Publicado: 12:44 28/10/2007 · Etiquetas: · Categorías: Otras obras
- No nos dejas alternativa, definitivamente - concluyó Camus.
- ¡Vamos! ¡Los tres a por él! - Animó Shura alzando su mano a la altura del pecho. - No - les interrumpió Saga enseguida - seremos siervos de Hades, pero seguimos teniendo nuestro honor de caballeros, mi duelo con Aldebarán no ha terminado, manteneos al margen y cruzad el templo apenas tengáis la oportunidad. El caballero de Tauro se adelantó unos pasos, y con su cosmos formó una sólida barrera a sus espaldas, bloqueando la puerta. - Entonces - se dirigió a la mole dorada - ¿Estás listo para embarcarte en tu viaje hacia el Hades, Aldebarán? - Tal vez seas tú el que obtenga ese viaje, Saga - respondió el caballero de oro - sólo que ésta vez no volverás. La intensidad del cosmos de los dos contendientes estaba al máximo, para sorpresa de los tres espectros, Tauro descruzó los brazos. Pensaba luchar en serio, hasta el final. Géminis reaccionó enseguida, apuntó con su mano a su adversario y proyectó un chorro de energía cosmica que Aldebarán contuvo y desvió con su mano antes de contraatacar de la misma forma. Saga esquivó el contraataque de su adversario y se acercó a él lo suficiente como para iniciar una escaramuza cuerpo a cuerpo, esquivó dos puñetazos del caballero de Tauro y le propinó un gancho, a lo que éste respondió con un potente cabezazo que desequilibró al espectro, convirtiéndolo en un blanco fácil para las múltiples palmetadas con las que Aldebarán lo golpeó. El espectro no tardó mucho en recuperarse, saltó y pateó la cabeza de su enorme adversario con una patada en vuelta para, al caer, atizarle un puñetazo en el abdomen ante el que apenas se inmutó, recibiendo como respuesta un potente Great Horn de lleno. Saga se estabilizó tras volar unos metros y cayó de pie, mirando a su adversario. - Era verdad lo que dicen de él - murmuró para sí mismo - es un muro infranqueable. - ¿Te has dado cuenta ya? - preguntó Aldebarán desde su posición - jamás podréis traspasar la puerta que está a mis espaldas mientras siga con vida, y puedo asegurarte - alzó los brazos en la pose de las astas del toro - ¡Que no tengo la mínima intención de morir! Avivó la llama de su cosmos una vez más, tras el se podía distinguir el aura de su constelación, un búfalo dorado que amenazaba con aplastar a los tres espectros. Sin embargo, Saga no se intimidó, y elevó su cosmos hasta el punto máximo, intentando ahogar el de Aldebarán. - Antes has dicho que nos permitirías el paso aunque te desintegrásemos en millones de partículas ¿no es así? - preguntó el espectro de Géminis - bien... ¡pues me aseguraré de calcinar hasta el último átomo de tu cuerpo! Saga unió sus manos en un brusco gesto y las separó, entre ellas flotaba un pequeña bola luminosa. - ¡Aldebarán! - llamó al caballero de oro - ¡Esta es la última oportunidad que te doy para abrirnos el camino hacia templo de Géminis, de lo contrario... te convertirás en polvo cósmico entre las llamas de una explosión galáctica! El caballero de Tauro apretó los dientes, conocía bien la mortal técnica de Saga, había sentido su fragor al final de la batalla del santuario, cuando la usaba contra los caballeros de Bronce. Sabía que sus posibilidades eran mínimas, de modo que se relajó, aún sin detener el ardor de su energía cosmica, lo que desconcertó a los espectros. Lentamente se llevó la mano al cuello, al interior de la coraza, y de ella sacó la flor que le regaló aquella muchacha. Shura y Camus se pusieron en guardia durante un segundo, pero en seguida se unieron a la sorpresa de su compañero Saga. - U... ¿una flor? - preguntó Camus, estupefacto. Aldebarán estaba ahí, de pie, sonriendo con dulzura y contemplandola, disfrutando de cada segundo, ignorando la