Prelude of Twilight

Publicado: 17:33 10/01/2010 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Newborn

Cuando Luis arribó al fin al piso ya había pasado la media noche, y es que tras alcanzar el Sena se había dedicado a caminar sin rumbo, perdido en sus pensamientos, incapaz de centrarse en nada más, llegando al punto de perder incluso el control sobre la hora, de modo que se extrañó mucho cuando tardaron en responder al portero automático y aún más cuando la persona que le abrió fue un François en bata, visiblemente molesto.

- Nos has pillado en mitad de la faena, tío – renegó el francés - ¿Dónde diablos te has metido?

- Paseando – respondió Luis sin más - ¿Dónde está todo el mundo?

- Simon y Erik durmiendo, René también, con nosotros, y Eli y yo… bueno, ya te lo puedes imaginar.

- Sí, ya me lo imagino… ¿Qué hora…?

- Más de la una. Anda, en los fogones tienes una sartén pequeña con unas pocas salchichas; no hace falta que la friegues, y ante todo no hagas ruido.

- No has sudado mucho aún ¿no? – observó el español, jocoso – ¡eso quiere decir que todavía andáis en los preliminares! Venga, vete a la habitación antes de que te destrempes.

François contestó con un gruñido y se encaminó a la habitación del matrimonio.

- ¡A pasarlo bien! – se despidió el español.

- Que sí, hala, venga. Buen provecho y buenas noches, tío.

Tras desaparecer el Lecarde, enfiló hacia la cocina reparando en que el menor de los hermanos Belmont dormía plácidamente en el sofá - “claro” pensó “según los turnos hoy le tocaba a él” – y se dirigió derechito hacia la sartén que descansaba en la hornilla.

Se tomó su tiempo para devorar la cena, mirando fijamente al muchacho mientras su cabeza volvía a llenarse de preguntas ¿Le guardaría rencor? ¿Lo odiaría? No sería extraño en absoluto, sin ir más lejos había dejado a su hermano mayor al borde de la muerte.

Se sentía estúpido, especialmente tras todo lo que Rose le había revelado, y lo peor de todo es que él no podía ir con ello a nadie más ¿en qué clase de berenjenal se había metido – o mejor dicho: lo habían metido? ¿Por qué no podía simplemente buscar a su hermana y ya? Aquellos pensamientos lo enervaron y lo llevaron a comer más deprisa, llegando incluso a atragantarse en un momento dado.

¿Y Claire? ¿Qué demonios pasaba con aquella chiquilla? Era, al parecer, el único elemento en el que ellos estaban involucrados del que la líder se había negado a proporcionarle información, y estaba seguro de que la que le iba a llegar estaría sesgada o incompleta.

- Maldita sea… - gruñó en voz baja – Todo lo que tenemos entre manos ¡y no tenemos ni puta idea de ello!

Miró a Simon una vez más ¡Dichoso él, que desconocía aquello en lo que lo habían sumergido! ¡Afortunado aquel que no ve las cuerdas que lo unen a los titiriteros!

Estaba enfadado, enfadado con la hermandad, con la iglesia… consigo mismo, que era incapaz de liberar a sus hermanastros de la misma forma que él se sentía liberado ahora pero ¡Ah, maldita ironía! Por ser libre se veía más atrapado que nunca.

Sin dejar de darle vueltas a la cabeza terminó de comer y se encaminó a la habitación de invitados, donde dormiría aquella noche e, igualmente, Erik ya reposaba plácidamente; una vez allí se plantó a los pies de la cama y, manos en los bolsillos, clavó su mirada en él, preguntándose una y otra vez si era así como se sentía él también.

Tenía muchas preguntas, pero había una petición que era particularmente urgente, y lamentándolo mucho tenía la intención de resolverla en aquel mismo instante, por lo que se inclinó sobre la cama y agarró con fuerza la pierna del Belmont.

El resultado fue, naturalmente, satisfactorio, ya que por puro instinto Erik despertó asestando un puñetazo que el Fernández esquivó por muy poco.

- Buenas noches, tío – saludó el español como si nada.

- ¿Qué…? Ah, que eres tú – articuló el pelirrojo, aún dormido.

- Qué ¿Cómo estás?

- Pues… - se rascó la nuca, bostezando – durmiendo, hasta que llegaste tú.

Luis sonrió.

