Prelude of Twilight

Publicado: 19:40 04/03/2009 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
The talented ones

Erik abrió los ojos para encontrarse en un lugar completamente diferente, se hallaba en una sala grande, blanca, iluminada por luces halógenas y completamente vacía, a excepción de él mismo y una pizarra que se alzaba ante sus narices.

Tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había escrito en ella: Sus pensamientos, toda la información que había recopilado en su batalla contra Barthory así como la que Elisabeth le había confíado.

Estaba todo organizado en el encerado blanco, escrito con rotulador, relacionado con flechas y guindado con anotaciones.

- No tiene sentido – se dijo en voz alta.

Y aunque no sabía por qué lo había dicho, al mirar el mural se dio cuenta de que, en efecto, no tenía sentido.

Lo miró y remiró durante un tiempo que se le antojó horas, y por más que intentaba encontrar algún tipo de nexo entre todos los elementos no lograba nada.

¿Barthory? ¿Niños? ¿Orlox? ¿Brauner?

Y en otro lado:

¿Claire? ¿Drake? ¿Iglesia? ¿Cazarrecompensas? ¿Rosablanca? ¿Hermandad?

Dios santo… ¿Cómo podía encajar todo eso?

- Algo falla… - murmuró.

- Por supuesto – dijo una voz femenina a su espalda – te faltan piezas.

Tras dudar un poco se dio la vuelta, siguiendo esa suave voz imbuida con un deje inteligente, y encontró a su espalda, andando tranquilamente hacia él, a una mujer de gran altura – le sacaba casi una cabeza – delgada, de piel blanca y formas, si bien no voluptuosas, si bien definidas, investida con sólo un vestido de color blanco y material casi etéreo, la expresión de su rostro era a la vez serena y cargada de bulliciosa inteligencia, un cabello rubio, largo y lacio de corte recto enmarcaba un rostro alargado perlado por unos ojos turquesas idénticos en forma y color a los del pelirrojo.

Erik tuvo la sensación de que la memoria le fallaba ya que, pese a que le sonaba, no lograba reconocer a aquella fémina, que pese a su aparente madurez irradiaba una belleza radiante.

- ¿Piezas? – preguntó, tratando de seguir la conversación.

- Así es – respondió ella, que ahora estaba a su lado, contemplando la pizarra – piezas, tienes ante ti un puzzle que debes resolver, y tal vez vayas por el buen camino, pero aún hay piezas que debes encontrar.

- Espere un segundo – Sin tener por qué el Belmont adoptó un tono exageradamente cordial con la recién llegada - ¿Dice UN puzzle? – miró a la pizarra – no es por contradecir, pero esto son dos incógnitas diferentes.

- ¿Dos? – replicó ella con una sonrisa incrédula.

- ¡Claro! – con un rotulador que, de repente, vio en su mano, Erik repasó todos los elementos – Por un lado el caso de los niños – rodeó la palabra “niños” con una circunferencia – y por otro, Claire – hizo lo propio con la palabra “Claire”.

- Así que crees que son dos incógnitas sin relación – dijo la mujer sin apartar la vista del encerado – es un punto de vista comprensible ¡pero se nota que eres joven y aún desconoces muchas cosas de nuestro mundo!

- ¿Nuestro mundo? ¿Quiere decir…?

- El entorno de los cazadores, Erik – ella, con otro rotulador, rojo en su caso, intervino en los esquemas – todo está relacionado con todo.

Al finalizar la recién llegada su intervención, el esquema era aún más confuso: “Claire” estaba relacionada con “Orlox”, “Barthory” y “Drake”, “niños” estaba unido con “Drake” y “cazarrecompensas”, “Drake” estaba unido con “Hermandad”, “Iglesia” y “cazarrecompensas”, y cosas así.

- ¡Esto no tiene ningún sentido! – exclamó el pelirrojo con fastidio al ver todo el batiburrillo de flechas rojas y negras.

- Ahora no lo tiene – respondió ella - ¿Recuerdas cuando eras pequeño, Erik? ¡Adorabas los puzzles! – la inteligente sonrisa de la mujer se tornó nostálgica – una vez te regalaron uno con un defecto de fabricación, de mil piezas, mucho para tu edad, y en la fábrica se habían mezclado ambos – lo miró directamente – te empeñaste en resolverlos por separado pero a los dos les faltaban demasiadas piezas y no podías saber qué imagen representaban… un día viste en una tienda otro puzzle y quisiste que te lo compraran – rió entre dientes - ¡Resultó que formaban parte los tres de una serie de rompecabezas y el que compraste te ayudó a conocer la solución de los otros dos!.

