Prelude of Twilight

Publicado: 15:13 30/09/2007 · Etiquetas: · Categorías: Delirios y Cabreos Pikmin
Odio: Que el teclado USB no estuviera implementado desde el principio, y que ahora que lo está, Opera no se digna a actualizar el Canal Internet.

Odio: El fallo del RGB y el Wiiconnect, es un peñazo que cada vez que quiero ver la TV en mi habitación tenga que desconectar el cable.

Odio: Que no parezca haber un patrón determinado que provoque cuelgues en la consola, suceden de higo a breva una vez, pero suceden, y joden un huevo y medio.

Odio: El escándalo que arma el lector con el MySims ¡Parece que la consola se vaya a desmontar!

Odio: La imposibilidad actual de usar dispositivos de almacenamiento USB

Odio: Que los juegos de la Consola Virtual no estén organizados en un sólo canal

Odio: Que las noticias del Canal Noticias estén en sudamericano, cada vez que leo jonrón mataría al primero que se me pasa por delante.

Odio: La ausencia de un Messenger que haga uso del teclado.

Odio: Que a veces la consola se ponga tonta y no me deje enviar varios mensajes seguidos.

Odio: La ausencia de determinados códecs y de un reproductor multimedia en condiciones.

Publicado: 17:24 29/09/2007 · Etiquetas: · Categorías: Saga CastleVania
Odio: A Alucard, estoy harto de Fanservice de ese personaje, si sacan otro juego con él de protagonista me retiro de la saga, CastleVania tiene mucho potencial para introducir un protagonista nuevo en cada juego.

Odio: Lament of Innocence, un juego increíblemente sobrevalorado por ser de IGA y aparecer en PS2, pero que no le llega ni a la suela de los zapatos a CastleVania64

Odio: A los fans a muerte de Symphony of the Night, incapaces de asimilar que hay vida más allá de éste y cuyo lema es que todo lo que no sea Symphony es mierda.

Odio: A los whores del IGAteam, CastleVania no se limita a Igarashi, Yamane y Kojima, ha pasado por muchas manos antes y pasará por muchas manos después, a los que no les guste este hecho no son fans de CastleVania, simple y llanamente.

Odio: A los que critican el estilo Anime de Portrait, Dawn y Rondo

Odio: Que la gente piense que la música de la saga ha perdido fuerza, Gears go Awry, Toccatta into a Blood Soaked Darkness, Dance of Sadness y Lament of Innocence demuestran lo contrario.

Odio: La total ausencia del estilo clásico en la saga actualmente (Order of Darkness no me vale) y la falta de dificultad imperante

Odio: A los que menosprecian los juegos de Konami Kobe, incluido Portrait of Ruin, en el que ha intervenido el personal responsable de Circle of the Moon.

Odio: La poca importancia que se está dando al guión, desaprovechando así magníficas historias como la de Portrait.

Publicado: 12:54 24/09/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Discolored Wall

Ninguno de los cuatro presentes supo reaccionar a aquel repentino suceso, Elisabeth miró a la ventana boqueando sin decir nada, Luis miró a un lado y a otro, buscando dios sabe qué, y los hermanos quedaron de pie, paralizados y atónitos, mientras un fuerte sentimiento de impotencia invadía a menor de ellos.

De repente a su lado pasó algo, una furtiva sombra circular se deslizó a los pies de Erik, Simon y Luis fueron los únicos que la vieron y, por lo repentino de la aparición, sus mentes se bloquearon por apenas milésimas de segundos, siendo el menor de los Belmont el primero en reaccionar, desenganchándose de su hermano y echando medio a correr, tambaleándose, antes de caer al suelo, dolorido y totalmente falto de fuerzas, contemplando impotente como aquel pequeño círculo oscuro desaparecía por la esquina.

Justo en ese momento Luis apretó a correr, persiguiendo al ser, y se detuvo en un segundo, girándose hacia su colega y Elise.

- ¡Llevaos a Simon al piso! ¡Yo también puedo verla, me encargaré de ella! – ordenó antes de volver a la carrera.

Erik se encaminó a su hermano, que permanecía tumbado en el suelo, y se agachó para cogerlo, cuando la voz de Elisabeth se oyó a su espalda.

- Oye… ¿Sabrías llegar tú sólo? Voy a subir ahí y hablar con esa mujer, a ver qué información puedo conseguir de ella.

- Está en pánico – respondió el pelirrojo mientras cargaba con Simon - ¿No la oyes llorar? No creo que consigas nada…

- Aprovecharé para consolarla – repuso la mujer – tú vuelve al piso, François sabrá como tratarle las heridas.

Erik asintió y giró la cabeza hacia su hermano para preguntarle si podía caminar, momento en el que vio que tenía los dientes apretados y los ojos húmedos.

Lloraba.

Lloraba de rabia e impotencia.

Había fracasado otra vez.

Esto lo hizo desistir de preguntar nada; miró una vez más a la muchacha para verla adentrarse en el portal e inició el lento camino al apartamento.

