Prelude of Twilight

Publicado: 15:28 03/12/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Silence of Daylight

Erik regresó a la mansión alrededor de la media noche, al tiempo que Luis, preocupado, volvía de una larga caminata buscándole.

Para sorpresa de todos, el pelirrojo sonreía, siendo incapaz de contestar a su compañero y a Loretta cuando le preguntaron por ello, sencillamente estaba de buen humor; con el permiso de la menor de las Lecarde se sentó en el mullido sofá del salón y se quitó los zapatos, respirando de alivio y dejándose hundir en la tranquilidad, encontrándose al mirar arriba con Stella, que lo observaba con cierta expresión de orgullo en el rostro.

- ¿Cómo está Simon? – preguntó al aire.

- Descansa – contestó Luis, sentándose a su lado – está hecho migas, no podrá moverse hasta mañana por lo menos.

Erik cerró los ojos y respiró.

- Al menos está bien…

- Deberías echarte a dormir tú también – sugirió Stella tras unos minutos de silencio – pareces cansado, te vendrá bien un sueñecito.

- Hemos hablado con François – comentó Loretta – él se hará cargo de la caza ésta noche ya que vosotros no estáis en condiciones.

El Belmont asintió, y escuchó los pasos de las hermanas desaparecer entre los pasillos del lugar.

- ¡Bueno…! – Luis dio una palmada en el hombro de su compañero y se apoyó en él para levantarse – No sé qué te ha pasado pero dentro de lo que cabe tienes buena pinta… - dio un par de pasos en dirección a la escalera y se dio la vuelta – escucha, mañana a primera vamos a ir a revisar las escenas mientras Simon patrulla junto a Elisabeth, acuéstate y duerme… lo necesitarás.

Erik asintió y echó la cabeza para atrás, escuchando los pasos de su compañero en la escalera ¿Tenía ganas de subir? No, la verdad es que no, en aquel momento podría haberse dormido incluso sobre una tabla de clavos…

Se hizo el silencio tras la puerta de la habitación, y tras unos minutos se convirtió en un pesado sopor, que lo envolvió lentamente.

Lo último que recordaba, antes de dejarse vencer por el sueño, fue haber visionado en su mente aquellos ojos acuosos, cargados de un torbellino de sentimientos.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Espabila!

Entreabrió los ojos, Luis lo zarandeaba, cosa que habitualmente no era necesario, sin duda debía estar agotado para haber caído en un sueño tan profundo.

- ¿Mñmnnnquehoraessznmmmn?

- Las siete – respondió éste con rapidez – vamos, tenemos cosas que hacer…

Se frotó los ojos y se incorporó con desgana, ya de pié reparó en el hilillo de baba que le caía hasta la camisa.

- ¡Hala! ¡Que pintas llevas! – exclamó Simon, divertido, bajando por las escaleras.

El pelirrojo sonrió al oír la voz de su hermano, que también lo ayudó un poco a espabilarse, aparentemente se encontraba perfectamente bien.

- ¿Pintas? – Preguntó algo más despierto - ¿Tan mal voy?

- Sólo mírate – Loretta apareció ante él, abriendo la palma de la mano y haciendo aparecer en ella un pequeño cristal pulido.

Erik pegó un respingo, su aspecto era realmente cómico, con la larga melena aplastada sobre el lado derecho, unas grandes ojeras y aún restos de babas en la comisura de los labios, no pudo hacer otra cosa que reírse de sí mismo.

- ¡Anda toma! – Exclamó Luis mientras le lanzaba su bolsa de deporte, con sus cosas ya preparadas - ¡Venga, espabila que nos vamos ya!

Haciendo caso a su compañero, echó a correr hasta el hall y de ahí a la puerta principal hacia el jardín, pero antes de salir a éste volvió a mirar al interior de la mansión, donde aún se hallaban las hermanas.