- ¿Insinúa que necesito conocer algo para resolver estos dos enigmas?

Sin hablar, la mujer llevó de nuevo su rotulador al encerado y volvió a trazar líneas y más líneas, cuando bajó el brazo absolutamente todas las palabras estaban relacionadas a una sola.

“Pasado”

- ¿Pasado?

- Muchas cosas se resolverán si resuelves el puzzle de nuestro pasado… vuestro pasado… el pasado de todo aquello con lo que ahora estás relacionado.

- Sé todo lo que necesito saber acerca de nuestro pasado – respondió él con aires de suficiencia.

- ¿Seguro? – preguntó ella inmediatamente.

- No… la comprendo…

El gesto de su interlocutora era gravemente serio ahora.

- Nada ha salido como nosotros esperábamos – comentó – Se han confabulado y os han ocultado muchas cosas, sois Belmonts… los pilares centrales de la hermandad y el brazo armado de la iglesia… tenéis el derecho y el deber de saber…

- ¿Saber? ¿Saber qué? ¿Qué pasa con el pasado?

Nuevamente, sin hablar, la mujer garabateó algo más.

Ahora “Pasado” estaba relacionado con un nuevo elemento situado en lo alto de la superficie, como tú tuviera que ver o incluso fuera el origen de todo lo demás.

“Demon Castle War: 1999”

Acto seguido lo miró sonriendo de nuevo, esta vez con una expresión cargada de cariño.

- A menos que ocurra un milagro, este será el último puzzle que te regalaré; busca las piezas, encájalas correctamente y los otros dos, así como todos los que vayas encontrando a lo largo de vuestro periplo, se resolverán solos – pasó unos minutos en silencio, contemplándolo ante la estupefacta mirada de Erik – Simon y tú habéis crecido bien – añadió – estoy muy orgullosa de vosotros – su sonrisa creció – tengo mucho que agradecer a Juanjo y a Adela.

Dicho esto, se dio la vuelta y comenzó a alejarse, fundiéndose con la blancura de aquel espacio, mientras todo alrededor del Belmont se oscurecía.

Entonces tuvo un flash, por un momento recordó aquellos ojos turquesas, aquel cabello rubio pulcramente peinado y recortado, aquella expresión inteligente y aquel hablar tan increíblemente parecido al suyo.

- ¡¡¡MAMÁ!!!

CLONC

- AAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

Un fortísimo dolor de cabeza siguió al golpe y al abrupto despertar, dolorido y ahogando un grito entre dientes se echó contra el respaldo del sillón, frotándose la frente con frente con fuerza.

Es verdad, estaba durmiendo.

Sólo había sido un sueño…

- ¿¡Pero se puede saber qué cojones haces!? – le preguntó una voz familiar que lo terminó de espabilar.

Abrió los ojos con dificultad, el dolor había hecho que se le saltaran las lágrimas - ¿O no había sido el dolor? – y ahora lo veía todo borroso, pero pudo distinguir frente a él, sentado en el suelo, a alguien corpulento que, como él, se frotaba con fuerza la frente.

- ¿Pero qué demonios…? – farfulló mientras se secaba las lágrimas - ¡Luis!

En efecto, era Luis, ya levantado.

- ¡Joder, macho! – exclamó éste – Tú no tienes cabeza ¡Tienes el puto peñón de Gibraltar! ¡Qué daño, hostias!

Erik se apoyó sobre sus rodillas y agachó la cabeza por un momento, entonces cayó en la cuenta.

- ¡Loretta dijo que no podíais moveros de la habitación! ¡Que necesitabais reposo! – le espetó, con el cerebro palpitándole por el dolor - ¿¡Qué coño haces más levantado!? Y más aún ¿¡Qué estabas haciendo para que nos hayamos dado semejante cabezazo al despertarme!?

El español se incorporó, él también continuaba dolorido.

- Tenías una expresión rara – argumentó – nunca te la había visto mientras dormías, te observaba.

- Pues la próxima vez – le contestó molesto el Belmont – hazlo desde más lejos.

Luis resopló y se sentó en el espacio libre del sofá, al lado de su compañero.

- ¿Simon y François siguen roques? – preguntó éste.

- Sí… duermen muy profundamente, no he querido despertarlos.

- Ni debes – lo miró de soslayo – si he entendido bien a las Lecarde los tres deberíais permanecer tumbados hasta recuperar todas vuestras fuerzas.