Cientos de dudas le asaltaron en aquel momento ¿Cómo se sentiría aquella mujer? ¿Y el niño, al despertar – si es que volvía a abrir los ojos – en un lugar que no conocía para nada? ¿Qué pasaría en ese momento por la mente de Elisabeth Kischine? ¿Qué sentiría Simon al fallar?

La curiosidad, el deseo de empatizar con ellos y el morbo se mezclaban en un mar de preguntas que se repetían en su mente mientras avanzaba lenta y tortuosamente hacia su destino, callejeando para evitar que nadie los viera.

Y mientras, el muchacho sollozaba y se maldecía por su derrota, Erik no sabía qué decir ni qué hacer en ese momento, no lo había visto luchar, ni siquiera había avistado a su enemigo, sólo lo había visto derrotado, a punto de morir estrangulado por una mano invisible para él.

Entonces todas las preguntas desaparecieron para dar paso a una incómoda sensación, en la oscuridad de las callejuelas donde el sol del amanecer apenas llegaba, el pelirrojo se dio cuenta de que ningún sentimiento lo abrumaba en aquel momento, ni ira, ni tristeza, ni compasión, ni miedo… nada.

El pánico lo invadió entonces por un momento ¿Era aquello normal? ¿Era siquiera posible? ¿Cómo podía estar totalmente sereno en un momento como aquel?

Se asustó de sí mismo, era la primera vez que no experimentaba ningún sentimiento, - ¿O ya le había pasado antes y lo había ignorado? - que se sentía vacío por dentro.

Intentó calmarse y buscar una explicación a aquello, tras una larga andadura – tenía que fijarse también en el camino si no quería perderse junto a Simon – concluyó, tal vez en un intento de auto convencerse, que había sido una noche tan ajetreada que el cansancio y todos los sucesos acaecidos en apenas unas horas lo habían confundido.

- Si, debe ser eso – se dijo – a todos nos afecta el cansancio alguna vez.

Algo más tranquilo ya arribó al portal y tocó en el interfono al 9-C, donde un François aún más espabilado que ellos les abrió y recibió, estando el hermano menor ya inconsciente.

Erik no pudo evitar reparar en el deplorable estado que presentaba su amigo, sin afeitar, en calzoncillos y con unas ojeras que le llegaban al suelo, su preocupación era palpable, y nada más ver a su viejo compañero respiró de alivio y lo ayudó a llevar a Simon a la habitación de invitados, donde procedería a curarlo.

- Sentí la batalla desde aquí – comentó al hermano mayor mientras retiraban la camisa del joven Belmont – era muy virulenta, es un milagro que siga entero.

Erik asintió sin hablar, avergonzado por no haber visto siquiera al atacante.

Mientras, François desaparecía por la puerta que daba al salón y volvía con una tijera que usó para retirar cuidadosamente los rasgados vendajes del muchacho, el Francés no reprimió su sorpresa al desvelar la tremenda herida del torso del joven y, en honor a la verdad, Erik tampoco.

- ¿¡Pero qué demonios…!?

La laceración supuraba y sangraba levemente, aún estaba fresca y presentaba signos de infección, los dos amigos la contemplaron horrorizados.

- No puede haberse hecho esta herida en el combate – dijo François – su camisa…

Erik negó con la cabeza

- No, ésta herida tiene ya su tiempo, se la hizo intentando evitar que se llevaran a Alicia, pero – su rostro sorprendido reflejaba a la vez una pequeña puntilla de terror – no debería estar en éste estado, debería haber cicatrizado con la cura que le hizo Adela después de la batalla del puerto.

François pidió entonces a Erik que le contara lo que sabía respecto a la herida, a lo que éste accedió, explicando el arma con la que – siempre según Simon – había sido hecha y las reacciones que ésta había tenido, por ejemplo cuando se reabrió luchando en la blood disco donde se ocultaba Kasa.

Al finalizar el relato el Lecarde quedó confuso, nunca había oído hablar de una herida que no cicatrizara incluso tras ser curada mediante hechicería, aquello no tenía para nada buena pinta…

Inmediatamente volvió a desaparecer y regresó con un frasco que contenía un líquido azulado en el que permanecían suspendidas pequeños pedazos de una hierba inidentificable y un trapo limpio.

- ¿Qué es eso? – preguntó el pelirrojo con curiosidad.

- Unto regenerador – respondió François – se aplica sobre la herida, es potentísimo – destapó el bote, pegó el trapo doblado a la boca de éste y lo invirtió – si esto no lo cura, nada lo hará.

Empezó a pasar el trapo empapado con suavidad por el pecho de Simon, que hizo una mueca de dolor, el unto parecía efectivo, ya que el sangrado y la supuración frenaban en seco y la infección remitía de un modo casi antinatural, desapareciendo el color enfermizo de la carne y secándose la pus.

