Prelude of Twilight

Publicado: 16:04 25/10/2008 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Midnight Carnival (part 3)

Simon avanzaba por las calles de París, pensativo, mezclándose con la gente, sus heridas aún escocían y su cuerpo empezaba a sentirse dolorido.

Apenas había pasado media hora desde su encontronazo con Orlox, pero ya había tenido que librar bastantes batallas, y se sentía cansado.

Sin embargo no se atrevía a detenerse, las palabras que había tenido con el Conde le habían dejado claro que debía estar preparado para cualquier eventualidad, y así era, con todos sus sentidos alerta y hasta el último de sus músculos preparado para entrar en combate.

Lo que más le inquietaba – o mejor dicho, extrañaba – eran las palabras y actitud del vampiro respecto a Alicia ¿Por qué la cuidaba? ¿Por qué se hacía cargo de ella?

Pero, más allá de ello ¿Por qué parecía oponerse a sus propios aliados? No dejaba de ser un enemigo, él mismo lo había dicho, pero ¿Por qué era tan diferente?

Se llevó la mano a su corta melena negra y se la mesó, al tiempo que suspiraba.

- Alicia…

Ya había pasado más de un mes desde el secuestro, la culpa por no haber sido capaz de evitarlo le pesaba muchísimo, pero… había podido hacerle frente a Orlox; aquel al que sus poderes no pudieron siquiera hacer tambalear había sido derribado esta vez por sus propios puños.

Se detuvo y miró la luna, que lucía un tono muy levemente rojizo; la multitud pasaba a su lado como el agua de un río sobrepasaba una piedra: rodeándola, no chocando con ella.

“Es verdad” pensó “es verdad que las batallas te hacen más fuerte”

Era algo de lo que había hablado mucho con Erik antes de que todo sucediera, cuando decidió comenzar a hacerse fuerte para proteger a su amada, el pelirrojo insistía en llevárselo en pequeñas misiones de caza, pero Simon siempre objetaba que aún no había entrenado lo suficiente como para sentirse preparado.

- El mejor entrenamiento que existe son las batallas reales – Argumentaba siempre el hermano mayor – sin experiencia de campo nunca podrás ser realmente fuerte.

Miró fijamente la palma de su mano abierta, la notaba extraña, como acartonada… era la extremidad con la que siempre empuñaba su látigo, la abrió y cerró, dándose cuenta al tacto de que algo había cambiado en ella.

- Tengo – se dijo a sí mismo – callos.

Sonrió, había empuñado tantas veces su arma en el último mes que su piel, blanca y poco acostumbrada al trabajo físico, había comenzado a curtirse.

“Me estoy fortaleciendo” pensó mientras echaba de nuevo a andar “Esto me está ayudando de verdad”

Darse cuenta de este hecho le hizo ganar confianza y a la vez lo ayudó a centrarse, comenzó a callejear de nuevo en busca de enemigos a los que derrotar, las escaramuzas duraban segundos y apenas consumía energías, sin embargo la sensación de que algo gordo sucedería no se le iba de la cabeza.

“Algo más” se repetía al final de cada combate “Todavía queda algo más…”

Continuó paralelo al curso del río durante casi una hora, cada vez que sentía alguna aura corrupta la perseguía, destruía a su emisor y volvía a su lugar, hasta que finalmente algo le hizo detenerse.

Era una sensación extraña, como un mal presentimiento.

La buscó, estaba a su derecha, en una ampla calle bien iluminada, aparentemente una de las buenas zonas de París. Rápidamente pero sin correr siguió el rastro, con la mano preparada para empuñar su arma en cualquier momento.

Las palabras de Orlox resonaron en su cabeza y le hicieron sentir aún más intranquilo.

“ya has podido comprobar que todos están muy agitados hoy… tal vez sí que vaya a suceder algo más”

- ¡Calvo cabrón! – masculló entre dientes - ¡Si sabías algo más podías habérmelo dicho, coño!

Se adentró en la bocacalle, mirando de reojo la placa que rezaba Passage de la Flandre.

