Prelude of Twilight

Publicado: 19:43 30/12/2009 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Loyal Rebellion

Cuando Luis alcanzó a ver la mansión de las hermanas Lecarde hacían apenas unos minutos que habían pasado 24 horas desde la violenta batalla en el Louvre, una batalla de que ninguno se había recuperado aún del todo y que había socavado en gran medida algunas de sus confianzas y convicciones dejando al descubierto dudas, muchas dudas, y por encima de todo ello un terrible sentimiento de culpa que lo ahogaba y pensaba aplacar a lo largo de aquella noche.

Y es que había acudido a dicha mansión apenas unas cuatro horas después de que Loretta y Stella abandonaran el piso de François y Elisabeth tras curarlos a Erik, que a pesar de sus heridas se negó a dormir alegando que había repuesto fuerzas mientras estaba inconsciente, y a él, que a pesar de los esmerados cuidados de la menor de las ancianas aún sentía el intenso dolor de algunas de ellas.

Sobre la batalla, Simon y las Lecarde habían tenido la delicadeza de mentir al matrimonio y evitar que hicieran más preguntas de las necesarias, pero aquello le había dejado una tremenda desazón. Debía contar la verdad a alguien, debía confesar su culpa… y sólo con una persona podría sentirse resarcido, alguien para cuya comunicación necesitaba la expresa ayuda de Stella y Loretta.

No se sorprendió cuando las puertas se abrieron mágicamente a su llegada, sabía que las hermanas habían leído en su mente las intenciones que albergaba y tomó aquello como una declaración de intenciones de no ponerle ninguna traba, y así lo demostraron al recibirle en el umbral de la mansión.

- Has llegado más pronto de lo que pensaba – observó Loretta con una cordial sonrisa - ¿Acaso no piensas descansar?

- Mi estado físico puede esperar – respondió el español con premura – no podré descansar hasta que hable de esto con ella.

- La línea está abierta y ya le hemos dado el aviso de que la esperamos – explicó Stella – así que síguenos y llegarás a la sala de videoconferencia.

- Bien…

En silencio, tomaron el camino hacia el ala este de la casa hasta un pasillo terminado en una doble puerta que, de nuevo, se abrió a su paso, allí les esperaba un ordenador sobre un discreto escritorio, una webcam y una pantalla de más pulgadas de las que pudieran verse en cualquier televisión normal.

- Pero me surge una duda, Luis… - dijo la mayor de repente – cualquier miembro de la hermandad puede ponerse en contacto con ella, no es necesario recurrir a nosotras específicamente para esto.

- Cuando llego a un lugar tengo la manía de informarme de todo lo que me interesa – respondió – y tras pasar por aquí la primera vez le hice unas cuantas preguntas a su nieto… una de las cosas más interesantes que me dijo es que la suya es una de las pocas líneas directas con la mujer a la quiero dirigirme, el resto – frunció el ceño en un claro gesto de disgusto – están intervenidas por la iglesia u otros organismos interesados en mantener controlada la hermandad… ¡y no quiero que nadie más sepa de esto!

- Señor, señor… - sonrió la menor – ya no queda inocencia en este mundo ¿eh?

- Lo que no queda son burros, oiga

Antes de sentarse en la silla frente al escritorio dejó a Stella que lo preparara todo, a los pocos segundos la pantalla frente a él se había iluminado y ahora mostraba un ventanal con una bonita vista nocturna de la plaza del templo de la hermandad de la luz y, por supuesto, la mesa de aquella con quien Luis buscaba hablar.

- ¡Vaya por dios! Nunca está cuando se la necesita, esta mujer iba para policía – se burló Stella.

- Que no esté en cámara no significa que no me encuentre en la sala, tía Stella – respondió una voz desde los altavoces – Mataba el tiempo revisando expedientes.

Poco después de éstas palabras comenzó a escucharse ahogado ruido de papeles y cajones y unos pasos apresurados que precedieron a la aparición en pantalla de la esperada figura, que se sentó con brusquedad tras el escritorio, cruzando las manos sobre él y adelantando ligeramente la cabeza.

Era Rose Morris, la líder de la hermandad, aquella con quien deseaba hablar.

- ¡Luis! – exclamó ésta sin demasiada sorpresa pero con una sonrisa de evidente interés - ¡Cuánto tiempo!

- Hola, Rose.

Las miradas se cruzaron por un instante, en aquella tremenda pantalla sentía como si los  enormes ojos marrones de la mujer lo aplastaran.

- Es curioso que utilices este canal para ponerte en contacto conmigo ¿Qué ocurre?

El español suspiró, incapaz de saber por donde empezar.

- Tengo algunas cosas que contarte y consultarte – respondió finalmente – y no quiero intermediarios.

La líder sonrió.

