tendía el arma – y si he de dejar a René en las manos de alguien, que sea en las tuyas.

No dejaron de mirarse mientras la Kischine tomaba la espada, la cogía y la desenvainaba para comprobar su brillante filo antes de echar una mirada a su retoño. La televisión seguía encendida, y el ruido de fondo seguía siendo el de la emisión especial.

Envainó y encajó la hoja en su vaina y miró a François con ojos suplicantes. La idea preconcebida que tenía acerca de su debilidad y de que no fuera a ningún enfrentamiento sin ella le podía, pasó unos interminables segundos pensando en qué decir hasta que, alta como era, se abalanzó sobre él para abrazarlo y besarlo como si no lo fuera a soltar nunca.

- Por favor – le dijo tras separar sus labios de los de él – Ten muchísimo cuidado, no me gusta lo que se ve ahí.

- Lo tendré – respondió el francés – pero tenlo tú también ¿de acuerdo?

Se asintieron el uno al otro y, con premura, el cuarteto abandonó el piso; cuando se disponían a encaminarse escaleras abajo el Lecarde les sugirió subir y alcanzar su objetivo a través de los tejados.

- Hay que rodear mucho para llegar – avisó - ¡Por arriba llegaremos antes!

Nadie le discutió, siguiendo sus órdenes los tres jóvenes se dirigieron al punto donde se estaba llevando a cabo la masacre que tampoco tenía mucha pérdida, ya que fueran quienes fueran las criaturas atacantes habían hecho los suficientes destrozos como para que el fuego de los incendios provocados marcase el lugar con un inquietante resplandor anaranjado que teñía la ciudad de la luz con un aura sanguinolenta.

Al tiempo que avanzaban se alegraban cada vez más de haber hecho caso al Lecarde; aún en línea recta y abandonando los terrados sólo para usar farolas y otro mobiliario urbano como improvisadas plataformas allí donde no había apoyo disponible el tiempo que les restaba para alcanzar su objetivo era considerable, al menos 15 minutos a su velocidad, y no pudieron evitar ponerse nerviosos.

- Hay decenas de plazas y lugares de descanso en todo París - Comentó François en un momento dado - ¿¡Por qué tan lejos!?

Cuando finalmente llegaron a su destino contemplaron el lugar desde el más bajo de todos los edificios, encontrando un panorama desolador: Escaparates destrozados, cadáveres repartidos por todo el lugar, coches en llamas que, en algunos casos, habían comunicado su fuego con algún establecimiento o edificio que también ardía y por supuesto, dominando el lugar, las criaturas que lo habían tomado y se habían atrincherado en él, jugando con los agonizantes supervivientes, amenazando desde la lejanía a quienes se encontraban en las calles cercanas o simplemente ahí quietas, esperando, pero… ¿Esperando a qué?

François tardó en reaccionar ante la visión de la masacre, su mano se cerró con fuerza sobre la lanza Alcarde y empezó a hiperventilar con fuerza, no relajándose hasta que Luis puso la mano en su hombro.

- No pierdas los nervios – le dijo – en lugar de eso enséñales lo que pasa cuando atacan a tu gente.

Simon estaba preparado para entrar en acción, casi impaciente podría decirse, mientras que el cansado Erik observaba con atención el que sería el campo de batalla.

- ¿Qué puedes decirnos, tío? – le preguntó su colega al poco - ¿Cómo lo ves?

- Una manada de hombres lobo – informó – vampiros, esqueletos y – clavó su mirada en el gigantesco esqueleto simiesco, que reinaba en el lugar – el Silverback Skeleton.  Creo que podremos con ellos.

- ¿Alguna estrategia? – preguntó a su vez el francés, más calmado.

- Nos distribuiremos – explicó el pelirrojo – Si los atacamos según nuestras capacidades no serán rivales para nosotros.

