Publicado: 13:14 30/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Al-Azif
Juanjo le entregó el reloj a su hijo que, lívido, lo sujetó mientras paseaba por la sala. - Mierda – murmuró - ¡Mierda! ¡Sobrevivió a la explosión! - Madre… ¿Miraste ayer el reloj? – Preguntó Juanjo a la anciana - ¿Iba bien? - Si… - contestó ella – la arena corría sin problemas. - ¿Qué sucede, Luis? – intervino Erik. El muchacho empuñó el reloj de arena con los dientes apretados. - Ese bastardo… se ha aislado de la corriente temporal de nuestro plano. Rafael levantó la cabeza de repente, con los ojos como platos. - ¿Quieres decir que se ha movido a otra dimensión? - ¡Eso es imposible! – Intervino Malaquías de repente - ¡Se necesita mucho poder mágico y un gran conocimiento matemático para lograr tal cosa! - ¿Y si Kasa poseía ese conocimiento? – Le cortó Juanjo – nunca te has caracterizado por conocer a tus hijos… dudo que sepas mucho más de tus nietos. El viejo frunció los labios. - ¿Y si Kasa era un genio matemático? – Propuso Adela – Basta con conocimientos de geometría avanzada para poder trabajar en el acceso a otras dimensiones. - Maldita sea… - Luis tiró con todas sus fuerzas el reloj al suelo, que rebotó con pesadez sobre la moqueta - ¿¡Nadie estaba al tanto de sus ambiciones!? – Estalló - ¿¡Qué clase de patriarca deja el Necronomicón original cerca de alguien que intentaba entrar en los archivos de la biblioteca de Almería!? - ¿Y cómo querías que yo lo supiera? – preguntó en defensa el anciano. - ¡QUE ESTAMOS HABLANDO DEL AL-AZIF, COÑO! – Gritó el muchacho, incapaz de contenerse - ¡ES COMO DEJAR UN ARMA NUCLEAR EN MANOS DE UN MANÍACO! ¿POR QUÉ COJONES NO ESTABA ESE LIBRO DEBIDAMENTE PROTEGIDO? - Todos en el clan éramos conscientes de lo peligroso que es ese libro – intervino Rafael – somos conscientes de que nuestro deber es protegerlo, nunca nos habíamos planteado que alguien pudiera hacer uso de él. - ¡Claaaaaaaaaaaro! – El joven alzó los brazos y los dejó caer pesadamente – si yo tengo un hijo que está grillao lo más normal del mundo es dejar el Necronomicón original a su alcance… ¿EN QUÉ MIERDA ESTABA PENSANDO? ¿¡EH!? - ¡LUIS! – Intercedió Adela - ¡Un respeto a tu tío! - No, Adela – respondió el barbudo – lleva razón, ha sido – suspiró - una irresponsabilidad. Simon, que hasta ese momento había permanecido callado, recogió el reloj del suelo y lo dejó en la mesa de nuevo. - ¿Tan grave es que pueda moverse entre dimensiones? – preguntó a todos. - Requiere un conocimiento matemático que sólo se adquiere tras décadas de estudio – explicó Juanjo – y sí, es grave… tanto que puede acelerar bastante su aprendizaje de los secretos del libro. - ¿Se sabe qué pasaje está estudiando? – preguntó Malaquías con curiosidad. Luis se rió. - ¡Nah! ¡El más inofensivo de todos! ¡La cabra de las mil crías nada menos! Se hizo el silencio, la anciana bajó la cabeza. - Nyarlathotep… - ¡Si! – Contestó el joven Fernández - ¿Y sabe qué? ¡Casi la palmo! ¡El muy mamón usaba sombra para atacar! De nuevo se hizo el silencio, mientras Luis daba vueltas por la sala con furia, Simon y Erik se habían apoyado sobre la puerta principal y Juanjo y Adela permanecían juntos; el viejo Malaquías, que lo había escuchado todo con suma atención, se pasó la mano con la cara y después formuló, en voz alta y firme, una única pregunta. - ¿Aceptarás la misión? Luis se detuvo y respiró con fuerza. - No lo sé. La respuesta sorprendió a los Belnades, no así a los Fernández y los Belmont. - ¿¡Cómo!? – Exclamó el viejo - ¡Ya se ha visto que la situación ha empeorado aún más! - Los Belnades – respondió con rabia contenida – protegían el Al-Azif, los Belnades pusieron ese Al-Azif al alcance de Kasa… Nadie le ha sacado nunca las castañas a mi familia ¿Por qué vamos nosotros a ayudaros? - Tú le has derrotado antes… ¿Vas a acojonarte ahora? Luis dudó. - ¿Qué obtendrán los Fernández a cambio? – preguntó súbitamente. - El perdón – replicó fríamente Malaquías – los Belnades perdonaremos a tu familia y os volveremos a aceptar en el seno de nuestro clan. - ¿Nada más? – respondió Luis con indiferencia. - ¿No te basta? El muchacho frunció el ceño. - Tengo 23 años… hace 24 que los Fernández se escindieron del clan Belnades y se convirtieron en una familia independiente, no me interesa ni su perdón ni ser admitido entre vosotros… yo nunca he conocido a los Belnades. - ¿Y qué es lo que quieres? El muchacho bajó la cabeza por un momento, pensando, entonces Juanjo intervino. - Toma y daca – dijo de repente – Luis encontrará a Kasa y, a cambio, los Belnades nos ayudarán a encontrar a mi hija. - Y… - añadió Simon de forma completamente inesperada – los Belnades pedirán perdón a los Fernández por expulsarlos del clan. La intervención súbita del hermano menor dejó a todos sorprendidos, clavándole la mirada. - No te metas en lo que no te importa, niño – le contestó Malaquías en tono desafiante. - ¿Tanto le molesta? – preguntó Simon, impertinente – no sé que le llevó a expulsar a Juan y a Adela de los Belnades, pero si quiere matar a uno de los suyo porque ha robado un libro entonces debió ser una tontería – empezó a andar al frente, enfadado – y si es así… debería pedirles disculpas. - ¡Tú no sabes nada, mocoso! - No recuerdo haberle insultado… no entiendo como los Belnades tienen a alguien como usted de lí… No le dio tiempo a terminar, Luis lo detuvo interponiendo su brazo en el camino del chico. - Estoy totalmente de acuerdo con las condiciones propuestas por mis padres y Simon – intervino Luis – ¿Las acepta usted? El hombre arrugó al frente, visto lo visto no le quedaba más remedio. - Si – admitió finalmente – acepto vuestras condiciones ¿Aceptas tú la misión? - Déme… - de repente cayó en la cuenta de algo… estaba cansado, enajenado por la ira, no podía pensar con claridad – déme una noche para pensarlo ¿de acuerdo? Disgustado, el viejo apoyó los brazos sobre la mesa para levantarse, en ese momento Erik intervino. - Mire, con todos los respetos (y sin ellos también), llevamos dos días realmente horribles y no hemos podido dormir ni descansar, además, llevamos si probar bocado desde ésta mañana… – se levantó y avanzó hacia Luis, a quien le puso una mano en el hombro – no creo que aquí mi colega esté en condiciones de tomar decisión alguna. - Lleva razón – opinó la benevolente anciana – si eso es así será mejor que descanséis ésta noche… mañana será otro día. Luis miró a su compañero, dándole infinitamente las gracias, a lo que él respondió dándole una palmadita en el hombro. - Le agradecemos su comprensión, Doña Marta – respondió Adela con una sonrisa. Los tres compañeros, Simon, Erik y Luis, suspiraron casi a la vez, y el último, tras hacer un escueto saludo con la mano, se dirigió raudo a la puerta de salida de la sala, con el único deseo de salir cuanto antes de allí. - Voy a buscar un buen hotel – indicó a los demás. Cruzó a toda velocidad el pasillo y la sala de espera, su odio hacia los Belnades se había acentuado aún más tras conocer a su patriarca, y chocaba con la necesidad que