- Esto tiene que dolerle horrores – comentó el Lecarde mientras extendía el trapo a lo largo de la herida y preparaba los vendajes – no entiendo como puede resistirlo, tiene una fuerza de voluntad tremenda…

- Debe tenerla si quiere seguir vivo – lo interrumpió Erik – si lo conozco bien no se dejará morir hasta que nuestro viaje haya terminado.

François sonrió.

- Sois idénticos ¿eh?

- ¡Nah! Ya quisiera yo ser tan perseverante

- Entonces – François alzó la vista y miró a su amigo – lo que se cuenta sobre tu milagrosa recuperación cardiaca… ¿no es cierto?

Erik alzó la vista a su vez y la volvió a poner sobre su hermano

- Digamos que no todo lo es – contestó – las habladurías siempre están llenas de mentiras y medias verdades.

Los dos sonrieron, la sinceridad nunca estaba de más.

- Oye Fran… antes has dicho que habías sentido la batalla… ¿Cómo?

François lo miró como extrañado, sorprendido de que su amigo no lo supiera.

- Fue una de las primeras cosas que me enseñaron mis abuelas, sensibilidad espiritual lo llamaban.

- Si – lo interrumpió Erik – sé que se llama así, pero el lugar del combate está lejos, incluso Luis necesitó que Elise lo guiara, no sé como tú…

- La sensibilidad de Luis es natural – contestó el Lecarde – está cargado de energía mágica y no ha necesitado entrenarla, es un sentido más para él, la mía no, mis abuelas me hicieron desarrollarla a base de entrenamiento desde muy pequeño… puedo sentir cualquier descarga de energía a cientos de metros de distancia.

Erik profirió un silbido de admiración y se estiró, había pasado toda la noche corriendo de acá para allá y tenía el cuerpo agarrotado, pero sobre todo estaba terriblemente hambriento.

- ¿Dónde está René, por cierto? – preguntó con curiosidad

- En su parquecito, todavía duerme, no le toca despertarse hasta las ocho – respondió – y espero que Elise llegue antes, yo no sé darle de comer.

Terminó de cerrar los vendajes limpios de Simon y se dirigió a la cocina.

- Realmente no sé como sigue vivo – se dijo a sí mismo en voz baja lanzando una última mirada al hermano menor – en fin… ¿Me ayudas a preparar el desayuno?

El pelirrojo se levantó también y se dirigió rumbo a la cocina junto a su colega.

- ¿Eres amo de casa pero no sabes darle de comer a tu hijo? – preguntó divertido.

- Siendo sinceros, tío, no se me dan nada bien los niños, sólo tengo paciencia para dormirlo y jugar con él, pero tiemblo a la hora de darle la comida.

Erik ahogó una carcajada al mismo tiempo que sonaban cinco débiles golpes acompasados en la puerta, François se dio la vuelta inmediatamente y fue a abrir, reconociendo la llamada al instante.

- ¡Elise! – exclamó aliviado al ver a su esposa en el umbral.

- Hola cariño

La mujer se inclinó sobre su marido y le dio un largo beso, Erik se asomó y pudo comprobar que, a la luz del día, las marcas del cansancio eran también acentuadas en ella.

¿Qué tal ha ido? – preguntó el pelirrojo acercándose a la pareja.

Elisabeth se separó de François y, con gesto ensombrecido, negó con la cabeza.

- La madre no ha podido darme ninguna información, todo ha sucedido demasiado deprisa… simplemente lo vio desaparecer ante sus ojos.

- Qu… ¿Qué ha pasado? – intervino el Lecarde, confuso - ¿No lo habéis conseguido?

- Han sido más listos que nosotros – reconoció la mujer dejándose caer pesadamente en el sofá – consiguieron llevarse al niño… Luis está intentando recuperarlo.

- Diosss – François se llevó las manos a la cabeza - ¿Qué ha fallado?

- Que de cuatro que íbamos, dos podían ver esas sombras, y sólo uno – miró hacia la puerta cerrada de la habitación de invitados, donde reposaba Simon – se quedó a defender la posición

- Entonces… ahora todo depende de Luis – concluyó François.

Erik y Elisabeth asintieron, tras lo que se hizo un pesado silencio, sólo roto por los balbuceos de las ensoñaciones del pequeño René, pasó una larga media hora antes de que los dos amigos se volvieran a meter en la cocina, mientras que Elise se hundía en su asiento, mirando a su pequeño y sintiéndose egoísta por pensar que, al menos, su hijo seguía ahí.

- ¿Cómo está Simon? – preguntó desde el salón a los dos muchachos sin preocuparse por su René, a sabiendas de que el hambre lo despertaría en unos minutos.

- Sus heridas no son graves – contestó el pelirrojo – pero anímicamente hecho polvo.

- Era de esperar – se dijo a sí misma en voz baja.

El suave aroma del café inundó poco a poco el pequeño piso, abriendo el apetito a los presentes, y al poco Erik y François aparecieron con una bandeja metálica en la que reposaban tres vasos de café con leche, tostadas y tres frascos de mermelada.

- Esto no es bueno para Simon – comentó Erik mientras untaba mermelada de melocotón en su tostada.