Abajo, mientras el centro de la plaza aparentaba estar totalmente tranquilo, las calles colindantes eran un hervidero de curiosos, gente asustada y cuerpos de policía impotentes que, tras perder ya a unos cuantos hombres, eran increpados por la gente a causa de su “cobardía” Estaban todos tan ocupados que nadie pareció ver la explosión lumínica que se produjo en el mismo centro del lugar, donde una figura humana se alzaba entre los esqueletos, un poco más allá una llamarada verdosa hacía a los vampiros retirarse amedrentados y un rayo caía justo delante de la manada de hombres lobo, como colofón, un fuerte golpe detuvo el patrullar triunfante del esqueleto gigante, y poco después una potente llama se roja se encendía a sus pies.

Las criaturas tardaron en reaccionar y los esqueletos, animados con magia y carentes de emociones, se abalanzaron sobre el joven, que los repelió con un latigazo circular, logrando colarse uno de ellos al que Simon reventó literalmente el cráneo de un Holy Fist.

Los siguientes fueron los hombres lobo, movidos por su instinto salvaje, que atacaron a su recién aparecido adversario con sonoros gruñidos; Luis no vaciló un instante y recibió al primero de ellos con un rápido tajo desde la cintura en el que devolvió la Yasutsuna a su vaina inmediatamente para recibir a los dos siguientes cerrando sus alargados morros con ambas manos y haciendo chocar brutalmente sus cabezas para, acto seguido, lanzar una descarga eléctrica que, sin el filtro de la Agnea, no se lo puso muy difícil para tumbar a cinco o seis de ellos.

Los vampiros prosiguieron, siendo ensartados dos de ellos en una afilada asta mientras que otros tantos eran golpeados por el mango metálico de esta, los heridos se deshicieron en cenizas y François, antes de verse rodeado, empleó su lanza para impulsarse y saltar sobre sus cabezas, teniendo así una visión perfecta de su próximo movimiento: Crear una botella de agua bendita que destapó y derramó, teniendo efecto inmediato las gotas sobre los chupasangres que fueron bañadas por ellas.

Silverback Skeleton, como el pelirrojo lo había llamado, atacó a su adversario con el hueso que empuñaba a modo de maza, pero vio su embate rechazado por un puñetazo de la misma potencia del que había recibido en la cabeza, retrocediendo y casi elevándose hasta una pose erguida mientras Erik corría, puño derecho preparado, directo hacia su mano con el fin no de desarmarlo, si no de reducir su arma a pulpa.

Los cuatro luchadores lucían una mirada escalofriante en el rostro, mezcla de odio, concentración y sed de venganza. Fueran quienes fueran esos monstruos, y sin importar la razón por la que habían tomado la plaza, no existirían para ver la luz de un nuevo día.

Simon miró a su alrededor mientras las esqueletos se reagrupaban tras el primer ataque, sabía que no eran muy duros por separado, pero podían suponer un problema todos juntos, así que plantó su mano libre en el suelo y convocó un Holy Seal que paralizó a los más próximos y se lanzó contra ellos; por supuesto aún podían atacar, pero no podían escapar de los latigazos del joven que, cada vez con más celeridad, iba dando cuenta de ellos. Naturalmente el sello sagrado no había bastado para atraparlos a todos, no sólo eran demasiados si no que además el muchacho decidió no gastar más energías ya que, una vez terminada su parte, se lanzaría a asistir a alguno de sus compañeros, es por ello que, mientras sostenía la batalla contra los esqueletos paralizados, los que no se habían visto atrapados saltaban por encima de sus compañeros y corrían a atacar al Belmont que, inevitablemente, acabó recibiendo algunas heridas y cardenales antes de recuperar el control de la situación.

François por su parte cayó de nuevo al suelo, exactamente en el mismo lugar del que había despegado. La mayoría de vampiros alcanzados por el agua bendita se habían retirado del cerco o fueron reducidos a cenizas, pero habían sido sustituidos por otros sedientos de sangre que miraban amenazadoramente al francés. En vista de esto, François apuntó con su lanza al suelo, apoyó los pies en la parte posterior de la punta y, al caer, liberó una pequeña explosión turquesa que se llevó por delante a unos cuantos, extrajo la pica enseguida y, usando su cintura como eje, la hizo girar con un violento movimiento para terminar empuñándola con ambas manos y embestir hacia delante, eliminando a unos cuantos vampiros y escapando del cerco para adoptar una nueva estrategia.

