Prelude of Twilight

Publicado: 11:57 11/05/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Violent poem of Sabbath

Los dos hechiceros dejaron salir su poder mágico por encima de su aura, uno frente a otro, con sus energías colisionando violentamente, con odio.

El resultado de éste etéreo choque se dejaba ver a simple vista, potentes resplandores iluminaban el agresivo rostro de ambos contendientes que, estáticos, esperaban el momento oportuno para pasar al ataque.

Dicho momento llegó cuando, en una de las colisiones, la mesa de caoba reventó convirtiéndose en un montón de astillas que se esparció por toda la sala, en ese mismo instante ambos, padre e hijo, alzaron su brazo izquierdo con rapidez, apuntándose mutuamente, y salieron volando, víctima cada uno del respectivo conjuro de rechazo del otro, hacia los extremos opuestos de la habitación.

Los dos cayeron de pie, guardando el equilibrio, pero Juanjo, determinado a derrotar a su progenitor, reaccionó con rapidez, y apenas había puesto los pies en el suelo cuando sus manos ya refulgían con un intenso fulgor naranja, echó a correr hacia Malaquías, que lo esperaba de pie, y a medio camino levantó ambos brazos, haciendo un movimiento en arco con ellos y tocando el suelo con las manos, generando así una intensa llamarada que, a ras de suelo, embistió al Belnades, que la recibió sin inmutarse, haciendo que ésta se dividiera en dos y se disolviera en el aire con un solo gesto de su mano.

Esto no amedrentó al Fernández, que con la misma celeridad volvió a apuntar de nuevo a su padre, ésta vez con su brazo derecho, y le lanzó una intensa ventisca helada acompañada de afilados cristales de hielo, Malaquías la detuvo con una sóla mano, invirtiendo la corriente con sólo un gesto, obligando a su hijo a crear delante suya una llama para protegerse del envite de su propio ataque.

Tras disolver el fuego, Juanjo se quedó mirando a su padre; era bueno, mejor de lo que lo recordaba incluso, no había sentido ni un atisbo de magia en los pocos gestos que había hecho para anular sus conjuros.

Empezó a preguntarse qué tipo de defensa era esa y cómo podía superarla, pero no pudo pensar demasiado, ya que se dio cuenta de que su oponente, que permanecía con el brazo extendido, empezó a apretar la mano con fuerza y a girarla lentamente.

Conocía ese movimiento, y sabía lo que debía hacer.

Rápidamente concentró una buena cantidad de magia en su mano y la transformó en energía pura, tras lo cual la clavó en el suelo, anclándose a él mientras sentía que algo detrás suya intentaba absorberlo.

Echó un vistazo atrás mientras en su mano libre preparaba un nuevo conjuro, a su espalda se alzaba un vórtice casi de su misma altura, girando frenéticamente en un intento de atraerlo hacia sí, estando ahora completamente seguro de cual era el paso a seguir, cerró los ojos mientras recitaba un aria, desenganchándose del suelo al terminar y apuntando con su brazo derecho a aquel agujero negro, que brilló un segundo antes de desaparecer en la nada, se dio la vuelta para contraatacar, pero antes de poder hacer nada un vendaval lo levantó del suelo, estrellándolo contra el techo para después caer bajo el peso de una gravedad excesiva.

Intentó levantarse, pero su cuerpo de repente pesaba demasiado.

Entonces Malaquías habló.

- Te defiendes bien – comentó – no has estado dormido estos 25 años… aunque sigues estando lejos de poder hacerme siquiera un rasguño.

Desde su posición, aplastado contra el suelo, el Fernández miró a su padre; el Anciano mantenía su brazo extendido, con la palma de la mano hacia abajo.

- Me sorprende que hayas pensado siquiera por un momento que puedas vencerme – continuó – voy a mostrarte lo absurdo de tus intenciones.

Empezó a mover rápidamente los dedos, de repente, unos hilos invisibles se engancharon al cuerpo de Juanjo, a cada una de sus extremidades, y éste sintió como ni el más mínimo músculo le obedecía.

Malaquías empezó a levantar el brazo, elevando el cuerpo de su hijo en el aire.

- Que… ¿Qué es esto? – preguntó.

