Prelude of Twilight

Publicado: 19:50 05/03/2008 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Confused Feelings (part 3)

- ¿¡Qué demonios me pasa!?

Desde que Luis había salido de la casa, Erik se afanaba inútilmente en recordar el emblema que aquel vampiro misterioso lucía en la solapa, intentando visualizarlo en su mente para después dibujarlo, y así tener una referencia física en la que basarse para investigar, pero le resultaba imposible, la imagen aparecía poco definida en su memoria, borrosa.

Le costaba concentrarse.

Irritado, se dejó caer en la cama y bufó, acto seguido se llevó la mano derecha a la frente y frunció el ceño.

“Necesito dejar de verla” – pensó – “Pero… ¿Por qué no quiero…?”

Aquella mancha que segundos antes era el escudo de armas de su nuevo enemigo se fundía en la oscuridad para dar paso a aquel rostro pálido bañado por la luz del atardecer, a aquellos redondeados ojos acuosos imbuidos de una singular emoción.

Decidiendo que necesitaba relajarse cerró el portátil y se levantó, su estómago gruñó justo en aquel momento.

- Necesito azúcar – se dijo – tal vez por eso no puedo pensar, estoy cansado…

Se dirigió sin hacer ruido a la cocina y abrió puertas hasta encontrar lo que buscaba: Harina y Leche - la margarina y los huevos estaban en el frigorífico – lo cogió y mezcló en un bol, casi relamiéndose mientras lo removía, una vez la masa adquirió consistencia la metió en la nevera y se sentó en el sofá, dispuesto a relajarse cerrando los ojos pero, de nuevo, ahí estaba ese rostro.

Claire Simons… ¿Por qué lo perseguía aquel recuerdo? ¿Por qué no cesaba de verla en sus pensamientos?

- ¡Vale ya!

Golpeó el brazo del sofá y se inclinó para coger un periódico que había doblado en el otro extremo del asiento, no le interesaba en absoluto, pero al menos trabajaría un poco su comprensión lectora en francés.

Miró el reloj del lector de DVD antes de abrirlo, aún quedaban 15 minutos para sacar la masa para crêpes del frigorífico – “¿tan poco tiempo he podido relajarme?” – y pasó disgustado la portada en la que aparecían, en la primera página, el presidente Sarkozy y su esposa, ni la leyó en ese momento ni lo haría más tarde, la política simplemente lo cabreaba.

Rápidamente saltó toda hoja en la que viera alguna de esas cabezas sudorosas, con gesto soberbio y poses estiradas, y saltó directamente a los sucesos.

Cuatro años atrás, recién conseguido su título de Vampire Slayer, Juanjo y Adela le aconsejaron – acertadamente – que mirara las páginas de sucesos en los periódicos si quería encontrar indicios de actividad vampírica, la clave era leer entre líneas, y siempre, en el 100% de los casos, acertaba, de hecho era él el que guiaba a Luis hacia los posibles nidos, hasta que éste entró en el cuerpo de Policía Nacional y Erik se convirtió en su ayudante.

No obstante no encontraba nada destacable, la sección estaba copada prácticamente por el caso de los niños y, como excepción, un par de noticias de asesinatos, una violación y un caso de violencia doméstica, leyó y tradujo estos artículos un par de veces, pero no eran más que noticias comunes y corrientes.

Únicamente le llamó la atención la aparición de la foto en la que Simon había descubierto aquel misterioso 7, apareciendo de nuevo, casi desafiándolos, la noticia hablaba de la colaboración de un agente español y sus dos ayudantes con la policía francesa, intentó buscar una referencia a la imagen en el texto, pero nada, ésta era simplemente ilustrativa.

Volvió a mirar el reloj, ya habían pasado 21 minutos, cerró el periódico, lo dobló, lo tiró de nuevo al otro extremo del sofá y se dirigió a la cocina, contento ante la perspectiva del suculento desayuno que se iba a tomar.

