Publicado: 21:29 09/02/2007 · Etiquetas: · Categorías: CastleVania: Twilight Rhapsodia
Equipment Discussion
Tras despedazar el papel en sus manos, Luis se abalanzó sobre su escritorio abriendo todos los cajones uno por uno hasta que del último sacó un pliego de papel que extendió sobre la cama, desvelándose como un mapa de la zona portuaria, no tardó mucho en localizar el lugar del desafío, ya que sólo había una blood disco en esa zona, apresuradamente lo volvió a doblar y lo colocó en el bolsillo interno de una gabardina negra que colgaba en un perchero al lado de la puerta, en ese instante entró Erik. - Te acompañaré – articuló sin más. - No – negó Luis mientras se calzaba sus pantalones grises de combate – es algo personal, tú no tienes nada que hacer aquí. - ¡Luis, no jodas! ¡Ese lugar está atestado de vampiros! ¡Necesitarás asistencia! Luis guardó silencio durante unos instantes, después clavó su mirada en la de Erik y le respondió tajantemente: - Vale, pero Kasa es mío. Erik asintió y se dispuso a darse la vuelta para salir del cuarto cuando una tercera voz intervino. - Yo también voy con vosotros. Los dos compañeros buscaron con la mirada al tercer individuo y se encontraron con Simon, bastante más serio de lo habitual. - Simon – espetó Erik – esta es una misión demasiado arriesgada, no podemos llevarte allí, además, sigues herido. - No quiero ir arrastrando en esto a un bulto inútil – comentó Luis como si tal cosa mientras se ajustaba las botas – tú te quedas aquí. - ¡Oye, estas heridas – respondió Simon golpeándose el pecho – no me las hice quedándome quieto! ¿Sabes? De un solo movimiento, Luis se levantó, empuñó y desenfundó su katana y clavó ligeramente la punta de ésta en el cuello del muchacho. - ¡Mira niño – exclamó – me suda la polla que lucharas con todas tus fuerzas y que sobrevivieras! ¡No protegiste a Alicia y con eso me basta! ¡Da gracias a que no te maté en el hospital! Para su sorpresa, Simon no se movió un milímetro, ni se alteró; estando los dos enfrentados, Erik agarró el canto de la espada y la bajó, ésta, con sólo rozar el pecho de Simon en la bajada, cortó el cuello del pijama, las vendas y le hizo un pequeño corte en la piel. Erik miró a los ojos de su hermano y vio una determinación que nunca antes había manifestado. - Yo me haré cargo de él – informó a Luis. Con la katana aún agarrada y en posición de combate, el Fernández clavó sus ojos furiosos en los de Erik. - Si algo falla por su culpa… os tajo el cuello a los dos. - No fallará nada – contestó Erik mientras ponía la mano en el hombro de su hermano – voy con él al sótano, habrá que darle equipamiento. Luis se relajó y asintió, cuando se hubieron alejado un poco continuó vistiendose, mientras se debatía entre el desprecio que le provocaba Simon tras en incidente de su hermana y el respeto por no haberse movido siquiera cuando podía haberle degollado. Cuando llegaron a la puerta del sótano, Erik cogió el picaporte e hizo una serie de movimientos con él, tras lo que sonó un chasquido muy peculiar, el hermano menor tragó saliva, en 10 años de estancia en esa casa nunca había entrado ahí. Cuando cruzaron el umbral de la puerta Simon se sorprendió de que todo estuviera tan bien iluminado, el color blanco predominaba y no había humedad, tras bajar el pequeño tramo de escaleras se encontró con una estancia enorme, al menos el doble de la extensión de la casa, el suelo era de parket y estaba dividido en varias secciones, casi todas con diversos aparatos y máquinas para el entrenamiento físico, aunque también había una vacía con un tatami elevado y otra con artefactos de cristal que no supo identificar, al fondo de la sala una serie de taquillas alineadas de color oscuro destacaban sobre la blanca pared de azulejo. Cuando llegaron, Erik paseó enfrente de ellas mirando las puertas una a