- Esto, Juan José, es el hechizo de marionetista… Curioso ¿No crees? – El anciano sonrió con malicia – mientras estés sujeto a esos hijos invisibles estarás bajo mi merced.

Entonces movió ligeramente un dedo, levantando el brazo del Fernández, y empezó a hacer gestos bruscos, hasta que el antebrazo izquierdo del hombre se retorció sobre el codo, provocándole un terrible dolor que lo hizo gritar.

- Podría romperte el cuello aquí mismo, pero creo que me voy a divertir un poco más.

Empezó a mover grotescamente el cuerpo de su hijo, forzando las articulaciones en posturas imposibles, haciendo crujir sus huesos, llevándolo al límite del dolor.

- Es un método de tortura bastante sofisticado – comentó como si tal cosa – ojalá lo hubiera conocido hace unos años para usarlo con Adela María… no me gusta que la sangre manche la moqueta de mi despacho.

Mientras le hablaba, Juanjo hacía esfuerzos para no escucharle, centrándose más en buscar una forma de romper aquellos hilos etéreos, pero tras unos cuantos intentos infructuosos decidió dejarlo, por el contrario, observó que aún podía moldear su energía mágica.

De modo que, mientras era sometido a más contorsiones, localizó los hilos principales y concentró su poder en esos puntos, convirtiéndolo, una vez estuvo perfectamente preparado, al elemento eléctrico.

- ¿Quieres que probemos los límites de tu columna vertebral? – preguntó Malaquías deteniéndose un momento.

- ¿Y qué tal si comprobamos tu resistencia a las quemaduras por descarga eléctrica?

Juanjo liberó la magia concentrada en aquellos puntos, haciendo que la electricidad usara los hilos como cable conductor, propinando a su padre un buen rampazo que lo tiró al suelo, interrumpiendo así el hechizo.

Ya libre de sus ataduras, el Fernández cayó al suelo, jadeando de dolor, y se llevó la mano al codo izquierdo, palpándolo para comprobar el estado de la articulación.

“No se ha dislocado – pensó – ¡Bien!”

Acto seguido padre e hijo se levantaron a la vez y Malaquías, sin dar tiempo a Juanjo a reaccionar, liberó una inmensa bola de algo parecido a humo, que lo golpeó de lleno; el impacto no lo hizo caer, pero se sintió como si le hubieran dado una paliza, rápidamente contraatacó describiendo en el aire un pentagrama con el dedo índice, recitó un aria con inusitada rapidez y frente a él, apuntando a su padre, aparecieron seis grandes estacas de hielo, que lanzó con un gesto, pero su padre las detuvo, desviándolas hacia la pared, donde se hicieron añicos.

Inmediatamente después, el anciano utilizó el mismo hechizo cortante que, 24 años atrás, había usado contra Adela, hiriéndolo en el abdomen y el tórax y, de nuevo, le lanzó el conjuro de rechazo que ambos habían usado al inicio del combate, estampándolo contra la pared.

De nuevo, Juanjo cayó al suelo, pero se levantó, vio a su padre comenzar de nuevo el afilado conjuro contra él y, en defensa, alzó el brazo, levantando un escudo lumínico que se hizo añicos con el golpe, pero que evitó sufriera el más mínimo daño.

“¡Así que vamos con esas! – se dijo - ¡Si quieres daño físico lo tendrás!”

Inmediatamente expandió por todo su cuerpo un gran cantidad de magia y, al igual que hizo anteriormente, la transformó en energía, dándose un extra de fuerza de velocidad, tras lo que se lanzó hacia el viejo.

- ¡ME TOCA! – gritó mientras embestía.

Malaquías apuntó entonces a las dos armaduras que reposaban en el despacho, éstas cobraron vida y se lanzaron a por el Fernández, pero éste se las quitó de encima en dos o tres puñetazos y continuó directo hacia su padre, que esquivó dos de los cuatro golpes que su hijo le lanzó, y contraatacó con una llamarada que Juanjo no pudo evitar, viéndose obligado a retroceder de un salto, con algunas zonas de su cuerpo, que no le dio tiempo a proteger creando una fina barrera sobre su piel, quemadas.

