De todos es sabido el arte y salero, amén de la extremada riqueza, que desprende por los cuatro costados la Lengua Castellana. No en vano son siglos de constante enriquecimiento y expansión.

No es menos la rama de los insultos, que adquieren, en según que ocasiones, contexto y maestría en su uso, el apelativo de arte.

Sin embargo, el Català no parece haber adoptado esa característica de su lengua vecina. Es decir, si me llaman xitxarel·lo mi primera reacción no será mentar a la madre del interlocutor, más bien de pensar por qué me está llamando taral·lirot, o lo que es lo mismo, por qué me llama payaso. Quizás luego sí mente a su madre, pero estaréis conmigo en que no dan ganas de partirle la cara de buenas a primera.

Que me llamen sòmines en vez de idiota sería hasta de agradecer, no tanto curt de gambals por su composición. Hasta aceptarías de buen grado un porc o truja cuando te has manchado la camisa aparatosamente con la salsa de tomate, ¿pero quién aceptaría ser llamado guarro, así sin más y sin agravio al canto?

Ser tachado de bocazas es cuanto menos, indignante, en cambio, bocamoll tiene hasta su lindeza musical.

Quizás se trate de una cuestión vocal. Quién puede negar, al fin y al cabo, la sonoridad y vehemencia de un cabRRRRRRón bien dicho.

Un saludo a todos los estaquirots que me estén leyendo