Prelude of Twilight

Publicado: 17:06 22/04/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The Brotherhood

Finalmente, a las tres de la tarde, llegó la hora de la despedida, los tres jóvenes subieron al avión con el juramento de no volver a pisar la ciudad sin la compañía de Alicia y, sobre todo, de regresar sanos y salvos.

El avión les llevó sin escalas a Nápoles, desde donde cogieron un tren que los dejaría en un rústico pueblecito cercano, perdido en mitad del campo.

Allí, equipaje en mano y decididos a obtener el permiso fuera como fuera, el trío empezó a avanzar hacia su objetivo.

Aquella aldea sin nombre, que conocían desde que tenían uso de razón, no era un lugar al que se pudiera acceder por medios habituales, convertida hacía más de dos siglos en hogar y refugio de los cazadores que allí quisieran quedarse, conservaba el encanto natural de los bellos pueblecitos italianos de suelo empedrado, fachada blanca y balcones floreados, el aire puro llenaba sus pulmones y el caluroso sol mediterráneo, no muy diferente del que les iluminaba en la vieja Almería, les hacía sudar.

Erik y Luis habían pasado veranos enteros allí, entrenando y estudiando, a Simon por su parte le encantaban sus calles, siempre llenas de vida.

Sin embargo, aquella aldea sólo era un lugar de paso, su verdadero objetivo se alzaba frente a ellos, majestuoso, al final de la calle.

Y es que en aquel lugar oculto se encontraba el templo, sede y lugar de todos los cazavampiros residentes en Europa.

La hermandad de la Luz, situada en la zona norte del pueblo, era el primer lugar por el que todo cazador debía pasar antes de emprender una misión voluntaria, y justo con esa idea en mente, Simon, Erik y Luis se personaron en el enorme recinto.

Era un lugar cuya distribución era comparable a una universidad, compuesta por tres edificios situados alrededor de una gran plaza empedrada, la construcción central, parecida a una enorme catedral gótica, era la más importante, conteniendo en su interior una gigantesca biblioteca, una gran armería y un aulario, sirviendo así mismo de colegio, instituto y dormitorio a los jóvenes del lugar; también allí era donde se encontraba el despacho de la cabeza visible y más alto escalón de la pirámide de rangos de la organización, el líder.

Los edificios colindantes, de construcción simple, estaban bien diferenciados en su función, el de la izquierda, franqueado por dos gárgolas de piedra cuyo tamaño rondaría los cuatro metros de alto, hacía las veces de gimnasio y centro de entrenamiento físico, el de la derecha, con un portón enorme sobre cuyas puertas descansaba un caduceus tallado en metal, era el hospital.

Por último, a espaldas del edificio central se extendía un espeso bosque que Simon conocía muy bien, allí era donde se celebraban los exámenes de ascenso de rango y, también allí, fue donde abandonó por dos años consecutivos casi superada la prueba.

No es que se enorgulleciera de ello, pero tenía unos principios y los defendía con firmeza.

Luis y Erik por su parte sonreían con cierta nostalgia siempre que pisaban el empedrado de aquella plaza, recordando sus duros entrenamientos veraniegos, que les habían ayudado a convertirse en lo que ahora eran.

A Simon, que había sido entrenado completamente por ellos dos, aquel lugar sólo le provocaba indiferencia.

Por un lado ansiosos por llegar y por otro deseosos de cobijarse bajo alguna sombra del cada vez más ardiente sol – ir cargados con el equipaje tampoco es que ayudara mucho – cruzaron la plaza a toda velocidad y franquearon la puerta abierta del edificio central, donde la sombra proporcionada por la fría piedra aliviaba bastante.

Nada más entrar ya se adivinaba la enormidad del lugar, el Hall era enorme, de forma octogonal, con un brillante suelo de mármol blanco, al fondo, una doble escalera ascendía a una segunda planta con un balcón que daba al Hall, puertas y bancos de descanso se alternaban, y delante de las escaleras un hombre ya maduro, con un frondoso bigote, leía una revista detrás de un mostrador.