Rápidamente encendió el fuego y, para no esperar, puso la sartén en su mano y la calentó con su propio fuego, acto seguido echó la masa en ésta, cogió un par de espátulas y…

- ¡Voilá!

Sonriente, colocó la crêpe resultante en un plato, le echó un buen pegote de crema de cacao que encontró en el refrigerador, la enrolló y se dispuso a devorarla, no sin antes echarse un buen vaso de leche, con un gran chorro de sirope de chocolate disuelto.

Se volvió a sentar en el sofá y mordió su desayuno, que olía y sabía a gloria, lo saboreó y dio un sorbo a su vaso de leche para tragarlo.

Suspiró, aquello era gloria.

Sólo, en silencio y comiendo algo que le encantaba ¿Podía algo estropear aquel momento?

Volvió a morder, saboreó y se dispuso a beber de nuevo, entonces una voz lo interrumpió.

- Vaya, para ti un restaurante de lujo debe ser lo más parecido a un orgasmo múltiple.

Sorprendido, escupió la leche tanto por la nariz y por la boca y se atragantó, teniendo que ser asistido por Elisabeth, que era quien había intervenido.

- ¿¡Pe-pero tú no estabas durmiendo!? – preguntó realmente disgustado mientras aún recuperaba el aliento.

- Yo siempre me levanto más pronto que François – contestó ella, divertida, mientras le daba palmadas en la espalda – Además, quería dejarle todo el espacio de la cama sólo para él.

- ¡Pues me has dado un susto de muerte! – espetó mientras colocaba su desayuno en la mesa de mármol - ¡Y no me gustan los restaurantes de lujo, son caros y ponen poca comida!

Elise rió entre dientes.

- ¿Qué haces levantado aún? Creía que Luis era el único que se despertó con nuestra discusión.

- Nah, si la hemos oído todos – explicó él – nosotros no hemos dormido todavía, tenemos trabajo que hacer.

- Ya, tenéis trabajo que hacer – la muchacha se sentó junto a él y le dio una palmada en la rodilla – y te encuentro aquí tomándote una crêpe casera y un batido casi en éxtasis ¡Menudo trabajo! ¿eh?

Erik torció el gesto.

- ¡Dame un respiro! – pidió a su interlocutora - ¿Quieres? Tengo hambre y necesito relajarme, y ahora ni Simon está para ponerme nervioso y ni Luis está para decirme cómo tengo que hacer mis cosas ¡Llevo días sin tener un verdadero momento de paz, y lo necesito ahora más que nunca!

Elisabeth arqueó una ceja.

- ¡Vaya! ¿Tú también?

- ¿También…?

- Luis estaba tan tenso que hasta se le habían agriado los ánimos… supongo que lo habrás visto.

El pelirrojo se echó hacia atrás, apoyando la cabeza en el respaldo.

- Sí – reconoció – ni siquiera podía dormir… ha salido a tomar el aire para relajarse un poco… creo que intenta abarcar demasiado…

Tras aquellas palabras el pelirrojo calló, cogió su crêpe, ya templada, y le dio otro mordisco, aunque ésta vez no le supo tan bien.

- ¿Y a ti que es lo que te angustia?

Erik tragó y suspiró.

- No puedo concentrarme.

Elise guardó silencio por unos momentos.

- ¿Eso es todo? – preguntó indiferente.

El Belmont frunció los labios.

- Tengo dieciocho años – contestó – estoy leyendo y reteniendo datos desde antes de lo que puedo recordar ¡de todo! Desde leyendas hasta el más mínimo detalle de un grabado ¡Y ahora no soy capaz de recordar el escudo que llevaba el vampiro ese en la solapa! ¡Siempre se me aparece un… rostro!

Había estado a punto de decir que siempre veía a Claire, afortunadamente no estaba tan nervioso como para no ser capaz de contener sus impulsos.

Para su sorpresa, la muchacha contestó con una sonrisa divertida.

- ¿¡Qué tiene tanta gracia!?