La pareja lo interrogó con la mirada.

- Ya se estaba reponiendo de su anterior derrota cuando se ve superado de nuevo – continuó – debe tener la autoestima por los suelos ahora mismo.

- No debería ser así – replicó François tras dar un sorbo a su café – todo el mundo comete errores, además, no podíais prever lo que sucedería ésta noche, no sois adivinos.

- Ya lo sé, Fran, pero es que éste no es un “error” común, se trataba de proteger algo importante, las esperanzas estaban puestas en él, cualquiera se deprimiría.

- Pues yo no me daría por vencida tan pronto – intervino Elise – Luis salió tras esa sombra, con un poco de suerte no habrá nada que lamentar.

El comentario de la mujer fue lo suficientemente optimista como para insuflar algo de esperanza a Erik, pero no disipó la creciente preocupación de François, que se sumió en el silencio junto a su esposa y su compañero.

No pasó mucho tiempo hasta que, tal y como esperaban, el pequeño René se despertó lloriqueando de hambre, el Francés se marchó a la cocina a calentar una papilla a su hijo y Erik decidió ir a hablar con su hermano, si por un casual estaba despierto, mientras Elisabeth consolaba a su retoño.

Erik no se sorprendió cuando, al abrir la puerta, encontró a Simon tendido boca arriba, con ojos tristes y mirada perdida, despierto pero aparentemente sin ningún animo.

Pasó unos segundos preguntándose como iniciar la conversación, su hermano parecía ignorar completamente su presencia, sumergido en su propia tristeza, aislado de una realidad en la que estaba lejos de sentirse útil.

- ¿Qué tal tus heridas? – preguntó tras un tenso silencio.

Simon lo miró y volvió a apoyar la cabeza, sin hablar.

- Oye… ¿Estás bien?

De nuevo sin respuesta, Erik sintió una punzada de exasperación pero se le pasó al instante, y esbozó una fraternal sonrisa.

- ¿No te parece que le estás dando demasiada importancia? ¡Es sólo una derrota!

Pasaron de nuevo unos instantes, Simon suspiró y después empezó a hablar, vacilante, como si midiera sus palabras una a una.

- ¿Tu crees que es… sólo una derrota? – respondió el chico en tono monocorde.

- Naturalmente…

El hermano menor cerró con fuerza los puños, sus brazos temblaron.

- He cometido el mismo error que con Alicia, he sido… demasiado débil

La sonrisa de Erik desapareció, su rostro se volvió severo.

- Según tú, has sido demasiado débil… pero lo único cierto es que no sabemos cual es el poder real de esas sombras, igual que tampoco conocemos el poder del vampiro que se llevó a Alicia.

- ¡NO ME VENGAS CON CHORRADAS!

El grito de Simon asombró al pelirrojo y sobresaltó a la pareja, que en aquel momento daba el desayuno a su hijo.

- ¿¡TIENES IDEA DE CÓMO SE DESARROLLÓ EL COMBATE!? ¿¡TIENES IDEA DE CUANTO ME ESFORCÉ!? ¡MIRA LO QUE HE CONSEGUIDO PESE A PONER TODO MI EMPEÑO! ¡¡¡NADA!!! ¿¡NO TE PARECE ESO SIGNO DE DEBILIDAD!?

El joven se había sentado en la cama, temblaba de rabia y tímidas lágrimas corrían por sus mejillas, en su rostro se reflejaban la ira de la impotencia que recorrían su dolorido su cuerpo.

Por su parte, Erik no era capaz de responder, siempre había sido capaz de manejar al Simon díscolo de ego hinchado que se creía el más fuerte del mundo, pero lo que ahora se encontraba era a un hermano menor derrotado al que no sabía cómo consolar.

- ¡No fui capaz de proteger a la mujer a la que amo! – continuó entre dientes, mirando fijamente a su hermano - ¡Ni siquiera a un simple niño! ¡Lo único que he conseguido ha sido recibir palizas y fallar cuando más se me necesitaba!

El hermano mayor volvió a sonreir.

- ¿Y no te parece que justo ese es el camino a seguir? – preguntó a su hermano pequeño.

Simon se quedó atónito, desconcertado por la respuesta de su hermano, mirándolo con la boca abierta.

- Lo que no te mata te hace más fuerte – continuó - ¿Has escuchado alguna vez esa frase? Este es exactamente el motivo por el que no puse trabas cuando quisiste meterte en éste viaje… ahora que conoces el fracaso podrás aprender de tus errores.

El joven boqueó sin decir palabra alguna, sorprendido por las palabras del pelirrojo.

- En ocasiones, para mejorar, es necesario fracasar – concluyó con una sonrisa – piensa en cuales han sido tus errores e intenta discernir la manera de corregirlos ¡La próxima vez no fallarás!

Los ánimos del pelirrojo lograron arrancar un semisonrisa a Simon que, ya algo más animado, se levantó, quejándose de dolor al sentarse en la cama.

