Prelude of Twilight

Publicado: 13:53 25/02/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Guilty Feeling

Heridos y cansados, los hermanos Belmont caminaban pesadamente por la playa buscando a Luis, tal y como éste había indicado; en sus cabezas aún retumbaba la explosión que casi acaba con sus vidas y que derrumbó la cueva.

Pudieron escapar del desprendimiento gracias a la prodigiosa fuerza de Erik, que se llevó la peor parte, sangraba copiosamente por la cabeza y cojeaba; Simon por su parte llevaba en la mano el libro que encontraron en el sótano del local, su brazo derecho estaba herido por diferentes sitios y llevaba el frontal de la camiseta empapado de sangre, ya que su herida se había vuelto a abrir.

Pasaron un rato andando cansinamente hasta que divisaron un par de figuras tiradas en la arena, apretaron el paso y en poco rato los vieron con claridad.

Eran Luis y Esther, el joven Fernández había cumplido su cometido.

Contentos por su hallazgo, corrieron como pudieron hacia donde se encontraba la pareja y, una vez allí, pudieron comprobar que, en comparación con su compañero, habían salido bastante bien parados.

El estado en el que se encontraba Luis era bastante lamentable, su chaleco y sus pantalones, totalmente rasgados, revelaban sangrantes laceraciones por todo su cuerpo, su cara estaba cubierta de la sangre que brotaba de una herida en su frente y bajo su nuca la arena se había empapado del líquido rojizo, además su brazo derecho estaba también bastante cubierto de heridas y el izquierdo presentaba una posición antinatural debido a la dislocación sufrida mientras intentaba escapar.

Esther, por su parte, apenas presentaba unas pocas magulladuras.

Asustado, Erik se abalanzó sobre su colega y empezó a zarandearlo temiéndose lo peor, pero afortunadamente éste abrió los ojos.

- ¿Os lo dije o no? – preguntó con un hilo de voz - ¡Desconfiados!

Los hermanos sonrieron aliviados, pero el gesto de tranquilidad de Erik pasó casi al instante a una mueca severa.

- Supongo – dijo a su compañero mientras miraba a la chica – que se lo explicarás todo.

- Prefiero no hacerlo – contestó Luis con debilidad.

- ¿¡Cómo que…!? ¿Pero tú te has visto? ¡Te has hecho polvo por protegerla! – Exclamó Erik indignado - ¡Al menos debería darte una oportunidad!

En ese momento Simon comenzó a alejarse hacia el paseo.

- ¡Eh! ¿A dónde vas? – le preguntó su hermano.

- Voy a avisar a Juanjo y a Adela por teléfono – explicó el chico – habrá que curar a Luis para que se pueda mover ¿no?

- Buena idea – aprobó el aludido.

Los dos amigos guardaron silencio hasta que Simon se alejó lo suficiente, entonces continuaron.

- No quiero – continuó Luis – he pasado 3 años guardándoselo en secreto, antes de seguir así prefiero dejarla.

- ¡No es una obligación ocultarle a qué te dedicas en realidad! ¡Le has salvado la vida gracias a tu poder! ¡Debe saberlo!

- Erik, las leyes de la hermandad…

- ¡QUE LE DEN POR CULO A LAS LEYES! – Exclamó furioso el muchacho - ¡TE HAS DEJADO EL CULO PARA QUE ELLA SALGA SÓLO CON UNOS POCOS ARAÑAZOS!

- Lo he hecho por que he querido – contestó el Fernández con serenidad – recuerda que ya no es mi novia…

- ¡La has rescatado por que la quieres! ¡Y seguro que ella también te esperaba!

- Recuerda… que nuestras leyes prohíben que los humanos tengan conocimiento siquiera de nuestra existencia – continuó Luis con paciencia – no pienso violarlas sólo por una mujer, no sería justo…

- ¡Lo que no es justo es que tengas que pasar un infierno por esas putas leyes, Luis!

Luis fue a contestar cuando Simon regresó de nuevo.

- Les he avisado – informó – están cenando cerca de aquí, así que tardarán poco.

El trío esperó en silencio, de vez en cuando el joven Fernández lanzaba miradas dubitativas a su ex novia, debatiéndose entre callarse o contárselo todo, al cabo de un rato se dio cuenta del libro que Simon aún llevaba agarrado.

- ¿Y eso? – preguntó al hermano menor.

- ¿El qué?

- Ese libro

- Es una copia del Necronomicón – le explicó Erik – no está completa, cubre sólo el pasaje de Nyarlathotep.

Luis echó la cabeza hacia atrás, dirigiendo su vista al cielo nocturno.

