Publicado: 11:38 17/07/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Bad Times in Heaven
Sólo con verlo, Simon se dio cuenta de que François Lecarde no era un tipo normal; bajito y de escasa envergadura, descubrió sin embargo gracias a Erik que rondaba los 25 años de edad y que se daba la fuerza y maña suficiente como para manejar la pesada y poderosa lanza Alucard, con la que era todo un experto. Aquel joven de cabello rubio ceniza mezclaba un aspecto serio propio de Luis y la energía e inquietud de Simon, y a pesar de su normalucha apariencia transmitía cierta sensación de seguridad, lo que para el joven Belmont era todo un alivio. Tras los saludos y presentaciones pertinentes subieron al coche, arrancando su nuevo compañero justo en el momento en que Erik, sentado en el asiento del copiloto, cerraba la puerta. - Bueno, ya habéis visto lo que hay – comentó François a los muchachos tras uno o dos minutos en silencio, serio como un ajo. - ¿A qué te refieres exactamente? – preguntó Luis en respuesta. - Vampiros más poderosos de lo común atacando a niños – replicó él Lecarde – lo creáis o no, no es un hecho aislado. De inmediato el ambiente distendido desapareció y los tres muchachos escucharon con atención a su interlocutor, cuyas palabras estaban cargadas de preocupación. - Llevamos ya dos semanas así – continuó – de repente un día me levanto y anuncian en la tele que se han encontrado los cadáveres de dos niños totalmente irreconocibles y otro más había desaparecido, esa misma noche me enfrenté a tres niños vampirizados y me crucé con varias sanguijuelas que tuve que exterminar con ayuda… ¡Nunca había pasado antes! - Dos semanas has dicho… - Erik se llevó la mano a la barbilla, hacía dos semanas que… - Más o menos hace ese tiempo se llevaron a Alicia – comentó Simon – no creo que sea una casualidad. - Sí, estoy enterado de lo de Alicia Fernández – contestó François – mis condolencias, dicho sea de paso, desde luego existe alguna relación, pero no se me ocurre cual puede ser. - Y al estar inmiscuidos los humanos, la policía también está en el ajo ¿no? – dedujo Luis. - Así es, de hecho ya es un asunto conocido a nivel nacional, ha causado auténtica conmoción. - Conmoción… ¿Por la desaparición de un niño? – preguntó Simon, extrañado. - De uno no - replicó el Lecarde – ya os he dicho que esto empezó hace dos semanas, han desaparecido sin dejar rastro un total de cinco niños, además, se han encontrado cadáveres… mi mujer y yo colaboramos con la policía en todo lo que podemos, pero todo esto nos sobrepasa, necesitamos más ayuda, y también tenemos miedo por la seguridad de nuestro propio hijo. - Si es por eso no te preocupes – dijo Erik – si Luis está de acuerdo puedes contar con nosotros, servirá de entrenamiento para Simon además. Pero Luis no estaba en eso precisamente, conocía a François Lecarde lo suficiente como para saber que para él, la idea de tener una esposa y un hijo era poco menos que una utopía. - Ey ey, espera un momento – interrumpió al Francés - ¿Has dicho MUJER e HIJO? En el rostro preocupado del chico se dibujó una tierna sonrisa. - Eso he dicho, Luis, estoy casado y tengo un niño, ha salido a su madre así que, como es natural, es precioso. El Fernández se rió abiertamente. - Tío, tío, no te ofendas pero… a ti lo de ligar nunca se te ha dado precisamente bien. - A veces no es necesario que Mahoma vaya a la montaña – contestó – y tampoco ha de ir la montaña a Mahoma, son cosas que, sencillamente, surgen. - Hace dos años no estabas casado – intervino Erik – ni tan siquiera tenías novia ¿No ha sido un poco… precipitado? - En realidad sí que tenía novia – respondió François – pero ninguno de los dos lo sabía. El pelirrojo se dio cuenta de que el rostro de su amigo se había iluminado, Simon por su parte sonreía nostálgico, ya que era una situación similar