- ¿Luis está aquí? – preguntó tras incorporarse.

Erik negó con la cabeza.

- Aún no ha vuelto, dijo que se ocuparía de aquella sombra – miró hacia la ventana, cuya persiana seguía cerrada – esperemos que lo consiga… en otro orden de cosas ¿vienes a desayunar? Aún queda café.

La sonrisa de Simon se acentuó ante la perspectiva de llenar su vacío estómago, por lo que accedió sin dudar y salió junto a Erik al salón; al verlo, François y Elisabeth sonrieron.

- ¿Qué tal esas heridas, campeón? – preguntó él.

- ¿Te encuentras mejor? – se interesó ella – me dejaste preocupada.

- Sí, estoy mejor – respondió el muchacho llevándose la mano a donde reposaba su herida bajo las vendas – aún duele un poco, pero estoy bien.

Elise sonrió aún más, satisfecha, mientras seguía dándole la papilla a su hijo y Simon fue a la cocina junto a su hermano a desayunar, a fin de no distraer al bebé.

No pasaron ni cinco minutos hasta que el timbre de la puerta sonó.

Todos sabían quien era, Simon interrumpió inmediatamente su refrigerio y salió al salón junto a su hermano, mientras que François, con su hijo en brazos, corría desesperado hacia la puerta y Elisabeth se levantaba del sofá, nerviosa.

Lo único que deseaban escuchar eran buenas noticias.

Luis tenía que haberlo conseguido.

El Francés abrió con rapidez, sin echar siquiera un vistazo por la mirilla, y se encontró tras el umbral a un Luis Fernández con la cabeza gacha, abatido, que entró en la casa con un tímido y casi inaudible hola.

Todos seguían expectantes, pero el Fernández no hablaba, se limitó a quitarse su chaleco antibalas, su katana y su guante y dejarlos con desgana sobre el respaldo del sillón.

- ¿Y bien…? – preguntó François con un deje de impaciencia.

Luis no respondió.

- Luis ¿Qué ha pasado? – El miedo a la verdad se hacía patente en la voz de Erik, mientras la respiración de su hermano se aceleraba.

Entre tanto, el joven Fernández se llevaba la mano a la cara, y se apoyaba en la pared, como si no le quedaran fuerzas.

- No me digas que – dijo Elisabeth en voz baja – has fracasado.

Luis asintió sin articular palabra.

- ¿Has… has fracasado? – preguntó la mujer sin terminar de creérselo – Maldita sea Luis ¿No has conseguido alcanzar a la sombra?

El chico del pelo pajizo negó con la cabeza, entonces Elisabeth se lanzó hacia él, fuera de sí, lo agarró del cuello con una mano y lo estampó contra la pared, propinándole seguidamente un puñetazo en la cara.

- ¿¡HAS FALLADO, MALDITA SEA!? – gritó - ¿¡TÚ, EL AFAMADO HIJO DE JUAN JOSÉ Y ADELA FERNÁNDEZ, EL HOMBRE MÁS RÁPIDO DE LA HERMANDAD, HAS FALLADO!? ¿¡EN QUÉ PENSABAS!? ¿¡EN QUÉ MIERDA ESTABAS PENSANDO!? ¡DEBERÍAS AVERGONZARTE DE TI MISMO!

Y se dispuso a golpearle de nuevo, pero François le cogió el puño y la apartó con suavidad, dejando en la pared a un Luis sumido en el abatimiento y la vergüenza.

- ¡Ahora dime cómo se te ha escapado! – le espetó la mujer, aún furiosa - ¡Vamos, quiero oír tu excusa!

El Fernández dudó hasta que, vacilante, decidió hablar.

- Se metió entre la gente – dijo finalmente – se confundió entre las sombras de la muchedumbre y dejé de verla, además, estaba demasiado cansado como para sentirla, no podía más…

Elise se relajó, se soltó violentamente de su esposo y se marchó a su habitación, cerrando con un portazo.

Por su parte, Erik cogió las cosas de su compañero y lo acompañó a la habitación de invitados a descansar, dejando a Simon, de nuevo deprimido, y a François, solos en el salón.

- Hay que joderse – refunfuñó el francés – Simon ¿puedes tener a René un rato?

El chico aceptó y cogió torpemente al niño mientras el Lecarde se dirigía a la habitación del matrimonio.

- Elise, Elise… - tocó a la puerta un par de veces – cariño ¿puedo entrar?

Pegó el oído a la puerta ante la falta de respuesta, y pudo escucharla sollozar.

- Elisabeth, voy a entrar – avisó.

Abrió la puerta con cautela, su mujer estaba sentada a un lado de la cama, de espaldas a él, con todas las luces apagadas.

- Eli, mi vida ¿Qué pasa?

Ella negó con la cabeza y sollozó otra vez.

- François por favor, sal de aquí, estoy muy nerviosa – le avisó con voz temblorosa – no quiero decirte nada de lo que pueda arrepentirme.

