Publicado: 13:13 26/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Heritage
Una vez recuperados del combate con Arikado, los tres cazadores se encaminaron a la armería, tal y como era su intención. Durante el camino, Erik les explicó la misión que Rose le había encomendado, contándoles también quien era su objetivo, pero callándose sus inquietudes. - Ya veo – comentó Luis mientras abría la puerta del hall que comunicaba con la escaleras que bajaban a la armería – había oído hablar de todo esto, sí… pero no imaginaba que fuera tan gordo como para volver a encomendarte una misión de ese estilo. Erik torció el gesto. - Créeme, no me hace ninguna gracia este asunto, hay algo que no me cuadra. Continuaron comentando el asunto mientras descendían, al llegar abajo, un gran sótano excavado en la roca con decenas de armas sujetas ordenadamente en la pared y una única puerta en una de las paredes laterales, se dieron cuenta de que Simon, que no había dicho una palabra desde que empezaron a moverse de nuevo, permanecía cabizbajo; preocupado, Erik le preguntó si le pasaba algo. - Nada, es sólo que… - el muchacho negó con la cabeza - ¿Cómo demonios no pude ver su técnica? – Dio un puñetazo lleno de rabia a la pared del rellano de la escalera - ¡Ni siquiera pude acercarme a él! ¡Mierda! Los dos compañeros lo comprendieron enseguida, Simon se sentía dolido, humillado por el resultado de su encuentro con Genya Arikado, comprensivamente, su hermano le puso la mano en el hombro. - Tranquilízate – le sugirió – yo tampoco pude verlo, de no ser por Luis habría acabado igual que tú. - ¡Ya! – Replicó el chico – ¿Pero por qué? ¿Cómo es que no hemos podido verlo? - Porque el Tetra Spirit no es un conjuro común, – respondió Luis enseguida – es una invocación, se requiere una gran sensibilidad espiritual para poder verlo. - ¿Una invocación? – preguntó el pelirrojo intrigado. - Así es – confirmó – consiste en invocar cuatro espíritus neutros del limbo – se llevó la mano a la barbilla, pensativo – y usarlos para atacar a tu adversario… es un conjuro nigromante, se supone que está prohibido por la iglesia… uno de sus agentes no debería conocerlo, y menos alguien de la importancia de Genya Arikado. - ¿Y cómo podríamos arreglar eso? – Preguntó Simon - ¿Cómo podríamos ver esos espíritus? - Desarrollando vuestra sensibilidad – respondió Luis, tajante – me parece que voy a tener que entrenaros en eso durante el viaje… - echó la vista al sótano, donde reposaba el armamento – aunque ahora hay otra cosa que me preocupa más. Tras las palabras del Fernández, se adentraron en la sala, había armas de todo tipo y naturaleza, Luis se encaminó enseguida hacia un soporte con varias katanas, su espada favorita con diferencia. - ¿Y qué es eso que te preocupa? – preguntó Erik con curiosidad mientras sacaba un manojo de llaves de su bolsillo. - Las palabras de Arikado… - cogió una de las espadas japonesas y la desenvainó, observando su filo con detenimiento – parecía muy interesado en que no fuéramos… preocupado diría yo. - ¿Preocupado? – Preguntó Simon con sorna mientras echaba un vistazo a las espadas pequeñas – yo diría que no le hacía maldita gracia. - No, lo conozco desde hace tiempo… él es así, muy frío. - Se puede ser frío – intervino Erik, que se acercaba a la puerta con una de las llaves empuñadas – pero no hiriente. - Bueno, eso sí es verdad – aceptó Luis – se ha colado, de todas formas el sabe cosas que nosotros no ¿recordáis? Rose dijo que tenía que darle una información importante. Erik introdujo la llave en la cerradura y la giró, inmediatamente sonó un chasquido y la puerta se abrió; el pelirrojo llamó a su hermano, que acudió enseguida. - ¿Y esto? – preguntó Simon con curiosidad - Nuestro pequeño arsenal – respondió Erik con una sonrisa. Detrás de la puerta de madera, en cuya superficie se hallaba, tallada, una espada con dos serpientes enroscadas en la hoja – el símbolo del clan Belmont – se escondía una pequeña habitación que, tal y como decía Erik, no era otra cosa que el arsenal privado del clan, mucho menos variado que el de la hermandad, compuesto por látigos de diferentes materiales, alguna que otra morningstar, espadas medianas y cortas y protecciones como corazas y brazaletes. Sin dudar un momento, el pelirrojo se adentró en la pequeña habitación y cogió un extraño brazalete, de formas curvas y con forma acampanada, acabado en un guante de tela negra reforzado con placas metálicas, y se lo puso, éste emitió un pequeño resplandor blanco por unos momentos. - Perfecto, como siempre – observó mientras abría y cerraba el puño – y ahora… El muchacho pelirrojo, bajo la mirada de su hermano, volvió a entrar en la habitación y se puso a rebuscar, quejándose del desorden imperante mientras revolvía todavía más el lugar, al poco, salió de la habitación con un polvoriento cofre mediano de madera en las