- De modo que has descubierto las líneas directas ¿eh? Bueno… era algo que debía mantenerse en secreto, pero mejor así ¿De qué querías hablarme?

Sorprendentemente, Rose no parecía extrañarse ante el hecho de estar hablando con él por esa línea, ni tampoco al saber que tenía conocimiento de los contactos limpios.

- Se trata del incidente de anoche, quiero hablarte de él.

- La batalla en el Louvre ¿no? – se hundió un momento bajo en su escritorio, más ruido de cajones y finalmente se alzó con un periódico en la mano – Lleva desde anoche mismo siendo la comidilla internacional en todos los periódicos y medios de comunicación. Ediciones extras a manta narrando el suceso, y me consta que se ha decretado un mes de luto en Francia por todas las víctimas.

- Los medios sólo pueden informar de lo que vieron desde fuera, pero no de lo que ocurrió dentro. Yo estoy aquí para eso.

- ¿Cuántos datos puedes darme? ¿Se sabe algo del responsable? ¿Tiene que ver con el caso de los niños?

- Puede que lo tenga, pero el autor no está relacionado, se trataba de Viktor Brauner.

- Ahá - De nuevo ni un gesto de sorpresa, ni un cambio en su tono de voz, ni siquiera un alzamiento de ceja – Debisteis librar una serie de batallas muy duras ¿verdad? Brauner no es precisamente un angelito.

- En efecto, había una fuerte variedad de criaturas (algunas no las habíamos visto en la vida), un súcubo y toda una tribu de Alraunes.

- ¿Nada más?

- “¿¡Nada más!?” – preguntó Luis, mosqueado - ¿Te das cuenta de lo que implica todo lo que te dicho?

- Estoy segura de que dentro del terreno de las criaturas las pasasteis canutas, pero para ti hubo más enemigos que esos ¿verdad?

El Fernández palideció, le costó encontrar las palabras para contestar.

- En… en efecto… Claire Simons también estuvo allí.

- Y trataste de detenerla, supongo.

- Sí.

- ¿Lo lograste?

- No

- ¿Y por qué?

Tragó saliva de nuevo, era ahí a donde quería llegar pero, tal vez demasiado tarde, se dio cuenta de que la respuesta a aquella pregunta podía traerle muchos problemas a Erik.

- Te lo vuelvo a preguntar, Luis: ¿Por qué?

- Pues… po-porque Erik se interpuso.

Para su sorpresa, la sonrisa de Rose creció y cambió de cariz, ahora parecía orgullosa e incluso satisfecha.

- ¿Erik se interpuso entre Claire Simons y tú para protegerla a ella? ¿Se opuso a su superior y hermanastro?

- Er… sí, así es y… me temo que eso… ocasionó un enfrentamiento entre ambos.

- Un enfrentamiento… ¿en qué grado? ¿Hubo combate físico?

- S-sí… y me temo que fue bastante serio.

- ¿Cómo de serio?

Se dieron unos segundos de silencio incómodo, el Fernández cerró los ojos con fuerza y vio de nuevo a su amigo convulsionándose en el suelo víctima del Castigo Divino.

- Llegamos… llegamos a luchar a muerte…

- ¿Pusisteis vuestras vidas en peligro?

Con los ojos aún apretados asintió rápidamente; la culpa se abría paso de nuevo, y lo hacía con fuerza.

- Erik ha necesitado asistencia médica urgente de Stella y Loretta… recibió de lleno mi Castigo Divino a máxima potencia…

Con gesto serio, Rose se recostó en su asiento y miró a Luis con interés.

- Quieres… contarme más ¿verdad?

- Quiero sacármelo de encima.

- Entonces, Luis, no escatimes en detalles; quiero oírlo TODO.

Con dificultad, Luis comenzó a narrar la batalla desde el momento en el que atacó a Claire, incluyendo en el relato el pacto que había hecho con ella un rato atrás; tal y como ella le había solicitado no se dejó un sólo detalle en el tintero, contando así durante una hora larga el relato de su batalla con Erik y cómo lo dejó entre la vida y la muerte sin pretenderlo siquiera.

- Ya veo – articuló finalmente la líder una vez concluida la historia - ¡Bueno, al menos has sido sincero! No has maquillado ni tergiversado la historia, eso me gusta.

- ¿¡Cómo!? ¿¡Es que ya lo sabías!?

- Nosotras se lo hemos contado – intervino Stella antes de que la Morris pudiera responder.

- Ya veo… así que han escarbado en nuestra mente mientras nos curaban ¿verdad? – dedujo.

- No, concretamente en vuestra cabeza no hemos tocado nada, no lo necesitamos – contestó la mayor de las Lecarde.

- Antes de que nos encontráramos ya teníamos toda la información que necesitábamos – completó Loretta.

