Prelude of Twilight

Publicado: 11:45 26/09/2008 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Midnight Carnival (Part 2)

- ¿Pero qu-...?

Atónitos, el matrimonio se acercó al cuadro con precaución y, al mismo tiempo, curiosidad. No era el mejor lugar para exhibir algo así.

Tras dar unos pasos se quedaron a unos precavidos dos metros de la obra y la observaron con atención; François, que entendía mucho más de artes plásticas que Elisabeth, se mostraba incluso en cierto modo fascinado por la factura de la pintura.

- Es… perfecto – articuló – bueno, perfecto no – matizó enseguida – pero sí muy realista, aunque todo tiene un cáriz como… oscuro… “malvado”

Tal vez esa fuera sin duda la mejor palabra para definirlo, el estudio representado mostraba colores y ángulos imposibles, tenía detalles que no podían estar representados por ninguna mano humana. El francés llegó a comentar que podría jurar y perjurar que aquella sala tenía auténtica profundidad.

- Creo… que esto ya lo he visto antes… o como poco he oído hablar de ello…

Comenzó a avanzar con algo de inseguridad hacia el cuadro hasta colocarse frente a él, lo miró de esquina a esquina, y tuvo la sensación de que el marco estaba “vivo”

Se dispuso a tocarlo, pero la fuerte mano de su esposa lo detuvo.

- ¿Qué vas a hacer? ¿¡Estás loco!?

Él la miró muy extrañado.

- Esto no es muy propio de ti – comentó con una semisonrisa.

- Fran, he sido cazarrecompensas – arguyó ella – he visto mucho más mundo que tú y he contemplado un montón de cosas sobrenaturales, pero esto… - un escalofrío recorrió la espalda de la muchacha – hasta yo puedo sentir el aura que emana esa cosa ¡Y no me gusta! ¡Me da mala espina!

El la miraba en silencio, en parte sorprendido.

- Yo aún estoy medio en condiciones pero ¿tú? Hace unos minutos acabamos de sostener un combate tremendo, si esto nos lleva a otra batalla no lo resistirás, François.

Tras terminar de escucharla, el francés cerró los ojos y suspiró, después la miró directamente.

- Generalmente te haría caso, cariño – admitió – y de hecho estoy de acuerdo contigo, pero como ya te he dicho esto me es familiar… tengo que saber qué se esconde detrás de todo esto, y si hay que luchar y no resisto… bueno – dibujó una sonrisa leve en su rostro – pues ponemos pies en polvorosa.

En respuesta a esto Elise no habló, sólo se aferró a él con más fuerza.

- Eli, esto puede ser importante – se dio la vuelta y acarició con suavidad la mano con la que ella lo sujetaba – por favor…

Tras un instante de vacilación, la Kischine finalmente lo soltó, a lo que él respondió con una sonrisa y se dio la vuelta.

Lo miró de cerca, el cuadro aparentaba, en efecto, estar vivo, recubierto por un aura que giraba sobre sí misma y se retorcía, un aura oscura y putrefacta.

De nuevo fue a tocarlo, pero sus dedos no llegaron siquiera a rozar el lienzo, inmediatamente saltó un chispazo y se vio rechazado.

- ¿Estás bien? – le preguntó ella.

François no respondió, mientras la energía que recubría la obra recuperaba su equilibrio, pudo observar como, más allá de la pintura, se formaba un pasadizo que se adentraba en ella.

“En efecto” pensó “es lo que yo me imaginaba”

- Es… - dijo para sí mismo – lo que ya apareció 62 años atrás.

Esta vez fue él el que se aferró a su esposa, echando la mano atrás y cogiendo la de ella como si le fuera la vida en aquella acción, frunció los labios y comenzó a jugar con su aura.

Elisabeth no entendía, ella desconocía la verdadera historia de los Lecarde, de la muerte de Eric, del pasado de Stella y Loretta.

Ignoraba que la razón por la que François le daba tal importancia a un simple cuadro era porque ya lo había visto en el pasado, a través de los ojos de sus dos abuelas.

Si aquello no era lo mismo, sin duda era pavorosamente similar.

Volvió a extender la mano, acercándola pero no lo suficiente como para que la barrera energética del cuadro actuara, cerró los ojos y se concentró.

“En la misma frecuencia que el cuadro”

Rápidamente comenzó a modular su energía mágica, Elise observó que la superficie de la pintura vibraba, como el agua estimulada con el sonido, con más o menos fuerza según la “frecuencia” del poder mágico de su marido.

Finalmente, François aproximó la mano, y el lienzo se pegó a sus dedos como si fuera una superficie viscosa.

- Eli, prepárate, – dijo a su mujer – prepárate para cualquier cosa…

Ella asintió, y él pegó por completo la mano al cuadro.

La pintura se extendió y lo agarró, la oscura callejuela desapareció, dando paso a un gigantesco y brumoso pasadizo, por el que se desplazaban empujado por alguna fuerza oscura, en un viaje que parecía no tener fin.

La lanza Alcarde comenzó a vibrar y brillar con furia, y no se detuvo hasta que fueron escupidos dios sabe donde y el muchacho la empuñó.

- ¿Dónde… estamos? – preguntó la mujer, levantándose.

- Esto debe ser el… interior del cuadro.

- ¿¡Interior!? – contestó ella, alarmada – Fran ¿Me estás diciendo que estamos DENTRO del cuadro?

- Créeme – replicó él – no es una respuesta que me resulte agradable darte.