a la que había vivido con Alicia. - Cuando lleguemos la conoceréis – concluyó – aunque vosotros dos – añadió en referencia a Erik y Luis – ya sabéis quién es. Los dos compañeros se hundieron en sus sitios, pensativos, mientras François recuperaba su seriedad. - Retomando el tema – intervino Simon - ¿Se sabe si hay pistas del secuestrador? - Ni uno – respondió el francés con rapidez – por desgracia no tenemos absolutamente nada. - En Almería nos pasó algo similar – comentó Luis – pero fue más largo, durante unos meses estuvieron desapareciendo muchachas, las que llevaban más tiempo desaparecidas fueron encontradas muertas, y al resto las localizamos en el puerto. Un escalofrío recorrió el cuerpo de François. - No quiero pensar ni por instante que pueda aparecer muerto alguno de esos niños – dijo con voz temblorosa - ¿Cómo las encontrasteis? - Siempre hay algún detalle – contestó Erik – una pisada, una gota de algo, un trozo de tela… algo que permita situar al captor… - En nuestro caso fue amoniaco disuelto en agua – explicó Luis – restos del hielo que se utiliza en el puerto… típico y tópico. - Pero no todo era típico y tópico ¿verdad? – le interrumpió el Lecarde. - ¡Bingo! – Aprobó Erik – El captor era un vampiro. - Más bien varios vampiros – concretó Luis – y su líder seguro que te suena. - Sorpréndeme - Erzhabeth Barthory. François pegó tal acelerón que casi se lleva por delante al motorista que los adelantaba en aquel momento, no tardó en recuperar la velocidad normal del coche, pero él quedó visiblemente alterado. - ¿¡COMO!? ¿¡Erzhabeth… BARTHORY!? Ninguno de los tres se sorprendió por la reacción de su colega – bueno, Simon si que se asustó un poco – era algo totalmente normal, ya que Erzhabet Barthory fue derrotada años atrás, en 1917, por su antepasado Eric Lecarde, en compañía de Jonh Morris, antepasado de Rose y portador en aquel momento del Vampire Killer, y él lo tenía muy presente. - Sé que no te gusta la idea pero sí – dijo Luis – Barthory ha regresado y no es la única, Orlox también. - Barthory resucitó a Drácula en 1917 gracias al clima de muerte y destrucción creado en la primera guerra mundial – empezó a razonar François, intentando calmarse - ¿Es… es posible que busque lo mismo otra vez? - No se dan las condiciones – respondió Erik – y Drácula fue sellado por mi padre y mi tío hace 10 años, sería imposible volver a traerlo. - Aún así – intervino Simon – alguien ha tenido que resucitarlos, a ella y a Orlox, y a saber por qué motivos. - Por ahora tenemos cosas más importantes en qué pensar – interrumpió Luis con ánimos de desviar la conversación de lo que precisamente más les preocupaba a él y a Erik aparte de su hermana – Oye Fran, en Almería había una constante de jóvenes atractivas con rasgos faciales norteños y una edad entre los 15 y los 18 años, además las escenas del crimen solían ser zonas solitarias de la ciudad ¿Cuáles son las constantes aquí? François soltó una carcajada sarcástica. - No hay constante alguna, los rasgos difieren tanto que no existe ni la más mínima relación, en cuando a las escenas… no hay. Luis arqueó una ceja. - ¿Cómo? ¡Siempre hay una escena del crimen! - Los niños – replicó el Francés – desaparecían en lugares tan normales y seguros como su propia habitación o el patio del colegio, el último desapareció en un aula de informática, así que imagina. Aquel dato aturdió enormemente al Fernández, había que ser muy hábil, o bien totalmente invisible para lograr colarse en lugares así y llevarse al infante sin ser visto. - François – intervino Erik – siento discrepar, pero siempre existe una constante ¿Había alguno que fuera particularmente alto o bajo? - No - ¿Algún color de pelo en especial? ¿Rasgos faciales? - Ya os lo he dicho, ni una sóla coincidencia – respondió exasperado. - ¿Forma física? Una bombilla pareció encenderse