No quiso decir nada ¿Para qué? Si a fin de cuentas parecían poder leer la mente.

Pensando que volverían a emprender el camino a pie, de dio la vuelta de nuevo, para encontrarse allí a François esperándolo en su coche, tan ojeroso como él.

- ¡Acelera! – lo apremió su hermano pequeño

- Ya va, ya va – contestó mientras los alcanzaba y se acomodaba en el asiento del acompañante.

Antes de partir de regreso al piso el francés saludó con la mano en dirección a la puerta de la mansión, con una semisonrisa, Stella y Loretta habían salido y también los saludaban, Luis y los hermanos Belmont hicieron lo propio.

Las hermanas contemplaron cómo el automóvil desaparecía en una de las esquinas próximas y bajaron la mano.

- ¿Gilipollas? – preguntó la mayor, en referencia al pelirrojo.

- Agradecido – respondió la menor con una sonrisa.

- O sea, – concluyó finalmente Stella – Gilipollas.

Un par de calles más allá, en el coche se había hecho el silencio, Erik echaba su última cabezada, Luis se repiqueteaba las rodillas con los dedos de la mano izquierda y Simon miraba por la ventana, contemplando aquellas calles que tanto le gustaban.

- Ha pasado el comisario Jacques esta mañana – comentó repentinamente el Francés.

El pelirrojo abrió los ojos y alzó la cabeza mientras que Luis concentraba toda su atención en su interlocutor.

- ¿Qué quería? – preguntó con interés.

François suspiró.

- Aparte de despertar a René – comentó con cierto enfado – ha traído las fotos de las escenas de los secuestros…

- Pero si ya las tenemos – lo interrumpió Erik.

- …En formato digital – continuó el Lecarde.

El pelirrojo dio una palmada en señal de celebración.

- ¡Bien! – Exclamó - ¡Eso nos ayudará a analizarlas mejor y descubrir detalles!

- Cierto – convino Luis – pero antes tenemos que ir a esos lugares, al menos a la mitad en el día de hoy, antes de que anochezca.

- No – intervino Simon con tono rotundo – antes vamos a desayunar, estoy que muerdo.

Erik rió.

- Lo evidente lo obviamos, por supuesto.

Los demás se unieron a él y rieron, en mayor o menor medida, durante un rato, hasta que se volvió a hacer el silencio… a ninguno se le escapó que François parecía mucho más serio de lo normal.

- Mi abuela Loretta me ha contado lo sucedido – dijo éste a los Belmont – os pido disculpas en su nombre, no lo hacen con mala intención, simplemente sus métodos son… expeditivos.

- No importa – las disculpó Simon sin demasiado interés, más concentrado en la calle.

- Bueno, al final – comentó Erik estirándose – no fue tan malo, creo yo…

- Yo no las he sufrido, pero – el ceño fruncido de Luis se reflejaba en el espejo interior – he de decir que no estoy nada de acuerdo con sus métodos, ignoro lo que pretendían, pero no creo que haya nada que justifique el hurgar en las heridas del pasado.

Erik torció el gesto y agachó la cabeza, las imágenes de la ilusión volvieron a su mente.

- ¿Eran así de duras contigo, Fran? – preguntó el muchacho del pelo pajizo, pretendiendo continuar.

- ¡Oh, sí! – contestó el francés sin pensárselo siquiera – la verdad es que me han dado una infancia y una adolescencia terribles, pero es su forma de entrenar – se rió con cierta nostalgia – he crecido más entre ilusiones que en el mundo real.

El Fernández gruñó y miró por la ventana, momento en el que se dio cuenta de que ya se aproximaban a la casa.

Nuevamente se repitió el ritual de la noche que llegaron a Francia, con el toque de aviso y la llegada en silencio al apartamento, con la pregunta de rigor que ésta vez recibió como respuesta un silencioso “Shhhhhht”

Los cuatro jóvenes entraron en el más absoluto de los sigilos, en el pequeño parque móvil dormía plácidamente el bebé, mientras Elisabeth Kischine se levantaba, daba un cariñoso beso a su marido y dedicaba una amplia sonrisa a los otros tres.