Se incorporaron y miraron a su alrededor, fuera lo que fuera aquel lugar, estaba en penumbras y resultaba muy difícil ver algo, lo único que podían percibir era un fuerte olor a óleo.

Como precaución inmediata, la joven empuñó su espada estelar y, tras unos instantes, comenzaron a avanzar, juntos, mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad.

Lo poco que alcanzaban a ver no les revelaba nada anormal, sólo que se hallaban en un pasillo cuyas paredes estaban cubiertas de extrañas pinturas y lienzos, parecían haber lámparas o antorchas, pero estaban todas apagadas.

Ninguna sorpresa, ningún enemigo. Nada salvo una tímida aura maligna que sólo François podía percibir.

Cuando arribaron al final del corredor se toparon con una pequeña puerta de madera, se miraron el uno al otro y después al umbral, dubitativos; Elisabeth se dispuso a abrirla, pero antes de tocarla siquiera se oyó un tímido “clac”, y la madera cedió.

Esta dio paso a un lugar que era todo lo contrario al corredor, un emplazamiento lleno de marcos y lienzos, cuadros sin acabar, pinturas, bocetos sobre papel, y perfectamente iluminado gracias a las numerosas lámparas de aceite colocadas en la pared, así como una suntuosa araña de cristal en el techo.

Al fondo, alguien estaba ocupado, subido en una escalera y pintando meticulosamente sobre una tela anormalmente grande.

Bastaron unos segundos para que la pareja reconociera en aquel lugar el emplazamiento representado en el lienzo.

- ¿Quién anda ahí? – preguntó una voz grave e imponente que resonó por toda la sala - ¡Ya avisé de que no quería ser molestado! ¡Necesito concentrarme para poder trabajar!

- ¡No es buena idea pedir intimidad y dejar semejante reclamo en el exterior! – respondió a esto Elisabeth.

Al oír la voz de la Kischine el pintor se detuvo, bajó calmadamente las escaleras – que desaparecieron cuando puso ambos pies en el suelo – y se alejó unos pasos para contemplar la pintura inacabada.

- Está quedando perfecta… - murmuró.

- ¡Eh! – lo llamó la joven - ¡Estamos aquí!

- Paciencia, damisela – respondió él con tranquilidad – todo artista necesita tiempo para contemplar una obra inacabada y saber por donde continuarla.

Por un segundo Elise hizo ademán de embestir, pero se contuvo, hubo algo que la “obligó” a detenerse.

“Perfecta ¿eh?” pensó François mientras contemplaba el cuadro “Lo es… si tienes el cerebro de un demente”

Y es que, aún cuando sólo se distinguían borrones de pintura y un boceto en los lugares donde el lienzo estaba desnudo, se podía adivinar perfectamente algo que el joven Lecarde reconocía a la perfección.

Era París, la París actual, sumida en el caos y la destrucción.

Su esposa también lo vio, y lo adivinó, miró atónita por un segundo al cuadro y después al pintor.

Como si pretendiera redondear la sorpresa, éste sintió la reacción de ambos y se dio la vuelta.

- ¿Sorprendidos? ¿Qué os parece? ¡Este cuadro será mi obra maestra!

- ¿¡Obra maestra!? – exclamó ella - ¡Semejante representación sólo puede ser representada por un loco!

Miró de nuevo a su esposo, pero éste no decía nada.

Al darse la vuelta el pintor había revelado su rostro a François, que lo miraba con los ojos desorbitados, furiosos, mientras su aura se agitaba en una revolución interna.

Desde que vio el cuadro había sospechado, su cerebro se negaba a confirmarlo, su mente se resistía a hacer emerger esos recuerdos heredados de Stella y Loretta Lecarde.

Pero finalmente ahí lo tenía, sonriendo con altivez, con su cabeza calva, su cuerpo enjuto, su vestimenta elegante, sus anteojos redondeados, sus uñas largas y su pincel, fuertemente sujeto entre sus huesudos dedos.

Sin más, hizo aparecer una llama verdosa en su mano libre y la proyectó contra el artista, que se dio la vuelta y, sobre un lienzo más pequeño que había aparecido a su espalda, trazó una línea, materializada en una enorme raya de pintura roja que se extendió ante él, sirviendo de escudo.

- Ese poder… - articuló el anciano pintor – ya lo he visto antes… eres descendiente de Eric Lecarde ¿verdad?

- ¡Así es! – contestó François - ¡Soy su bisnieto, François lecarde!

El hombre giró el torso y lo miró con seriedad.

- François Lecarde ¿Eh? Ya veo… ¿Te gustaría saber quien soy?

- No hace falta que me lo digas ¡Tú acabaste con su vida! ¡Lo sé todo sobre ti, Viktor Brauner!

El Vampiro permaneció en silencio, mostrando al darse la vuelta una sonrisa amplia y altiva.

- Así que… lo sabes todo ¿eh?

El francés sujetó la lanza Alcarde con ambas manos, poniéndose en guardia, pero Brauner no hizo nada en respuesta, sólo lo miraba.

- Eric Lecarde reaccionó exactamente igual que tú – articuló – él también apareció para investigar, él sabía quien era y lo que hacía, me encontró por accidente y quiso acabar conmigo…

El matrimonio guardó silencio.

- Y falló, por supuesto – concluyó el artista.

- Con una diferencia – replicó Elisabeth  mientras se colocaba también en guardia – François no está solo.

Viktor lanzó al aire una carcajada sarcástica, mientras que el Lecarde la miraba de reojo.