- Y… ¿Tus heridas?

Antes de responder, el muchacho hizo algunos movimientos, doblándose de varias maneras y girando el torso.

- ¡Ya no duelen! – observó con alegría - ¿Y las tuyas?

- Bien, aunque estoy algo cansado.

- ¡Natural! Llevas casi dos días sin dormir.

Tras aquellas palabras se produjo un incómodo silencio para Luis, que no tenía ni idea de qué decir mientras su amigo esperaba pacientemente a saber por qué lo había despertado.

- Erik… - articuló finalmente – lo siento.

El aludido alzó una ceja.

- ¡Venga ya! ¿Por eso me despiertas? – bostezó de nuevo – mira… te disculpaste más de veinte veces mientras nos curaban y mi respuesta siempre ha sido la misma: No pasó nada ¿Vale? Hagamos como si no hubiera ocurrido.

- Sí, pero… ocurrió.

Erik sonrió.

- Bueno, y… ¿aparte de eso? Porque no creo que quieras despertarme por algo así.

- Cierto… - su gesto se tornó serio – Erik ¿Recuerdas que me dijiste que tenías datos que para ti probaban la inocencia de Claire?

El rostro del Belmont cambió también.

- Sí, te lo dije ¿Por qué lo preguntas?

- Quisiera saber cuáles son.

El pelirrojo suspiró.

- Mira… soy el primero que desea mostrártelos, es muy injusto lo que se está haciendo con esa muchacha, pero lo cierto es que tú tienes razón: Es poco lo que tengo ahora… no llevamos mucho camino recorrido y una parte de lo que te puedo decir son sólo conjeturas.

- Llevas razón, pero también la llevabas anoche cuando dijiste que desde luego era mucho más que lo que yo tengo, que es NADA.

- Sí, pero… ¿Para qué los quieres? No me digas que te ha despertado el gusanillo…

- Algo así – mintió el español – en todo caso me gustaría saber lo que tú sabes y, como tú, poder emitir un juicio.

- Oye, si esto es para compensarme…

- Tú sólo desembucha – lo interrumpió.

Con el gesto torcido, Erik agachó la cabeza y bufó, después se dobló como pudo y recogió su portátil de debajo de la cama, tendiéndoselo a Luis.

- Toma. Aquí está todo – dijo mientras se lo ofrecía.

- … ¿”Todo”?

- Es mucho más efectivo escribir la información que dejarla en tu mente y que se deforme con el paso del tiempo – le explicó – Tengo una serie de archivos de texto en los que he escrito mis averiguaciones y opiniones sobre cada una de ellas hasta ahora. No es mucho, pero…

- Gracias – el español tomó el ordenador con cuidado - ¿En qué carpeta están? Es para no tener que trastearte.

- “Hentai” – se limitó a responder el Belmont.

- Em… ¿Cómo?

- Eso, “Hentai”

- Es… pera un segundo ¿¡Te descargas hentai al portátil!?

- No seas memo, tío – se echó de nuevo en la cama, acomodándose - ¿Cómo lo iba a guardar en una carpeta TAN evidente? Guardo esos archivos en ella porque sé que nadie miraría ahí buscando nada.

- Sí, bueno, supongo… - se dirigió a su cama, se descalzó y se sentó en ella con las piernas cruzadas, abriendo el laptop – descansa ¿eh?

- Eso por descontado – respondió el Belmont antes de bostezar de nuevo – Nasnoches…

Luis se despidió y encendió la máquina, centrando su vista en la pantalla para pasar a moverse por el escritorio en busca del susodicho directorio que, de hecho, estaba tan escondido como lo estaría un verdadero alijo de pornografía, algo que no dejó de arrancarle una divertida sonrisa.

El material que Erik había recopilado era, efectivamente, poco, pero sorpresivamente extenso para el escaso tiempo que llevaban de viaje; al parecer de alguna forma el muchacho se había hecho con algunas imágenes digitales de los cuerpos ya autopsiados y las había analizado, indicando en los archivos de texto cada una de sus observaciones, también encontró un documento donde había copiado su correspondencia con gente que, al parecer, había estado en contacto con Claire o seguía su caso y en otro más había ido narrando una suerte de diario con sus pesquisas personales.

- Parece que le has estado dando duro ¿eh? – articuló en voz baja mientras miraba de reojo a su compañero – se nota que te lo estás tomando en serio.