- ¡Wolas! – saludó Erik desde la entrada del edificio.

El recepcionista alzó la vista y sonrió levemente al verlos mientras se acercaban y les tendió la mano, dándole un apretón a cada uno.

- ¡Cuánto tiempo sin veros! – exclamó con voz cansada.

- Ya ves – respondió Luis, sonriente – casi medio año ¿qué tal todo por aquí?

- Bien, bien… - respondió el hombre cerrando la revista - ¿Qué os traéis por estos lares? Pensaba que no os vería hasta la próxima convocatoria del examen de ascenso.

Simon bajó la cabeza, avergonzado.

- Venimos a conseguir un pequeño permiso de arriba… para una misión – explicó Erik - ¿Puedes guardarnos esto aquí? – preguntó mientras dejaba su equipaje en el mostrador, haciendo lo propio Simon y Luis.

- ¿Una misión voluntaria? – preguntó su interlocutor con voz incrédula.

Los tres compañeros se miraron.

- ¿Cree que hay posibilidades de que nos la den? – se interesó Simon.

- ¿¡Posibilidades!? – Exclamó el hombre – ¡Tenéis todas las papeletas!

Luis arqueó una ceja.

- Te quedas con nosotros.

- ¡Ojalá! No veáis la que hay organizada por aquí desde hace un par de semanas ¿Veis lo tranquilo que está esto? ¡Pues los últimos pisos echan humo! La jefa se va a poner loca de contenta cuando vea que hay alguien que se presenta voluntario para algo.

- ¡Genial! – celebró Luis.

- Si no os muerde antes, claro – le interrumpió el recepcionista – ya os digo que ahí arriba están que echan humo, su despacho parece un campo de batalla, está de un humor de perros, yo le pregunté la hora ayer y casi me despide.

Erik bufó mientras meneaba la mano derecha.

- Que el cielo nos asista… en fin – echó a andar por la escalera, seguido de su hermano y de Luis - ¡Gracias por la info! ¡Nos vemos!

Tensos y en guardia por las palabras del recepcionista, empezaron a ascender, los primeros tres pisos, que contenían el aulario de las clases teóricas, estaban en una calma casi total, sólo interrumpida por las explicaciones de los profesores, pero cuando se acercaron a la escalera que daba acceso al cuarto ya se podía sentir el barullo.

Simon tragó saliva.

- Si salimos de ahí enteros ya será un milagro.

- Si – aseveró Luis – tanto rollo con venir elegantes y tendremos suerte si no salimos con los pantalones por chaqueta.

Erik suspiró, la líder de la hermandad de la luz era una mujer para quien la elegancia era algo primordial, y con tal de ablandarla y conseguir que les asignara la misión habían decidido vestirse de la forma menos apropiada para combatir el sofocante calor napolitano.

Simon vestía unos pantalones de pinza grises, una ligera camisa blanca de manga larga y un chaleco, también gris, bastante caluroso; Erik por su parte llevaba su sempiterno traje negro, corbata rojiza y pillacorbatas de oro y Luis, que se había llevado la peor parte, un traje de chaqueta gris oscuro, camisa blanca y corbata azul marino.

Los muchachos siguieron subiendo; el cuarto piso, las oficinas, bullía, los papeles volaban, los teléfonos sonaban y la gente se movía de un lado a otro, lo cruzaron como pudieron para llegar al quinto, la zona de telecomunicaciones, donde el continuo teclear, el ruido de las impresoras y el calor expelido por las máquinas se hacía insoportable, y pasaron en silencio, sudando, hasta que llegaron a las escaleras del sexto piso y arribaron a un pasillo, de suelo de mármol rosado, decorado con columnas, jarrones, y bustos de algunos de los filósofos más importantes de la historia.