- ¡Solo o no – exclamó el pintor mientras se daba la vuelta – acabará igual que aquel entrometido!

A su lado aparecieron, flotando en el aire, una paleta de colores y diversos pinceles, la pareja observó como se movía, de un modo sobrenaturalmente rápido incluso para un vampiro, y con una precisión pasmosa, llenando el lienzo en pocos segundos.

- ¡Contemplad mi arte!

Ante ellos se materializó una gorgona de piel y cabello grisáceo, formas trémulas y brillantes ojos rojos, no tenía piernas y flotaba en el aire, embistiéndoles con la boca abierta en un silencioso grito de guerra.

La reacción de ambos no se hizo esperar, se movieron para contraatacar, siendo más rápida Elisabeth, no tan afectada por las heridas del combate como su esposo; saltó y golpeó a la creación con una patada, para acabar cayendo un tajo certero con el que le cercenó la cabeza, haciéndola desaparecer.

Brauner se dio la vuelta un momento y la contempló, serio, después volvió a la tela que era, de nuevo, blanca.

- ¿Qué era eso? – preguntó ella a François.

El joven tardó en responder, en parte sorprendido y en parte asustado por lo que acababa de ver.

Ahora sí que estaba claro, ese hombre era realmente Viktor Brauner.

- ¡François!

- P-perdona… - se disculpó – lo que has visto es ni más ni menos la habilidad de Brauner – tragó saliva – es un vampiro cuyo poder le permite hacer realidad todo aquello que pinta – alzó la vista y observó el cuadro gigantesco en el que el pintor trabajaba a su llegada – no tenemos más remedio que acabar con él aquí y ahora.

- ¡Ja! – profirió Brauner desde su lugar – tendríais que ser mucho más hábiles para poder conmigo – les espetó.

Ignorando la ofensa, el joven Lecarde hizo arder su aura y se abalanzó contra él, sin embargo apenas había avanzado cuando sintió un fuerte golpe en el cuello que le hizo caer; se llevó la mano al lugar del impacto, palpando algo que al principio le pareció sangre, pero que sin embargo era…

- ¿Pintura?

Miró al vampiro, sujetaba en la mano un pincel muy fino, y se veía una línea roja sobre el lienzo blanco.

- ¿Qué demonios…?

Pero no era el único, desvió la vista hacia su mujer y observó que ésta se limpiaba la pintura que tenía en el brazo. Evidentemente había reaccionado a tiempo. Se levantó y se limpió con la camiseta, se disponía a continuar – “¿Nos ataca con pintura?” – cuando Elise le llamó la atención.

- ¿Pasa algo?

- François… tu cuello…

Se llevó la mano de nuevo y palpó su cuello, había un líquido, pero estaba caliente. Al contacto con sus dedos sintió algo de escozor.

Sangre.

Y no solo en su nuca, también en el antebrazo de Elisabeth.

No les había golpeado con el pigmento, les había herido con el pincel.

- ¿Lo entendéis? – les preguntó desde su lugar - Os doy la oportunidad de marcharos de aquí y permitirme acabar mi gran obra, de lo contrario… ¡Usaré vuestra sangre para terminarla!

- ¡Esa “gran obra” supone la destrucción de París! – respondió Elisabeth con rotundidad - ¡Seremos nosotros quienes utilicen tus cenizas! ¡Como combustible para quemarla!

La huesuda mano se cerró sobre el pincel.

- ¡Joven insolente! – Comenzó a pintar de nuevo con aquella increíble velocidad - ¡Tú serás la primera!

De nuevo se materializó algo, ésta vez una especie de araña verdosa con manos humanas en vez de patas, mandíbula babeante y movimientos rápidos, logró esquivar la acometida de la Kischine e intentó atacarla por la espalda, pero se topó con la lanza Alcarde de François, que la atravesó y lanzó, antes de hacerla arder en una pira turquesa.

Sin embargo Brauner no se detuvo ésta vez, estaba claro que la primera invocación no era más que una advertencia, lo siguiente en aparecer fue una aparición bulbosa, de apariencia sorprendentemente sólida y con un gigantesco ojo humano que parpadeaba sobre cada protuberancia, atacaron pero se vieron ante la dificultad de que sus armas eran incapaces de mellar su piel, de nuevo en el suelo vieron a la criatura abrir de par en para cada uno de sus óculos, que vomitaron potentes rayos de energía púrpura mientras giraba a toda velocidad.

Elise lo tuvo relativamente fácil, pero François, con el cuerpo dolorido, se vio obligado a usar la lanza Alcarde para detener las descargas e incluso recibió algunas que le provocaron dolorosas quemaduras.

Pensaron en atacar, pero no vieron hueco para ello hasta que la aparición se detuvo, embistieron – el Lecarde cojeaba – pero justo cuando estaban a punto de alcanzarla explotó, salpicándoles un ácido del que se protegieron gracias a la Cross Barrier de Elisabeth.

- ¡Hay que impedir que siga pintando! – masculló entre dientes la mujer - ¡Le sacaré ese pincel de las manos!

Dándolo todo en su carrera, embistió a Brauner, que seguía a lo suyo; François intentó seguirla sin éxito, y contempló impotente como, cuando su esposa estaba a pocos metros del vampiro, se materializaban dos cuadros en cuyas telas estaba representada una horrenda cabeza ciclópea.

- ¡¡¡Elisabeth, cuidado!!! – la advirtió - ¡NO MIRES SU OJO!