Erik evitó otro huesazo y, en carrera, saltó y golpeó la rudimentaria arma con una patada descendente que abrió una pequeña grieta, subiendo acto seguido en ella y echando a correr mientras pisaba con todas sus fuerzas hasta llegar a la mano, que atacó con su espada llameante abriendo una fisura chamuscada que, si bien parecía insignificante, bastó para que Silverback Skeleton respondiera con un manotazo que el pelirrojo, a causa del cansancio acumulado, no pudo evitar, cayendo al suelo con una voltereta gracias a la que terminó de pie, listo para volver a la carga.

Entre tanto, Luis continuaba su batalla sin duda ni piedad alguna, golpeaba a los licántropos en sus órganos vitales y usaba su espada contra los más fuertes. En un momento dado se despistó, habiendo visto por el rabillo del ojo el ataque sufrido por su colega, y se vio rodeado por tres bestias mientras que las demás empezaban a formar corro a su alrededor; de reacción rápida, el español no se dejó sorprender y atacó las gargantas de los que se situaron a sus respectivos lados con la mano de serpiente, rompiendo su nuez, se dobló hacia atrás para evitar un mordisco y sintió una garra clavarse y retorcerse en su espalda, a lo que respondió sujetando el peludo brazo, dándose la vuelta para retorcerlo y propinarle una poderosa descarga eléctrica mientras rechazaba a los que le atacaban por detrás a base de patadas. Finalmente, agobiado y viéndose superado por la numerosa manada, desenvainó su Yasutsuna y, partiendo de una estocada, se quitó de encima a unos diez hombres lobos en apenas un par de segundos.

- ¡¡¡HOLY PUUUUUUNCH!!!

Apenas volvía a envainar su katana cuando los licántropos situados a su espalda eran empujados hacia delante; reconoció la técnica y la voz, era Simon, y se permitió medio segundo para mirar a su espalda y comprobar que no quedaba ni rastro de los esqueletos.

- ¡Vi cómo te rodeaban! – explicó el muchacho mientras se colocaba a su lado - ¿¡Estás bien!?

- ¡Eso es lo de menos! – respondió, ignorando la herida de su espalda - ¡Me vienes de perlas!

Rechazaron a golpes a dos hombres bestia que se lanzaban sobre ellos, y Simon aprovechó para preguntar.

- ¿¡Cual es tu plan!?

- ¡¡¡Ataca – desenvainó su Yasutsuna y atravesó el corazón de dos hombres lobo – con todo lo que tengas!!!

El Lecarde ensartó en su pica a los últimos tres vampiros, que se deshicieron en cenizas, y miró a su alrededor; la gente se había acercado más a la plaza y los miraba, no le importaba, pero vio a Simon enzarzado junto a Luis en batalla contra los hombres lobo y a Erik contener el gigantesco hueso de Silverback Skeleton, que a lo largo de su cuerpo tenía diversas muescas chamuscadas y algunas grietas, con sus manos desnudas.

El mayor de los Belmont, esforzándose por repeler aquel ataque que le había cogido por sorpresa, se alegró al ver una serie de llamas turquesas engullir algunas de las articulaciones del gigantesco homínido, debilitándolo y permitiendo al pelirrojo rechazar la gigantesca maza ósea  a pulso y con sus propias manos.

- ¿¡Cómo vas, Erik!?

El Belmont no tenía demasiada buena pinta, no había sufrido demasiadas heridas pero sus ropas estaban rasgadas y sucias de haber caído varias veces al suelo y jadeaba de puro cansancio.

