Publicado: 05:17 16/04/2009 · Etiquetas: · Categorías:
Un extraño crujido recorre mi cuerpo cada vez que siento la guerra entre la arena y el agua. Las olas van rompiendo el frente, y la arena va drenando todo a su paso. Sin embargo, no es caos lo que produce, sino paz, una armonía imposible entre dos materias tan opuestas, una guerra que crea sueños y despeja todas las preocupaciones de la mente… Cada vez que me siento solo, esté donde esté, acudo aquí. Mi mente se evade, vuela libre sin ninguna cadena hasta el azul, el azul eterno. Me siento, y como un niño cruzo las piernas y juego con la arena, mientras observo el fin infinito. Las nubes juegan, se entrelazan, y se vuelven a separar, exactamente igual que la vida real… Todo es tan etéreo, tan cambiante, tan inseguro… Es aquí donde puedo decir que me siento bien, el único lugar donde puedo hablar sin abrir mi boca, donde puedo ver sin abrir los ojos, donde puedo sentir sin pensar en nada… Ni un cuadro, ni una foto, ni siquiera un vídeo puede plasmar lo que siento al venir aquí. El escalofrío que sufro, o mejor dicho disfruto, cada vez que pongo un pie dentro de la serena agua, cuando me dejo llevar por su ritmo y finalmente comienzo a nadar, a moverme más rápido, a hacer que mi corazón lata más y más fuerte, a sentir. Es un juego, entre el mar y yo, mano a mano. Mientras yo voy nadando, más y más fuerte, él me deja balancearme al ritmo de las olas. Poco a poco voy ganando terreno, y el gran azul se enfurece, enviando acentuadamente olas, más y más… hasta que llega el momento en el que el juego final se abalanza sobre mí, y sonrío. Me monto sobre la gran garra del mar y bailo con ella formando surcos y acariciando su torso hasta romper ese lazo que nos une y caer con los ojos cerrados, sabiendo que ambos hemos ganado. 0 comentarios :: Enlace permanente
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