- ¡Nada, nada! Es que… veo que sigues siendo el mismo Erik orgulloso de su inteligencia que se cree infalible.

- ¡Yo no me creo infalible!

Estaba claro que, para él, Elisabeth no había tirado por el mejor camino, y le fastidiaba bastante, aunque también era evidente que ella disfrutaba chinchándolo.

- ¿Que no? – preguntó ella, entre risas - ¿Y esa rabieta qué? ¡Pareces un crío que no puede hacer los deberes porque es incapaz de terminar una suma!

- ¡¡¡Me enrabieto porque estoy intentando recordar algo importante!!!

Cerró la boca de repente, se dio cuenta de que casi había gritado, y perder los estribos era realmente lo último que deseaba.

- ¿Importante? – volvió a preguntar Elise, ahora interesada - ¿Es de verdad importante ese escudo?

El pelirrojo se inclinó hacia delante, apoyándose sobre sus rodillas.

- Si mi intuición no me falla – respondió – es vital… tengo la impresión de que nuestra investigación debe girar alrededor de ese emblema… necesito visualizarlo en mi cabeza y dibujarlo – suspiró – pero… se emborrona enseguida.

- Ya veo… - La Kischine se llevó la mano a la barbilla, pensativa - ¿Y cual es ese rostro que se te aparece? ¿Crees que también podría ser importante?

Erik palideció, no esperaba esa pregunta.

- ¿I-importante…? Pues… la verdad es que aún no sé sí…

- ¿Quién es? – insistió.

El pelirrojo torció el gesto, después de todo, pensó, necesitaba contárselo a alguien más, su último encuentro con ella había hecho emerger en él una serie de sensaciones y sentimientos que hacía tiempo que no experimentaba e, incluso, que no había experimentado jamás.

Cerró los ojos, y se dispuso a hablar.

- Se trata de… una misión que me han otorgado… alguien a quien debo “cazar”

Se estremeció, aquella palabra le sonaba realmente fatal, especialmente a la hora de hablar de Claire.

- ¿Cazar? – preguntó ella - ¿Aún te encargan ese tipo de misiones?

Él negó con la cabeza.

- No… no al menos mientras he estado en periodo de rehabilitación… pero según Rose yo soy el único que puedo hacerlo y bueno… - alzó la cabeza y miró al techo – lo cierto es que ella y yo estamos al mismo nivel…

- ¿Ella? Erik… ¿No me estarás hablando de Claire Simons? ¿Te han asignado a ti esa misión?

Elisabeth parecía extrañada, incluso algo contrariada, Erik asintió con abatimiento.

- Así es… De hecho ya nos hemos enfrentado dos veces y aún no hemos terminado el combate…

- ¿¡Te has cruzado dos veces con ella y no has cumplido tu misión!? – preguntó casi escandalizada - ¿¡Eres consciente de lo que estás haciendo!?

El muchacho cogió su batido y le dio otro sorbo.

- ¿Que si soy consciente? Elisabeth, por primera vez en mi vida tengo la sensación de no ser consciente de mis actos, tengo… - volvió a suspirar – tengo la sensación de no estar seguro de ninguna de mis decisiones…

- Pues debes estarlo – le espetó la joven con voz severa – Sabes quiénes están detrás de ella ¿verdad? ¡La iglesia! ¡Te puedes meter en un buen lío si te atreves a vacilar!

- ¡Lo sé! – respondió él, golpeándose las rodillas con los puños cerrados – Pero… ¡No puedo evitarlo! ¡No puedo cumplir con ésta misión si no logro ver en ella a la asesina que se supone que es!

- ¿Si no logras…?

- ¡No tiene ojos de asesina, Elisabeth!

Elise se quedó atónita.

- O… ¿Ojos?

- ¡No son sólo sus ojos! – continuó – la verdad… ojalá pudiera luchar de nuevo con ella ¡Combatir con ella! ¡Cuando la miro veo miedo! ¡Veo tristeza! ¡Un asesino no teme a sus adversarios, desenvaina su arma y los mata! – volvió a negar con la cabeza, mientras la hundía entre sus manos – No concibo la idea de que Claire haya matado a nadie ¡Ella no puede ser una asesina!