El desayuno ya estaba preparado en la mesa, y todos lo acogieron con gran alegría, sentándose de inmediato a devorarlo.

- Así que hoy vais a empezar al fin con la investigación ¿no? – preguntó ésta, cuyo semblante mostraba cierta alegría.

Erik asintió con la boca llena, metiéndose entre pecho y espalda un gran bol de cereales chocolateados.

- ‘a ‘nemos la’ ‘oto’…

- Si necesitas que traduzca… – bromeó Luis, dirigiéndose a la mujer, que negó divertida con la cabeza – saldremos apenas desayunemos y digiramos un poco, además necesitaremos ayuda para orientarnos – dio un largo trago a su café con leche – vosotros sabréis decirnos mejor cómo llegar a los lugares… con que nos los marquéis en un mapa vamos que nos matamos.

- Deberíais esperar unas horas antes de salir – sugirió ella.

Los dos colegas alzaron la vista.

- François no ha dormido un ápice ésta noche, ha tenido que encargarse de la caza él sólo – lo miró a la cara, realmente al Lecarde casi se le cerraban los ojos – si se va a quedar aquí a cuidar de René mejor que descanse primero.

Luis frunció el ceño, pero Erik asintió conforme.

- ¿Es que no ha pasado nunca 48 horas sin dormir? – preguntó el Fernández, entre molesto y extrañado.

- Bah, déjalo correr – intervino el pelirrojo – Elise tiene razón, deberíamos estar al 100% para hoy y los próximos días, ahora que estamos listos toca ponerse las pilas.

Luis arrugó la nariz y dio el último sorbo a su café.

- Bien – aceptó finalmente – aprovecharemos para organizarnos, cambiarnos y echar un vistazo a esas fotos.

- Gracias – apreció el aludido con una semisonrisa – un sueñecito reparador sí que me hace falta, la verdad.

Al contrario que la última vez que se reunieron en el salón, nadie puso la televisión, a sólo un día del último rapto, la marca del fracaso era demasiado profunda, y no querían volver a escuchar la misma cansina noticia que, día tras día, se repetía en cada informativo.

Mientras finiquitaban su desayuno, la mente de cada uno volaba a un mundo distinto, y nadie volvió a hablar hasta que acabaron de comer y se dispersaron, dirigiéndose Luis y Erik a la habitación de invitados, François y Elisabeth a la de matrimonio y quedando Simon recogiendo los platos y vasos.

- Voy a entrar con Fran a la habitación un momento – indicó la mujer al menor de los Belmont – ahora cuando salga fregamos ¿vale?

El muchacho asintió sin problema, y recogió la mesa con parsimonia, suponiendo que le llevaría bastante tiempo.

Mientras, en la habitación de invitados el Fernández subía la persiana y se regocijaba con la claridad del día al tiempo que Erik se desnudaba hasta quedar en calzoncillos y preparaba su ordenador portátil.

- Dame el CD cuando puedas – solicitó a su colega.

El Fernández, que lo había cogido de la mesa del salón, lanzó el compacto al pelirrojo, que lo cogió al vuelo.

- Bueeeeeeeno – murmuró mientras abría la bandeja de CD del ordenador e introducía el disco con delicadeza – vamos a ver qué es lo que traes por aquí.

Entre tanto Luis, que se había quedado de nuevo en camiseta imperio y calzoncillos, revisaba las fotografías ya impresas.

- Tendría que haber visitado Francia más veces – se lamentó, ceñudo - ¡no reconozco ninguno de estos lugares!