- Lo siento pero – respondió él sentándose a su lado – no pienso ir a ningún lado, necesito saber qué es lo que te pasa.

Ella puso sus brazos uno encima del otro, como abrazándose a sí misma.

- Lo sabes – respondió – lo sabes perfectamente… tengo miedo… tengo miedo François…

François la abrazó y bajó el tono de su voz.

- ¿Miedo? – le preguntó en un susurro - ¿Miedo por qué, cari?

- ¡Lo sabes muy bien! René… nuestro hijo… tengo miedo por nuestro hijo… no quiero que se lo lleven a él también.

El muchacho dio un tierno beso en la mejilla a su esposa.

- René está aquí, nosotros lo protegemos, no tienes que temer por él.

- Pero – sollozó de nuevo, la presencia de François la consolaba, pero no era suficiente – el niño y tú sois lo mejor que me ha pasado… me pareció buena idea que vinieran porque así ellos podrían encargarse de su protección sin que sufrierais ningún daño… pero ¿y si no son capaces? ¿y si no son capaces de acabar con quien está haciendo esto?

En honor a la verdad, François estaba de acuerdo con Elisabeth y comprendía sus temores, no obstante era optimista.

- Tranquilízate – la estrechó contra su hombro – conoces a Erik y a Luis tan bien como yo, y Simon parece de fiar… seguro que pueden hacerle frente…

Quedaron abrazados un rato, a la espera de que ella se calmase, cuando finalmente se relajó, el Lecarde se separó ligeramente de ella.

- ¿Quieres que me quede un poco más contigo o te dejo sola?

- Me… me gustaría pasar un rato a solas… - respondió ella.

El muchacho asintió y la besó antes de levantarse de la cama, entonces ella se tumbó boca arriba y cerró los ojos mientras él salía de nuevo al salón, donde Simon intentaba controlar al inquieto René como buenamente podía.

- Qué ¿Se porta bien? – preguntó al jóven Belmont.

- ¡Sí, vamos! – respondió este cogiendo al niño in extremis antes de que cayera de cabeza al suelo desde el sofá - ¡de maravilla! ¡Estate quieto coño!

François rió divertido ante la escena.

- ¿Luis y Erik siguen en la habitación?

- Si – contestó – aún no han salido.

Tras la respuesta del muchacho entró a la habitación, Luis estaba tumbado en la cama, boca arriba, mirando al vacío, mientras que Erik trasteaba su ordenador portátil.

- ¿Qué tal vais? – preguntó a los dos jóvenes.

El Fernández se encogió de hombros y Erik cerró el portátil.

- Mal – respondió el pelirrojo – demasiado mal, hemos estado hablando qué podíamos hacer, pero siempre volvemos a lo mismo, si la policía no nos ayuda estamos atados de pies y manos.

- Pues volvamos a la hemeroteca – dijo la voz de Simon desde el salón.

Erik se incorporó rápidamente, en principio la idea pareció gustarle, pero de repente bufó y agachó la cabeza.

- Si después de tantas horas allí encerrados ayer sólo logramos sacar aquel siete no creo que consigamos nada más, necesitamos acceso a las escenas.

- O al menos al material fotográfico – añadió Luis – pero claro, tienen que proporcionárnoslo ellos.

El francés desvió la mirada a la ventana, él tampoco sabía qué hacer y se sentía invadido por el abatimiento general que asolaba la casa.

Entonces, de repente, Luis se levantó de la cama de un salto, sorprendiendo a Erik, que le preguntó inmediatamente qué iba a hacer.

- Voy a la comisaría, por supuesto – contestó con celeridad.

- C… ¿Cómo? – respondió el pelirrojo a su vez - ¿Pero no habíamos quedado en que…?

- Mira – replicó mientras buscaba su ropa entre sus cosas – si queremos que esto vaya como nosotros queremos tendremos que hacerlo a nuestro ritmo, si realmente quieren mi colaboración tendrán que ayudarnos, si no, por mis cojones que les robo el puto material fotográfico.

- ¡SI! – exclamó Erik dejando su portátil al lado y levantándose a su vez - ¡Luis Fernández ha resucitado!

Los dos compañeros estaban vistiéndose a toda prisa y comentando entre sí cuando el timbre sonó de nuevo, momento en el que se llenó toda la casa de una extraña energía que hizo que todos, especialmente los hermanos Belmont, se pusieran en guardia.

Luis y Erik salieron al salón a medio vestir – Erik aún se estaba abrochando los pantalones, tenía la camisa desabrochada y la corbata cogida con los dientes – y se encontraron a Simon de pie, en guardia, con René en brazos, a los tres les extrañaba que François reaccionara de un modo totalmente normal, siendo el mayor sensitivo entre los presentes.

Justo cuando el Francés puso su mano en la manilla para abrir, una suave voz inundó el salón, y pareció hablarles a todos directamente a sus mentes.

- Vaya vaya… - dijo la misteriosa entidad – siento una tremenda corriente de energía negativa aquí.