- Mas… o menos… - respondió Erik mientras trataba de recuperar el aliento – Gra… gracias…

Saltaron cada uno a un lado para esquivar un nuevo garrotazo, un vistazo cercano permitió a François comprobar que el arma estaba a punto de hacerse astillas, no pudo observar mucho más ya que el grito de “¡¡¡SALTA!!!” del pelirrojo lo advirtió de lo que seguía: Silverback Skeleton iba ahora a por él con un huesazo horizontal, y tuvo la suerte de saltar justo sobre el ataque y aterrizar desequilibrado, cayendo sobre los destrozados adoquines.

Fallido su nuevo embate, el esqueleto alzó su hueso y apuntó al francés, que apenas se estaba levantando, a lo que Erik respondió lanzando una llamarada al homínido con el fin de llamar su atención.

- ¡EH, MONO DE MIERDA! ¡TU ADVERSARIO SOY YO!

Tal y como esperaba, el esqueleto volvió a mirarlo y preparar su ataque, Erik se preparó para recibirlo pero, justo cuando el monstruo empezaba a lanzar su ataque, pareció darse cuenta de algo y se obligó a moverse. Sin embargo, el ataque nunca llegó.

- ¡¡¡LO TENGO, ERIK!!!

La voz de Simon llegaba desde atrás y, tal y como esas palabras indicaban, el muchacho sujetaba muy acertadamente el hueso con su látigo, pero no fue la única sorpresa, ya que Luis apareció de la nada por detrás de la criatura y cayó justo frente a ella, atacando verticalmente la calavera con su Yasutsuna que, contra todo pronóstico, no sufrió más daño que un corte limpio sin apenas profundidad.

- ¿¡ESTÁIS BIEN!? – preguntó el español mientras corría desde su posición hacia ellos.

Tanto François como el Belmont sintieron la tentación de devolverle la pregunta, el Fernández estaba casi cubierto de sangre y lucía una serie de zarpazos de aspecto preocupante.

- ¡Sí, tranquilo! – contestó finalmente el Lecarde.

- No… puedo… - la voz de Simon seguía sonando desde la espalda del homínido – sujetarlo… ¡MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!

El grito del muchacho precedió al ataque, Erik tomó posición y lanzó un puñetazo ascendente que se encontró con el hueso en un punto exacto, el golpe sonó vacío, hueco, casi de juguete, y el arma se hizo astillas sobre la cabeza del pelirrojo; la criatura tardó en darse cuenta de que había quedado desprovisto de su maza ósea y, cuando lo hizo, lanzó un bramido gutural y cacofónico que fácilmente podrían escuchar en media ciudad.  Apenas preparaba un nuevo ataque, esta vez con sus manos, cuando una cruz de abedul sesgaba el brazo, armado hasta hacía apenas unos segundos.

Era Simon de nuevo, el muchacho corría hacia ellos presentando un aspecto similar al de Luis pero con energías suficientes como para seguir combatiendo toda la noche.

- ¡Eso ha sido muy oportuno! – comentó François, aliviado, mientras el chico se les unía.

- Esta cosa es lo único que queda – informó Luis.

- Tranquilo, lo he dejado bastante tocado – contestó el pelirrojo – y habéis hecho justo lo que necesitaba – echó a correr, embistiendo directamente al esqueleto - ¡¡¡DEJÁDMELO A MÍ!!!

Atónitos, vieron cómo Erik corría hacia la criatura y evitaba dos ataques que ésta le lanzaba con la mano que le quedaba mientras se veía rodeado por su aura, que empezaba a concentrarse en su brazo derecho.

- El punto débil de los Silverback es – saltó hacia el esqueleto, encontrándose demasiado cerca como para que éste pudiera rechazarlo - ¡¡¡LA 7ª VÉRTEBRA!!!

Un resplandor rojizo precedió a la paralización total del gigantesco homínido que un segundo después empezó a desmoronarse, derrumbándose hasta quedar sólo un montón de huesos gigantes coronados por un enorme cráneo mientras que un par de metros más allá Erik abandonaba la posición arrodillada a duras penas y regresaba con sus tres compañeros de batalla, apenas había llegado con ellos cuando explotó una estruendosa ovación, y poco a poco la gente empezaba a entrar en la plaza, apenas controlados por la policía.