Al fondo, tras una gran puerta de madera bellamente rematada con adornos dorados, se encontraba el despacho del líder de la hermandad de la luz.

Lentamente, cansados ya por el ajetreo de los dos pisos anteriores, avanzaron hacia la puerta; según se aproximaban oían timbres de teléfonos, telefonazos, un teclear rápido y furioso y una potente voz femenina que hablaba con irritación.

- No echa humo… – comentó Erik poniendo la mano sobre la puerta, dispuesto a empujar – echa fuego.

Ligeramente temeroso, empujó la puerta y entró, seguido de Simon y Luis. Era un despacho ciertamente enorme, tan grande como el salón de los Fernández, a los lados sendas estanterías contenían toneladas de libros, y detrás de la mesa, que estaba rodeada de papeles, carpetas y cuatro sillas con montañas de libros encima, un monitor de ordenador y una impresora sobre ella – la CPU estaba a un lado, en el suelo, completamente cubierta de papeles – se alzaba un imponente ventanal desde el que se podía contemplar todo el pueblo.

Apenas habían entrado cuando un grito, precedido por el sonido del botón de un interfono pulsado con furia, les sobresaltó.

- ¡Marcia! ¡Pon el mensaje de “estoy reunida”! ¡Voy a desconectar los putos teléfonos!

Acto seguido, una maraña de cables, que acababa en cuatro entradas de línea telefónica colocadas juntas, sufrió un tirón, desconectándose bruscamente de la pared, y la mujer que estaba detrás de la mesa tiró hacia delante una de las pilas de libros, para revelar una cabeza echada boca abajo, cubierta por un fino cabello rubio y con el auricular de un teléfono aún agarrado sobre la mesa.

- Aaaaahhhhhhhhhhh… al fin… - respiró aliviada – por fin un poco de paz…

Los tres muchachos se miraron y después miraron a la mujer, que en ese momento buscaba, sin levantar, el teléfono que correspondía a su auricular para colgarlo.

Cuando lo consiguió levantó un poco la cabeza, el cabello rubio, totalmente despeinado, caía hasta los hombros y cubriéndole la cara, los ojos entrecerrados y ojerosos se distinguían a duras penas.

- Oh, mierda… - murmuró al ver al trío allí de pie.

La mujer se levantó, recostándose sobre el respaldo de su sillón, adoptando así una posición algo más digna y se pasó el flequillo por detrás de las orejas.

Aún con una expresión de cansancio extremo dibujada en el rostro y unas ojeras que llegaban al suelo, podía adivinarse en la mujer cierta belleza, de labios finos y rosados, ojos alargados y nariz alargada y chata, su cabello dorado contrastaba bruscamente con su piel morena, la forma de su cara transmitía una fuerte sensación de severidad.

- ¿Cuándo habeis llegado? – preguntó recuperando la compostura.

- Pues más o menos cuando parecías a punto de tirarte por la ventana – respondió Luis.

El hombre de recepción no había exagerado en absoluto, los tres cazadores advirtieron inmediatamente que aquello era un horno, de hecho, la mujer, que ahora los miraba inquisidoramente, llevaba puesto un sencillo top de color fucsia y sudaba a mares.

- Bien… - hizo un rápido movimiento con el brazo, de izquierda a derecha, y todos los libros y papeles que había sobre la mesa y las sillas cayeron bruscamente al suelo, sobre la mesa, ahora desocupada a excepción del monitor, la impresora y un lapicero, había también una placa de metal troquelada sobre la que podía leerse “LEADER: ROSE MORRIS” – sentaos y contadme lo que queréis.

- No creo que haga falta comentarle a lo que hemos venido – respondió Simon mientras tomaba asiento entre su hermano y Luis – debe estar enterada ya.

- Si, lo sé… - contestó ella mientras se secaba el sudor de la cara en un gesto de agotamiento – lamento lo de Alicia… en serio…

Los jóvenes agradecieron el gesto.

- ¿Qué está pasando aquí, por cierto? – Preguntó Luis con curiosidad – esto está peor que nunca.