- Eso lo explica todo…

- ¿Cómo? – Preguntó Simon con curiosidad – ¿a qué te refieres?

- Kasa Belnades, el muy hijo de la gran puta…

No le dio tiempo a seguir, en ese momento una voz femenina los llamó a los tres desde el paseo marítimo, los hermanos dirigieron su vista hacia allí y vieron que, por una de las rampas que bajaban a la playa, los padres de Luis descendían apresuradamente.

- ¡ESTAMOS AQUIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII! – les gritó Simon agitando su brazo sano.

Corriendo, la pareja se aproximó a ellos; presentaban un aspecto más animado que esa misma mañana, tal vez por saber que no habían perdido a su hijo mayor, Adela vestía el mismo traje de falda y chaqueta que la noche del rapto de Alicia y Juanjo iba a ataviado con un traje gris de chaqueta y una corbata color verde oscuro.

- ¿Todo bien? – preguntó el padre, que se había adelantado a su esposa dando grandes zancadas.

- Bueno… - contestó Erik – a la vista está.

- Podríamos haber salido mucho peor – bromeó Luis.

- Peor que tú, difícil – opinó Adela, que ya los había alcanzado con una sonrisa - ¡Me alegra veros con vida! ¿Qué tal la batalla con Kasa?

- De eso será mejor hablar después – intervino Juanjo antes de que su hijo abriera la boca para contestar – lo primero es lo primero.

- Tienes razón – reconoció ella con una sonrisa.

Acto seguido, la mujer colocó cada una de sus manos sobre el pecho de los hermanos, haciéndolas brillar, con esto, el dolor y el cansancio que ambos sentían fue desapareciendo paulatinamente así como se fueron cerrando sus heridas.

- ¡Listos! – Concluyó retirando sus manos – será mejor que volváis a casa y reposéis un poco ¿vale? – los dos hermanos asintieron.

En ese momento, Juanjo llamó a su mujer, asustado.

Con sus manos palpaba incesantemente el cuerpo de su hijo, buscando heridas internas, lesiones energéticas y posibles alteraciones en su aura; Erik dedujo que Luis estaba realmente grave, ya que la expresión de preocupación de Juanjo era palpable.

- Tenemos que hacer algo enseguida – indicó rápidamente a su esposa.

- Lo sé – contestó ella recuperando la seriedad – nos va a llevar tiempo…

- Aquí podrían veros – intervino repentinamente Simon – deberíais ir a un sitio donde sea más fácil ocultarse.

Los cuatro miraron sorprendidos al muchacho, acto seguido Erik asintió y cogió a Esther en volandas.

- Tiene razón – dijo a los padres de Luis – hay que ir a otro lado…

El grupo quedó en silencio pensando en algún lugar en condiciones, al poco rato Adela recordó una pequeña cala pegada al puerto, debajo de una plataforma elevada, los demás aceptaron y entre Simon y los padres cargaron a Luis hasta allí.

Una vez en el nuevo lugar, Juanjo cayó en la presencia de Esther y preguntó a su hijo por ella.

- No necesita ningún tipo de tratamiento – contestó Luis – le inducí al sueño apenas toqué la orilla, de modo que no hay más que esperar a que despierte, cuando lo haga creerá que todo lo que vio durante el trance no era más que un sueño.

- Entonces – contestó Erik enfadado – se quedará con nosotros hasta que despierte y comprenda que no ha sido precisamente un sueño.

- No – intervino Adela – no puede ver nada esto.

- Cierto – corroboró Luis – llévatela a su casa e invéntate cualquier cosa, lo que quieras, pero ni se te ocurra meterme en la historia.

- ¿Por qué? – preguntó Simon.

- Es mejor así.

Erik cerró los ojos con gesto de resignación, los abrió y lanzó una última mirada a los Fernández.

- ¿Cuánto creéis que tardareis en curarle? – preguntó a Adela.

- No lo sé – reconoció ella – horas… tal vez nos lleve hasta el amanecer.

- Está fatal en todos los aspectos – les explicó Juanjo – energía… aura… heridas internas… externas… nos va a llevar mucho.

El muchacho asintió.

- Sé que no es algo que tenga que pediros pero… intentad que quede como antes de que empezara la misión de hoy ¿de acuerdo?

Los Fernández asintieron, Erik les devolvió una sonrisa y se dio la vuelta con Esther en brazos, seguido de su hermano.

En silencio, los Belmont se alejaron del lugar y subieron hasta el suelo de cemento del puerto, una vez allí anduvieron un poco más hasta que el hermano mayor dejó a la chica tumbada sobre un par de cajas que podían servir perfectamente como una improvisada cama.