- Pero… un momento… si nos encontraron a Simon, Erik y a mí, entonces… sólo hay una persona que… - entonces cayó en la cuenta, pero Rose se le adelantó.

- Claire Simons – articuló.

- Claire… ¿obtuvieron la información de ella? Pero… ¡Si está siendo perseguida por la hermandad!

- Luis… durante tu combate contra Erik él te contó algo que todavía no pareces haberte creído del todo ¿verdad? Respecto al caso Claire, digo…

- Respecto al caso Cl… ¡Un momento! ¿¡Entonces era verdad!?

Las palabras de su amigo, que como la misma Rose decía aún se negaba a creer, resonaron en su cabeza con una fuerza inusitada.

“La mismísima Rose me confirmó que esta misión proviene de la mismísima iglesia”

- Pero eso quiere decir que… ¿La hermandad no tiene nada en su contra?

La Morris torció el gesto y se llevó la mano al entrecejo.

- Eso, Luis – suspiró – es demasiado difícil de explicar.

- Pero… los mails… las órdenes de busca y captura… las proposiciones de colaboración a clanes localizados… ¡Todo eso viene de la hermandad!

- Lo enviamos nosotros, sí.

- ¡Pero colaboráis con ella!

- En determinadas situaciones, sí.

- Como hoy ¿verdad?

Las miradas de las tres mujeres se centraron en él.

- ¿Cómo lo…? – preguntó Stella, atónita.

- No lo sabía, lo suponía – se explicó, mientras rememoraba las sospechas que manifestó a la joven – algo me decía que era muy raro que acudiera ella sola a aquella batalla sin ningún objetivo concreto ¿¡De qué se trataba!?

Rose dudó. Luis estaba preguntando demasiado, y no estaba segura de deber resolver sus dudas.

- ¡Yo creía que esta era una misión de la hermandad, y que aunque no lo fuera al menos obedecíamos a tus dictados, Rose! ¡Pero ahora resulta que colaboráis con la misma criminal a la que habéis encomendado a Erik que capture! ¿¡A quien demonios estamos sirviendo!? ¿¡Quién es nuestro jefe!?

- Luis, tranquilízate…

- ¡¡¡No me da la gana!!! – exclamó, levantándose de la silla.

La líder se volvió a recostar en su asiento y miró al español con interés, sin abandonar su semblante serio.

- La misión de Claire allí – se decidió a explicar – era la de destruir un cuadro de Viktor Brauner, el mismo que pudieron ver Stella, François y Elisabeth la otra noche: Un cuadro con el poder de destruir todo París.

- ¿Un cuadro con el poder de…?

- ¿Recuerdas algún lienzo o elemento especialmente grande en el Louvre, Luis? – le preguntó Loretta con una severidad impropia en ella.

El muchacho se llevó la mano a la barbilla y pensó por unos instantes hasta que cayó en la cuenta.

- Sí… ¡Sí! ¡En el lugar donde estaba el súcubo!

- En efecto – confirmó Stella – Sabíamos que el cuadro estaría ahí y que seguramente Brauner aprovecharía el caos creado por las criaturas de la exposición para esconderse y poder terminarlo sin interrupciones. Enviamos a Claire para que lo destruyera, pero mira tú por donde vuestra presencia y la de Simon en la exposición nos dio una ventaja extra, y es que Brauner no había tenido ocasión de esconderlo.

- Pero ¿Por qué ella? – se volteó para mirar a las ancianas – ustedes tienen un poder mágico demencial, podrían haberlo hecho solas.

- Aprendimos muchas cosas de Brauner en nuestro engaño – respondió la menor de las Lecarde con una humilde sonrisa – pero me temo que a tanto no llegamos.

- Para que alguien como nosotros pueda destruir una de sus obras – intervino Rose – es necesario introducirse en el mundo creado en el interior del cuadro y acabar con él desde dentro, es la única forma… pero Claire tiene ciertas… “capacidades” que le permiten hacerlo desde el exterior.

- Seguramente la cosa se hubiera quedado ahí, ya que su misión era única y exclusivamente destruir el lienzo, pero… - comentó Loretta.

- …se encontró con nosotros – completó el español.

- Y es gracias a que lo presenció todo, participó en la batalla y salió exhausta de allí a lo que pudimos averiguar, extrayéndolo de su mente, lo que había ocurrido en el interior – explicó Stella.

- Ya veo…

Cuantas más preguntas le eran respondidas, mayores eran las dudas que acuciaban la mente del cazador ¿Ahora de repente la hermandad estaba a favor de Claire o qué demonios pasaba? ¿Era ella realmente una enemiga?

Había medio matado a Erik… ¿Por aquello?

