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Publicado: 20:00 11/03/2008 · Etiquetas: Mariano Rajoy, PP, Partido Popular, sucesion · Categorías: Tiempo de reflexión
El 9 de marzo los españoles acudieron a las urnas y decidieron en manos de quien dejarían el mando de ese barco llamado España. Es José Luis Rodriguez Zapatero el designado gracias a los votos al PSOE. El timonel de un barco que puede zozobrar ante el mar embravecido de tiempos adversos. Y dependerá de como maniobre nuestro timonel para que arribemos a buen puerto.

No obstante, no hablaré de ello en este momento. Hablaré de otro barco y de otro timonel que también ha de lidiar con la tormenta que se vislumbra en el horizonte. Hablaré del PP y de Mariano Rajoy. Dos elecciones perdidas desgastan a cualquier líder político, a pesar de no significar forzosamente su nulidad para conseguir ser presidente del gobierno presentándose en unas terceras elecciones.

Por este motivo se comienza a cuestionar a un candidato que, no nos engañemos, fue impuesto. Con el tiempo ha sabido ganarse las simpatías y el respeto de los militantes y cercanos a la órbita ideológica del Partido Popular y se ha aparcado la disputa enterna sobre si era la persona idónea para dirigir el PP. Ahora, con las elecciones decididas, vuelven a sacar las uñas tanto propios como extraños.

Extraños los adversarios políticos, fundamentalmente el PSOE, que observa a quien beneficiaría una guerra interna en el PP que los desgastaría y les permitiría gobernar con mayor comodidad. De hecho durante la pasada legislatura ya trataron de dinamitar a Mariano Rajoy proclamando sus medios afines la superioridad de Gallardón o metiendo en la liza política a Esperanza Aguirre.

Ya sea por anhelos propios o por la tentación a la que los grupos mediaticos de izquierda sometieron, lo cierto es que ese afán de poder de Esperanza Aguirre y de Alberto Ruiz-Gallardón es algo casi sustancial y palpable. Y no son los únicos que sustituirían gustosos a Rajoy en el sillón presidencial de Génova 13. Muchos otros esperan su turno pacientes. Si el actual presidente del Partido Popular dimitiese, a día de hoy, se produciría una batalla fraticida entre los cantidatables que aspirasen a esa posición de poder.

El mar está embravecido. Desde la izquierda, de manera muy inteligente, se aviva la necesidad de un cambio, mientras que desde el propio partido, porque las ansias personales cada día son más complicadas de esconder.

Afilan garras y preparan sus posiciones. Gallardón, Esperanza, los liberales, el ala conservadora, los medios de comunicación afines y críticos. Todos planean sobre el cadáver político que es Mariano Rajoy como buitres. Y eso el dirigente popular lo sabe y lo transmitió perfectamente la noche electoral, con esa mirada distante y la nostalgia, morriña gallega, que desprendía.

Pero Mariano Rajoy, si algo sabe, es resistir. Defensa numantina y obcecada, a pesar de no tener más que apoyos convenencieros más preocupados por los otros no consigan hacerse con el timón del barco llamado PP que de apoyar realmente a ese antes llamado Mariano (como amigo) y ahora Rajoy (como presa). Así que Mariano (o Rajoy, como prefiráis), sólo y meditabundo, lucha por salir de aguas turbulentas.

Toma el timón con fuerza, sin que vire, sin que le tiemble el pulso y anuncia que sigue. ¡Qué gran trabajo! ¡Qué insigne labor! le dicen muchos con palmadas en la espalda dadas con el filo romo de los puñales que afilan para el congreso.

Pero Rajoy ha sacado el barco de las aguas turbulentas. No ha dimitido, se mantiene. Va a ser muy cuestionado, sí, pero muchos le presentarán su apoyo. La mayoría con la otra mano preparada para asestar el golpe, con cabeza y unos pocos con corazón. ¿Qué sucederá? Normalmente Mariano Rajoy aprovechará este tiempo extra, estos minutos de descuento para ir seleccionando a sus afines reales. Para observar quienes están con él realmente y quienes se relamen pensando en el festín político que será su cadáver.

Mirará y conformará su equipo. El que él quiere realmente, no lo impuesto que es con lo que ha contado ocho años sin poder tener libertad real para poner rumbo donde ha querido. Un equipo en el que dudo mucho que estén Zaplana, Acebes o Aguirre. Un equipo con sus ideas, mucho más liberales de lo que ha podido demostrar por tener las manos atadas tanto tiempo pero lleno de rigor, buen hacer y ganas de trabajar. Y se presentará.

Tal vez gane. El poder le permitirá enterarse de buena parte de los movimientos de sus rivales y maniobrar con cierta soltura. Guardará sus armas. Y las sacará sólo en el momento adecuado. Posiblemente gane. Si lo hace tendrá 4 años por delante para cambiar su imagen. O no. Dadas la circunstancias lo natural sería eliminar a los adversarios en el congreso y algo más adelante, al año aproximadamente, dejar un sucesor, una cara nueva, alguien que pueda tomar las riendas del partido con autoridad. Y quitándose las rémoras de tiempos pasados, muchos grandes políticos, pero quemados en su imagen e incendiarias sus presencias.

Mariano Rajoy ha hecho lo que debía al no bajar al camarote con la tormenta y tomar el timón. Y de momento ha conducido al PP a un tiempo de calma chicha, consciente de que la gran tormenta será antes de verano. La diferencia es que ahora será él y sólo él quien marcara su carta de navegación y tratará de cruzar la tempestad por el sitio menos peligroso, aunque el viento no cese de azotar las velas. Y si no puede salvar el barco, tiene preparado un bote para salvar a su tripulación.





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