Sonriendo, abrió una de las fotos y su archivo de texto asignado, la imagen abarcaba el torso de un cadáver lleno de heridas de arma blanca y algunos cardenales que habían permanecido; en sí no parecía muy reveladora, pero abierta con el software de retoque fotográfico y ampliada decía muchísimo más.

Él, naturalmente, podría no haber sacado nada de ahí, pero afortunadamente el análisis de Erik ganaba credibilidad desde el momento en que él ya le había hecho frente, y sabía qué clase de laceraciones era capaz de provocar la cazadora.

Atentamente puso en primer plano la ventana con el texto, y se sumergió en su lectura.

La foto correspondiente al primer sujeto cubre únicamente su torso, siendo imposible la verificación de su identidad, pero de momento asumiremos que se trata, en efecto, de la primera víctima.

Es imposible establecer relación con el sujeto por el tono de su piel ya que, como buen muerto que es, está pálido. Tonterías aparte será mejor ir al grano.

Para empezar estamos frente a un cadáver al que se le ha practicado la autopsia, sabiendo esto ignoraremos la cicatriz cosida del tórax, destinada a permitir el acceso a la caja torácica.

Bien… en primer lugar éste sujeto se supone que murió a causa de los golpes; esto, que viendo los cardenales presentes debería ser más que obvio, resulta dudoso cuando vemos que apenas dos o tres cardenales “adornan” el torso, y ni están situados sobre puntos vitales ni son lo suficientemente grandes como para indicar la rotura de algún órgano y/o una hemorragia interna de gravedad suficiente como para costarle la vida.

Se podría mirar si acaso fue por algún golpe en la cabeza, pero no se disponen de fotos de ésta, así que… Aunque de todas formas hubiera sido imposible de ser verdad que la acusada fuera la agresora, ya que en su estilo de combate no ataca con contundencia a ningún punto crítico de ésta, sólo al torso y cintura.

También podemos observar numerosos cortes de diversa consideración, evidentemente están realizados con un arma blanca pero resulta difícil, sin poder observarlos desde otro ángulo, determinar que hayan sido provocados por una espada. También se aprecian signos de congelación en ellos, pero esto sólo es posible empleando un arma congelante o hechizada con magia gélida, hecho improbable ya que el arma empleada por Claire Simons es una espada sin nombre ya encantada, siendo imposible aplicarle otro tipo de magia que no tenga como objetivo aumentar el poder del hechizo ya aplicado a ella


Con la mano en la barbilla, el Fernández se recostó pensativo sobre el cabecero de la cama y colocó el portátil sobre sus piernas cruzadas, ampliando la imagen para poder contrastar sus percepciones con las de Erik.

Era una suerte, pensó, que durante su entrenamiento hubieran sido tan bien adiestrados en aquellas lides, tan importante era saber luchar como poder determinar la causa de la muerte de las desdichadas víctimas que se encontraran en su camino para así poder saber a qué tipo de adversarios harían frente. No era algo generalizado, pero Adela y Juanjo tenían ese tipo de manías, y al no tener en la hermandad conocimiento de ello – Rose era bastante reacia a inmiscuirse en los métodos de entrenamiento de los cazadores – el Belmont había encontrado la forma perfecta de evitar así a terceros que pudieran fallarle o ralentizarle.

Mientras pensaba en esto seguía revisando la foto, encontrando que, al menos con ella, Erik parecía llevar toda la razón, y es que, habiendo comprobado por sí mismo las capacidades de combate de Claire, aquella imagen no parecía representar a ninguna víctima suya.

Pero, ahora que lo pensaba, la joven inglesa llevaba consigo dos espadas, no desenvainando nunca una de ellas, de vaina azulada ¿Por qué?

“Da igual” se dijo tras un par de minutos de meditación “Si pudiera utilizarla lo habría hecho, nadie porta semejante carga en su cintura porque sí”

Determinado a sacar alguna opinión clara aquella misma noche, continuó revisando uno por uno todos los archivos, leyéndolos exhaustivamente e incluso tratando de buscar posibles segundas interpretaciones pero no, las palabras de su amigo eran sorprendentemente claras y directas, por lo que no había error posible, y desde luego carecía de todo atisbo de duda.