Se vio superado cuando contempló que, mientras hablaba, emergían de las pinturas decenas de réplicas de la monstruosa cabeza; su esposa le hizo caso y se encogió, resguardando sus ojos del contacto visual con las invocaciones, pero el joven, viendose ya atrapado por ellas, clavó su lanza en el suelo e invocó la tormenta celestial, mientras sentía un inconmensurable dolor en su brazo izquierdo, y después absolutamente nada.

Dejó caer la lanza Alcarde y se llevó la mano a donde se suponía que debía estar la extremidad que ahora no sentía, comenzó a palparla, incapaz de creer lo sucedido.

- ¡Dios mío Fran! – exclamó aterrorizada Elise desde su posición - ¡TU BRAZO!

No, no era una ilusión, el brazo izquierdo de François, desde el mismo nacimiento del hombro, se había convertido en piedra.

El afectado comenzó a boquear, mientras palpaba su extremidad sin atreverse a mirar, los ojos de Elisabeth se empañaron en lágrimas de rabia y acto seguido se volteó hacia el artista, que preparaba un nuevo cuadro.

- ¡¡¡TE CORTARÉ LA MANO SI ES NECESARIO, CERDO!!!

Ciega de ira, se abalanzó contra él y lanzó un golpe con su espada estelar que ni siquiera llegó a acertar, ya que impactó con lo que pareció ser un fugaz trazo rojo… ¿en el aire?

Intentó golpear varias veces más, pero se encontraba con el mismo fenómeno una y otra vez, hasta que finalmente Brauner la apuntó directamente con el pincel, proyectando hacia ella varias gotas que pintura cuyos impactos dolían como si se trataran de potentes puñetazos.

- Deja de molestarme, niña – la increpó en un evidente tono de desprecio.

- ¿¡Niña!? ¿¡Como te at…

Se levantaba para contraatacar cuando dos llamas turquesas, invocadas por su marido, impactaban contra la “barrera” levantada por el vampiro; miró hacia el punto de origen, y observó no sin sorpresa que el francés corría a unirse al combate, empuñando su arma con una sola mano.

- Los Lecarde sois testarudos ¿no es así? – preguntó Viktor mientras empapaba su pincel en la paleta de colores.

- ¡Tu no te quedas – contestó François mientras saltaba y se abalanzaba sobre él, dispuesto a clavarle el asta – atrás!

Tal y como se esperaba, la punta de la lanza Alcarde se clavó sobre un manchurrón rojo, pero en lugar de ser rechazado como le sucedió a Elise, quedó atrapado, y no comprendió el porqué hasta que Brauner trazó una gran cruz en el lienzo.

Inmediatamente se abrió en su torso una gran herida en forma de cruz, el Lecarde gritó de dolor y cayó al suelo, soltando su arma, Elisabeth se dispuso a atacar de nuevo pero ésta vez Brauner se disolvió en una masa sanguinolenta, resurgiendo como un retrato de sí mismo sobre un lienzo y echando a volar.

- ¡¡No huirás!! – le dijo la Kischine mientras lanzaba tres diamantes al cuadro.

- ¿Quién huye? – contestó el artista, cuya voz resonaba en todo el estudio - No hay ningún problema en que me ataques ¡Aunque dudo que puedas alcanzarme!

Elisabeth apretó los dientes, debatiéndose entre perseguir a Brauner o atender a su esposo, ya malherido.

Sin embargo, no tuvo tiempo de dudar demasiado, el lienzo con el retrato del vampiro dejaba en algunos lugares donde se detenía durante un par de segundos un pequeño portal oscuro del que surgían pequeños murciélagos carnudos que los embestían a gran velocidad, no dando tiempo a la joven a derribarlos todos con sus cristales y su espada e incluso viéndose herida intentando proteger a François, que ya apenas podía moverse.

- Y-ya basta… Elise… - articuló éste con debilidad.

- ¡Fran! ¿¡Pero qué dices!?

- Derrotar a ese hombre es… prioritario – por un momento, su rostro mostró un gesto de dolor extremo – tú… déjame aquí… estaré bien…

La chica sintió varios murciélagos que se aproximaban por su espalda y los eliminó con un solo balanceo de su espada Estelar, después de dio la vuelta, mirando al artista con odio.

- BRAUNER ¡¡¡MALDITO COBARDE!!!

Su aura se encendió como mil llamas blanquecinas, crepitando furiosamente, invocó en su mano un solo diamante, y lo lanzó a una esquina con todas sus fuerzas.

La brillante piedra rebotó, comenzando a trazar por toda la habitación un recorrido de espiral cuadriculada, rozando en algunos casos el retrato de Brauner que, sin embargo, no llegó a sufrir ningún daño. Esperó a que el cristal llegara al centro exacto de la sala, y en ese momento cerró sus puños con tal fuerza que incluso las venas se marcaron en sus puños.

- ¡¡¡BLAZING BANG!!!

El diamante estalló en un brillante resplandor que parecía guardar la intensidad y fuerza de la luz del sol, se pudo escuchar el grito ahogado de Brauner y el retrato caer al suelo hecho pedazos, ardiendo.

A su espalda, Elisabeth sintió como su esposo se alzaba, extremadamente débil, apoyado sobre la lanza Alcarde, se dio la vuelta y lo vio, ambos se miraron a los ojos y sonrieron.

Viktor Brauner no podía haber sobrevivido a semejante explosión.

¿O si?