- ¿A quien se supone que debo creer? – preguntó en voz alta, más a sí mismo que sus interlocutoras - ¿Quién es mi jefe? ¿Qué órdenes debo acatar?

- Las que tú consideres oportunas, Luis – respondió escuetamente Rose.

- ¿Cómo?

- Mira… - hizo amago de llevarse la mano al entrecejo, como si ajustara unas gafas invisibles – Mi filosofía en todo esto ha sido siempre que, si no están haciendo un daño directo a la hermandad, sus miembros pueden hacer lo que quieran ¿O crees que de no ser así Erik iba a seguir campando por esos mundos? Él se pasa los estamentos por, hablando en bronce, el forro de los cojones, y obedece las órdenes si considera que éstas son justas ¿Por qué crees que encargué el caso Claire, de todos los posibles candidatos, a él y no por ejemplo a ti o a cualquier otro cazador? Porque sé que es el único que va a cuestionarlo y plantearse si merece la pena o no.

- O sea… que ni siquiera tú estás segura de la legalidad de ese caso ¿no es así?

La líder asintió.

- Sí – admitió – por eso necesito a alguien que no sea fácil de controlar por la iglesia, y tú, Luis, casi acabas con él.

- Lo sé – asintió con tristeza – y es precisamente otro de los motivos que me traen por aquí… quiero saber qué es lo que me espera.

Rose arqueó una ceja.

- ¿Lo que te espera?

- He hecho peligrar la vida de uno de mis subordinados, que además es mi hermanastro. Conozco el reglamento y sé que está prohibido y penado, de modo que… quiero saber la pena que me vas a imponer.

La Morris bufó y se echó todavía más sobre el respaldo de su asiento.

- La pena… ya veo – sonrió irónicamente – ¡sólo tú podrías ser capaz de solicitármela!

- ¡No te burles! – exclamó el muchacho – hice algo muy grave y no sé cómo expiarlo ¡y no es sólo por haber inflingido las normas!

La mujer ahogó una carcajada.

- Ahí viene lo cómico, Luis, que no es por infringir las normas pero me pides que te amoneste según el reglamento de la hermandad, pero honestamente debo reconocer que en el mismo acto llevaste a cabo un cumplimiento y una infracción, así que, técnicamente, se anula lo uno con lo otro.

- Pero… ¿¡Estás de guasa!? – estuvo a punto de levantarse de nuevo, pero se contuvo - ¡Luchamos a muerte! ¡Puse todo mi corazón en derrotarlo! ¡Cometí imprudencias que me llevaron a dejarlo frito a base de descargas! ¡No puede ser que no se me vaya a penalizar por algo así!

- Y llevas razón – convino ella – Sobre el papel has cometido un delito terrible, pero también es verdad que, bueno… también sobre el papel, esa batalla ha sido un acto de lealtad casi digno de mención honorífica.

- ¡Ja! ¡Ridículo! – exclamó el español en voz baja.

- ¿A que sí? Pero así son las cosas, no obstante… - sonriendo y alzando las cejas, Rose se volvió a inclinar sobre el escritorio, cruzando ambas manos sobre él y clavando sus ojos en los de Luis – no pienso dejar que te vayas de rositas. Tengo un castigo que, sabiendo cómo eres, será perfecto para ti.

- Y… ¿de qué se trata? – se interesó él, tragando saliva.

- Te voy a dar una información – contestó ella casi al instante – dicho así te parecerá una gilipollez pero se trata ni más ni menos que información clasificada a la que vosotros no deberíais tener acceso bajo ningún concepto pero que, sin embargo, es de vital importancia para que podáis llevar a cabo vuestra misión con éxito. Ahora bien – su mirada ganó severidad – Tú serás el único que tendrá conocimiento de ella. Ni Simon, ni Erik, ni ninguna otra persona por mucha confianza que te merezca debe acceder a la más mínima palabra; de fallar en ello serías degradado al nivel de aprendiz, despojado de todos tus honores y privilegios, anuladas tus opciones de acceso a la ICPO y rebajado a agente de tráfico en la Policía Nacional Española y para terminar, serías apartado de las dos misiones en las que ahora mismo te hallas inmerso en la hermandad, aunque ello signifique arriesgar la vida de tu hermana y dejar a Kasa dando tumbos en el mundo. Aún sabiendo esto ¿Aceptas tu castigo?

- Por supuesto – aceptó él sin dudarlo un instante.

- ¿Revelarás la información por muy grave, vital o escandalosa que resulte?

- No

- Bien, pues entonces ve abriendo los oídos, Luis Rafael Fernández Fernández.

Mientras tanto, en casa de los Lecarde, Erik reposaba tranquilamente en la cama, con los ojos moviéndose a velocidad de vértigo mientras trataba de entender algo, línea por línea, del libro que había sustraído de la biblioteca días atrás; estaba tan absorto en su tarea que ni siquiera había caído en la cuenta del tiempo transcurrido, por lo que se llevó una buena sorpresa al ver a Simon aparecer por el umbral de la habitación.