Cansado, pero no lo suficientemente somnoliento como para dejarse atrapar por el cálido abrazo del sueño, prosiguió su lectura durante horas, revisando los textos una y otra vez hasta llegar así a los más recientes, las últimas páginas de su “Diario de encuentros” donde, entre otras cosas, había relatado su cena con Claire – que no pudo evitar interpretar como una cita en toda regla – así como la última batalla librada junto a ella. Del penúltimo suceso hubo algo que le llamó especialmente la atención.

(…) hasta este punto la cena estaba resultando agradable y satisfactoria, no me gusta decirlo así pero Claire me había abierto completamente sus pensamientos, y ya era sincera al 100% conmigo, por lo que aproveché para interrogarla sobre el día de su partida. Su reacción hizo que me doliera mencionar el tema, pero lo cierto es que conseguí información interesante que seguro que, llegado el momento, pondrá en aprietos a más de uno.

Si me ciño a las descripciones que ella me dio, el contingente enviado estaba compuesto por el cuerpo de los Rosablanca, el cuerpo de agentes y una división de cazarrecompensas, siendo además y a juzgar por sus palabras varios de cada uno (…)


Luis quedó estupefacto. Agentes y Rosablancas ¿juntos? ¿Y qué pintaban los cazarrecompensas en todo ello? Y no sólo eso ¿Varios de cada división? Todo aquello no tenía ni pies ni cabeza, y si era cierto significaba que la Iglesia estaba desesperada por quitarla de en medio, recurriendo además a métodos sucios con la contratación de aquellos cazadores renegados. Pero la sorpresa no acabó ahí.

“(…) …logré identificar el aura que invadió el lugar, siendo uno de los cazarrecompensas que la perseguían en nuestro último encuentro. Mantuve una pequeña escaramuza con él y se marchó, tras lo que regresé a la habitación a dormir. Al día siguiente Claire había desaparecido. No hay nada más destacable que comentar de éste encuentro, salvo que ella lo identificó como “Drake”, utilizaba un arma prohibida (una espada látigo) y, según me comentó Loretta Lecarde al día siguiente, se trataba de un criminal lo suficientemente grande como para haber sido desterrado de la hermandad, y lo suficientemente poderoso como para haber regresado de él.

¿¡Drake!? ¿¡Drake era uno de los mercenarios contratados!? Erik no parecía ser consciente de la gravedad de la situación, pero él sí que lo era. Drake, cuyo nombre completo era desconocido para todo el mundo, estaba considerado el más poderoso de todos los cazarrecompensas, y también el más desalmado ¿Realmente la Iglesia lo había contratado para hacer frente a Claire? Ese hombre era un paria, un desterrado ¡Una lacra! Incluso pesaba una recompensa por él, pero ningún cazador había tenido agallas para salir a buscarlo y los pocos que lo habían hecho, bien por temeridad, inconsciencia o desconocimiento no había regresado jamás, o bien lo habían hecho… en pedacitos.

¿Por qué se incluía a semejante elemento entre los seleccionados para la captura de Claire Simons? ¿Cuál era la intención de la Iglesia? ¿Qué pretendían con semejante movimiento? ¡Era un desafío a toda lógica! Drake exterminaría a todo aquel que se le pusiera por delante, y no había quien no lo supiera. Bueno… tal vez Erik, pero él había pasado más tiempo encerrado en bibliotecas y gimnasios, y entrenando en los montes junto a la familia, que metido en el sórdido mundo real de los cazadores.

Alzó la cabeza y miró al techo ¿Sabría rose que Drake andaba detrás de Claire? Y si es así ¿Por qué había metido a Erik en aquello a sabiendas de que no tenía la más mínima posibilidad? Aunque tal vez la Iglesia se habría reservado esa información y simplemente había ordenado a la hermandad unirse a aquello.

Rose debía saberlo, y tenía que concienciar a su amigo del tipo de adversario al que iba a hacer frente. Ya arriesgaba demasiado poniéndose en contra de la Iglesia.

Lo miró y dejó caer la testa, suspirando, momento en el que vio de refilón la luz del día colándose tímidamente por las rendijas de la persiana ¿Qué hora era ya? ¿Cuánto tiempo había pasado revisando los archivos de Erik?

- ¿Todavía despierto?

Levantó la mirada para ver a Simon apoyado en el quicio de la puerta y ataviado con un chándal gris que, al parecer, había vestido para dormir.