manos. - Antes de cada misión – dijo a su hermano – hay que armarse lo mejor posible, en ésta en particular vamos a tener que equiparnos muy bien – movió el brazo en el que se había colocado el brazalete – y ya va siendo hora de que recibas algo que te pertenece. Tendió el pequeño cofre a Simon, que lo cogió, sintiendo como el cerrojo de éste se abría al contacto con sus manos, acto seguido levantó la tapa y no pudo evitar sorprenderse con su contenido. - Un… ¡Un látigo! Un látigo de cuero negro con empuñadura forrada de madera, en una placa de metal que la atravesaba a lo largo se podía leer, grabado en letras góticas, Simon Belmont II - Debía entregártelo el día que completases el examen de ascenso a Vampire Hunter, pero evidentemente no podía contarte nada. Simon alzó la vista, mirando a los ojos a su hermano. - ¿Es para mí? – preguntó sin acabar de creérselo. - Lo hicieron nuestros padres, poco antes de su marcha – sonrió – es un látigo fortalecido con artes alquímicas… aún recuerdo levantarme a beber agua y encontrar la luz del salón encendido, y a ellos trabajando sobre él… no es un Vampire Killer, pero eso, hermanito… es tu parte de la herencia. Los ojos del joven Belmont se inundaron de lágrimas mientras, lentamente, casi con cariño, cogía la empuñadura del arma. - El arma perfecta para el heredero del mayor privilegio del clan – articuló ceremonialmente Erik – ese látigo ha sido creado especialmente para ti. Simon agarró el látigo, lo sujetó en su mano, aún enrollado, y le devolvió el cofre a su hermano, inmediatamente éste emitió un tímido fulgor de siete colores, y el aura de Simon brilló a su vez, fundiéndose con la del arma; poco a poco, el muchacho sintió como, una a una, cada una de las tiras de cuero que se trenzaban se fundían con su cuerpo, su mente y su alma. Sintió la tentación de probarlo, de restallarlo, y Erik lo notó, invitándole a hacerlo con una señal. - ¡Luis! – Gritó a su amigo, que seguía probando una a una todas las katanas - ¡Ven, no quiero que te pierdas esto! El Fernández dejó inmediatamente lo que estaba haciendo y acudió, Simon respiró relajado e inmediatamente empezó a lanzar golpes al aire con el látigo, iniciando así un portentoso espectáculo que mezclaba su increíble habilidad y el brillo del arma, cuya intensidad aumentaba según el muchacho, cada vez más emocionado, incrementaba la velocidad y fuerza de los ataques, hasta que finalmente, en una magnífica ultimación, golpeó el suelo, jadeando, sonriendo y con lágrimas en los ojos, y la luminosidad se disipó, quedando en el aire pequeñas luminiscencias que permanecieron por unos segundos. - Es perfecto – murmuró aún jadeando – perfecto… como una extensión de mi propio cuerpo. Guardaron silencio durante unos instantes hasta que Luis volvió a donde se encontraba y Erik guardó el cofre en la pequeña habitación, cerrando después la puerta. - ¿Tú que has cogido, por cierto? – le preguntó su hermano con curiosidad. - Ah ¿Esto? – El pelirrojo alzó el brazo donde se había colocado el guantelete – es un brazalete con capacidad para absorber poder mágico, muy resistente, lo usaba uno de nuestros antepasados, Leon. El muchacho silbó. - ¿Y Luis? - Perdí mi katana en el derrumbe de la disco – respondió desde lejos – estoy buscando alguna en condiciones – agarró una, la última, decorada la empuñadura de bronce con un dragón enroscado en ella, la vaina era de un color azul marino oscuro acabada en oro – como de costumbre, si buscas algo siempre estará en el último lugar que mires – comentó mientras la desenvainaba. - ¡Yasutsuna! – Exclamó Erik, observando la afilada y brillante hoja – buen sustituto para tu Onikiri. Luis sonrió y la blandió un par de veces, acto seguido la envainó satisfecho. - Ya podemos irnos – indicó. Se encaminaron hacia la escalera cuando el móvil de Luis sonó en el bolsillo de su chaqueta. - ¿Si?... ¡hola mamá! ¿Qué hay?... no, aún no hemos salido de la hermandad… ¿Cómo? ¿Qué volvamos a España? ¿A Barcelona? ¿Y para qué? – se calló durante unos segundos, sólo la voz de Adela se oía al otro lado, mientras, la expresión de Luis cambiaba a un visible enfado - ¡No! ¡No pienso ir allí! ¡Que les jodan! – Se calló de nuevo, la voz de Adela sonaba acalorada - ¿Y qué demonios quieren? ¿Cómo? ¡Pensaba que eso ya estaba finiquitado! ¡Está bien, está bien, iremos para allá! ¡Siii, ahora nos podremos en marcha! Aaaaale… hasta luego… Colgó y se guardó el teléfono con rabia. - ¿Qué demonios pasa? – preguntó Erik, confuso. - Tenemos que ir a Cataluña – explicó – a la sede de los Belnades, en Barcelona. - ¿Y para qué? - Quieren hablar… sobre Kasa Belnades. 0 comentarios :: Enlace permanente
Comentarios: (del primero al último)
Participa con tu Comentario:
No puedes poner comentarios. Necesitas estar registrado en Vandal Online. Regístrate aquí o Haz Login. |
Blogs en Vandal · Contacto · Denunciar Contenido