Incluso el nombre de la calle era elegante, y la zona en sí no se quedaba atrás, con un bonito empedrado, fachadas bien cuidadas y acera y asfalto impecables, las farolas daban una luz clara y diferente de la amarillenta luminiscencia de las demás y además estaban intactas.

Era un extraño lugar para los malos sucesos, de hecho no había un solo resquicio para la oscuridad, ni una oscura callejuela, ni una farola rota, ni un sucio rincón.

¿Lo había asaltado una paranoia momentánea?

Con esta idea en la cabeza, terminó de examinar la zona y se dispuso a marcharse, entonces se escuchó un chasquido y todas las bombillas estallaron, quedando completamente a oscuras.

“Y aquí viene” pensó con una serenidad impropia de él.

Un presentimiento le hizo darse la vuelta estando ya en la entrada de la calle, y contempló como, frente a sus ojos, una potente llama anaranjada trazaba una serie de líneas en el suelo antes de apagarse, con un sonido similar al de la pólvora ardiendo.

- ¿Qué demonios…?

Una vez extinguido por completo el fuego, se acercó al lugar, iluminado por la levemente rojiza luz de la luna y la luz artificial proveniente de las ventanas de los edificios que lo rodeaban, una vez junto al lugar se arrodilló y lo contempló, viéndose sorprendido por la marca dejada en el suelo.

Un 7.

Un siete aún incandescente grabado literalmente en la acera, su reacción ante él fue llevar su mano al bolsillo interior de su chaleco y sacar de él el móvil, marcando inmediatamente el primer número que le vino a la cabeza.

- ¡Hola Luis! Soy Simon ¿Qué por qué? ¡Ha aparecido otro siete! La calle es… a ver ¿Cómo se pronuncia? P-passage de la… ¿flandre? Si, eso he dicho – asintió con algo de nerviosismo – y antes de que me preguntes, sí, es auténtico, lo he visto aparecer ante mis propios ojos – se detuvo un par de minutos, escuchando al Fernández – bien, comprendido – esperó un poco más – tranquilo, no decepcionaré… si, nos vemos luego… veeeenga ¡Adios!

- Bueno – se dijo a sí mismo – ya están avisados por si pasa algo, pero de momento tengo que cumplir con mi parte…

Observó con atención todas las farolas bajo la oscuridad, una de ellas debía estar lo suficientemente bien situada como para observar la calle desde las alturas – sería una locura meterse en el balcón de alguien – de modo que escaló la primera que tuvo al lado y se desplazó por ellas saltando de una en una.

Finalmente escogió la que le daba una visión casi de gran angular, la tercera a su derecha desde la entrada a la zona, desenganchó su látigo del cinturón y se acuclilló, vigilando sin ni tan siquiera pestañear, esperando el más mínimo movimiento.

Esperó un buen rato, casi una hora, antes de sentir que el ambiente se enfriaba, sabía que aquello era la señal de que una sombra estaba cerca y se puso en guardia, pero siguió sin ver nada; nervioso, se puso en pie, y fue entonces cuando sucedió.

El grito agudo y angustiado de una mujer llenó la calle, Simon bajó de la farola y miró a todos lados, buscando siquiera algún rastro de la sombra, pero no había nada ¡Nada! Comenzaba a ponerse nervioso cuando vio una especie de mancha negra emerger a toda prisa de una de las ventanas cerradas.

“¡Sus muertos!” pensó mientras la venía llegar a la acera “¡Llegó desde terrado y bajó por la fachada! ¡Por eso no la vi!”

Reaccionó enseguida, generando en su mano una potente lighting ball que la sombra esquivó con un rápido driblaje, alejándose a todo correr del lugar con el Belmont pisándole los talones.

- ¡No escaparás! – espetaba a la sombra - ¡No pienso fallar esta vez!

Como aceptando el desafío, la mancha oscura aumentó su velocidad y salió de la calle doblando las esquinas en ángulo cerrado, pero el joven podía sentir su aura y se centraba en ella; sintiéndose en el deber de no dejarla escapar, sus pies se movían a una velocidad a la que no estaba acostumbrado a correr.