sobre la cabeza del Lecarde, sus ojos se abrieron ampliamente y tardó unos segundos en hablar. - Si… ¡Sí que existe una coincidencia! ¡Los 5 niños eran delgados! Erik se hundió en su sitio. - Delgados… ya veo. - ¿Se te ha ocurrido algo? – le preguntó su hermano menor. - Si, sí que… pero puede que sea demasiado descabellado… o puede que no… - En nuestro caso nada es descabellado – le espetó Luis – ¡suéltalo hombre! - No, aún no, lo siento – se disculpó Erik – es sólo una conjetura… necesito más datos. - Por cierto… - intervino Luis de nuevo intentando volver al relajante ambiente distendido que tenían antes - ¿Quién ha tenido la desgracia de casarse contigo? ¡Venga hombre, dínoslo! - ¡Ya os he dicho que la conocéis! – Replicó François, cuya sonrisa denotaba el hecho de que necesitaba relajarse después de aquella estresante conversación - ¡Pensad un poco! Los tres empezaron a reír y hace bromas mientras Simon miraba a la calle por la ventanilla, en silencio, fascinado por las bulliciosas – aún de noche – calles parisinas que tanto se diferenciaban de las estrechas y tranquilas callejuelas de la pacífica Almería. Pasó un rato hasta que se dio cuenta de que la marcha aminoraba hasta detenerse delante de un edificio de más de diez plantas, de aspecto nuevo, casi como recién construido. - Aquí es – indicó el Francés a los tres muchachos – bajad del coche, voy a aparcar. Obedecieron y se subieron a la acera a esperar a François, que volvió tras unos minutos llave en mano, abriendo el portal – no sin antes dar un pequeño toque, tal vez de aviso, al 9-C – e indicándoles con la mano que entraran al portal. Éste parecía, si no lujoso, sí bastante elegante, con Mármol rosado en el suelo y hasta metro y medio de alto en las paredes, el resto de éstas estaba estucado en color blanco y el techo era liso, del mismo color, albergando en él las luces que se encendieron apenas Luis cruzó la puerta. Acto seguido tomaron el ascensor – una pequeña cabina económica de suelo recubierto de goma y puerta manual exterior e interior automática – y su anfitrión tocó al 9, a donde subieron para después seguirlo hasta la puerta C, en cuya cerradura François metió la llave en silencio, haciendo a su vez señas a sus tres compañeros para que hicieran el menor ruido posible. La puerta se abrió sin que los goznes llegaran a sonar, François entró primero y preguntó en una mezcla de grito y susurro “¿Está dormido René?”, a lo que recibió como respuesta un sonoro “¡No! Puedes pasar, cariño” con una voz que a Erik y Luis les resultó increíblemente familiar – y que nunca hubieran esperado escuchar en esa casa ni mucho menos oírla pronunciar la palabra “cariño” Los tres jóvenes entraron al pasillo junto con François que, ésta vez, sí, saludó con un sonoro “¡Ya estoy aquí!”, que obtuvo la respuesta de unos pasos que anunciaron la aparición de una figura femenina, más alta incluso que Luis, de fuerte presencia, vestida con una sencilla camiseta larga de andar por casa y un brillante cabello lacio negro con un mechón cano coronando el joven rostro de la muchacha que hacía acto de presencia ante ellos. Simon se impresionó por la enorme fuerza que despedía aquella mujer, dejando en él una sensación similar a la que daba Adela Fernández, Erik y Luis por su parte no salían de su asombro, y miraban alternativamente a uno y otra hasta que finalmente parecieron asimilarlo, y abrieron la boca para pronunciar unas escasas y entrecortadas palabras. - ¡La hostia! – Exclamó el Fernández - ¡Pero si tú eres…! - No puede ser… - murmuró el Belmont – la cazarrecompensas… - ¡¡¡ELIZABETH KISCHINE!!! – Gritaron ambos compañeros a la vez, estupefactos. - Ya os dije – espetó François a ambos con una amplia sonrisa de oreja a oreja - que la conocíais 0 comentarios :: Enlace permanente
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