- ¿Y tú? – respondió - ¿No es un pelín temprano para que andes dando tumbos por la casa?

El Belmont se encogió de hombros.

- No tengo sueño, y además a estas horas no hay mucha gente por la calle.

- ¿Vas a salir a pasear?

- Más bien a correr, la última vez que lo hice fue el día que salimos de Almería.

- Cierto… - coincidió el español - ¿Cuánto tiempo vas a estar?

El joven desvió la vista a la ventana, calibrando la cantidad de luz.

- Si está despejado – decidió – seguramente como media hora o así, si no pues lo mismo hago más de una hora.

- De acuerdo.

Tras aquella pequeña conversación insustancial, Simon permaneció en su lugar sin moverse, mirando al español como esperando algo, o más bien como teniendo algo que decir.

- ¿Pasa algo? – lo interrogó Luis, mosqueado, tras unos cinco minutos.

- No, nada… sólo me preguntaba si habías encontrado algo útil.

- Pues bastante, pero… - resopló – sigo teniendo más preguntas que respuestas.

Sin responder, el Belmont se volvió a encoger de hombros y se volteó para marcharse, pero Luis lo detuvo por un momento.

- Simon…

- ¿Sí?

- Si por cumplir una misión o ayudar a alguien en apuros te vieras obligado a luchar contra alguien demencialmente poderoso… ¿Qué harías?

El muchacho sonrió.

- Está claro ¿no? Lo quitaría de en medio. Después de todo eso es lo que estamos dispuestos a hacer para rescatar a Alicia ¿no?

Dichas estas palabras, ésta vez sí, se dio la vuelta y dirigió hacia la puerta principal, escuchándose el ruido de la llave girando para, acto seguido, el abrirse y cerrarse de la hoja.

“Supongo” pensó mientras volvía a mirar al pelirrojo “que tu caso no es muy diferente a fin de cuentas ¿eh?”

Perezosamente se levantó, con dos noches sin dormir a sus espaldas y un agotamiento creciente apenas le quedaban energías para moverse en condiciones y avanzó trasbillando hacia la cocina donde, sin ganas de esperar a que Elisabeth o François despertaran y prepararan el desayuno, calentó un poco de leche en un cazo y la aderezó con una mezcla de café frío sobrante de cafetera y chocolate negro soluble que se le antojó deliciosa desde primer sorbo, después se marchó al salón y se sentó, encendiendo la televisión en el canal que parecía ser el más visto de aquella casa por aquellos días: el de noticias.

No entendía nada de francés y tampoco le apetecía esforzarse en hacerlo, así que se limitó a ver pasar las imágenes de lo que parecía un informativo especial doble sobre el caso de los niños y el incidente del Louvre sin prestarles la más mínima atención; mantuvo los ojos fijos en su taza de color chocolate acafetado cuando de refiló se vio a sí mismo en la tele junto a Simon, portando a un maltrecho Erik, de entre todo lo dicho le pareció distinguir la frase “Et ici le moment de la sortie des héros…

“La salida de los héroes”

Aquella frase le dibujó en el rostro una sonrisa sarcástica ¿Héroes? ¡Ja! Él al menos se sentía muy lejos de ser un héroe. Cierto que habían evitado la pérdida posterior de muchas vidas pero ¿Qué pasa con los que ya habían perecido? Los cadáveres desmembrados, cuerpos desgarrados, mares de sangre y aquel pobre diablo asesinado y controlado por las Une…

Ellos no eran héroes, sólo habían cumplido con su deber, y encima lo habían hecho MAL.

Con este desagradable pensamiento apuró su vaso de leche y regresó a la habitación de invitados, allí un Erik recién despierto se frotaba los ojos y bostezaba poderosa pero silenciosamente. Sólo por la expresión de su cara ya se le notaba completamente recuperado, lo que arrancó una sonrisa al Fernández.

- Qué ¿Cómo te encuentras? – se interesó mientras se sentaba en la cama y apagaba el portátil, cuya batería ya estaba a punto de agotarse.

- Pues… bien – respondió somnoliento el pelirrojo tras estirarse y refunfuñar un poco - ¿De donde vienes?

- De desayunar – respondió sin darle mucha importancia - ¿sabes? En la tele nos llaman “héroes”

El Belmont profirió una risa sarcástica.