En su persecución se metieron por callejones oscuros, Simon se vio obligado a rebotar entre paredes para escalarlas y a saltar por los tejados, viéndose al regresar a suelo firme en una avenida próxima al Seine, repleta de gente.

Aquello fue lo que logró despistar a un Luis ya agotado, pero la noche era jóven y él tenía ganas de marcha, de modo que, esquivando a los que podía y atropellando al resto, continuó corriendo tras la sombra hasta que se topó con un muro infranqueable.

El propio río Seine, con el único puente próximo a demasiados metros de distancia.

Se apoyó en la barandilla de piedra y observó a la sombra pasar tranquilamente por la superficie del agua, miró a todos lados buscando un camino y se topó, justo sobre su cabeza, con un cable sobre el que colgaban varias lámparas.

- Esto es de videojuego, macho – murmuró con una sonrisa.

Sin pensárselo dos veces y para sorpresa de la multitud, se encaramó al pétreo quitamiedos y saltó, desenrollando su látigo en el aire y usándolo para engancharse a al primer farol, que aguantó, por lo que se balanceó hasta donde le permitió la inercia, sacudió su arma para desengancharse y lo lanzó al siguiente, repitiendo una y otra vez hasta que superó el cauce del río.

Aterrizó con las piernas temblando y el corazón a mil, giró la cabeza para mirar los focos y pegó un respingo.

“¡La puta!” pensó “¿Yo he hecho eso?”

Desgraciadamente, ese instante de vacilación permitió que la sombra captora pasara a su lado como si nada y continuara huyendo delante del muchacho, que se maldijo a sí mismo más veces de las que pudo contar.

La parte buena de haber cometido semejante locura es que tras el subidón de adrenalina se sentía ligero como una pluma y corría aún más rápido que antes, llegando a colocarse tan cerca de su objetivo que incluso se arriesgo a intentar propinarle algunos latigazos que, sin embargo, sólo lograron abrir pequeños boquetes en el lugar del impacto.

- ¡Esta vez no os saldréis con la vuestra! – espetó a la sombra mientras se adentraba junto a ella en un callejón.

Pero, naturalmente, el espectro no parecía dispuesto a dejarle ganar, aumentó la velocidad y por un momento el Belmont pareció perderla, pero entonces éste arrambló con la desvencijada puerta trasera de una casa y salió por la delantera – llevándose por delante muebles, algunas puertas y dejando a una pareja de ancianos gritando insultos en francés que no había oído en toda su vida – encontrándosela de nuevo, la alcanzó con otra lighting ball y, tras correr otro poco más, acabó arrinconándola en un descampado.

- Está bien, podemos hacerlo por las buenas o por las malas – articuló mientras desenrollaba su látigo – suelta al crío sin oponer resistencia y te dejaré marchar.

No hubo respuesta de la sombra, ésta simplemente se mantuvo como un círculo oscuro en el suelo y retrocedió unos centímetros.

- ¡Lo único que quiero es rescatar al niño! – insistió – te lo repetiré una vez más: libéralo y te dejaré marchar, sé que lo tienes, siento su aura en el interior de la tuya.

Entonces la sombra se irguió, tomando una forma parecida a la humana, en su interior yacía el infante, dormido o inconsciente, pero evidentemente vivo, Simon sonrió con satisfacción y avanzó un poco, encontrándose en ese mismo instante con un suceso que casi le hace caerse de espaldas.

Frente a él, tras la sombra que había estado persiguiendo, se irguieron otras seis, tomando una altura de aproximadamente dos metros, grandes e imponentes, los siete espectros abrieron de par en par lo que parecían ser unos enormes y luminosos ojos rojos, y se encorvaron amenazantes, emitiendo un silencioso gruñido, como si de bestias salvajes se trataran.