Los tres jóvenes tensaron sus músculos, pero el Lecarde puso cara de hastío y abrió la puerta como siempre.

- Abuela, por favor – dijo en voz alta mientras se apartaba para abrir paso a los recién llegados – bastante mal andamos por aquí como para que me vayas asustando a los invitados.

Simon, Erik y Luis se sorprendieron cuando vieron cruzar el umbral a las dos ancianas que vieron dos días atrás, el Fernández en el propio piso y los hermanos antes de entrar al portal, habiendo cruzado miradas con ellas.

- Esas auras tan intensas… ¿salen de ellas? – preguntó el hermano menor, impresionado.

Las dos mujeres reaccionaron como si no se hubieran dado cuenta de su presencia, la más baja se encaminó hacia ellos y sonrió.

- Oh, mira hermana, son los dos muchachos con los que nos cruzamos el otro día.

La mayor de las dos los miró también, llevándose la mano a la barbilla.

- Tienes razón – respondió divertida – ya decía yo que esas energías me sonaban de algo.

Los dos hermanos se vieron de nuevo paralizados por la presencia de aquellas dos ancianas, tan enorme que los clavó en el sitio sin remisión.

- Vuestras caras me son familiares… - comentó la menor de ellas a los chicos – a vosotros no os habíamos visto antes, pero a vuestros padres…

Simon quiso hablar, pero ninguna palabra salía de su boca, sus cuerdas vocales parecían paralizadas.

- ¡Ah! ¡Ya me acuerdo! – exclamó la mayor – Si, esos rasgos son inconfundibles… sois los hijos de Schneider Belmont y Selene Serenitee ¿verdad?

De inmediato la amenazante presencia que emitían se relajó, y los Belmont pudieron volver a moverse, Erik se llevó la mano a la boca como si acabaran de quitarle una mordaza demasiado apretada.

- A… así es – contestó a las dos ancianas – Yo soy Erik Alexer Belmont, y éste de aquí – señaló a Simon con un movimiento de cabeza – es mi hermano menor, Simon.

- Oh, así que en efecto pertenecéis al legendario clan Belmont – la hermana mayor dio un paso al frente y los inspeccionó con la mirada – me pregunto si sois dignos de tal honor… En fin, ya que os habéis presentado a través del mayor de vosotros permitidme a mí hacer lo propio, yo – se llevó grácilmente una mano al pecho – soy Stella Lecarde y esta de aquí – extendió la mano a su hermana menor – es mi hermana pequeña Loretta Lecarde – acto seguido tendió la mano a Erik con una sonrisa conciliadora – encantadas de conoceros.

Publicado: 17:00 18/09/2007 · Etiquetas: · Categorías: Delirios y Cabreos Pikmin
Pues sí, anoche libré mi primera batalla en este torneo organizado por Nosferatum y Kurosaki_ki_ki

¿Mi adversario? El Sr. A

Ignoro su grado de experiencia, pero de fuera bajo o alto estuvo bastante bien.

Para empezar el combate puse en primer lugar a un pokémon cuya combinación de tipos anulaba sus únicas debilidades y me permitiría tantearle, tuve la mala suerte de que saliera con un Roserade al que hizo usar inmediatamente Pua Venenosa, forzando así la posibilidad de que todos mis pokémon, salvo dos inmunes al envenenamiento, cayeran en el cambio de estado más puto del juego junto a Quemadura.

Este pokémon planta resistió muy bien el Psíquico que le lancé, lo suficiente como para dormir a mi pokémon con Silbato y obligarme a cambiar, mi sorpresa fue mayúscula cuando, en respuesta a mi cambio, el hizo lo propio sacando un ¡Pikachu!, cuya habilidad paralizó a mi volador al usar Ataque Ala - contacto físico, ya sabeis - y me forzó a cambiar de nuevo a un tipo resistente al eléctrico, a lo que él respondió sacando un Gyarados.

Éste no era mal pokémon en absoluto, pero el gusto del Sr. A por los ataques de gran potencia y escasa precisión me permitió resistir lo suficiente como para dejarlo tocado - aunque mi volador cayó en el proceso - antes de que cambiara a Alakazam.

En este punto se produjo un juego de intercambios, yo saqué al pokémon con el que inicié el combate, aún dormido, que no llegó a sentir el Psíquico que se avecinaba, y en respuesta el Sr. A pasó a sacar a Mismagius, pokémon excesivamente fuerte que me obligó a sacar a mi refuerzo.

En este punto 3 de mis pokémon ya estaban envenenados y uno dormido, Mismagius se encargó de dos de mis pokémon pero me permitió cambiar las tornas, reservé a mi Bella Durmiente y le forcé a cambiar, empezando por paralizar y fulminar a su Roserade - que, pese a que ya pensaba retirar a ese pokémon, que saqué sólo para anular al Roserade, me obligó a retirarlo con urgencia gracias a las Drenadoras - mediante ataques psíquicos, el siguiente fue Gyarados, tocado a base de psíquicos y fulminado por un Rayo, Pikachu también cayo bajo la fuerza de los ataques eléctricos de un pokémon superior y los demás cayeron poco a poco hasta que sacó a su último bastión, Mismagius, que se llevó por delante a mi pokémon eléctrico y finalmente fue fulminado - no sin sufrir - por mi monstruito anteriormente dormido, que despertó resistiendo los embites de Alakazam.