- Pluraliza – contestó Erik, que ya había accedido rápidamente al CD y echaba un vistazo rápido a las imágenes – porque ya somos dos… ya manda huevos que nunca nos hayan mandado por aquí de misión…

- La mayoría de sitios son lugares comunes – observó el Fernández – patios de colegio, callejones, una plaza…

El Belmont alzó la mano, deteniendo su enumeración.

- Y un lugar que sí conocemos – completó con una sonrisa mientras señalaba la pantalla – la catedral de Nôtre Dame.

Luis se sentó rápidamente a su lado, y sonrió de la misma forma en la que lo hacía su amigo.

- Bueno, pues ya sabemos por donde empezar – decidió.

Fuera de allí, Elisabeth salía de hacer compañía a su marido y se unía a Simon en la limpieza de la cocina, visiblemente más seria e incluso preocupada, el Belmont se sorprendió tanto por este cambio que no pudo evitar preguntar si por un casual habían tenido una disputa.

- No, por supuesto que no – replicó enseguida – pero desde anoche hay algo que parece que lo perturba y… no quiere contárselo a nadie.

El muchacho torció el gesto.

- ¿Desde anoche?

- Si, desde que su abuela Loretta llamó para contar cómo estabais…

Simon dejó el plato que tenía en las manos en el armario y volvió a colocarse al lado de Elisabeth para seguir secando.

- Ya sé que no lo conozco desde hace mucho, pero… - continuó ella – nunca lo había visto en éste estado… no dejo de preguntarme qué era…

- Supongo que debería contártelo ¿no? – opinó el joven – en una pareja no deberían existir secretos.

- ¡Y no los tenemos! – contestó ella – ¡François siempre me lo cuenta todo y yo hago lo mismo! Debe ser algo muy grave… o muy personal.

- O ambas cosas

- Esperemos que no…

La mujer suspiró.

- Simon ¿Cómo era tu relación con Alicia?

El chico la miró de repente, confuso, no esperaba aquella pregunta.

- Bueno… tanto como relación… - no sabía cómo empezar a hablar – Alicia y yo no pasamos demasiado tiempo como novios… de hecho puede que – suspiró – no llegáramos ni a los veinte minutos ¿Por qué me lo has preguntado?

Elise sonrió con cierta tristeza.

- Bueno… habeis pasado diez años bajo el mismo techo según me contó tu hermano… reconozco que os tengo cierta envidia… os habéis podido conocer bien… a veces me pregunto cómo sería tener una pareja a la que conoces de toda la vida.

- En realidad – el muchacho secó el último bol – entre hermanos hay incluso más secretos que entre amigos, y no hablemos ya de parejas… Alicia y yo crecimos como tales hasta que nos dimos cuenta de que éramos más que eso el uno para el otro.

- Supongo que, a fin de cuentas, François necesitará también algo de intimidad – reconoció mientras cerraba el grifo – cuando quiera hablarme de ello lo hará ¿no crees?

Simon asintió.

- Curioso que me hagas a mí estas confidencias – observó.

- Siempre he querido un hermanito para hablar de estas cosas – confesó ella.

- ¿Por qué?

- Pues porque no compiten para quitarte el novio ni son envidiosos, básicamente.

Simon se rió con aquel comentario.

Se sentaron de nuevo en el salón, pidiendo él tumbarse en el sofá, ya que el cansancio aún le afectaba un poco, a lo que ésta accedió sin problemas, poco después René se despertó, pero su madre se puso a jugar rápidamente con él, acallando sus lloros.

- Así es como soy incapaz de imaginarme – comentó el muchacho de repente.

- ¿Cómo? – preguntó ella con curiosidad.

- Casado y con hijos… creo que no soportaría ese ritmo de vida.

- Se soporta, créeme.

Luis y Erik salieron en ese momento de la habitación ya vestidos, el Fernández ataviado con unos pantalones de pinza azul oscuro y una camisa celeste apagada y el Belmont con un pantalón de pana marrón, camisa blanca con corbata y chaleco sin mangas abrochado, ambos estaban eufóricos.