- Alerta naranja – contestó Rose – mayor actividad vampírica… sucesos paranormales… lugares de poder con actividad energética desbocada… - suspiró - y el rapto de uno de los nuestros…

Unió ambas manos, con los codos sobre la mesa, y apoyó la cabeza sobre ellas, se mantuvo en esa posición unos segundos, respirando relajadamente.

- Por cierto… - retomó la conversación sin abandonar su postura - ¿Qué os trae por aquí? Porque si es para informarme sobre lo de Alicia me da que llegáis así como un pelín tarde…

- Nah – respondió Erik – ya supusimos que te enterarías, pero lo que nos trae aquí está relacionado con el suceso.

- Tenemos que pedirle un favor, Rose Morris – continuó Simon.

- Necesitamos que nos asignes una misión de investigación y búsqueda del paradero de mi hermana – concluyó Luis.

Rose levantó la vista por un momento, después se echó sobre el respaldo y, con la cabeza echada hacia atrás, elevó los brazos al cielo.

- ¡ALELUYA JODER! – Exclamó - ¡ALELUYA! – Bajó los brazos y se inclinó sobre la mesa, mirándolos - ¡llevo tres putas semanas negociando honorarios de misiones para que la gente acepte! ¡Intentando localizar a miembros aptos para las más difíciles! Mentalistas, visionarios remotos, mediums, luchadores… - cerró los puños y levantó los antebrazos, moviéndoles, como si contuviera una expresión de alegría – me venís como un jodido anillo al dedo.

Con los ojos brillantes, sacó de debajo de la mesa el teclado del ordenador, el ratón y, tras unos cuantos clicks, empezó a escribir.

- A ver… investigación… localización… clase AB… miembros de la misión: Luis Rafael Fernández y Erik Alexer Belmont… ahá

Hizo una única pulsación al botón derecho del ratón y de la impresora salieron inmediatamente dos hojas, contenedoras de los datos de la misión, que entregó a Erik y a Luis, dejando a Simon estupefacto.

- Er… ¿Y yo? – preguntó el muchacho, confuso.

- ¿Tú qué? – respondió Rose.

- Mi hoja de misión… yo… voy con ellos.

Rose se inclinó sobre la mesa.

- Me temo que no, chaval…

Erik, que estaba leyendo su ficha, miró inmediatamente a la líder.

- ¿Cómo? – volvió a preguntar el joven Belmont.

- No puedes – replicó la mujer.

- ¿Y por qué?

- Es una misión de clase superior a BC, chaval – informó ella en tono de suficiencia – y según mis datos sólo has cumplido una misión… que además fue hace menos de 24 horas… dicho de otra forma, eres un Amateur novato – se volvió a recostar sobre el respaldo, esta vez con los brazos cruzados – no das la talla ni de lejos.

Simon apretó los puños, claramente enfadado.

- Voy de forma voluntaria… - argumentó conteniendo su rabia – y acompañado de un maestro y su ayudante… ¿No basta con eso?

- Mira niño – Rose empezaba a mosquearse – esto no es una película de Enmanuelle, que puedas ver acompañado de un adulto, esto es una peli porno que, legalmente, no puedes ni catar con 16 años.

- ¿¡Me está diciendo que no tengo edad suficiente para embarcarme en esto!?

- Ni edad… ni experiencia – contestó ella indiferente.

Simon se levantó, iracundo, y empezó a quitarse el chaleco, lo tiró al suelo, se desabrochó la camisa y, con sus propias manos, desgarró las vendas que cubrían su torso, revelando sus heridas.

- ¿VE ESTO? – Gritó - ¿LE PARECE QUE NO TENGO EXPERIENCIA?

Rose miró las laceraciones y cerró los ojos, volvió a hablar, pero su voz había perdido un poco de su tono autoritario.

- Dos batallas – respondió – el combate por proteger a Alicia y la que libraste en la Blood Disco.