Finalmente el combate se saldó con un 3-0 a mi favor en el que sobrevivieron dos de mis pokémon envenenados por Pua Venenosa y el pokémon de doble tipo que me salvó de la derrota.

el Sr. A fue un adversario más que digno y muy resistente, pero en mi opinión sufre la carencia de confiar demasiado en la potencia desdeñando la precisión, de hecho si su Gyarados hubiera acertado en más ocasiones Ventisca e Hidro Bomba mi equipo hubiera sucumbido o, al menos, no hubiera gozado de una victoria tan amplia.

En fin, mis respetos al Sr. A por su capacidad estratégica que lo marca como diamante en bruto, y a mi futuro adversario Zamos, que gane el mejor

Publicado: 19:52 13/09/2007 · Etiquetas: · Categorías:
Pues eso.

Reconozco que el lentísimo ritmo del fanfic este verano (2 Episodios, a falta de terminar el 48) da que pensar, pero no, Twilight Rhapsodia sigue adelante.

El problema es que apenas me sobra tiempo, y el que me sobra suelo gastarlo en descansar, física y psicológicamente, porque estoy teniendo el verano más ajetreado de toda mi puñetera vida

Para terminar de joder la marrana, no puedo leer, y como no puedo leer no estimulo mi mente, y como no lo hago me resulta complicadísimo conseguir algo de inspiración, voy a trancas y barrancas casi, a pesar de que mi intención era estar ya por la saga que continúa a ésta a estas alturas (vamos, que poneos las pilas porque apenas empiece el insti va a haber Episodios a porrillo, que el capi especial Navidad no me va a impedir escribirlo NI DIOS)

En fin, mis disculpas a mis lectores, pero no os imaginais lo difícil que es concentrarse con un bebé en casa 5 días a la semana, sin contar con que ahora encima estoy en la autoescuela ^^U

Pero vamos, que el mensaje es ese: CastleVania Twilight Rhapsodia sigue vivo.

Secreto: (Pincha para leerlo)

Publicado: 17:47 12/09/2007 · Etiquetas: · Categorías:
¿Qué es Twilight? Pues twilight es crepúsculo ¿Y qué hace un blog que se llama "Preludio del Crepúsculo" de verde y negro?

Ni puta idea, francamente.

Así que he decidido cambiar los colores, cosa que coincide con un futuro cambio de cabecera, que incluiré con el siguiente capítulo de Twilight Rhapsodia.

En fin, ya me direis qué os parece, a mí al menos me gusta, y ya necesitaba ésto un cambio, qué demonios.

Publicado: 11:04 09/09/2007 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki :
9 de Septiembre, un día como otro cualquiera, un día en el que me levanto, enciendo el ordenador, miro los foros que visito y, un rato más tarde, me visto y hago mi cama mientras veo los titulares del Canal Noticias.

Normal, todo totalmente normal.

Es entonces cuando recuerdo que, tal día como hoy, el 9 de Septiembre de 1984, estaba naciendo a un mundo que me depararía una vida rica en experiencias.

Si, hoy cumplo 23 años, 23 años en los que he pasado de ser un enano repelente y pedantoso a ser simplemente un gigantón pedante xd, 23 años en los que mi sabiduría se ha enriquecido día tras día, y en los que no me acostaba sin haberme metido algo más en la cabeza.

Cada día más sabio, sí señor, y cuanto más sabio más cabrón, porque esa es la única forma de sobrevivir en este perro mundo que, por otra parte, me encanta ^^

Haciendo balance de los 365 días que han pasado desde mi último cumpleaños, pues no han sido malos, no, me mantuve dignamente en el bachillerato y logré pasar de curso, he conocido a gente muy buena y gente muy puta, he aprendido a tratar mejor con todos, he descubierto que (:eek me gustan los niños (o al menos mi sobrina) (En el buen sentido de la palabra, que os veo venir, mamones xd), han aumentado mi resistencia y mi paciencia y, como no, mi Wii y mi DS me han dado muy buenos ratos ^.^

Ahora va siendo hora de continuar, no quiero pasar página, no me apetece, mi vida está muy bien como está por ahora, siento que estoy haciendo las cosas bien y eso me gusta, enmendando errores del pasado y tomando los caminos correctos para no cometer nuevos, en general, estoy contento con cómo soy desde que decidí cambiar.

Así que sigamos adelante, viento en popa a toda vela, si dios (aka Miyamoto) quiere, dentro de un año estaré escribiendo otra entrada aún más empalagosa si cabe que ésta, mientras tanto pues seguiré publicando el fanfic, qué se le va a hacer ^^U

Prelude of Twilight

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