Sin dejarse intimidar se puso en guardia, agarrando la empuñadura de su látigo mientras tiraba de la parte enrollada con la otra mano, tuvo el acierto de retroceder de un salto en el momento justo en el que los siete espectros se abalanzaban contra él, dando inmediatamente después un gran bote con toda la potencia de la que podía hacer gala con sus piernas. Esto último sin embargo fue un mal movimiento, sin puntos en los que apoyarse y el lugar del salto como única zona de aterrizaje, cayó en la cuenta de su error al ver como las sombras lo perseguían escalando las paredes y, al llegar a su altura, cruzaron de una fachada a otra golpeándolo por el camino hasta que la fuerza de gravedad hizo su trabajo y comenzó su caída, aterrizando de mala manera sobre sus pies y doblando la rodilla por la dureza del aterrizaje.

Se maldijo a sí mismo y su pésima idea del salto cuando tuvo que dar una voltereta hacia delante para esquivar el ataque consecutivo de dos sombras, encontrándose de frente a otra que lo derribó de una embestida y viéndose obligado a rodar para evitar a una cuarta que caía en picado sobre él, logró incorporarse tras invocar un sello sagrado que atrapó por apenas cinco segundos a las tres últimas, pero inmediatamente después se vio rodeado de nuevo.

No era una situación fácil, pero no estaba dispuesto a ceder, sentirse superado fue lo que ocasionó la derrota en su última batalla y no estaba dispuesto a ceder de nuevo, rápidamente desenrolló el látigo y colocó su mano libre en el cuello para protegerlo, mientras que con una violenta sacudida hacía que éste se enrollara en su pescuezo y, al tirar, se desenrollaba, golpeando así dos veces consecutivas a las criaturas, que cayeron ante la violencia del segundo impacto.

Aquellos segundos concedidos por ese pequeño golpe de ingenio eran cruciales, y el Belmont lo sabía. Se apresuró a salir del círculo y plantó cara inmediatamente a sus enemigas, que se alzaban una vez más para embestirle; evitó el embate simultáneo saltando sobre ellas con una voltereta bien calculada y se permitió golpear por el camino a una de ellas, que se estrelló contra el suelo convirtiéndose de nuevo en una mancha negra sobre el empedrado antes de que la demás aterrizaran, entonces Simon pudo observar algo interesante: la sombra derribada contraatacó antes de que las demás volvieran al combate, la esquivó y al siguiente envite comprobó que, de nuevo, se abalanzaban sobre él a destiempo.

¿Estaban sincronizadas? Se dispuso a comprobarlo, esperó a la sombra que se movía a destiempo y la esquivó, después se expuso a cuerpo descubierto al ataque de las demás y propinó un latigazo ascendente a una de ellas, que salió volando y cayó al suelo como una pesada gota de petróleo.

“A ver qué tal ahora” pensó mientras se ponía de nuevo en guardia.

Las criaturas no se hicieron esperar, tal y como el joven supuso, atacaron primero las dos derribadas y, después, todas en tropel, en el orden en el que tocaban el suelo, realizando ataques idénticos, como una única entidad pensante.

- Esto va a ser divertido… – se dijo en voz alta mientras esperaba un nuevo ataque.

En las siguientes embestidas Simon fue, una a una, derribando las demás sombras, creando así una secuencia de ataques enemigos a los que podía responder sin mayor problema.

Y así fue, una vez separados los ataques de todos los espectros los embistió uno a uno, golpeándoles con su arma y estrellándolos contra suelo y paredes, hicieron falta algunas pasadas, pero finalmente y tras el descuido inicial, se sorprendió al ver que no había sufrido el menor rasguño.

Pero hubo dos cosas que lo desconcertaron.

La primera fue la extraña debilidad de las sombras, y es que comparadas con la anterior a la que hizo frente éstas no habían resultado un problema y estaba totalmente seguro de que no se debía a su propio poder, ya que ni siquiera habían adoptado formas diferentes.

La segunda y que además hizo que el estómago le diera un vuelco por un segundo, era que, pese a haber derribado y derrotado a los espectros, el cuerpo del niño no estaba por ninguna parte.