- Ey, la cena estará lista dentro de poco ¿tienes hambre? – le preguntó el chico desde la puerta.

- ¿Eh? Ah, sí, sí, claro… la verdad es que tengo un poco de – sin darle tiempo a continuar, su estómago emitió un tremendo rugido.

- Vale, ya veo que sí – rió Simon – Te traeré la cena en un bocata, que llena más.

- ¿Qué ha preparado Elisabeth? – preguntó con curiosidad.

- ¿Tan hecho polvo estás que ni siquiera lo hueles? Son salchichas frescas al vino, de pollo.

- ¡Bien! Iré yo mismo a prepararme el bocadillo – Dejó el mamotreto en la cama y se dispuso a bajar de ella, pero bastó con girar el torso para que un terrible dolor interno le hiciera abandonar la idea.

- Todavía no estás en condiciones de moverte ¿Ya no te acuerdas de lo que te dijo Loretta? – lo riñó el menor – Quedaste frito por dentro, así que todavía necesitarás otro día más para estar listo.

- ¡Mierda! – protestó el pelirrojo mientras su hermano desaparecía de nuevo hacia el interior del salón.

Se quedó de nuevo en silencio, sólo, y sin el libro en la mano – ahora que lo había soltado le daba pereza volver a abrirlo – sus pensamientos y preocupaciones volvieron a asaltarlo. ¿Qué habría sido de Claire tras la noche anterior? ¿Se habría recuperado de sus heridas? ¿Y a donde demonios había ido Luis? Le oyó mascullar algo de Rose antes de marcharse, pero él estaba demasiado centrado en tratar de descifrar aquel libro.

Aquel libro…

Miró con odio las tapas del volumen, que cada vez le daba menos sensación de ser realmente útil ¿Y si al final aquello no le conducía a nada? Él estaba dejándose los ojos en sus páginas mientras los 6 niños se hallaban aún cautivos a saber donde, y sufriendo Dios sabe qué. Era frustrante, y le hacía sentirse como un inútil.

Pero ¿Y si lo dejaba? ¿Y si abandonaba aquella tarea y luego resultaba que era vital? El dichoso escudo de la portada, idéntico al de la solapa de la chaqueta de aquel vampiro, establecía una relación demasiado obvia pero ¿en qué sentido?

Lo volvió a coger, abriéndolo sólo por mirarlo, y comenzó a pasar sus hojas con rapidez sin tener ni idea de qué buscar exactamente, sólo veía caracteres indescifrables, uno tras otro, y textos sin una estructura mínimamente lógica.

- Dios… ¿No te piensas separar de ese tocho ni por un segundo?

La voz que lo sacó de su enojado ensimismamiento era la de Simon, que había regresado a la habitación con dos bocadillos, cada uno en una bandeja.

- ¿Eh? No, no… yo sólo estaba…

- “…pasando el rato” – completó el chico, imitando su voz – creo que picártela con dos piedras sería más entretenido – le tendió una de las dos bandejas, la cual contenía más de media baguette convenientemente rellena de salchichas bien calentitas, con el pan borracho en salsa.

Como activado por un resorte, el pelirrojo dejó en la cama el libro y agarró con ansia la bandeja, dando un buen mordisco a su cena, tras lo que cayó en la cuenta de algo.

- Pero… oye – articuló tras tragar – si se supone que he quedado medio frito por dentro ¿En teoría no debería tomar sólo líquidos?

- Según dijeron las Lecarde puedes comer con normalidad, así que tú muerde sin miedo – respondió Simon antes de atacar su otro bocata.

Pasaron un rato devorando en silencio, sin más ruido que el de sus propios bocados, hasta que el hermano mayor se detuvo de repente.

- ¡Qué! ¿No me digas que ya estás lleno?

- No, sólo me preguntaba… - miró de soslayo al muchacho – Simon ¿Le guardas algún rencor a Luis?

El aludido alzó una ceja.

- ¿Por lo de anoche, quieres decir?

- Sí…

- ¿Se lo guardas tú?

Erik negó enérgicamente con la cabeza.

- ¡Ni de coña! Aparte de ser un combate de la hostia lo único que hizo fue luchar por la misma razón que yo, pero con ideas opuestas.

El menor sonrió.

- Yo tampoco, no tengo razones para… quiero decir, al final sobreviviste ¿no? La única sensación que me ha quedado es la clara impresión de que sois los dos realmente gilipollas.

El pelirrojo emitió una carcajada que tuvo que ahogar de puro dolor.