- Héroes… ay… si esa gente supiera la cantidad de cazadores que pululan por el mundo...

- Ya, ya lo sé… - le alargó el ordenador – Toma, ya terminé con él.

Erik le agradeció mientras lo cogía y revolvía en busca del cargador.

- Y… ¿Qué tal?

Luis, que supo inmediatamente a qué se refería, no demoró su respuesta.

- Esperaba encontrarme muchas más opiniones personales y dobles lecturas que datos empíricos. Me has sorprendido.

El pelirrojo lo miraba expectante. Sabía que había más.

- En cuanto al caso en sí… - continuó – hay demasiadas irregularidades y cosas que parecen hechas a posta para involucrarla a ella, las heridas de los cadáveres son la hostia, pero está lo de la partida enviada a capturarla inicialmente y bueno… los cazarrecompensas.

- ¡Ahí! – lo interrumpió su amigo sentándose en el borde de la cama y señalándolo - ¡Ahí está lo más raro de todo! Es como si la iglesia…

- …estuviera desesperada por quitársela de en medio, lo suficiente como para cometer semejante irregularidad.

Dicho esto quedaron en silencio durante diez minutos; el Fernández estaba con la cabeza gacha, jugueteando con los pulgares y ceñudo. Finalmente volvió a hablar.

- Estamos en paz, Erik.

- ¿Eh?

- Tú llevabas razón, ya sólo en la poca información que tienes hay demasiadas irregularidades. Algo huele a mierda en todo este asunto, y no pienso apoyarlo, pero…

- ¿”Pero”?

- Pero… - ladeó la cabeza y cruzó su mirada con la del pelirrojo - …antes de decidir si te ayudo o no a protegerla, quiero volver a combatir junto a ella.

- Qu… ¡espera un segundo! – hizo amago de levantarse - ¿¡Es que no te bastó con la batalla que libramos juntos en el Louvre!?

Luis suspiró.

- Seguramente me habría bastado de haber estado atento a sus acciones, pero me concentré más en la propia batalla – se inclinó hacia la ventana y abrió la persiana – Dicen que la verdadera personalidad de alguien sólo puede observarse en combate, y es lo que quiero comprobar.

- Yo no creo en eso.

- Pues yo sí, y justo por eso he decidido esperar a poder emitir un juicio de valor sobre ella.

- Dios, macho – Erik se echó pesadamente sobre la cama - ¿¡Y qué te hace pensar que volveremos a encontrárnosla!?

Aquella pregunta arrancó una sonrisa al español.

- No pude observarla cuando luchábamos contra las Alraunes, pero sí cuando te derroté… Dudo horrores que vaya a alejarse mucho de ti.

- Q… ¿Qué? Me parece que no lo pillo.

El Fernández rió.

- ¡Casi mejor que no lo hagas, créeme!

Y mientras Erik se esforzaba en comprender las palabras de su compañero, Simon continuaba con su sesión de footing a lo largo de las calles de París, con la sudadera ya empapada bajo las axilas y el cuello. Su carrera le había llevado ya al bulevar Saint-Michel, cerca de la catedral y al lado de la universidad René Descartes, se trataba de un lugar largo y ancho, que a él se le hacía como alguna de las más modernas calles de Almería pero un poco más a lo bestia.

La zona estaba vacía, por supuesto; aún no habían dado las siete de la mañana y ni uno sólo de los comercios había alzado aún sus verjas y persianas metálicas y no se encontraba más de un viandante de vez en cuando.

Con el fin de descansar un minuto se detuvo, apoyándose en la fachada de la universidad para recuperar un poco el aliento, en ese momento sintió un potente golpe en la espalda que lo desequilibró, no encontrando a nadie al darse la vuelta para encontrar al graciosillo, momento en el que sintió otro impacto.

Aquello le resultaba muy extraño, habiendo pasado ya el amanecer era imposible que cualquier criatura de la noche tuviera el valor de salir al sol para atacar siquiera a un solitario viandante, y no se le ocurría nadie que quisiera atacarle, ni humano ni cazador.

¿Qué ocurría entonces?