Y el estómago le dio un vuelco sólo por un segundo porque al mirar a sus pies vio resueltas todas sus dudas, y es que donde debía estar el suelo había una enorme mancha negra, como un agujero que amenazaba con tragarlo, inmediatamente puso pies en polvorosa y se dirigió a suelo seguro, preparándose para recibir lo que quiera que fuera a salir de ahí.

No pasó ni un minuto hasta que aquella enorme mancha negra comenzó a burbujear, como si bullera, el joven Belmont no pudo evitar sentirse intimidado ante lo que estaba sucediendo y se vio obligado a mantener la calma mientras veía como de repente, frente a él, se alzaba una gigantesca sombra informe de más de 3 metros de altura, brillantes ojos rojos y una boca que, en dos ocasiones que abrió, apareció en dos puntos diferentes de su estructura.

Entonces lo comprendió todo, aquellas 7 sombras no eran más que 7 partes de una única entidad que se había encargado de abducir a todos los niños, el espectro al que él se enfrentó no era más que un señuelo, una escolta del que cumplía la verdadera misión.

Se desplazó a un lado para esquivar el primer ataque de la criatura, que intentó aplastarlo con lo que tenía toda la pinta de ser un brazo, rodó y la fustigó un par de veces con su látigo, el monstruo se estremeció, y Simon pudo sentir de nuevo el aura del crío en sus entrañas.

“Está vivo” pensó mientras esbozaba una leve sonrisa “¡Aún no he fracasado!”

Pero aunque en efecto era así, aquel sombrío titán tenía toda la pinta de ser una empresa difícil de abarcar, se movía con lentitud pero no tenía una forma o fisonomía definida, de modo que, mientras corría a su alrededor para encontrar su punto débil, el muchacho debía en muchas ocasiones hacer gala de unos reflejos felinos para evitar ataques sorpresa a los que contestaba con su arma o sus lighting ball, sin embargo no lograba provocar en el monstruo más que un leve estremecimiento.

Por un momento se preguntó si, una vez más, no era demasiado débil, si aquello no era demasiado para él, pero espantó inmediatamente aquellas ideas y se concentró en la batalla.

“Jamás me perdonaré otro momento de debilidad” pensó mientras volvía al ataque “¡No tengo otra opción que la victoria!”

Lanzó una lighting ball a la inmensa masa negra y se escabulló de inmediato esquivando el posible contraataque, continuando con la búsqueda de puntos débiles saltó contra una de las fachadas y rebotó para llegar a la supuesta cabeza del monstruo y azuzarle con su Holy Punch, pero todo era inútil.

Cayó sobre sus rodillas y rodó hacia atrás, mirándolo confuso.

¿Acaso no había modo de dañarlo?

Se incorporó justo a tiempo para echar a correr y evitar los múltiples contraataques de la bestia en forma de numerosos apéndices que intentaban golpearlo sin éxito, clavándose con gran fuerza en el suelo, en su carrera encontró un hueco y la emprendió a latigazos contra aquella cosa, pero sólo logró agotarse.

“¡Nada!” pensó, desesperado “¡No hay manera! ¡Nada que hacer!”

Ya lo había probado todo, sólo le quedaba una alternativa, una locura en realidad, ya que sabía que, de fallar, quedaría completamente vendido y aquella mole lenta y enorme lo aplastaría sin remisión.

Necesitaba protección, la bestia se giraba y le atacaría a la menor oportunidad, lentamente se alzó e irguió de nuevo, con su látigo en la mano.

- ¡DEFFENSIVE CROSS!

La cruz iridiscente se colocó frente a él, levantando una barrera tan fuerte que los ataques del espectro no podían ni siquiera mellar, mientras e concentraba y aumentaba la intensidad de su aura todo lo que era capaz.

Cuando se sintió listo tensó todos los músculos, su energía pareció romper una barrera dentro de su cuerpo y, al tiempo que sentía algo despertar en su interior, su cuerpo expelió una intensa llamarada y su aura tornó rojiza.

Nuevamente henchido de aquella sensación de poder, nuevamente sus sentidos alcanzando otro nivel de percepción.