- ¡Bah! – exclamó el Fernández en respuesta – no creo que haya sido para tanto.

- No fanfarronees – respondió Erik a esto, ligeramente molesto – hasta yo puedo sentir que agotaste casi toda tu energía, prácticamente no se siente tu presencia ¿sabes?

- Fue una batalla dura, sí – admitió el aludido.

Los dos guardaron silencio por un rato, un silencio que los ronquidos de la aún durmiente Elisabeth no lograban romper.

El Belmont se había echado a pensar, ignorando la interrogante mirada de su amigo, que se clavaba profundamente en sus esquivos ojos.

- Dijiste “mamá” ¿Verdad? – preguntó finalmente el chico del pelo pajizo - ¿Fue otra vez ese sueño? ¿Los viste partir de nuevo?

- No – contestó el pelirrojo tras unos segundos de duda – esta vez fue diferente, esta vez… hablé directamente con ella.

Luis lo miró de reojo.

- ¿Estás pensando lo mismo que yo? – le preguntó.

- No – negó Erik inmediatamente mientras sacudía la cabeza – no, es imposible ¡Han pasado 10 años!

- Erik – insistió el español – los más poderosos hechiceros pueden influir en la mente de cualquier persona e introducirse en sus sueños ¡Tu madre fue alumna de Loretta Lecarde, maldita sea! ¡Y ya has visto lo que esa vieja es capaz de hacer!

- ¡No! –exclamó el pelirrojo en respuesta, casi gritando, ahogando las palabras de su amigo – Es… imposible ¡Sencillamente imposible! Tras tanto tiempo sólo pueden estar…

Luis suspiró, comprendía muy bien a Erik; Selene y Schneider habían marchado a aquello hace 10 años y jamás regresaron, incluso lo habían dispuesto todo entre las dos familias para que los Fernández se hicieran cargo de los dos hermanos en su ausencia.

10 años era demasiado tiempo, y tras tanto sólo podían existir dos explicaciones a su ausencia.

O bien estaban muertos, o bien…

Él lo sabía muy bien, dentro del duro caparazón de aquel inteligente muchacho seguro de sí mismo se escondía un niño asustado que temía no haber sido buen hijo, haber sido rechazado por sus padres, o que tal vez éstos no fueran precisamente buenos.

Luis sabía que, para preservar intacta su memoria, Erik prefería darlos por muertos.

- Está bien, está bien – concluyó finalmente, dando por cerrado el tema – perdona, era sólo una idea…

Su colega sonrió levemente.

- No importa… a decir verdad yo también lo había pensado – reconoció.

Se dieron unos segundos de silencio.

- Tengo miedo – reconoció finalmente – de que mis dudas sean resueltas algún día…

El Fernández se movió incómodo en el sofá.

- Cambiemos de tema ¿quieres? – manifestó abiertamente – nos metemos en un lodazal y lo último que necesitamos es que la cabeza pensante del grupo se nos coja una depresión de caballo.

- Cierto – aceptó el Belmont finalmente, recordando los esquemas – hay puzzles que resolver.

Luis sonrió ¿Puzzles?

Cuando quería, su colega se ponía horrorosamente críptico.

- De todas formas no podemos hacer nada hasta que Simon despierte o a Loretta le dé por contarnos qué ha pasado – resolvió.

El español lo interrogó con la mirada.

- Elisabeth ya me ha contado lo que les ha sucedido – añadió inmediatamente Erik.

- ¿Y lo de Loretta por qué lo dices?

Erik sonrió divertido.

- ¿De veras crees que ese pellejo no iba a aprovechar la oportunidad para meterse en vuestras cabezas y escarbar un poco?

El Fernández rió entre dientes un poco antes de recuperar la seriedad.

- Bueno… ¿Y qué sabemos? – preguntó.

- Una invocadora, un clon de la lanza Alcarde, Viktor Brauner y un cuadro que representa la destrucción de París – enumeró de carrerilla.

Luis se llevó la mano a la barbilla.

- Veamos… de lo de la invocadora necesitamos más detalles… hay muchos tipos de invocadores diferentes… también lo de la lanza… pero lo del pintor y el cuadro sí que es interesante ¿Estamos hablando de ESE Viktor Brauner?

- Si, pero… ¿Por qué necesitas más detalles sobre la lanza? Puede ser una simple imitación de acero ¿no?

- No… ¿Tú no has oído hablar de las armas Doppelganger?

Erik negó con la cabeza.

- Conozco a los Doppelganger, pero no las armas Doppelganger ¿De qué va eso?

