La felicidad se mide en "equisdé´s"
Publicado: 12:32 27/03/2007 · Etiquetas: · Categorías:
Jimmy era un niño excéntrico, era raro de cojones. Se pasaba las horas hablando con su perra, un animal muy cariñoso, a la que él a menudo llamaba inculta y analfabeta por no saber hablar, leer ni escribir. Era adicto al teletexto y solía cagar con un abrigo puesto porque le daba vergüenza realizar aquel acto, como si alguien pudiera espiarle.

Jimmy soy yo. Lo anterior lo he escrito en 3ª persona porque me daba vergüenza relatar mi personalidad. Lo que os voy a contar ahora es algo que me pasó no ayer ni hace 5 años, sino otro día. Y que merece especial atencíon, pues es una historia sobre el AMOR con mayúculas.

Yo iba a un instituto que tenía taquillas metálicas en todos los pasillos. Era el típico empollón y no pertenecía a ningún guetto juvenil como son los pijos, los lating king o los demócratas. Pasaba las horas perdidas jugando al escatérgoris con un amigo imaginario que ni siquiera me hablaba. Estaba enamorado de la chica más guapa del instituto. Era animadora y estaba como un tren, pero lo que me cautivó fue su personalidad, aunque no la conocía porque nunca había hablado con ella. Me faltaba valor para expresarme. La llamaba de madrugada, poniéndole grabaciones de versos de Neruda en loquendo que expresaban mis sentimientos. Dejé de hacerlo a causa de las denuncias que interpuso su madre a la policía. Debido a esto entré en una profunda depresión de la que me recuperé al de unas horas.

Pero todo cambió un día que encontré una moneda de 1 céntimo en el suelo y me corté con ella. Aquello era una señal, lo supe porque me lo dijo un tipo que pasaba por allí. Ese mismo día conocí en el instituto a un bocadillo de mortadela que también tenía un amigo imaginario con el que jugaba al escatérgoris. Era un alma solitaria como yo. Nos hicimos muy amigos. A él le sobraba la personalidad que me faltaba a mí. Nos dábamos continuamente abrazos e incluso llegué a notar cierta atracción homosexual por su parte que no quise mencionar por temor a romper nuestra amistad. Morta, como yo le llamaba, hizo de mí una persona nueva. Sus padres eran multimillonarios (aunque a Morta le daba igual porque pasaban poco tiempo con él y estaban siempre trabajando). Me llevó de compras a unos sitios muy guays de la ciudad y cambió mi aspecto por completo. Cambíe como persona y me ayudó a declararle mis sentimientos a la animadora.

Todo salió bien. La animadora y yo empezamos a salir. La vida cambió para mí. Pero se me subió la fama a al cabeza. Dejé que mi novia la animadora criticara a Morta por ser un bocadillo y nos reímos en su puta cara. Un día Morta me envió una nota en la que me confesaba su amor por mí. Decía que no podía olvidarme, que no entendía como podía querer más a la animadora cuando él era mejor persona. En ese momento descubrí que tenía razón. La animadora era muy superficial y además a me interesaba explorar otros tipos de erotismo.

Fui a su casa nada más leer la carta y me encontré una imagen aterradora. El bocadillo intentaba suicidarse. Se había abierto por la mitad en la encimera de la cocina, separando el pan de la mortadela. Veloz, corrí hacia él y volví a recomponerlo. Nos abrazamos y no pusimos a llorar. Me dijo "ya sabes lo que soy capaz de hacer si me dejas Jimmy, no podría vivir sin ti. si quieres que me suicide lo vas a conseguir". Aquellas palabras me conmovieron. Pero yo solo pensaba en petármelo. Hicimos el amor todo el fin de semana aprovechando que sus padres estaban en el cuarto de al lado.

Pero nuestra felicidad duró poco. La moneda de 1 céntimo con la que me corté era portadora del sida y mi vida estaba sentenciada. Después vinieron tiempos difíciles para el bocadillo y para mí. Incluso me echaron del instituto. Pero eso ya lo relataré en otra historia, que se llamará FILADELFIA.

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