La sonrisa de la joven se disolvió al ver que la de su esposo desaparecía también y, manteniendo el equilibrio a pesar de su brazo petrificado, se ponía en guardia como buenamente podía.

Alarmada, se dio la vuelta.

Brauner estaba allí.

A su lado flotaba un pequeño lienzo, en su mano izquierda sujetaba una paleta de colores, y en la derecha una gruesa brocha.

Ante la mirada atónita de la pareja, mojó la brocha en el color rojo, y con ella tachó el retrato que se hallaba sobre el lienzo, un retrato que no era ni más ni menos que el de François Lecarde.

Elisabeth no comprendió por qué, hasta que fue demasiado tarde.

Como si fuera a cámara lenta, la Kischine vio a François colocar su lanza en vertical, a modo de defensa, una luz roja lo tragó por un milisegundo y, de repente, estalló en un vómito de sangre y cientos de pequeñas heridas.

La lanza Alcarde cayó al suelo, con su mano sana el joven rozó el hombro de su amada, pronunciando su nombre, antes de caer al suelo en medio de un gran charco carmesí.

La muchacha quedó atónita, sin mover un músculo, contemplando a su marido inerte en el suelo. Tardó en reaccionar, arrodillandose en completo silencio y abrazando la cabeza de su amor, con los ojos vidriosos y vacíos.

Lo movió, intentó que reaccionara, todo fue inútil.

Entonces las lágrimas afloraron, se abrazó a él con todas sus fuerzas, empapándose con su sangre, y lloró, lloró de dolor.

Mientras, más allá, Viktor Brauner los contemplaba, sonriendo, y preparaba otro lienzo, en el que bosquejaba tranquilamente el rostro de Elisabeth.

Fue entonces cuando sucedió lo que ninguno de los dos esperaba.

Débilmente, el pecho de François se movió en vaivén.

El llanto de Elise se cortó de inmediato, tocó las muñecas y la carótida de su marido, se inclinó sobre su pectoral izquierdo para escuchar su corazón.

Latía, tenía pulso, y respiraba.

Los ojos del francés se cerraron, la muchacha lo dejó en el suelo con cuidado y lo llamó, pero no despertaba, había quedado inconsciente pero vivo.

- ¡No puede ser! – exclamó Brauner en la lejanía - ¡Simple y llanamente no puede ser!

Aunque feliz, ella tampoco se lo explicaba, confusa miró por alguna razón el arma de François, y se encontró con que el lado colocado al exterior, el que usó para protegerse, estaba empapado con pintura roja.

- La lanza… Alcarde – murmuró.

- ¿Qué has dicho?

Elisabeth empezó a reír.

- ¡Se protegió con la lanza! ¡La lanza Alcarde le salvó la vida!

- ¡Eso no puede ser!

- Oh, sí – interrumpió una voz femenina que resonó por toda la habitación – sí que puede ser.

Los dos presentes alzaron la cabeza, la Kischine reconoció la voz al instante, no así el vampiro.

- ¿¡Quien anda ahí!? – preguntó - ¿¡Quien se atreve!?

- ¿¡ACASO NO RECONOCES LA VOZ DE QUIEN UNA VEZ FUE TU HIJA, BRAUNER!?

- Mi… ¿hija?

Como si fuera de cristal, la sala entera empezó a resquebrajarse, surgiendo de las grietas una tenue luz, mientras una forma empezaba a materializarse en el centro de la sala, entre ambos contendientes.

- ¿P-pero que…?

Elisabeth sonreía, sabía perfectamente de quien se trataba.

La luminosidad tomó la silueta de una mujer vestida con prendas anchas, de cabello largo y levemente ondulado, sujetando en su mano derecha un estoque.

Finalmente se disipó, mostrando a la que la joven esposa de François había reconocido casi al instante.

- Han pasado casi 62 años… “padre”

Brauner frunció el ceño al tiempo que sonreía levemente.

- He de presentarte mis disculpas, ha sido un error no reconocerte, Stella.

Se hizo el silencio, Elise se mantenía al lado de François y miraba a Stella con interés.

- ¡Elisabeth! – la llamó la Lecarde.

- Dígame, doña Stella.

- De aquí en adelante tomo yo vuestro lugar en el combate, protege a François, cuando termine nos ocuparemos de él.

La joven asintió, en ningún momento cruzaron miradas, de hecho la anciana ni siquiera se dio la vuelta, sólo encaraba a Brauner. Parecía relajada, pero incluso Elise podía sentir su terrible presencia agitándose, furiosa.

- Así que… aún me reconoces como padre – comentó el pintor dando unos pasos hacia la Lecarde – y dime… ¿Qué tal tu vida? ¿Cómo está Loretta?

- No te equivoques, Brauner, estaba siendo sarcástica – lo apuntó con el estoque - ¡Sentí tu aura y vine hasta aquí! ¡Vengaré a Eric Lecarde! – Por primera vez, se giró, contemplando el cuerpo inerte de François y a Elisabeth, consciente pero cubierta de sangrantes heridas – y por supuesto, pagarás por lo que le has hecho a mi nieto…

La sonrisa del vampiro creció.

- Venganza… ¿Acaso los Lecarde no sabéis pensar en otra cosa? Sois la prueba viviente de lo podrido que está este mundo.

- Tiene gracia que digas eso cuando tú pretendías vengar la muerte de tus hijas destruyendo a toda la humanidad.

Silencio de nuevo, pero esta vez tenso, como el que impera en un campo de batalla antes de la contienda, podía sentirse el choque de sus espíritus.