- Bueno… el propio nombre lo dice ¡No te me pongas espeso ahora, hombre!

- Si fuera lo que dices, hablaríamos de un arma que reproduce casi a la perfección la original...

- No exactamente – lo corrigió – las armas Doppelganger son entes que reproducen a la perfección cualquier arma.

- E… ¿Entes? ¿Te refieres a seres con conciencia e inteligencia propias?

El español asintió con la cabeza, ante lo que Erik agachó su testa, con aire pensativo.

- Así que se llaman así… en vuestra biblioteca hay un tratado sobre un arma similar que existió hace años – comentó – pero fue destruida.

- A ver si lo adivino ¿La que corrompía a aquellos que la manejaban?

- Si… la Soul Blade… el mismo que la destruyó fue el que sucumbió a su poder y después se purificó a sí mismo, Siegfried.

Los dos compañeros se miraron el uno al otro con gravedad.

- Intuyo que los dos estamos pensando lo mismo – articuló Luis.

- Eso me temo – respondió el pelirrojo – pero es sólo una suposición, dejémoslo de lado por el momento.

- Bien… vamos con Brauner entonces – aceptó el Español con un suspiro.

- No creo que haya mucho que ver con él – le contestó Erik – el cuadro es suyo, sólo estaba bosquejando y François y Elisabeth lo interrumpieron.

- Ajá.

- Sin embargo – continuó – hay algo que no me cuadra y en lo que estoy seguro que coincidirás conmigo.

- Dime.

- Brauner nunca estuvo aliado con Drácula – argumentó – de hecho intentó aprovechar su poder para dominar CastleVania…

- Sé por donde vas – lo interrumpió su colega – No tiene nada que ver con Drácula, pero aparece al mismo tiempo que Barthory y Orlox.

- Exacto.

- No tiene ningún sentido…

- No – le corrigió el pelirrojo – si lo piensas, sí que lo tiene, ese tipo pretende destruir París, justo donde Erzabeth, Orlox y el vampiro ese – añadió en referencia a su nuevo enemigo – están operando, destruir la ciudad sería un buen modo de detenerlos.

- Pero el cuadro era sólo un boceto – le contestó Luis, claramente en desacuerdo – y anoche iban a raptar al séptimo niño… tal vez la destrucción fuera la consecución de la obra.

- Espera un momento – Erik hizo un gesto con la mano, como si le diera el alto - ¿Por qué dices eso? ¿Qué te hace pensar que fueran siete los críos a los que querían rescatar?

- He estado pensando – replicó Luis – en que el número siete que usaban como señal podía tener algún significado, además Erzabeth dijo al comisario que su hijo sería el último.

- Pero ¿Por qué siete?

- Eso iba a añadir yo ahora.

Erik bufó, se llevó la mano derecha a la frente y se dejó caer sobre el respaldo del sillón.

- Esto no tiene ni pies ni cabeza – articuló.

- No ¿verdad?

- Faltan piezas… - comentó el pelirrojo en referencia a las palabras de su madre en el sueño – necesito más piezas para completar este puzzle…

- Eso y una sordina – articuló una voz saliente del cuarto de invitados – ¡con vosotros dos parloteando no hay quien pegue ojo!

Los dos muchachos dirigieron la vista a la puerta de la habitación, para ver a François apareciendo por ella.

- ¡Fran! – exclamó Luis, contento de verlo.

- Vale, genial – articuló Erik – vosotros seguid levantándoos, que Loretta va a hacer una escabechina con mis cojones ¿Qué parte de “reposo absoluto” no entendéis?

Sin hacerle caso, el Lecarde avanzó pesadamente por el salón, dirigiendo una mirada sonriente a su esposa y su hijo, que dormitaban plácidamente.

- Los hechizos somníferos de mi abuela no son infalibles – explicó al Belmont mientras se desperezaba – Siempre tiene miedo de excederse así que usa poder de menos; a mayor capacidad de producción de poder mágico del hechizado mayor resistencia al hechizo, es así de simple – bostezó y, acto seguido, gruñó – después de despertar intenté dormir por mi cuenta ya que sabía que estaba hecho polvo, pero vosotros dos gastáis un piquito de oro que lo flipas.

- Bueno, hablábamos de cosas importantes – se excusó el Español - ¿Cómo te encuentras?

- Bien – respondió el Francés ya desde la cocina – no me duele nada, pero me siento débil… supongo que aún debo recuperar muchas fuerzas.