- ¿Se puede saber a donde vais? – preguntó Elisabeth con voz autoritaria, borrándoles la sonrisa de las caras.

- Ya sabemos por donde vamos a empezar – informó Erik con voz casi militar – empezaremos por Nôtre Dame.

- ¿La isla de la Cité? – Simon se levantó – eso está en el quinto conejo ¿no? Además, Nôtre Dame es enorme.

- Lo sabemos – contestó Luis – así que puede que echemos toda la tarde allí, por eso nos vamos ya.

- Bien – aceptó Elisabeth – nosotros nos iremos cuando François despierte.

Los dos colegas asintieron con la cabeza y, despidiéndose con un gesto, salieron a la calle.

Una vez fuera, aceleraron el paso pretendiendo llegar lo antes posible, pero no tardaron en darse cuenta del error que habían cometido al no coger un mapa de la ciudad cuando se perdieron por cuarta vez.

Finalmente tuvieron que tragarse su orgullo y preguntar a la gente, horrorizándose Erik ante el nefasto francés de su compañero y parándose a preguntar cada cierta distancia.

Finalmente, de las alrededor de las nueve que eran cuando salieron de casa de los Lecarde, llegaron a la fastuosa catedral a medio día, con un agotamiento y un dolor de pies que se desvanecieron al instante al comprobar que, en el frontal oeste, donde según las fotos había desaparecido uno de los niños, se estaban llevando a cabo obras en el suelo.

Pálido, Erik corrió hacia los albañiles, saltándose todas las vallas y cercos.

- ¡Un momento! ¡Un momento! Arretez! Que faisez-vous? QUE FAISEZ-VOUS????

Uno de ellos, que estaba levantando suelo con un pico, se levantó lentamente, mirando al pelirrojo como si estuviera loco.

- ¿Eh? ¿Qué pasa niño?

Luis, que había corrido junto a él, lo observó, era el paradigma de obrero, con barriga cervecera, brazos asombrosamente fuertes y barba de tres días, sudaba bajo un sol que a ellos dos sólo les daba frío.

- Oiga, sólo por curiosidad ¿Tiene la más mínima idea de los que está haciendo?

En la voz de Erik se mezclaban enfado, sorpresa y terror por lo que estaba viendo tras el hombre, mientras los demás albañiles trabajaban.

- Claro – contestó éste como si tal cosa – tenemos que reparar una fuga que se ha producido por aquí.

- ¿¡Una fuga!? ¿¡Aquí!? ¿¡Ahora!? – preguntó al borde del colapso - ¿¡Sabe que éste es el escenario de un crimen!?

El obrero se encogió de hombros.

- Mira niño, no sé tú, pero yo obedezco órdenes y tengo una familia que mantener, así que mejor aléjate que estás en zona de obras y además malgastando mi tiempo, que me pagan por horas.

El Belmont abrió ampliamente la boca, evidentemente para gritar, cuando Luis le puso la mano en el hombro y lo sustituyó en la conversación.

- Disculpe – intervino – ya sabemos que le estamos haciendo perder el tiempo, y nos hacemos cargo, pero – sacó del bolsillo trasero su placa de la Policía Nacional Española – estamos aquí en representación del cuerpo de Policía Español colaborando con la Policía Francesa en la investigación de la desaparición de los niños… Según sabemos uno de ellos desapareció aquí y se supone que esto debería estar clausurado a la espera de la resolución del caso.

El hombre se rió discretamente, evidentemente a causa de la paupérrima pronunciación del español.

- Si, ya sé que aquí desapareció uno de ellos, fue en una visita a la catedral, de hecho – explicó – mi hijo pequeño estaba en el grupo.

Aquello los sobresaltó, sin comerlo ni beberlo habían obtenido nueva información.

- ¿En una visita dice? – Preguntó Luis - ¿Del colegio?

El hombre asintió.