Entonces se escuchó un leve ruido, el frufrú de unos ropajes, y la imagen de Stella desapareció de inmediato, volviendo a materializarse frente al pintor, lanzándole un tajo que éste detuvo y rechazó in extremis con su brocha, que Viktor empapó en pigmento con el que intentó manchar sin éxito a Stella, ella estocó certeramente, pero antes de llegar a ensartarlo Brauner desapareció en un charco de sangre, volviendo a mostrarse detrás de ella y dándole una pincelada en la espalda, que le provocó una herida no muy profunda, en respuesta Stella volteó y cruzó el torso del vampiro con su estoque, rajando sus elegantes ropajes.

Tras este pequeño intercambio los adversarios se separaron, sin dejar de mirarse.

- Llevo 62 años entrenando para esto – espetó la anciana al artista – no dejaré pasar la oportunidad.

- ¿62 años? ¿Acaso sabías que algún día volvería a éste mundo?

- Como ya se ha comprobado – el estoque de Stella brilló con una luz verdosa - ¡Todo puede pasar!

Desde la distancia, Stella comenzó a realizar tajos con los que enviaba ondas energéticas a su enemigo, este no necesitaba si no realizar trazos en el aire con los que las detenía usando la pintura como si fuera un escudo, tras unos segundos en los que no se producía ningún cambio la Lecarde realizó el movimiento con el que días atrás derrotó a Simon, enviando una enorme cantidad de energía a Brauner, éste la detuvo como pudo y por poco no esquivó otra estocada de la cazadora, que hundió su arma en el costado del pintor para, inmediatamente después, extraerla tajando hacia el exterior, abriendo una importante herida al vampiro, que gritó de dolor.

Desde su sitio, Elisabeth la miraba impresionada, nunca hubiera imaginado que aquella anciana, a la que siempre había respetado pero a la vez consideraba un vestigio de tiempos pasados que seguramente fueran mejores, desprendiera tanta fuerza y pudiera luchar con tanta violencia, de hecho el combate estaba siendo tan duro que las grietas en las paredes, suelo y techo eran cada vez mayores.

La virulencia del combate estaba a punto de acabar con aquel lugar, y Brauner pareció notarlo, ya que intentó quitarse de encima a Stella proyectándole gotas de sangre que ella evitó con habilidad, intentando herirlo de nuevo – esta vez sin éxito – y siendo definitivamente rechazada por un brochazo que le abrió una gran herida en la parte superior del tórax.

- Lo siento, Stella – se disculpó él - pero he de acabar mi gran obra – dijo señalando al cuadro de París -  y necesito otro estudio, ya que has iniciado la destrucción de éste.

- Maldita sea ¿¡Vas a huir!? – Exclamó ella, volviendo al combate.

- Por desgracia no me dejas más remedio, tengo una misión que cumplir – la gran pintura se desvaneció, mientras que Viktor Brauner se encerraba de nuevo en su retrato – pero estoy seguro de que volveremos a vernos de un modo u otro… “hija”

Dicho esto, el retrato de Brauner también desapareció, sin que la anciana Lecarde pudiera perseguirlo.

Entonces el estudio comenzó a temblar, las paredes caían dejando visible un espacio vacío, Stella golpeó el suelo con rabia y después miró a Elise, que llevaba a hombros a François y esperaba alguna orden o indicación.

- ¡Esto va a desaparecer! – gritó la anciana mientras recogía la lanza Alcarde del suelo - ¡tenemos que salir de aquí YA!

Tocó el hombro de Elisabeth, y de repente ésta se vio empujada fuera del cuadro del mismo en que había entrado, encontrándose enseguida en el suelo de aquel oscuro callejón y alzando la vista a justo a tiempo para ver cómo el lienzo de aquel cuadro se quemaba y el marco se oscurecía.

- Q-que ha…

- Lo bueno de haber estado cautiva de ese hijo de perra – oyó decir a Stella mientras se levantaba – es que aprendí a hacer algunas cosas incluso mejor que él…

Aquellas palabras la hicieron espabilarse un poco, vio que la Lecarde estaba junto a François, aparentemente curando sus heridas, de repente miles de preguntas pasaron por su cabeza, la primera y más urgente fue la única que se atrevió a hacer.

- Doña Stella…

- ¿Si, Elise?

- Oiga ¿qué es eso de que ha sido hija de ese vampiro?

La anciana suspiró.

- Es una larga historia, hija – levantó la vista y la miró a los ojos – pero, si te sirve de algo, Loretta y yo somos hijas legítimas de Eric Lecarde, lo vimos morir a manos de Brauner hace 62 años… - bajó los ojos de nuevo hacia el cuerpo de François – por un momento temí que fuera a suceder lo mismo con mi nieto…

La Kischine se arrodilló frente a ella, contempló cómo hacía desaparecer la petrificación del brazo de François y curaba las heridas más superficiales, se detuvo cuando el joven empezó a respirar con más normalidad.

- Esto es lo máximo que puedo hacer – reconoció con pesar – deberíamos llevárselo a Loretta, ella lo curará en condiciones.

Se lo puso a hombros y echó a andar, seguida de Elisabeth, a la salida del callejón ésta se detuvo y miró hacia arriba, a la luna llena, se detuvo cuando vio una silueta oscura sobre ella, algo así como un espectro con una capa raída.

- Elisabeth… - la llamó Stella - ¡Elisabeth!