presencia de sus adversarios. Regalándose a sí mismo un último momento de serenidad, una última ensoñación. - Así que - pensó Saga - es eso lo que te da fuerzas, Aldebarán... esa es tu razón para vivir... Pero de repente volvió a la realidad, alzó la mano y guardó la violeta en el guantelete de su armadura, debajo del nudillo de su dedo corazón, y miró de nuevo a su adversario. - ¿Te has despedido ya? - preguntó Saga. Aldebarán sonrió. - Tal vez - respondió - no sabré si era o no una despedida hasta que uno de los dos abandone este mundo. El espectro de Géminis concentró su cosmos entre sus manos, la luminiscencia crecía, y en su interior parecía encontrarse un diminuto universo. Tauro, por su parte, volvió a adoptar la posición del asta del toro. - Está loco - comentó Shura - ¿no pretenderá contrarrestar la técnica de Saga con su Great horn? - Todos sabemos que el Galaxian Explosion es una de las técnicas más poderosas de la orden - corroboró Camus - lo que Aldebarán intenta es una locura. - ¡Necios! - replicó éste - ¿Y quien os ha dicho que piense usar mi Great Horn? ¡Tengo más de un as en la manga! - ¿¡Cómo!? - exclamaron los dos a la vez. - Pues si vas a usarlo será mejor que te des prisa - advirtió Saga, que ya se preparaba para liberar la energía que ahora contenía en su mano derecha - ¡¡¡GALAXIAN EXPLOSION!!! Aldebarán flexionó los brazos y, en una millonésima de segundo, concentró el ellos todo su cosmos. - ¡¡¡OUGON STAMPEDE!!! Las dos técnicas chocaron con gran violencia, la estructura del templo del toro dorado tembló, las columnas se resquebrajaron, las baldosas del suelo se levantaban para acto seguido, hacerse añicos al entrar en contacto con cualquiera de las dos técnicas. El Santuario temblaba. Aioria salió a la puerta del templo del León y contempló horrorizado el choque de fuerzas que se producía en la casa de Tauro, aquellos dos cosmos que chocaban violentamente parecían a punto de destruir, como mínimo, los templos colindantes. - ¡Aioria! La voz de Milo resonaba llamándolo desde el templo del Escorpión, él tampoco podía creer lo que estaba sucediendo. - ¡El templo del Toro Dorado parece a punto a derrumbarse! - comentó al caballero de Escorpio desde la lejanía - ¡Hay que hacer algo, tenemos que bajar a ayudar a Aldebarán! Milo de Escorpio asintió con la cabeza y se encaminó al descenso de los templos con un "¡Voy!" - Esperad... Los dos se detuvieron, la voz de Shaka de Virgo retumbaba en sus cabezas. - ¡Shaka! - exclamó Aioria - ¿Qué quieres, caballero de Virgo? - preguntó Milo cordialmente. - Recordad las órdenes - indicó a sus dos compañeros - el viejo maestro nos ha indicado que no nos movamos de nuestras posiciones, y así debe ser. - ¿¡Te has vuelto loco!? - exclamó iracundo Aioria - ¡Tú también estás sintiendo lo que sucede en el templo de Tauro! ¡Tenemos que bajar y ayudar a Aldebarán! - Tiene razón - lo apoyó Milo - Shaka, sabes que no podemos quedarnos con los brazos cruzados. El caballero de Virgo guardó silencio, parecía dudar. - Siento más energías cósmicas extrañas en el santuario aparte de las de los tres hombres que se baten con Aldebarán, ya han sobrepasado su templo, debemos guardar nuestra posición - ordenó tajante. Milo cerró los ojos y, resignado, volvió a la entrada del templo del Escorpión. Mientras, por su parte, Aioria contemplaba impotente como, en el choque de energías, uno de los contendientes empezaba a ceder. En el templo del Toro Dorado la lucha entre Saga y Aldebarán empezaba a decidirse, el ex-caballero de Géminis poseía una energía cósmica manifiéstamente mayor que la de Tauro, y su Galaxian Explosion comenzaba a ganar terreno al Ougon Stampede de Aldebarán. Saga empezaba arrepentirse, quería parar, pero ya era demasiado tarde. El desequilibrio de fuerzas