- ¿Podría darnos el nombre de la profesora de su hijo? – solicitó.

- ¡Claro! –aceptó – su nombre de pila no me lo sé, se apellida Delacroix, Mademoiselle Delacroix, del colegio Saint Charles.

- ¡Bien! – exclamó el joven, satisfecho – lo recordaremos, muchas gracias.

- Otra cosa – volvió a decir Erik - ¿Sería posible hablar con el capataz y que paralizaran la obra un par de horas para permitirnos revisar la zona?

- Ooooh no, a tanto no llegamos, comemos de esto – respondió el albañil, tajante – si queréis podéis acercaros por aquí mañana antes de las siete de la mañana, si es que necesitáis claridad.

El pelirrojo frunció el ceño, ante lo que Luis vio la necesidad de volver a intervenir, agradeciendo al hombre su colaboración y llevándose de la obra a su compañero casi a rastras.

- ¡Puta madre! – maldijo éste cuando ya estaban bastante lejos – Saben perfectamente que hay abierta una investigación ¡Y SE PONEN DE OBRAS! ¿PERO DE QUÉ COÑO VAN?

- Contente un poco ¿vale? – le ordenó Luis con rotundidad – volvamos al apartamento y cojamos un mapa de allí, tenemos que localizar el St. Charles.

El regreso fue más corto – llegaron a las tres de la tarde – pero más pesado debido a las cansinas protestas de Erik, que llevaba un cabreo de aupa. Al llegar se encontraron a François dando de comer a su hijo, o al menos intentándolo, ya que René, tenía más ganas de juerga que de cualquier otra cosa, lo saludaron apresuradamente y mientras Luis buscaba algún callejero por el salón, su colega, algo más calmado, se abalanzaba sobre su portátil, ante la pregunta del Fernández sobre qué hacía, Erik contestó con un escueto “tengo un presentimiento”

El francés tendió un mapa con rapidez a su amigo, cuyo humor mejoró bastante al obtener la situación del St. Charles, a donde se dirigirían inmediatamente.

Contento, entró en la habitación de invitados junto a Erik y se puso a contemplar las fotografías impresas, tenía ganas de hablar con sus padres y con Esther sobre los avances realizados, de hecho iba a llamarlos cuando la voz del pelirrojo lo sobresaltó.

- Luis... tienes que ver ésto.

El muchacho del pelo pajizo se dirigió a la cama, donde su compañero trasteaba con el portátil en cuya pantalla estaba abierto un programa de retoque fotográfico, con múltiples ventanas mostrando mediciones superpuestas a una de las imágenes digitales contenidas en el diskette, concretamente la de Nôtre Dame.

Los miró uno a uno y palideció.

- No puede ser... – murmuró incapaz de creer lo que veía - esas fotos…

Erik asintió y se mesó el cabello con pesadez.

- Si – confirmó con voz queda – estas fotos han sido modificadas…

----------------------------

Secreto: (Pincha para leerlo)
1 comentarios :: Enlace permanente
Compartir Compartir
FacebookCompartir
TuentiCompartir en Tuenti
MenéameMenéame Enviar
Comentarios: (del primero al último)
18:48 03/12/2007
Ok, yo pago :P
Imprimo, leo y luego comento
Participa con tu Comentario:

No puedes poner comentarios. Necesitas estar registrado en Vandal Online. Regístrate aquí o Haz Login.