El espectro pareció percibir este repentino aumento de poder, y que sacó dos enormes brazos y atacó con una fuerza arrolladora, encontrándose de nuevo con la Cruz defensiva levantada por Simon, que esperó unos instantes para retirarla y, colándose entre los dos apéndices, embestir.

Su próximo movimiento debía ser fulminante, debía decidir la batalla con él.

Rápidamente se posicionó frente a la gigantesca sombra y saltó, colocándose frente a su cara, concentró toda su aura en el látigo, cuyo cuero se convirtió en una brillante llama escarlata, y lanzó un único ataque, proyectado con toda su alma.

- ¡¡¡FLAMING WHIP!!!

El impacto del arma con la criatura provocó una tremenda explosión que hizo temblar la zona, el joven Belmont salió despedido a causa de la onda expansiva y cayó a duras penas de pie, su cuerpo ya no brillaba y sus sentidos habían vuelto a la normalidad, jadeando afianzó su posición y observó la enorme nube de polvo y humo que ahora ocupaba el lugar donde antes se encontraba aquella criatura.

De repente su rodilla cedió, haciéndole ver que había hecho mal en no sopesar los riesgos, aquella técnica resultó ser tan potente que lo dejó momentáneamente sin fuerzas.

- Al menos… espero haberlo conseguido – se dijo, levantándose y comprobando que su cuerpo aún podía reaccionar.

Desgraciadamente no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde de que una titánica mano oscura se abalanzaba sobre él.

Un segundo después, sin saber cómo había sucedido, se hallaba atrapado, flotando en la más espesa negrura.

“¿Qué es esto?” se preguntó “¿Dónde…?”

Tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba suspendido boca abajo, confuso y agobiado por la oscuridad y aún entumecido y agarrotado por la potencia descargada en su ataque, era incapaz de reconstruir los hechos que lo habían llevado hasta ahí en apenas unos cinco segundos, sólo recordaba haber sido tragado por la oscuridad.

Comenzó a moverse con dificultad, logrando colocarse de nuevo cabeza arriba – o al menos lo que se suponía que era cabeza arriba – y echado un vistazo a su alrededor, dándose cuenta de que no es que se encontrara sumergido en algún fluido – o no – negro, si no que parecía encontrarse en un inmenso espacio vacío.

¿Vacío?

Un segundo vistazo le confirmó que no estaba sólo, a unos metros – o lo que le parecieron unos metros, ya que había perdido la noción del espacio – se hallaba un niño, suspendido como él, vestía un pijama de rayas celestes que le quedaba un poco grande y tenía el pelo oscuro cortado a tazón, su rostro salpicado de pecas le hacía aparentar menos edad de la que supuestamente tenía.

“Este es… ¿el niño?”

Se aproximó a él, “nadando” en aquel vació, lo sacudió un poco e intentó despertarlo, pero fue en vano, insistió un poco más hasta que vio que, efectivamente, era inútil.

- Bueno, pues aquí estamos – murmuró con resignación – he sido vencido de nuevo, no puedo con esta cosa.

- ¿¡Cómo que no puedes!?

Parpadeó, la negrura no desapareció al cerrar los ojos, pero al volver a abrirlos se extendía ante sí una escena muy familiar.

Era una cabaña en el claro de un bosque de montaña, el suelo estaba cubierto de hojarasca y el ambiente parecía ser fresco y agradable. En el exterior de la caseta se hallaban tres personas, una de ellas era Adela, un poco más joven, sentada en un banco observando a quienes se encontraban frente a sus ojos: un Juan José también algo más joven que tenía el pelo recogido en una pequeña coleta y un chico prácticamente prepúber, tumbado en el suelo como si lo hubieran derribado, con un ajado látigo descolorido en la mano izquierda y el cabello negro desordenado, sus ojos eran de un profundo color gris.

- ¡Pues que no puedo! ¿¡Cómo quereis que haga frente – señaló a un 4º elemento que se encontraba en el escenario, un Golem de piedra de unos dos metros de alto que se hallaba inmóvil, como esperando alguna orden – a eso!?