Habiendo pasado ya el periodo de descanso y viendo que haría otro ejercicio muy diferente a correr, se apoyó de nuevo en la pared y, sin cerrar los ojos, se concentró, llegando a su mano desde atrás las vibraciones de unos pasos en carrera, en base a lo cual se volteó y atacó golpeando con el dorso del puño. Su ataque no alcanzó objetivo alguno, pero a unos pasos de él apareció, como si acabara de terminar de retroceder de un salto, un hombre.

Era tan alto como Erik, pero algo más mayor y bastante robusto, vestía un traje de chaqueta oscuro con camisa blanca que complementaba con una corbata negra. Su cabello, repeinado hacia atrás con gomina, era de un curioso rubio cobrizo que no terminaba de combinar con los ojos verdes, su expresión estaba imbuida de una escalofriante dureza marcada por las incipientes arrugas.

- ¿¡Pero qué demonios…!?

Una risa femenina le hizo darse la vuelta y mirar a una intersección cercana, de donde apareció una muchacha trajeada de igual manera al primero, bajita, de cabello color castaño y lacio recogido en una coleta, luciendo unas enormes gafas redondas sobre sus alargados ojos negros.

- Parece que te han cogido ¿Eh, Marco? – se burló del primer hombre con una voz casi infantil.

- Tal vez no lo hubiera hecho si no te hubieras quedado al margen, Fio – Respondió éste con frialdad mientras la miraba de reojo.

- Vamos, vamos… - articuló una voz masculina a espaldas del Belmont – Tenemos una misión que cumplir, ya lo discutiréis luego.

- Tu no hables, Tarma – replicó de nuevo el primer aparecido – ¡que te has apartado igual!

Mientras hablaban, se iban acercando cada vez más y rodeando a Simon que, confuso, se dio la vuelta para observar al último, pelirrojo, con un corte de pelo parecido al suyo, gafas de sol, mentón cuadrado y de altura similar a la de Luis. Naturalmente vestía como los otros dos.

- Vosotros… ¿Quiénes sois? – preguntó sin dirigirse a ninguno en concreto.

- Eso no te importa mucho, Simon Belmont.

- ¡Desde el momento en que me habéis atacado y sabéis cómo me llamo sí que me importa!

El último de ellos lo atacó con un directo que el joven evitó sin dificultad, agarrando su robusto brazo y preparándose para responder con una llave, pero en ese momento sintió una fuerza sobrehumana agarrarlo de la capucha del chándal y volearlo en dirección contraria. Durante su vuelo pudo ver que había sido la muchacha a la que habían llamado Fío.

Afortunadamente había recuperado el aliento y tuvo el atino suficiente como para aterrizar de pie sin ningún problema, momento en que, al verlos, le vino a la mente la imagen de Genya Arikado, e inevitablemente comparó las vestimentas.

- ¡Esas ropas! Vosotros… ¿¡Sois de la iglesia!?

- Exactamente – respondió Tarma, que parecía ser el jefe de los otros dos – Somos agentes de la iglesia

- ¿¡Y se puede saber qué queréis!? – los interrogó, poniéndose en guardia.

- Queremos – Cada uno de ellos adelantó un pie, en clara intención de ofensiva – a Erik Alexer Belmont.

-----------------------------------

¡Y vamos allá con otro! Tengo el turbo puesto así que lo aprovecharemos mientras dure =D

Por desgracia este capítulo está casi al 100% improvisado, y digo por desgracia porque este es uno de esos en los que sólo tengo en mente la idea general de lo que va a ocurrir y no los sucesos concretos, por lo que está hecho sobre la marcha y, a mi juicio, el resultado es algo inferior a lo habitual.

Aún así espero que os guste; el título, Newborn, hace referencia al nacimiento de un "nuevo" Luis, que a partir de aquí ya va despertando poco a poco. Espero haberme salido con la mía y haberlo representado bien.

En fin... disfrutad. Si no hoy pues mañana comenzaré el 85, estoy impaciente por dar fin a esta saga ^_^
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Comentarios: (del primero al último)
00:03 12/01/2010
Este capitulo es patrocinado por Metal Slug, si tiene algun ejercito invadiendo su pais no dude en llamarnos al 1 - 800 - WAR.

costo de 7.99 el minuto, se aplican restricciones, no mas de 4 comandos por incursion armada.
08:08 12/01/2010
xDDD vale, raro hubiera sido que no lo pillaras =P
21:07 08/02/2010
Voy por el siguiente.
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Prelude of Twilight

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