Rápidamente, a modo de contraataque, alzó su brazo derecho, invocando un Tetra Spirit que impactó de lleno en su padre, pero Malaquías respondió con el mismo movimiento, lo que Juanjo no esperaba es que no fueron cuatro las almas que le envió, si no diez, traspasando su cuerpo todas y cada una de ellas repetidas veces hasta que, con su cuerpo invadido por el frío aliento de la muerte y vencido por el dolor, cayó al suelo.

Se levantó con extrema dificultad, debilitado por los continuos ataques y el lacerante dolor, estaba dispuesto a llegar hasta el final. Echó a correr hacia Malaquías, pero antes de que pudiera dar siquiera un paso, una barrera invisible lo detuvo, y sintió algo extraño en lo pies.

Inmediatamente miró a ver que era, y se sorprendió al ver que se había creado una pequeño charco de agua que crecía en profundidad, llenando un espacio inexistente; tocó a su alrededor con sus manos, sólo para encontrarse con que estaba dentro de un prisma invisible que se llenaba lentamente de aquel líquido que salía de la nada.

Intentó liberarse golpeando las paredes e, incluso, convocando hechizos explosivos que le estallaron en las manos; tras minutos de infructuosos intentos, su padre soltó una sonora carcajada.

- ¡Mírate! – Exclamó - ¡Mira en lo que te ves por haber tomado la decisión equivocada!

Juanjo apretó los dientes y continuó intentando liberarse sin éxito.

¿Decisión equivocada? ¡Jamás!

Había disfrutado de una vida feliz con Adela y con sus hijos, una vida que no cambiaría por nada.

- ¡Abre esto y te enseñaré lo que es una decisión equivocada, bastardo! – Le desafió con el agua ya a la altura de los hombros - ¡Juega limpio!

- ¿Limpio? – Preguntó su padre en respuesta – ¡La magia no es juego limpio! Puedes hacer cualquier cosa con ella, desde sanar a matar de la forma más dolorosa y desagradable posible… tu camino es el mismo que el mío, Juan José, otra cosa es que decidas decantarte por la peor opción.

- ¡YO LUCHO CON HONOR!

- Eso no existe – replicó Malaquías con una sonrisa mientras el nivel del agua se aceleraba.

Juanjo pudo tomar aire justo antes de que el recipiente se llenara por completo, pensó que la cosa acabaría ahí pero no, ya que sintió que una enorme presión atenazaba su cuerpo.

Desesperadamente volvió a intentar romper la invisible prisión mientras sentía sus órganos comprimirse, su cuerpo entumecerse y su cabeza doler de un modo horrible, sin embargo, cualquier intento tenía el mismo resultado.

Entonces recuperó la serenidad; su padre lo contemplaba desde fuera, mirándolo con altivez, seguro de su victoria.

Subestimaba en demasía a su hijo.

El Fernández llevó la mano a la pared el recipiente, la analizó, no era energética si no sólida, había sido conjurada.

Luego, era rompible.

Tensó con fuerza sus manos, no intentaría quebrar el cristal del mismo modo que antes, había sido algo estúpido, una pérdida de tiempo y energías. Usaría el agua para liberarse.

Voluntariamente hizo aumentar la presión en el interior del recipiente al tiempo que, usando su mente para no malgastar poder mágico, hacía girar el agua en un torbellino.

Las paredes no se agrietaban, si bien las sentía crujir.

Aumentó aún más la presión y la fuerza del torbellino mientras se sentía perder fuerzas y aire, y su cabeza parecía a punto de estallar, entonces, las paredes empezaron a resquebrajarse visiblemente.

Apenas necesito aumentar un poco más la intensidad para hacerlo estallar, pero no dejó que el agua se desparramara, si no que creó un pequeño centro de gravedad en sus puños y la atrajo hacia sí.

Ahora le tocaba contraatacar.

Reparó en que su padre recitaba un aria a una velocidad casi inaudible, no dispuesto a dejarle terminar, liberó el agua en forma de chorros que congelaba en el aire, creando multitud de agujas de hielo, las cuales impactaron en su mayoría en el anciano, que acabó derritiéndolas haciendo salir fuego de sus poros, acto seguido ambos pusieron sus palmas en el suelo con el mismo movimiento y, junto a un leve temblor de tierra, hicieron emerger de él gruesas raíces  que chocaron entre sí para después arder; en aquel momento Juanjo encontró un hueco para atacar libremente, invocando dos pequeños cuervos azules que se lanzaron como flechas hacia el anciano, al que traspasaron sin provocar ningún daño.