- Por este tipo de cosas casi prefiero que seas como eres – dio otro mordisco a su bocadillo, masticándolo con rapidez y tragando instantáneamente – Esto es lo que tiene habiendo sido criado para el combate.

- Eso no me vale como excusa – replicó – tiene que haber alguna razón para que hayas querido llegar tan lejos.

Erik sonrió y miró por un momento a la ventana, más allá de su hermano.

- Creéme… la hay.

- ¿Y cual es, si puede saberse?

- ¡A ti te lo voy a decir! – contestó sin dejar de sonreír, volviendo a atacar su cena.

Tras esto volvieron a quedarse en silencio, cada bocado parecía devolver un poco más las fuerzas al pelirrojo y al mismo tiempo darle aún más sueño, como si le recordara que una persona normal debía comer y dormir para no forzarse hasta su límite. Pasó otro buen rato antes de que alguien más irrumpiera en la habitación.

- ¿Está bueno, chicos?

Los hermanos dejaron de comer y alzaron la vista, en el umbral de la puerta se hallaba Elise, apoyada en el quicio y mirándolos sonriente.

- ¡Delicioso! – respondió Erik – si no fuera porque os dejo sin cena te juro que repetiría.

- Por eso y porque tampoco debes forzarte demasiado – contestó la muchacha – come lo justo y duerme, si no puede que tu recuperación se alargue un día más.

- René está muy tranquilo ¿no? – preguntó el menor después de tragar – No lo oigo desde hace un par de horas.

- ¡Oh! Ya se durmió – la sonrisa de Elisabeth se enterneció – Hoy le ha dado Fran la cena ¡Es muy paciente cuado quiere!

- ¡Vaya! Llevo todo el día de acá para allá así que no me di ni cuenta…

Súbitamente, la Kischine se adentró un poco más y cerró la puerta, apoyándose sobre ella y mirándolos inquisitivamente.

- Decidme la verdad: Esas heridas no os la hicieron las criaturas del Louvre ¿verdad?

La pregunta los cogió por sorpresa a ambos, Simon dejó lo que quedaba de su cena en la bandeja y Erik se atragantó.

- A juzgar por vuestra reacción… diría que no me equivoco

El menor no respondió, y el mayor continuó golpeándose en el pecho hasta tragar y poder responder.

- No… no te equivocas… en parte, claro – replicó finalmente – Simon y las Lecarde os han mentido, hubo una batalla más tras derrotar a la Reina Alraune, pero él – señaló a su hermano con la cabeza – no recibió ni una sola herida.

- Y… ¿qué ocurrió?

- Fue una batalla entre cazadores: Luis contra mí.

- Dios… - la mujer agachó la cabeza y negó lentamente con ella, después volvió a mirarlos – sabía que esas quemaduras no podían ser para nada normales, pero no se me pasó por la cabeza que fueran eléctricas ¡Por no mencionar las heridas y golpes que tenía él! ¿¡Qué pasó para que os dejarais el uno al otro en un estado TAN lamentable!?

- ¡Ah! – el pelirrojo alzó la mano, haciéndole señal de “alto” – Eso sí que me lo reservo.

- Como quieras – suspiró ella – sólo queríamos saber qué os había dejado así, y ya veo que fuisteis vosotros mismos ¡Dios, ya hay que ser imbécil! ¡Y anda que nos decís algo, que se supone que ya hay confianza!

- Bueno… la idea era no alarmar a nadie – se excusó el menor – supongo que François no es de los que se van de la lengua, así que… - miró a su hermano antes de continuar.

- Sí – asintió Erik – se lo puedes contar sin miedo, pero ya sabes, mantenedlo en secreto ¿ok?

- Está bien – suspiró ella de nuevo antes de darse la vuelta – por cierto… Fue por Claire, ¿verdad? - El mayor, que ya estaba comiendo de nuevo, se atragantó de tal forma que Simon tuvo que saltar alarmado para ayudarle - ¡Vale! – rió – ya le pediré el resto de la información más tarde a Loretta… ¡Hala, buen provecho!

- La… ¡la puta que la parió! – exclamó el pelirrojo, entre divertido y enfadado, una vez hubo recuperado el aliento.

- No se le escapa una ¿eh? – Comentó Simon - ¿Cómo habrá adivinado que ella tenía algo que ver?

- Pues supongo que porque – se golpeó con fuerza en el pecho hasta dejar escapar un eructo mal disimulado, y no por falta de intención – fue ella quien me alentó a reencontrarme con Claire para decidir si ayudarla o no y supondrá… - soltó otro regüeldo, que ésta vez sí pasó desapercibido - …que es justo lo único que podría hacer que Luis y yo nos peleáramos.