- ¿No la íbamos a llevar a su casa? – preguntó Simon extrañado.

- ¡No! – Contestó su hermano sin retirar la mirada de la muchacha – antes tenemos que contarle a ésta adorable muchachita a qué se dedica su ex por las noches.

- ¿Pero no te ordenó Luis que…?

- ¡Luis puede decir misa! – le interrumpió Erik – Yo lo he visto deprimirse, desesperarse e incluso llorar por culpa de los estúpidos celos de ésta… imbécil ¡Dime tú qué es más justo! ¿Destrozar la vida a un hombre inocente o demostrarle a una niña consentida el error en el que ha estado estos tres años?

- Hombre, visto desde esa óptica…

- Esperaremos a que se despierte, tú no tienes por qué intervenir, déjamelo todo a mí.

Simon asintió y se apoyó en una pared cercana a esperar.

Pasaron dos horas hasta que Esther despertó, durante ese tiempo los hermanos, turnándose, se acercaban paulatinamente a comprobar el estado de su amigo, que apenas mejoraba con las curas de sus padres.

Cuando la chica abrió los ojos se incorporó sobresaltada, mirando a su alrededor con los ojos como platos.

- ¿Ya te has despertado? – preguntó Erik antipáticamente desde su espalda.

- E… Erik ¿Qué haces tú aquí? – Preguntó ella sorprendida - ¿Dónde… estoy?

- En el puerto – respondió él

- ¿Y que hago yo aquí? - El muchacho se encogió de hombros – He tenido… un sueño muy raro… Era Luis… vestido de forma rara… peleaba con otro tío que se parecía mucho a él… usaba una espada… echaba rayos por las manos… después explosiones… y agua por todas partes… y… - se llevó la mano a la cabeza, que parecía dolerle – y… no me acuerdo… de nada más…

- Bueno – intervino Simon – tal vez te sirva de algo saber que no ha sido un sueño.

Esther miró alternativamente a ambos hermanos, después esbozó una ligera sonrisa.

- Por cierto ¿Qué hacéis vestidos así? Parece que venís de un carnaval… Sigo soñando – concluyó - ¿verdad?

- No – respondió Erik mientras se acercaba a ella – compruébalo tú misma.

Acto seguido le dio un fuerte pellizco en el brazo, ella se quejó y se apartó violentamente de él.

- ¡Oye, que eso duele!

Los tres permanecieron en silencio unos segundos, Erik clavaba sus ojos en los de la muchacha, mientras que su hermano, apoyado en la pared, miraba a otro lado con despreocupación.

- ¿Dime, sabes cuanto tiempo llevas desaparecida?

Esther negó con la cabeza.

- Una semana – le informó – si contamos la noche en la que cortaste con Luis.

- ¿U… una semana? – Preguntó ella con incredulidad - ¡Venga ya! Me peleé con Luis y vine a ver a una amiga que vive por Nicolás Salmerón, pero entonces… ¡Ah! – La chica se levantó de su asiento y se encaró con Erik - ¡Vas a intentar que le perdone! ¿No? ¡Habéis montado ésta farsa para que me reconcilie con él! – se cruzó de brazos, segura de sí misma – Vale, está currada, lo admito, pero ésta vez no me vais a convencer.

Erik aparentaba tranquilidad, pero Simon advirtió que tenía los puños apretados y dirigía a la chica una mirada que mezclaba rabia y desprecio; parecía a punto de explotar.

- ¿Crees en lo sobrenatural? – preguntó él repentinamente.

- ¿Estás de coña?

- No me lances evasivas y contesta

- Puesss – la chica dudó – creer, lo que se dice creer, sí que creo, pero más bien opino que son leyendas.

- ¿Crees en las criaturas sobrenaturales?

- que… ¿Qué?

- Vampiros, quimeras, zombies, superhombres… ¿crees en todo eso?

- ¿Pero de qué coño estás hablando? – preguntó ella cada vez más confusa.

- De ésto

Erik se alejó un par de pasos de ella, puso el puño a la altura de su pecho y lo abrió, dejando escapar una pequeña llama que mantuvo viva sobre la palma de su mano.

- ¡Eh, buen truco! – exclamó ella - ¿Cómo lo haces?

El joven pelirrojo bufó, se alejó otro paso y cerró el puño para acto seguido flexionar el brazo, su antebrazo emitió un brillo rojizo durante unos instantes y pasó a despedir una enorme e intensa llamarada, Esther se quedó boquiabierta.

- ¿Te parece esto un truco? – le preguntó irritado mientras tensaba los músculos, avivando así el fuego.