- ¿Y como quieres tú que aceptemos que te relaciones con nuestra hija si ni siquiera eres capaz de derrotar a un bicho así? – articuló la mujer con severidad – Eres un Belmon,¡a tu edad deberías ser capaz de hacer más que esto!

La puerta de la caseta se abrió en el mismo momento en que el chaval se disponía a contestar, por ella apareció un adolescente pelirrojo y pecoso, de barbilla alargada y nariz fina, con su larga melena recogida en una coleta.

- ¿Cómo va? – preguntó - ¿Aún no? - Juanjo negó con la cabeza - ¡Simon! – exclamó en tono de fastidio mientras miraba al niño.

- ¡Está bien! – protestó éste levantándose y tirando el látigo al suelo con rabia - ¡Ya vale! ¡Yo no soy tú! – espetó al recién llegado - ¡Y no tengo por qué aguantar esto!

Se dirigía de nuevo a la cabaña, cuando la voz del pelirrojo lo detuvo.

- ¡Espera! ¿Qué has dicho?

- He dicho que yo no soy tú, Erik – respondió el jovencito en tono desafiante – ¡No soy un genio! – se golpeó el pecho con la mano izquierda - ¡Apenas tengo 12 años! ¿Y queréis que me ponga a derrotar a esas cosas? ¡Estáis locos!

Se disponía a entrar, dando un portazo, pero Erik agarró la puerta y lo detuvo de nuevo.

- La idea no es que derrotes a esa cosa, hermanito.

Simon se detuvo de golpe y se dio la vuelta, mirándolo aún enfurrunchado, pero con interés.

- ¿Y quieres decirme qué hago en mitad de la nada enfrentándome a bichos que casi me doblan la estatura?

- La idea es – se dio la vuelta y recogió del suelo el viejo látigo – que comprendas algo muy importante… - se incorporó y llamó la atención del Fernández - ¡Juanjo! ¿Podría invocar tres o cuatro golem más?

- ¿¡Tres o cuatro!? ¡No vas a poder con tantos, Erik! – objetó el hombre.

- Créame que sí – respondió – necesito mostrarle a Simon el objeto de todo esto.

Con el gesto torcido, pero sin decir una palabra más, el Fernández dibujó tres pentagramas en la hojarasca húmeda y comenzó a recitar un aria, mientras, Erik adoptaba una pose de ataque, mientras a su alrededor las hojas muertas comenzaban a arremolinarse.

- Necesito mostrarle a Simon… qué es lo que debe alcanzar para poder llamarse a sí mismo con orgullo “Belmont”

Las criaturas aparecieron finalmente y Juanjo se apartó de la escena, sabía lo que venía ahora y sabía que no era bueno permanecer cerca.

- ¡Simon! – llamó a su hermano – Observa bien, esto es lo que debes ser capaz de lograr con tu energía interior.

Sin articular palabra, el aludido clavó sus ojos en el pelirrojo y tragó saliva.

- ¡Esto es lo que hace que los Belmont estemos por encima del resto!

Con un grito de batalla, Erik se abalanzó contra las cuatro criaturas, con su cuerpo brillando en un intenso fulgor rojizo y el viejo látigo convertido en una gigantesca llama flexible, bastó un solo golpe para que los cuatro autómatas rocosos se hicieran pedazos y deshicieran entre mortales llamas azuladas.

- Libera el mayor poder de destrucción contra la oscuridad…


- …Y protege a aquellos que te rodean.

Con estas palabras, la visión desapareció, encontrándose de nuevo entre aquella espesa negrura; no se había dado cuenta, pero en su mano aún descansaba el látigo que sus padres crearon para él.

- Ven aquí, chaval – articuló mientras cogía la mano del niño – salgamos de ésta.

- Lo que nos caracteriza no es que seamos poderosos, ni longevos.

Simon comenzó a concentrar sus fuerzas de nuevo, pero ésta vez no invocaría el fuego de la purificación si no que iría más allá, no pasó mucho rato hasta que empezó a verse rodeado por los ya familiares luceros con forma de diminutas cruces.