- Ya… - Dio un pequeño mordisco al bocadillo, mascó un poco y después se lo pasó a un carrillo, para poder hablar en condiciones – Me pregunto… qué pasará ahora que sabéis que vuestros intereses son tan opuestos…

De vuelta a la mansión Lecarde, Luis había quedado atónito y mortalmente pálido tras recibir la información otorgada por Rose, ésta lo miraba con una seriedad extrema y las hermanas, aunque relajadas, estaban en guardia, esperando cualquier reacción del Fernández.

- P-pero… todo eso… todo eso… ¿Es cierto? – preguntó con un hilo de voz.

- En efecto – respondió la líder.

- P-pero eso es… ¿¡tienes idea de la importancia de TODO lo que me acabas de contar!?

- Ni te imaginas hasta qué punto…

- ¡Podría cambiar muchas cosas! Podría… ¡Dejaríamos de dar palos de ciego!

- No los estáis dando. Ya te he explicado eso, Luis.

- ¡Llegamos a un lugar y tenemos que esperar a que ocurra algo! ¡¡¡No me digas que eso no es dar palos de ciego!!!

- No lo es. Si por vosotros fuera a saber donde andaríais…

- Y… y lo otro… - apretó los puños, una ola de rabia lo invadió - ¿Te das cuenta de cómo me hace sentir? ¿De cómo se sentirían Simon y Erik si se enteraran?

- Exactamente como me sentiría yo, Luis: Utilizada.

- Y si lo sabes ¿¡Por qué me lo cuentas!? ¿¡No te das cuenta de que podría rebelarme!?

Rose sonrió.

- En otras circunstancias tal vez, pero con todo lo que te he explicado debes haberte dado cuenta de que es lo mejor para seguir la pista de Alicia.

- ¡NI TÚ ESTÁS SEGURA DE ESO! – gritó, golpeando la mesa con ambos puños - ¡LLEVAMOS UNA SEMANA AQUÍ Y ESTAMOS COMO CUANDO LLEGAMOS! ¡¡¡NO HEMOS HECHO MÁS QUE COMBATIR!!!

- Debes ser el único que espera resultados inmediatos de esto entonces, Luis. No digo que vayáis a encontrar un indicio nada más pisar cada lugar, pero si estamos en lo cierto puedo asegurarte que cada vez os acercaréis más.

- ¡Ja! – su voz se tiño con un tinte de desprecio – Si esto viene del servicio de inteligencia de la hermandad entonces nos alejaremos cada vez más.

- Te aseguro que no tiene nada que ver con esa panda de chapuzas, esto lo lleva gente más competente.

- Ah ¿sí? ¿Y quienes son? ¿¡Quiénes están metidos en esto!?

- Me temo que tanto no te puedo decir, Luis.

El español agachó la cabeza con seriedad, pensando; toda la información que acababa de recibir era demasiado fuerte, demasiado importante y demasiado increíble, pero sin embargo era real. Todo aquello suponía… demasiado ¿Cómo diantres iba a callarse algo así? ¿Cómo iba a ocultárselo a sus compañeros de misión?

Apretó dientes y puños, era una carga demasiado pesada, una responsabilidad demasiado grande, y ahora… ahora no sabía a quien creer.

Sólo le quedaba una cosa por hacer, y aquel era la única ocasión que tendría en mucho tiempo.

- Rose

- ¿Sí?

- Quiero protestar por el castigo que me has impuesto – la miró a los ojos – es demasiado desproporcionado.

La mujer apoyó el mentón sobre el dorso de su mano izquierda y lo miró con una enigmática sonrisa.

- El castigo ya ha sido aplicado y lo he hecho según tu deseo de ser proporcional a la falta cometida ¿acaso quieres apelar, Luis Fernández?

- No – su mirada se volvió dura – sé que es imposible apelar un castigo ya impuesto, pero deseo una compensación.

- Ah ¿sí? – la sonrisa de la líder creció - ¿Y qué deseas?

- Información

- ¿Más?

- Sí

- ¿Y sobre qué?

Luis se reclinó sobre su asiento, apoyando las manos cruzadas sobre la mesa. Sus palabras fueron simples y directas.

- Quiero que envíes a mi correo electrónico hasta la última gota de información sobre el Caso Claire a la que la iglesia te permita acceder.

Esta vez sí, los ojos de Rose se abrieron de par en par, al tiempo que las hermanas Lecarde parecieron tener algo que decir, siendo convenientemente detenidas por la líder, que ante todo deseaba satisfacer su curiosidad.

- Y… ¿Qué es lo que pretendes con eso? – preguntó - ¿Qué te traes entre manos exactamente?

- Sólo quiero saber.

- No – contestó ella con dureza – Nadie busca solamente “saber”. Me estás solicitando algo que ni Erik, que es el encargado del caso, se ha atrevido a pedir.