Entonces el hombre reparó en que no había uno si no varios Malaquías rodeándole.

Sonrió.

Aquello no iba a detenerle.

Mezcló y moldeó en sus manos magia y energía, conteniéndolas en una bola de luz que cambiaba de color mientras aumentaba de tamaño, pasando de verde a azul y, de ahí a violenta, para acabar brillando en un rojo intenso.

- ¡Aquí tienes! – Exclamó al aire - ¡La especialidad de los Fernández!

Liberó el inmenso orbe que se dividió en dos y atacó, una por una, a todas las imágenes del viejo, que desaparecían cuando eran alcanzadas, hasta golpear y explotar en un espacio aparentemente vacío, donde Malaquías apareció tras la deflagración.

Aquello se alargaba, se miraron desafiantes y, al mismo tiempo, empezaron a recitar el aria más larga y difícil que ambos conocían, el conjuro definitivo de los Belnades.

Al terminar ambos lanzaron ambos brazos hacia delante, mientras una intensa luz oscura brillaba en sus manos.

- ¡¡¡ARTEMA!!! – gritaron al mismo tiempo.

La luz se liberó en forma de un oscuro chorro a presión que colisionó contra el del adversario, el choque de ambos conjuros fue tremendo, y una potentísima onda expansiva casi los derriba a ambos, que quedaron sorprendidos al ver que sus ataques habían quedado justo en un punto medio en el espacio entre los dos, en forma de una bola oscura altamente inestable.

Ahora la lucha se desvió a intentar enviar aquella suerte de bomba al adversario, usando el conjuro de rechazo ambos empezaron a luchar, empujando desde la distancia, con cada átomo de su cuerpo puesto aquel último duelo.

Sin embargo, las fuerzas de Juanjo no tardaron en fallar, agotado en comparación con su padre, que era mucho más resistente y experto que él, empezó a ceder y la bola, con ambos conjuros latentes, comenzó a acercársele, lenta pero inexorablemente.

En vano, hizo un último esfuerzo, consiguiendo retener su avance un par de minutos antes de que sus fuerzas fallaran definitivamente y bajara los brazos de puro agotamiento.

Se veía vencido, muerto, pero entonces se le ocurrió una locura.

Cerró ambos puños y, al igual que había hecho con el agua minutos antes, creó en ellos un centro de gravedad, ésta vez mucho más potente, y se concentró en la bomba con las dos artemas, empezando a atraer lentamente ambos conjuros hacia sus manos.

- ¡Imbécil! –Le espetó Malaquías – ¿¡Tan desesperado estás que quieres suicidarte!?

Juanjo no le hizo caso y continuó concentrándose, ya casi había dominado la mitad de la energía cuando la cicatriz de su brazo izquierdo, donde años atrás se encontraba el clavel de los Belnades, reventó, y algunas de sus heridas antiguas se abrieron también a causa de la presión.

Pero aquello no le hizo rendirse, alcanzó el puntó máximo de concentración y, al límite de sus fuerzas, con su propio cuerpo a punto de estallar, logró contener las dos Artemas en sus manos, para sorpresa de su padre que, debilitado por la ejecución del hechizo, no parecía poder defenderse.

Entonces el hombre decidió atacar, liberando ambos conjuros en forma de un rayo oscuro concentrado, lo lanzó a su progenitor, produciéndose una tremenda deflagración en medio de aquella opaca luz negra que cubrió a ambos.

Después de aquello hubo un momento de confusión y, cuando la luz y el polvo se disiparon, Malaquías apareció tumbado y su hijo de pie, frente a él, apuntándole con una sola mano de la cual emergía una especie de hoja de espada luminosa.

- Se acabó – concluyó Juanjo con frialdad.

Acercó la punta de la hoja al cuello de su padre, que alzó la cabeza con los dientes apretados.

- Ya tienes lo que querías – le dijo – ¡acaba conmigo de una vez!

Hubo un momento de duda, cuando, para sorpresa del anciano, Juanjo guardó la hoja, haciéndola desaparecer en el aire.

- ¿No vas a…?

- Matarte sería cruel – contestó el hijo – e innecesario, lo que yo quiero es que sufras por todo lo que te queda de vida.