- Si – respondió ella en sus trece, aunque sorprendida – y muy bien hecho además.

- Joooooooooodeeeeeeeeeeeeeeeer – murmuró Erik mientras apagaba el fuego.

- Parece que tendremos que ir más allá – opinó Simon – a ver si esto también le parece un “truco”

Simon se separó de la pared y empezó a hacer brillar su propio cuerpo cada vez con más intensidad, llegando a un punto en el que daba la sensación de que había amanecido sólo en ése lugar.

- Ni esto ni lo que te ha enseñado mi hermano son trucos – le explicó mientras mantenía el resplandor activo – son nuestras habilidades.

- Exacto – le apoyó Erik – y lo mismo puede decirse de los rayos que viste lanzar a Luis.

Esther retrocedió asustada.

- Vosotros… ¿Qué sois? – preguntó temblando.

- Cazadores – respondió secamente el hermano mayor – y si te tranquilizas un poco podremos explicarte unas cuantas cosas acerca del tío al que le destrozaste el corazón la semana pasada.

- ¿Y qué quieres explicarme?

- Antes que nada siéntate – le pidió amablemente.

La muchacha le hizo caso y volvió a su asiento en las cajas donde había estado acostada anteriormente, viendo esto, Erik sonrió y adoptó una postura más amigable.

- Como ya te he dicho, somos cazadores, humanos con ciertas capacidades superiores innatas, desde que alcanzamos cierta edad somos instruidos en el arte del combate y, en algunos casos, la magia… ¿pillas por donde voy?

- Si – admitió ella – pero todo esto suena a película de aventuras de las malas.

- Bien… - continuó Erik ignorando la última frase de Esther – formamos parte de una hermandad que recoge, organiza y mantiene a todos los cazadores Europeos, recibimos un sueldo de ellos a cambio de salir a cazar prácticamente todas las noches, nos pagan casi quinientos euros por noche.

- Y… ¿qué cazáis? – preguntó la muchacha que se debatía entre creerle o no.

- Seres de la oscuridad – respondió él con rapidez - , principalmente vampiros, que son los que más abundan, nuestro objetivo es evitar que invadan el mundo humano.

- Que lo… ¿invadan?

Erik resopló.

- Si conoces la leyenda, sabrás que los vampiros infectan, salvo excepciones, a todo aquel que muerden, cada noche un vampiro puede morder a 5 personas, y si tenemos en cuenta que su población es un tercio de la total registrada… pues imagínate hasta donde podría llegar la cosa si nosotros no existiéramos.

- Comprendo – aceptó finalmente la muchacha - ¿Y os entrenan para eso desde qué edad?

- Varía – respondió – pero el entrenamiento suele empezar entre los 4 y los 7 años y dura unos 10 más o menos, a partir de ahí para nosotros es opcional continuar…

- ¿Y salís todas las noches a…?

Erik asintió con tristeza.

- ¿Entiendes a donde quiero llegar? – le preguntó – durante estos tres años has desconfiado de Luis sin motivos reales, simplemente te has encerrado en tu paranoia…

- Pero… yo… no podía saber nada de…

Erik la interrumpió, comenzaba a encenderse otra vez

- ¡En lugar de preocuparte por él te dedicabas a pensar que tenía líos por ahí! ¡Le llamabas incluso cuando nos encontrábamos en mitad de un combate y a la mañana siguiente te enfadabas si no te había contestado!

- ¡Yo no sabía todo eso…! – intentó defenderse Esther sin demasiado éxito.

- ¡INCLUSO SABIENDO QUE ES POLICÍA Y QUE PUEDE PASAR NOCHES ENTERAS FUERA TE DEDICABAS A CONTROLARLE COMO UNA ESTÚPIDA MIENTRAS ÉL SE JUGABA EL CULO POR DARTE TODOS TUS CAPRICHOS…!

- ¡El no tenía la obligación de…!

- ¡…Y PARA TERMINAR DE JODER LA MARRANA VAS Y LE MONTAS EL ESPECTÁCULO JUSTO LA NOCHE EN LA QUE SU HERMANA DESAPARECE!

Esther palideció

- ¿¡Qué!? ¿¡Que Alicia QUÉ!?

Su reacción hizo que Erik se tranquilizara, más calmado y algo avergonzado por su enfurecimiento, continuó hablando con un tono de voz más normal.

- La raptaron esa misma noche – explicó – mientras estaba en una cita con mi hermano, lo derrotaron y se la llevaron, aún no tenemos noticias de ella.

La chica, atónita, miró a Simon.

- Es… ¿es eso verdad?

Desde su sitio y sin pronunciar palabra, el hermano menor asintió.