- ¿Y SÓLO POR ESO NO TENGO DERECHO A VENGARME? ¿A RESCATAR A MI NOVIA? – Los ojos del muchacho se llenaron de lágrimas de rabia - ¿A RECUPERAR MI HONOR?

La mujer guardó silencio, después abrió los ojos.

- No.

Aquello fue demasiado, Simon se deshizo de su camisa y su vendaje y lanzó a un puñetazo a la líder, Luis quiso levantarse para detenerle pero Erik lo detuvo.

Ambos estaban impresionados, Simon o era muy valiente o estaba como una puta cabra.

Mientras tanto, Rose detenía el golpe de su atacante con una sola mano, lo empujó a la mesa y, de un único movimiento, le aplastó el brazo contra el tablero con una pierna mientras que con la otra, situándola sobre su espalda, lo inmovilizaba.

Cuando el muchacho, a pesar de la presa, levantó la cabeza, se encontró los dedos de su adversaria a apenas un centímetro de su cara.

- Puedes moverte si quieres – le indicó ella – y contraatacar… pero hagas el movimiento que hagas te sacaré un ojo inevitablemente…

Simon apretó los dientes.

- También tienes otra opción – continuó – puedes esperar seis meses y presentarte al examen de ascenso, tienes el nivel, te sería fácil.

- ¡No me pienso presentar a ese estúpido examen! – respondió él entre dientes.

- Además – agregó Erik – no tenemos tanto tiempo…

- Tenemos hasta la próxima luna carmesí – explicó Luis – y no sabemos cuando será.

- ¡Oh, sí! – les contestó Rose sin soltar a Simon - sí que tenéis tiempo… como mínimo más de un año según nuestra carta lunar.

El joven desvió la vista hacia ella, mirándola con una mezcla de rabia y odio.

- Ya lo has oído – continuó la mujer – tienes seis meses para entrenar y pasar por el aro en lugar de continuar a tu bola…

- ¡NI EN TUS SUEÑOS!

Simon se liberó de su presa, sujetando con su mano libre mano de Rose por si cumplía su amenaza – esta no hizo ningún intento de ello – y se subió a la mesa, de pie, poniéndose en guardia al instante, su rival hizo lo mismo.

- Tienes unos cojones como pelotas de baloncesto – juzgó – pero por más grandes que tengas los huevos no te sirve de nada si no pesan… y no tienes la técnica de tu hermano o de Luis.

Rose hizo un amago de patada, Simon subió la guardia, y no la bajó pese a que ella ni siquiera había levantado del todo el pie de la superficie de combate.

- Sin embargo, puede que haya una manera de que te deje ir a esa misión…

El muchacho bajó la guardia, aún desconfiado.

- ¿De qué se trata?

Ella bajó de la mesa de un saltito y volvió a su asiento, Simon hizo lo propio, aunque continuó de pie delante de su silla.

- Me consta que no sueles hacer mucho caso de los entrenamientos… apenas estudias y te concentras más en desarrollar tu técnica con el látigo y tu resistencia física, ignorando el resto… pero dudo mucho que no hayas oído hablar de la más famosa y una de las más inaccesibles técnicas de combate de los cazadores de vampiros… sabes de lo que hablo ¿no?

Simon guardó silencio.

- El Holy Cross, por supuesto – aclaró la mujer.

Luis y Erik la miraron confusos, solía ser difícil entender las intenciones de Rose Morris, pero o el calor les había reblandecido los sesos o ésta vez sí que no había manera de pillarla.

- ¿Por qué me pregunta eso? – cuestionó Simon, tan confundido como sus compañeros.

- ¡Oh, vamos! ¿Te vas a hacer el tonto?

El chico frunció el ceño ¿Es que lo sabía?

- Rose, me temo que no te seguimos – confesó Erik

- Pues es fácil… He oído por ahí que Simon Belmont, el chaval de dieciséis años que apenas es Amateur, es capaz de ejecutar el Holy Cross.