- Bueno, mientras lo haces y cuando se despierten René y Elisabeth… ¿Puedes respondernos a un par de preguntas? – solicitó Luis.

- No veo la necesidad – intervino el Belmont en voz baja – Elise ya me dijo todo lo que necesitábamos saber.

- No – le corrigió el español – dijo todo lo que TÚ necesitabas saber, yo aún debo averiguar más cosas sobre esa invocadora.

- ¿De verdad crees que ayudará en algo? – lo cuestionó Erik, escéptico.

A esto, Luis se limitó a responder asintiendo con la cabeza.

Tras este último intercambio de palabras, se hizo el silencio; los dos amigos, como siempre hacían tras un intercambio de impresiones, se dedicaron a pensar cada uno por su cuenta en lo que habían hablado y razonado, mientras François desayunaba despreocupadamente.

A la hora de despertar, René fue el primero, lloriqueando de hambre, ante lo que Luis, que se hallaba en la cocina en ese momento, se dispuso a preparar una papilla; la siguiente fue Elisabeth, bostezando y con sus fuerzas casi repuestas por completo.

Mientras la susodicha se espabilaba, el Fernández se dedicó a dar de desayunar al niño – “Acojonante, ni ha rechistado” comentó François no sin cierta admiración – y Erik se introdujo en la habitación a ver qué tal estaba su hermano, en parte inquieto por su estado y en parte deseando que se levantara para saber qué le había sucedido.

- ¿Qué tal? – le preguntó el español mientras aparecía por el umbral de la puerta.

- Nada – contestó con cierta decepción – como un tronco.

Luis torció el gesto y se sentó en el sillón que se hallaba frente al de su colega, mientras François ocupaba su sitio, al lado de Elisabeth.

- Bueno… al menos podremos tomar algo más de información.

- ¿Algo más? – preguntó Elise, escéptica – ya le conté a Erik cómo nos fue, François no podría aportar gran cosa.

- Cierto – admitió el aludido – los dos vimos e hicimos lo mismo, si ya habéis hablado con ella no tiene sentido volver a repasar lo sucedido.

- Conocemos los hechos – puntualizó el Fernández – no los pequeños detalles.

Todas las miradas se centraron en él.

- ¿Los pequeños detalles? – preguntó el Lecarde.

- Erik me ha dicho que os enfrentasteis a una invocadora – continuó tras asentir – que además utilizaba una lanza idéntica a la Alcarde, quiero centrarme en eso – les lanzó una mirada interrogatoria – decidme ¿Qué encontrasteis en ella que fuera peculiar?

El matrimonio se miró y quedó en silencio durante casi un minuto.

- Una invocadora que haga uso de un arma pesada como es una lanza y combata cuerpo a cuerpo es extraña per se – incidió el pelirrojo, rompiendo el silencio – así que ese detalle podéis ahorrároslo.

- ¿Qué tipo de peculiaridades? – cuestionó François.

- Peculiaridades – insistió Luis – cualquiera que se os ocurra.

- ¿El pentagrama puede ser una peculiaridad? – preguntó la mujer.

- No – la corrigió instantáneamente su esposo – era el típico pentagrama y las típicas runas de invocación.

- Y… ¿El cristal rosa?

Ante estas palabras, los dos colegas arquearon una ceja.

- ¿Cristal rosa? – preguntaron casi al unísono.

Elise asintió.

- Sí, invocó dos criaturas – explicó – un dragón pequeño que tenía uno de esos cristales en la cola y un Golem de metal al que le salían del hombro y el muslo.

Las miradas de Erik y Luis se cruzaron, evidentemente ambos habían pensado lo mismo.

- Innocent Devils – Articuló el pelirrojo con un hilo de voz.

- Esa mujer… era una Devil Forgemaster – completó el español.

- ¿Innocent Devils? ¿Devil Forgemaster? – los interrumpió François, confuso - ¡Explicad un poco para los profanos, coño!

- Te cedo los honores, Erik – dijo Luis a su colega mirándolo con gravedad – esto es más asunto tuyo que mío.

Tras asentir, el Belmont se apoyó sobre el respaldo del sillón y adoptó un tono de voz casi digno de un profesor, hablando de forma general para toda la habitación.

- Los “Innocent Devils” o “Demonios inocentes” no son invocaciones al uso – explicó – al contrario que las comunes éstos tienen alma y conciencia, no pueden ser completamente destruidos ni enviados a su lugar de origen porque realmente NO TIENEN, son creados a partir del Aura de la persona a la que rinden pleitesía y obediencia: el “Devil Forgemaster” o “Forjador de Demonios”

Todos lo escuchaban con interés, incluso Luis que ya aparentaba conocer estos datos.