era excesivo, la terrible explosión casi había alcanzado ya al caballero de oro, pero aún así, éste no se rendía, y continuaba vaciándose de energía intentando contrarrestarla. Un pensamiento vino a su mente mientras, finalmente, el Galaxian Explosion de Saga lo envolvía. - Al menos... me hubiera gustado conocer su nombre - dijo tímidamente con una sonrisa. Entonces el fulgor inundó el templo de Tauro, la explosión sacudió definitivamente el santuario, los doce templos temblaron. Atenea se levantó alarmada de su camastro a los pies de la estatua erigida en su honor desde tiempos inmemoriales. Cuando la luz se disipó, todo lo que quedaba del interior del templo del Toro Dorado eran ruinas, y una espesa nube de polvo lo cubría todo. - No queda... ni rastro de él - observó Shura. - Ha recibido el impacto de su técnica y la de Saga, ni siquiera una armadura de oro podría resistir eso - dedujo Camus. Saga no dijo nada, sencillamente se adelantó, encaminándose hacia la salida del templo. Entonces los espectros de Capricornio y Acuario vieron algo que les heló la sangre. - ¡SAGA, ATRÁS! - gritaron a la vez. Según el polvo se asentaba y caía sobre el desnudo suelo, revelaba a Aldebarán, imponente, con los brazos alzados, aún en posición de ataque. - Sigue... sigue vivo... - murmuró Shura casi sin voz. - Maldita sea ¡Acabemos con ésto de una vez! - exclamó Camus mientras alzaba sus brazos en la pose del Aurora Execution. - ¡Espera! - le ordenó Saga con voz quebrada - No merece la pena... - ¿Cómo? - respondió Acuario bajando los brazos. - Aldebarán de Tauro... ha muerto - sentenció el espectro de Géminis con lágrimas en los ojos. Para corroborarlo, Shura y Camus se acercaron a la posición de su compañero. En efecto, ningún signo vital se desprendía de aquel enorme cuerpo, los latidos de su corazón se habían detenido, su respiración, silenciada, su cosmos, apagado. Y aún así seguía en pie, haciendo honor a su palabra, defendiendo su templo aún después de muerto. Las lágrimas afloraron también en los ojos de Shura de Capricornio y Camus de Acuario, conmovidos por la voluntad de acero del finado caballero. - Ha cumplido su promesa - comentó Camus. - Ha llegado más allá del final... protegiendo su templo aún después de la muerte - Shura tenía los puños apretados y hablaba entre dientes, intentando contener el llanto, su pesar era muy grande - es realmente digno de admiración. Los dos espectros se quitaron la diadema y la colocaron sobre sus corazones a modo de homenaje, mientras contemplaban solemnes el cuerpo aún erguido de Aldebarán. Mientras, en el templo de Aries, el viejo Dohko ocultaba sus lágrimas bajo la sobra de su sombrero de paja y Mu miraba horrorizado al destrozado templo, intentando detectar en vano algún rastro del cosmos de su amigo. - Aldebarán... lo siento - murmuró Shion conteniendo las lágrimas. Más arriba, Aioria descargaba su rabia contra las columnas del templo del león, llorando abiertamente. Milo se disponía a ascender las casas restantes, a comunicar la trágica noticia a Atenea. Shaka abandonaba su meditación y lloraba en silencio, preguntándose si no habría sido mejor desobedecer por una vez las órdenes del viejo maestro. Y a los pies del santuario, en la aldea de Rodrío, una muchacha lloraba desconsolada, contemplando impotente como se apagaba la más brillante estrella de la constelación de Tauro, Aldebarán. 1 comentarios :: Enlace permanente
Comentarios: (del primero al último) 18:13 28/10/2007
¡es muy bueno! la verdad me has hecho derramar una lagrimilla (será que estoy sensible XD). aunque apenas voy a leer los otros capitulos que has escrito jejeje lo voy a hacer por que me has dejado picado. Saludos. Participa con tu Comentario:
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