El anciano se rió.

- ¿Y cómo vas a hacer eso?

- Ya lo he hecho – respondió Juanjo – has sido derrotado por aquel a quien expulsaste y declaraste indigno del apellido Belnades, usando métodos justos en un combate limpio, sin trampa alguna… He acabado con la leyenda del invencible Malaquías Belnades, y además…

Apuntó con la palma abierta hacia su padre, ésta emitió un brillo blanco por unos momentos y las heridas del anciano se curaron al instante.

- …Te he perdonado la vida y devuelto las fuerzas

Malaquías apretó los puños con rabia, se notaba que lo conocía demasiado bien.

Aquello era un insulto.

Tras mirarlo durante unos segundos con gesto indiferente, Juanjo se dio la vuelta y echó a andar a la puerta de salida del despacho.

- Ahora tienes dos opciones – le dijo, deteniéndose en el umbral – puedes levantarte y volver a atacarme aprovechando mi estado, o bien admitir tu derrota y aprender lo que significa la humildad – esperó unos momentos, expectante a la reacción de su padre – Nos veremos mañana.

Dicho esto, se adentró en el pasillo, agotado, y cruzó la antesala y el siguiente corredor hasta llegar a las escaleras por las cuales se accedía al restaurante; una vez allí, observó que, tras la puerta de cristal, dos figuras esperaban, intranquilas.

No tardó mucho en reconocerlas, eran Adela y Luis.

Arribó a la puerta del restaurante y la abrió, alertando así a su esposa y a su hijo que, alarmados, corrieron hacia él.

- ¡Hola! – saludó con una sonrisa.

- ¡Dios, papá! – Exclamó Luis - ¿¡Pero qué demonios hacías aquí!? ¡Estás hecho mierda!

- ¿¡En qué estabas pensando!? – Le espetó ella - ¡Nos tenías preocupados! - Adela lo abrazó con fuerza y después lo miró de arriba abajo - ¡No vuelvas a cometer una locura como ésta!

- Bueno – respondió él – sigo vivo… ¿Cómo sabíais donde estaba?

- Salí a dar una vuelta – explicó Luis – y te vi… quise entrar, pero la puerta estaba bloqueada por una barrera.

- Sí – admitió el hombre – la levanté yo al entrar, por si se daba el caso de que me seguía alguno… esto era un asunto personal – miró a su esposa que, preocupada, revisaba sus heridas y quemaduras - ¿Y tú?

- Me desperté y… no estabas, temía que hubieras venido a…

- ¿Le has derrotado? – preguntó Luis con curiosidad.

Juanjo asintió, abrió la boca para hablar, pero en ese momento palideció y se arqueó, vomitando una buena cantidad de sangre, asustándolos a ambos, al mismo tiempo, sus heridas empezaron a sangrar abundantemente, y cayó al suelo.

- ¡Dios! ¡¡¡Dios!!! – Gritó Adela mientras se inclinaba sobre él - ¡Cariño! ¿Estás bien? – Empezó a deslizar la mano por el torso de su marido, deteniéndose en la posición de cada órgano – ¡Los daños internos son gravísimos! – exclamó con lágrimas en los ojos.

- Ya sabía yo que tanta presión no podía ser buena – bromeó él con un hilo de voz antes de perder la consciencia.

Adela lo cogió a hombros y echó a correr hacia el hotel, seguida de su hijo.

Rezando para que el precio que Juanjo había pagado por lavar su honor no fuera demasiado elevado.
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Comentarios: (del primero al último)
16:57 11/05/2007
Buenas.

Sorry por ponerte esto por aqui, no encontraba tu mail en ningun sitio, borra el coment luego si queres.

Te dejo mi mail por si quieres agregarme, me gustaria hablar contigo (nada de malos rollos).

HidekiRevenG@hotmail.com
17:15 11/05/2007
Luego te agrego aunque no sé si me conectaré (Exámenes POWA T-T)
23:29 12/05/2007
Plas, Plas Osaka. Me has sorprendido.
No me imagine que una batalla asi pueda expresarse tan bien en una novela. Genial
22:52 13/05/2007
Un día de estos vas a conseguir que me sonroje xD
17:15 16/05/2007
Sin Palabras!!! :O
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