La joven reaccionó, sobresaltándose.

- ¿¡Qué miras!? ¡Tenemos que darnos prisa! ¡Sólo he podido prestarle los primeros auxilios!

- No, no… no era nada – respondió ella, confusa – perdóneme, habrá sido mi imaginación.

La anciana la miró, severa pero comprensiva, Elise también estaba malherida y agotada.

- Bueno, no importa – aceptó – vamos.

La joven asintió y la siguió hundiéndose en las oscuras callejuelas para emprender el camino de regreso a casa.

Publicado: 13:53 22/09/2008 · Etiquetas: · Categorías:
Ya estoy liado con el nuevo Episodio, pero mientras, como hace tiempo que no agarro la cámara y echo de menos montar figuras a saco paco, estoy preparando este pequeño recordatorio de mi creciente colección de figuras, empezando por los Myth, como no ^^

No es por nada en particular, es sencillamente que me pone nostálgico recordar como conseguí cada figura, ya que la mayoría de ellas tienen algo especial, ya sea una pequeña historia detrás, un regalo de alguien muy querido o lo que quiera que sea.

Y como ultimamente tengo algo de morriña, pues se me ha antojado sacar mi venita sentimentaloide.

Así que vamos allá.

Bronces 2ª Armadura



Andromeda 2ª Armadura: Esta me la compré española tras mucho dudar, estaba ahorrando para comprar un regalo a un muy buen amigo que me decepcionó, me pilló con los 30 € ahorrados en el bolsillo y me la eché al bote. Me gusta mucho, pero la sonrisa de tonto que se hasta Shun me echa un poco para atrás en ocasiones ^^U

Pegaso 2ª Armadura: Esta siempre me ha parecido especial, fue la primera myth diseñada y derrocha cutrerío y ganas a partes iguales, me encanta el efecto óxido de la armadura, pero a la vez el cromo de las hombreras es de baratillo. Estaba deseando pillarmela y lo dejé pasar hasta que acabé llevándome la última del Toys de Almería.

Dragon 2ª Armadura: Una con historia, esta originalmente era de mi hermana, pero tuvo que vender parte de su colección por causas de fuerza mayor y me dijo que, ya que se iba a quedar sin ella, que cogiera algunas figuras que yo no tuviera, el Dragón fue una de ellas. En cuanto a la myth en sí, matadme, pero está entre mis favoritas, será por culpa de la Vintage, pero adoro ese color "verde radioactivo", la hace realmente única.

Fenix 2ª Armadura: Mi primera myth, me costó 75 € en versión francesa y la compré tras explicarle a mi hermana que no podría comprarle su regalo de Reyes (Nunca, repito, NUNCA pidais nada a El Corte Ingles, me fallaron estrepitosamente) a lo que ella me dijo que me autoregalara yo algo con ese dinero. Siempre la he considerado un regalo suyo y la cuido con muchísimo cariño. Como figura pues... la miro con ojos de nostálgico así que no puedo emitir un juicio "decente", me encanta y parece muy afectado el efecto satinado del peto, hombreras y casco, deja esa sensación de armadura de rango menor tan propia de un caballero de Bronce; muy buena idea lo de las plumas flexibles.



Aries: Una que me costó la tira conseguir, aquí en Almería escaseó muchísimo, hasta el punto de que las tres primeras tiradas se agotaron enseguida (la mía es de la cuarta), tuve que reservarla, de hecho xd. Me encanta, la amadura es fidelísima y está cargada de detalles, además el rostro de Mu tiene ese gesto bonachón que lucía en la saga del Santuario, sufre en las hombreras, que con esa forma y el sistema de enganche que tiene pierde muchísima posabilidad a cambio de estética (los brazos apenas se puede levantar.

Tauro: Mi DIOS, por muchísimos motivos. Esta figura para empezar es HK, importada por mi hermana para regalármela (90 € se dejó en ella) por reyes. Siempre ha sido y será mi favorita. Totalmente carente de defectos. Perfecta.

Géminis: Esta tiene una historia triste detrás, puede ser la única que no abrí hasta pasados unos días de comprarla y es que la adquirí para animarme un poco tras salir del velatorio de mi abuela materna y no la monté hasta pasado su entierro. Una Myth que me encanta pero que a la vez me trae tristes recuerdos.



Cáncer: No está entre mis favoritas, pero nunca me desharía de ella, mi madre me la regaló por reyes tras darse muchos dolores de cabeza en el Alcampo, precisamente por eso me jodió que, al montarla, se le doblara demasiado el tobillo y acabara desconchando el pico inferior de la subespinillera derecha. En la foto no se nota el apaño cutre que le hice.

Virgo + Appendix: Sí, he hecho trampa, pero tras colocarle el cuello del Appendix ya no hay marcha atrás xd. La myth de mi signo que, obligatoriamente, DEBÍA poseer, la compré tras un largo periodo de espera. En cuanto al Appendix, gracias al manito Nosfe por conseguirmelo.

Libra: Una myth que hace que me duelan los hombros cada vez que la veo. La encontre en el Alcampo y al día siguiente fui a comprar una para mi hermana y otra para mí, pero ya no estaban, rebusco y las encuentro, y a la salida me cruzo con un chaval que quería saber si es que había más y resultaba que las escondió para llevarselas él ¡Intentó comprarmelas a precio de importación incluso! Durante el camino al instituto tras la compra llovió, yo iba ocupado con las figuras, las mochilas y un diminuto paraguas, finalmente se me salen levemente ambos hombros por el peso de la mochila (al salirseme el izquierdo me la pasé al derecho), me retraso para poder recuperarme y encima la profesora de historia me echa bronca. Una tarde completa xd, y una figura que adoro con locura, su caja es todo un trastero de cachivaches y montarla correctamente y posarla para que no se le caiga todo tiene su arte. Con una cabeza nueva sin más sería perfecta.