una, finalmente se detuvo en la que estaba más a la izquierda, la abrió y sacó lo que parecían unos guantes de motorista, que le lanzó a su hermano. - Pruébatelos Simon le obedeció, era de cuero negro y bastante cómodos, los nudillos llevaban un refuerzo metálico y los dedos quedaban al descubierto. Cuando hubo terminado y alzó la vista encontró a su hermano abriendo las puertas una a una y dejando su contenido, armas, armaduras, cotas de malla, ropajes varios, protecciones varias y algunos pergaminos, al descubierto; el joven se quedó con la boca abierta y se acercó un poco más a las taquillas, que estaban todas comunicadas entre sí, dando lugar a un gigantesco armario. - Pero… ¿Qué es todo esto? – preguntó Simon atónito. - El tesoro de los Fernández – contestó Luis desde el fondo de la sala – reliquias, rollos de pergamino con hechizos antiquísimos, fórmulas alquímicas, armas y armaduras de gran poder… - continuó mientras se acercaba – todo obtenido como recompensas por nuestro cumplimiento del deber en nuestras misiones. Los dos hermanos se dieron la vuelta, Simon no escondió su hostilidad y dirigió una mirada antipática a Luis, Erik, por el contrario, le preguntó si ya estaba listo. - ¿Qué equipación le vas a dar a Simon? – preguntó el joven Fernandez a su compañero. - Algo estándar – contestó Erik – según como se le dé la cosa esta noche decidiré a partir de hoy. Luis asintió mostrando su conformidad. - Escucha, saldremos de aquí al atardecer – informó – ese lugar es impenetrable de día, tomaos vuestro tiempo – Erik asintió con la cabeza, tras lo que Luis se dio la vuelta pero, antes de empezar a andar, miró a Simon un segundo – Escucha – se dirigió a él – Antes has conseguido imponerme algo de respeto – guardó un breve silencio, el muchacho estaba en guardia y no articulaba palabra – espero que ésta noche mantengas el nivel ¿de acuerdo? De nuevo, Simon no se movió ni le contestó, ligeramente afligido por esto, Luis se dio la vuelta y se encaminó de nuevo a la salida del sótano, cuando se le oyó cerrar la puerta de la escalera, Erik agarró una fina pero aparentemente resistente cota de anillas y se la dio a Simon. - No voy a decirte nada respecto a no haberle contestado a Luis – le dijo de repente – de hecho te comprendo, pero ten en cuenta que ésta noche seremos un grupo de caza y tendremos que protegernos los unos a los otros, el odio no es bueno entre compañeros. - Eso – contestó Simon mientras se probaba la cota de anillas – díselo al que me ha puesto su espada en la garganta, yo sólo he ofrecido mi ayuda. Cuando terminó de colocársela separó los brazos y se dio lentamente la vuelta para que su hermano juzgara, le quedaba algo ancha, pero Erik lo prefirió para que no le restara movilidad, después de un rato dubitativo mirando a un rincón donde estaban colgados tres látigos perfectamente enrollados, Erik cogió uno de cuero negro brillante, con una empuñadura tallada de forma que los dedos de la mano encajaban a la perfección, y se lo lanzó a Simon, que lo cogió al vuelo. - Creo que te irá bien, por si acaso pruébalo – le sugirió. Simon dio un salto atrás y comenzó a golpear con el látigo en todas direcciones con una agilidad y un estilo impresionantes, dejando sorprendido a su hermano que, tras la corta exhibición, le dedicó un aplauso y una enorme sonrisa. - ¡Increíble! – Exclamó - ¡Increíble!, incluso estando en estas condiciones eres magnífico ¿Qué tal el látigo? - Muy ligero – respondió Simon mientras lo examinaba, estirándolo en algunos puntos – me gusta. Erik sonrió. - Lo llevarás esta noche – le dijo – junto con los guantes y la cota de anillas, ponte unos buenos vaqueros y esas botas reforzadas que te pones de vez en cuando, esta noche hay juerga y tenemos pase vip. 0 comentarios :: Enlace permanente
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