- Ni siquiera que seamos nobles.

Sujetó al crío contra su cuerpo, protegiendo sus ojos para que la intensa luz no dañara sus retinas a través de los párpados.

- Lo que nos hace especiales, y eso es algo que debes comprender…

La luz se intensificó y comenzó a arremolinarse, las cruces ya tenían un tamaño equivalente al de su propio cuerpo.

- …es que usamos ese inmenso poder para poder levantarnos una y otra vez, para no rendirnos. Y eso no lo hacemos por nosotros.

Simon liberó la energía, la columna de luz se manifestó.

- ¡¡¡HOLY CROSS!!!

- Lo hacemos por y para las personas que nos rodean…

De repente el espacio en el que se encontraban se rompió en mil pedazos, el Belmont, con el pequeño Cecil sujeto con una mano, salió despedido del cuerpo de la inmensa sombra, y al abrir los ojos estando aún en el aire la encontró de frente, malherida, bramando amenazante, dispuesta a destrozarlo antes de que tocara el suelo.

No le daría esa oportunidad.

- …para proteger a aquellos que queremos y amamos.

Como si supiera lo que tenía que hacer, concentró toda su aura en el látigo, que brilló con la intensidad de la luz del sol, tomando una longitud infinita.

- El día que comprendas eso, Simon, el día que comprendas por qué fuimos bendecidos con este poder…

- ¡¡¡LIGHTING WHIP!!!

- …podrás considerarte digno de ser llamado…

Lanzó su arma con todas sus fuerzas, fustigando a la criatura, que gritó herida de muerte.

Cayó al suelo con energía y elegancia, de pie, mientras contemplaba como el espectro era tragado por la esfera de luz generada por el impacto de su nueva técnica.

- …Simon Belmont the Second

Más relajado y sintiéndose ya victorioso, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del callejón, al amparo de la luz de la luna, no se sentía cansado, algo que le resultó extraño dada la enorme cantidad de energía liberada, entonces una autoritara voz, casi iracunda, lo hizo detenerse.

- ¡Eh, tú! ¡Deja a ese niño en el suelo!

- La puerta de la cabaña se abrió, la luz de la luna entraba ya por las ventanas en el interior, donde descansaban todos los presentes, por el umbral apareció Juanjo, llevando en volandas al pequeño Simon, que aún sostenía su látigo entre las manos, aferrado a él.

Adela no pudo evitar sentir una puntilla de orgullo y lástima.

- ¿Lo consiguió? – preguntó acercándose para ver como estaba el chico.

- No - contestó Juanjo con una sonrisa -  pero ha pasado varias horas intentándolo – torció el cuello y lo miró con fijeza, sus ojos reflejaban cariño – es muy perseverante, estoy seguro de que cuando sea capaz de emplear su energía correctamente no habrá nada…


Simon sonrió levemente, con confianza.

- …absolutamente nada…

- Si tienes los cojones de venir a por mí…

- …que sea capaz de detenerlo.

- …¡Hazlo y oblígame!
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Comentarios: (del primero al último)
17:36 25/10/2008
Genial, lo leo y comento :D
20:04 25/10/2008
Bien contado, como siempre; te ha quedado emotiva la ultima parte.

Saludos
11:30 28/10/2008
Jeje, gracias Thomas, como siempre ^^

La verdad, pretendía que quedara emotivo y, al mismo tiempo, épico, es decir, supone el despertar de los verdaderos poderes de Simon, hasta ahora ocultos, de modo que debía resultar algo espectacular =)

Ahora se acerca una de las mejores batallas que hay en mi cabeza, claro que antes debo ser capaz de concentrarme de nuevo xd, a ver qué sale al final.
12:46 07/12/2008
Hola, soy nuevo en Vandal, sin embargo, me he leído tu blog enterito y tengo que decir que me ha ENCANTADO. Me gusta como escribes y creo que deberías continuar escribiendo y dándonos esta gran y magnífica historia.
12:49 07/12/2008
Por cierto, ¿Cómo puedes poner cosas en el blog? Es que no veo como hacerlo.
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