Podía ser una victoria celebrable, al propio Luis le pareció que no estaría de más disfrutar de un poco de gloria, pero cuando fue a dirigirse a François se dio cuenta de que éste estaba pálido, temblaba y miraba a la dirección de la que habían llegado.

- ¿Fran? – lo llamó el español, extrañado, alertando con ello a los hermanos Belmont.

- Fran ¿pasa algo? – preguntó Erik, posando su mano sobre el hombro del francés.

- François ¿estás bien?

- Tengo un mal presentimiento – respondió el aludido a los tres muchachos.

- ¿C-cómo ¿ - Erik sacudió la cabeza – Un… ¿mal presentimiento?

- Ha pasado algo – dijo entre dientes - ¡¡Ha pasado algo!!

Sin mediar palabra escapó de la multitud que se estaba formando a su alrededor hacia una callejuela desde la que sabía que podría escalar uno de los edificios más bajos a través del que acceder a los tejados, Simon, Erik y Luis lograron seguirlo a duras penas y se pusieron en camino.

- ¡Fran! ¡FRAN! – lo llamó Luis nada más alcanzarlo - ¿¡Qué sientes!? ¿¡Qué ha ocurrido!?

- ¡No lo sé, Luis! – se limitó a responder el Lecarde - ¡NO LO SÉ!

A pesar de su estado tras el combate, fue tal la velocidad de la carrera que hicieron el camino en apenas diez minutos, y apenas arribaron al tejado del edificio la preocupación del trío se sumó a la de François al encontrar algo que no debía estar así.

La puerta de la azotea había sido reventada, y la pared estaba seriamente dañada.

Ya asustados, bajaron los escalones de dos en dos encontrando diversos daños en el camino hasta llegar al piso, cuya puerta había sido literalmente arrancada y, una vez dentro, se les heló la sangre.

No quedaba nada intacto en el pequeño piso, absolutamente todo había quedado destrozado y el cuarteto se separó, yendo los hermanos a la habitación de invitados, Luis a la de matrimonio y François directamente al salón, en cuyo centro yacía Elisabeth, rodeada por los restos del mobiliario y tirada de cualquier manera en el suelo.

François se volvió loco, se arrodilló al lado de su esposa y la movió con cuidado, dejándola boca arriba y llamándola a voz en grito, ni siquiera se dio cuenta cuando Luis y los hermanos, tensos y jadeando, se reunieron con él y trataron de llamar su atención, de hecho Luis tuvo que arrodillarse tras él, agarrarlo del hombro y darle la vuelta de un tirón. Al ver la expresión de su cara, el francés se puso blanco como el papel.

- Fran… - el Fernández respiró hondamente antes de continuar - …No hay ni rastro de René.

------------------------------------

¡Hala! Abrimos el arco final. En su momento, recién empezada la saga, una vieja amiga mía y yo estuvimos hablando de cual era la utilidad de René en esta saga. Sí, vale, es el hijo de Elise y Fran, pero para algo más tenía que servir ¿no? en efecto, para terminar de tocarle los cojones a los tres protas xD

Mañana vengo con el 93 y 94 y como poco espero dejar el 95 a mitad (desgraciadamente mi vida actual sólo me permite escribir los fines de semana ^^U) En cuando a los Episodios, en su momento quedé satisfecho con ellos y lo sigo estando, quizá me habría gustado narrar la batalla de Erik contra el Silverback Skeleton de otra forma pero no, el pelirrojo todavía no es tan cheto.

¡Tamañana!

Publicado: 16:05 12/07/2011 · Etiquetas: · Categorías:


Probablemente muchos ya no la conozcan o recuerden, Trauma Center, conocido como Caduceus en Japón, acompañó a Nintendo DS en sus primeros años de vida y se hizo famoso por su endiablada dificultad y por su intensivo uso de la pantalla táctil, pero probablemente hubiera caído en el olvido de no ser por el lanzamiento de Second Opinion (remake del original) y New Blood para Wii, no obstante y por desgracia las ventas de los Trauma ya eran escasas en el lanzamiento de Trauma Center 2 para DS, lo que probablemente haya dado a lugar a que este análisis esté en la sección que está.