- Tuvimos que salir corriendo al enterarnos de la noticia – continuó el pelirrojo – a Simon lo ingresaron en Torrecárdenas y fuimos a ver como estaba, por eso nos encontrábamos todos allí…

Esther se llevó la mano a la frente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, recordaba que, entre gritos, Luis le había dicho algo entre gritos aquella noche, pero no le había hecho ningún caso.

¿Cómo había podido ser tan… estúpida? ¿Tan egoísta?

- Y aún hay algo más que debes saber – añadió Erik poniéndole una mano sobre el hombro – pero necesito que me acompañes y lo veas por ti misma.

- Erik, creo que ya es suficiente – intervino Simon – ya lo ha comprendido, si vas a mostrarle lo que yo creo…

Los dos hermanos cruzaron miradas, los ojos severos del mayor lo decían todo.

La muchacha debía ver las consecuencias de su estúpido comportamiento.

Erik pidió a Esther que lo siguiera y se encaminaron al borde de la plataforma de cemento donde estaba la cala en la que se encontraban los Fernández, una vez allí pidió a la chica que se asomara al borde.

- Siento hacer esto – mintió mientras ella se arrodillaba en el borde, temerosa de lo que podría ver – pero es necesario.

La joven asomó la cabeza, en parte empujada por la curiosidad que le suscitaba una tenue luz que emanaba de allí, sin embargo el espectáculo no era tan acogedor como aparentaba en un principio.

Allí, tumbado sobre la arena, yacía el cuerpo de Luis, iluminado por la luz que manaba de las manos de sus padres, que luchaban con todas sus fuerzas por curarlo.

Aquella visión fue un shock para ella, la arena se había teñido de rojo por la sangre vertida por las heridas del muchacho y su cara cubierta de sangre seca, sus ropajes rasgados y su hombro dislocado completaban un cuadro desolador.

Esther retiró la vista horrorizada, con los ojos empapados por las lágrimas.

- No han avanzado mucho – comentó Erik con aire sombrío – aún deben estar restaurando su aura.

- No… No estará…

El muchacho negó con la cabeza.

- No, pero por poco, ahora mismo lo están curando… se encontraba en un estado deplorable.

- Pero… ¿¡Cómo!? – preguntó ella con la voz quebrada - ¿¡Qué lo ha dejado así!?

- Como ya te hemos dicho antes, lo que viste no era un sueño… Kasa Belnades te raptó y te usó como cebo para intentar matarle… falló… no sé cómo fue el combate pero tuvo que ser terrible… después debió intentar sacarte de allí protegiendo tu cuerpo de cualquier golpe en la cueva inundada… lo último fue una bomba en la salida… es un milagro que estemos todos vivos, la verdad…

Tras unos segundos de silencio, roto por los sollozos de la chica, Erik le puso la mano en el hombro y le conminó a volver a donde se encontraban, ella aceptó.

- No puedo creerlo… - decía a Erik mientras se dirigían a donde habían estado antes – Le monté un espectáculo horrible… me pasé por el forro su problema… y aún así… aún así…

Fue incapaz de continuar, iniciando un silencioso llanto; de alguna forma, el muchacho se arrepentía realmente de haberle mostrado aquello, se sentía un poco culpable…

- Pero… - continuó Esther - ¿Por qué no me contó nada? Se habría evitado muchos problemas… ¿Por qué no me dijo nada?

- Porque tenemos unas normas – respondió Erik rápidamente – unas leyes que nos impiden mezclarnos con humanos para que no descubran lo que somos en realidad… he intentado convencerlo cientos de veces de que te lo cuente pero no me hace caso… dice que prefiere intentar sostener la situación… supongo que tendrá más motivos, pero no me los ha contado.

Poco a poco la muchacha se fue calmando, aunque aún tenía los ojos llorosos cuando se reunieron con Simon.

- Ahora deberíamos ir a tu casa – sugirió el hermano mayor – debes sentirte débil y tus padres estarán preocupados…

- No – contestó ella secamente, sentándose en las cajas – voy a hablar con Luis.

Los hermanos la miraron atónitos.

- Quiero llegar vivo a mañana – le respondió Erik – siempre tendrás tiempo de hablar con él.

Pero ella volvió a negarse.

- Volved vosotros, yo me quedo.

Simon y Erik se miraron y volvieron a mirarla a ella.

- ¿Qué hacemos? – preguntó el menor.

- Yo estoy hecho polvo, – resolvió Erik – nos sentará bien dormir un poco.

Dicho esto, se despidieron de Esther, que, mirando al mar, esperaba que, en cualquier momento, Luis apareciera para poder hablar con él.
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