- En lo referente a los “Devil Forgemaster” – prosiguió – Se caracterizan por dominar su aura hasta el punto de ser capaces de crear los Innocent Devils y aún así poder librar combates encarnizados… en teoría los poderes de un Forgemaster bien formado superan a los de la mismísima parca.

Una vez finalizada la explicación de Erik todos quedaron en silencio, atónitos.

- ¿Y por qué se supone que es asunto tuyo? – preguntó Elisabeth finalmente.

El pelirrojo la miró por un instante.

- No mío, si no de todos los Belmont – concretó – los Devil Forgemasters fueron una de las principales fuerzas a favor de Drácula en la guerra que éste inició en 1476, de hecho él mismo creó esa magia, y dos de ellos bastaron para aniquilar a varios ejércitos – cerró los ojos y suspiró – según las memorias de mi antepasado Trevor Belmont, uno de ellos abandonó el camino del mal y años mas tarde se aliaría con él para destruir al otro, que acabó muerto y siendo el receptáculo del alma de Drácula… el superviviente decidió no perpetuar el método de la forja demoníaca – se llevó la mano a la barbilla; sus siguientes palabras, dichas en voz baja, parecían ir dirigidas a sí mismo – entonces… ¿Por qué?

La misma pregunta pareció asaltar a los demás presentes; Luis, en un intento por arrojar un poco de luz sobre el tema, expuso su opinión.

- Existe un tratado para cada estilo de lucha y hechizo diferente, supongo que uno de ellos escribiría uno respecto a la forja de demonios.

- Trevor lo destruyó – replicó Erik al instante – no existe dicho tratado.

- Están surgiendo demasiadas cosas alrededor de la figura de Drácula – comentó Elisabeth – llamadme agorera pero esto no me gusta un pelo.

- Sip, eres una agorera – le espetó Luis – Drácula está muerto, enterrado y sellado en el interior de un eclipse solar, y aunque no fuera así no estaría de mas dejar de ser tan gafe.

“Y sin embargo ser agorero tiene sus ventajas” dijo en las cabezas de todos una voz que todos conocían bien “Lo más inteligente es estar siempre alerta, aunque ello implique ser pesimista”

- ¡Abuela! – exclamó François, irritado - ¿¡No puedes limitarte a tocar al timbre como todo el mundo!?

Se levantó y corrió a abrir la puerta principal, por la que asomaron sonrientes Stella y Loretta Lecarde.

- Creía que iban a pasar el día descansando – comentó el pelirrojo, extrañado.

- Y así era – respondió la menor de las hermanas Lecarde – pero como tú bien dijiste el tiempo es oro y no creo que podamos esperar a que Simon despierte.

Erik dibujó una media sonrisa en su rostro.

- Me alegra que nos entendamos, doña Loretta.

Esta le devolvió la sonrisa y, seguida de su hermana, se dirigió a la habitación a observar al menor de los Belmont.

- Parece increíble ¿eh? – preguntó en voz baja Loretta a su hermana.

- Si… - respondió ésta en el mismo tono de voz – me pregunto si se dará cuenta de lo que le está sucediendo a su aura…

El pelirrojo carraspeó disimuladamente, pero las Lecarde comprendieron a la perfección el mensaje.

- Bueno… - articuló la menor – parece ser que tenéis bastantes preguntas ¿no es así?

- En realidad – respondió Luis – todas pueden resumirse en una sola.

- ¿Qué le pasó a Simon? – añadió Erik.

El tono de los dos jóvenes era a todas luces apremiante, casi descortés, pero las hermanas lo comprendieron y se dirigieron al salón, François y Elisabeth les ofrecieron asiento pero ellas se negaron, mirando fijamente el grupo mientras comenzaban a hablar.

- Simon – comenzó Stella – ha sido el que se ha enfrentado a más problemas esta noche.

- Tomó – continuó Loretta – la ruta “correcta” a lo largo del Sena, se topó con pequeñas guaridas que limpió una por una, nada especialmente importante pero – sonrió – seguramente nos haya ahorrado mucho trabajo.

- Intuyo – la interrumpió el Belmont – que ese no fue el origen de sus heridas.

La mayor de las hermanas sonrió también.

- ¡Ni de lejos! – replicó – de hecho ni siquiera en su primer encontronazo sufrió apenas daño.

- Orlox – añadió la menor al ver que todos abrían la boca para preguntar – hubo un pequeño escarceo y reveló algún que otro dato interesante.