Porque sí, hay algo que muchos jugadores desconocen y es que en Wii existe un tercer Trauma que nunca llegó a ver la luz en Europa, aterrizando en Japón y América en Enero y Mayo del 2010 y llevando en el país del sol naciente el nombre de Hospital: 6 Doctores.

Análisis Trauma Team

Publicado: 11:55 11/07/2011 · Etiquetas: · Categorías:
¿Demos? ¡La gran novedad de PSX! Lástima que antes de eso yo ya las disfrutaba en mi PC gracias a las revistas de la época

¿Wiimote? El sidewinder nos saluda a todos

¿HD? Ah, sí... creo que mi monitor tiene algo que decir

¿Juego online? ¡Hola, Doom!

¿Almacenamiento masivo/Discos Duros? En mi ordenata nunca tuve problema con las partidas ;D

¿Soporte óptico para juegos? Ni recuerdo cual fue el primer juego de Pc que lo empleó

¿Juegos en formato descargable? ¡Hola, Steam!

Resumiendo: Cada vez que algún Sonyer/Xboxer/Seguero dice que Nintendo llega tarde, mi lado PeCero se descojona.

Publicado: 21:31 03/07/2011 · Etiquetas: · Categorías:
Trailer japo de Trauma Team (Hospital)



Trailer USA de Trauma Team


Publicado: 11:03 02/07/2011 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki : Delirios y Cabreos Pikmin
Estoy siguiendo de cerca la operación Rainfall, es un movimiento que me gusta y me parece curioso ya que estoy seguro de que, de haber existido los medios que existen hoy en la era de SNES/N64, los europeos (y sobre todo los españoles) hubiéramos montado un pitote similar.

Pero hay cosas de Operation Rainfall que me sacan de quicio, la primera es que lo encuentro más un movimiento de envidia que de deseo de localización, y es que casualmente nació a partir de que Nintendo Francia "escupiera las habichuelas"acerca de Xenoblade, Last Story y Pandora's Tower, que no niego a los americanos su derecho a tenerlos, ojo, y de hecho me alegra que se hayan puesto las pilas pero, en el caso particular de los creadores del movimiento, creo que su creación implica más envidia que simple deseo de tener los juegos.

La segunda (y que refuerza lo anteriormente expuesto) es que son SOLO esos tres juegos. No importa a donde mires en la Operación Rainfall, sólo ves Xenoblade-Last Story-Pandora's Tower ¿Y qué pasa con Zangeki no Reginleiv o Captain Rainbow, por ejemplo? Pregúntales por estos juegos, te contestarán con desinterés para acto seguido añadir un apasionado ¡¡¡Nuestro objetivo por ahora es conseguir Xeno-Pando-Last!!!111. No muchachos, perdonad, aquí o follamos todos o la puta al río, si vuestra queja se encuentra precisamente en la política de localización de Nintendo of América no os centréis sólo en los tres juegos que vosotros queréis

Y la tercera es que realmente no saben qué están pidiendo ¿Dónde coño está el tercer JRPG? Porque por todos lados dicen Estos tres JRPG o Los tres JRPG y yo veo que piden Xenoblade (1) Last Story (2) y Pandora's Tower (¿?) A lo que yo pregunto ¿Desde cuando Pandora's Tower es un JRPG? ¡Ni AJRPG siquiera! Pandora's Tower es un juego que mezcla Dungeon Crawling con Hack'n Slash, puzzles y Love Sim ¡Pero de RPG no tiene nada! ¡NADA! ¿Quien coño monta camapañas a nivel casi mundial por un juego del que ni siquiera sabe de qué va?

Llevo unos días pensando en esto y tenía ganas de soltarlo por algún lado. Apoyo la Operation Rainfall, pero tiene taras que me parecen sencillamente estúpidas.

Prelude of Twilight

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