Prelude of Twilight

Osaka_no_Kotatsu
Blog de Osaka_no_Kotatsu
Blog de Osaka no Kotatsu

Posts destacados por el autor:
· Script para el Mando Clásico normal de Wii en GlovePie
· Análisis Xenoblade Chronicles
· Mi baremo de calidad con 3DS
· Paso Twilight Rhapsodia a otro blog
· Tengamos la fiesta en paz
· ¡Al rico Pikachu oiga!
· Descarga Directa: Pokémon Stadium 2: Gold and Silver Original Soundtrack
· GREATEST-REMIX-EVER
· (Re-subida) [CastleVania: Twilight Rhapsodia <El juego>] Prueba de efectos V1
· [Pikmin] Ai no uta (Canción de amor)
· Petición online: Winter
· Avance Castlevania Judgment
· De vuelta al online (Todos mis Codigos Hamijo aquí)
· 10 años de Twilight Rhapsodia
· Impresiones de Smash Bros Brawl [FC Incluido]
· [Indice] La Muerte del Toro Dorado
· Avance CastleVania: Portrait of Ruin
· [CastleVania: Twilight Rhapsodia (El juego)] Schneider Beta: Control Test
· Mi primer articulo en Vandal
· Por qué Osaka?
· ¿Quien sooy?






Blogs amigos:
AHG
AlberKomatsu
alw
ASTURmatr
Baharroth
Bronco
Buitrako
D4RK0
De-mon
Dmonk
EASMO
Eikichi Onizuka
Gel-chan
GenG
hannibal smith
HeinzCube
Ikkitousen-Hideki
In the Flesh
Isnard
Jimmytrius
Jirachi
jma21
JoseDek
Kanevsky
Keiishi Viciat
Kurayami
MaNrAy
MiwE
MuteCity
Nahar
NeoYoshimitsu
Nosferatum
Nosgoroth
Peluchonazo
pgrandio
pirucho
Quistis Trepe
rma_rafagas
Rod Aran
RojoRedRouge
santimz
Sargon
shikamaru252
ShintaKun
Shoot Gunner
Sinnay_Sanolym
sojiro seta
Sonny Chiba
Space_Pirate Ridley
THE UDAMASTER
Thomas Light
Toshiro Mifune
Vikutoru
Wyxan
Xoalde
Yunita
Zebes
Zeroshcr
ZZGRST
[EklipticO]
_-Sheik-_


Categorías:
CastleVania: Twilight Rhapsodia
Delirios y Cabreos Pikmin
Otras obras
PC Gaming
Reflexiones de un friki
Saga CastleVania
Twilight Rhapsodia: The Game
Índices


Archivo:
Octubre 2018
Septiembre 2018
Enero 2016
Diciembre 2015
Octubre 2015
Febrero 2013
Diciembre 2012
Septiembre 2012
Agosto 2012
Julio 2012
Junio 2012
Mayo 2012
Abril 2012
Marzo 2012
Febrero 2012
Diciembre 2011
Noviembre 2011
Octubre 2011
Septiembre 2011
Agosto 2011
Julio 2011
Junio 2011
Mayo 2011
Marzo 2011
Enero 2011
Diciembre 2010
Noviembre 2010
Octubre 2010
Septiembre 2010
Agosto 2010
Julio 2010
Junio 2010
Mayo 2010
Abril 2010
Marzo 2010
Febrero 2010
Enero 2010
Diciembre 2009
Noviembre 2009
Octubre 2009
Septiembre 2009
Agosto 2009
Julio 2009
Junio 2009
Mayo 2009
Abril 2009
Marzo 2009
Febrero 2009
Enero 2009
Diciembre 2008
Noviembre 2008
Octubre 2008
Septiembre 2008
Agosto 2008
Julio 2008
Junio 2008
Mayo 2008
Abril 2008
Marzo 2008
Febrero 2008
Enero 2008
Diciembre 2007
Noviembre 2007
Octubre 2007
Septiembre 2007
Agosto 2007
Julio 2007
Junio 2007
Mayo 2007
Abril 2007
Marzo 2007
Febrero 2007
Enero 2007
Diciembre 2006
Noviembre 2006
Octubre 2006
Septiembre 2006
Agosto 2006
Julio 2006
Junio 2006
Mayo 2006


Vandal Online:
Portada
Blogs
Foro

Blogs en Vandal · Contacto · Denunciar Contenido