Escorpio: O como ir al Toys ilusionado y salir escaldado xd, yo iba a por un Kraken pero al final los 40 € se me fueron en este. Una completa tortura la cola del escorpión, pero impone y hasta acojona. Solo por el rostro de hijoputa se parece más a Kardia de Lost Canvas que a Milo.

Sagitario: La segunda myth procedente de mi hermana, lo reconozco, siempre se la he envidiado, me parece preciosa, pero no se la cogí por eso, sencillamente de las de oro las que no eran regalos (mios o de mi madre) ya las tenía, así que le pedí al hamijo Aioros.Una figura sublime y encima o me lo parece a mí o su armadura brilla más que la del resto.

Acuario: Autoregalo de cumpleaños y el gran quebradero de cabeza de mi hermana este año, ya que quería completarme la línea de caballeros de Oro pero no había ni Leos ni Capricornios en el Toys, y esta me la pillé 3 días antes XDDD. Buena myth, con el sistema de montaje de cinturón más puto que recuerdo.

Piscis: Otra que compré para animarme tras una catastrofe, pero esta vez tras un examen de historia que pifié miserablemente. Es pura perfección y, aunque el personaje no está entre mis favoritos, siempre abro la caja y la contemplo un poco.



Oso: La solución de una amiga común de mi hermana y mía (¡Hola Marina!) al problema de la escasez de Capris y Leos ^^U. Es una figura que me gusta pero que nunca he tenido prisa por conseguir (Abundan en los Toys), no me esperaba en absoluto recibirla así que la acogí muy bien, y de hecho me encanta; como Tauro, es perfectérrima.

Unicornio: Es mi secundario favorito, la reservé en una tienda de merchandising y dí por saco durante 2 meses hasta que la recibieron xd. El modelado de la armadura es sublime dentro de su simpleza, me encanta.

Hydra: Si oso fue la solución de la amiga de mi hermana, la Hydra fue la solución de mi hermana xD, más clavado al personaje imposible y, según iba colocándole la armadura, más sorprendido me quedaba. A este personaje hay que posarlo desgarbado, o no tiene la más mínima gracia =D

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Bien empezamos xd, con tres líneas incompletas. Pero bueno, es lo que pasas cuando dejas para el final algo que no te interesa. Ahora en Almería no hay Cisnes 2ª Armadura, no tengo pelas para comprarme un Capricornio y un Leo y Lobo y León son rarezas de coleccionista (lo que hay que ver ^^U). Afortunadamente las líneas más actuales las llevo más "al día"

Publicado: 18:34 16/09/2008 · Etiquetas: · Categorías:
Porque el crepúsculo da paso a la noche, y porque hay gente a la que el diseño anterior le hace pupa en los ojos, ahí va un cambio de diseño en colores frios.

Ya me direis que tal.

PD: Gracias a todos por vuestros animos

Publicado: 09:10 09/09/2008 · Etiquetas: · Categorías: Reflexiones de un friki :
Pues sí, aquí, recién levantado y bostezando como un hipopótamo, acaban de recordarme que hoy es 9 de Septiembre, y que a la una y veinticinco del medio día cumpliré ya 24 años.

24 años, dios mío... como pasa el tiempo...

Así recapitulando, puede que éste haya sido el año más raro de toda mi vida, y sin duda el más completo, y es que he tenido vivencias de lo más variadas, no podría mencionar ninguna ahora mismo ya que estoy medio roque salvo, tal vez, que después de mucho tiempo me he vuelto a enamorar.

Y eso es algo que me ha permitido descubrir mucho de mí mismo, ya que hasta el día que conocí a quien me ha hecho experimentar semejante sentimiento sólo me consideraba un cabrón con suerte, ahora me considero un cabrón enamorado con suerte.

No sé... el amor es algo tan hermoso... por él eres capaz de cometer las mayores locuras, arriesgarlo todo, vivir al máximo... pero sin duda es algo que hay que vivir cuando ya posees un cuerpo y mente adultos ¿Por qué? Porque cuando eres un adolescente o uno de estos tipos que se van de farra y se morrean a una cada noche no lo aprecias en realidad, el amor adolescente es como una bomba, te estalla en el corazón y luego los daños se reparan hasta no quedar ni las cicatrices (si acaso un vago recuerdo), lo otro es sencillamente ir de casilla en casilla y comer alguna fichita de vez en cuando.

Si me pidieran que recapitulara desde último 9 de septiembre sin duda resumiría todo este año en la palabra "amor"; no voy a negar que, como he dicho antes, ha sido un año lleno de experiencias, descubrir facetas que desconocía de amigos míos, vivir situaciones límite en mi familia, grandes alegrías y mayores tristezas, incluso la pérdida de un ser muy querido para mí, pero sin duda la más grande vivencia que he tenido, y que aún dura, es haberme enamorado.

Sin duda soy un año más sabio, y por ello manitos os daré un consejo de viejales: No cerreis la puerta al amor, es lo más bello y puro que jamás vivireis.

Y ahora a esperar a la tarta y los regalos, que ya hay ganas =D

Prelude of Twilight

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