- ¿Interesante? – intervino ahora la Kischine – por favor, Doña Loretta…

- Básicamente – contestó – al parecer tienen algo grande programado, una gran catástrofe o acontecimiento…

- El cuadro de Brauner – dedujo François.

- Puede ser – coincidió Stella – de ser así habría que localizarlo y destruirlo… habrá que simultaneizarlo con el caso de los niños.

- También hablaron – agregó Loretta – sobre Alicia Fernández.

Estas últimas palabras hicieron que Luis se levantara como una exhalación y las mirara expectante, casi con ojos desorbitados, las dos hermanas sonrieron casi con ternura ante esto.

- ¿Q-qué dijo? ¿Qué hablaron? – les preguntó con nerviosismo.

- Que está bien – respondió la menor.

- ¿Cómo…?

- Simon – explicó más detalladamente la mayor – exigió a Orlox algún dato sobre el estado de Alicia, este lo desafió a poder superar una técnica suya, lo logró y a cambio obtuvo simplemente la respuesta “está bien”

Ante esto Loretta la miró desconcertada, ambas sabían que esa información estaba sesgada, que el suceso había sido diferente.

¿Por qué mentía a Luis y a Erik?

- Así que… está bien – intervino el pelirrojo con cierto tono de alivio – de momento es la única fuente que tenemos y, por tanto, lo único en lo que podemos confiar – las miró directamente – continúen, por favor.

- Después de eso vio el 7 – “sí, me llamó en ese momento” comentó Luis – y no vio a la sombra hasta que ya había abducido al hijo del comisario, persecución de varios minutos y enfrentamiento con ella.

Los dos compañeros rememoraron el anterior enfrentamiento, donde tuvieron que ayudarlo in extremis, pero Loretta vio esto enseguida y los corrigió.

- No – intervino – aquella era diferente, un simple elemento de distracción, ésta era real y utilizaba unos patrones de ataque diferente, de hecho Simon se enfrentó a las 7 sombras.

- ¿Siete…? – articuló el pelirrojo estupefacto.

- Así es – asintió Stella – de hecho eran siete partes de una misma criatura, hemos estado revisando nuestro material y es un tipo de invocación poderosa y poco común, algo despertó en el interior de Simon y, gracias a ese poder, pudo derrotarla.

- ¡Un momento! – intervino de nuevo Erik - ¿algo despertó? ¿”ese poder”? Explíquense por favor.

- De hecho, Erik – replicó Loretta – me temo que quienes necesitan explicación ahora somos nosotras.

- ¿Ha realizado Simon algún tipo de actividad que pudiera alterar su aura? – se dirigió la mayor de los Lecarde a todos los presentes.

- Bueno… - Luis se llevó la mano a la nuca con el gesto torcido – tanto como alterar, pues no, pero se le notaba algo agitado, así que le enseñé meditación para calmarse.

- ¿Meditación? – inquirió Stella - ¿Qué tipo de meditación?

- Zen – respondió inmediatamente el español – del tipo que emplean artistas marciales.

- Ya veo… - la anciana cerró los ojos, pensativa – tal vez eso podría explicarlo…

- ¿Explicar el qué?

- No es el momento de hablar de eso – interrumpió la menor la conversación con voz casi severa – aún hay más y me temo que es lo más gordo.

Las atenciones se centraron de nuevo en ella.

- Después de vencer a la criatura Simon iba a llevarse al niño, pero alguien le detuvo – continuó – quien lo hizo fue ni más ni menos quien interfirió en el combate contra Elisabeth Barthory el otro día.

Aquello sí que llamó la atención de todos, que abrieron los ojos como platos; de pasada, Erik echó una corta mirada al libro sustraído de la biblioteca, que descansaba sobre el sofá.

- Supongo que fue él quien dejó así a Simon – comentó Elise.

- Sí – confirmó Loretta – pero a cambio obtuvimos información muy interesante, de hecho – sonrió, mirando a Erik – tu hermano averiguó incluso la manera de superar sus sistemas de ataque y defensa, pero antes de hablar de eso – su sonrisa desapareció – reveló que al parecer hay un gran plan que no solo implica a Barthory, Orlox, el vampiro que raptó a Alicia y a él mismo, si no que hay más como él metidos en el ajo, e insinuó que los niños y Alicia Fernández tenían un papel importante en él. También – añadió – él ha formado parte de las abducciones a niños.