- Es que yo no te lo pido, Rose: Te lo estoy exigiendo.

La mujer sonrió con una mezcla de incredulidad y sarcasmo.

- ¿Me estás exigiendo a MÍ? ¿A la líder de la hermandad?

- Después de todo lo que me has contado… creo que a eso al menos tengo derecho ¿no crees?

- Está bien ¿Y para qué quieres esa información? Créeme, te conviene ser sincero conmigo.

- De acuerdo… - el español bufó y después tamborileó levemente sobre la mesa – Quiero saber en qué has metido exactamente a Erik.

- ¿Cómo?

- ¿Por qué se la persigue exactamente? ¿Qué cuerpos están detrás de ella? ¿Qué países ha visitado? ¿Quiénes son sus víctimas y qué cargos ocupaban? Y lo más importante ¿Es inocente o culpable?

- Eso último te puedo asegurar que no estará entre los datos.

- No, pero es algo que pienso deducir.

- Puede que te equivoques – insistió ella.

- Oye, – la mirada de Luis adquirió una dureza y frialdad extremas – Has puesto a Erik al frente de una misión en la que, ya de primeras, a buen seguro se las tendrá que ver con la iglesia tarde o temprano, y es algo a lo que ni de coña quiero que se enfrente sólo. Leeré, analizaré y juzgaré, y entonces decidiré si se repite el incidente de anoche o, por el contrario, sigo el camino que ha tomado mi compañero.

Rose agachó la cabeza, parecía dudar muy seriamente.

- ¿Qué harás si me niego?

- La buscaré por mi cuenta.

- ¿Tan dispuesto estás a rebelarte?

- ¿Me queda otra opción? A estas alturas de la película no tengo nada claro de quién debo fiarme. Lo único que me queda es mi propio instinto, y pienso seguirlo.

La Morris quedó en silencio de nuevo, miró a su izquierda y se movió un poco, encendiendo así una tenue luz que iluminó su rostro y que él identificó como un monitor de PC.

- Eres el último al que esperaba ver llegando a estos extremos – comentó finalmente tras unos minutos en silencio – pero supongo que, tras haber descubierto algunas verdades, querrás conocerlas todas, de modo que no me dejas más remedio… - volvió a mirarlo – me pondré en contacto con los archivos de la iglesia y veré cuanta información del expediente Simons pueden enviarme, pero te lo advierto: No prometo nada.

- Bien… - Luis se levantó, señalando así su conformidad con la resolución de Rose así como el fin de la entrevista – créeme que con eso me conformo… Supongo que ya no tienes ningún secreto más que contarme, así que me vuelvo al piso. Tengo hambre…

Dichas estas palabras se despidió de la mujer, de las dos ancianas y se volteó para dirigirse hacia la puerta. Cuando ya la había abierto y se disponía a salir de la estancia la voz de la líder lo detuvo.

- Luis.

- ¿Sí?

- Supongo que ahora comprendes un poco mejor a Erik ¿me equivoco?

Sin mediar palabra, cerró la puerta tras de sí y se marchó, no deteniendo su marcha hasta haber recorrido la mitad del camino de vuelta, punto en el que se detuvo en uno de los puentes del río Sena y miró ensimismado al oscuro cielo nocturno de París.

- No, Rose… - dijo para sí mismo, con la vista clavada en el vacío – me temo que no te equivocas…

--------------------------

¡y otro más! Sí, he ido rápido esta vez, pero entre las pseudovacaciones que nos han dado y la enorme cantidad de tiempo libre que tengo sin internet pues... en algo me tendré que entretener xd (PC FUTBOL aparte, claro, ya hablaré sobre eso porque lo estoy redescubriendo y vaya vicio, coño ^^U)

El 84 lo tendré terminado pronto a este paso (mañana lo empezaré) así que tal vez no tardeis mucho en tener otro capítulo.

Ale, a disfrutar
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Comentarios: (del primero al último)
20:28 30/12/2009
¿PC FUTBOL? Jodidos Nintenderos, mira que os engancháis a la mugre eh...

:P Es broma Osaka, ya sabes que te quiero :]

Cuando salga el Pokémon Plata y Oro que harás, bribón? Piensas que podrás conmigo?
20:30 30/12/2009
Sip, pienso que podré contigo >:D

Y Pc FUTBOL 6.0 DIOS :P
02:53 31/12/2009
PC Futbol!?... salva tu vida, aun estas a tiempo.

Tengo una duda, ¿que le dijo Rose a a Luis? y mas importante aun ¿que desayuno Rose ese dia?.
23:58 31/12/2009
ostras, falto unos meses y hay nuevos capis, ahora los leo todos : D
19:55 08/02/2010
Estuvo bien, pero sin informacion relevante (para nosotros, claro esta).
Voy por el siguiente.
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