Erik puso los ojos como platos, a Luis se le cayó la mandíbula, y un sudor frío recorrió la espalda de Simon.

- ¿Quién se lo ha dicho? – preguntó con un hilo de voz.

- Un pajarito… - contestó sencillamente - dime ¿Es verdad?

Se hizo el silencio, Luis, incrédulo, sonrió.

- Vamos a ver – intervino – vamos a ver… ¿Nos estás diciendo que nuestro Simon es capaz de ejecutar esa técnica? – se apoyó sobre uno de los brazos de la silla, riendo débilmente – Esto es una broma ¿verdad?

- ¿Es eso verdad? – Preguntó Erik expectante a su hermano - ¿puedes hacer el Holy Cross?

Simon miró a su hermano a los ojos, justo a él era a quien quería ocultárselo, al menos hasta que la dominase al completo.

- ¿En qué influiría? – preguntó, devolviendo la mirada a Rose.

- Influiría en el punto de que si el chaval de 16 años, famoso por haber cumplido apenas una misión y haber malogrado dos exámenes de ascenso, es capaz de ejecutar una técnica que requiere casi una década de aprendizaje y que menos de 100 personas dominan en una hermandad cuyo número de miembros superan el millón, resultará no ser tan dejado, vago e inútil como todos pensamos… y podrías ir a esa misión junto a tu hermano y tu futuro cuñado.

De nuevo guardó silencio, tentado por la oferta.

- ¿Tan especial es? – Preguntó de nuevo - ¿Tan importante?

- Podría decirse – intervino Erik – que se requiere de un talento especial para ejecutarla con éxito.

- ¿Y bien? – Le apremió Rosa - ¿es cierto? ¿Puedes o es sólo un rumor?

- Es cierto – confesó finalmente – soy capaz de utilizar esa técnica.

Ahora Luis lo miraba con los ojos como platos, no se podía aseverar aquello así porque sí, si lo decía tenía que ser porque era verdad.

- ¿Puedes demostrarlo? – volvió a preguntar la mujer.

- Cuando y donde quieras.

- Bien… - Rose se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta del despacho – bajemos a la plaza central del recinto, allí tendrás espacio de sobra.

Totalmente serio, Simon la siguió y se le adelantó; Luis y Erik se levantaron también y les siguieron.

- ¿Lo habéis visto alguna vez? – les preguntó la mujer.

Ambos negaron con la cabeza.

- Es un espectáculo único – dijo ella con una sonrisa – bello e imponente…

Erik miraba a su hermano pensativo mientras caminaban.

- ¿Sucede algo? – le preguntó ella.

- No soy capaz de imaginarme – respondió el pelirrojo – cuando ni donde ha estado practicando y entrenando para aprender a usarlo.

Rose sonrió.

- Parece que lo conoces menos de lo que crees ¿eh?

Cuando finalmente llegaron abajo, Simon se situó en el centro de la plaza por orden de la líder, mientras esta, junto con Erik y Luis, se situaba junto a las gárgolas del centro de entrenamiento.

- ¡Cuando quieras! – le indicó desde su posición.

Simon se concentró, no podía hacerlo mal, de aquello dependía que pudiera o no rescatar a Alicia.

Las pequeñas luminarias en forma de cruz empezaron a rodearle…

Debía aplicar la potencia justa, demasiado débil no serviría de nada, y demasiado fuerte lo agotaría.

Su cuerpo empezó a brillar…

Le fastidiaba que hubieran descubierto su secreto, pero aquello sin duda lo iba a ayudar.

Tensó sus músculos, la energía empezó a fluir por sus poros…

“Quiero que lo miréis bien los dos… éste es el talento de Simon Belmont”

Extendió sus brazos, las cruces tomaron un tamaño brutal, girando a su alrededor, la columna de luz creció hacia el infinito…

“¡¡¡HOLY CROSS!!!”
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