sentía de aceptar la misión para detener a Kasa, que resultaba ser más peligroso de lo que creía. Cuando se encontraba ya frene a las escaleras que daban acceso al restaurante, una mano atenazó con fuerza su hombro, deteniéndole. - Espera – dijo una voz ronca a su espalda – me gustaría hablar contigo. - Rafael Belnades – dedujo - ¿Qué quiere tratar conmigo? - Quiero pedirte disculpas… por el comportamiento de mi padre. La voz del hombre sonaba sincera, lo que hizo que el muchacho se diera la vuelta, y al hacerlo pudo ver que su semblante, bajo aquella frondosa barba, era triste. Aquello, en cierto modo, le hizo olvidar el origen de su interlocutor. - Usted es… mi tío, o al menos eso ha dicho mi madre antes. - Así es – admitió él – yo soy el hermano de… - Mi padre, supongo… Se miraron a los ojos, mientras, uno a uno, Simon, Erik, Juanjo y Adela – que saludaron con una palmadita en la espalda a Rafael – aparecían por la puerta y desaparecían escaleras arriba. - No sé como disculparme – volvió a decir el barbudo – en serio, no sé cómo podría compensarte por… - Usted no es responsable de los actos de su padre, no tiene por qué… - No, no me refiero a eso, yo… nosotros… Luis se cruzó de brazos, en parte incómodo por la situación, y en parte intrigado por la actitud de su tío. - ¿Qué sucede? – Preguntó - ¿De qué se quiere disculpar? Rafael suspiró, negó con la cabeza y, después, puso una mano en el hombro del muchacho. - Antes has dicho que nunca has conocido a ningún Belnades – le dijo con la cabeza gacha – pero te equivocas… a excepción de nuestros padres y algún que otro miembro del clan… íbamos cada vez que podíamos a tu casa… os hemos visto crecer a Alicia y a ti… le hablábamos a mi madre de vosotros dos y de cómo tus padres llevaban la casa… Luis se quedó con la boca abierta, recordaba a desconocidos a los que sus padres trataban con familiaridad, incluso había hablado y jugado con alguno de ellos de pequeño. - La expulsión del clan fue un gran error – continuó – intentamos detener a mi padre… fue inútil… ese hombre piensa sólo en la imagen de los Belnades… como ahora pasa con mi hijo… Aquellas palabras le hicieron recordar algo que le quemó la sangre. - Si se opone a las ideas de su padre ¿Por qué consiente que abra una misión de búsqueda y asesinato a su hijo? Rafael soltó una risita sarcástica. - ¿Cuánto tiempo crees que llevo oponiéndome? Ya me he resignado… lo mismo sucedió cuando lo de tus padres… Aquel hombre daba auténtica lástima a Luis, que se preguntaba cómo podía aguantar someterse a alguien tan despótico y egoísta, y que además fuera su propio hijo. Con decisión, aunque aún reticente, Luis le tendió la mano con una media sonrisa. - He luchado contra Kasa dos veces – le dijo – en la primera no sabía que era él, y en la segunda intenté dejarle con vida… quiero que sepa que aceptaré la misión, e intentaré traerlo vivo. El hombre aceptó el apretón de manos con una sonrisa bajo aquella frondosa barba, sellando así aquel silencioso contrato de palabra. Después Luis emprendió de nuevo su camino, cuando Rafael lo llamó, a mitad de las escaleras. - ¿Sí? – preguntó el muchacho, impaciente por descansar de una vez. - Quería decirte… si alguna vez conoces toda la historia… sobre tus padres, digo, por favor, no hagas ninguna locura. Después lo saludó con la mano y se dio la vuelta, regresando al interior del complejo. Luis se quedó allí, pensativo. - ¿Toda la historia? 0 comentarios :: Enlace permanente
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