De nuevo gestos de sorpresa, miradas y preocupación, Luis profirió un bajo pero audible “¡Hijos de puta”! y Erik se llevó la mano a la barbilla con gesto pensativo y mirada grave.

- Parece que esto va más allá de lo que imaginábamos – articuló François.

Stella asintió, mientras su hermana continuaba.

- También apareció alguien más – prosiguió – mientras Simon intentaba sacarle información, La Muerte lo detuvo y ordenó al vampiro que se marchara.

Si antes el Fernández reaccionó de forma desmedida, ahora era Erik quien se levantaba a toda velocidad; el porqué era evidente para todos.

- Los últimos compases del combate fueron contra ella – concluyó Stella en lugar de su hermana – al parecer nos estuvo observando a todos, quería confirmar que – miró al pelirrojo – tu hermano y tú sois Belmont.

- ¿Confirmar? – preguntó François extrañado - ¡Eso no tiene sentido! ¡Claro que son Belmonts!

- Sí – respondió Loretta – pero hasta donde sabemos en el ámbito de los seres de la oscuridad siempre se ha creído que Schneider fue el último del clan – cerró los ojos, con una extraña sonrisa– vuestra aparición repentina ha sido una verdadera sorpresa para ellos… ha sido toda una ventaja para nosotros.

Tras estas últimas palabras se hizo el silencio, todos se miraban unos a otros y las inquietudes de cada cual eran palpables.

- ¡Bueno! – articuló Stella en un bostezo – me parece que nosotras ya hemos cumplido aquí.

- Cierto – coincidió Loretta con una amable sonrisa – ahora sí que podemos ir a descansar.

- ¿No lo habíais hecho ya? – les preguntó su nieto, alarmado.

- Sólo con contemplar vuestras reacciones puedo imaginar que comprendéis la gravedad de lo que vi en los recuerdos de Simon – se excusó – de modo que, en lugar de echarnos a dormir cuando llegamos, nos metimos en nuestra biblioteca y consultamos todo lo consultable, cuando terminamos dimos por hecho que debíais tener conocimiento de ello cuanto antes.

Erik, aún dentro de su preocupación y su desconcierto, les dedicó una sonrisa.

- Se agradece de verdad – les dijo – ahora ya sabemos por qué terreno movernos, tomaremos las medidas oportunas.

Las dos ancianas asintieron y, tras despedirse de todos, se dirigieron a la salida acompañadas por François; sin embargo, antes de cruzar definitivamente el umbral, Stella Lecarde dedicó unas palabras a Erik y a Luis.

- Si aceptáis un consejo, entrenad bien al chico, no os podéis hacer a la idea de lo que es capaz.

Y, tras esto, desapareció junto a su hermana.

Los minutos siguientes estuvieron coronados por un silencio sepulcral y una tensión tan densa que podía cortarse con un cuchillo; François y Elisabeth se cogieron instintivamente la mano con fuerza, Erik quedó contemplando el plateado grabado de la tapa del volumen y Luis fue a la habitación de invitados a observar a Simon.

- Ya tenemos otra pieza para el puzzle – articuló Erik en voz alta – La Muerte – cerró los ojos, poniendo el libro sobre sus rodillas y apoyando la frente sobre ambas manos cruzadas – Bien, mamá… se nota que sabes cuánto me gusta que se compliquen los rompecabezas…

Por otro lado, en la calle, las hermanas paseaban juntas, también pensativas, en dirección a su casa.

- Hermana… - articuló Loretta de repente - ¿Por qué has mentido sobre lo que Orlox dijo respecto a esa muchacha?

Stella sonrió.

- Ya has visto cómo ha reaccionado Luis al escuchar su nombre – respondió – como hermana mayor lo comprendo muy bien… sé que si le hubiera dicho toda la verdad habría desconfiado de la que es su única fuente al respecto.

Satisfecha su duda, la menor guardó silencio y continuaron su camino durante más de una hora, hasta que Stella Lecarde volvió a hablar.

- Las cosas han cambiado – comentó.

- ¿A qué te refieres?

- Hasta ahora pensaba que, de los dos, Erik Belmont era el único que tenía poder suficiente como para afrontar lo que se avecina, pero de repente Simon ha dado un salto cualitativo tremendo… a posta o no Luis ha hecho bien en enseñarle a meditar.

- Rose tenía razón – dijo Loretta – estos tres chicos están fuera de lo normal, son los más adecuados para esta misión… y ni siquiera son conscientes de ello.

- Tal vez eso sea lo mejor – contestó a ello Stella – al menos… hasta que estén preparados.
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Prelude of Twilight

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