- Ya veo… Dudas del criterio de la iglesia – dedujo ella.

Erik asintió.

- Entonces… la única salida que te queda es volver a encontrártela… satisfacer tu curiosidad y disipar tus dudas

El muchacho dio entonces un trago largo al vaso a fin de acabárselo, mientras pensaba.

¿Volver a verla? ¿Lo deseaba? ¿Realmente deseaba volver a conectar con aquellos tristes ojos acuosos?

¿Deseaba dar lugar a la posibilidad de equivocarse?

- Necesito tener la oportunidad de hablar con ella – dijo en voz alta para sí mismo – sin interrupciones… quiero ver a la verdadera Claire.

- ¿La verdadera? – preguntó Elisabeth - ¿Crees que su personalidad actual es una máscara?

El pelirrojo dejó el vaso, ya vacío, y cogió lo que quedaba de la crêpe.

- Todos llevamos máscara, y sólo nos deshacemos de ella cuando alguien nos la quita – argumentó – François y tú os la arrebatasteis mutuamente… necesito ver su verdadera cara… la Claire que no es perseguida por la hermandad y no ha sido demonizada por la iglesia… Necesito verla…

Terminadas sus palabras dio cuenta lentamente de lo que quedaba de su desayuno, pensativo, en un momento dado dirigió su vista a Elisabeth Kischine y se dio cuenta de que ésta lo miraba con interés.

- ¿Pasa algo? – preguntó extrañado.

- ¡Nada! – contestó ella, sonriente – es sólo que parece que, por fin, estás empezando a madurar.

El Belmont arqueó una ceja.

- Curiosa forma de cambiar de tema – comentó - ¿A qué ha venido eso?

- Bueno… - la mujer se levantó – cuando François, tú y yo nos conocimos, él era un chulito torpón y tú un pedante insufrible con delirios de grandeza, sin duda alguna sobre su magnificencia… - se dio la vuelta y lo miró cara a cara – Ahora veo sentado en el sofá a alguien que se encuentra en una encrucijada… que ha de tomar una decisión… antes sólo había un camino, que era el tuyo, vale que siempre acertabas, pero me irritaba… - se dio la vuelta encaminándose de nuevo a la habitación – has crecido un poquito, Erik…

El aludido sonrió levemente.

- ¿Vas a volver a dormir? – preguntó a la muchacha, que se alejaba.

- No – respondió ella – pero François habrá recuperado medianamente sus fuerzas tras dormir un poco, y – dibujó en su rostro una sonrisa picarona – no hay reconciliación sin un poquito de contacto físico ¿no crees?

Erik rió.

- Francamente, no sé que contestar a eso.

- Una cosa más, Erik.

- Dime.

Elisabeth guardó silencio por unos momentos, el pelirrojo tuvo la sensación de que no le resultaba agradable la idea de articular la pregunta, tal vez, porque no quería oír la respuesta…

- Si decides que Claire no es una asesina… que merece una defensa… una oportunidad… ¿Qué harás?

- Muy a mi pesar – contestó él inmediatamente – desobedeceré a Rose… y me opondré a la iglesia… no tengo la más mínima intención de apoyar una injusticia.

La mujer sonrió al oír esto.

- Ya veo… así que tu código ético aún no ha cambiado ¿eh?

- Y no lo hará jamás…

Elise se dio la vuelta de nuevo, en dirección a la habitación de matrimonio, cuando un trueno, seguido del potente golpeteo de una lluvia densa y pesada, los sobresaltó.

- ¿Una tormenta de verano… ahora? – se preguntó – no había ni una sola nube esta noche.

El semblante de Erik cambió, mostrándose ahora preocupado.

“¿Tormenta?” – pensó – “Esto sólo puede ser un mal augurio”
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